DOLOMITAS: Seis días, un verano
Transcripción
DOLOMITAS: Seis días, un verano
Dolomitas 2004 DOLOMITAS: Seis días, un verano... el del 2005 Cinco días, un verano es el nombre de una preciosa película de temática montañera protagonizada por Sean Connery y ambientada en su totalidad en los Alpes suizos. Pese a que la he visto infinidad de veces, me sigue gustando tanto o más que la primera vez que la vi, pues me trae a la memoria veranos llenos de montañas... montañas tan hermosas como las Dolomitas. Antonio Gala, escritor cordobés de sobras conocido, dice que el sexo sin amor es como un baile sin música, hay gente con tanto ritmo que es capaz de bailar en el más absoluto silencio, pero para algunos lo uno no es posible si no va unido a lo otro (en el tema musical imagino que a la mayoría le ocurrirá esto, en el otro... vete tú a saber). Pues bien, yo digo que se puede ir a la montaña sólo, pero como todo en esta vida, el verdadero sentido se encuentra cuando se comparte con un grupo de amigos. Vosotros, todos los que habéis pasado este verano por las Dolomitas, sois la banda sonora del viaje... y por supuesto, si no os quisiera, tampoco hubiese escrito el relato que estáis a punto de leer. A todos y cada uno de vosotros está dedicado el mismo. Abro el diccionario de la Real Academia Española, busco la palabra dolomita... y me remite a otra similar, dolomía. Encuentro dolomía y leo lo siguiente “(Del fr. Dolomie, de Dolomieu, naturalista francés) f. Roca semejante a la caliza y formada por el carbonato doble de cal y magnesia; es más común que la verdadera caliza”... ¡Increíble!, Eso es todo. De una cosa estoy seguro, la persona o personas que hayan elaborado estas entradas, ni eran químicos, ni eran geólogos, ni habían pisado jamás estas hermosas montañas -tal vez va a ser cuestión de coger por banda al señor García de la Concha, actual Director de la RAE, llevarle al Pelmo o a las Tres Cimas de Lavaredo, leerle lo que su diccionario dice al respecto y luego pedirle opinión. Sevilla, 11:00 AM; Madrid, 17:30; Zaragoza, 21:30; Barcelona, 3:30. Inicio de un largo, larguísimo viaje. Aunque sin lugar a dudas son los sevillanos los más “sufridos” miembros del grupo, a todo el mundo le espera un buen número de horas de autobús para llegar a un destino que, si no desconocido por completo, se podría considerar incierto. Imagino que más de uno ni siquiera había oído hablar de las 1 Dolomitas 2004 Dolomitas cuando se apuntó al viaje (y aún menos de los Montes Pallidi, que es como en realidad se llaman estas montañas desde el tiempo de los romanos, “los montes pálidos”). GIRO DEL PELMO Se dice, y creo que con razón, que quien no ha visto el Pelmo no ha visto las Dolomitas. Sevilla tiene la Giralda, Granada su Alhambra, Barcelona una Sagrada Familia... pero en el valle de Zoldo, el Pelmo es el que manda. Un escritor inglés que visitó esta zona a comienzos del siglo XX, S. H. Hamer, en su libro “The Dolomites”, publicado en Londres en 1910 y que fue un referente en su época para los viajeros británicos, realizó la siguiente apreciación del Pelmo: “El Pelmo es el Rey de las montañas, es majestuoso en todos sus aspectos. Domina todas las cimas que lo rodean, como un monarca que no admite rivales (inciso, esto lo digo yo... por si hay algún despitao, está hablando del Pelmo, no de George Bush). A medida que levantamos los ojos hacia la cima más alta, podemos abarcarlo poco a poco con la mirada. El Pelmo es una montaña en todo el sentido de la palabra, es el modelo de coloso dolomítico”. Bueno, de lo que se deduce de esta cita, al parecer al tal Hamer realmente le impactó lo que vio. Afortunadamente, no solo podemos decir con fundamento que hemos visto este fantástico torreón, 2 Dolomitas 2004 sino que casi hemos vivido en él. En todo momento, su silueta en forma de gigantesco trono -de ahí que también haya sido denominado “il seggiolone del Padreterno”, o lo que es lo mismo, “el trono del Señor”- nos servía de referencia para saber dónde quedaba Palafavera cuando nos desplazábamos en el autobús para conocer otras montañas y otros valles de la zona. De entre las más altas cimas dolomíticas, la primera en ser conquistada por el hombre fue la del Pelmo. Este coloso de 3168 m fue ascendido el 19 de septiembre de 1857 por el reputado científico y alpinista inglés Sir John Ball, primer presidente del British Alpine Club (el club alpino más antiguo del mundo, fundado en Londres en 1958). Conozcamos un poco más de esta primera escalada y de su principal protagonista. Los pocos turistas que llegaron al Tirol antes de 1860 eran exclusivamente ingleses que, después de haber realizado algunas excursiones por los glaciares de Suiza, querían ver algo distinto; o bien se trataba simplemente de geólogos y naturalistas. John Ball ya era un buen conocedor de los Alpes y contaba en su haber con importantes ascensiones a montañas helvéticas y tirolesas, pero cuando vio por primera vez el Pelmo en 1857, su impacto fue tan grande que llegó a afirmar que no admitía comparación con ninguna otra montaña alpina. Se dice que quien no espera lo inesperado, nunca lo encontrará. Sir Ball tuvo que ser uno de esos hombres que más que esperar lo inesperado, lo que hacía era salir en su búsqueda. Y eso fue lo que hizo... hasta que finalmente lo encontró. Hasta entonces, los alpinistas habían escalado casi exclusivamente los glaciares y les faltaba experiencia en roca. Era preciso encontrar una nueva técnica de escalada y ejercitarse en ella para superar los torreones, las chimeneas y las grietas que surcaban las verticales paredes dolomíticas. El 19 de septiembre de 1857, John Ball acompañado por un cazador de sarrios de la zona que decía haber encontrado un sendero hasta la cima, parte a las 3 de la mañana del pueblo de Borca di Cadore. Tras de un par de horas de marcha, llegaron al lugar donde hoy se asienta el refugio Venezia, remontaron las pedreras que se 3 Dolomitas 2004 encuentran a los pies del Pelmo, y subiendo por fáciles escalones alcanzaron el comienzo de una repisa que atraviesa de derecha a izquierda la pared este del Pelmo (este tramo, llamado Cengia Ball –en italiano cengia hace referencia a una zona muy estrecha- es parecido a las fajas que recorren las paredes laterales del valle de Ordesa o del cañón de Añisclo... pero mucho más estrecho). Recorrieron la cengia en toda su longitud, llegando a superar tres pasos críticos: en dos partes la repisa estaba cortada, y además, había un lugar por donde, a primera vista, no se podía pasar, debido a un techo muy bajo. Como si esto no fuera suficiente, al parecer, en ese preciso instante se desprendió un bloque de roca que fue a caer al precipicio. Fue entonces cuando el cazador quiso volverse atrás, alegando que era imposible continuar. Pero Ball, que era mucho Ball (no olvidemos que en inglés ball significa pelota... y éste tenía que tener dos, y bien puestas), no se dejó impresionar. Se arrastró bajo la amenazante cornisa colgada en el vacío como si fuera un gato (de ahí el nombre “il paso del gatto”) y logró pasar. Este derroche de valentía alentó al cazador, que no quería quedar de cobarde, y aunque no se apellidaba Ball... también los tuvo que tener bien puestos para seguir al inglés y vencer ese miedo interior que a todos nos atenaza en infinidad de ocasiones y que tanto cuesta superar. Superado este paso, los dos protagonistas alcanzaron el gran valle suspendido que se encuentra en la mitad superior de la montaña. Subieron fatigosamente hasta que alcanzaron el borde de un pequeño glaciar (hoy inexistente, en verano es tan solo una pedregal), lo cruzaron, atravesaron más pedreras y, por último, llegaron a un sitio desde donde se podía abarcar con la mirada todo el valle de Zoldo. Imagino que el guía local daría un gran suspiro al llegar a este punto pensando que la escalada había concluido, pero Ball le hizo notar que había una arista dentada que parecía llegar a la verdadera cima, y que ésta aún se encontraba unos metros por encima del lugar donde ellos estaban. ¿Qué cosas rondarían por la cabeza del guía valzoldano en estos momentos? No me extrañaría nada que pensase lo siguiente: “Este Ball ya me está tocando las idem -es decir, las pelotas”. El guía no estaba dispuesto a seguir, aseguraba que se trataba tan solo de una arista muerta que no conducía a ninguna parte y que la auténtica cima era el punto en el que se encontraban en ese momento. John Ball, que aparte de tenerlos bien puestos debió de ser un cabezota de padre y señor mío (como también lo soy yo), 4 Dolomitas 2004 abandonó allí al cazador y se propuso encontrar una vía que le condujese a la cumbre; finalmente, después de algunas dificultades consiguió, por fin, poner sus pies en el punto más alto de la montaña. Antes comentábamos que Sir Ball no sólo era un consumado alpinista, sino que también era un apasionado científico, pues bien, su coraje y determinación en buscar el camino a la cima tuvo como recompensa el descubrimiento de varias especies de flores endémicas de la zona y que eran desconocidas hasta ese