Los libros de Aída Martínez Carreño

Transcripción

Los libros de Aída Martínez Carreño
Los libros de Aída Martínez Carreño
Premio Nacional de Historia
Por: Isaías Peña Gutiérrez
En 1995, Aída Martínez Carreño, años antes "de" Carrizosa-, ganó con su libro Extravíos. El mundo de los criollos
ilustrados1, el primer lugar de los Premios Nacionales de Colcultura en el área de historia, habiendo sido jurados Alvaro
Tirado Mejía, Gustavo Bell y Mary Roldán.
Premio Nacional de Historia
Por: Isaías Peña Gutiérrez
En 1995, Aída Martínez Carreño, años antes "de" Carrizosa-, ganó con su libro Extravíos. El mundo de los criollos
ilustrados1, el primer lugar de los Premios Nacionales de Colcultura en el área de historia, habiendo sido jurados Alvaro
Tirado Mejía, Gustavo Bell y Mary Roldán.
Para llegar al Premio de Colcultura, la autora debió pasar por el Museo del Siglo XIX del Fondo Cultural Cafetero -que
ella fundara y dirigiera por más de diez años-, donde se dedicó al estudio e investigación de la vida cotidiana en la
sociedad postcolonial del siglo pasado. De ahí surgieron sus célebres libros Mesa y cocina en el siglo XIX y La prisión del
vestido, aproximaciones alejadas de los enfoques folcloristas, en las que a partir del micromundo de las recetas y los
comportamientos frente a la mesa se descubren las estratificaciones sociales del primer siglo de la República. Este
conocimiento de comidas y vestidos, condimenta, por cierto, con sazón exquisita, la historia que rescata en su Premio de
Historia de 1995.
A su experiencia con las fuentes directas, Aída Martínez Carreño sumó incesantes investigaciones históricas para la
redacción de ensayos acerca de la mujer, la familia y la vida privada en el siglo XIX. Así, hasta cuando concluyó su Maestría
de Historia en la Universidad Nacional, precisamente, con este hermoso libro que revela, además de las ideologías en
conflicto, sobre todo la mentalidad de una época azarosa, de rebeliones y claudicaciones.
Cuando Aída Martínez C., miembro de número de la Academia Colombiana de Historia, preparaba, en 1991, su ensayo
para el libro Mujeres en la historia de Colombia, se encontró en el "Fondo República" del Archivo General de la Nación,
con que al lado de los casos criminales protagonizados por mujeres del pueblo -indígenas, esclavas, sirvientas,
chicheras, aguadoras, revendedoras o hilanderas-, había uno en cabeza de una mujer colocada en la cúspide de la
pirámide social -"nobles", decían los españoles y criollos- y bastante singular.
Dos temas, entonces, una mujer con el linaje de los Mutis y la transición de la Colonia a la República, se convirtieron, en
su materia de investigación para determinar, más que la anécdota misma -que, de todas maneras, se transcribe tanto
en su ambientación social como en sus aspectos legales-, las contradicciones de una época en la cual se cifraban
nuevos valores frente al sistema político estatal e interestatal, a las legislaciones nacionales, a las relaciones familiares,
a la educación, a la mujer, y que, a la postre, evidencian una mentalidad social retrasada para su momento, aunque con
singulares brotes de superación, como lo demuestra el caso de Micaela Mutis Consuegra, acusada penalmente por su
marido, Miguel Valenzuela Mantilla, por el delito ("crimen", se decía en los códigos castellanos) de "amancebamiento
adulterino e incestuoso", mantenido con Juan Bautista González (Ob. cit. p. 46).
Micalea, hija de Don Manuel Mutis -sublevado en 1781 con los comuneros del Socorro y San Gil, Santander-, y sobrina
de Don José Celestino Mutis -siempre vinculado a la causa esapañola-, había escapado a ser casada, contra su
voluntad, con Don Sebastián Rubira, ex-alcalde de Bucaramanga, sin que por eso dejara de hacerlo, a los 18 años de
edad, con el abogado de 33 años, miembro del Cabildo de Girón, Don Miguel Valenzuela Mantilla, en febrero de 1801.
Sus vidas maritales fueron normales hasta donde lo permitieron las dos orillas en que los dos se hallaban: ella, joven,
rebelde, criolla afecta, como su padre, a las causas patriotas, vinculada a Bucaramanga y Piedecuesta; él, mayor,
político y burócrata realista, de los fundadores de la noble Girón. Pero, la Pacificación española del General Morillo y su
posterior derrota en 1819, los separó. Valenzuela huyó a Maracaibo y sólo regresó a comienzos de 1822, mucho después
del indulto concedido por la Vicepresidencia a los emigrados que juraran lealtad al nuevo gobierno (Ob. cit., p. 42).
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Los dos habían tenido siete hijos, pero cuando él regresó, tres años después, ella amamantaba uno más, a Domingo
Cruz del Carmen Mutis. A Valenzuela, ahora en Pamplona, lo nombraron, sin tener en cuenta su "condición de emigrado
realista" (Ob. cit., p. 45) y contrariando la disposición legal que le exigía al candidato haber residido los dos últimos años
en su provincia, representante por Pamplona al primer Congreso Constitucional de la República. Es cuando
Valenzuela, después de engañar a su esposa aceptándole la propuesta de separación, llevada a cabo el 24 de
septiembre de 1822, en virtud de la cual Micaela le arregló ficticiamente una partida, superior a la de ella, de 5.902 pesos
de capital y gananciales, decide vindicar su nombre y llegar puro a Bogotá. Por eso, el 12 de noviembre de 1822
denuncia penalmente a su mujer por "amancebamiento adulterino e incestuoso" y la hace encarcelar, sin que ella lo
rehuse (incluso rechaza casas por cárcel). El proceso judicial, que compendia desde el digno drama encarnado por
Micalea Mutis hasta la comedia picaresca y un tanto grotesca de Juan Bautista González, quien llega incluso a robarse
y a devolver el expediente, termina el 7 de septiembre de 1924 -luego de presiones familiares y del bochornoso
escándalo provinciano- en un extraño "dimitimiento" de la acusación criminal, que se acuerda bajo la condición, dolorosa
para la madre, de entregar su hijo -de dos años- a su padre.
Muy bien escrito, documentado en los archivos de Bogotá y en las sedes notariales y eclesiásticas donde ocurrieron
los hechos, con trama cronológica al estilo novelesco -recurso poco socorrido entre los historiadores que en algún
momento convirtieron la historia en áridos murales econométricos-, Extravíos. El mundo de los criollos ilustrados,
permea e ilumina una época decisiva en nuestra historia nacional, con datos que van desde una macro-visión del estado
social, económico y político, hasta la micro-visión (lo privado, lo de adentro) de las relaciones familiares de descendientes
de españoles, ahogados en contradicciones que aún no hemos podido superar del todo.
Y puede considerársele una valerosa aproximación a la mentalidad de la época cuando, unos, venciendo la oposición
interna y externa de los otros, en un momento de extravío, se separaron del Rey de España, y cuando, en otro momento
de extravío, también, algunas mujeres -con sus razones políticas o sentimentales- optaron por separarse del Rey del
Hogar, así al final resultaran engañadas y sacrificadas por la ley.
Casi dos siglos después, el extravío de Micaela, ha significado, por ejemplo, que su historiadora y tantas otras mujeres
hayan podido desprenderse de la coyunda del "de" en su apellido, con o sin separación, sin tener que ceder sus hijos o ir
a la cárcel.
1Santafé de Bogotá: Colcultura, 1996, 138 pp.
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