Un pueblo oaxaqueño en el desierto de Sonora Como se juntaron

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Un pueblo oaxaqueño en el desierto de Sonora Como se juntaron
Un pueblo oaxaqueño en el desierto de Sonora
Como se juntaron decenas de jornaleros triquis, mixtecos y zapotecos para
dejar de ser migrantes en el noroeste de México?
CRÉDITOS NOTA DE PRENSA
Encabezado : Un pueblo oaxaqueño en el desierto de Sonora
Como se juntaron decenas de jornaleros triquis, mixtecos y zapotecos para dejar de ser migrantes en el noroeste de México?
Autor : Surya Lecona Mocrezuma y Diego Legrand
Fecha : 01/11/2012 12:00:00 a.m.
Fuente : Dossier Político
Vínculo : http://www.dossierpolitico.com/vernoticiasanteriores.php?artid=119415&relacion=dossierpolitico&criterio=papagos
El desierto se estremece, la temporada de la uva está llegando. La población flotante de migrantes
rebaza las 4000 cabezas en Pesqueira. Indígenas y centroamericanos paran para cultivar la uva
aproximadamente dos meses, de junio a agosto.
Bernardo de 55 años es Triqui, y fue el primero en llegar hace muchos años. “No había nada en
Pesqueira” recuerda; ni luz, ni agua, ni siquiera existía el pueblo. Era un terreno baldío, un mar de
soledad en un océano de melancolía.
Como la mayoría de la gente del Sur, Bernardo es un luchador nato. Así que recogió su valentía de
las piedras del camino, se sacudió el sudor de la frente y comenzó a trabajar en los campos del
norte, durante el tiempo necesario para ahorrar un poco de dinero y fundar la primera casa del
pueblo.
Pero aún hoy, sentado cómodamente en la silla de un pequeño jardín, encerrado entre la tienda que
atienden su esposa y su hija, bajo los toldos que protegen a su vieja camioneta de las intemperies, el
anciano recuerda lo duro que fueron sus primeros años como trabajador en el desierto del norte.
La situación de los jornaleros es particularmente agotadora en el estado de Sonora. A mediodía se
alcanzan los 48 grados centígrados a la sombra, y las condiciones de hacinamiento son terribles. En
los dormitorios se amontonan de 20 a 30 personas en completa insalubridad. La mayoría se droga
constantemente con marihuana barata y mona para tolerar su corta estancia en los campos del
norte, enormes cultivos de uva, tomate, alcachofas y espárragos.
Muchas veces, los jornaleros indígenas provenientes de Oaxaca y Guerrero son los más castigados
por los pobladores norteños. Benito Vázquez de los Santos, es oriundo de la costa chica de
Guerrero. Aún recuerda el trato que le dieron en los campos de Ensenada, Baja California y de
Hermosillo.
“A los sureño nos tratan bien culero los norteños, se aprovechan de que varios no hablan bien
español y de que en nuestros estados no nos pagan ni la mitad de lo que ganamos acá. Vi a muchos
compañeros humillados y golpeados”. Empapado en sudor, Benito recuerda mientras espanta las
moscas que nos rodean en la estación de la policía comunitaria de San Luis Acatlán, Guerrero. Lo
mismo pasa para los oaxaqueños y chiapanecos.
Esta realidad no es uniforme en los campos del norte. En Ensenada por ejemplo, existen campos
con condiciones menos agresivas para los trabajadores. Existen minas de carbón que respetan los
derechos humanos en México. Pero en muchos casos, la mayoría del producto extraído y
recolectado proviene de pequeños negocios relativamente ilegales, que no se interesan lo más
mínimo en las condiciones laborales pregonadas por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Para mejorar las condiciones de su pueblo, Bernardo Pérez García creó la “Organización Planeación
y Desarrollo de los pueblos Indígenas Triqui, Mixteco Zapoteco”, y junto con Miguel Melo, líder de
los mixtecos, y Leoncio León, paladín de los zapotecos, ha conseguido traer luz, agua y escuelas
indígenas a Pequeira.
Su gente es panadera, albañil o profesora durante el año y vuelve a los campos cuando la
temporada fuerte llega, pero ya no vive en los dormitorios comunes y tiene una casa a la que llegar a
descansar.
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Al principio, los grandes ejidatarios se extrañaron de esta asociación de campesinos renuentes a
cumplir con las tradicionales condiciones de trabajo de los jornaleros. Organizarse es un hábito
particularmente anclado en los grupos indígenas sureños, oaxaqueños y chiapanecos, pero que casi
no se ve en los campos del norte.