momento. ¿Acaso pudo resultar más fructífero aquel 19 de septiembre de 1857? Ya han pasado casi 150 años desde entonces, nosotros no íbamos a hacer cumbre y tampoco entraba en nuestros planes el descubrir ningún endemismo nuevo. Nuestro objetivo era únicamente DISFRUTAR del Pelmo, y a buen seguro que lo conseguimos, ¿o no? (¡ah!... y que quede bien claro, que nosotros también los tenemos bien puestos, ¿eh?) Comienza nuestro giro Desde Palafavera al Passo Staulanza, punto de partida de nuestro itinerario, apenas se tarda quince minutos. El Passo Staulanza se encuentra a las faldas de la pared noroeste del Pelmetto y a una altitud de 1766 m. A la derecha de la carretera sale un sendero marcado con señales rojas y blancas (aparece en los mapas y en los carteles indicadores con el número 472), éste es nuestro camino. A escasos cinco minutos el sendero se divide en dos, el ramal de la izquierda se dirige hacia el refugio Città di Fiume, nosotros tomamos el de la derecha que es el que va al refugio Venezia (desde este punto indica 2h 30 min). En su primera parte, el recorrido discurre por un hermoso bosque de píceas y alerces que, aunque no nos permite ver el monte que tenemos encima, es un balcón fabuloso para ver la montaña que tenemos justo enfrente, que no es otra que la Civetta, y otras algo más lejanas pero también fácilmente reconocibles. Una paradita en mitad del camino, la gente en fila india, comienzo a explicar algunas cosillas. 5 Dolomitas 2004 Miguel Ángel (que soy yo): Mirad, nosotros estamos ahí abajo. Aquel monte de allí enfrente es la Civetta. No sé si veis en la parte derecha un collado, ese es el Coldai, justo debajo está el refugio Coldai donde iremos mañana o pasado. Para ir al lago, ese que pone en vuestro programa que es el “lago esmeralda”, tan solo hay que cruzar el collado. Cliente1: ¡Y hasta allí tenemos que llegar! ¡Hasta tan alto! Cliente2: ¿Allí cuándo vamos? Cliente3: ¿Y es muy duro? ¡Todos hablando al mismo tiempo! Cliente4: ¿Qué ha dicho? Yo he llegado tarde Miguel Ángel: Tranquilo, luego lo repito para los que no lo oigan. Decía que aquel monte de allí enfrente era la Civetta, y que no sé si veíais a la derecha un collado... (y así hasta casi el final... porque cuando estaba terminando, entonces llega el cliente 5) Cliente 5: ¿Puedes repetir? Es que yo he llegado tarde porque estaba haciendo una foto y no me enterado de lo que decías. Bueno, espero que después de todo, quien más y quien menos se enterase de lo importante... que posiblemente no lo fuera tanto (pasar cinco minutos en silencio contemplando la Civetta es mucho mejor que estar ese mismo tiempo aguantando lo que yo pudiera estar diciendo de ella). El camino va ganando altura poco a poco y casi sin darnos cuenta subimos unos ciento cincuenta metros y nos situamos en el nivel de los 1900 m. El paisaje cambia por completo. Nos encontramos justo en el límite superior del bosque, encima nuestro tenemos la enorme muralla del Pelmetto (que recuerda bastante por su colorido y su estructura a las paredes de Ordesa, en concreto a mí se me asemeja mucho a la Fraucata), abajo queda Pècol y su pequeña estación de esquí, y a la izquierda de la Civetta aparecen otros dos importantes grupos montañosos, en primer lugar aparece el grupo del San Sebastiano (2488 m) y algo más abajo, la imponente cresta en forma de sierra del Spiz de Mezzodi (2324 m). 6 Dolomitas 2004 El sendero continúa, siempre más o menos a la misma altura y adaptándose a las irregularidades del terreno, hasta llegar a un punto desde el que se aprecia claramente la brecha que separa el Pelmetto (2990 m) del Pelmo (3168 m). Este enorme tajo se denomina “la Fessura” (2726 m) y a sus pies se abre una inmensa pedrera que llega prácticamente hasta el mismo camino. Si nos situamos de espaldas a esta brecha, vemos en el horizonte una sucesión de torres a cual más hermosa y espectacular, son las que componen el grupo del Bosconero. De todas ellas, la más llamativa se denomina Sasso di Bosconero (2468 m). El camino sigue hacia el este, cada vez más cercano a la base del Pelmo, lo que nos permite apreciar la verticalidad de sus paredes y agujas. Una última subidita por una pendiente herbosa (tal vez a alguno el término subidita le suene a cachondeo, pero... la montaña es así) nos conduce a un pequeño collado desde el que ya vemos el refugio Venezia (también llamado Alba de Luca). Aunque tentador por su cercanía, antes de ir al refugio es aconsejable alejarse unos metros y dirigirse a una pequeña estación meteorológica que está en la falda del monte da Pena (2196 m), pues desde ella se contempla panorámica una del preciosa Pelmo distinguiéndose claramente el itinerario seguido por Sir John Ball en su histórica ascensión y que hoy día constituye la vía normal para subir esta montaña. Desde la terraza del refugio Venezia (1946 m) la vista es impresionante, destacando hacia el este la pirámide del Antelao (3264 m) y a su izquierda, la gran pared rocosa del Sorapis. 7 Dolomitas 2004 ¿A qué sabe un bocata en un lugar como este? A gloria... y si el refugio no está muy atestado de gente y consigues que te pongan un café o una birra... te quedas como nuevo. El giro del Pelmo continúa subiendo por una pedrera bastante incómoda (un tramo está asegurado con un cable) hasta la Forcella Val d´Arcia (2476 m). Subir un desnivel de más de 500 metros por un terreno tan áspero no parece la opción más apropiada para un grupo numeroso, así pues, nosotros abandonamos en este punto la vuelta al Pelmo y hacemos una variante, que no por ello es menos interesante. Retrocedemos sobre nuestros pasos (una hora aproximadamente), y una vez alcanzado el punto desde el que se veía la fessura tomamos un sendero que sale a la izquierda y que desciende a Coí (señalizado en el mapa con el número 473). La bajada es fuerte... ¡pero tan bonita! De nuevo en el bosque, un camino flanqueado por flores, mariposas revoloteando... ¡qué más se puede pedir! Llegamos a una curva pronunciada donde hay una fuente (parada obligada para reponer líquido y descansar las rodillas), Coí se ve abajo, pero nosotros nos desviamos del sendero 473, cogemos la pista que sale a la derecha, y tras andar por ella unos trescientos metros, volvemos a tomar otro sendero que sale a la izquierda y que conduce a Maresón (numerado como 498). Maresón marca el final de etapa... y qué mejor final que tomarse un cervezón, o una Radler (esa cerveza con limonada tan apetecible en verano) en el bar de Carmelo. Carmelo ya sabéis, es ese argentino calvo, gordito, con cara de bonachón (lo es), fanático del Boca Juniors y luchador incansable contra el tabaquismo (al menos en su bar). 8 Dolomitas 2004 Para terminar, muchos me han preguntado por el significado de “Pelmo”. Deciros que lo he preguntado infinidad de veces a la gente de la zona y nunca me han sabido dar respuesta... pero si os sirve de algo, Pelmo en dialecto zoldano se dice Pelf. LAGO COLDAI Este día es más tranquilo que el primero, no hay desplazamiento en bus (todo un alivio para el cuerpo cuando éste lleva acumulados más de 2000 km de carreteras españolas, francesas e italianas) y además el recorrido es relativamente corto. Si el primer día anduvimos a los pies del Pelmo, esta segunda jornada le toca el turno a la Civetta (3220 m). S. H. Hamer escribió en su libro “The Dolomites”: “Si el Pelmo es un rey, la Civetta es sin duda una reina. Un nombre masculino no sería adecuado para esta montaña, observadla por la mañana y os convenceréis: como una dama muy distinguida se viste al alba, quitándose el velo de las nieblas nocturnas. Por la tarde inciden sobre ella los rayos de oro del sol de poniente.” Desde Palafavera (1550 m), cogemos un telesilla (sillovia en italiano) que nos ahorra una subida de algo más de 300 metros y nos deja a 1887 m en una pequeña pradera con una panorámica amplísima. Exceptuando los esquiadores, que estarán habituados a este tipo de remontes mecánicos, imagino que para muchos esta experiencia de subir con los pies colgados y con la aparentemente escasa protección que proporciona una simple barra de acero (siempre y cuando alguno de los que vayan montados se haya tomado la molestia de bajarla) tiene su gracia. Más de uno y más de una habrán dudado en el momento de dejarse arrastrar por la silla para iniciar el ascenso, pero aún mayores serían las dudas a la hora de bajarse ya que cada uno debía salir hacia su lado y esta maniobra requería decisión (supuestamente un hombrecillo que trabaja en el telesilla te ayuda, pero seguir sus instrucciones en un dialecto zoldano tan cerrado que resulta incomprensible para los mismísimos habitantes del valle es cosa altamente difícil... ¿no?). 