El arte de la escritura

Transcripción

El arte de la escritura
EL ARTE DE LA ESCRITURA
Elementos de redacción
Jaime Ricardo Reyes Calderón
La escritura debería plasmar textualmente las claridades que tenemos sobre un tema, una vivencia, un
concepto, una circunstancia, ya asimilada y procesada en nuestro entendimiento. La escritura fluye con
mejor ímpetu y mayor claridad si el discurso que tenemos en la cabeza posee la suficiente solidez y
organización. No hay escritos confusos “porque el tema sea así de elevado”. A menudo lo que sucede
es que no se tiene ni la suficiente ilustración, ni la suficiente estructuración conceptual, ni el adecuado
ejercicio escritural, que permita ofrecer a nuestro lector un buen escrito, motivante, claro, entretenido,
comprensible, y no por ello superficial. La confusión mental se torna texto oscuro, cojo, arrevesado,
carente de interés, débil. Aquí proponemos, fundándonos en la obra La cocina de la escritura de Daniel
Cassany, algunos indicios para introducirnos en el arte de escribir, de manera elemental pero ordenada.
1. ANTES DE ESCRIBIR
No se escribe lo que no se ha leído. Escribir es el producto de una primera tarea de investigación y
recopilación de argumentos, informaciones y puntos de vista que son la materia a manipular para
presentar un producto textual diferente, personal. Precisado el contenido del escrito gracias a una buena
suma de afirmaciones, argumentos, juicio, frases claves, debemos dar un orden y una organicidad
global a su exposición. Antes de escribir se elabora un plan de redacción. Tratamos el delicado tema de
la estructura del escrito. Nunca debemos afanarnos por escribir. No suele salir bien el invento de
pensar en algo y automáticamente escribirlo. Entre la investigación de las fuentes, la producción de
ideas y la escritura concreta está un bosquejo, un esqueleto, una armazón fundamental; que después
rellenaremos con los párrafos, los giros, las citas, las frases y los ejemplos precisos. Ella contiene los
grandes apartados o capítulos, las ideas principales que desarrollaré, indicaciones sobre cantidad y tipo
de párrafos. Tal estructura es el plano de nuestra obra de construcción textual; ella nos dice qué cosa se
debe hacer y decir, y cómo va cada cosa en cada lugar, en cada región de nuestro texto. Es el elemento
de previsión que nos ayuda a retomar el hilo de la redacción, cuando al interrumpir la redacción no
podamos seguir en la labor de escribir. Estos son algunos de los métodos para enunciar estructuras de
redacción:
A. Esquema decimal: Utilizando la nomenclatura decimal, ordenar temas, subtemas, correlativos,
organizándolos uno encima y primero del otro en relación a su mayor generalidad o necesariedad
lógica. Ofrecemos este ejemplo porque contiene el modelo de los que definiremos posteriormente.
1.
1.1
1.2
1.1.1
1.1.2
1.1.2.1
Ejemplo:
Documento : Aproximación a la literatura del Nuevo Testamento
0. Historia sagrada, historia de la redacción, historia de las tradiciones, historia positiva.
1. Los géneros literarios
1.1.
El midrash
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1.2.
1.3.
1.4.
1.5.
1.6.
1.7.
2
Los himnos litúrgicos
Los relatos
1.3.1 Infancia
1.3.2 Pasión
1.3.3 Resurrección
1.3.3.1 El sepulcro vacío
1.3.3.2 Las apariciones del resucitado
Narraciones de milagros
1.4.1 Curaciones
1.4.2 Exorcismos
1.4.3. Contra fuerzas de la naturaleza
Las parábolas
1.5.1 De Jesús
1.5.2 De la Comunidad
Palabras auténticas de Jesús (Fuente Q, malaventuranzas, bienaventuranzas, vaticinia ex
eventu)
Género epistolar
2. Contextualización histórica
2.1
2.2
2.3
Jerusalem en tiempos de Jesús.
Diáspora y mundo imperial del siglo I.
