CULTURAS RECREATIVAS Y DEPORTIVAS

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CULTURAS RECREATIVAS Y DEPORTIVAS
CULTURAS RECREATIVAS Y DEPORTIVAS:
LINEAMIENTOS CONCEPTUALES EN PERSPECTIVA
HISTÓRICO-ANTROPOLÓGICA
Zandra Pedraza Gómez, Dr. phil
I. La recreación: introducción y antecedentes
El campo de las culturas recreativas y deportivas se perfila como un
dominio disciplinar y como un terreno de intervención social cuya evolución
comprende ya más de un siglo. En cuanto este doble proceso avanza, se
hace visible el interés en precisar lo que compromete la noción de recreación, al igual que su desarrollo histórico y sociológico. Al mismo tiempo se
procura, como parte de esta tarea, deslindarlo de conceptos asociados como
los de ocio y tiempo libre. En general, se asiste a la labor de definir un campo
especializado de conocimiento, dotarlo de una estructura conceptual y delimitar el tipo de debates teóricos, de acercamientos metodológicos y de alcances sociales que le competen. Los debates en este campo también abarcan
el esfuerzo de definir la condición de la recreación, inquietud que incluye
considerarla como concepto, fenómeno, ciencia, disciplina y campo de intervención social.
Las discusiones académicas al respecto, particularmente en la sociología, se remontan a mediados del siglo XX. La posguerra en los países industrializados radicalizó un conjunto de preocupaciones acerca de un hecho que
ya se había indicado desde finales del siglo XIX, como lo puso en evidencia
el estudio de Thorsten Veblen sobre la clase ociosa en 1899. Pero sólo al
estabilizarse nuevamente ciertos factores económicos y sociales, acompañados de las condiciones demográficas de las décadas de los años cincuenta y
sesenta del siglo XX, el tiempo libre apareció de forma definitiva como un
asunto que requirió la atención de diversos agentes hasta convertirse en un
campo de estudio y de intervención social. Con esto quedó comprendido como un elemento del biopoder. Un asunto central para los estudios de la recreación es considerar entonces que el tiempo libre es producto de una organización política de la actividad humana en determinadas organizaciones
socio-económicas, como son las sociedades industrializadas. El tiempo libre
es de facto un tiempo políticamente intervenido. La recreación y su expresión
más valorada –el deporte- resultan de esta intervención y deben ser estudiados como otros fenómenos biopolíticos de los ordenamientos sociales modernos tales como la escuela y la pedagogización de la educación, la higiene
y la medicalización, la familia burguesa y su constitución por el trabajo social
y los psico-saberes. La dificultad que atraviesan los debates que se sostienen en torno de esta temática permiten efectivamente reconocer que la cercanía entre la recreación a) como un fenómeno social, es decir, como un
hecho que se evidencia al ocuparse personas e instituciones en solucionar a
través de actividades específicas con características edificantes el uso del
tiempo libre, b) su consideración como campo de conocimiento por cuya colonización luchan ciertas disciplinas y de manera más exitosa la pedagogía, y
c) la participación directa de agentes e instituciones tanto privadas como públicas, incluida la emisión de leyes de orden nacional que definen la existencia de la recreación y la señalan como derecho, no se debe a falta de claridad conceptual sobre la naturaleza de la recreación. Esta convivencia de facetas aparentemente diferentes de un fenómeno como el de la recreación es
justamente el efecto de ser ésta un producto de la intervención del biopoder
en su constitución como práctica social, forma de conocimiento y campo de
intervención.
El interés sobresaliente entre los autores que se ocupan de la definición
del campo de la recreación se orienta, desde luego, a precisar su contenido.
Las discusiones que se llevan a cabo en el país recogen parcialmente temas
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discutidos en la literatura sociológica norteamericana, francesa e inglesa.
Este esfuerzo incluye considerar la recreación como un fenómeno que aparece como correlato del trabajo en las sociedades industrializadas y que a lo
largo del siglo XX pasó a convertirse en una necesidad a satisfacer en el
tiempo libre. Al respecto, se hace una distinción enfática (en el caso de la
literatura especializada colombiana) con la noción de ocio. Tal diferenciación
arraiga en el contraste que se establece con culturas clásicas antiguas, en
las cuales el sentido del ocio se asociaba con los privilegios de que gozaban
determinados grupos sociales. Adicionalmente, los autores buscan diferenciar el ocio del tiempo libre porque en el primer caso el ocio solía distinguir
formas de superioridad espiritual cuyo cultivo estaba restringido y servía para
hacer ostentación de algún tipo de superioridad social.
Esta perspectiva considera entonces que la principal función de la recreación es actuar como contrapeso del cansancio, el agobio y las constricciones asociados a las actividades laborales, sin importar en primera instancia cuáles sean ni quién las realice. En las sociedades industriales y postindustriales, factores como la jornada laboral, la vida urbana, las labores domésticas y el consumo, actúan individual o conjuntamente en detrimento del
disfrute del tiempo libre y de actividades recreativas, sin que la clase, el trabajo o los recursos económicos disponibles modifiquen esta situación.
En consecuencia, a la recreación viene a concedérsele la propiedad de
ser liberadora. Lo es porque aleja de la fatiga física, emocional e intelectual
del trabajo, porque aligera el peso de la contabilidad del tiempo, distiende las
relaciones sociales, permite realizar actividades carentes de utilidad inmediata, práctica o económica con espontaneidad y originalidad, sirve para ocuparse en los intereses particulares, procura bienestar individual y colectivo,
equilibra las diferentes dimensiones del individuo (física, emocional, mental,
espiritual y colectiva) por lo que se le atribuye la capacidad de promover el
desarrollo integral del ser humano. Adicionalmente se considera que favore-
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ce un buen estado de salud y contrarresta los efectos negativos del trabajo
en el mismo sentido. El artículo 5º de la Ley 181 de 1995 lo considera así:
“La recreación es un proceso de participación activa y dinámica, que facilita entender la vida como una vivencia de disfrute, creación y libertad en el
pleno desarrollo de las potencialidades del ser humano para su realización y
mejoramiento de la calidad de vida individual y social, mediante la práctica de
actividades físicas o intelectuales de esparcimiento”.
Si bien la ley que regula este campo le concede legitimidad y sirve de
fundamento para que la recreación haya pasado a considerarse una necesidad básica y, por tanto, un derecho fundamental, se muestra también que
aunque se refiere a las actividades físicas o intelectuales de esparcimiento
como aquellas que conforman la recreación, en el país hay una concepción
que en la práctica restringe la recreación a las actividades físicas. No solamente la recreación es administrada en la ciudad por entidades que llevan el
nombre de Instituto Distrital de Recreación y Deporte o Secretaría Distrital de
Cultura, Recreación y Deporte; también la formación de quienes tienen a su
cargo el diseño, la administración y la ejecución de las actividades relacionadas con el campo, se forman en programas que acogen la recreación como
expresión del deporte y de la actividad física.
En efecto, la Asociación Red Colombiana de Facultades de Deporte,
Educación Física y Recreación ARCOFADER, reúne 54 programas de educación superior para la formación de profesionales y tecnólogos en las especialidades de la Educación Física, el Deporte, la Recreación y la Actividad
Física. Entre ellos, solamente un programa se orienta exclusivamente a la
formación de profesionales en recreación. Ante esta organización de la educación profesional y tecnológica, resulta claro que en Colombia la recreación
está concebida no solamente como una expresión de la actividad física sino
como una modalidad secundaria o complementaria, en relación con el Deporte.
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Esta queja la expone Rico (2005) al contrastar el plan de estudios de
algunos programas de formación en Educación Física, Recreación y Deporte
con uno de Recreación. De este ejercicio resulta evidente el alto porcentaje
de asignaturas que se orienta a la formación en deporte en detrimento de lo
que sería una formación para la recreación en la que se privilegien no solamente las actividades que denominan de ocio casual sino también las de
ocio serio. Al obtener un equilibrio de este tipo se conseguirían los objetivos
de emancipación que se esperan de la recreación.
La dificultad manifiesta de llevar a la práctica educativa, política y social
una noción amplia de recreación proviene de la forma como a lo largo del
XIX y XX se adoptaron y evolucionaron las ideas y los programas relacionados con las actividades físicas en función de la concreción de una anátomopolítica y una biopolítica. Tanto la educación física como asignatura escolar,
al igual que la práctica deportiva entre la población en general estuvieron
desde su inicio intervenidas por el interés de moralizar e higienizar tan propio
de los proyectos modernos llevados a cabo en el país y particularmente en
las ciudades. Puesto que la intención de regular la salud y la productividad
incluyeron también programas orientados a los trabajadores y la organización
de su vida, incluido el tiempo libre, el recurso a la actividad física y específicamente al deporte, fue uno de los aspectos que ganaron paulatinamente
importancia. También la regulación del tiempo libre se orientó a evitar costumbres populares como frecuentar chicherías o practicar juegos vinculados
con el consumo de bebidas alcohólicas y apuestas, y fomentar la visita familiar al parque, la circulación ordenada por las calles de la ciudad, el paseo
campestre y la asistencia como espectador a eventos artísticos y deportivos.
La regulación de la jornada laboral es también la regulación del tiempo
libre y de la preocupación por el esparcimiento de los jóvenes y de los trabajadores, que se vio aumentar en las primeras décadas del siglo XX. La tendencia de intervenir y regular el uso del tiempo libre, que sirve de cimiento a
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la idea de recreación, supone necesariamente que debe controlarse. En general, se trata entonces de las actividades realizadas en público o en espacios públicos. Por cuanto en las vías, los parques, los establecimientos deportivos, los estadios, los teatros, los museos y demás, rigen las normas del
buen comportamiento civil, es allí también donde deben ocurrir las prácticas
recreativas. El ámbito privado con sus expresiones del ocio se aleja de la
jurisdicción reguladora de la recreación. En la vida privada el ocio abarca
desde la pereza hasta los pasatiempos, el bricolaje, la televisión, el cine, los
videojuegos e la internet, entre otros.
