Juan Echeverri y Rober (1609-1662), Capitán

Transcripción

Juan Echeverri y Rober (1609-1662), Capitán
 ALONSO DEL VAL, José Mª: “Juan Echeverri y Rober (1609-1662),
Capitán General y Almirante de las reales Flotas de Indias”, Itsas
Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 6,
Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2009, pp.
725-734.
Juan Echeverri y Rober (1609-1662), Capitán General y
Almirante de las reales Flotas de Indias
José Mª Alonso del Val
Centro de Estudios Montañeses (Santander)
1. INTRODUCCIÓN
Entre los personajes más relevantes que dieron brillo y honor a la marina española del siglo XVII en
las escuadras de la Armada Real y en los galeones de la Flota de Indias de este período colonial, figura el curriculum vitae en cuadro de honor de este hábil, bizarro y organizador marino vasco1, perteneciente a una de las más ilustres, renombradas y valerosas sagas vascas de Capitanes, Almirantes y
Capitanes Generales: los Echeverri Rober, que jugaron un papel crucial en el dominio, organización,
conexiones y defensa del transporte mercantil hispano con América y la metrópoli, y a su vez de ésta
con las potencias europeas; hombres y nombres de linajes que acabaron siendo a la postre fiadores
y testaferros del más floreciente comercio oficial.
De hecho la Corona española se decantó pronto durante los Austrias mayores y menores, por
la iniciativa, experiencia, tradición y empuje de los hombres de mar y familias marineras procedentes del País Vasco y Cantabria para la defensa y realización de sus planes oficiales y empresas
navales (astilleros y arsenales para la construcción y dotación de las naves, elementos para artillarlos, industria subsidiaria y de mantenimiento, tecnología avanzada, etc.); como también del
negocio generado por el transporte: fijación de las rutas y defensa de las mismas, desembarco y
alijamiento, oferta y colocación de sus productos en destino, etc. Todo esto fue haciendo posible
el lógico y legítimo encumbramiento y riqueza de estas hidalgas y relevantes familias, que acabarán formando parte de la selecta burguesía y nobleza del resto del país, haciendo valer sus méritos a la vez que integrándose en su statu quo: aspirando a los títulos nobiliarios y hábitos de órdenes militares de la misma, así como a la fundación o dotación eclesial solariega de alguna capilla
u obra pía por su parte.
A este respecto podemos conocer junto al linaje de los Echeverri-Rober (del que ahora trataremos), el contemporáneo de los Oquendo, Isasi Idiaquez, Larráspuru, Ibarra, Egués y Beaumont, o
también los Vega Otañes, Rivaherrera o Garay, con los cuales se relaciona; de hecho muchos de ellos
acabaron emparentándose entre sí, como es el caso que nos ocupa del Almirante Don Juan de
Echeverri con la señora Doña Antonia de Vega Otañes, del linaje de Santullán, cercano a Castro
Urdiales –Cantabria–: Garay-Otañes.
2. LAS FUENTES Y FONDOS DOCUMENTALES DE LOS ECHEVERRI-ROBER
Una de las colecciones de fondos documentales, formados y ordenados como fuente básica de investigación para la historia de la Marina Española, es sin duda la llamada “Vargas Ponce” (Excmo. Sr.
Don José Vargas Ponce: nacido en Cádiz, 1780; muerto en Madrid, 1821). Ilustrísimo marino, literato y matemático español; al cual se le debe la susodicha e ingente tarea y empresa compiladora, distribuida hoy en los recintos de tres Instituciones del Estado: la Real Academia Española y Biblioteca
Nacional, la Real Academia de la Historia, y el Museo Naval de Madrid.
Precisamente de este último estamento, en los papeles y conjunto de manuscritos depositados
en la Biblioteca y Archivo del Museo Naval de Madrid (AMNM), se encuentran el grueso de fondos
1. En los documentos de época aparece el apellido Echeverri con “uve”, por lo cual lo trascribo tal cual respetando en ese contexto la ortografía de su siglo, para él y todo su linaje.