Sociología del hecho Jesús
2.3.1 Movimientos proféticos, penitenciales y político-religiosos
2.3.2 Reconstrucción de los usos y costumbres de la Galilea de Jesús
2.3.3 Principios de interpretación histórica en la producción de los relatos evangélicos
B. Cuadro sinóptico: El uso de llaves que agrupan temas y subtemas es muy cercano a nuestra
educación tradicional. Úsese pues, un cuadro sinóptico que guíe el desarrollo de nuestra
exposición. Su función analítica y deductiva es la misma que la del esquema decimal, con la
ventaja de no obligarnos a repetir cantidad de nomencladores (uno por cada tema y subtema), que
no pocas veces anquilosan la redacción, y con ello tornan la lectura un pesado esfuerzo.
C. Mapas conceptuales: Los mapas conceptuales centran su eficacia en la determinación de los
conceptos-clave que se contienen en la exposición. Es consecuencia pues, de un ejercicio de
abstracción por el cual las argumentaciones de un tema se reorganizan en los conceptos
fundamentales, conectados por unas relaciones deductivas. Su forma, que recuerda la lógica
jerárquica de los organigramas administrativos, lleva un estricto orden deductivo, de lo más general
a lo más particular. El aspecto arbóreo que toma por las ramificaciones, señala que el número de
presentaciones en la cabeza del mapa es menor que el de los pies, estas últimas más concretas y
simples.
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En el ejemplo que ofrecimos del esquema decimal, el gran concepto es la literatura del Nuevo
Testamento. En segundo orden estarían las tres clases que permiten su comprensión: la historia de
la redacción, los géneros literarios y el contexto histórico. El tercer orden deductivo señalaría los
siete géneros literarios y los tres niveles históricos que compondrían el contexto. Un cuarto orden
deductivo se desarrollaría en los sub-temas: relatos, narraciones de milagros y parábolas, así como
en sociología del hecho Jesús.
Loa mapas conceptuales se deben al psicólogo cognitivo Joseph Novak, y bien podríamos sintetizar su
funcionalidad en el siguiente mapa conceptual:
Como buen recurso gráfico, el mapa puede enriquecer su significado valiéndose de otro tipo de signos,
subrayados, flechas de relación, y la distancia entre una y otra noción dependiendo del grado de
importancia o pertinencia. La elaboración de los mapas conceptuales no debe caer ni en un excesivo
rigorismo, pues a menudo se mezclan temas o surgen aspectos comunes a varios conceptos, pero
tampoco ser tan minucioso que se termine graficando una simple frase. El criterio siempre será que el
mapa sirva de soporte conceptual, englobante, abstracto, general, a nuestro trabajo de escritura.
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LAS PARTES DEL DOCUMENTO
Los documentos responden a objetivos y formatos distintos. No es lo mismo una monografía sobre la
epistemología marxista que un elenco de movimientos literarios en la historia de la cultura
latinoamericana. Respetando esos dos elementos fundamentales –objetivo y formato–, enunciamos a
manera de sugerencia, de líneas tendenciales de escritura, aquellas partes que consideramos más
reconocibles y esenciales en un escrito.
A. Título y subtítulos: Generalmente es lo último que se define por completo. En ocasiones un título
sugestivo nos mueve a escribir, pero, desarrollado el documento, descubrimos que es más adecuado
y preciso otro encabezado. El título impacta al lector ofreciéndole de un golpe el tema y la
intención del escrito. Los subtítulos abren el contenido y la esencia de cada uno de los apartados
que integran el escrito. Gracias a la claridad del título y los subtítulos el lector puede hacerse una
idea general del desarrollo y carácter del tema. Esta relación didáctica entre título y subtítulos
facilita el desentrañar con prontitud y certidumbre la estructura del texto. ¿Cuándo abrimos un
subtítulo? Cuando existe materia suficiente para identificar una unidad conceptual que posee cierta
autonomía e independencia. Uno de los grandes errores al redactar una tesis de grado es el
multiplicar capítulos que no tienen peso específico en la disertación. Es ridículo pretender escribir
una investigación con capítulos de cinco, seis o siete páginas.
