reticula anuario

Transcripción

reticula anuario
Rediseño: no es la solución,
pero permite mejorar la imagen
Julio Alonso
Periodista
EN UN PRINCIPIO FUE LA FIEBRE DEL TABLOIDE,
iniciada en agosto de 2004 por The Independent, de Londres. Desde entonces, más de
medio centenar de periódicos de todo el
mundo han reducido sus dimensiones, pasando del llamado en el argot profesional tamaño sábana al tabloide. Las medidas no
son iguales en todos los casos pero, a bulto,
han supuesto reducir todos esos periódicos
a la mitad de su tamaño original.
Comenzó, como decía, The Independent,
un periódico nacido de una escisión de The
Guardian, editorialmente enfrentado a la política seguida por Tony Blair respecto a Iraq,
asunto sobre el que publicó algunas portadas antológicas —en cuanto a diseño y por
su enfoque combativo—, y que en el mundillo profesional se beneficiaba del prestigio
alcanzado por su hermano gemelo, The
Independent on Sunday, al que la Society of
News Design había premiado en dos años
consecutivos como el diario mejor diseñado
del mundo. Pero que, pese a todo ello, perdía
lectores.
Luego, le siguió el dos veces centenario
The Times, venido a menos desde que es propiedad de Rupert Murdoch, aquejado también del mismo mal: la caída de las ventas.
El caso es que en estos dos años las ventas de The Independent han crecido un 18 por
ciento, que han aumentado también las de
The Times, aunque en menor proporción, un
5,8 por ciento, y que esta mejora de posiciones no ha afectado tanto a sus iguales, los
quality newspapers, como a los de la franja
frívola o sensacionalista: The Sun, el de mayor tirada del país, ha perdido un 1,1 por ciento de sus ventas, y Daily Mirror, un 2,9.
Dos de estos periódicos de calidad, The
Guardian y The Daily Telegraph, aunque han rechazado la fórmula tabloide —un término que
en inglés es sinónimo de prensa amarilla o
sensacionalista, y de ahí que se prefiera hablar
de periódicos compactos—, no han podido
sustraerse, sin embargo, a la ola de rediseños.
El primero de ellos, que en agosto registraba la cifra más baja de ventas de los últimos 27 años, 341.698 ejemplares, se ha embarcado en una operación sin retorno. Ha optado por un tamaño intermedio, sin tradición
en el Reino Unido, el llamado berlinés (el de
La Vanguardia o Le Monde), lo cual ha exigi-
do la compra de tres nuevas rotativas. A cambio, puede vanagloriarse de ser uno de los pocos periódicos en el mundo con color en todas sus páginas. Coste total de la operación, el
equivalente a unos 148,4 millones de euros.
El segundo periódico, The Daily Telegraph, que goza de buena salud (900.000
ejemplares de venta media diaria, un tercio
de éstos por suscripción), se ha mantenido
fiel al tamaño sábana e incluso ha hecho gala de ello durante su relanzamiento publicitario. El eslogan era:“Orgulloso de ser grande,
lo grande es bello”. El periódico apuesta por la
información general, que pasa de 12 a 18 páginas; la económica, que se refuerza con un
cuadernillo diario de 12 páginas, y la deportiva, a la que dedica 32 páginas (¡en formato
tabloide!).
Así, en sólo dos años, puede decirse que
en el Reino Unido sólo permanecen fieles al
tamaño sábana The Daily Telegraph, el económico Financial Times y, por ahora, los dominicales —menos The Independent on Sunday, que acaba de pasarse al tabloide.
La fiebre del rediseño
La fiebre comenzó siendo por el tabloide y
ahora se ha generalizado en fiebre por el rediseño; empezó en el Reino Unido y luego se
ha extendido por todo el mundo. En enero,
era Le Monde el que, en uno de los peores
momentos financieros de su historia y a las pocas semanas de producirse irreparables fracturas en su cúpula redaccional, introducía
cambios en la presentación y en los contenidos. Anunciaba, al tiempo, otros de mayor ca-
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lado, para otoño, que no se han producido a
la hora de cerrar este anuario.