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que hacen referencia a los Echeverri donostiarras2. A Vargas Ponce le fue ordenado por el ministro
de Marina, Antonio Valdés y Fernández Bazán (n. en Burgos, 1744-m. en Madrid, 1816), en marzo
del año 1800, que fuera a Guipúzcoa para reconocer los Archivos de la ciudad de San Sebastián, del
de la Provincia, de sus pueblos y villas principales, escribiendo al respecto un estado de la población
de cada uno, recogiendo los aspectos de agricultura, industria, comercio y navegación. Continuó su
labor investigadora en archivos parroquiales, y de otras instancias de la costa de Cantabria, formando una colección de copias de documentos referentes a su Marina.
Entre las secciones de legajos clasificados por él con numeración romana (39 volúmenes), se
encuentran muchos documentos relacionados con la mar de Guipúzcoa y Vizcaya en su proyección
marinera, referidos a todos sus ámbitos y circunstancias (mercantil, pesquera, militar, etc…), haciendo relación específica y preeminente a la familia Echeverri. Más concretamente, los del Tomo V (años
1600 al 1661), el cual consta de 204 hojas con 146 documentos, entre los que están las: Cartas de
Martín Nabejas Villaviciosa a Domingo de Echeverri sobre construcción naval… El siguiente Tomo VI
(años 1604 al 1738), consta de 366 hojas en 245 documentos, hallándose en ellos un bagaje de la
Correspondencia de la familia Echeverri.
En el Tomo VII (correspondiente a los años 1613 al 1670), que incluye 238 hojas de 176 documentos, está la Correspondencia de Domingo de Echeverri con Martín de Aróstegui sobre galeones,
y otro grueso más de su correspondencia general de familia. En el siguiente Tomo VIII (1613 a 1684),
con 161 hojas de 43 documentos; se compila en él más Correspondencia de la familia Echeverri y de
la Armada de la Carrera de Indias… El Tomo IX (1616 a 1662), agrupa 272 hojas de 206 documentos en los que se da noticia de la Armada del Mar Océano y Correspondencia de Domingo de
Echeverri. Otro tanto sucede con el Tomo X (1617 a 1672), el cual suma 173 hojas de 94 documentos con más Correspondencia de Juan y Domingo de Echeverri… Concluye el Tomo XI (años
1629 a 1672), con un fondo de 224 hojas correspondientes a 141 documentos incluyendo en ellos
la Correspondencia de Juan y Domingo de Echeverri sobre varios asuntos, entre ellos los relacionados con la Armada de la Carrera de Indias… Sigue la colección de documentos incluyendo papeles
de la familia en los Tomos XII y XIII; XVII; XIX a XXIV; y XXIX.
En la serie segunda del Catálogo que incluye los de numeración arábiga hallamos documentos
de la familia Echeverri y referencias a ella en los Tomos: 1, 1B, 2, 3A, 3B, 4, 6, 7, 8, 11, 12, 13A,
13B, 14A, 14B, 15A, 15B, y 29. Como en la serie de tomos de números romanos es el apellido que
más se nomina con más de 200 citas en los fondos de dichos tomos.
En el Archivo General de Indias de Sevilla (AGI) encontramos también lo correspondiente a los
Echeverri Rober en la sección de Patronato Real: con los documentos de Buen Gobierno sobre estos
generales y almirantes Echeverri de las Flotas de Indias. Asimismo en la sección de Contaduría
General del Consejo de Indias/Real Hacienda, con las cuentas de pagos librados, sueldos y propinas
que se les devengan en el desempeño de oficios y beneficios de servicios. Y por último en los alcances y contenido de las Sentencias del Consejo y autos originales de los Generales de Flotas; de los
Echeverri-Rober; tenemos por ejemplo del año 1651, de Juan siete sentencias; y de 1655, trece sentencias; de 1668, de Juan Domingo, cuatro sentencias…etc.