Puesto que desde las primeras décadas del siglo XX el proceso de regulación del tiempo libre estuvo acompañado de los programas de higienización y moralización, la actividad física se convirtió en una de las principales
herramienta para la recreación. Esto, sumado al hecho de que la pedagogía
ha sido la disciplina rectora de tal tipo de actividades, condujo a que la recreación se definiera como una disciplina pedagógica. Al hablar de recreación se tratan actividades que deben ser enseñadas o guiadas, tarea para la
cual se forman profesionales en torno de un corpus de conocimiento especializado. El punto de partida, como es propio del biopoder, es determinar que la
población desconoce las formas de recrearse, carece de una tradición o la
que tiene es de una u otra forma inapropiada, para pasar a proponer y realizar las actividades que sí cumplen con la condición de ser recreativas. Así
resultó que los programas de formación superior en recreación tengan casi
sin excepción asiento en facultades y departamentos de educación, pedagogía, educación física o psicopedagogía.
Dentro del amplio espectro de posibilidades de organizar y sistematizar
el movimiento humano, la recreación evolucionó en buena parte en torno de
juegos y deportes. Esta es una de las corrientes más relevantes en el mundo
moderno y dentro del conjunto de lo que en la historia de la educación corporal a través de técnicas motrices ha caracterizado la tradición de la moderni-
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dad. El uso del cuerpo para la formación y transformación humana en el
mundo occidental procede de Grecia, en donde surgió la gimnasia. Esas
formas primeras de la gimnasia se pensaron para fortalecer y flexibilizar el
cuerpo, pero más tarde fueron adoptadas para propósitos médicos.
La gimnasia es una disciplina que explora, ordena y sistematiza diversas posibilidades de movimiento del cuerpo humano en pos de ideales de
modelación del cuerpo y de la persona. La gimnasia griega pervivió hasta
engranar con la visión de la dietética hipocrática que la incorporó a los seis
elementos básicos de su dietética (sex res naturales) los cuales persisten en
el mundo contemporáneo -alimentación y ejercicio, sueño y reposo, vida
sexual, acción del aire e higiene- convertidas en derechos básicos, indicadores de bienestar y campos de intervención del biopoder.
Sin embargo, el cristianismo y las trasformación que sufrió a lo largo de
todas las etapas de la Edad Media no se interesaron en ejercitar el movimiento como técnica espiritual, mental o física. Fue con el Renacimiento que
resurgió el interés en incluir determinadas técnicas y conjuntos de movimientos del cuerpo para alcanzar fines formativos. Y especialmente a lo largo del
siglo XIX se conformaron conjuntos de técnicas derivadas de los juegos, las
acrobacias, las técnicas atléticas y las danzas destinadas a formar el carácter, a mejorar y mantener la salud, a desarrollar habilidades mentales, a recuperar energía, a moldear la figura, a aumentar la fuerza muscular y a mejorar el funcionamiento del organismo.
La educación física, en particular, es un conjunto sistemático de movimientos para darle al cuerpo y a la persona una formación en el marco de un
sistema educativo, orientados por perspectivas pedagógicas. Los movimientos de la educación física provienen en parte del circo y la acrobacia, pero no
tienen el entretenimiento ni el placer como fundamento, sino que fueron sistematizados con base en la idea sobre el movimiento arraigada en la visión
cartesiana y mecánica del cuerpo humano, la cual resultó de las considera-
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ciones de la Ilustración y de los avances en el conocimiento anatómico y fisiológico obtenidos a partir del siglo XVI. Los asuntos de interés para la fisiología en relación con el movimiento del conjunto esquelético-muscular que se
desentrañó con las disecciones a partir del siglo XVI, motivaron el interés en
el uso de la energía y en la tonicidad muscular. De ahí que la característica
de los ejercicios corporales modernos fundados en el conocimiento de la fisiología sea su carácter extenuante y repetitivo, pues buscan que el mecanismo esquelético-muscular se emplee a fondo a fin de tonificar y fortalecer
físicamente la anatomía y la fisiología. En estos sistemas no hay traza de
una intención placentera ni recreativa.
La educación física surgió entonces como forma específica de adiestramiento corporal y con esta intención fue adoptada en las consideraciones
pedagógicas surgidas desde el siglo XVIII. Su manera de entender el cuerpo,
el movimiento, el ritmo, el uso de la energía, su efecto formativo, corresponde
del todo a la formación de la sociedad burguesa capitalista y su desarrollo
proviene del conocimiento moderno del cuerpo humano. La educación física
surgió así como la disciplina pedagógica capaz de emplear el movimiento
humano con fines educativos. Este legado persiste no solamente en el contenido actual de la asignatura escolar sino que se extendió a otras disciplinas
acogidas por el pensamiento pedagógico. Tal es el caso de la recreación.
En Colombia, desde 1887 la Junta Central de Higiene sugirió que el
ejercicio tonifica y activa las funciones del organismo, de manera que se introdujeron la calistenia y la gimnasia en la educación infantil. A esto se sumaron en 1904 (Plan Zerda de Educación) las evoluciones militares. El médico
García Medina consideró también adecuado que se practicaran los ejercicios
al aire libre, los movimientos naturales como la marcha, la carrera, la natación y el salto, lo mismo que aquellos orientados a desarrollar proporcionadamente los músculos. Todos los anteriores se consideraron medidas para el
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cuidado higiénico y, desde entonces, actividades físicas apropiadas para
contrarrestar los efectos del trabajo intelectual.
Por su parte, también a los juegos y a los ejercicios al aire libre se les
atribuyó la propiedad de obrar sobre la energía mental, compensar la fatiga y
el sedentarismo de la vida moderna. En 1927, la preparación y realización de
los primeros Juegos Atléticos Nacionales se hizo como parte fundamental del
proceso de higienización nacional y ya para entonces el ejercicio del movimiento adquirió connotaciones de primer orden para la intervención social.
Sólo después de crisis de la modernidad en los años 20 surgieron en
Europa y Norteamérica técnicas corporales críticas creadas con una motivación recreativa y también se adoptaron de manera incipiente algunas de las
técnicas surgidas en culturas orientales. Estas tendencias del movimiento
para la recreación se mostró en Colombia hacia 1940 cuando se empezaron
a difundir las técnicas corporales para incidir en el sistema nervioso afectado
por la vida agitada, el enervamiento, las emociones y las pasiones. Para entonces, las técnicas relativas a los movimientos capaces de tener este efecto,
adquirieron también la propiedad de conquistar la mente y ser una vía para el
auto-conocimiento, es decir, que mostraron sus primeras cualidades emancipatorias basadas en un concepto crítico de la experiencia.
En general, el campo de la recreación aún muestra un sesgo agudo
hacia las actividades físicas como núcleo de su quehacer. Este hecho tiene
sin duda un sentido histórico y antropológico comprensible, si se tiene en
cuenta que el conocimiento sobre el movimiento implicado en las técnicas
corporales como la gimnástica, las evoluciones militares, las diversas modalidades que comprende la educación física, las disciplinas atléticas y las muchas variedades de deportes se ha convertido en un campo propio de investigación, de la pedagogía y de la intervención social. Si adicionalmente se
considera que estas formas de ejercitarse por medio del movimiento han contado con la legitimación y el estímulo de la medicina y se consideran higiéni-
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cas, preventivas y terapéuticas de muchas dolencias y enfermedades, entonces se muestra uno de los principales motivos por los que el campo de la
recreación está aún fuertemente vinculado con el deportivo.
Finalmente, el campo de la recreación intenta ganar autonomía respecto de la tradición del deporte, en particular, porque las modalidades deportivas se han hecho más competitivas, rasgo que para muchas personas es del
todo incompatible con los fines recreativos. Este esfuerzo se ha encaminado
a poner de presente que la recreación debe comprenderse dentro del más
abarcador sector de la cultura. Pero al menos inicialmente, esta relación ha
situado en una posición subordinada a la recreación. Resolver la relación
entre cultura y recreación es una tarea pendiente. Con miras a ganar autonomía disciplinar y a ampliar su campo de acción más allá de las actividades
físicas, es imprescindible formular una concepción de la recreación que vincule el sentido actual tanto de las actividades recreativas como de su importancia para las comprensiones contemporáneas sobre la cultura.
La recreación cuenta entonces con unos antecedentes de más de un
siglo que deben tenerse cuenta para consolidar su autonomía como campo
de estudios y de intervención social. Sobre esta base será posible definir los
principios conceptuales y las proposiciones teóricas que sirvan al diseño de
una política pública en recreación capaz de guiar el diseño y la gestión de la
recreación como práctica social. Esto permitirá, igualmente, establecer los
procedimientos adecuados para la intervención en los asuntos en que se
considere adecuado hacerlo y con miras a satisfacer las que identifiquen como necesidades de recreación entre la población.
Es también claro que la recreación como campo académico y de intervención social guarda vínculos originales con la pedagogía, la educación física, la higiene, el trabajo, la intervención social en la familia y el tiempo libre y
el deporte. Para componer un corpus analítico autónomo que le permita un
ejercicio de análisis, de investigación, de enseñanza y de intervención dife-
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rente de aquellos a los que ha estado histórica y socialmente vinculado, es
importante conocer el desarrollo histórico de estas relaciones y contar con un
análisis crítico de sus efectos teóricos y para la práctica social.