En julio, Corriere della Sera, el periódico
italiano de mayor tirada (673.000 ejemplares
de media diaria), no sólo se pasaba al tabloide y mejoraba sus contenidos, sino que, como The Guardian, ofrecía color en todas las
páginas. Lo hizo sin campaña publicitaria previa, casi sin avisar a sus lectores. “Buscamos
dos objetivos. El primero consiste en hacer un
periódico más atractivo para el lector, potenciando los recursos gráficos. El segundo radica en atraer más publicidad, porque el color
ofrece más posibilidades a las campañas”, explicó entonces Luca Traverso, responsable de
marketing del diario milanés.
En octubre, era Le Figaro, el decano de los
periódicos franceses, el que cambiaba su diseño —cabecera incluida—, reducía en 3,4
centímetros su anchura y reorganizaba completamente su estructura. Su objetivo, adaptarse a un tiempo de zapping informativo, abrirse al público joven y femenino, apostar por la
infografía y la fotografía, mejorar el espacio
publicitario; en definitiva,“invertir la curva de
difusión y reconducirla al alza”, como explicó
Pierre Conte, presidente-director general de
Publiprint, la agencia publicitaria del grupo
editor. La venta actual de Le Figaro, con 326.690
ejemplares de media diaria, es un 3,2 por ciento inferior a la del período 2003-2004.
El 17 de octubre, le tocaba al turno a las
ediciones europeas y asiáticas del influyen-
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te The Wall Street Journal, con 2,7 millones de
lectores diarios si se suman todas sus ediciones. Los cambios en este caso han consistido en el ya consabido pase a tamaño tabloide, el reforzamiento en el rediseño de los elementos de navegación dentro del periódico,
así como de interacción con las páginas online, y en la modificación de la cabecera. Este
último cambio —toda una declaración de intenciones en la medida que integra el logotipo de las versiones impresas y el de la digital—, lo ha explicado así su autor, el norteamericano de origen cubano Mario García,
uno de los gurús del diseño mundial:“Si iba
a existir una fusión real en las prácticas diarias del periódico, esa fusión tenía que comenzar siendo visual”.
Como complemento a estos cambios,
las ediciones europeas y asiáticas de The
Wall Street Journal incluyen publicidad en las
páginas de apertura de secciones, algo vedado hasta ahora, y ofrecen a los lectores un
paquete de suscripción que combina la edición
impresa y la electrónica.
Que se sepa, están anunciados otros
dos cambios de campanillas. Uno en firme,
previsto para enero de 2007, afecta a la edición
estadounidense de The Wall Street Journal,
también a cargo de Mario García, y por tanto
en línea con lo ya experimentado en sus ediciones internacionales. En esta ocasión, sin
embargo, el cambio de tamaño es más prudente: se limitará a rebanar cinco centíme-
tros al ancho de la página. Inversión prevista, unos 83 millones de euros, amortizables
en parte porque, según se explica, de lo que
se trata es de ahorrar papel.
El otro cambio corresponde a The New
York Times. Su portavoz, Amy Wolfcale, reconoció a mediados de octubre que se estaba
estudiando reducir el ancho del periódico, pero no adelantó ninguna fecha. Unas semanas
antes, el presidente y editor del periódico,
Arthur Sulzberger Jr., rechazaba la idea de que
éste adoptase algún día el tamaño tabloide.
Aunque no afecte en principio al aspecto formal del diario ni a la estructura de sus
páginas y secciones, lo que sí es oficial y tiene ya fecha —la primavera de 2007— es la
fusión de las dos redacciones de The New
York Times, la del periódico impreso (1.200 redactores) y la dedicada a la web (50). Bill
Keller, director del diario, y Martin Nisenholtz,
el creador de NYTimes.com, máximo responsable del área digital de la compañía y persona de toda confianza de Sulzberger, lo explicaron en septiembre en un extenso comunicado. Se trata, decían, de “reorganizar
nuestras estructuras y nuestras mentes para hacer periodismo web”.
La fusión redaccional de The New York
Times supone en último término la reconversión de toda una plantilla, y tratándose del
periódico al que muchos consideran la catedral del periodismo, confirma que estamos
en tiempos de mudanza, y que la ola de re-
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Rediseño: no es la solución, pero permite mejorar la imagen
La reticencia a los cambios
de la industria periodística,
en tiempos de bonanza
publicitaria, y la pérdida
de credibilidad de los grandes
diarios acentúan las
incertidumbres del medio.
diseños, siendo en sí lo más aparente o el
más socorrido de los recursos, no es sino la
punta del iceberg.