B. Introducción: El ensayo, el documento monográfico, incluso un texto complementario, exigen una
introducción que ofrezca los puntos de interés que se van a leer. Cuando se acomete un texto
extenso, una tesis, un trabajo investigativo, se recomienda que cada capítulo cuente con una
introducción. El autor muestra la relevancia, los alcances, la justificación, la orientación teórica y
ética, la tesis principal que va a atravesar el discurso. Una muy buena introducción sorprende,
inquieta, motiva a la búsqueda de razones y puntos de vista. En este inciso también se mencionan
las partes y su razón de ser en el desenvolvimiento del escrito. Los párrafos introductorios se
componen de la suma de ideas principales, enunciada la tesis del texto, se muestran grandes
afirmaciones con suficiente solidez de sentido. Se puede afirmar que la introducción es un sumario
de ideas principales, por ello también a este tipo de párrafo se le denomina párrafo general.
C. Párrafos centrales: El documento es un sistema de enunciados interrelacionados. Existen unos
párrafos que representan los núcleos alrededor de los cuales giran los elementos explicativos
complementarios. Se ha de identificar en el ritmo del escrito qué párrafos y sobre qué conceptos se
sostiene toda la propuesta que intentamos comunicar. Sin estos párrafos el escrito desaparecería, su
valor conceptual es altísimo, su nivel propositivo es de la máxima densidad. Cuando utilizamos el
subrayado, estos son los párrafos que señalamos con una línea vertical y los adornamos con todas
las admiraciones y estrellas, son la substancia del texto, del capítulo, del ensayo.
D. Párrafo conclusivo: Con idénticas características que el párrafo introductorio en lo que respecta a
suma de ideas principales, el párrafo conclusivo recapitula las grandes afirmaciones que en claro
han aparecido en nuestra disertación. El escrito debe cerrarse con una escritura cortante, precisa,
cargada de vigor, debe sacudir por última vez y de manera definitiva el alma del lector. Aquí juega
especial papel nuestra capacidad de crítica, de ironía, de denuncia o de bella trascendentalidad, que
asociada al carácter sintético, hace de este último párrafo un estímulo a la meditación y al cambio
de perspectiva sobre el asunto tratado.
E. Párrafos nexo: Este tipo de párrafos tiene la estructura “típica” del párrafo, a saber, una idea
principal desarrollada por varias ideas secundarias. Constituyen la carne que rellena el esqueleto
articulado por los párrafos centrales. Estos párrafos explican aquellos términos, conceptos o
relaciones que analizan en particular la tesis que deseamos expresar en el escrito. Los párrafos nexo
bajan el tono conceptual o la densidad ideológica, en contraste con los párrafos centrales. En cuanto
a estilo se sugiere que el tipo de lenguaje y el tono con que se expresan sean de gran variedad, para
sostener la atención y la dinámica de descubrimiento en el lector.
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3.
5
LA REDACCIÓN DE PÁRRAFOS
María Moliner define el párrafo como “cada trozo de un discurso o de un escrito que se
considera con unidad y suficientemente diferenciado del resto para separarlo con una
pausa notable o, en la escritura, con un punto y aparte”. El párrafo es el rey del texto.
Constituye la organización lexical y sintáctica de mayor envergadura en un escrito. Su concretez,
unidad, densidad y claridad señalarán el éxito o el fracaso de nuestro esfuerzo redaccional. El
oficio de escribir se aprende y perfecciona inventando, corrigiendo, desechando y admirando unos
párrafos. Debemos evitar a toda costa redactar al azar, empezando y terminando párrafos sin mucha
conciencia de la consistencia de estos. El párrafo como construcción verbal escrita se aleja de la
inmediatez, espontaneidad e informalidad de la comunicación oral, exige un apersonamiento del
papel de redactor, de la función explícita de escritor.
