SARTRE PAU 2012

Transcripción

SARTRE PAU 2012
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SÍNTESIS JEAN-PAUL SARTRE (PAU 2012). EL EXISTENCIALISMO ES UN
HUMANISMO
1. INTRODUCCIÓN
Algunas de la críticas hechas al existencialismo tienen que ver con la
concepción de que su filosofía desemboca en una filosofía contemplativa,
alejada de toda praxis –que diría Marx-, lo que además conduce a una filosofía
burguesa. El marxismo también le reprocha haber faltado a la solidaridad
humana, considera que el hombre está aislado ya que el existencialismo parte
–dicen los comunistas- de la subjetividad pura. (crítica del marxismo).
Los cristianos reprochan al existencialismo ya que consideran que al negar a
Dios, también niegan todo valor de la realidad y la seriedad de las empresas
humanas (crítica del cristianismo).
El reproche esencial que se le hace es que ponen el acento en el lado malo de
la vida humana.
2. AMPLIACIÓN DE LA PREGUNTA: “RELACIÓN ENTRE ESENCIA Y
EXISTENCIA HUMANA EN EL EXISTENCIALISMO”.
Hay dos especies de existencialismo, los cristianos (entre los que destacamos
a Marcel) y los existencialistas ateos (entre los que destacamos a Heidegger y
a Sartre). Lo que ellos tienen en común es simplemente el hecho de considerar
que la existencia precede a la esencia, o, si se prefiere, que hay que partir de la
subjetividad.
Hay que distinguir entre la visión técnica del mundo y la visión existencialista
de la naturaleza humana. Ilustramos con un ejemplo la visión técnica: es
imposible que el hombre fabrique por ejemplo un abrecartas sin saber para qué
va a servir ese objeto. Decimos en este ejemplo que el abrecartas, la esencia –
es decir, el conjunto de cualidades que permiten producirlo y definirlo- precede
a la existencia. Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la cual
se puede decir que la producción precede a la existencia.
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Cuando concebimos un Dios creador, ese Dios se asimila a un artesano
superior; Dios cuando crea, sabe con precisión lo que crea. Dios produce al
hombre siguiendo técnicas y una concepción, exactamente como el artesano
fabrica el abrecartas siguiendo una definición y una idea preconcebida. Esta
sería la visión del hombre y su relación con Dios en los filósofos del siglo XVII
(recordemos las tres sustancias de Descartes y como Dios al crear al hombre y
al mundo, le daba legitimidad a la materia extensa. Por supuesto la concepción
medieval se sitúa en la misma línea (recordemos como para San Agustín Dios
crea al hombre con la huella del pecado original o cómo Santo Tomás concibe
que el universal existe primero en la mente divina y a partir de ahí crea el
mundo). Para todos ellos, la esencia precede a la existencia, o lo que es lo
mismo, Dios crea al hombre con conocimiento previo de lo que crea.
En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la noción de Dios es suprimida,
pero no pasa lo mismo con la idea de que la esencia precede a la existencia.
La encontramos en Diderot, en Voltaire y en Kant. El hombre es poseedor de
una naturaleza humana; esta naturaleza humana, que es el concepto de ser
humano, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre
es un ejemplo particular de un concepto universal. Así pues, aquí también la
esencia del hombre precede a su existencia.
CONCEPCIÓN DEL HOMBRE. El existencialismo ateo que defiende Sartre,
declara que si Dios no existe, hay por lo menos un ser en el que la existencia
precede a la esencia, un ser que existe antes de poder ser definido por ningún
concepto, y que este ser es el hombre, o la realidad humana. Aquí, que la
existencia precede a la esencia significa que el hombre empieza por existir, se
encuentra en el mundo, y que después se define. El hombre empieza por no
ser nada. Sólo será después, y será tal y como se haya hecho. Así pues, no
hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla. El hombre no es
otra cosa que lo que él se hace. Este es el primer principio del existencialismo.
Es también lo que se llama subjetividad.
El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente; nada existe
previamente a este proyecto.
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3. EL SER HUMANO COMO LIBERTAD: ANGUSTIA, DESAMPARO Y
DESESPERACIÓN
EL SER HUMANO COMO LIBERTAD
El primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo
que es, y hacer recaer sobre él la responsabilidad total se su existencia.
