articulo completo - Valor Estratégico
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ESCENARIO EN PERÚ Minería y comunidades, una relación desafiante THE SITUATION IN PERU Mines and communities, a challenging relationship According to the consultant Rodrigo Rivas, community relations are a phenomenon which has been developing in Peru for some time and which has long been a concern for companies. T In recent months, the opposition of part of the community to major mine projects in Peru, such as Conga and Tintaya-Antapaccay, has captured the headlines. However, the issue of the relationship between companies and the inhabitants living in their areas of influence is not new. “It has been going on for some time and has been a concern and preoccupation among the companies for many years,” says Rodrigo Rivas, a partner at the consultancy Valor Estratégico and previously director of corporate affairs in South America for the mining company Barrick Gold. “Perhaps the difference now is that the election of President Ollanta Hulama gave rise to new expectations in one part of society,” but the government instead opted to maintain the model of protecting foreign investment. Luquman Shaheen, president and CEO of exploration company Panoro, shares the view that it is a situation which has been brewing for some time. As he notes in the interview published in this edition (see page 31):”During the last twenty years, the participation of the 70 Equipo de Anglo American presentando el proyecto Quellaveco a comunidades vecinas. Anglo American team presents the Quellaveco Project to local community. El consultor Rodrigo Rivas sostiene que el tema social es un fenómeno que se viene desarrollando hace tiempo en Perú y que ha sido motivo de preocupación y de ocupación por parte de las empresas. E n los últimos meses, la oposición generada por sectores de la comunidad a importantes proyectos mineros en Perú, como Conga y Tintaya-Antapaccay, ha acaparado la atención. Sin embargo, el tema de la relación entre las empresas y los pobladores de sus áreas de influencia no es l Latinominería l julio-septiembre / july-september 2012 nuevo, “es un fenómeno que lleva bastante tiempo y ha sido motivo de preocupación y de ocupación de las empresas hace bastantes años”, sostiene Rodrigo Rivas, socio de la consultora Valor Estratégico y quien fue además director de Asuntos Corporativos de minera Barrick Gold en Sudamérica. “Quizás las diferencias que pueda existir en este último tiempo -agrega- es que la elección del Presidente Ollanta Humala generó expectativas diferentes en una parte de la sociedad”, pero finalmente la actual administración ha optado por mantener el modelo de privilegiar y cuidar la inversión extranjera. Luquman Shaheen presidente y CEO de la compañía de exploración Panoro, comparte la visión de que se trata de un fenómeno que se viene gestando desde hace años. Cómo lo señala en la entrevista publicada en esta misma edición (ver pag. 31): “Durante los últimos 20 años la participación de las comunidades ha ido creciendo, y también el conocimiento de las poblaciones indígenas sobre la industria minera (…) No lo veo como un problema, sino como un proceso de largo plazo”. Sin embargo, Rivas estima que los hechos ocurridos en el último tiempo muestran una dificultad de las autoridades peruanas -tanto nacionales como regionales- para lidiar con el complejo tema de las demandas sociales. RELACIONAMIENTO Por su experiencia en la compañía Barrick, destaca que la preocupación de las empresas mineras por las comunidades está más desarrollada en Perú que en otros países mineros de la región, como por ejemplo Chile. No obstante, el escenario social también es mucho más complicado. “Las empresas desarrollan actividades de relacionamiento comunitario y de inversión local (…) cualquier actividad de explo- “Perú es un país que ha crecido mucho en los últimos años, pero a nivel de las ciudades; en el campo, las sierras, en general las zonas rurales, el nivel de desarrollo es bajísimo… Todo esto hace que las empresas tengan que hacerse cargo de las necesidades básicas de los habitantes de las zonas cercanas a sus proyectos, porque el Estado no existe”. ración que se impulsa en Perú tiene que ir desde el comienzo liderada por equipos de relaciones comunitarias que básicamente negocian con los pobladores de la zona para poder iniciar estas labores. En Chile se está lejos de eso, los trabajos de exploración continúan siendo confidenciales; son muy pocas las empresas o las juniors que realizan una actividad socio-comunitaria en esas etapas”, subraya. communities has been growing, as has the indigenous community’s understanding of the mining industry (…) I don’t see a problem, but a long-term process.” However, Rivas believes that recent incidents reflect the difficulties faced by the Peruvian authorities – both national and regional – in tackling the thorny issue of social demands. RELATIONS Reflecting his experience at Barrick, he says the mining companies’ concern for communities is more developed in Peru than in other mining-dependent countries in the region, like Chile, for example. However, the situation in Peru remains much more complicated. “Companies undertake community relations activities and local investment (…) Any exploration project undertaken in Peru must be led from the beginning by community relations teams which basically negotiate with local people before work can start. In Chile, we are a long way from that. Exploration work remains confidential; there are very few companies or juniors which carry out social or community work at that stage,” he highlights. Another issue to be considered is the huge gap that exists in terms of economic progress. “Peru is a country which has grown rapidly in recent years, but only in the cities; in the countryside, in the mountains, in the rural areas in general, the level of development remains very low…This means that companies have to assume responsibility for the basic needs of people living near the projects because the state is absent,” he notes. Las comunidades tienen una legítima preocupación por mantener su entorno y sus tradiciones ancestrales. Communities have a legitimate concern to preserve their environment and ancestral traditions. “Peru is a country which has grown rapidly in recent years, but only in the cities; in the countryside, in the mountains, in the rural areas in general, the level of development remains very low…This means