Al grueso de este bloque de documentos y datos –que ya de por sí darían pie para hacer de ellos
en estudio pormenorizado una tesis doctoral sobre esta ilustre familia de hombres y mujeres de mar–
hay que añadir la suma de citas que acopian las aportaciones de primera mano de miembros de la
familia Echeverri –sobre todo del almirante Jacinto Antonio– al superintendente, magistrado, administrador y escritor destinado primero en la Nueva España (secretario de negociados en la Casa de la
Moneda de Puebla), después en la Casa de Contratación de Sevilla y en la de Indias, autor de la obra
Norte de la contratación de las Indias Occidentales, publicada en Sevilla en 1671, y que no es sino
José Gasteátegui (apellido cambiado en Veitia [sic], por el nombre del caserío paterno de Cortézubi)
y Linaje –madre burgalesa de Soto de Bureba–. José nació en Burgos en 1623 y murió en Madrid en
1688, siendo miembro del Consejo de su Majestad y caballero de la Orden de Santiago.
En dicha aportación Jacinto Antonio de Echeverri (1625-1673) se declara partidario de la manera de construir navíos al modo de los holandeses, los cuales incluían ya en sus dominios los mares
2. En el Catálogo de la Colección de Documentos “Vargas Ponce” se hallan compilados –en tres volúmenes–, excelentemente clasificados
por Pilar San Pío Aladrén y Carmen Zamarrón Moreno, Jefes de Investigación del Museo Naval (Madrid, 1979), el gran volumen de papeles de
la que –como hemos subrayado– es preeminente familia, prolífica en la fecundidad de sus servicios, iniciativas y ofrenda en todos los ámbitos y
proyección marítima.
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oceánicos durante la primera mitad del siglo XVII, debido al impulso de su comercio y afán belicoso
de implantación colonial, sin descuidar las pingües ganancias que les reportaban el oficio en corso y
la piratería. Jacinto Antonio hacía distinción clara entre naos mercantes y naos de guerra, con planteamientos regulados y experimentados en hidrostática, geometría y aritmética. Murió en septiembre de 1673, cuando se preocupaba por refundir en un cuerpo de doctrina cinco discursos suyos
sobre arquitectura naval, que circulaban ya manuscritos entre sus amigos del gremio3.
Otra fuente de datos la ofrece otro hermano menor de Juan y Jacinto Antonio, e hijo de Domingo
de Echeverri; se trata de Juan Domingo de Echeverri († 1675), el cual fungió también como los anteriores de General de Flotas. Al morir el primogénito Juan apenas cumplidos los 53 años en 1662,
heredó los títulos que su hermano mayor lucraba, pues había de casarse –con las debidas licencias
de dispensa– con la hija de éste, la cual era lógicamente su sobrina. Este nuevo Marqués de
Villarrubia de Langre y Conde de Villalcazar de Sirga, que como sus hermanos siguió la carrera de la
mar participando con ellos en multitud de acciones y empresas navales, formuló e imprimió en 1666
unas excelentes: Instrucciones de D. Juan de Echeverri conde de Villalcazar, a la Armada y Flota de
Nueva España: Saludos de mar. Obra que retomó y reprodujo Cesáreo Fernández Duro, en
Disquisiciones náuticas4.
3. LA FAMILIA DE LOS ECHEVERRI ROBER
El hecho de haber accedido los miembros de esta familia –con las pruebas y testimonios de merecimientos probados– a la obtención de títulos de nobleza con los blasones de sus apellidos, y al timbre de los escudos con hábitos de Órdenes Militares, nos ha proporcionado un acceso expedito a la
savia de sus raíces. En el Archivo Histórico Nacional de Madrid las hemos encontrado5.