La delimitación de un campo propio para la recreación, que no la subordine al deporte, está relacionada con el éxito en identificar los fenómenos
sociales y culturales –incluidos en ellos las formas de conocimientos y las de
intervención social- que han permitido identificar este nuevo conjunto de
acontecimientos que cobija la denominación recreación. Estos procesos
pueden estudiarse en la actualidad con autonomía respecto de aquellos a los
que estuvieron genéticamente vinculados durante más de un siglo. Las transformaciones culturales, sociales, económicas y legislativas ocurridas en las
últimas dos décadas, entre otras, han llevado a que los ciudadanos entiendan y practiquen la recreación con independencia de los temas pedagógicos,
laborales y familiares. Sobre esta base ha cobrado sentido la creación de
programas universitarios y por tanto profesiones exclusivamente dedicadas a
conocer este campo, a conseguir un fundamento teórico propio, a estudiar
las actividades que les competen a sus profesionales y a contar con instituciones exclusivamente dedicadas a las tareas propias de la recreación entendidas como necesidad y derecho fundamental.
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II. Sentido de la recreación, el esparcimiento y la cultura
A continuación se harán algunas consideraciones sobre las actividades recreativas como aspecto fundamental de la cultura con base en el argumento de que este tipo de actividades, como se las entiende actualmente,
comprometen cualidades intrínsecas a la condición humana que buscan explayarse en los diferentes principios que modelan la antropología contemporánea.
La recreación, además de un conjunto de actividades de esparcimiento que deben distraer y renovar al sujeto, envuelve en su comprensión actual
una condición emocional que involucra las capacidades de creación, las
habilidades y el sentido lúdico propios de los seres humanos. Bien sea que
se entienda al ser humano expresado en cinco aspectos, como lo propuso
Dumazedier, o que se siga la perspectiva de que el ser humano conjuga siete formas de inteligencia, o que se escoja otro acercamiento como el de ser
los elementos físicos, mentales y espirituales aquellos que componen al ser
humano, para la recreación es significativo que en cualquiera de ellos sea
evidente que la condición humana requiere, porque le es constitutivo, un sentido de bienestar y satisfacción proveniente de lo que las personas disfrutan
de diversas actividades: el gusto y el placer de la experimentación, el pensamiento, la creación, el movimiento, la música, la imaginación, la expresión
pictórica, la habilidad manual, y el lenguaje, elementos decisivos de la evolución humana y de las formas mismas que ha adoptado la cultura humana en
el espectro de variabilidad que comprende la historia de los grupos humanos.
El uso de habilidades humanas esenciales, sin más sentido que el de
experimentar el gusto de ponerlas en práctica, define el concepto de recreación. Aunque alguna literatura suele destacar el carácter particularmente importante del juego y con él, del homo ludens (Mesa 2004), la recreación pre-
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tende abarcar muchas más actividades que las que se entienden como lúdicas. La recreación tendrá que abandonar parcialmente su carácter trivial, es
decir, que deberá intentar una relación del individuo consigo mismo que lo
conduzca a reconocer los aspectos que afectan negativamente su existencia
y tenga la capacidad de modificar hábitos. Esta transformación debe realizarse de manera reflexiva, autónoma y orientada por intereses personales que
buscan enriquecer la existencia, mejorar la percepción de la calidad de vida y
representar para individual y colectivamente alternativas gratificantes.
La recreación se refiere en su raíz a la habilidad humana de refrescarnos y renovarnos a nosotros mismos (Wurman et al. 1972: 5). En esta noción
quedan comprendidas actividades recreativas al aire libre1 que diversas modalidades. Estas actividades pueden ser activas o pasivas, individuales o
grupales, específicas (que requieren un aprendizaje) o no específicas, necesitar de espacios amplios o pequeños, lineales o no, lejanos o cercanos,
abiertos o cerrados. Actividades clásicas en esta perspectiva (Wurman et al.,
1972) son la de:
Movimiento: remar, juegos tradicionales, jugar escondidas, golosa, saltar la cuerda, hacer un muñeco de barro, construir una casa en un árbol, subir a un árbol, bañarse en un río o en un lago, pescar, hacer montañismo,
hacer caminatas, volar una cometa, recoger conchas, jugar canicas, montar a
caballo, montar en bicicleta o patineta, recoger flores silvestres, caminar por
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Si bien en este documento no se ha tratado este rasgo, vale la pena señalar que
puesto que la recreación vino a ser una preocupación primordial en relación con
los trabajadores urbanos, las actividades recreativas comprenden
mayoritariamente acciones al aire libre. Tempranamente se determinó también
que los parques son uno de los lugares más adecuados para llevar a cabo este
tipo de actividades. Allí donde se cuenta con otro tipo de parajes naturales como
el bosque, el lago, la montaña, el río o la playa, éstos resultan como lugares
privilegiados para recrearse. Esta es una percepción en la que se busca
reproducir las cualidades atribuidas a la vida en el campo y en contacto con la
naturaleza en determinados escenarios en los cuales será posible se espera
obtener los beneficios que se le reconocen a la naturaleza sobre los seres
humanos, en contraposición a los efectos dañinos de la vida urbana.
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el parque, navegar, pasear al perro, rodarse por una colina, escalar una montaña, hacer camping.
Formas pasivas y contemplativas de recreación: Ver un desfile, asistir
a un partido, mirar el paisaje, tomar una siesta en el parque, escuchar un
concierto, ver un grupo de teatro callejero, pasear por la ciudad, tomar un
baño de sol, sentarse junto a un lago, ensoñar.
A estas formas se suman todos los deportes y técnicas corporales que
en el auge de la cultura somática de la modernidad conforman uno de los
grupos de actividades que congregan a porcentajes importantes de la población urbana y a las que no se duda en designar como recreativas. Pero también habría muchas otras que no cumplen con estas características como
son: hacer un picnic, tocar guitarra bajo un árbol, jugar ajedrez, dominó o
parqués, escribir poesía, observar insectos o pájaros, conversar con alguien
en el parque, jugar naipes, identificar aves, resolver crucigramas, armar modelos, practicar la filatelia, actividades que remiten a diversas habilidades
humanas cuya práctica reconforta, compromete la creatividad y aptitudes
lingüísticas, intelectuales, conocimientos y técnicas incluso que requieren
aprendizaje, práctica y conocimientos especializados.
Las actividades del ocio (loisir) tienen como denominador común ser
atractivas, despertar el interés. No basta con que sirvan para el descanso,
sino que deben entretener, es decir, no aburrir: “El ocio es un conjunto de
ocupaciones a las cuales el individuo se puede abandonar de buen grado,
sea para descansar, para divertirse, para informarse o para su formación
desinteresada, su participación social voluntaria o su libre capacidad creadora después de haberse liberado de sus obligaciones, profesionales, familiares y sociales” (Dumazedier 1962: 29). (Traducción de la autora).
Esta definición se modifica posteriormente para pasar a concebir la recreación –ya no el ocio- como parte del desarrollo integral del ser humano,
que no debe pensarse como apéndice, compensación o contraposición del
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trabajo (Mahecha 1999: 41), sino como actividad que se realiza para que el
ser humano se cree y se recree a través de actividades que satisfagan necesidades de diversa índole y le permitan desarrollar potencialidades y aptitudes en las cuales se practique la habilidad de “modificar creativa y originalmente lo anteriormente creado, para hacerlo más atractivo y motivante” (Mahecha 1999: 49).
La recreación debe involucrar diversión, gusto y felicidad y ser un
“medio a través del cual el ser humano puede recuperar su equilibrio tanto
físico como psíquico porque es una actividad que se realiza durante el llamado tiempo libre y tiene como objetivo divertir y posibilitar el olvido de las preocupaciones y la obtención de un descanso placentero a través del goce la
misma” (Mahecha 1999: 41). El aspecto del placer debe siempre combinarse
con el del descanso y la orientación hacia el equilibro que se considere ausente de una vida que no incluya este tipo de actividades. Sin embargo, para
autores como Antunes (2001) es indispensable, para que la recreación tenga
sentido, que el trabajo también lo tenga, es decir, que la recreación no sea
una compensación por el sinsentido de las actividades laborales que cumple
la función de permitir una convivencia resignada con el capitalismo.
En la medida en que la recreación sirva al crecimiento como ser
humano y a la reconstrucción del sujeto, a la vez que constituye y reproduce
la cultura: “será el medio que facilitará la realización del ser humano, para lo
cual requiere tanto de su estado anímico y de una toma de conciencia de lo
que la persona debe ser, así como una praxis que hará que afloren y resurjan valores y capacidades individuales y sociales, que afirmarán en el individuo su auténtica participación social y su desarrollo integral. Y es en este
contexto, donde se pueden identificar las dos formas de recreación como es
la pasiva y la activa” (Mahecha 1999: 50).
Aquí afloran dos asuntos centrales para las actividades recreativas: el
reconocimiento de un factor emocional y el ejercicio reflexivo que involucra
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una intención de cambio. Esta intención es primordial para cualquier actividad pedagógica y, por tanto, para la recreación. A estos aspectos se le suman los restantes elementos fundamentales de la definición en boga de la
recreación: la creatividad, la libertad, la gratuidad en sus finalidades, la socialización, la auto-expresión y el goce personal (Mahecha 1999: 60-61). Cumplidas estas condiciones, la recreación supone el aprovechamiento del tiempo libre, que pone de relieve nuevamente la intención con la que comenzó a
promoverse desde finales del siglo XIX.