9 Dolomitas 2004 Las vistas desde esta pradera son fantásticas, se divisa la Civetta, la Cima Coldai, la Marmolada (en concreto su cara sur, una pared rocosa de 900 metros de altura, el glaciar se encuentra en la vertiente norte de esta montaña y no se ve desde este punto), el macizo del Cernera, la Croda da Lago, el Sorapis, las torres de Bosconero, los Spiz de Mezzodi... y como no, la impresionante mole del Pelmo. Tomamos un cómodo sendero y en poco más de diez minutos llegamos a una granja con una rústica fuente. Este sitio se llama Malga Pioda (1892 m), sirve de refugio y cuenta con una parte abierta impecablemente limpia a pesar de su fácil acceso y de ser un lugar muy transitado durante los meses de verano. El camino hacia el Coldai es muy evidente, hay una traza principal y luego innumerables atajos, pero todos ellos conducen al mismo sitio, el refugio, que aunque no llega a verse se intuye... y esto anima mucho. La subida en sí es corta, una hora aproximadamente, pero la pendiente en algunos puntos se las trae. El refugio A. Sonino al Coldai (2132 m), típica edificación recubierta de madera de alerce oscurecida por el paso de los años, ofrece las comodidades características de la mayoría de los refugios dolomíticos. Este establecimiento está gestionado por un agradable señor de pelo cano y ojos claros que es muy querido en todo el valle de Zoldo. Su hija era una de las mejores escaladores italianas y gozaba de un merecido prestigio cuando falleció junto a su novio al ser alcanzados por un alud durante la escalada a la Torre Egger en la Patagonia argentina. 10 Dolomitas 2004 Una parada en el refugio Coldai para tomar un café o simplemente para disfrutar del sol y de las vistas que ofrece su terraza y continuamos el recorrido. El lago Coldai se halla a escasos diez minutos, tan solo es preciso cruzar al otro lado del collado (forcella) Coldai, y nos lo encontramos a una altura de 2143 metros a los pies de la Civetta. Es un lugar fantástico, lástima que al encontrarse habitualmente lleno de gente pierda mucho de su encanto. Las veces que he estado aquí a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde, en soledad, con una luz dulce que nada tiene que ver con la hiriente claridad del mediodía... el Coldai recupera toda la magia perdida. Vamos contorneando el lago y nos acercamos a un promontorio a cuyos pies se abre un tremendo vacío. Abajo, muy abajo, aparece el pueblo de Alleghe y su lago homónimo. Levantamos la vista y volvemos a contemplar la Marmolada, el grupo Sella (coronado por la cima cónica del Piz Boé), el grupo del Sassolungo, etc. Pero si algo caracteriza al paisaje dolomítico, es la combinación de estas montañas esbeltas con el verde de los valles y el blanco de los pueblos. Todo ello se puede apreciar desde este privilegiado mirador. Mientras unos descansan a orillas del lago Coldai, nosotros continuamos y siguiendo la Alta Vía Dolomítica número 1 nos dirigimos hacia el refugio Tissi. La Alta Vía 1 data de 1966, es sin duda la más bella de las existentes y une el lago de Braies con Belluno en un recorrido de unos 150 km de longitud. El sendero discurre a los pies de la cara noroeste de la Civetta, una impresionante muralla de más de 1200 metros de altura y casi kilómetro y medio de longitud, por donde discurren vías de escalada de enorme dificultad que han contribuido a ensalzar el carácter mítico de esta montaña (la llaman, la reina del sexto grado, o lo que es lo mismo, de la escalada extrema). 11 Dolomitas 2004 ¿Pero por qué se llama así esta montaña? ¿De dónde procede el nombre Civetta? Os hago una pequeña reseña histórica. El monte aparece citado por primera vez en un documento de 1665 con el nombre Zuita, y así sale también en el primer mapa topográfico oficial del Tirol (año 1774), sin embargo, en un mapa de 1883 ya aparece con otro nombre, en concreto Monte Civita. Hay quien piensa que Civetta deriva de Zuita, Zuita de Zuel y Zuel de Zoldo. Otros consideran que Civetta viene de Civita, y que éste Civita hace referencia a la palabra latina civitas que vendría a significar algo así como ciudad o fortaleza en referencia a las dimensiones de la colosal pared noroeste. Por supuesto, no falta quien atribuye el nombre Civetta, que en italiano como bien sabéis significa “lechuza”, a la forma de la montaña (personalmente, yo no le encuentro el parecido por ninguna parte). Pero sin duda, la explicación más bonita la dio el fantástico montañero italiano Emilio Comici. Este escalador opinaba que la montaña se apoderaba de la voluntad de los alpinistas, ejerciendo una especie de poder hipnótico sobre ellos (como los ojos grandes y redondos de la lechuza) que los llamaba a la acción, a la escalada. Para terminar esta historia decir que la primera ascensión de la Civetta de la que se tiene constancia tuvo lugar en 1867 por un tal Simeone de Silvestre, apodado 12 Dolomitas 2004 “Piovanel” de Zoldo acompañado de otros tres montañeros -el itinerario seguido fue el más evidente y fácil, discurre por la vertiente que se encuentra en la vertical de Pècol y en la actualidad constituye la vía normal de ascensión, también llamada vía Piovanel. La pared noroeste de la Civetta fue escalada por vez primera por una cordada alemana liderada por Emil Solleder en 1925, en su tiempo fue considerada la vía de escalada más difícil de las Dolomitas, y aún hoy, transcurridos más de 75 años sigue conservando su prestigio y es un itinerario de envergadura al alcance de muy pocos. Regresamos al lago, comemos tumbados en la hierba un menú a base de panino con speck, formaggio o salame, algo de fruta, un poco de chocolate y luego, unos bajan al refugio a tomarse el café o el chocolate caliente con una porción de strüdel y otros nos aproximamos a la cima Coldai. El siguiendo descenso el se mismo realiza camino empleado en la subida hasta llegar a Malga Pioda, desde allí, continuamos bajando por una pista que en poco más de media hora nos conduce directamente a Palafavera. LAS TRES CIMAS DE LAVAREDO Sin lugar a dudas se trata de la jornada reina, una excursión que podríamos clasificar de 5 estrellas. Este día partimos a las 7 de la mañana, sin desayunar y un poco más adormilados que de costumbre, porque pese a que la distancia que tenemos que recorrer en el autobús no es demasiado grande (apenas 50 km), necesitaremos casi dos horas y media para llegar a nuestro destino. Cogemos la carretera SS 251 (strada statale 251) dirección Passo Staulanza y continuamos por ella atravesando algunos pueblecillos (Pescul, Santa Lucia...) hasta 13 Dolomitas 2004 llegar a Selva di Cadore. Pese a que este pueblo no es mucho más grande que los anteriores tiene una mayor relevancia al estar situado en un cruce importante. Nosotros nos desviamos hacia la derecha y tomamos una carretera que conduce a Cortina d´Ampezzo a través del Passo Giau. La carreterita se las trae, estrecha, sinuosa y con una pendiente muy fuerte. Vamos ganando altura, vemos el puerto y a su izquierda dos importantes torreones dolomíticos. El pico de la derecha, con un refugio en su cima, se llama Nuvolau, el de la izquierda es el Averau. La panorámica desde el Passo Giau es fabulosa, reconocemos la Civetta, la Marmolada, el grupo que Sella (montañas nos resultan familiares porque las hemos venido viendo los días anteriores), sobre todo pero resulta francamente espectacular asomarse a la vertiente de Cortina. Aparece un nuevo horizonte desconocido hasta el momento, las Tofanas, el Cristallo, el Antelao o el Sorapis nos dan la bienvenida envueltos en la bruma matinal. La bajada es fantástica, uno no sabe muy bien donde mirar. El color rojizo del inmenso paredón de la Tofana di Rozes, la afilada arista que conduce a la Tofana di Mezzo, el grupo de las Cinque Torri en el que tantas generaciones de escaladores ampezzanos han aprendido y perfeccionado su técnica de escalada, y ya muy cerquita de Cortina, vemos sobresalir de entre las nubes la espectacular cara norte del Antelao y los sucesivos espolones del grupo del Cristallo. Cortina d´Ampezzo, sin ser especialmente bonita (y el ambiente pijo la hace aún menos apetecible) se encuentra en un lugar privilegiado que fue sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1956. Hace algunos años el “grandísimo” actor norteamericano Silvester Stallone (Rambo para los amigos) 14 Dolomitas 2004 visitó estas montañas para rodar algunas escenas de Máximo Riesgo. La película en sí es un rollo de muy señor mío, supuestamente la acción transcurre en las Rocosas, pero se rodó entre la Tofana y el Cristallo (la escena del puente colgante con la que se inicia la peli se filmó en el célebre Cliffhanger, al comienzo de la ferrata Ivano Dibona del Cristallo). Para doblar al valiente Rambo en las escenas más peligrosas escogieron al mejor escalador del momento, el alemán Wolfgang Güllich. Güllich fue el primero en encadenar una vía de escalada de noveno grado (Action Directe), y no tuvo que ejercitarse en ningún gimnasio para coger una musculatura similar a la de Stallone pues ya contaba con ella (por cierto, contaba con los mismo músculos... pero con un número infinitamente mayor de neuronas). Poco después del rodaje, Güllich fallecería en un lamentable accidente de tráfico -imagino que como se dice de los toreros, que prefieren morir en el ruedo, a él le hubiese gustado mucho más morir entre montañas... pero el destino... ya se sabe. El año pasado Cortina estuvo de fiesta. Celebraban la