En primer lugar comprobamos que esta rama del apellido Echeverri (también lo escriben Chéverri),
tenía su raíz “en la Casa y solar de Echevarría”, que se hallaba en el lugar de Ezquioga (hoy EzkioItsaso, muy cerca de Zumárraga), dentro de la jurisdición de la alcaldía mayor de Areria, en la provincia de Guipúzcoa. En el fondo de los lienzos familiares podemos observar su escudo heráldico, el cual
se describe así: “En campo de azur, un cisne de plata, picado y uñado de oro y cantonado de cuatro
flores de lis de oro”6; así lo traen al menos dos que conocemos: del primogénito de D. Domingo y de
Doña Mariana, D. Juan, y el hermano siguiente Jacinto Antonio. En el primero de los cuadros, D. Juan,
con los atributos de caballero: botas, chambergo y espada –que sostiene abatida en su mano derecha– se halla posando de pie y de buena planta, con un fondo marítimo en el que se contempla un
galeón de los que le tocara gobernar y dirigir; a su izquierda destaca –en fondo acortinado– el escudo arriba expresado, con la corona de su título: conde de Villalcazar de Sirga. Este escudo de armas
es sin embargo incompleto, a juzgar por el que mandaran labrar y colocar los primeros condes en la
localidad de su título (Villalcázar de Sirga), y que hoy podemos admirar en los edificios más prominentes y representativos de ella: el que ordenaron impostar en la bellísima puerta gótica principal
pasado el pórtico de acceso al templo (monumento nacional), sobre el vértice de la ojiva que corona
las cinco filas de arquivoltas decoradas y debajo del friso de una hermosa cornisa ornada en dos pisos
de arcadas con sus personajes, en cuyos centros se hallan el Pantocrator (el superior) y la Virgen con
el Niño (en el inferior). También se halla sobre el dintel de la puerta de entrada principal de la Casa
Consistorial (siglo XVII) –debajo de la ventana central abalconada con reja de hierro–. El escudo en
ambos casos es el descrito anteriormente (cisne de plata, cantonado de cuatro flores de lis…), pero al
3. Cf. LARRAÑAGA ELORZA, K.: Voz “Echeberri”, en Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco, San Sebastián, 1981, pág. 54.
4. Tomo III: “Navegaciones de los muertos y vanidades de los vivos”, Madrid, 1878, pág. 82 y siguientes.
5. A.H.N.M. Órdenes Militares, Calatrava, legajo 800. Pruebas correspondientes a los años 1632 al 1638.
6. En LARRAÑAGA ELORZA, K.: Voz “Echeberri”, en Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco, San Sebastián, 1981, págs. 53 y 55 se
reproducen dos representaciones pictóricas de Jacinto Antonio y Juan de Echeverri. En el catálogo de la Exposición Histórico Naval Oceanográfica Vascongada, celebrada en San Sebastián en 1913, que incluye la relación de las piezas expuestas (incluyendo breves biografías), se alude
a los retratos de Jacinto Antonio y Juan de Echeverri como propiedad de los Sres. Marqueses de Villalcazar y Duques de Luna , que lo eran
entonces Doña Isabel de Guillamas y Caro (XI Condesa de Villalcazar de Sirga) y D. José Antonio Azlor de Aragón y Hurtado de Zaldivar (Duque
de Luna, rehabilitado con Grandeza de España en 1895). En esta Exposición se exhibieron junto a otros muchos retratos de hombres de mar
vascos y objetos históricos diversos relacionados con el salino elemento en todos sus ámbitos (militar, pesquero y comercial). Actualmente el
título del Condado de Villalcazar de Sirga (XIV) se halla en la posesión del Excmo. Sr. D. Jaime Churruca y Azlor de Aragón (n. Buenos Aires,
1960), Caballero de Santiago y de Malta, Maestrante de Zaragoza. Según el criterio de José Mª Unsain, codirector del Museo Naval de San
Sebastián, no puede asegurarse que los retratos que se expusieron en la citada Exposición Histórico Naval fueran los reproducidos en la
Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco y, además, sin descartar que estos fueran versiones de los retratos originales, es muy posible que
se tratara de meras representaciones imaginarias elaboradas a comienzos del siglo XX.
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que hay que añadir “una bordura de gules, cargada de diez sotueres de oro”, y el lema que circunda en ornato al blasón, con la Cruz de Calatrava: “SI DIOS ES CONMIGO,…QUIEN CONTRA MI”.