Al considerar la importancia que ha ganado la recreación en el último
siglo, es pertinente enmarcar este proceso en una perspectiva históricoantropológica que permita señalar los elementos distintivos de esta evolución. En la base de esta transformación de la vida orientada al trabajo a una
orientada a la realización personal, debe reconocerse que se he modificado
el sentido mismo de la condición humana. Este significado ha pasado a caracterizar de manera notable los rasgos de la antropología contemporánea.
Un asunto central que ha sido identificado en este ámbito es el de reconocer
el carácter lúdico del ser humano.
El texto Homo ludens de John Huizinga ha tenido un papel protagónico en la posibilidad de construir un campo de estudios sobre la recreación.
En general, el desarrollo en el conocimiento del proceso de hominización y,
en especial de sus principales rasgos, pusieron de presente que la locomoción, la destreza manual, la visión estereoscópica y cromática, la capacidad
de resolver problemas y fabricar herramientas, el lenguaje y la producción y
transmisión de símbolos que hacen las particularidades de la cultura humana, son elementos que los seres humanos han empleado lúdicamente en su
evolución. Huizinga considera que el antecede a la cultura humana y, desde
luego, se encuentra entre muchos animales. El gusto de jugar es compartido
por muchas especies, es un motivo de placer y entretenimiento. Pero el juego entre los seres humanos muestra rasgos particulares, particularmente
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cuando se trata de los juegos que realizan los adultos. En ellos se encuentra
la acción libre, sin intención, externa a la vida corriente y, la cual, sin embargo, puede comprometer totalmente al jugador.
El juego no está vinculado a intereses materiales ni se obtiene utilidad
alguna de él, transcurre en un tiempo y un espacio que el juego mismo determina según reglas específicas y compromete asociaciones de la comunidad, que pueden rodearse de secretos o distinguirse a través de disfraces
que los distancias de la vida corriente (Huizinga 1938: 22). De las múltiples
facetas de este homo ludens, la que más interesa a la recreación es la que
destaca el carácter gozoso que representa para el ser humano sustraerse de
la convenciones para jugar. Esta faceta se considera definitiva en el desarrollo de la cultura y compromete todas las habilidades que la condición humana
expone.
Con esta perspectiva, Dumazedier (1960) propuso, en medio del auge
de los estudios sobre el ocio en los años 50 y en diálogo con los intereses
contemporáneos de la sociología del trabajo del tiempo libre, cinco dimensiones humanas como aquellas en las cuales ocurre el ocio y cuyas principales
funciones son el descanso, la diversión y el desarrollo. Estas funciones las
relaciona con cinco dimensiones humanas que considera fundamentales para comprender el sentido de la recreación para el “nuevo” ser humano, a saber, el de expresar las necesidades y características del nuevo homo faber,
el nuevo homo ludens, el nuevo homo imaginativo, el nuevo homo sapiens y
el nuevo homo socius (Dumazedier 1960: 30-43). El autor identifica, transcurrida la mitad del siglo XX, que mediante las actividades que ocupan el tiempo libre, se expresan las condiciones de un nuevo ser humano.
Algunas décadas más tarde, estas cinco dimensiones se han ampliado
a siete y aparecen propuestas como inteligencias. La formulación de Howard
Gardner (1983) tiene la virtud de salirse de la reducción que había resultado
de entender que la inteligencia humana se expresaba especialmente a través
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del razonamiento matemático, lingüística y espacial. La teoría de las inteligencias múltiples postula de forma renovada las capacidades innatas de los
seres humanos y, acorde con los nuevos desarrollos en relación con la comprensión antropológica, incluye las dimensiones emocionales y de autoconocimiento. Su comprensión es sugestiva para el campo de la recreación
pues identifica un ser humano con habilidades lingüísticas, musicales, lógicomatemáticas, espaciales, cinestésico-corporales, personales y emocionales
(en relación consigo mismo e interpersonales). Consideradas en este marco,
las actividades recreativas abarcan un vasto terreno en el cual explayar diferentes capacidades humanas y en todas ellas, la actitud lúdica como condición humana fundamental.
Por otra parte, esta visión sobre las capacidades y necesidades
humanas y la intención de desarrollarlas con mayor plenitud con miras a
conseguir bienestar y satisfacción debe situarse también en el particular proceso de civilización del mundo occidental. A continuación dos asuntos que
parecen estrechamente relacionados con esta evolución: el sentido de la cultura y el del trabajo.
1. Arte, cultura y patrimonio / Cultura, recreación y deporte
Al reflexionar sobre la relación de la recreación con las discusiones
sobre las políticas culturales, vale la pena considerar cómo se trata la actividad de la recreación en el sector de la cultura. Este asunto toca el debate
sobre si la recreación hace o no parte del campo cultural, artístico y patrimonial y compromete primordialmente la idea de que la recreación invoque un
elemento constitutivo de la cultura. El asunto pone en tensión la perspectiva
desarrollada inicialmente en este texto sobre el hecho de que el carácter recreativo haya sido fundamental y siga siéndolo para la reproducción de la
cultura en los más diversos ámbitos.
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A fin de situar este complejo debate en una contexto específico, es
pertinente hacer el análisis teniendo en la mira las perspectivas vigentes en
el Distrito, pues es allí donde busca dirimirse la cuestión de dónde situar las
actividades recreativas y cómo comprenderlas.
La tensión proviene precisamente del alcance que se le concede al
término “cultura”. En el documento que fija las Políticas culturales distritales
para el período 2004-2016 se optó por obviar cualquier definición de la cultura para remitir su sentido al de un adjetivo. Así se habla de políticas, procesos, prácticas y expresiones culturales sin que de ello pueda derivarse su
campo semántico. Esta tarea se le facilita al lector que puede reconocer que
sistemáticamente los términos artístico y patrimonial sí ofrecen una delimitación conceptual de lo que puede entenderse como cultura. En efecto, se trata
de los objetos y las prácticas canónicamente reconocidas como arte y patrimonio.
La clave para resolver la inquietud radica en lo que se considera canónico, que finalmente remite a un conjunto de expresiones y objetos cuya
legitimidad no se discute sino en relación con determinadas obras, autores u
objetos. Afirmaciones como: “… las zonas del campo [cultural] no se definen
a partir de su identidad sino de su diferencia. El arte y la cultura se definen a
partir de los que no son, es decir, a partir de crear ordenar, y excluir otros
procesos y como no-arte y no cultura” (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2005: 40),
carece de utilidad analítica para el caso de las culturas recreativas. Usada
así, una definición de recreación sólo podría afirmar que la recreación es lo
que no es trabajo, vida familiar ni obligaciones sociales. El ejemplo sugerido
a continuación para explicar como un objeto folclórico o artesanal puede pasar a considerarse artístico, no es de aplicación para las actividades recreativas, donde el aspecto nuclear no recae necesariamente en la obra creada precisamente porque la recreación le resta importancia a la finalidad material
de la acción- el objeto producido o puesto en escena, sino en el sentido sub-
18
jetivo y emocional de una actividad. A diferencia de lo que las artes y el patrimonio pueden catalogar, que incluso en las artes escénicas tiene un sustrato material, este criterio no se trasladable sin más, al campo de la recreación. Tampoco sirve afirmar que la arbitrariedad que se emplea con la noción
de autenticidad para delimitar las zonas del campo cultural varía “según las
contingencias históricas y las posiciones desde las cuales se hace su lectura”
(Alcaldía Mayor de Bogotá, 2005: 40). Sin embargo, aquí emerge un juicio
útil y es, precisamente el de autenticidad en el cual se reconoce el uso arbitrario.
Es precisamente en el uso arbitrario del término cultura donde se gesta la exclusión de las actividades corporales (excepción hecha de la danza, la
cual, precisamente por su carácter profesional, codificado, que implica un
esfuerzo prolongado e intenso que expresa una espíritu artístico, no cabe en
una definición de actividad recreativa) y de otras manuales, lingüísticas, mentales o espirituales del campo cultural.
En el caso en estudio, la solución surge en la denominación misma del
campo paralelo: el de cultura, recreación y deporte, donde las áreas de recreación, deporte y actividad física tienen sendas posiciones, pero no así la
de cultura. Esta aparece, no obstante, en la forma de culturas recreativas y
deportivas (en plural), donde su uso se asimila a la manera de emplearse el
término cultura en la antropología. ¿Por qué esta diferencia y estas dificultades?
El análisis de Wallerstein facilita comprender que el tradicional campo
del arte, la cultura y el patrimonio proviene de un empleo del término cultura
para designar “una serie de fenómenos que son diferentes de otra serie de
fenómenos (“más refinados”) que éstos dentro del mismo grupo” (Wallerstein
1999: 165). Este uso lo hacen particularmente quienes “tienen” esa cultura, la
cual les concede también la legitimidad para determinar que los grupos distintos de aquellos que tienen cultura, “son” culturas. Este uso jerárquico ha
19
sido ampliamente analizado. Aquí interesa particularmente el hecho que –y
no por casualidad- las actividades que quedan agrupadas en la denominación culturas recreativas y deportivas son precisamente las corporales, excluidas de la cultura por representar, o más precisamente encarnar, lo que la
cultura como arte y patrimonio no acoge: el cuerpo separado del carácter
sublime y nacional de la expresión artística o patrimonial. Como sucede con
las culturas de la diferencia y la subordinación, asimismo, las culturas recreativas y deportivas sugieren una identidad para cierto tipo de actividades, distinta de las del campo cultura, artístico y patrimonial.