Por desgracia somos testigos de unos escritos en donde se cae en el peor de los pecados
redaccionales: el párrafo-frase. El párrafo-frase es aquel párrafo que llena todos los renglones con
una sola oración, que no diferencia ideas principales de secundarias, que no posee una información
inicial y una conclusiva, que no se digna dividir con punto seguido una oración de otra. El párrafofrase es una oración monstruosa en la que, a punta de subordinaciones, añadimos anárquicamente
una idea a otra, creyendo con eso haberlo dicho todo sobre el tema tratado. El resultado de escribir
párrafos-frase no es otro que el exponer una valiosa información en un envase turbio, que deforma
la calidad de los conceptos tratados, creando malestar y confusión en el lector. En el párrafo-frase
no vemos uso adecuado de la puntuación, de las pausas entre ideas concatenadas, no hace patente
un desenvolvimiento gradual, ordenado y progresivo de una argumentación. Veremos pues, unas
indicaciones generales para hacer párrafos ordenados, proporcionados, claros y de fácil
comprensión para el receptor.
Un buen párrafo cumple con el objetivo fundamental de expresar con claridad los elementos que
componen una idea. El párrafo nace con la identificación de la idea principal (IP) que debe ser
explicitada por ideas secundarias (IS1, IS2, IS3). Cada idea principal afirma algo con la
enunciación de varios conceptos. Tales conceptos requieren mayor desarrollo en la elaboración
posterior de las ideas secundarias. El buen párrafo apunta al mismo lugar conceptual, en él ninguna
afirmación se sale de los límites impuestos por la idea principal. Las ideas secundarias tienen que
guardar entre sí relaciones lógicas, relaciones de pertinencia, relaciones de probabilidad y similar
tono teórico, ello significa la cohesión del párrafo.
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Refiriéndonos a todo el documento, establecemos la coherencia alrededor de un mismo campo
conceptual y también hablamos de cercanía, de ilación, de articulación estrecha entre una idea y
otra, entre un párrafo y otro. Un texto no se puede permitir saltos ilógicos o digresiones que aparten
al lector del eje conceptual del documento. La coherencia permite la conexión progresiva en el
desarrollo y avance de los argumentos. Valoramos la coherencia por ese orden y esa economía de
párrafos que se concatenan con rigor.
A. Normas mínimas para redactar párrafos
El párrafo:
a. Enuncia una y sólo una idea principal de manera clara y contundente. Es muy común que
dicha idea, más general y abstracta que las secundarias, se presente al inicio.
b. Desarrolla la idea principal con al menos dos ideas secundarias perfectamente distinguibles
entre sí. Contiene entre cuatro o cinco frases.
c. No excede de veinte o veinticinco renglones. (Se prefiere entre ocho y doce).
d. No es menor de cinco renglones.
e. Rechaza la reiteración de términos.
f. Asegura que cada frase no sea ni vaga, ni redundante, ni ambigua, ni divergente.
g. Posee autonomía de sentido respecto a los demás párrafos. No repite los tópicos u
orientaciones expresadas anteriormente.
h. Depende de un planteamiento más general y extenso, la tesis de nuestro escrito.
i. Expresa una idea principal previamente escogida en la estructura preparatoria del texto.
j. Se identifica con una palabra clave, un término denso, un concepto importante que lo puede
sintetizar.
B. Tipos de párrafo dependiendo de la ubicación de la idea principal
a. Deductivo. La idea principal (IP) se encuentra al inicio. Las ideas secundarias (I.S. 1, I.S. 2,
etc.) lo completan en un movimiento de lo general a lo particular. Por su facilidad en el caso
de añadir explicaciones o precisiones, así como ejemplos o ideas antagónicas que se deban
rechazar, es el párrafo más popular y de más sencilla construcción.
IDEA PRINCIPAL
_____________________________________________________________________________.
I.S.1_________________________________________________________.___I.S.2________
__________________________________________.__I.S.3._________________________
___________________________________________________________________._I.S.4__
__________________________________________________________________________
______________________.
b. Inductivo. La idea principal (IP) la hallamos al final. El párrafo comienza postulando
afirmaciones particulares (I.S.1, I.S.2, etc.) que desembocan en una idea principal, de cierre,
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a modo de conclusión. Experimentamos el proceso de pensamiento contrario, la inducción,
de lo particular, concreto, a lo universal, más abstracto y englobante.