Subjetivismo, por una parte, quiere decir elección del sujeto individual por sí
mismo, y por otra, imposibilidad del hombre de sobrepasar la subjetividad
humana. Esto quiere decir que cuando decimos que el hombre se elige, el
existencialismo entiende que cada uno de nosotros se elige, pero también
queremos decir con esto que al elegirse, elige a todos los hombres. Cuando
creamos al hombre que queremos ser, creamos también una imagen del
hombre tal y como pensamos que debe ser. Elegir ser esto o lo otro es afirmar
al mismo tiempo el valor de lo que elegimos, porque lo que elegimos es lo que
consideramos correcto y valioso. De esta manera, nuestra responsabilidad es
mucho mayor de lo que podríamos suponer, porque nuestra elección
compromete a toda la humanidad.
ANGUSTIA
¿Qué se entiende por angustia? El existencialismo suele declarar que el
hombre es angustia. Esto significa que el hombre que se compromete y que se
da cuenta de que es sólo él el que elige y además, al elegir a toda la
humanidad, es un legislador (al elegir no sólo proyectamos lo que es bueno
para nosotros, sino para todos), no podría escapar al sentimiento de su total y
profunda responsabilidad. Este sentimiento de responsabilidad provoca
angustia. Se trata de una angustia simple que conocen todos aquellos que han
tenido responsabilidades. Para el existencialismo no valen excusas, si yo
decido algo, soy yo el que lo decide, al margen de las escusas que trate de
poner Ej. Me lo ha mandado un superior, he oído la voz de Dios, etc. Soy yo el
que decido obedecer a mi superior, o creer que esa era la voz de Dios. Cada
uno decide hacerlo y en el fondo elige él. No puede dejar de haber en la
decisión que toma, cierta angustia.
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DESAMPARO
Y cuando se habla de desamparo, el existencialismo quiere decir que ni Dios ni
ninguna moral universal existen, por tanto, la decisión que tomamos es
absolutamente nuestra y estamos solos ante esa decisión.
El existencialista, por el contrario, piensa que es muy incomodo que Dios no
exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores a priori.
No está escrito en ninguna parte que el bien exista, que haya que ser honesto,
que no haya que mentir, etc. “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Éste
es el punto de partida del existencialismo, todo está permitido. Si Dios no
existe, el hombre está abandonado, desamparado.
Estamos solos, sin excusas. El hombre está condenado a ser libre; libre,
porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace. El
existencialista no cree en el poder de la pasión para justificar nuestros actos. El
hombre también es responsable de su pasión. Elegir un consejo también
implica comprometerse con el. El hombre está condenado a cada instante a
inventar al hombre. No existe ninguna moral a priori que nos diga lo que hay
que hacer, tampoco hay signos en el mundo. En esta línea Sartre critica a la
moral kantiana del deber por el deber y que pretende tratar a los demás como
fines. Si trato a alguien como un fin otros se convierten en medios y viceversa.
Sartre utiliza el ejemplo del hijo que tiene el dilema de ayudar a su patria
enrolándose en el ejército o de ayudar a su madre que está sóla y quiere que
su hijo se quede con él. Si trato a mi madre como un fin, trato a mi patria como
un medio y viceversa.
DESESPERACIÓN
El desamparo implica que elijamos nosotros mismo nuestro ser.
El desamparo va acompañado de la angustia. La desesperación para Sartre
tiene un significado extremadamente simple. Significa que nos limitaremos a
contar con lo que depende de nuestra voluntad, o con el conjunto de
probabilidades que hacen posible nuestra acción. Cuando se quiere alguna
cosa, hay siempre elementos probables. A partir del momento en que las
posibilidades que considero no dependen de mí, debo desinteresarme, porque
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ningún Dios ni ningún designio puede adaptar el mundo y sus posibilidades a
mi voluntad. En definitiva Sartre se refiere al concepto de desesperación en la
línea de “obrar sin esperanzas”.
CONTEXTO HISTÓRICO DE SARTRE
Como corriente filosófica, el existencialismo se basa en la fenomenología de
Husserl y en la analítica de la existencia de Heidegger. Sobre todo en el caso de
Sartre, que es su representante más característico. Como corriente histórica, se trata
de un movimiento que surge con dinamismo cultural propio después de la Segunda
Guerra Mundial. En medio de una Europa desolada por los bombardeos y, en general,
en un mundo que ya conoce el holocausto nazi y la bomba atómica como métodos
masivos de exterminio, nace el existencialismo. Desde el principio se alza como
defensa de la singularidad humana, de aquello que propiamente constituye al hombre
y que podríamos englobar en el concepto de libertad. Pero también ha de cargar con
el resultado de la agitadísima y sangrienta historia de la primera mitad del siglo XX:
esa carga podría resumirse en la sensación ("nausea" la llamará Sratre) de que la vida
es absurda.