El lienzo en el que se halla su hermano Jacinto Antonio, incluye a éste en un busto con traje de
caballero abotonado, que remata en cuello engolado de tela, abierto en lámina y extendido, su rostro es agradable con bigote y perilla. A la altura de su frente se halla el escudo familiar incompleto
descrito en el primer lienzo, y en la zona baja del cuadro está la leyenda que se expresa así: “JACINTO ANTONIO DE ECHEBERRI Gl (general)D.AS (de las) ARMADAS Y FLOTAS DE INDIAS FN (finó) EN
Sn. Sn. (San Sebastián) en 1675”…
El abuelo paterno de estos valerosos y renombrados nietos marinos es un clérigo “joshemaritarra” (que pertenecía a la iglesia de Santa María; a los de la de San Vicente mártir, de la otra parroquia donostiarra, se les denominaba “koxkeros”), su nombre es Martín de Echeverri, el cual por un
memorial que firma y rubrica el 8 de agosto de 1588 reconoce tener un hijo natural con “una doncella principal cuyo nombre por su honor no declaro”. La tal dama convertida en madre de su hijo
–el que fuera muy relevante caballero D. Domingo de Echeverri– es María de Celayandía o Celandaia,
natural de la cercana villa de Usurbil7, a una legua de San Sebastián8.
La descripción que el cronista de los Austrias menores, Rodrigo Méndez Silva9 hace por aquel
tiempo de la todavía villa donostiarra, es en su introducción la que sigue:
“Uno de los puertos celebrados para muchas embarcaciones del Océano Cantábrico, es la Villa de San
Sebastián tres leguas distante de Fuente Rabia, situada àzia los Pirineos. Baìa de varios ríos, que hazièndola Peninsula, se entregan a la mar, principalmente el que nombran Brunco; muelle capaz de ducientas
naves, cercada con tres muros, obra del Emperador Carlos Quinto. Tiene el primero onze pies en ancho, el
segundo siete, y la muralla veinte y dos, pudiendo emparejar dos carros, fortifícala hermoso castillo, bien
guarnecido y artillado, fabrica de D. Sancho Octavo, Rey Navarro, año 1194. Abunda de pescado y proveida de todo regalo. Habitanla mil y quinientos vecinos, gran nobleza, divididos en dos Parroquias, tres
conventos de Frayles, dos de monjas y un Hospital. Haze por Armas, en escudo un Navio sobre aguas, arriba dos SS, significando San Sebastián, orlado de esta letra: ‘Por fidelidad, nobleza, y lealtad ganadas’; al
timbre una Corona. Goviérnala Corregidor y dos Alcaldes…”. Por cierto, el mismo cronista acaba así:
“…Padeció incendio a seis de Febrero, año de 1630, quemándose 120 casas, y algunas personas”10.
La casa palacio de los Echeverri se ubicaba en la Calle Trinidad, actual 31 de Agosto (Abuztuaren
Hogei ta Hamarratako Kalea), frente a la plaza de San Telmo, y llegaba hasta la Calle Juan de Bilbao,
destacando el edificio de su solar hasta el devastador incendio de 1813 (a pesar de ser esta calle de
las que menos sufrió). Asimismo tenían enterramientos propios en la capilla de Santo Domingo, dentro del templo de la Órden de Predicadores de San Telmo en la Villa donostiarra y después (1662),
reconocida como Ciudad de San Sebastián por Felipe IV. Domingo de Echeverri hace una carrera brillante escalando puestos y oficios que se fue ganado gracias a su preparación, tesón y disposición de
servicio que ofrecía con confianza y reputada competencia, a más de su origen vasco11. Através de
los Idiaquez, los Oquendo, Larráspuru y otros grandes hombres de mar guipuzcoanos, de guerra, de
comercio y finanzas y otros negocios, se va relacionando con los grandes personajes de la Corte,
comisionado primero por el duque de Lerma –con Felipe III–, que le hace su secretario y mediador
en los asuntos relacionados con la provincia de Guipúzcoa, continuando después también con el
conde duque de Olivares y Felipe IV.
