FONEMA Cuando los órganos del oído captan los sonidos del habla
Transcripción
FONEMA Cuando los órganos del oído captan los sonidos del habla
FONEMA Cuando los órganos del oído captan los sonidos del habla, estos devienen hechos de la conciencia, y en la conciencia lingüística de los hablantes de cualquier lengua existen modelos de los sonidos y de sus combinaciones. Los hablantes del español, por ejemplo, no notan las diferencias en la pronunciación del sonido (n) en palabras tales como cinto [n] y cinco [ŋ]; para ellos es el mismo fonema. Y esto se debe a que no percibimos muchas de las peculiaridades de los sonidos del habla, sino sólo aquellas que corresponden al modelo de fonema [n], que cumplen una función perceptiva. Por otra parte, y como ya dijimos, los fonemas se distinguen entre sí no sólo por sus particularidades acústicas y articulatorias, sino también por su capacidad de diferenciar morfemas y palabras, o sea, por su función significativa, diferenciadora de sentido. Por ejemplo, todos los hispanohablantes notamos la diferencia entre las palabras pero y perro (que se diferencian por las consonantes intermedias) y entre las palabras acosa y acusa (que se diferencian por sus vocales intermedias). No obstante esta última función, los fonemas diferencian solamente la envoltura fónica de las palabras y es únicamente en este sentido que participan en la expresión de los significados. Mas pretender que las palabras se diferencian sólo porque se componen de diferentes sonidos, sería caer en una posición estructuralista ortodoxa que el tiempo se ha encargado de rechazar. Las palabras se diferencian fundamentalmente porque expresan diferentes conceptos. Por ejemplo, las palabras tropequear, paculancia, atroqueoso, etc. no son palabras de la lengua castellana, aunque estén formadas con fonemas castellanos. Pero la prueba más evidente de lo anterior surge cuando nos adentramos en la Lexicología (en los fenómenos de la homonimia, la sinonimia y la polisemia) y vemos la falta de coincidencia entre la envoltura fónica de la palabra y el concepto que esta expresa. En relación con la función significativa de los fonemas, resulta importante el concepto de rasgos diferenciales o distintivos. Los rasgos distintivos de los fonemas son aquellos rasgos físicos cuya variación es relevante para la lengua, o sea, se usan por los hablantes para diferenciar los morfemas, las palabras y sus formas y combinaciones. Los otros rasgos físicos, que resultan irrelevantes para la lengua, pueden ser llamados integrales, neutrales o irrelevantes. Y aunque los fonemas constan de unos y otros rasgos, los distintivos deben ser considerados los fundamentales. ¿Por qué? Porque un mismo fonema puede variar su fonación, pero sin transgredir los límites que le imponen sus rasgos distintivos. Por ejemplo, la palabra destino puede pronunciarse con aspiración de la [s], como en la zona del Caribe o en el Cono Sur, o bien sin aspiración, como en México. Sin embargo, ningún hispanohablante pensará que en un caso se habla de este concepto, y en el otro de uno totalmente distinto. En este ejemplo la aspiración/no aspiración de la [s] es un rasgo físico irrelevante. Pero si un rasgo distintivo es eliminado y sustituido por otro (destino ≠ destina), no solamente aparece otro fonema, sino que la proyección conceptual de la palabra cambia. Los rasgos distintivos de los fonemas no son una abstracción, sino una realidad que debe ser descrita. Por ello, los lingüistas han tratado siempre de establecer el conjunto de rasgos distintivos válidos, si no para todas, para la mayoría de las lenguas del mundo. De estos estudios se ha derivado una lista de rasgos tales como: vocal, consonante; sonora, sorda; blanda, dura; nasal, bucal; oclusiva, fricativa; delantera, no delantera, etc. Estos parecen ser los rasgos distintivos más generales para los fonemas, y los conjuntos de rasgos que aparecen en otras lenguas parten de estos fundamentales. En relación con la distinción que hicimos más arriba entre rasgos neutrales y rasgos distintivos, se hace necesario subrayar que los rasgos físicos que en unas lenguas son neutrales, en otras resultan distintivos. Por ejemplo, en español el rasgo “largura/brevedad” de las vocales no es distintivo, mientras que en inglés sí lo es: bit [bit] – pedazo; beat [bi:t] – golpe. En español el rasgo “nasal/no nasal” no es relevante para la diferenciación de palabras, mientras que en francés sí lo es. Lo mismo ocurre con el rasgo “dura/blanda”, que distingue a las consonantes rusas, mientras que es irrelevante para el español. Podemos citar muchas de estas diferencias en las distintas lenguas que hoy se hablan en el mundo, diferencias que caracterizan cada lengua concreta y que hacen complejo el dominio de una lengua extranjera, por lo menos en el aspecto fónico. En la cadena hablada los fonemas varían sus rasgos distintivos, o sea, se pronuncian como variantes concretas