PERÍODO ENTRE GUERRAS
La racionalidad positivista que pretende atenerse a los meros hechos era
incapaz de dar razones del caos de irracionalidad que agitaba la política y era ciega a
la pérdida de la individualidad en las modernas sociedades urbanas de la era industrial
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Los deseos de autodeterminación de las colonias y los deseos de expansión de
las potencias europeas complicaban las relaciones internacionales, que tenían como
telón de fondo tres grandes problemas: el enfrentamiento francoaleman, las
diferencias germanobritánicas y el conflicto de los Balcanes.
Desde agosto de 1914 se movilizaron millones de soldados para una nueva
forma de guerra: la guerra de trincheras.
En 1918 la guerra había concluido y los tratados de paz trazaron un nuevo
mapa de Europa. La guerra dejó un balance económico de inflación y endeudamiento
por el que Europa inicia su decadencia y Estados Unidos su hegemonía mundial.
LA REVOLUCIÓN RUSA
Con la Revolución Rusa, primera revolución socialista que pretende llevar a la
práctica la doctrina filosófica del marxismo, comienza la historia de la URSS.
Rebelándose contra el régimen zarista, Rusia se convirtió en el primer país con un
partido obrero de inspiración marxista en el poder. Después de la muerte de Lenin,
durante el periodo estalinista (1927-1939) se endureció la política soviética con
depuraciones internas de todos los disidentes y la imposición de la colectivización
agraria por métodos violentos.
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Durante la primera mitad del silo XX, la mayoría de los intelectuales europeos
sufrieron una poderosa polarización hacia el fenómeno soviético: unos se
pronunciaban a favor de lo que consideran la mayor realización histórica de una utopía
social, y otros rechazan lo que juzgan el mayor ataque de todos los tiempos a la
libertad.
LA DEPRESIÓN DEL 29
Los felices años 20 son el fruto de las mejoras en las condiciones de vida que
se fueron produciendo en las democracias parlamentarias europeas en un ambiente
de recuperación económica: se reduce la jornada laboral, se dedica al ocio los fines de
semana, se generaliza la seguridad social, se amplía la enseñanza obligatoria, etc.
El crac de la bolsa de Nueva York en 1929 supuso la gran crisis del sistema
capitalista y trajo un sesánimo generalizado frente al optimismo de los años 20.
LOS FASCISMOS
Otra consecuencia de la crisis fue que, para hacer frente a los movimientos
obreros o campesinos, la oligarquía capitalista y otros sectores sociales favorecieron
regímenes de tipo fascista en países como Italia, Alemania, Portugal, Grecia, Rumania
y España. La Italia del fascio con Mussolini y la Alemania nazi crearon el eje RomaBerlín, que desencadenaría la Segunda Guerra Mundial.
Con diferencias entre ellos, los regímenes fascistas eliminaron la oposición,
suprimieron los parlamentos, crearon dictaduras de un solo partido que dominaba los
sindicatos, la propaganda y la educción, y potenciaron el centralismo frente a la
autonomía.
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
La Segunda Guerra Mundial constituye el mayor enfrentamiento armado de
toda la historia y la confrontación entre dos sistemas políticos: el fascismo y la
democracia, aliada con el régimen socialista soviético, que significó una conmoción
social cuyas consecuencias alcanzaron a lo que restaba de siglo.
Más de 50 millones de víctimas, sin incluir a los heridos. El recuerdo del
sufrimiento de millones de víctimas exterminadas en la cámara de gas, de los muertos
en los campos de concentración o por hambre, pesará sobre la conciencia europea a
lo largo del siglo.
La economía, orientada de modo exclusivo a la producción bélica, frenó por
completo el desarrollo de los países en guerra. Europa quedó reducida a escombros,
miseria y hambre.
Si la filosofía moderna nació de la subjetividad del cogito de Descartes en la
soledad de un puesto de guardia en una guerra, la nueva filosofía que vuelve a la
subjetividad existencial puede decirse que nace en las trincheras de la Primera Guerra
Mundial, en que filósofos como Heidegger y Marcel hubieron de experimentar de la
manera más cruda esa radical soledad de la existencia humana junto con el sinsentido
y el absurdo.