El desarrollo de la idea de una cultura que aquí ha sido convertida en
adjetivo, se relaciona histórica- e ideológicamente con una concepción particularmente espiritual de determinadas expresiones artísticas que asociadas
a los aspectos del proceso de civilización tendió a desligar las actividades
sublimes de las más terrenales y artesanales. Este proceso condujo a que
ciertas formas del movimiento se especializaran en torno de cánones específicos de movimiento que quedaron comprendidos bajo las denominaciones
de gimnasia, educación física y deporte. Su uso para regular el tiempo libre
las convirtió en actividades recreativas.
Aún es necesario fortalecer el sentido de las actividades corporales y,
en particular, de las recreativas y deportivas, para mostrar tanto su carácter
ideológico como su sentido en la creación y reproducción de la cultura, así
como el amplio espectro de sus usos prácticos y simbólicos.
2. Trabajo y tiempo libre
En el proceso de civilización que ha caracterizado la modernidad occidental, el sentido que han adquirido el tiempo y el trabajo se ha conjugado de
forma tal, que se operó una singular división del trabajo que trajo consigo el
desprendimiento del sentido lúdico de la recreación de las labores propias
20
del trabajo. Así, muchos de los oficios que ocupan a los trabajadores de las
industrias desarrolladas a lo largo de los siglos XIX y XX, vaciaron la vida
laboral del sentido de la creatividad y del empleo de facultades humanas
constitutivas. Esto condujo a que, especialmente a lo largo del siglo XX y tras
producirse las regulaciones en el tiempo del trabajo, se agudizara la preocupación por el uso del tiempo libre que, no bien apareció como un derecho,
también debió comenzar a emplearse de maneras específicas. Las campañas de higienización y moralización que caracterizaron el desarrollo del capitalismo en las primeras décadas del siglo XX y los aparatos sociales de intervención estatal se interesaron por hacer del tiempo libre una oportunidad de
“recuperar / recrear” las fuerzas físicas del trabajador con miras a garantizar
su capacidad productiva, pero también de que este tiempo se empleara en
aras de garantizar una vida moral, sana y apta para la reproducción de la
familia burguesa. De esta manera, comenzó a forjarse un interés en aquellas
actividades a las que pudieran reconocérseles tales efectos. Se prestó particular interés a las actividades deportivas y gimnásticas, así como a actividades artísticas, al uso del espacio público, a la visita a parques y sitios públicos en los que ciertos comportamientos esperados se convertían también en
garantes de la conducta moral y productiva.
Adicionalmente, la rutina que vino a caracterizar a muchos de los oficios y labores del mundo industrial y del sector de servicios han hecho que la
recreación gane sentido como actividad llamada a lograr un bienestar a través de la soledad, la compañía, la conversación, el ejercicio, el reto intelectual, la apreciación artística, la labor artesanal, la contemplación, entre otros.
Interesa especialmente indicar que la vida urbana durante ese periodo
potencia ciertas expresiones humanas de forma que en la ciudad éstas tienden a concentrarse en determinados lugares (parques, teatros, etc), así como invitan a una conformación particular de tejidos sociales de sociabilidad
21
que no se limiten a los grupos ilustrados sino que tengan la capacidad de
incluir sectores populares y sus expresiones.
Se ha evolucionado, en cuanto al gobierno de la vida urbana, del control del tiempo libre propio de comienzos del siglo XX en Bogotá, hacia una
noción de calidad de vida que involucra más o menos directamente el tiempo
libre, pero, más que el tiempo, el interés de la ciudadanía en realizar actividades que la satisfagan en el deseo de la realización de una vida plena que
incluya fuentes de satisfacción más allá de la vida laboral y familiar. De allí
que el campo de la recreación abarque actividades de la más diversa índole,
individuales, grupales o comunales, locales o globales.
En vista del desarrollo del capítulo primero, debe mostrarse que el último siglo ha venido sumando aceleradamente factores que fortalecen el sentido de la recreación en la vida urbana. Y puesto que la vida urbana lleva a
que buena parte de la vida transcurra en espacios cerrados, aumenta el valor
de las actividades al aire libre y en espacio públicos que permiten religar, reestablecer lazos y sentimientos de comunidad, y permitir formas de sociabilidad desatendidas por la dedicación al trabajo.
Sin duda, el interés público por la recreación no está desligado de la
evolución del tiempo libre. Tanto si se lo piensa en función del ocio o del
descanso, la disponibilidad de tiempo de una jornada laboral que tiene a contraerse, obliga a considerar que el uso del tiempo libre se ocupa rebasa las
necesidades del descanso y la recuperación del desgaste físico y de la concentración del trabajo, para pasar a constituir una necesidad vinculada con la
vida social, la participación ciudadana y la educación. Esto llevó a que se
pensara en una pedagogía del tiempo libre (González, 1975: 55), interés que
puede tenerse por antecedente de los actuales programas de recreación y de
la creciente responsabilidad del Estado en esta materia, llamado a ofrecer
actividades y a orientar el uso recreativamente productivo. Aunque ni el pleno
empleo ni el estado benefactor se hayan generalizado al punto de afectar
22
con la regulación del tiempo de trabajo y de los beneficios sociales a la mayoría de la población, la expansión del sentido de la vida en torno del sentido
de bienestar (que es subjetivo) impulsa la acción pública de forma que atienda necesidades derivadas de la aspiración a la recreación como necesidad
humana.
Por esta situación, desde el ensayo de Torsten Veblen sobre la clase
ociosa, pasando por las reflexiones de Huizinga en Homo Ludens y ya a partir de la década de 1950, con trabajos como el de Dumazedier (1962) es claro que el tema del ocio y del tiempo ha cobrado un sentido diferente en cuanto se ha masificado y se espera convertirlo en una fuente de satisfacción y
realización humanas.
Esta aspiración encontró sin embargo un tropiezo que no fue imaginado cuando se pensó que el Estado benefactor, la sociedad de pleno empleo,
el consumo masificado de bienes y servicios y el incremento del tiempo libre
garantizarían que el ocio creativo se convertiría en una dimensión antropológica central que le devolvería a la sociedad industrial el carácter humano
arrollado pisoteado por la máquina. Cuando menos entre algunos sectores,
ciudades y tipos de ocupación, el ocio parece haber prácticamente desaparecido del todo de la vida de personas sobrecargadas de trabajo (Schor
1991). Desde altos ejecutivos hasta madres cabeza de familia, pasando por
trabajadores que tienen más de un empleo o trabajos informales que requieren de largas jornadas para satisfacer sus necesidades, la prolongación de
la jornada de trabajo es una constante tanto en sociedades industrializadas
como en países donde el pleno empleo nunca ha sido una realidad y la economía informal es una norma de trabajo para un porcentaje muy significativo
de la población.
La “sociedad frenética” (Ospina 2006) e incluso adicciones como la
que se designa con el término “workaholic”, se refieren precisamente a la
situación de precariedad que aqueja a la población en relación con el tiempo
23
libre (Schor 1991: 69-72). Debido a la tendencia a trabajar más tiempo o a
hacer más intenso el tiempo de trabajo para aumentar la productividad e incrementar los ingresos a fin de consumir más, el tiempo, pese a la reducción
formal de la jornada laboral, ha pasado a convertirse en un bien escaso. Ello
incluye que se tienda a ejercer un mayor control sobre su uso con miras a
hacerlo más productivo, a no perder tiempo, a conseguir cumplir con más
tareas en el mismo o en menos tiempo, propósito en el que las tecnologías
de información y comunicación resultan de la mayor utilidad. Esta intensificación en el uso del tiempo produce mayor agotamiento y menos disposición
para la recreación, o beneficia las formas individuales, pasivas, privadas y
sedentarias de recreación que son las menos aceptadas porque alejan a las
personas de la participación activa en la vida ciudadana y cultural, favorecen
hábitos poco saludables de movimiento y alimentación, capturadas por el
televisor, el computador, los videojuegos, el exceso de comida.
Sin embargo y dado que el eje del sentido del trabajo ha dejado de ser
el trabajo mismo para desplazarse hacia el consumo2, se encuentra la situación de ser el tiempo libre un bien escaso pero a la vez convertirse en la
condición para el gasto conspicuo en actividades recreativas, en ocio o en
esparcimiento. El trabajo tiende a convertirse en un medio para conseguir
“disfrutar de un mayor y más sofisticado consumo” (Ospina 2006: 30), entre
el cual se cuenta crecientemente el consumo de actividades y servicios recreativos, que incluyen la práctica de diversas actividades, viajes y turismo,
asistencia a eventos artísticos y culturales, entre otros.
2
A este respecto, debe recordarse que el sentido del trabajo varía sustancialmente
entre las tradiciones anglosajones y las mediterráneas o, para el caso nuestro,
las latinoamericanas. Mientras que en las primeras el trabajo tiene una larga
tradición como aspecto de identidad que otorga sentido a la vida individual y se
orienta a postergar placeres y bienestar en función del futuro, en Latinoamérica el
trabajo ha sido un legado de castigo y desprestigio, especialmente en sus
modalidades manuales y en las que requieren esfuerzo físico. La vida, orientada
más bien a ser satisfecha en el presente, favorece la recreación y el consumo
conspicuo y tiende a anteponer el consumo al trabajo.
24
Eventualmente, habría que pensar que la recreación, con todo y ser
una necesidad, es un bien escaso, lo que la ha convertido en un asunto necesitado de intervención. No parece tan evidente para muchas personas sea
una posibilidad real, sino más bien una aspiración difícil de alcanzar. Es necesario un ambiente emocional que haga posible la recreación: empleo, ciertas garantías sociales, instalaciones, estabilidad laboral, ingresos satisfactorios. No es fácil pensar en ocuparse en actividades recreativas si se está
desempleado, no se consigue suplir necesidades básicas o no se cuenta con
las oportunidades. Aunque resulte paradójico, la recreación como se la concibe en la actualidad, resulta de haber alcanzado algún grado de bienestar
que sirva de fundamento a la posibilidad de orientarse hacia intereses distintos de los más inmediatos y a menudo aburridos, repetitivos y arduas obligaciones laborales, en la que el espíritu re-creativo suele estar del todo ausente.