conquista del K2 por parte de una expedición de guías locales que conmemoraba el cincuentenario de la primera ascensión a la segunda montaña más alta de la Tierra por los italianos Lacedelli y Compagnoni (1954). Desde la casa más humilde (¿acaso hay alguna?) hasta la iglesia o el ayuntamiento, toda la población estaba engalanada con banderas rojas y blancas con la silueta de la ardilla ampezzana. Abandonamos Cortina y tras cruzar el Passo de Tre Croci llegamos al lago de Misurina, situado a los pies del macizo del Sorapis. Como curiosidad decir que en este lago (completamente helado en invierno) se disputaron las pruebas de patinaje de velocidad de las olimpiadas del 56. Según reza la leyenda, Sorapis era un rey justo y bueno que amaba con locura a su única hija, llamada Misurina. La princesa, caprichosa y egoísta, aún a sabiendas de la bondad y cariño que le profesaba su padre le pide a éste una prueba de su amor. Sorapis, incapaz de llevarle la contraria a su pequeña accede a su deseo, que no era otro que el de llevarle la más bella flor del reino, una que tan solo crecía en el punto más alto de las Cimas de Lavaredo. Sorapis, mejor rey que escalador, llega a la cumbre y coge la flor, pero durante el descenso sufre una caída fatal que le causa la muerte. Al enterarse Misurina de la suerte de su padre, muerto por su capricho infantil, comenzó a llorar... y 15 Dolomitas 2004 tan largo fue este llanto, que dio origen a un lago... así fue como se originó el lago de Misurina. Una paradita de algo más de media hora para desayunar y comprar algo de comida para el día y... tras pagar el peaje (90 euros de nada) subimos los últimos siete kilómetros que nos separan del refugio Auronzo. Desde Auronzo (2316 el refugio m) nos dirigimos hacia el oeste y al poco tiempo atravesamos un collado (col di Mezzo, 2313 m) desde el que vislumbramos los montes nevados de la cercana Austria. El sendero continúa a media ladera atravesando una pedrera que precisa de una cierta atención por parte del senderista, puesto que más abajo se abre un profundo barranco. Tal vez debido a este cuidado que hay que prestar al andar, fijándose muy buen dónde se pisa, uno no se da cuenta de lo que tiene encima hasta que alguien señala hacia lo alto y dice: “¡Mirad, gente escalando!”, “¿dónde, dónde?” –responderán otros. Unos antes y otros después imagino que al final todos lograríais ver a los escaladores, apenas unas hormiguitas en la inmensidad de la Cima Oeste de Lavaredo. La Cima Oeste es casi gemela a la central o Cima Grande, y se caracteriza por un enorme sistema de techos que recuerda a uno de esos puzzles tridimensionales. Las dimensiones de esta pared, en general las de todo el conjunto de cimas, son impresionantes, más de 600 metros a pico desde la cumbre hasta la pedrera que cubre su base. Tras una breve parada para contemplar las maniobras y las evoluciones de los escaladores continuamos nuestra marcha hacia el refugio Locatelli, también conocido como Dreizinnenhütte (2405 metros). El refugio, inaugurado en 1885, goza sin lugar a dudas de una de las mejores panorámicas de todas las Dolomitas, situado frente a la cara norte de las Tres Cimas de Lavaredo –que como su propio nombre indica son cinco: Cima Oeste (2974 m), Cima Grande (2999 m), Cima Piccola (2856 m), Punta di Frida (2805 m) y Piccolissima 16 Dolomitas 2004 (2688 m)- y a los pies del no menos espectacular Monte Paterno (o Paternköfel) y de la Torre Toblin (insignificante torreón en comparación con sus vecinos, pero de enorme importancia estratégica durante la Primera Guerra Mundial). Sentado en el prado que está delante del refugio, mientras la gente se repone del esfuerzo comiendo alguna cosilla, mi mirada se fija en el panorama que se nos brinda al tiempo que me vienen a la memoria imágenes y momentos de mi niñez, cuando comenzaba a despertarse en mi interior esa pasión por la montaña que desde entonces no ha hecho sino crecer. En aquella época no estaban de moda ni el trekking ni el senderismo, de hecho si alguien se hubiese atrevido a decir “me voy de trekking” o “yo soy senderista” los amigos le habrían dicho que si se había fumado algo o qué coño le pasaba. A comienzos de los 80 la gente decía sencillamente, “me voy al monte”, esta expresión resulta mucho más adecuada y además infinitamente más bonita. Casi todos los de mi generación nos iniciamos en la montaña con las típicas chirucas, unas botas bastante cómodas y con una relación calidad/precio más que aceptable. Pero para hacer cosas más serias, como por ejemplo ir a Sierra Nevada o a Gredos, se precisaba un calzado mejor. Las botas más extendidas eran las llamadas “tipo Cleta”, botas más rígidas y con una estupenda suela Vibram que se adaptaban perfectamente a casi todos los terrenos. Las utilizábamos lo mismo para escalar que para andar, tanto en verano como en invierno, y además le aplicábamos grasa de caballo para que aumentase su impermeabilidad. Compré mis primeras cletas en Madrid, eran de la marca Roc Neige, y en la caja aparecía una fotografía a blanco y negro de las Tres Cimas de Lavaredo. Conservé esta caja durante bastante tiempo, casi diez años, y cada vez que la sacaba del 17 Dolomitas 2004 armario en el que estaba guardada, le echaba una mirada a la foto y me decía si algún día lograría verlas en la realidad... y por qué no, también escalarlas. Me calzaba las botas para ir a la sierra de Grazalema o a la Sierra de las Nieves con la mente puesta en las Dolomitas, ¡qué cosas! Han pasado ya muchos años desde entonces, más de veinte, ahora estoy frente a las Cimas de Lavaredo y me acuerdo de ese niño que fui, de mis primeras cletas, y... cómo no, también de mis montañas gaditanas. Pero continuemos con el relato de la jornada, que aún queda bastante. Las Dolomitas de Sesto fueron escenarios de cruentos combates entre las tropas austrohúngaras (Alpenkorps) y las italianas (los célebres Alpini). Pese a que ya han transcurrido 90 años desde entonces, las huellas de este brutal conflicto bélico son evidentes por todas partes. Pero como bien dice Graham Greene, “con el paso del tiempo, hasta los campos de batalla se convierten en lugares poéticos”, como muestra de esta afirmación os cuento la siguiente historia. 3 de julio de 1915, el capitán de la Alpenkorps von Wellean encomienda a Seep Innerkofler la importante misión de conquistar el monte Paterno (2746 m), considerado una pieza clave en la batalla de las Tres Cimas. El reputado guía, como tantos otros convertido en soldado por una mala jugarreta del destino, en principio se muestra reacio a cumplir este cometido dado lo peligros que conllevaba. Sin embargo, como donde manda patrón no manda marinero, al gran Seep (así era conocido) no le quedó más remedio que claudicar y afrontar la que iba a ser su última misión. Al frente de un pequeño destacamento de cinco hombres, comienzan la ascensión al Paterno a primeras horas de la madrugada para evitar ser vistos por el enemigo. La escalada es dura, la roca no del todo buena, y además con el riesgo de ser descubiertos y abatidos por los francotiradores italianos en cualquier momento... Y así fue como sucedió, un encuentro casual con nueve soldados del Battaglione degli Alpini Val Piave, una escaramuza donde acontecería de todo... y finalmente una bala disparada por el italiano Piero de 18 Dolomitas 2004 Luca ponía fin a la vida de Innerkofler. La repercusión de este episodio fue tal que se rodaron varias películas inspiradas en el mismo. Erich von Stroheim le dedicó la película “Blind husband” (“El marido ciego”) al que consideró “el guía alpino más grande del mundo”, resaltando en ella el carisma y la personalidad del escalador austriaco. Arnold Fanck, el inventor del género de cine de montaña rodó la película “La gatta nera” en la que se recrea la última hazaña de Innerkofler pero con la novedad de la introducción de personajes ficticios (en concreto la presencia de Christel, hija de Seep, papel interpretado nada y nada menos que por la mismísima Leni Riefenstahl – futura amante de Hitler). Y si con esto no fuera bastante, Luis Trenker también rodó “Berge in Flammen” (“La montaña en llamas”) con los mismos personajes y la misma trama que la anterior y que tuvo una gran acogida por parte del público de la época. Hasta 1918 no fue posible recuperar el cuerpo de Innerkofler. Al llegar a la cumbre del Paterno un grupo de amigos encontró los restos del austriaco junto a una cruz con la siguiente inscripción “Seep Innerkofler, guía”. El descenso al valle fue difícil, numerosas fotografías de la época dan fe de las dificultades que tuvo que salvar el importante dispositivo de rescate montado para tal efecto. En la actualidad, una lápida de bronce situada junto al refugio Locatelli y colocada por los guías italianos rinde honor a la memoria del gran Seep. Continuemos nuestro recorrido. Desde el refugio Locatelli, nos dirigimos hacia el este dejando a nuestra derecha el grupo del Paterno. En esta parte del recorrido lo habitual es encontrarse con la gente que desciende de su cima tras haber realizado