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Sentimientos humanos de todos los tiempos, la desesperanza, el sinsentido de
la vida, la experiencia del absurdo y la nada ante la muerte no son para los filósofos de
la existencia experiencias transitorias, sino estructura real de la existencia humana.
Jean-Paul Sartre, con el mismo método fenomenológico, desde la total
desesperanza, repite la pregunta por el sentido de la existencia ante la irracionalidad
de los 50 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial, el holocausto judío y la
utilización de la energía del átomo como arma de destrucción masiva.
EL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN
Durante la segunda mitad del siglo XX Europa occidental, bajo la tutela
estadounidense, defiende de nuevo sus fronteras mientras se fortalece la economía,
política y militarmente: la OTAN (1949) y la CEE (1957) son algunos ejemplos de esa
necesidad de defensa y cooperación.
El desgaste de las potencias europeas junto con la conciencia nacionalista,
apoyada por la acción antiimperialista soviética o por el neocolonialismo comercial
estadounidense, hicieron estallar las guerras anticoloniales de los pueblos asiáticos y
africanos.
EL EXISTENCIALISMO Y MAYO DEL 68
En 1964 Sartre escribió una autobiografía denominada Les mots (Las
palabras). Ese mismo año se le concedió el Premio Nobel de Literatura, pero lo declinó
tajantemente.
A pesar de su abrumadora fama mundial, Sartre mantuvo su vida sencilla, con
pocas posesiones materiales y activamente comprometido a varias causas hasta el
final de su vida, tal como la revuelta estudiantil del Mayo Francés de 1968. Defensor
de la libertad en todo momento, condenó las intervenciones soviéticas en Hungría y
Checoslovaquia.
EL EXISTENCIALISMO Y POSMODERNIDAD
La modernidad encarna los ideales de la ilustración: igualdad, libertad y
fraternidad, de afirmación del individuo, de democracia, de progreso sin fin. El ser
humano moderno, lleno de optimismo, creía que estos ideales eran universalmente
realizables.
En cambio, la crítica radical de Nietzsche a la cultura occidental inició un
camino en dirección opuesta a la modernidad, un camino que llegará hasta la
posmodernidad.
Desde la década de los años ochenta se habla de una actitud posmoderna que
nace del reconocimiento de los aspectos negativos de la modernidad y de una
aceptación de la imposibilidad de salvar los ideales occidentales modernos. Esta visión
negativa de la historia y del progreso está en la base de la actitud posmoderna: la
historia ha sido construida por los grupos y clases sociales dominantes.
La palabra posmodernidad es más bien una actitud, una sensibilidad que
asume la debilidad de la razón. La actitud posmoderna acepta la existencia de una
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pluralidad de pensamientos y la incapacidad de todos a la hora de fomentar ideales y
valores universales.
Los posmodernos creen que la sociedad occidental ha entrado en una nueva
etapa radicalmente diferente a las anteriores, una etapa de pluralidades en la que es
imposible obtener una visión unitaria de las cosas. Desde la perspectiva posmoderna,
la multiculturalidad ha desprovisto de todo sentido los criterios universales de verdad y
justicia. Las grandes respuestas a las inquietudes humanas han sido refutadas en los
últimos 50 años.
Los posmodernos acusan a los modernos de querer imponer valores, ideales y
perspectivas occidentales
a otras culturas. Los modernos reprochan a los
posmodernos ser neoconservadores, ser indiferentes ante las injusticias que sufren los
pueblos del Tercer Mundo.
IDEAS PRINCIPALES PARA COMENTAR EL TEXTO DE
SARTRE (PAU 2012)
Jean-Paul Sartre: El existencialismo es un humanismo. Francisco Caballero
Quemades y Miguel Corella Lacasa (ed.) Madrid: Santillana, 1996, pp. 20-24.
1. La moda existencialista
¿A qué se llama existencialismo?