Y es también claro que la recreación busca distanciarse de la noción
del ocio como opuesto al trabajo productivo y rutinario (Russell 1932: 24), es
decir, como aquello que aliviaría al trabajador de las actividades que consumen su energía; de la moralidad de la libertad que confronta la moralidad del
esclavismo del trabajo y su ética del deber.
La recreación sugiere alcanzar un equilibrio y tal vez en su forma
ideal, hacer del trabajo mismo una actividad recreativa. La creciente especialización del trabajo, incluso del trabajo doméstico, obra en contra pues el
ámbito y el alcance de las tareas excesivamente especializadas y técnicas
reducen las posibilidades de estimular la recreación que podría suponer su
realización. Pero por otra parte, la recreación no parece ser –al menos como
se la entiende actualmente- una forma de ocuparse que les sea familiar a las
personas. En rigor hay que aprender a hacerlo, esforzarse por realizar actividades recreativas. No en vano, la recreación como ocupación especializada
tiende a ocupar a un mayor número de gestores culturales, animadores so-
25
cio-culturas, pedagogos sociales y educadores populares, formados para
conducir a las personas hacia las actividades recreativas y enseñarles cómo
hacerlo.
26
II. Los procesos de estetización y la sociedad de la experiencia
Las reflexiones y los estudios sobre el ocio y el tiempo libre comenzaron
a desarrollarse en los países industrializados en la década de 1950, en el
periodo de la segunda posguerra. El incremento de la productividad y el ascenso de las clases medias urbanas, así como las legislaciones labores propias del Estado benefactor, garantizaron a los trabajadores de todas las condiciones sociales más tiempo y una mayor disposición de recursos, así como
un mercado creciente tanto de bienes como de servicios, vacaciones e industria del entretenimiento. Al considerar en conjunto los cambios que estas
condiciones han suscitado en lo relativo a la recreación, es pertinente considerar que éstos muestran una creciente tendencia a considerar las necesidades emocionales como un aspecto fundamental del bienestar. La concepción del desarrollo integral del ser humano ha ganado terreno como aquella
que debe caracterizar el desarrollo de los países. Este no debe limitarse a la
satisfacción de necesidades estrictamente materiales o vinculadas al crecimiento de la producción si no va acompañado de un sentido del bienestar
que se expresa como resultado de una percepción subjetiva acerca de la calidad de la vida individual y social. Así ha resultado que factores emocionales
como los mencionados antes a propósito de la inteligencia emocional y personal, hayan pasado a convertirse en elementos fundamentales a tener encuentra en el diseño y la ejecución de políticas sociales: la experiencia estética y creativa juega en este sentido un papel destacado, y afecta directamente la reflexión sobre la recreación.
Tal tendencia hacia la estetización se ha traducido en la evolución de
los derechos para basarse en principios de humanidad más integral que los
considerados durante el siglo XIX y hasta mediados del XX. Esto condujo a
la declaración de derechos culturales pero también de derechos de la personalidad. Ambos –cada uno a su manera- son expresión del reconocimiento
27
tanto de las particularidades culturales como de las individuales en tanto
esenciales para la calidad de vida de personas y comunidades, y ambos se
convierten en necesidades y, por lo tanto, obligaciones para el Estado.
De la mano de estas transformaciones vienen las obligaciones adquiridas por los gobiernos, particularmente los urbanos y locales, que deben acoger la variabilidad de la condición humana y cultural, y satisfacer demandas
de servicios, vinculadas en este caso, a la provisión de contextos para experiencias recreativas, lúdicas, de movimiento, esparcimiento, ocio y placer que
deben satisfacer expectativas subjetivas orientadas al crecimiento personal,
la creatividad artística, el conocimiento, el uso del tiempo libre, la salud, la
espiritualidad y otra serie de intereses propias de las sensibilidades contemporáneas, al igual que todas aquellas comprendidas en los derechos culturales y que deben servir para que la variabilidad de las culturas, incluyendo sus
prácticas recreativas, encuentren canales de expresión y redunden en beneficio de los principios democráticos y participativos. Los programas buscan
entonces balancear el exceso de individualización, servir de apoyo a redes
sociales, a la multiculturalidad, a la participación y a la democracia.
La marcada estetización como rasgo primordial del proceso de civilización de la modernidad va de la mano con la economía de las emociones y la
intención de satisfacer las necesidades derivadas de ella a través del ocio
(Elias; Dunning 1986). Este aspecto que los autores mencionados han explorado detalladamente en relación con el deporte, se aplica igualmente a otro
tipo de actividades recreativas en las cuales también es primordial la satisfacción de las expectativas subjetivas del sujeto contemporáneo.
En la base de este proceso se identifica la importancia que ha tenido el
desarrollo de los sentidos para el conocimiento. El sensualismo jugó en este
sentido un papel decisivo en la transformación estética de la antropología
moderna. Posteriormente, el romanticismo y el modernismo influyeron para
establecer una relación entre las emociones y la condición humana. La expe-
28
riencia estética pasó a ser una dimensión fundamental de la condición de
vida en las sociedades occidentales y se impulsó un cambio en los indicadores de desarrollo que han tendido a incluir aspectos como la satisfacción o
bienestar en sus mediciones.
El Índice de Desarrollo Humano (1990 en su primera versión) incluyó
cálculos acerca de aspecto más intangibles, que pasaron a entenderse como
rasgos del proceso de estetización en marcha. El sentido de bienestar debe
provenir ahora de una forma de interpretar la propia experiencia y de encontrar que la manera de vivir esta experiencia brinda un sentido de valía a la
existencia individual y colectiva. Este bienestar debe involucrar un componente emocional derivado del placer conseguido, en buena parte, a través de
las actividades que hemos denominado recreativas porque actualizan, renuevan y ponen de presente el genio humano y el placer que ello concita.
Una expresión de esta evolución es el hecho de que la Declaración de la
Conferencia Internacional sobre Habitat realizada en Vancouver en 1976,
señalara la recreación como la sexta necesidad básica de todo ser humano.
Como se indicó en el primer capítulo, la concepción y la práctica de la
recreación quedaron tempranamente comprometidas con las actividades físicas. La relación de la cultura con el movimiento y la forma de vida moderna
es constitutiva. Las sociedades occidentales modernas han sido particularmente proclives a encontrar beneficios en las actividades físicas que combinan gasto de energía, esfuerzo y rendimiento. Más recientemente han incorporado dimensiones estéticas y subjetivas a esta idea.
En las sociedades modernas, importantes elementos involucrados en la
concepción de la vida se cimientan en la idea de que el bienestar –uno de los
grandes objetivos del desarrollo- se relaciona con la sensación de bienestar
físico y emocional. El estado del conocimiento permite relacionar esta tendencia con la de que las actividades humanas satisfagan la mayor cantidad
29
de posibilidades vinculadas a la recreación, es decir, a lo que divierte, entretiene, resulta placentero, alegra y permite disfrutar.
La condición humana contemporánea se define por su orientación estética, de forma que el carácter recreativo de la actividad humana, cuanto más
presente e intenso, más atestigua una vida de bienestar y desarrollo. Ampliar
las potencialidades humanas debe ocurrir idealmente en un ambiente en el
que las personas disfrutan de su actividad. En la medida en que más actividades incitan este sentido de bienestar, se incrementan las percepciones de
realizarse con plenitud emocional la condición humana.
En las últimas décadas, los modelos explicativos acerca del curso de
los afectos, de su importancia para la expansión de la actividad subjetiva y
de su relación con procesos sociopolíticos de amplia envergadura, han llamado la atención de las ciencias sociales. Al ampliar la comprensión sobre la
forma como el cuerpo y las emociones están relacionados y sobre el hecho
de que en ellos se traduce y se hace comprensible la vida de las personas,
pero también la acción social y política, se ha desarrollado un campo conceptual y analítico más complejo, capaz de concederle nuevamente facultades
explicativas a los fenómenos sentimentales, intangibles.
El proceso de civilización y los diversos micro-procesos emocionales
que lo configuran han pasado entonces a ser parte de un modelo explicativo
de amplia aceptación y uso en las ciencias sociales contemporáneas. Diversas orientaciones disciplinares coinciden en que la civilización occidental se
expandió y enraizó tanto en los individuos como en las sociedades y en los
estados por cuanto el grado de interrelación entre estos niveles se hizo complejo y el control de los afectos inundó la vida individual, y sirvió a la causa
común de centralizar el ejercicio de la violencia en el Estado. La imbricación
de la psico-génesis y la socio-génesis, que señala Elias (1976), se considera
un avance en la comprensión de cómo la interiorización de las restricciones
que la persona se impone y, en general, la gestión de los afectos, guardan
30
una estrecha relación con el ejercicio del monopolio estatal sobre la violencia
física y la creciente interdependencia social (Heinich 1999).
El control de los afectos es un concepto que se refiere a un largo proceso de psicogénesis individual y colectiva, durante el cual la forma de organizar, comprender y expresar el repertorio emocional ha introducido mecanismos de auto-observación privada y catálogos de comportamientos socialmente valorados. Con estos dos recursos, el individuo y la sociedad han trasegado un largo camino que, a través de la introspección y de la interiorización del pudor modificaron la constitución afectiva y la expresión emocional.