Domingo, el cabeza de la saga y prestigioso linaje –que sin embargo no puede acceder a títulos
en su persona por ser hijo natural de clérigo–, contrae matrimonio (1606) con Doña Mariana de
Roover12 Salina y Arbolancha, una bilbaína descendiente de padre de los Países Bajos –más concretamente de Bruxelas–, y madre vizcaína, familias relacionadas con prebostes de negocios marítimos,
en particular de astilleros. De este matrimonio nacerían ocho hijos, siendo el primogénito Juan (n.
1609) al cual dedicaremos un seguimiento más pormenorizado. Su carrera –como arriba queda
7. “Encima del río Araxes, una legua de San Sebastián, yaze esta Villa puesta en un collado, donde se fabrican algunas embarcaciones, proveída de pesca y habitada de cien vezinos, una parroquia…”, etc. MÉNDEZ SILVA, Rodrigo: Población General de España, Madrid, 1645.
8. A.H.N.M. Órdenes militares, Calatrava, legajo 800. Denuncia y reconocimiento familiar a 16 de septiembre de 1633. Pruebas de los años
1632 a 1638.
9. Población General de España, “Villa de San Sebastián”, Madrid, 1645.
10. Era alcalde ordinario de la Villa, D. Martín de Amézqueta; que también fue capitán de galeones de la Escuadra de Guipúzcoa.
11. La Hidalguía Universal Vasca –fundada en la no contaminación étnica y peculiaridades propias, respecto de romanos, moros y judíos–
se estimaba así en su relevancia y se hacía valer ante las monarquías propias de la época; así lo admitió el emperador Carlos V en Valladolid (13
de junio de 1527). Lo refrenda el rey Felipe III, el 3 de febrero de 1608 y a 4 de junio de 1610; etc… Era una de las regiones ibéricas que mayor
índice tenía de ‘ilustración’ en sus gentes, respecto al índice de lectura y escritura entre ellas.
12. En español este apellido pasará a ser ‘Rober/Rover’ y en italiano ‘Róvere’.
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dicho– la inició con la ayuda de D. Juan de Idiáquez (n. Madrid, 1540 - † Segovia, 1614), secretario
de Servicios de Felipe II y amigo de su familia, descendiente de familia guipuzcoana y establecido
después en San Sebastián. De él sería nuestro Domingo, primero pupilo, después oficial y finalmente administrador de bienes y caudales a la vez que testaferro. Entre otras misiones que recibe de él
será la preparación del viaje y paso por la provincia de la infanta Ana María Mauricia de Habsburgo
(1601-1666), hija de Felipe III, en ruta hacia Burdeos en el otoño de 1615, una vez concertado previamente su enlace con el delfín, hijo de Enrique IV y María de Médici –Luis XIII–, que a la sazón contaba 14 años. Domingo preparará con otros responsables de la administración municipal y provincial
la llegada y tránsito de la comitiva real por San Sebastián y Pasajes hacia Irún, donde había contactado con los Arbelaiz, correos reales y espías en la Corte francesa, con nombre en clave y todo lo
necesario para un “trabajo subterráneo” a fin de asegurar un intercambio feliz, que había de realizarse en la frontera del río Bidasoa –en la famosa “Isla de los Faisanes”–, en euskera “Konpantzia”,
y en francés “Ile de la Conference”13. El paso de Felipe III, con los Condes de Altamira y personajes
de la Corte por la villa donostiarra y Pasajes, se efectuó el día 7 de noviembre de 1615. El mismo
Domingo de Echeverri estuvo también 10 años después (en su condición de regidor), en la comisión
que presidía el alcalde Martín de Urbieta, como responsables de la recepción del Rey Felipe IV en su
visita a la provincia de Guipúzcoa, el cual apenas cumplidos los 20 años se allegó a ella en 1625.
Ambos se opondrían también con denuedo a la fundación que los jesuitas pretendían por entonces
hacer en la villa donostiarra (los franciscanos habían recibido autorización y concordia en 1606).
Antes, además de su cargo de secretario ya citado –como funcionario de Felipe III–, es nombrado superintendente de fábricas y plantíos para los navíos y galeones de Guipúzcoa de 1610 a 1618;
aparejándole también como supervisor de todo lo concerniente al armamento naval en ella. El rey
Felipe IV le otorga el puesto de administrador general del derecho de lanas de los puertos de
Guipúzcoa, Vizcaya y Cuatro Villas de la Costa del Mar (Cantabria)14. Al fallecer el patriarca D.