Para la mayor parte de la gente que utiliza esta palabra sería muy embarazoso
justificarla pues, hoy que se ha puesto de moda, se afirma de buena gana que un
músico o un pintor es existencialista. Un columnista de Clartés firma El
existencialista; y en el fondo la palabra ha tomado hoy tal amplitud y tal
extensión que ya no significa nada de nada. Parece que, a falta de una doctrina
de vanguardia análoga al surrealismo, la gente ávida de escándalo y de ajetreo
se dirige a esta filosofía, que no puede, por otra parte, aportarle nada al
respecto; en realidad es la doctrina menos escandalosa, la más austera; está
destinada estrictamente a los técnicos y a los filósofos. No obstante, puede
definirse fácilmente.
El existencialismo es un humanismo es una conferencia impartida por Sartre en el
Club Maintenant de Paris en 1945 y publicada en 1946. Sartre se queja de que la
palabra se estaba usando para referirse a tantas cosas que se había quedado vacía
de significado. En general se entendía por existencialismo el estado de ánimo
pesimista que se presidía cualquier manifestación cultural después del horror de la II
Guerra Mundial. Con esta charla Sartre pretender delimitar el significado
estrictamente filosófico del existencialismo.
2. Hay dos escuelas existencialistas.
Lo que complica las cosas es que hay dos clases de existencialistas: en primer
lugar, los que son cristianos, entre los cuales yo incluiría a Jaspers y a Gabriel
Marcel, de confesión católica; y, por otra parte, los existencialistas ateos, entre
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los cuales hay que incluir a Heidegger y también a los existencialistas franceses
y a mí mismo.
Dentro del terreno filosófico, Sartre distingue dos escuelas existencialistas: una
corriente cristiana representada por Jaspers y Marcel, y otra atea que incluiría a
Heidegger y al mismo Sartre.
3. La existencia precede a la esencia.
Lo que tienen en común es simplemente el hecho de que consideran que la
existencia precede a la esencia o, si ustedes prefieren, que hay que partir de la
subjetividad. ¿Qué debemos entender exactamente por esto? Cuando se
considera un objeto fabricado, como por ejemplo un libro o un abrecartas, tal
objeto ha sido fabricado por un artesano que se ha inspirado en un concepto; se
ha referido al concepto de abrecartas e igualmente a una técnica de producción
previa que forma parte del concepto y que en el fondo es una receta. Así, el
abrecartas es a la vez un objeto que se produce de una cierta manera y que, por
otra parte, tiene una utilidad definida, y no se puede suponer un hombre que
produjera un abrecartas sin saber para qué va a servir ese objeto. Diremos pues
que, para el abrecartas, la esencia -es decir el conjunto de recetas y de
cualidades que permiten producirlo y definirlo- precede a la existencia; y así, la
presencia, frente a mí, de semejante abrecartas o de semejante libro está
determinada.
Ambas escuelas tienen en común un axioma “la existencia precede a la esencia“.
Pensemos, dice Sartre, en un abrecartas: su esencia, esto es, sus características y su
utilidad, están pensadas previamente a su fabricación. Su existencia, por tanto, está
determinada por la esencia.
La distinción esencia-existencia tiene su origen en Tomás de Aquino. Aristóteles había
establecido las siguientes distinciones: materia – forma y potencia-acto. Tomás de
Aquino añade una tercera: esencia – existencia. Su objetivo es separar bien a Dios de
las criaturas. Al contrario que en Aristóteles donde las esencias son eternas, en Tomás
de Aquino sólo en Dios coinciden la esencia y la existencia, sólo Dios es.
4. Visión técnica del mundo
Tenemos aquí, pues, una visión técnica del mundo, en la que se puede decir que
la producción precede a la existencia.
En el mundo técnico, el mundo artificial creado por el hombre, la esencia precede a la
existencia.
5. El hombre y Dios en los filósofos del s. XVII
Cuando concebimos un Dios creador, tal Dios se asimila en la mayor parte de las
ocasiones a un artesano superior; y sea cual sea la doctrina que consideremos,
se trate de una doctrina como la de Descartes o de la doctrina de Leibniz,
admitimos siempre que la voluntad sigue más o menos al entendimiento, o al
menos lo acompaña, y que Dios, cuando crea, sabe perfectamente lo que crea.
Así, el concepto de hombre, en el espíritu de Dios, es asimilable al concepto de
abrecartas en el espíritu del industrial; y Dios produce al hombre siguiendo unas
técnicas y una concepción, exactamente como el artesano fabrica un abrecartas
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siguiendo una definición y una técnica. Así, el hombre individual realiza cierto
concepto que se encuentra en el entendimiento divino.