En este país la gran mayoría de las rebeliones, organizaciones autónomas y asociaciones de
trabajadores se formaron en el sur, en las zonas más castigadas por la pobreza de este país, y por
ello era la primera vez que se concentraba en el norte un enclave de migrantes rebeldes que
buscaban mejorar sus condiciones de trabajo a través de la alianza de los trabajadores.
Pero parece que al cabo de un tiempo, los norteños se acostumbraron a este extraño enjambre
oaxaqueño-sonorense y permitieron la construcción de un pueblo autónomo y rebelde, dirigido
oficiosamente por líderes oaxaqueños.
Con todo y la nueva organización, Pesqueira sigue siendo un lugar tranquilo. Si no fuese por el circo
que se alza junto a la carretera que da acceso al pueblo, bien podría uno pasar en coche sin darse
cuenta de que cientos de pobladores han decidido asentarse en esta región inhóspita.
Pasado el pequeño camino de terracería que rodea Pesqueira, empiezan a aparecer casas de
modesto tamaño y colores poco llamativos. El gris predomina en Pesqueira y hace juego con el
asfalto de la plaza central, la cancha de basket y sus alrededores.
En medio del pueblo cruzan algunos migrantes reconocibles por sus rasgos sureños y sus pequeñas
pacas en las que transportan las escasas pertenencias que los han seguido desde sus tierras de
origen. La tierra se levanta al paso de los pocos autos que fluyen por ahí. Los migrantes saludan de
paso a la gente asentada en las terrazas que descansa en la hamaca a la hora de la siesta, la hora
en que el Sol es más violento, y preguntan por comida o trabajo a quien se deje escucharlos.
“En general si les damos algo”, comenta Miguel Melo, “sabemos de sobra lo que es pasar hambre y
dejar todo atrás. Yo tengo casa propia, pero me ha costado mucho trabajo tenerla. Y ahora sólo
espero poder hacer venir a gran parte de mi familia que todavía está en Oaxaca sin empleo,” explica
el cabecilla mixteca.
A pesar de la prematura hora, Bernardo ya está ebrio y articula como puede unas cuantas palabras
que, pese a su estado de alcoholismo, relevan la fineza que acompaña a uno de los lideres
oaxaqueños de la región.
“Yo llegué a inaugurar este pueblo. Vine solo desde el cerro pájaro, Oaxaca, a buscar un trabajo.
Estuve tres meses trabajando en Telmex, pero no me gustó. Y cuando yo llegué aquí, no había más
que tierra y viento. Pero me di cuenta que el suelo fértil podía hacer maravillas, entonces comencé a
traer a mi gente. Me vine con unos 600 Triquis, la mitad eran jóvenes. Vinimos desde río venado,
cerro cabeza, río lagarto y río metate”.
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Bernardo se tambalea, carismático y empático, toma su cerveza para decir algunos chistes y
amenizar la entrevista, “Yo soy 132”, declara bajo la mirada furiosa de su esposa; y prosigue: “y así
comenzó a llegar más gente que supo que Pesqueira prometía futuro. Llegaron de Chiapas,
Tabasco, Chihuahua, Oaxaca, Guerrero, Zacatecas y Sinaloa. Cuando nos dimos cuenta, teníamos
aquí mismo gente de etnias de todo el país, mayos, yaquis del norte, y seris, pero también tzeltales,
nahuas y hasta una tarahumara.
“Entonces, con los líderes de las etnias más abundantes, decidimos crear La Organización”, con
mayúsculas, recuerda. Y aunque hay de todo en la organización, queda claro que los líderes son
oaxaqueños.
Bernardo decide que deben apoyarlo los otros representantes, por lo que nos subimos a una troca y
recorremos los dos kilómetros que nos separan de la siguiente casa. A diferencia de la mayoría de
las tribus indígenas del norte como los pápagos o los yaquis, los compañeros de Bernardo son
relativamente confiados y abiertos al diálogo.
Después de un ligero silencio incómodo, Miguel toma la palabra: “Ya con la organización
conseguimos traer luz, drenaje, agua y hasta una escuela indígena, para que les enseñen nuestras
tradiciones, a defecto de nuestras lenguas a nuestro hijos. Ahora es importante que continuemos
para conseguir trabajo a los jóvenes. Las condiciones en la época de la pizca han mejorado, pero
todavía se debe trabajar para mejorar nuestra situación”, comparte.