De este sistema de contención, se ha destacado el significado del control
sobre el ejercicio de la violencia física pues este mecanismo se considera
determinante de la conformación del Estado, particularmente en su concentración de legitimidad para ejercer la violencia física a través de órganos especializados. Por otra parte, y con el interés de ahondar en los rasgos de la
antropología de la modernidad, el control de los afectos es un asunto que
requiere una particular tecnología del yo, en la cual el sujeto es puesto en la
posición de ser objeto de saber de sí mismo, mediante procedimientos de
gobierno (Foucault 1990). El resultado del proceso de observación de sí
mismo y de contención en el comportamiento y en la expresión emocional
que es la base del «proceso de civilización», es que el control que ejerce la
persona sobre sí misma no opera por el mero temor a represalias, sino por
una convicción afectiva que desata el pudor como expresión de lo intolerable
y signo evidente, tanto público como personal, de conductas inapropiadas e
ilegítimas. Es este sentimiento que da soporte a un sentido de identidad en la
persona, cuya experiencia de sí misma debe coincidir con lo que ella piensa
que debe ser su comportamiento, lo que le confiere naturalidad al mismo y
hace que la persona encuentre concordancia entre su expresión y su ser,
entre su subjetividad y su identidad, en definitiva, que afiance seguridad ontológica (Giddens 1998). El lugar emocional seguro es aquél del cual emerge
un sentimiento unificado de sí mismo, el propio cuerpo.
31
El ejercicio corporal es una habilidad particular de la condición humana
que emplea las aptitudes del cuerpo para realizar diversos movimientos y
representa una de las modalidades más significativas y alegres (poiéticas) en
la evolución humana. A lo largo del último siglo se han desprendido de la
educación física –que había sido la forma privilegiada de transmitir los beneficios del movimiento durante el siglo XIX- o han surgido paralelamente a
ella, una o varias alternativas de educación somática, es decir, de emplear
facultades corporales para modificar a la persona y sus experiencias. El fundamento de estas orientaciones, expresado a través de diversas técnicas
que se han multiplicado en las últimas décadas, es el «uso de sí», una noción hermanada con la de «tecnologías del yo», es decir, un mecanismo que
a través del ejercicio de movimientos específicos y de una actitud atenta a
ellos, estimula la actividad subjetiva. En este tipo de tecnologías, se recurre
al trabajo corporal para despertar la conciencia, el auto-conocimiento, la expresión de sí mismo y la auto-comprensión. Este objetivo se consigue en
cuanto se activa principalmente el uso del sentido de la cenestesia.
Al operar de esta manera, la educación somática de distingue de los
mecanismos de disociación de la educación física propia de la escuela moderna. Esta forma de la educación a través del cuerpo procura desterrar el
anestesiamiento que la escuela instila en el cuerpo y revertir sus efectos contraproducentes, para educar sujetos integrales, conscientes y autónomos en
el sentido que promueven las pedagogías emancipatorias (Not 1979: 123 y
ss.) e, incluso, capaces de desarrollar una imaginación creativa, ficcional e
idealista como lo entienden las pedagogías utópicas (Harten 1997: 110-122).
Están a la orden del día en el mercado de las actividades que cumplen plenamente con el ideal contemporáneo de la recreación.
Esta evolución de la cultura somática es consonante con los desarrollos
del vitalismo, el holismo y la ecología que se abrieron paso desde finales del
siglo XIX, estimulados por el interés de contrarrestar las que se consideran
32
consecuencias negativas del racionalismo, el utilitarismo y el individualismo
producidas por un desconocimiento y devaluación de la experiencia subjetiva
como forma posible y útil de conocimiento. Las tendencias del «pensamiento
integral» han buscado dar mayor fortaleza epistemológica a las perspectivas
sintéticas, orgánicas, estéticas, ecológicas y subjetivas (Gloy 1996: 154-217).
Para efectos de transformar la educación somática, esto se traduce, entre
otras, en introducir formas de movimiento específicas y actitudes atentas a
sus efectos.
La sugerencia de una cultura somática orgánica comparte con las expresiones del pensamiento integral, el principio que la distancia de la educación física, es decir, el de no reducir a los principios mecánicos de las regularidades físico-químicas y fisiológicas las explicaciones del mundo orgánico. A
cambio, se prefieren los modelos comprensivos que explican los aspectos
físicos con base en consideraciones biológicas, a saber, aquellas cuyos efectos recaen en el conjunto del organismo y no se reducen a la suma de los
resultados parciales. Esta educación somática propende una concepción integral de la vida cuyo principio de acción es formar individuos conscientes de
su condición orgánica en cuanto complejo psicofísico indisociable.
La intención de modificar los efectos da cultura somática resultante de
las prácticas disciplinarias y reguladores de los regímenes anátomo-políticos
y biopolíticos modernos que florecieron en Colombia a finales del siglo XIX y
durante las primeras décadas del XX, es una reacción a los principios epistemológicos que tales formas de ejercicio del poder han instilado en el cuerpo y debe comprenderse como parte de un régimen alternativo. Puesto que
un régimen tal se basa en la intención de acoger interpretaciones subjetivas
y estéticas para afectar las formas de relación en torno al ejercicio del poder
y afectar el orden social, cabe entenderla como estético-política. La recreación es una expresión clara de este proceso.
33
La posibilidad de proponer una comprensión estético-política de la condición humana se basa en el acto de reconocer en primer lugar que el ethos
de la existencia humana, es decir, los sentimientos, su naturaleza moral o las
creencias que guían el comportamiento de personas o grupos, conforman un
conjunto de recursos que están disponibles para ser intervenidos por el autogobierno. Al hacerlo, resultan formas de conducir la vida que responden a la
propia elección y al convencimiento, lo cual constituye también un recurso
disponible para el ejercicio estético-político. Estas formas de autogobierno
están crecientemente a disposición de las personas, especialmente en regímenes en los cuales la acción del Estado se debilita a causa de la intervención de discursos de circulación global, por ejemplo, pero también donde el
efecto de prácticas formadoras de la educación somática moderna pierde
vigencia, como sucede con el reconocimiento social del sentido y utilidad de
la educación física escolar.
Se destaca en este sentido la intención crítica que puede desarrollar la
recreación respecto del ordenamiento moderno. Es decir, se hace evidente
en estas prácticas corporales como se haría a través de otras actividades
recreativas, la intención de desnaturalizar y exponer al auto-conocimiento, la
labor disciplinaria de la educación física escolar, cuya huellas profundas deben borrarse a través de la forja de cualidades subjetivas cultivadas para y
por un uso de sí que propicie una nueva cultura somática.
Hace parte, entonces, de estas técnicas corporales procurar equilibrar
los desajustes resultantes de una vida ordenada en función de la productividad y el mecanicismo. En contra de los principios que obraron como base
para el desarrollo de la educación física –el rendimiento, el ahorro y la canalización de la energía, la higiene y la salud, el control del tiempo y de la
sexualidad, la garantía de un reproducción sana, la conformación de un
cuerpo femenino apto para la maternidad– la crítica somática de la modernidad, a través del uso de sí, fomenta un modelo de educación que sigue prin-
34
cipios de los métodos pedagógicos de auto-estructuración, pero no enfatiza
la transmisión y acumulación de conocimiento académico y de destrezas intelectuales; a cambio sugiere incrementar la capacidad racional por vía del
movimiento, el despertar de la consciencia emocional y reflexiva mediante un
uso de sí surgido de la liberación de las sujeciones corporales y encaminado
a la libertad.
Si se considera el creciente interés en la subjetividad desde una perspectiva histórico-antropológica, deben tenerse en cuenta la influencia de los
psico-saberes y de su popularización en el último medio siglo (Rose 1999) y,
con ello, la proclividad a vivirse las personas a través de sus perturbaciones
(Jaccar 1999); el efecto de las formas de vida urbanas que favorecen la individualización y la incursión de las personas en su propio mundo interior (Béjar 1988; Lipovetsky 1994); el desvanecimiento de los intereses tradicionales
como faros para la acción personal (Sennet 2000) y, por sobre todo, la relevancia de la concepción de la personalidad como expresión por excelencia
del sentido propio de autenticidad para la constitución individual (Pedraza,
2000). Puesto que la personalidad es una faceta particularmente estética y
producto de la acción que ejerce la persona sobre sí misma, es un terreno
abonado para que se recurra a «tecnologías del yo» de diversa índole a fin
de aguzar el auto-monitoreo, la auto-evaluación y la auto-transformación
emocionales, y para comprender la dimensión estético-política de la antropología contemporánea.
El decaimiento del interés público en la conformación del carácter a favor del desarrollo de la personalidad, muestra una transición con ingerencia
tanto en el transcurso y el contenido de la vida diaria de las personas como
en el sentido público de la acción individual y en las expectativas sociales
acerca de los deberes de las personas para consigo mismas y con respecto
a sus relaciones interpersonales tanto de tipo privado como público. Mientras
que la formación del carácter se consideró durante el siglo XIX y buena parte
35
del XX una tarea cuyo costo individual era despreciable frente a los beneficios sociales y públicos de su solidez, la personalidad en una faceta del individuo cuya conformación debe hacerse mediante un minucioso proceso de
evaluación permanente de los costos emocionales, sin por ello descuidar en
momento alguno la tarea de auto-observación.