La visión técnica del mundo equivale al modo en que la metafísica moderna,
heredera de la teoría de las Ideas de Platón, define al hombre. Para Descartes o
Leibniz el hombre es el producto de una mente divina que reproduce las esencias en
el mundo material.
6. La naturaleza humana en los filósofos del siglo XVIII
En el siglo XVIII, en el ateísmo de los filósofos, la noción de Dios es suprimida,
pero no sin embargo la idea de que la esencia precede a la existencia.
Encontramos esta idea un poco por todas partes: la descubrimos en Diderot, en
Voltaire e incluso en Kant. El hombre es poseedor de una naturaleza humana;
esta naturaleza humana, que es el concepto humano, se encuentra en todos los
hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un
concepto universal, el hombre; en Kant, resulta de esta universalidad que tanto
el hombre de los bosques, el hombre de la naturaleza, como el burgués están
sujetos a la misma definición y poseen las mismas cualidades básicas. De este
modo, aquí también, la esencia del hombre precede a esa existencia histórica
que encontramos en la naturaleza.
En el siglo XVIII, aunque la idea de Dios desaparece, permanece la certeza de que
existe una naturaleza, una esencia, que define al hombre. Así, por ejemplo, Kant.
7. El existencialismo ateo.
El existencialismo ateo que yo represento es más coherente. Declara que, si
Dios no existe, hay al menos un ser en el que la existencia precede a la esencia,
un ser que existe antes de poder ser definido por ningún concepto y que este
ser es el hombre o, como dice Heidegger, la realidad humana.
El existencialismo ateo pretende ser coherente con la idea de que Dios no existe. La
desaparición de Dios del mapa filosófico implica que hay al menos un ser cuya
existencia no está definida de antemano: es el hombre.
8. La concepción existencialista del hombre
¿Qué significa aquí que la existencia precede a la esencia? Significa que el
hombre primero existe, se encuentra, surge en el mundo, y que se define
después. Si el hombre, tal como lo concibe el existencialista, es indefinible, es
porque comienza no siendo nada. Sólo será más tarde y será tal como se haga a
sí mismo. Así pues, no hay naturaleza humana, puesto que no hay Dios para
concebirla.
La naturaleza humana equivale a una nada que se hace progresivamente en el
mundo.
9. El hombre es lo que se hace.
El hombre no sólo es tal como se concibe, sino tal como se quiere, y como se
concibe después de la existencia, como se quiere tras ese impulso hacia la
existencia, el hombre no es otra cosa que lo que él mismo se hace. Éste es el
primer principio del existencialismo. Es también lo que se llama la subjetividad y
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lo que se nos reprocha con ese mismo nombre. Pero ¿qué queremos decir por
esto sino que el hombre tiene una dignidad mayor que la piedra o que la mesa?
Pues queremos decir que el hombre comienza por existir, es decir que el hombre
es en primer lugar algo que se lanza hacia un porvenir y algo que es consciente
de proyectarse en el porvenir.
El hombre tiene una dignidad mayor que la piedra o la mesa pues estos objetos
tienen definida su esencia previamente a su existencia. El hombre, por el contrario,
existe y es consciente de ser un algo que se proyecta hacia el porvenir. Este discurso
sobre la dignidad del hombre remite directamente al humanismo renacentista de Pico
della Mirandolla.
10. El proyecto
El hombre es ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser
un musgo, una podredumbre o una coliflor; no existe nada anterior a este
proyecto; nada hay en el cielo inteligible, y el hombre será en primer lugar lo que
habrá proyectado ser. No lo que querrá ser. Porque lo que ordinariamente
entendemos por querer es una decisión consciente y que es, para la mayoría de
nosotros, posterior a lo que el hombre ha hecho de sí mismo. Puedo querer
adherirme a un partido, escribir un libro, casarme, todo esto no es más que una
manifestación de una elección más original, más espontánea que lo que se llama
voluntad. Pero si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre
es responsable de lo que es.
No existe una Idea de hombre que determine cuál ha de ser su existencia. El hombre
es, sobre todo, voluntad y, por tanto, responsable de lo que es.
11. El hombre es plenamente responsable
Así, el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de
lo que es y hacer descansar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Y,
cuando decimos que el hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir
que el hombre es responsable de su estricta individualidad, sino que es
responsable de todos los hombres. Hay dos sentidos del término subjetivismo, y
nuestros adversarios juegan con estos dos sentidos. Subjetivismo quiere decir,
por una parte, elección del sujeto individual por sí mismo y, por otra parte,
imposibilidad para el hombre de superar la subjetividad humana.