Reinventar los periódicos
Los periódicos están perdiendo lectores en todo Occidente, en una tendencia sostenida a
lo largo de los últimos años. En relación a
Estados Unidos, la revista Editor and Publisher
lo ha cuantificado de este modo: en 1985 la
media semanal de periódicos vendidos ascendía a 63 millones de ejemplares; 20 años
después, pese al aumento de la población, ha
bajado a 55 millones. Al mismo tiempo, según
un reciente estudio de la Carnegie Corporation, ha crecido la edad del lector medio, que
ahora está en los 55 años.
La explicaciones que se suelen dar para
ello apuntan a la irrupción de Internet, la
competencia de los diarios gratuitos pero, sobre todo, a la deserción de los jóvenes lectores y, últimamente, también de la publicidad.
Son efectivamente algunos de los motivos (o
de las consecuencias, según se mire), pero hay
otros dos que apenas mencionan los periódicos cuando hablan de sus males y que es importante mencionar aquí y ahora. El primero
es la falta de visión de la industria periodística, que ha sido incapaz de vislumbrar lo que se
avecinaba y que aún hoy se muestra reticente a los cambios. La situación queda retratada con la pregunta que Rupert Murdoch, quizá el propietario del mayor número de medios de comunicación del mundo, formulaba
hace unos años a sus principales ejecutivos:
“¿Por qué no fuimos nosotros quienes inventamos Yahoo!?”. (Para curarse en salud, el
magnate ha anunciado inversiones superiores
a los 1.000 millones de euros en lo que ha
convenido en llamar “nuestra prioridad absoluta”: internet.)
El segundo de los motivos tiene que ver
con la pérdida de credibilidad sufrida por lo
diarios a consecuencia de los casos de historias inventadas (por Jayson Blair, en The New
York Times, o por Jack Kelly, en USA Today, en-
tre otros, y en ambos casos de forma continuada) o del abuso en la utilización de fuentes anónimas.
En el último año se han registrado notables iniciativas de algunos periódicos, no
siempre de los más importantes, o más conocidos por el gran público. San Jose Mercury
News, diario de Silicon Valley, en California,
comenzó concentrando las informaciones y
reduciendo el número de cuadernillos, con el
propósito de potenciar la información local,
aunque luego hubo de desandar en parte el
camino. Fue cuando los lectores le hicieron
ver lo arraigado que estaba el hábito de leer
repartiéndose y pasándose de unos a otros,
en una misma familia, los distintos cuadernillos del periódico. Prosperó, en cambio, la
columna ‘raíl’ insertada en primera, que conduce a páginas interiores.
Los Angeles Times, en su afán de fomentar la participación de los lectores, se inventó un nuevo género opinativo: los wikitorials
o editoriales de autoría múltiple (escritos por
los lectores con técnica wiki), un experimento que tuvo que cortar por lo sano cuando
desembocó en un muestrario de pornografía y blasfemias.
Chicago Sun-Times, finalmente, pese a
editarse en una ciudad con un mercado bursátil importante, ha dejado de publicar las habituales páginas con las cotizaciones de las
bolsas, pues considera que es un esfuerzo inútil
cuando en Internet se están actualizando de
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continuo y al instante (algo muy similar a lo
que hizo hace ya varios años el diario mexicano Reforma con la programación televisiva).
Discutibles en unos casos, fallidas o
abortadas a poco de nacer en otros, éstas y
otras iniciativas han surgido por la forzosa
necesidad de reinventar el periodismo y los
periódicos, que son las circunstancias en la
que nos encontramos. Otras, esbozadas por
los expertos, chocan frontalmente con las
viejas reglas del oficio periodístico. Así, el pronóstico hecho por Mario García, según el
cual en el futuro los artículos de los periódicos concluirán con numerosas notas a pie de
página, como paliativo frente a los enlaces o
links del digital, cuando hasta ahora el santo y seña era lo contrario. O, por ejemplo, la
norma de no repetir en un pase de página el
mismo titular de primera, a la que se aferraba el redactor de NTO cuando el autor del rediseño de este diario polaco —Jeff Mignon,
el cual lo ha contado así en su blog— defendía lo contrario: la repetición es válida, pues sirve de guía al lector.
Una muerte anunciada
La pérdida de lectores de los periódicos, maquillada con suscripciones colectivas tras las
que se oculta la semigratuidad de muchos
ejemplares contabilizados como ventas en
quiosco y frenada artificialmente con las promociones, es un síntoma preocupante.
