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LUCKNER, Conde Felix von (1921). Seeteufel (El último corsario). Felix von Luckner, fue un marino alemán durante la Gran Guerra. Formado en la marina desde muchacho como grumete, pese a ser de familia noble, se le encomendó romper el bloqueo británico en 1914. Disfrazando su barco, el Seeadler, como si fuera un mercante noruego, consiguió burlar la vigilancia británica y alcanzar el Atlántico, donde se dedicó a hundir barcos mercantes enemigos, haciéndose con sus provisiones y cargamento, y poniendo previamente a salvo a sus tripulaciones y pasaje. Después de cruzar el estrecho de Magallanes, cuando se disponía a seguir hundiendo barcos en el Pacífico, un maremoto destruyó inesperadamente el Seeadler cuando estaba atracado en el atolón de Mopelia en las islas de la Sociedad. Para entonces había hundido trece buques con unas 40.000 toneladas de registro sin haber ocasionado ni una sola baja al enemigo. A menudo, para pasar el tiempo, me subía a la cofa de mesana y charlaba con el oficial que estaba de vigía. El carpintero nos había confeccionado asientos bastante cómodos y examinábamos el mar con nuestros excelentes gemelos. Un día en que la visibilidad no era muy buena, habiéndose aclarado hacia el Oeste el horizonte, Pries creyó ver un buque. Aún cuando yo no veía nada, di orden de poner la proa hacia allí. Al cabo de un cuarto de hora, vimos una gran barca que nos mostraba la popa. La alcanzamos rápidamente. Todos nuestros prisioneros que estaban sobre cubierta la contemplaban con aquella atención que se otorga en el mar a cada fragmento de vida que se encuentra. Se ve el capitán de la barca y su mujer a su lado. Nos grita con su bocina: —¿Tienen ustedes noticias de la guerra? — Sí — contestamos. — Desearía tomar café con ustedes. — Con mucho gusto; también le daremos whiski. Advirtiendo la mezcla de razas y de colores de nuestros prisioneros, nos preguntó si reclutábamos en las islas del Atlántico voluntarios para el frente. Todo parecía alegre a bordo de nuestra nave, la orquesta tocaba el Tipperary. Nos preguntó todavía: — Dénme, de todos modos, noticias de la guerra. — Vamos a señalárselas. E izamos la señal «I. D.». (Poneos al pairo o disparo). El capitán y su mujer miran con los gemelos y luego empiezan a hojear el Código. Con un estremecimiento él cogió de nuevo los gemelos y viendo el pabellón alemán y los cañones prestos a tirar, dejó caer los gemelos: « ¡By Jesus-Christ! ¡Such a catch!) Su mujer había huido al camarote. El timonel dejó el gobernalle; todos los rostros curiosos que nos miraban desaparecieron de cubierta, como si se les hubiera dado un plumerazo. El capitán tuvo que poner su buque al pairo por sí solo y esperó los acontecimientos. Nuestros prisioneros estaban encantados de recibir nuevos huéspedes. Sobre todo la mujercita de la goleta canadiense se alegraba de no ser ya la única persona de su sexo a bordo, además de nuestra Juanita. Se puso una blusa limpia y pidió permiso para tomar un ramillete de flores artificiales del comedor. ¡Qué sorpresa para la mujer del nuevo capitán encontrar, para saludarla al subir a cubierta, una dama con un ramillete de flores en la mano, en medio de una alegre compañía! El British Yeoman provenía de América, con un maravilloso cargamento de víveres y muchos animales vivos: cerdos, gallinas, un conejo y una paloma. La llamábamos la paloma de la paz. Era muy mansa y estuvo con nosotros hasta que se acabó el viaje. Fuente: http://www.historiacontemporanea.com/pages/bloque3/la-i-guerra-mundial-y-sus-consecuencias/fuentes_literarias/seeteufel-el-ultimo-corsario Última versión: 2016-12-23 07:59 - 1 dee 1 -