I.S.1____________________________________________________.
I.S.2_________________________________________________________.___I.S.3._____
_____________________________________________.__I.S.4_______________________
_________________________________________________________________________._
IDEA PRINCIPAL__________________________________________________.
c. Inductivo-deductivo. La idea principal se encuentra justo en el medio del párrafo. Es una
estructura dinámica, que sugestivamente nos lleva de lo particular a lo general para después
aplicar, demostrar, ejemplificar o corroborar tal idea general con nuevas afirmaciones
particulares.
I.S.1.____________________________________________________________._________
_________I.S.2_________________. IDEA PRINCIPAL __________________________
____________________________.I.S.3_________________________________________.
IS4_______________________________.
d. Deductivo-inductivo. Es una curiosidad desde el punto de vista del proceso de
conocimiento. La idea principal enunciada al inicio se despliega en sus correspondientes
secundarias, mas al cerrar el párrafo queremos acentuarla nuevamente pero con términos
distintos o con un tono diferente, surge como una idea sinónima de la principal. Este párrafo
constituye una variante de estilo, se emplea con fines didácticos, para que el lector capte, por
reiteración y variedad expresiva, la misma idea principal.
IDEA__PRINCIPAL
_____________________________________________
____.I.S.1_________________________________________________________.I.S.2___
_______________________________________________.I.S.3.______________________
______________________________________________________________________.I.S.4
__________________________________________________________________________
________________________. SINÓNIMA____________________________.
C. Tipos de párrafo dependiendo del desenvolvimiento de la idea principal
a.
Normal: Nuestro típico párrafo deductivo, cuya idea principal, presentada al comienzo, se
desenvuelve en varias secundarias posteriores, explicativas, consecutivas.
b.
Reiterativo: El párrafo que distribuye la misma idea principal en distintos lugares del
párrafo, en términos o con enfoques varios pero que no alteran la esencia de la afirmación.
Este párrafo atraviesa las ideas sinónimas de la principal sin crear dispersión o
desconcierto en el lector.
Extensivo: La idea principal inicial gana mayores alcances con cada secundaria, se agrega
un nuevo ámbito o una nueva aplicación en cada explicación sucesiva. Vemos que el
sentido de la palabra clave conquista progresivamente otros territorios conceptuales, otras
posibilidades de ejemplificación.
c.
d.
Probatorio: La idea principal necesita una secuencia de desarrollo de por lo menos dos
ideas secundarias pero complejas que se concatenan para confirmar, demostrar o rebatir
una tesis particularmente polémica. El párrafo probatorio se asemeja a los silogismos
aristotélico-tomistas: enuncia una premisa inicial con su sostén explicativo, luego enfrenta
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un antagonista, o un reforzador, para finalizar con una afirmación novedosa, lógicamente
soportada y deducida desde las anteriores. Obviamente las ideas polémicas o reforzantes
pueden ser más de dos.
Debemos añadir que estas normas son, como casi todo en escritura, indicadores al servicio de la
claridad. Cuando no estamos muy familiarizados con la redacción, es bueno acudir a tales indicaciones
para apropiarnos de sugerencias, de esquemas firmes, de patrones irreductibles de orden y
procedimiento. Pero no se quiere nada que constriña la expresión. Es muy probable que unos
excelentes párrafos ubiquen la idea principal, dos o tres ideas debajo de la inicial. También podemos
leer párrafos que reiteran la idea principal pero que no son ni pesados, ni superfluos, más bien poliexpresivos, y más llenos de color e imaginación que otros. A menudo encontramos párrafos generales,
–que suman ideas de gran densidad–, porque es satisfactorio en el desarrollo de un escrito parar en un
momento y recapitular; llamando de nuevo la atención sobre claridades alcanzadas hasta ese punto de
la exposición. Insistimos, el eje de juicio es la claridad, el buen grado de explicitación que muestre
nuestro escrito.