Tanto como para que altos ejecutivos de
medios de comunicación británicos y estadounidenses, reunidos en marzo por el Cambridge-MIT Institute para hablar del futuro
de la prensa, pronosticarán un fatal desenlace. El encuentro se celebró a puerta cerrada
y bajo los límites del Chatham House Rule
(algo así como ‘se dice el pecado pero no el
pecador’), de manera que sólo han trascendido las conclusiones de lo tratado, que no
son precisamente muy halagüeñas en lo que
se refiere a la prensa escrita:“Los periódicos
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están muertos pero todavía llevará un rato
que se enfríe el cuerpo”.
Más drásticas aún fueron las conclusiones de una videoconferencia celebrada, días
después, en el Media Center del American
Press Institute, entre cuyos participantes figuraba Philip Meyer, un veterano periodista,
hoy profesor de Periodismo en Carolina del
Norte y autor de un libro que está dando
mucho que hablar: The vanishing newspaper:
saving journalism in the information age.
Meyer puso entonces fecha a la defunción
de la prensa escrita: según sus cálculos, será
en abril de 2040.
Se trata en todo caso, maticemos, de la
muerte de los periódicos tal y como hoy los
conocemos, lo cual tampoco es de extrañar. Si
se les compara con los medios digitales cabe hacerles los siguientes reproches: manchan las manos; hay que ir a buscarlos al
quiosco o, cuando menos, al buzón de correos; a poco que te descuides, la acumulación
de varios ejemplares resulta engorrosa dondequiera que los pongas; luego hay que deshacerse de ellos depositándolos en contenedores especiales para papel; la mayoría de las
imágenes que reproducen falsean la realidad
puesto que aparecen en blanco y negro, no
en color como la vida misma; no incluyen
imágenes en movimiento y tampoco sonidos, sean éstos voces o música; la posibilidad
de duplicar parte de su contenido y de hacérsela llegar a un amigo es complicada y, comparativamente, muy lenta; se trata de un
producto estándar, no personalizable, trae lo
que trae y punto; la consulta de ejemplares
de días anteriores exige su previo almacenamiento y, en su caso, complejos procesos de catalogación; pero sobre todo y principal, se
trata de un producto que, al llegar a nuestras
manos, al menos hace cinco o seis horas que
quedó obsoleto. La radio, la televisión e internet han destripado su contenido.
Esta es la realidad y ésa es la que hay
que afrontar. No se puede seguir titulando
con el saldo de muertos de un accidente por-
que, muy probablemente, su número habrá
aumentado cuando el periódico llegue al lector. El cine, la televisión, la publicidad y la industria del libro han elevado notablemente
la sensibilidad estética del lector, de modo
que no cabe entregarle ejemplares con las
tintas desajustadas, de letra pequeña y columnas apretujadas, o cicateros en los márgenes. Internet permite a sus usuarios dialogar
entre sí, e intercambiar información, y esa
posibilidad sólo la pueden compensar los periódicos fomentando los foros de lectores, reforzando sus servicios de atención al cliente,
cuando no creándolos, y siendo los primeros
en la corrección y reconocimiento de los errores cometidos en sus páginas.
Choca que altos ejecutivos de medios
de comunicación británicos y estadounidenses se sinceren en el anonimato y digan que
los periódicos tienen sus días contados. Y, sin
embargo, quizá sea más sorprendente su segunda conclusión: la resistencia al cambio,
calificada como “rayana en lo patológico”,
que ofrecen algunos diarios. Porque, como
ha pronosticado el profesor Geneva Overholser, de la Universidad de Misuri, antiguo periodista, los periódicos, de sobrevivir, sobrevivirán como complemento del online.
Así que en toda esta fiebre de rediseños
a la que se ha tratado de dar repaso, quizá lo
más importantes no sean los tenidos estrictamente como tales —esto es, los que afectan
al aspecto visual— sino aquellos otros que
suponen reubicación y remodelación del producto, así como saneamiento de recursos,
pues son los que aseguran el futuro. Se trata, en definitiva, de que la explotación de la
fórmula impresa, todavía en papel, financie
el acomodo de los medios a la era digital.
Steven Smith, editor ejecutivo de Spokesman-Review, una publicación de Washington capital cuyo rediseño está anunciado para febrero de 2006, no ha podido ser
más claro: “El rediseñar no va a solucionar
el problema, pero hay que rediseñar para
Ô
seguir en el juego”.

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