El alcoholismo es un gran problema, admite la maestra Valenzuela de la Universidad de Sonora,
quien ha aceptado guiarnos desde Hermosillo a esta aldea, con la que participa en muchos
proyectos.
Hace poco, la organización intentó abrir una biblioteca para la escuela del pueblo; la maestra
consiguió los libros regalados, pero la municipalidad no quiso poner el dinero necesario para la
construcción de la biblioteca, ni si quiera los materiales necesarios para su creación.
La mayoría somos albañiles, fontaneros y reparadores de todo un poco, explica León Leoncio. -Con
que nos pongan el cemento y las planchas para la biblioteca, nosotros la construimos, pero ni eso
han querido pagar. No se vaya a creer que estamos hablando de una gran biblioteca, son tres
planchas las que son necesarias para crear una pequeña estantería en la que quepan los libros que
nos regalaron, pero por ridículo que pueda parecer, es un gran paso para nuestra pequeña escuela.
Por el momento, la mayoría del conocimiento se lo enseñamos a los niños de forma tradicional, de
hecho, dos de mis tres hijos hablan zapoteca, continúa, pero el alcalde no quiso apoyarnos en esta
pequeña tarea. Así que toca buscar recursos por otro lado, completa la maestra.La mayoría somos
albañiles, fontaneros y reparadores de todo un poco, dice León Leoncio.
Ahora que fueron las elecciones, todos los partidos les prometieron que les iban a ayudar, contó
Bernardo, después de una pequeña siesta en la que sorpresivamente se mantuvo al tanto de toda la
charla.
“PRI, PAN o PRD, todos dicen que nos van a apoyar, pero yo soy de AMLO, de Morena”, describe,
para el mayor orgullo de la profesora Valenzuela, gran partidaria del Movimiento de Regeneración
Nacional en Hermosillo.
La verdad, es que sea quien sea, prometen mucho, pero cumplen poco, dice Miguel, como
susurrando, por eso tenemos opiniones divididas sobre quien votar en el pueblo, aunque la mayoría
votamos a la izquierda, como en nuestra tierra.
Por su parte, el alcalde es difícil de contactar, aún en el minúsculo pueblo de Pesqueira. “Si quieren
pueden intentarlo”, nos advierte Leoncio, “pero no les va a contestar, nunca está en el pueblo, vive
por acá, pero se va a la cabecera del municipio y nos deja con nuestros problemas”.
Sin embargo, después de pasar algunas semanas vagando por los campos del norte de Sonora y de
ver desfilar delante de nuestros ojos los grandes campos de uva, alcachofa, alcaparra y tomate con
sus respectivas condiciones de hacinamiento, podemos verificar la calidad de vida que han logrado
alcanzar los coetáneos de Bernardo gracias a su simple Organización civil.
Es un pequeño paso en la lucha que opone permanentemente los grandes arrendatarios y patrones
a los campesinos, recolectores y bajos trabajadores de todo tipo, pero es la primera vez que este
paso se da en el norte desde la mentalidad tradicional del sur.
Si en las regiones racistas del sur de los Estados Unidos, la fuerte presencia mexicana ha logrado la
imposición de ciertos alcaldes y hombres de poder que intentan luchar por su gente y mitigar el
impacto de las políticas discriminatorias de la clase blanca dominante, nada impide pensar que algún
día, la presencia de indígenas Triquis, Mixtecos y Zapotecos pueda imponer condiciones de igualdad
en los campos del norte y aportar la mentalidad comunitaria de lucha social que ha favorecido las
explosiones sociales tan conocidas en el sur de este país, y tan extrañas en el ámbito del
pensamiento norteño.
Pesqueira es un manantial de culturas encontradas, un enclave oaxqueño en el árido desierto de
Sonora, pero sobre todo, es una pequeña luz de esperanza para los jornaleros sureños que suben a
cosechar la uva cuando se estremece el desierto, en la temporada de cosechas.
CITAR ESTA FUENTE ASI:
Comunidad: Unidad de Información y Documentación de los Pueblos Indígenas del Noroeste de México.
Colección: Hemerografía.
Repositorio Institucional de la Biblioteca Gerardo Cornejo Murrieta de El Colegio de Sonora
http://biblioteca.colson.edu.mx:8082/repositorio-digital/jspui/
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Biblioteca Gerardo Cornejo Murrieta
perteneciente a El Colegio de Sonora, en cualquier reproducción que de ésta haga.

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