that companies have to assume responsibility for the basic needs of people living near the projects because the state is absent.” julio-septiembre/ july-september 2012 l Latinominería l 71 Rodrigo Rivas, socio de la consultora Valor Estratégico. Rodrigo Rivas, a partner at the consultancy Valor Estratégico. Otro factor que se suma, es el desequilibrio en materia de progreso económico: “Perú es un país que ha crecido mucho en los últimos años, pero a nivel de las ciudades; en el campo, las sierras, en general las zonas rurales, el nivel de desarrollo es bajísimo… Todo esto hace que las empresas tengan que hacerse cargo de las necesidades básicas de los habitantes de las zonas cercanas a sus proyectos, porque el Estado no existe”, asevera. Asimismo, una crítica generalizada es que las autoridades regionales y locales tampoco suelen tener la capacidad de manejarse con estos grandes proyectos. “No existe la visión a largo plazo en muchas regiones del Perú como para lidiar con proyectos que van a invertir US$2.000 millones o US$4.000 millones, entonces son fácil presa de grupos ambientalistas, grupos indigenistas; hay un tema ideológico en contra de la inversión extranjera que entra con bastante fuerza”, acota Rivas. Por ello, uno de los principales desafíos de las empresas es colaborar con los gobiernos regionales entregando herramientas de capacitación y trabajando muy estrechamente con ellos en ir aportando en esta visión y experiencia “para que efectivamente el canon (impuesto que va a las regiones) se utilice en las carencias reales de la zona y que la población vea que la actividad minera le está trayendo beneficios directos también”. Concuerda con este punto el investigador principal del Instituto del Perú de la Universidad San Martín de Porres, Miguel Santillana, quien señala que una vía que tienen las empresas mineras para acercar posiciones y fomentar un clima de mayor entendimiento y búsqueda de acuerdos con las comunidades, es asumir un rol de articuladores del desarrollo en las regiones donde operan: “no quiere decir que hagan toda la inversión, sino que articulen su accionar con el de sus proveedores y otros agentes de la zona, para pensar en el desarrollo”. Ello, por cuanto estima que lo que falta en Perú es capacidad gerencial a nivel de las autoridades regionales para administrar la gran cantidad de recursos que se están generando. Según cifras aportadas por la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía del Perú (SNMPE) los gobiernos regionales y locales se vieron beneficiados por el desarrollo de la actividad minera, pues sólo en el período 2007 - 2011 recibieron 20.000 millones de nuevos soles como canon minero, dinero que sirve para financiar obras de infraestructura básica y productiva. “También hay un elemento importante referido a que los campesinos y las comunidades indígenas tienen una legítima preocupación por los temas ambientales, su provisión de agua, sus tierras ancestrales donde se han desarrollado”, explica Rivas. Este último punto adquiere especial relevancia en Perú, donde muchos proyectos mineros se ubican en zonas pobladas, lo que incluso ha llevado a trasladar comunidades. Es el caso del proyecto minero Toromocho, de Chinalco, que obligó a construir una nueva ciudad para los habitantes de Morococha. Por este motivo, Rivas sostiene que los conflictos que se han generado obedecen a la incapacidad de diálogo o bien a que no hubo un intercambio de información claro desde el comienzo, factor que él considera clave para el éxito de los proyectos. Un ejemplo positivo es Quellaveco, donde al cierre de esta edición se anunciaba el logro de acuerdos en la Mesa de Diálogo dispuestas por las autoridades y la empresa Anglo American. Another criticism leveled at local and regional authorities is that they often lack the capacity to negotiate with major investment projects. “There is no long-term vision in many parts of Peru needed to negotiate with projects which are going to invest US$2 billion or US$4 billion, so they are easy prey for environmentalists or indigenous groups; there is an ideological strain which has grown significantly and which is opposed to foreign investment,” says Rivas. One of the main challenges facing companies is how to collaborate with regional governments. Often they need to provide officials with training and work closely with them on the vision and experience “so that the canon [tax revenues distributed to the regions] is used to meet the region’s real needs and the population see that mining also benefits them.” Miguel Santillana, the head researcher at the Institute of Peru at the San Martin de Porres University agrees on this point. One way that mining companies can strike deals and encourage a climate of consensus and agreement with the communities is to take on the role of facilitating development in the areas where they operate. “They do not have to actually carry out the investment, but they should combine their efforts with those of their suppliers and other local players to encourage about development.” This would partly compensate for Peru’s lack of management ability at a regional level to handle the huge resources being generated. According to figures provided by Peru’s National Association of Mining, Oil and Energy (SNMPE), regional and local governments have benefited from the development of the mining industry. Between 2007 and 2011, they received New Soles 20 billion through the mining canon, to finance basic and productive infrastructure. “It should also be remembered that farmers and indigenous communities have a legitimate concern for the environment, for water supplies and their ancestral lands, where they have always lived,” explains Rivas. This final point is especially important in Peru, where mine projects are often located in populated areas. In some cases whole communities have had to be moved. One example is Chinalco’s Toromocho mine project which required a new town to be built for the inhabitants of Morococha. As a result, Rivas says that the conflicts which have arisen reflect an inability to negotiate or an insufficient exchange of clear information from the beginning, an issue he considers key to any project’s success. He points to Quellaveco as an example of what can be achieved. As this edition went to print, the negotiating committee set up by the authorities and Anglo American had reached a series of agreements. julio-septiembre/ july-september 2012 l Latinominería l 73