4. CONSEJOS PARA ESCOGER PALABRAS Y FRASES
Escribir se asemeja a una labor de joyería: se debe tener cuidado en la selección, corte, talla y
pulimentación de cada piedra preciosa. Pero en el texto tales materias primas de lujo y esplendor son
las palabras y las frases. Debemos recordar la ineludible responsabilidad que constituye poseer un
bagaje vocabular y sintáctico rico y multidisciplinar. No se puede ofrecer un mensaje sin que antes se
posea cultural e intelectivamente.
A. Escogencia de palabras:
a. Evite las repeticiones, las muletillas, los clichés y los comodines. Ensucian la prosa y la vacían
de significado.
b. Prefiere las palabras cortas a las largas, las sencillas a las complicadas, las populares a las cultas,
y las concretas a las abstractas. Un vocabulario llano y vivo ayuda a comprender el texto.
c. Sustituya los verbos ser y estar por palabras con más fuerza y significado.
d. ¡Atención a los adverbios terminados en –mente! ¡Que no invadan tu prosa!
e. Utiliza marcadores textuales para mostrar la organización de tus ideas.
f. Por nada del mundo utilices una palabra cuyo significado no domines plenamente, o vulgarismos
o expresiones insultantes.
B. Escogencia de frases:
a.
b.
c.
d.
e.
f.
g.
h.
Busca el orden más sencillo de las palabras: sujeto, verbo y complementos. Evita las
combinaciones rebuscadas. No construyas demasiadas oraciones que deriven hacia
subordinaciones sucesivas, el lector suele perderse el concepto fundamental.
¡Ten cuidado con las frases largas! Se recomienda que una frase compleja contenga entre 15
y 20 palabras. Las comunicaciones sucintas llevan 12 de promedio. Vigila las que tengan más
de veinticinco palabras. Comprueba que se lean fácilmente.
Elimina las palabras y los incisos irrelevantes. Quédate sólo con lo esencial. ¡Tacha!,
aconsejaba Juan Rulfo a sus admiradores y seguidores en el arte de narrar.
Sitúa los incisos en la posición más oportuna: que no separen las palabras que están
relacionadas.
Coloca la información relevante en el sitio más importante de la frase, al principio.
¡No tengas pereza de revisar las frases! Tienes que elaborar la prosa, si quieres que sea
enérgica y se entienda.
Asegúrate de que la frase no repite expresiones inmediatamente anteriores, se tiene la
tendencia a reproducir la sintaxis que acabamos de usar, o sus vocablos (muletillas).
Revisa las frases con la razón, no con el corazón. Muchas veces no se duda de la calidad de
una frase porque la sentimos vivamente, pero al presentarla al lector puede ser superficial,
ambigua o baladí. Sucede lo mismo con clichés referidos a la vida, la familia, la pareja, la
infancia, el amor y el afecto o la moralidad. Nos parecen elegantes pero resultan una vaciedad
descarnada por enésima vez repetida. Cada oración gramatical debe coincidir con una idea
secundaria.
5.
GUÍA DE PREGUNTAS PARA REVISAR
La revisión es la última fase del trabajo redaccional. Un texto siempre es mejorable y perfectible. No
obstante alertamos que esto que parece positivo puede ser causa de grandes trastornos. Tan negativo es
escribir sin plan ni control como perpetuarse estérilmente en infinitas correcciones. La revisión
razonable supone el trabajo previo de un plan de escritura, una estructura de redacción y una
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elaboración de párrafos que ya ha exigido dedicación en la escogencia de palabras y en la formulación
de frases. Proponemos unos interrogantes que pueden servir para afinar y darle forma final al texto.
A. Enfoque del escrito:
a. ¿El tipo de texto es adecuado a la situación? ¿Al lector a quien se dirige?
b. ¿Consigue el texto mi propósito?
c. ¿Quedan claras las circunstancias que motivan el texto?