la Luca-Innerkofler, una ferrata no muy complicada y que a la ascensión en sí, añade el interés de atravesar numerosas galerías construidas durante la guerra. La subida al collado Pian di Cengia es posiblemente la parte más dura del recorrido, el desnivel a subir no es excesivamente 19 Dolomitas 2004 grande, pero como se gana altura en muy poco tiempo las rampas son duras y es preciso acometerlas tranquilamente y sin carreras. Las vistas que se contemplan desde lo alto son, sin duda, la mejor recompensa al esfuerzo realizado. La fantástica Croda dei Toni (3094 metros) aparece como si fuese un enorme barco varado en medio de las Dolomitas. Croda dei Toni significa literalmente, la “cima de los truenos”, al parecer alrededor de esta mole rocosa se condensan durante los meses de verano las nubes precursoras de amenazantes tormentas. Esta montaña, también llamada Cima Dodici, es la más alta de entre las cumbres que señalan las horas del día (para los habitantes de Sesto la montaña está al sur e indica el mediodía). Desde el collado al refugio tan solo hay un paseo, escasos... minutos! volvemos diez minutos pero A a lo ver ¡qué lejos el Locatelli, hacia el norte divisamos las montañas de Austria, hacia el este el perfil dentado de la Cima Undici. El refugio Pian di Cengia, también llamado Büllelejoch Hütte (2585 metros), fue inaugurado en 1965 y es a mi parecer uno de los más coquetos de las Dolomitas. Desde el refugio retrocedemos al collado Pian di Cengia y luego descendemos por un sendero zigzagueante (en los mapas aparece numerado como el 104) hasta llegar a un pequeño llano en el que destaca un túmulo erigido para recordar a los caídos en la guerra. A nuestros pies se abre un inmenso valle, destacando a lo lejos el pueblo y el lago de Auronzo. Dejando a nuestra derecha el macizo del Paterno nos dirigimos hacia el oeste, hacia las cimas de Lavaredo. El continuo subir y bajar va haciendo mella y el cansancio se deja notar, pero como suele decirse, “sarna con gusto no pica”, y estar aquí rodeado de estas montañas, ajenos por completo a la rutina del resto del año compensa con creces el esfuerzo realizado. 20 Dolomitas 2004 La última cuesta nos lleva a la Forcella Lavaredo (2454 m), entre la Cima Picolissima y una de las puntas del grupo del Paterno que se denomina Croda Passaporto (la cima del Pasaporte, 2701 m) porque precisamente en ella se situaba la frontera entre Italia y Austria a comienzos del siglo XX. Normalmente se suele llegar a este punto en torno a las cinco o cinco y media de la tarde, cuando la luz comienza a ser dulce y dorada, cuando el juego de luces hace que el relieve de las montañas resalte espectacularmente y que las paredes vayan adquiriendo las tonalidades que tantas veces hemos visto en las postales y en las fotografías de los libros de las Dolomitas. El rojo, el anaranjado, el amarillo, el blanco y el negro están presentes en las rocas, el azul en el cielo, el verde intenso en los prados..., el atardecer dolomítico es una sinfonía de color. Dejando a nuestra izquierda el pequeño refugio Lavaredo, continuamos por una pista concurrida siempre muy (sendero 101), aunque afortunadamente, a esta hora de la tarde ya lo está algo menos. Uno no sabe muy bien dónde dirigir la mirada, ya que si la sucesión de agujas y torreones que conforman el perfil dentado de la Cadini di Misurina reclama nuestra atención, la mole del Antelao o el fondo del profundo valle que se abre a nuestros pies también hace que nos fijemos en ellos. Pero sin levantamos el cuello, la verticalidad de la más difícil de las cimas que conforman el grupo de Lavaredo acaparará toda nuestra atención. La Cima Piccola fue considerada inexpugnable durante mucho tiempo y no fue vencida hasta 1881 por una potente cordada de escaladores liderada por Michel Innerkofler, por aquel entonces el mejor guía de las Dolomitas. La escalada de la Cima Piccola abrió una nueva era en la historia del alpinismo, su conquista hizo prevalecer nuevos conceptos sobre las posibilidades técnicas de la escalada y sus dificultades. Junto a la cumbre principal, la 21 Dolomitas 2004 cima sur se yergue como un afilado cuchillo apuntando hacia el cielo, se trata del célebre “Spigolo Giallo”, el “espolón amarillo”, conquistado por primera vez en 1933 por Emilico Comici, una de las primeras escaladas de 6º grado (extremadamente difícil) y que aún hoy conserva su prestigio. Sin dejar de admirar la elegancia de estos perfiles continuamos caminando por la pista de tierra siguiendo la evolución de los alpinistas que descienden rapelando por la pared tras una dura jornada de escalada. Las Dolomitas hacen que los escaladores puedan experimentar en grado máximo esa petición que hacía Stevenson en uno de sus libros: “Todo lo que pido es el cielo sobre mi cabeza y el camino bajo mis pies”. Verticalidad, vacío, cielo... y tierra. Para el escalador, ésta es la libertad. Un poco más adelante llegamos a la pequeña capilla de los Alpini, dedicada a los italianos que lucharon en este cruento frente durante la guerra. Todavía es posible ver las lápidas dedicadas a algunos de estos soldados muertos en combate, en las que aparecen sus fotografías y el regimiento o el batallón al que pertenecieron. Junto a la capilla, a la derecha del camino, justo debajo de la Cima Grande de Lavaredo, una placa con la efigie de Paul Grohmann conmemora la primera escalada a esta montaña llevada a cabo por este escalador en compañía de los guías Peter Salcher y Franz Innerkofler el 21 de agosto de 1869. Desde la capilla de los Alpini en apenas diez minutos llegamos al refugio Auronzo, punto de partida y punto final de este hermoso recorrido circular alrededor de las Cimas de Lavaredo y del Monte Paterno. LA MARMOLADA La Marmolada es en las Dolomitas lo mismo que el Mont Blanc representa en los alpes franceses o el Cervino en los suizos. No se trata sólo de la montaña más alta, también es la más conocida y la que en primer lugar atrajo la atención de algunas personas, cuando a comienzos del siglo XIX estos montes aún no interesaban casi a nadie. 22 Dolomitas 2004 Cuando llegasteis a Palafavera muy poquito sabíais de las Dolomitas, de hecho más de uno llegó allí casi de rebote, porque no había salido otro viaje al que estaba apuntado o porque era el que mejor se ajustaba económicamente o por cuestión de fechas a su situación. Posiblemente si a la gente le sonaban de algo estas montañas, sería porque algunas de las etapas más bellas y duras del Giro de Italia pasaban por aquí. Los puertos de la Marmolada y del Pordoi, ambos de categoría especial, son dos de los más emblemáticos en esta vuelta ciclista, a ellos nos dirigimos en esta jornada. Desde Palafavera salimos hacia la Staulanza, continuamos dirección Selva di Cadore y dejando a nuestra derecha los desvíos que conducen al Passo Falzarego y al Passo Giau (para acceder a Cortina d´Ampezzo) seguimos las indicaciones hacia el Passo Pordoi. La carretera es fabulosa... pueblos perfectamente integrados en el paisaje, pequeñas iglesias de influencia austrohúngara con los campanarios apuntados o en forma de bulbo, praderas de un verde increíble, la muralla de la Civetta como telón de fondo... así hasta llegar a Arabba, pueblo que se asienta en la base de esta vertiente del puerto y que para no ser menos, también es precioso. La subida al Passo Pordoi se las trae, 9 kilómetros de carretera sinuosa y estrecha (aunque se trate de una strada statale, es decir, de una nacional), 33 tournantes numeradas... y algunas otras que no lo están, infinidad de ciclistas, motoristas, gente torpe al volante de coches magníficos, vacas que cruzan la carretera sin conocer qué es el estrés, autobuses que suben y que bajan, algún que otro fitipaldi... en definitiva, un caos. En lo alto del puerto (2239 metros) nos encontramos un mercadillo e infinidad de tiendecillas de recuerdos, restaurantes, hoteles... un pequeño “paraíso” para el turista convencional, aunque no tanto para los que no nos tengamos en tal consideración. En 23 Dolomitas 2004 cualquier caso, es un buen sitio para tomar un cafelito, hacerse con algún mapa o algún libro de la zona, comprar un recuerdo para la suegra (un delantal), el nene (una marmota), el compañero de salida al monte (un pin), el hermano o hermana (un almanaque)... o para escribir esa postal a la familia o al amigo (que normalmente llegará después de que nos hayamos llevado la reprimenda por no haber escrito desde Italia según lo prometido). Es una pena que el sitio está tan masificado, porque el lugar en sí es fantástico. A nuestra derecha se eleva el Piz Boé (3152 metros), la cumbre más alta del grupo Sella, fácilmente reconocible por el funicular que llega a su misma cumbre. Por los paredones verticales de esta montaña discurren numerosas vías ferratas, una de las más célebres y populares es la denominada Brigada Tridentina. A los pies del Piz Boé, encontramos una extraña construcción en medio de la pradera, se trata de un osario donde se conservan los huesos de algunos de los muchos soldados austriacos caídos en el