denominadas sonidos o fonos, por lo que resulta evidente que hay más sonidos que fonemas. Estas variantes también son denominadas, en la lingüística norteamericana, alófonos. Esta variación puede tener un carácter lingüístico o no lingüístico. Como ejemplo del primer caso podemos citar el hecho de que todo hispanohablante pronunciará la [n] de manera diferente en sintonía (n) y sincronía (ŋ) debido a determinadas leyes lingüísticas ([n] antes de consonante delantera o velar). El segundo caso depende de motivos casuales, no obligatorios: el fonema [i] no se realizará de la misma forma en la palabra ¡Mira! si esta es pronunciada por un niño que ve un fenómeno por primera vez, y por un adulto que ya lo ha visto. El niño utilizará un tono más alto, mientras que el adulto, uno más bajo. El sistema fonemático. Los fonemas tienen como característica fundamental el hecho de pertenecer a una estructura fónica, a un sistema fonológico concreto. Dicho sistema consta de un determinado número de fonemas interrelacionados, así como de regularidades de combinación de los mismos en morfemas y en la cadena discursiva. Los sistemas fonológicos de las lenguas son diferentes por varias causas. En primer lugar, por la diferencia en la cantidad de fonemas, así como por la correlación entre vocales y consonantes en cada una de ellas. En lo que se refiere al número total de fonemas, el alemán consta de 36; el inglés, de 40; el francés, de 35, y el español, de 24. El sistema vocálico del español consta de 5 fonemas; el del ruso, de 6; el del francés, de 16, y el del alemán, de 15. Las propiedades acústicas y articulatorias de los fonemas en las distintas lenguas también son diferentes. Por ejemplo, no son consustanciales a la lengua española las vocales nasales francesas, las africadas sonoras italianas, las consonantes interdentales del inglés o la oclusión laríngea del árabe. En segundo lugar, por la organización de los grupos de fonemas, o, como lo denominó N. Trubetzkoi, por el sistema de oposiciones fonológicas. En este sentido, los grupos de fonemas suelen ser correlativos y no-correlativos. Los grupos correlativos son llamados también oposiciones privativas, o sea, se diferencian por un solo rasgo fonológico (v.g. [b] y [p] se diferencian por el único rasgo de “sonoridad/sordez”). Los grupos no-correlativos, por su parte, se diferencian por dos o más rasgos fonológicos. Así, el fonema [p] se diferencia del fonema [v] por varios rasgos: es bilabial ([v] es labio-dental), es oclusiva ([v] es fricativa), y es sorda ([v] es sonora). Las correlaciones se dividen en binarias (cerradas) y no-binarias (abiertas). Forman un binomio cerrado [p] – [b], [v] – [f], [p] – [f]. Las correlaciones abiertas, por su parte, forman un serie triádica; estas correlaciones triádicas suelen ser graduales y encadenadas. Las series (oposiciones) graduales constituyen un grupo cuyos miembros se distinguen por el grado en que se manifiesta el rasgo fonológico y son sumamente raras. La serie encadenada constituye un grupo fonético cuyos miembros se distinguen entre sí por un solo rasgo (¿recuerdas la correlación binaria?), pero posee más de dos miembros. Así, la cadena [b] – [d] – [g] consta de consonantes oclusivas y sonoras que se diferencian por el órgano principal que participa en su formación: los labios, el paladar duro y el paladar blando, respectivamente. Asimismo, se distinguen por su punto de articulación: labial, dental, velar. Pero lo importante aquí es subrayar que estas diferencias no hacen más que complementarse. El sistema fonemático de cada lengua concreta está determinado por la composición de los pares y series (tríadas) fonemáticos. Los pares de fonemas de mayor grado de universalidad son los basados en el modo de articulación (oclusivas y fricativas) y en la oposición “ruido/voz” (sonoras y sordas). Otros rasgos, como la nasalidad de las vocales, no son universales y resultan característicos, por ejemplo, del francés. En tercer lugar, por el funcionamiento de los fonemas en la cadena discursiva, o sea, por las características acústicas y articulatorias de los fonemas propias de la base articulatoria de la lengua de que se trate, y las propiedades fonéticas inherentes a su pronunciación. Pondremos como ejemplo un caso que a muchos nos llama la atención. Cuando escuchamos hablar en español a un chino, un japonés o un coreano, notamos que parecen no hacer diferencia entre [l] y [r], por lo que en ocasiones nos produce extrañeza y un poco de risa escuchar “palabras” como *milando (en lugar de mirando), *deregado (en lugar de delegado), etc. Esto se debe a que en estas lenguas no hay contraposición fonológica entre las sonoras [l] y [r]. La [r] es una variante de la [l] en posición intervocálica, y viceversa. Referencia MENDOZA, F., Guía estratégica de la asignatura “Introducción a la Lingüística I”, Primera reimpresión, México, Ediciones Acatlán, 2006, 91-95 pp., ISBN: 970-32-29808.