Este desarrollo que ha modificado la concepción acerca del sentido de
la vida humana, de la manera como debe desarrollarse y del sentido y el valor que tienen diversos tipos de experiencia se ha traducido también en que
varios de estos aspectos hayan evolucionado hasta convertirse en derechos
fundamentales y derechos culturales. El derecho a la recreación ha pasado a
formar parte de las expectativas y demandas sociales, en cuanto se han
promulgado principios democráticos y acciones que han fortalecido el sentido
de igualdad entre los ciudadanos y de un acceso más equitativo a los servicios del Estado. De esta manera, del desarrollo de la ciudad particularmente,
se espera en la actualidad que sea un proceso que permita el desarrollo integral de la condición humana como forma de ciudadanía en cuanto esta ha
quedado comprendida por varias cartas de derechos.
El interés contemporáneo porque la vida ciudadana sea una experiencia
integral para los seres humanos, involucra entonces aspectos como la creatividad, orientados a dotar de un sentido específico las actividades humanas,
sean o no éstas del tipo laboral. Ha ganado consenso la apetencia generalizada porque la vida tenga para las personas un sentido que no debe derivarse simplemente de un catálogo de virtudes morales o éticas propias de las
profesiones religiosas o del cumplimiento de los deberes modernos, sino que
satisfaga lo más plenamente posible el sentido de la vida a partir, no de la
renuncia, la postergación o la remuneración monetaria, sino crecientemente
como un sentido de satisfacción personal. Esta satisfacción debería surgir en
buena parte de la realización de actividades de cualquier índole que resulten
gratificantes. Allí adquiere particular relevancia la noción de recreación enun-
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ciada inicialmente, es decir, de aquellas labores que por estimular las habilidades humanas, permitir el uso de aptitudes y el desarrollo de otras, la producción, la expresión o cualquiera de las tantas posibilidades de la actividad
humana, doten de sentido la existencia y colman la expectativa de bienestar,
como principal indicador de la realización de la vida humana es su modalidad
ciudadana. La posibilidad de desarrollar de una cultura cosmopolita (Chaney
2002) que abarque la variabilidad de la cultura humana sin requerir de argumentos de prestigio y exclusión es un ámbito apropiado para que las diversas expresiones y experiencias de la recreación adquieran un sentido simbólico, social y cultural incuestionable.
37
III. Hacia un programa de investigación en el campo de las culturas recreativas y deportivas
Definir un programa de investigación en el campo de las culturas recreativas y deportivas en Bogotá implica seleccionar un conjunto de líneas de
investigación orientadas a resolver problemas de investigación, diagnóstico e
intervención pertinentes para consolidar una disciplina en formación y un
campo para la política pública. Con estas líneas de investigación será posible
especificar proyectos que respondan problemas específicos y para los cuales
se haga un diseño metodológico apropiado.
Para avanzar en tarea es importante partir del hecho de que el tema de
la recreación ha sido tratado desde hace algunos años particularmente como
materia de estudio en los diversos programas académicos que desarrollan
instituciones de educación superior. Con todo, no hay un corpus de conocimiento sistematizado en publicaciones nacionales reconocidas ni se cuenta
con una revista especializada. Principalmente debe tenerse en cuenta que el
desarrollo de una disciplina de la recreación está estrechamente vinculada
con los programas de educación y, más particularmente, con la educación
física, las ciencias del deporte, la pedagogía del deporte y de la actividad física en general.
Es de anotar que en este ordenamiento académico la recreación se caracteriza por ser principalmente una actividad, motivo por el cual los programas se orientan en primera línea a la formación pedagógica de quienes tendrán a su cargo orientar, fomentar y transmitir las actividades recreativas, al
igual que la administración de este tipo de actividades. Esta circunstancia
hace que los programas de formación en recreación tiendan a concentrarse
en aspectos pedagógicos y didácticos, como es propio de la formación de
38
maestros, gestores culturales, animadores socio-culturales, quienes también
adquieren destrezas organizativas y administrativas.
La formación en investigación no ocupa un lugar central, a menudo
tampoco secundario, de este tipo de programas. Esto significa que quienes
se desempeñan activamente en el campo de la recreación no necesariamente han adquirido competencias para la investigación en este campo, es decir,
que han conocido los desarrollos teóricos y metodológicos de las ciencias
sociales, adquirido experiencia para la investigación en educación, historia,
sociología, psicología social o antropología, y, en general se desempeñen en
el campo de la investigación académica. El país no cuenta hasta el momento
con un programa de estudios de la recreación con base en el cual sea posible identificar necesidades u orientaciones y avanzar sistemáticamente en el
área.
En este orden de ideas, dos amplias temáticas que pueden ofrecer información básica y criterios para futuros proyectos y acciones son:
1. Análisis crítico de las orientaciones sociales y pedagógicas de la recreación en Bogotá
Esto incluye una evaluación del desarrollo histórico de la intervención en el
tiempo libre de la población, los modelos biopolíticos seguidos, las poblaciones intervenidas (escolares, mujeres, obreros, entre otros), la tendencia a
trasladar esta intervención de la Iglesia y las formas de beneficencia privada,
a la medicina y la higiene, la escuela, el barrio, hasta la creación de programas oficiales a cargo de entidades especializadas junto con el surgimiento
de las disciplinas y el conocimiento de la recreación. Este es un tema que
abarca desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la actualidad y está
estrechamente relacionado con las transformaciones en la regulación del
tiempo de trabajo y el sentido mismo del tiempo. Compromete los cambios
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ocurridos en el trabajo doméstico, la participación de la mujer en el mercado
laboral, las expectativas de vida más orientadas al consumo y la realización
personal, así como el incremento en el nivel de vida y de educación, entre
otros.
2. Historia de tradiciones recreativas
En cuanto es del interés de la Dirección de Culturas Recreativas y Deportivas
considerar la riqueza cultural de la ciudad en sus formas recreativas, es importante contar con mayor conocimiento hacer de estas tradiciones. Esta línea debe abarcar al menos dos asuntos. El primero debe procurar identificar
y describir las que puedan considerarse tradiciones recreativas que no deben
confundirse con prácticas específicas (las cuales, sin duda, también ser incluidas en un inventario con miras a ordenarse dentro de tradiciones específicas). Habrá que determinar si la identificaciones de tradiciones recreativas
se hace con base en criterios etnográficos, sociales, de género, de edad, entre otros, o si se en el transcurso de investigaciones de este tipo, se establecen otras formas de clasificación que den una idea más acertada de la diversidad.
En las investigaciones de tradiciones recreativas pueden tenerse en
cuenta que resulta valioso identificar culturas somáticas (que abarcan un
amplio conjunto de conocimientos acerca del cuerpo y su relación con la persona y la cultura incluidos usos específicos del cuerpo y formas de interculturalidad somática), tradiciones cinéticas (que se refieran a formas específicas
de ordenar y emplear el movimiento del ejercicio corporal y responden a formas de movimiento culturalmente arraigadas), actividades manuales, diferentes formas del juego (mental, del lenguaje, manual), usos del espacio público, formas de participación (voluntariados de muchos tipos) y actividades de
esparcimiento de muy diversa índole que compondrán un cuadro de la diver-
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sidad de las culturas recreativas y de las necesidades de diversas comunidades asociadas a ellas.
El segundo aspecto a indagar dentro de una historia de las tradiciones
recreativas debe responder al hecho de que la recreación está definida también como área de intervención y no puede entenderse como sinónimo de
ocio. Ahondar en esta diferencia y en sus consecuencias para la investigación es definitivo para que el horizonte del campo no se confunda con el de
actividades que pueden parecer recreativas pero no cumplirían con los rasgos que hasta el momento caracterizan su comprensión en el país. La recreación como un dominio social que requiere una política pública no pues
asimilarse al entretenimiento o al ocio que tienen lugar en la vida privada. La
recreación responde a una forma particular de regulación del tiempo y hace
parte de las que han quedado definidas como necesidades humanas, derechos fundamentales, sociales y culturales. Este aspecto no debe descuidarse
en los estudios encaminados a explorar en las tradiciones las que podrían
identificarse como actividades recreativas, que no deben confundirse con
formas del ocio, el entretenimiento o el juego en sociedades tradicionales. La
importancia de esta distinción se muestra en el hecho de que en los sectores
rurales donde no hay una acción estatal en este campo, difícilmente pueden
identificarse actividades recreativas.
Asimismo, definir el alcance de la recreación, en particular, en lo que
concerniente al deporte y la actividad física, será fundamental para las acciones futuras en la formación superior, la investigación académica y la intervención social. En cuanto su sentido hasta ahora ha estado influenciado por
las actividades físicas y deportivas, se muestra limitada para actuar en otro
tipo de actividades y, más aún, para avanzar teóricamente en otros aspectos.
El efecto que han tenido los primeros avances teóricos de autores nacionales
sobre la recreación giran en torno suyo a partir de las reflexiones provenientes de los estudios sobre el juego, las actividades corporales y el deporte.
41
Esto ha creado una especialización que omite otras actividades que se practican por ser recreativas pero no son reconocidas en los programas académicos y de intervención social como de su competencia.
En ambos casos debe prestarse atención al hecho de que la noción de
recreación y la experiencia que las personas pueden tener de ella está afectada por variables que no deben omitirse en los análisis: el género, la edad,
el tipo de trabajo que se realiza, la pertenencia a determinadas culturas somáticas y tradiciones cinéticas, la influencia de la educación formal, las aspiraciones relativas al estilo de vida, las responsabilidades domésticas, la concepción y las prácticas relacionadas con la salud, el lugar de residencia, la
disposición de tiempo libre y las ideas acerca de su uso y la cercanía a instalaciones recreativas. Estas, entre otras variables que será pertinente identificar y valorar en relación con su incidencia sobre la recreación, son tareas
que debe acometer un programa de investigación sobre culturas recreativas
en Bogotá.
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