terrible frente de la Marmolada. La carretera de bajada del Passo Pordoi a Canizei es igualmente sinuosa y peligrosa. Mirando en esa dirección (es decir, hacia el oeste) vemos el grupo del Sassolungo (3181 metros), constituido por tres torreones unidos que llevan por nombre Punta Grohmman, Cinque Dita (que significa “cinco dedos”), y Sassolungo (“piedra grande”). A nuestros pies se abre el Val di Fassa, hacia la derecha, la carretera que se dirige al Passo Sella conduce a Val Gardena. ¡Cuánto nos queda aún por ver! Afortunadamente, las Dolomitas dan para mucho, para mucho más de la semana corta que pasamos aquí. 24 Dolomitas 2004 La jornada de hoy es relativamente suave, sobre todo si la comparamos con la del día anterior. El desnivel de subida es mínimo, apenas 150 metros, pero la bajada sin ser larga, 400 metros, tiene una pendiente que se las trae. Vamos a recorrer la que se llama Vièl dal Pan, en ladino “senda del pan”, por ser el camino que seguían tradicionalmente los arrieros que llevaban el grano del Passo Pordoi al Passo Fedàia (punto final de nuestro recorrido). El camino es cómodo y espectacular. En cierta medida se podría decir que es la excursión menos dolomítica de las que hacemos, en primer lugar porque la Marmolada es una montaña caliza y además porque aquí no veremos esos torreones o esas paredes extremadamente verticales que es lo que habitualmente suele asociarse a las Dolomitas. La vista que se contempla en esta excursión a mí me recuerda mucho a la que se tiene desde el Portillón de Benasque en dirección al macizo Aneto-Maladeta, o a la que se puede disfrutar desde las proximidades del Lac Blanc (Chamonix) cuando se mira al Mont Blanc. La senda del Vièl dal Pan es un privilegiado mirador que tiene justo enfrente el glaciar de la Marmolada y la pirámide perfecta del Gran Vernel. Este macizo fue escenario del enfrentamiento más atroz y, sin lugar a dudas, el que se desarrolló en condiciones más duras, de toda la contienda bélica entre italianos y austriacos. La batalla fue prácticamente cuerpo a cuerpo y se desarrolló en pleno glaciar -mucho más extenso por aquel entonces, todo hay que decirlo- en el que se habían excavado hasta 12 kilómetros de galerías que servían de cobijo, trinchera, dormitorio o simplemente de conexión entre líneas. Os podéis imaginar cómo resultarían los encuentros fortuitos entre soldados de uno y otro bando al coincidir en alguno de estos 25 Dolomitas 2004 túneles (y éstos se producían con relativa frecuencia), rodeados de hielo por todas partes, expuestos a las avalanchas y a las gélidas temperaturas, mal equipados... El itinerario es muy transitado y fácil de seguir, parte a una altitud de 2275 metros y tras pasar por una pequeña capilla donde se honra a algunos alpinistas muertos en la montaña, se llega aun refugio bastante grande y feo llamado Rifugio Fedarola (2387 m). La “senda del pan” sale de este punto y va a media ladera en dirección este, buscando el lago Fedàia que se intuye a lo lejos. Existe una alternativa a la senda, algo más “incómoda” pero mucho más bella, tomar directamente la cresta herbosa por su punto más alto, de esta forma la visión de la Marmolada se completa con la que se tiene en dirección al Piz Boé. A mitad de recorrido nos encontramos el remozado refugio Vièl dal Pan (2430 metros), inmejorable lugar para comer y, al mismo tiempo, recrearse con la vista del glaciar, en el que dicho sea de paso, es posible la práctica del esquí estival. La Marmolada es una montaña que presenta dos cumbres principales, la más alta es la Punta Penia (3344 metros) y la otra es la Punta di Rocca (3309 metros). La primera ascensión a la Punta Penia tuvo lugar el 28 de septiembre de 1864 y corrió a cargo, cómo no, del eminente Paul Grohmann. Grohmann fue sin duda el montañero más importante y más activo durante la etapa de conquista de las Dolomitas, efectuó innumerables primeras ascensiones (picos que aún no habían sido escalados con anterioridad) y contribuyó a que estas montañas fuesen más conocidas por la sociedad de la época, como reconocimiento, una de las cimas del grupo del Sassolungo lleva su nombre, la Punta Grohmann. 26 Dolomitas 2004 Desde el refugio, el sendero continúa a media ladera aproximándonos cada vez más al lago. Al final, una corta pero fuerte bajada por terreno irregular (marmotero por excelencia) nos conduce al refugio Castiglione (2031 metros) situado a orillas del lago, en el mismísimo Passo Fedàia, donde nos espera el bus que nos llevará esa tarde al bonito pueblo de Alleghe. LA CRODA DA LAGO A estas alturas del viaje la mayoría de la gente es capaz de reconocer las principales montañas de esta parte de las Dolomitas del Véneto. El Pelmo, la Civetta, el Antelao, la Marmolada, el Sorapis, el Cristallo, las Tres Cimas, los grupos del Sassolungo y del Sella, las Tofanas... de los que antes desconocíamos hasta su existencia, pasan a resultarnos de lo más familiar. Siempre digo que esta jornada sirve como “examen” de identificación porque es muy panorámica y, cuando el tiempo lo permite, la amplitud de las vistas a lo largo del recorrido nos permite divisar todos estos picos y muchos más. A decir verdad, todos superasteis este test con buena nota, demostrando un buen sentido de la orientación y una buena memoria fotográfica. La Croda da Lago es una agrupación dolomítica relativamente modesta si la comparamos con los montes nombrados anteriormente, pero se encuentra ubicada en un sitio idílico, encima de Cortina d´Ampezzo. De la importancia del emplazamiento da cuenta el hecho de que se hayan encontrado restos que evidencian la presencia de antepasados nuestros hace nada más y nada menos que 10000 años. La existencia de buenos prados y las posibilidades de cobijo que ofrecían la base de las paredes hicieron que los cazadores del Mesolítico deambularan por estos parajes a la caza del íbex y del ciervo. En estos abrigos naturales se han encontrado un gran número de útiles y herramientas fabricadas en hueso, sílex o cristal de roca. Posiblemente el hallazgo más espectacular haya sido el del esqueleto de un Cro-Magnon, al que se ha llamado “el hombre de Mondevàl”, en lo que parecía un enterramiento con carácter ritual. Todas estas piezas pueden contemplarse en el museo de Selva di Cadore. 27 Dolomitas 2004 El recorrido que vamos a realizar hoy era el camino que seguía habitualmente la gente de Zoldo Alto (Pecol, Mareson, etc) cuando tenía que ir a Cortina d´Ampezzo para hacer alguna gestión y aún no existían ni los coches ni las carreteras asfaltadas. El punto de partida de este itinerario es un parking que se encuentra situado un par de kilómetros más abajo del Passo Staulanza (1766). Salimos en dirección al refugio Città di Fiume siguiendo una pista (sendero 472) que atraviesa un bonito bosque mixto de alerces, píceas, pinos y abetos. El refugio se encuentra en una pradera soleada frente a la imponente muralla septentrional del Pelmo. En este punto, tras una breve parada para recuperarnos de la subida inicial, tomamos el sendero marcado como 436, que según nos indica el cartel nos conduce al refugio Palmieri. En esta zona nos podemos encontrar con numerosos ejemplares de Alchemy, una planta que debe su nombre a que los alquimistas usaban las gotas de rocío que quedaban retenidas en sus hojas a primera hora de la mañana como ingrediente básico en sus preparaciones. El camino gana en belleza, ya no es una pista sino un estrecho y cómodo sendero que tras un tramo de subida se hace bastante más tendido y cómodo de andar. Las vistas comienzan a ser amplísimas, especialmente cuando se llega a un collado herboso llamado Col de la Puìna (2028 metros) desde el que se tiene una maravillosa panorámica del Antelao y del macizo del Sorapis. Tras la habitual sesión fotográfica, ya que el lugar realmente la merece, nos encaminamos hacia una granja que se observa a lo lejos atravesando una pradera donde 28 Dolomitas 2004 no resulta nada extraño el encuentro con las simpáticas marmotas. Malga Prendera, que es el nombre de la granja, está situada a 2148 metros de altitud, en la base del farallón de la Rocchetta (2496 m). El sendero continúa ascendiendo, sin duda es la parte más dura del recorrido, pero el esfuerzo tendrá su recompensa al llegar arriba. Efectivamente, alcanzamos el Col de Duro (2295 m), nos quitamos las mochilas y nos tiramos en la hierba, bebemos un trago de agua, nos abrigamos, picamos alguna cosilla... y a disfrutar. La vista es fantástica, a nuestra derecha queda el torreón aislado del Becco di Mezzodi (2602 m), frente a nosotros vemos el perfil dentado de la Croda da Lago y al fondo, casi tapado por ésta, la pirámide de la Tofana di Rozes. A la izquierda de la Croda observamos una curiosa formación, una gran laja inclinada que sobresale de las praderas circundantes, se trata del Lastoni di Formin. A nuestra izquierda se abre el valle de Mondevàl, lugar de aparición de los restos anteriormente mencionados, el Passo Giau, el Piz Boé, la Marmolada... Ya queda muy poquito, una media ladera en sentido ligeramente descendente nos lleva a la Forcella Ambrizzola (2227 m), desde la que se domina una espléndida panorámica de Cortina d´Ampezzo y las montañas que la circundan. Desde el collado tan solo resta descender al refugio Palmieri, asentado a orillas del lago Federa a una altitud de 2046 metros. La Croda da Lago, que significa literalmente “la cima del lago”, muestra una sucesión de pináculos y agujas con dos torreones centrales que constituyen las dos cimas principales del grupo. El torreón sur, denominado Cima di Formin o Cima Ambrizzola, es el más alto con 2716 metros, mientras que la cima norte denominada sencillamente Croda da Lago tiene una altitud 2701 metros. 