Cuando los comandantes de los campos de concentración se defendían en los
Juicios de Núremberg, alegaban que obedecían órdenes. Según Sartre esta sería una
respuesta inadmisible porque el hombre es siempre responsable de sí mismo.
Cuando el marxismo acusa al existencialismo de subjetivismo, es decir, de ser una
filosofía a la que sólo preocupa el individuo pero no la clase social, Sartre se ve
obligado a matizar que el hombre es responsable no sólo de sí mismo sino de aquello
que todos los hombres pueden llegar a ser.
12. La elección
El segundo es el sentido profundo del existencialismo. Cuando decimos que el
hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero con ello
queremos decir también que al elegirse elige a todos los hombres. En efecto, no
hay uno solo de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no
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cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como estimamos que debe ser.
Elegir ser esto o aquello es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos,
pues no podemos nunca elegir el mal; lo que elegimos es siempre el bien, y
nada puede ser bueno para nosotros sin serlo para todos. Si, por otra parte, la
existencia precede a la esencia y nosotros quisiéramos existir al mismo tiempo
que modelamos nuestra imagen, esta imagen es válida para todos y para toda
nuestra época. Así nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que
podríamos suponer, pues compromete a la humanidad entera.
Nuestra elección, dice Sartre, “compromete a la humanidad entera”.
13. El hombre se elige eligiendo a todos los hombres.
Si soy obrero y si elijo adherirme a un sindicato cristiano en lugar de ser
comunista, si, por esta adhesión, quiero indicar que la resignación es en el
fondo la solución que conviene al hombre, que el reino del hombre no está en la
tierra, no comprometo únicamente mi caso: quiero ser resignado para todos, en
consecuencia mi andadura ha comprometido a toda la humanidad.
Cuando, por ejemplo, elijo el cristianismo en lugar del marxismo estoy proponiendo
que todos los hombres deberían también optar por una filosofía de la humildad y la
renuncia. Existe aquí una clara reminiscencia del imperativo categórico kantiano.
14. El acto individual compromete a toda la humanidad
Y si yo quiero, hecho más individual, casarme, tener hijos, incluso si este
matrimonio depende únicamente de mi situación, o de mi pasión, o de mi deseo,
con eso no me comprometo solamente a mí mismo, sino a toda la humanidad en
la senda de la monogamia. De este modo, soy responsable ante mí mismo y ante
todos y creo una cierta imagen del hombre que elijo; eligiéndome, yo elijo al
hombre.
Esto nos permite comprender lo que ocultan palabras un poco grandilocuentes como
angustia, desamparo, desesperación. Como van a ver ustedes, es extremadamente
simple. En primer lugar, ¿qué se entiende por angustia?
Cualquier elección moral no sólo me compromete a mí sino también a todos los
hombres. Este es el origen de la angustia existencialista.
15. La angustia
El existencialista declara de buen grado que el hombre es angustia. Esto
significa lo siguiente: el hombre que se compromete y que es consciente de que
no es solamente eso que elige ser -sino también un legislador eligiendo al
mismo tiempo que a sí mismo a la humanidad entera- no puede escapar al
sentimiento de su total y profunda responsabilidad. Sin duda, muchas personas
no están angustiadas, pero nosotros sostenemos que enmascaran su angustia,
que huyen de ella; indudablemente, muchos creen al obrar que sólo se
comprometen a sí mismos y, cuando se les dice: ¿y si todos hicieran lo mismo,
qué?, se encogen de hombros y responden: todo el mundo no hace lo mismo.
Si el hombre es realmente consciente de que su elección implica a la humanidad
entera no podrá dejar de sentir una responsabilidad extrema, una profunda angustia.
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Sin embargo, la mayoría actúa como si su elección sólo le afectase a sí mismo,
actúan, dice Sartre, de mala fe.
16. Angustia y mala fe
Pero realmente debemos preguntarnos siempre: ¿qué sucedería si todo el
mundo hiciera lo mismo?, y uno no escapa de este inquietante pensamiento más
que por una especie de mala fe.
Liberarse de la angustia, es, de algún modo, volver a encerrarse en la caverna
platónica, que, en términos de Sartre, significa no hacerse nunca la pregunta “¿qué
sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo?”.

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