B. Ideas de información:
a. ¿Hay la información suficiente? ¿Ni en exceso ni en defecto?
b. ¿Entiendo lo que se dice? ¿El lector lo entenderá? ¿Las ideas son bastante claras?
c. ¿Hay equilibrio entre teoría y práctica, tesis y argumentos, datos y comentarios, información y
opinión?
C. Estructura:
a. ¿Está bastante clara para ayudar a comprender al lector el mensaje?
b. ¿La información relevante ocupa posiciones importantes al principio del texto, de los apartados
y de los párrafos?
c. ¿Los subtítulos expresan el desarrollo temático de la tesis fundamental, permiten descubrir los
puntos principales que componen el escrito?
D. Párrafos:
a. ¿Cada párrafo trata de un subtema o aspecto distinto? ¿Son autónomos?
b. ¿Tienen la extensión adecuada? ¿No son demasiado extensos? ¿Hay algún párrafo-frase?
c. ¿La idea principal es fácilmente reconocible, sus ideas secundarias poseen fuerza y clara
explicitación?
d. ¿Existe alguna oración extremadamente larga que inunde el espacio del párrafo y que sea
necesario acortar o subdividir?
e. ¿Detectamos frases prescindibles, que no aportan sentido relevante al subtema tratado?
E. Frases:
a. ¿Hay muchas frases negativas, pasivas o demasiado largas?
b. ¿Son variadas: de extensión, orden, modalidad, estilo, tono?
c. ¿La información importante la contienen en el principio?
d. ¿Detecto un “tic” de redacción?
e. ¿Abuso de incisos o subordinadas muy largas?
F. Palabras:
a. ¿He descubierto slogans, clichés, muletillas, repeticiones frecuentes?
b. ¿Excedo en palabras abstractas y complejas?
c. ¿El empleo del léxico es preciso, acorde con el tema tratado?
d. ¿Utilizo los marcadores textuales de manera adecuada?
e. ¿El lector entenderá todos los vocablos empleados? ¿Se hace necesario abrir explicaciones
terminológicas?
G. Puntuación:
a. ¿Están bien situados todos los signos de puntuación?
b. ¿Permitimos las pausas, los descansos necesarios para que el lector verbalice y capte con rapidez
la esencia del párrafo?
c. ¿Presentamos paréntesis innecesarios?
d. ¿Hay por lo menos tres puntos seguidos en el párrafo?
e. ¿Las comas ofrecen las pausas y marcan los períodos en los que se explicita un vocablo o una
idea?
H. Recursos retóricos:
a. ¿El texto atrae el interés del lector?
b. ¿La prosa tiene un tono enérgico?
c. ¿Hay introducción, resumen o recapitulación? ¿Son pertinentes?
d. ¿El inicio y el cierre impactan al lector motivándolo a seguir con atención mi exposición?
e. ¿Puedo utilizar citas textuales, frases célebres, comparaciones, ejemplos, preguntas retóricas,
etc.?
I.
Presentación:
a. ¿Cada página es variada, distinta, atractiva?
b. ¿Utilizo cursivas, negrillas, mayúsculas, subrayados de manera racional?
c. ¿Son claros los esquemas, gráficos, las columnas?
d. ¿Las márgenes, títulos, subtítulos y párrafos están bien marcados?
e. ¿El texto da lo que el título promete?
f. ¿Se aprecia con agrado el conjunto del texto? ¿Se erradica toda sensación de descuido,
superficialidad o confusión? ¿Visualmente imprime un carácter acorde con lo tratado?
Llegamos al final de este breve instructivo. Sólo resta acometer la empresa de ilusionarnos con nuestros
textos, y regalarnos la posibilidad de definirnos como creadores de mensajes y conocimiento. Fuera de
nosotros, hay un público lector que merece las sorpresas de nuestro saber, de nuestro ingenio. La labor
de la escritura, como todo quehacer valioso, reclama la práctica constante, las correcciones, las críticas,
pero sobre todo, el plantearnos unas metas que nos apasionen. A todos los temerarios escritores que
quieran emprender esta aventura, buen tiempo y buena mar.

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