29 Dolomitas 2004 Lamentablemente, el ambiente que se respira en el refugio Palmieri es bien diferente del que se puede disfrutar en los restantes refugios dolomíticos. Cortina d´Ampezzo está muy cerquita, apenas una hora a pie, pero es que además muchos “montañeros potentados” contratan un taxi todoterreno para que les ahorre el esfuerzo y los sitúe directamente en la puerta del refugio. La verdad, pegan un “cante”. El pijoterío se les nota hasta en los andares, se les huele en el perfume... y mejor no entrar en la indumentaria que suelen llevar, muy cara... pero como el dinero a veces parece que está reñido con el buen gusto... realmente hortera. Imagino que ellos pensaran que van equipados como “auténticos montañeros”... probrecillos. Más de uno me planteó que por qué en vez de retroceder al punto de partida siguiendo el mismo itinerario no bajábamos a Cortina y que nos recogiese allí el bus (así tendrían ocasión de callejear un poco por este pueblo). Bueno, ésta hubiese sido una posibilidad... pero vuelvo a repetir que Cortina d´Ampezzo no es especialmente bonita y que su atractivo radica más en el lugar en que se encuentra que en el pueblo en sí... y de la gente mejor no hablar. Los precios son realmente altos, basta decir que el precio del metro cuadrado ronda los 13000 euros, ahí es nada, como si estuviésemos hablando del Paseo de Gracia en Barcelona. En Pocol, un pueblecillo situado a unos 5 Km de Cortina y poco más grande que los que encontramos en Zoldo, el precio del metro cuadrado sigue estando al alcance de muy pocos bolsillos, en torno a 8000 euros. Y así todo. Por una noche en un camping de lo más normalito pagas más de 18 euros. Si quieres coger alguno de los funivías que salen de las proximidades... de nuevo toca aligerar la cartera de lo lindo. Ya comenté con anterioridad que el año pasado el pueblo estaba de celebración porque la expedición al K2 de los guías ampezzanos habían alcanzado su objetivo. Pues bien, así como en las tiendas de deporte pueden vender las camisetas de fútbol del Madrid o del Barcelona, allí vendían la equipación oficial de la expedición Scoiattoli-K2. El precio de la chaqueta de gore-tex, llena de publicidad de pasta Varilla, superaba ampliamente los 800 euros, no está mal, ¿no? Después de preguntar por el coste de la chaqueta se me quitaron las ganas de seguir preguntando por el de las gafas oficiales, las botas oficiales, la ropa interior oficial... 30 Dolomitas 2004 Tras la paradita de rigor para la comida y nuevamente, una sesión fotográfica junto al lago Federa, retrocedemos sobre nuestros pasos hacia la Forcella Ambrizzola. Es curioso llegar cómo a puede cambiar el paisaje en función del sentido de marcha. Te fijas en cosas en las que no lo habías hecho a la ida, ves cosas desde una perspectiva diferente... en algunas ocasiones la gente casi ni reconoce haber cogido por allí. Vamos subiendo y divisamos a nuestra izquierda las Cimas de Lavaredo iluminadas por el sol. El Antelao casi siempre envuelto entre nubes, el Sorapis una montaña salvaje y bellísima, el Cristallo...y a nuestras espaldas el colorido de la Croda Rossa d´Ampezzo (literalmente, la Cima Roja). Pasamos por la base de los torreones de la Croda da Lago, en los que tantas generaciones de escaladores ampezzanos han depurado su técnica de escalada antes de afrontar empresas más serias. La primera ascensión de esta montaña tuvo lugar el 19 de julio de 1884 y corrió a cargo de Michel Innerkofler, el itinerario seguido durante esta escalada es considerado en la actualidad la “vía normal” a la Croda da Lago. Desde la Forcella Ambrizzola vamos retornando a la Staulanza, el Pelmo surge como un torreón gigantesco tras las lomas herbosas que aparecen en primer plano. El éxito de una buena fotografía no se debe tanto al motivo a fotografiar como a la luz. Si 31 Dolomitas 2004 un pintor necesita de una buena calidad de pintura, un fotógrafo necesita una buena luz. A esta hora de la tarde la luz es maravillosa, sin la dureza del mediodía los relieves se destacan de una forma asombrosa, la luz se filtra por las ramas del bosque creando efectos increíbles, a mí personalmente me transmite una sensación de paz muy agradable. Caminar en silencio, detenerse a hacer una fotografía y reconocer las maravillas que nos brinda la Naturaleza -que si es grande en las cosas más grandes... es enorme en los detalles más minúsculos-, respirar aire puro, simplemente dejarte llevar y dejar que tus pensamientos te lleven. En definitiva, sentirse afortunado por estar en este lugar en este momento, tan lejos de las preocupaciones diarias, tan lejos de la monotonía, no sé... la vida parece mucho más sencilla de lo que luego resulta ser (o de lo que la hacemos). La parada en el refugio Città de Fiume a la vuelta es obligatoria, en este caso no tanto porque se vaya cansado, sino porque se está muy a gusto al solecito y da pena marcharse. La pedrera que se extiende a los pies del Pelmo es tremenda, se intuye un pequeño caminito por el que a esta hora de la tarde bajarán unos puntitos negros que no son ni más ni menos que aquellos que finalizan el giro completo de la montaña, y descienden de la Forcella Val d´Arcia hacia el Passo Staulanza, precisamente nuestro destino. REFUGIO BOSCONERO Última jornada dolomítica, todo tiene un final en esta vida, y éste es el último recorrido del viaje. Posiblemente muchos de los que habéis pasado este año por las Dolomitas llegada esta jornada os dabais más que satisfechos con lo realizado, sin embargo, siempre existen esos “jartibles”, insaciables, machacas, o como se les quiera llamar, que piden un poco más. Para este género de personas, entre las que me incluyo, se planteó esta excursión. No queremos irnos, nos da pena, nos gusta donde estamos y preferimos apurarlo hasta el último momento. Ese día madrugamos un poco más. Supuestamente, las mochilas y los bolsos se dejaron medio listos la noche anterior, pero siempre hay que repasar las cosas, que no se olvide nada... y los del camping encima tendrán que recoger sus sacos y aislantes. Cargamos el bus antes de desayunar, algunos y algunas aparecen vistiendo sus mejores 32 Dolomitas 2004 galas, la ropa de “explorador” quedó guardada y en espera de la lavadora, pero los más guerreros siguen con su indumentaria guerrera... ya habrá tiempo para la otra. La mañana es un poco tristona, todas las despedidas lo son. Han pasado apenas seis días desde la llegada, pero han sido unas jornadas tan intensas y la gente del lugar es tan encantadora... que da pena abandonar el que ha sido nuestro hogar. Esta vez no nos dirigimos hacia la Staulanza, sino valle abajo, dirección Longarone. El Pelmo y la Civetta van quedando atrás, atravesamos Pécol, Mareson, Fusine, Dont... y llegamos a Forno di Zoldo, el pueblo más grande del valle. En Forno, For en dialecto zoldano, una parte del grupo se queda para tomarse la mañana en plan tranquilo, pasear por las villas antiguas de los alrededores, comer en la pizzería Camino Nero... y el resto continuamos en el bus 4 kilómetros más. La ruta comienza en Pontesèi, a una altitud de 825 metros, y discurre en su integridad por un fantástico bosque, donde nos iremos encontrando hayas, abedules, acebos, píceas, alerces, abetos, pinos... un poco de todo. El recorrido en sí no tiene ninguna pérdida, remontar el sendero 490 hasta alcanzar el refugio Càsera di Bosconero, una subida continua de algo más de 600 metros de desnivel... y cuando digo continua, es porque realmente lo es, no hay descanso -la pendiente a veces es muy fuerte, sobre todo al comienzo y al final, en el tramo central lo es algo menos, pero no encontramos ni un solo llano en las dos horas que suele tardarse en alcanzar el refugio. Posiblemente sea la jornada en la que más se sude, por una parte la dureza del camino, que como hemos dicho no da tregua, y por otro la elevadísima humedad reinante en el bosque. Aquí, por mucha camiseta Power-dry que uno lleve la mojada está asegurada. Pero, ¡qué más da! Llevamos una existencia demasiado cómoda, a veces estos pequeños “sacrificios” se hacen necesarios, nuestro cuerpo... y casi más diría nuestra mente, nos lo piden. Yo nunca me he tomado la montaña como un deporte, aunque lógicamente se esté realizando una actividad física considerable eso no es ni mucho menos lo más importante. Para mi la montaña es sentimiento. Hay gente que sin haber pisado en su vida un monte “sienten” o tienen esa especial sensibilidad hacia lo que significa el mundo de la montaña. Por el contrario, muchos escaladores y algún que otro alpinista carecen de esta sensibilidad, únicamente practican deporte, para ellos la montaña o la pared sería el equivalente al gimnasio del culturista o a la pista de atletismo del velocista. Este tipo de gente, cuando alguna lesión o sencillamente el paso de los años les impide estar a un alto nivel, abandona por completo el monte y todo lo 33 Dolomitas 2004 relacionado con él. ¡Qué pena! Muchos me dicen, “yo no soy montañero. Yo no escalo, tengo vértigo y me dan pánico las cuerdas”. Siempre les respondo lo mismo, ¡qué tiene que ver una cosa con la otra! La montaña está ahí, cada uno tiene que disfrutarla a su medida, sentirla, respetarla y hacer lo posible por que otros también la conozcan y respeten. La montaña está ahí para ayudarnos a que nos reencontremos con nosotros mismos. En la montaña a veces se sufre, en algunas ocasiones incluso se sufre muchísimo, pero no hay ninguna obligación de que esto tengo que ser así por fuerza. Cada uno debe poner el listón de hasta dónde está dispuesto a sacrificarse, y no tiene porqué hacerlo más allá. No somos masoquistas, únicamente tenemos que ser conscientes de que la montaña no es un juego, y que no se la puede minusvalorar (más bien somos nosotros los que no tenemos que sobrevalorarnos), no se trata de temer... simplemente se trata de conocer y respetar. La montaña es hermosa, pero los que de verdad la hacen maravillosa son los compañeros de salida. ¡Cuántas veces he llegado a una cumbre solo... y he echado en falta ese amigo con quien compartir el instante! En la mayoría de las ocasiones sobran las palabras, basta una sonrisa o una mirada para saber que ese compañero es cómplice, que disfruta tanto como tú de estar allí... y de qué tú también estés allí. Vuelvo a repetir, todo esto son apreciaciones muy personales y respeto a todos los que gustan de disfrutar el monte en soledad. Patrick Gabarrou, un fantástico alpinista francés de la actualidad dijo en una ocasión “Únicamente quiero vivir la montaña compartiéndola con los amigos que amo, para compartir la belleza del mundo, el esfuerzo, una voluntad común”, básicamente el mismo mensaje que os quería transmitir pero con palabras bastante más bonitas. Michel Ende, el célebre autor de La Historia Interminable expresó muy bien lo que tan difícil resulta explicar a veces, el sentido que tiene subir montañas. Cito textualmente a este escritor alemán, nacido en Garmisch (donde cada 1 de enero se disputa la prueba de Saltos de Esquí de los 4 Trampolines): “Las pasiones humanas son un misterio y a los niños les sucede igual que a los mayores. Los que se dejan llevar por ellas no las pueden explicar, y los que no las han vivido no las pueden comprender. Hay hombres que se juegan la vida por subir una montaña. Nadie, tampoco ellos, pueden explicarse realmente porqué”. Para mí, esta excursión de Bosconero tiene un valor muy especial, posiblemente se trate de un recorrido para “iniciados”... y me explico. Todo el mundo puede entender 34 Dolomitas 2004 y pasar un buen rato escuchando Las Cuatro Estaciones o la Novena de Beethoven, sin embargo, para disfrutar de la Sinfonía Alpina o de los Cuatro Últimos Lieder de Richard Strauss (no confundir con el de los valses) se precisa estar habituado a escuchar música clásica. Pues de la misma forma, imagino que hay que ser muy “cazurro” o “insensible” para no quedarse prendado del paisaje que disfrutamos el día del Coldai, Lavaredo o de la Marmolada, pero para saborear un paseo por un bosque cerrado hay que estar habituado al lenguaje de la naturaleza. Decía Gaston Rébuffat, posiblemente el guía francés que mejor ha sabido transmitir el sentimiento de la montaña, “un paisaje no es sólo aquello que se ve con los ojos”... y cuánta verdad hay en esta aseveración. El bosque se siente, se huele, se oye, te envuelve y llegas a sentir que formas parte de él... porqué pensáis si no, que tantísimos cuentos se desarrollan dentro de un bosque. El crujir de la hojarasca bajo las botas, la gota de humedad que te cae en la cara, la seta crecida en el tronco de un árbol caído, el ulular del viento que se cuela entre las ramas, el rumor de un arroyuelo invisible... ¿acaso se necesita más? Decía Rousseau de sitios como este “bosque negro”, “este lugar ignorado es merecedor de la contemplación de los hombres. Sólo le falta, para ser admirado, espectadores que lo sepan ver”. Espero que los que anduvisteis por él fueseis esos espectadores que supieron ver lo que se les ofrecía, que era mucho, y que no salierais defraudados. Tras esta divagación filosófico-montañera o como queráis llamarla, continúo con lo poquito que falta. La llegada al refugio es fantástica. Se ha superado un buen desnivel y en no mucho tiempo nos hemos plantado a 1470 metros de altitud. Estamos casi en el límite superior del bosque, o al menos en esta parte ya no es tan denso como más abajo. El sendero tuerce a la izquierda y de pronto, ¡zas!, surge una linda pradera donde está asentada una casita que parece sacada del cuento de Hansel y Gretel, rodeada de columpios de lo más rústico... y a juzgar por el éxito que tuvieron, de lo más disfrutones. El emplazamiento del refugio Càsera di Bosconero no puede ser más idílico, al pie del enorme torreón que es el Sasso di Bosconero (2468 m), rodeado de agujas por todas partes, lo que lo convierte en un lugar muy frecuentados por los escaladores que van a la Rocchetta Alta, la Rocchette Della Serra o al mismo Sasso, con una estupenda vista de los Spiz de Mezzodi o de las cimas del grupo del San Sebastiano 35 Dolomitas 2004 al otro lado del valle... Mónica, la chica que regenta el refugio es realmente encantadora, y pese a que el establecimiento carece de algunas comodidades, aquí todo es mucho más rústico, el buen servicio y la simpatía están asegurados. Primero un café, luego una cerveza con la que acompañamos el queso o el fiambre que hayamos subido para almorzar, una pequeña siesta o al menos un duermevela tumbado al sol... ¿quién se acuerda ya de la subidita? Nos sentimos afortunados de estar aquí. Miramos con envidia a la pareja de gatitos que juguetea con las cuerdas puestas a secar por unos escaladores sobre la baranda de madera del refugio. Paz, mejor despedida imposible. La bajada se hace corta, cuando la pendiente es tan fuerte aunque uno no corra se desciende de forma bastante rápida. Muchas veces la gente se da cuenta de la magnitud de la subida durante el descenso... y con razón. Llegamos nuevamente a Pontesèi, ahora sí que se puede decir que han terminado las marchas dolomíticas. Llega el bus y la gente nos cuenta emocionada lo buena que estaba la pizza o el helado que habían tomado en Forno. Posiblemente los que se quedaron terminaron convencidos de haber tomado la decisión correcta al renunciar a la marcha del día por un poco de confort y turismeo. De lo que no cabe duda es de que los que estuvimos en Bosconero también terminamos convencidos de que hicimos lo mejor, de que hubiese sido una pena irse sin haber estado allí arriba, sin haber visto ese precioso refugio, sin haber tomado el sol de la mañana tendido en el prado, sin haber jugueteado con los columpios como posiblemente no habíamos hecho desde la infancia...y lo más importante, hubiese sido una pena marcharse del lugar sin disfrutar de la paz, de esa paz y esa pureza que tan solo se puede sentir en las alturas. 36 Dolomitas 2004 El bus continúa su viaje a Venecia. Pasamos junto al puente colgante de Igne (el río Maé va encajonado 140 metros más abajo), cada vez van quedando menos curvas, finalmente llegamos a Longarone... o lo que es lo mismo, se acabaron las hermosas Dolomitas. Quisiera acabar con dos preciosas frases de uno de mis autores preferidos, el escritor y viajero Javier Reverte (no confundir con Arturo Pérez Reverte). La primera de ellas dice así “Qué pocas son las cosas necesaria para la vida: un plato de comida, agua, un camastro, un camino por delante, los buenos recuerdos, y un poco de amor”. Creo que, afortunadamente, todos vamos servidos de comida, agua y camastro, espero que los recuerdos que haya dejado este viaje hayan sido buenos (para mí lo han sido... y mucho). También espero que os hayan quedado ganas de “más marcha”, ganas de seguir haciendo camino en el sentido más amplio de la palabra, ganas de conocer, ganas de aprender, ganas de ver, ganas de luchar por un objetivo. Y nunca olvidéis tampoco que así como no hace falta ser un escalador extremo para sentirse montañero, tampoco es preciso hacer muchos kilómetros para convertirse en viajero. Un buen viaje no es aquel en el que nos hemos ido muy lejos, un buen viaje es aquel del que volvemos cambiados... cambiados para mejor. La última de las frases de Reverte que cito no necesita ningún comentario adicional, es lo suficientemente clara y con ella os dejo: “¿Cuál es el paraíso en la Tierra? Mi paraíso es el camino”. Miguel Ángel 37
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