Domingo († 1630), será su experta señora Doña Mariana –auténtica ‘etxekoandre’–, la que le reemplace y continúe en su puesto y dirección de sus negocios15. Se le atribuye además un discurso sobre
“El estado de la marina de España y sus mejoras”16, obra que se incluye en la colección J. Vargas
Ponce, además de la superlativa relación de intercambio y correspondencia que anteriormente
hemos reseñado. En “homenaje a esta casa y linaje de los Etxeberri tan fecundo en grandes hombres que distinguieron a San Sebastián”, se les dedicó una plaza en el ensanche de Amara, por parte
de la Corporación Municipal donostiarra el 21 de mayo de 1962.
4. EL ILUSTRE CAPITÁN GENERAL DE LA FLOTA DE GALEONES Y ALMIRANTE, DON JUAN DE
ECHEVERRI Y ROVER CELAYANDÍA
Siguiendo la experiencia y tradición familiar, que relacionaba a este relevante linaje con las actividades
y servicios del comercio e industria marítimos, a la vez que a los negocios relativos con tráficos americanos, a Juan el primogénito de los Echeverri-Rober17 le vemos embarcado a muy temprana edad en los
barcos que se provisionaban de los roles y levas marineras para la Armada y Flotas reales. No en vano
ofrendaría casi cuarenta años en las naos y galeones de los reyes Felipe III y Felipe IV, de los cuales 32
fueron al servicio de la Real Armada, en los que fue escalando progresivamente los puestos de servicio
y organización hasta llegar a los más relevantes del mando y cometidos de dirección. Contemporáneos
suyos como Generales de Flotas o de Galeones en las Rutas transoceánicas indianas de la Corona procedentes del País Vasco, con los cuales habría de relacionarse compartiendo cometidos y empresas, les
hallamos en el Área de Identificación del Archivo General de Indias de Sevilla (A.G.I.), sección de
Sentencias del Consejo. En los 25 últimos años de su servicio encontramos entre otros a Juan de Vega
Baztán, a Tomás de Larráspuru, a Martín de Orbea, a Antonio de Oquendo, a Pedro de Ursúa y Arizmendi, a Antonio de Isasi, a Juan de Izárraga, a Juan de Urbina, etc. En el Área de Contratación de este
A.G.I. buscamos otra fuente de información de su trayectoria y servicios, por la cual constatamos como
13. Ver ZABALETA, Miguel de: Relación de la entrega de las infantas, Logroño, 1616. Cf. el canónigo SALAZAR DE MENDOZA, Pedro: Origen de las dignidades de Castilla y León, Tratando de Guipúzcoa, dedicado a Juan de Idiaquez, Toledo, 1618.
14. SADA, Javier María: Historia de la ciudad de San Sebastián a través de sus personajes, San Sebastián, 2002.
15. Ver por ejemplo en cartas a/de sus hijos: de Juan desde Cádiz (22 NOV 1636), AMNM; Manuscrito 46, doc 65. Ibid. Mss. 43, documento 179; (19 DIC 1649).
16. A. H. N. M., VARGAS PONCE, J. Legajo 11. Cf. LARRAÑAGA ELORZA, Koldo: Enciclopedia General Ilustrada del País Vasco, Vol. X,
pp. 53-54, San Sebastián, 1981.
17. Parroquia de Santa María de San Sebastián. Libro 1º de bautismo, a 13 de febrero de 1609. Firmado: Pedro Martínez de Araiz.
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en 1648 Juan de Echeverri como General de Flotas con su “gente de guerra”, viene escoltando la “Flota
de Indias” que dirigía el también general Pablo de Parada con la “gente de mar”.
En 1650 nuestro Juan de Echeverri parte esta vez como Almirante-General mandando su primera
Armada de Galeones de la Flota de Indias; la realiza en una favorable travesía que concluye con el feliz
regreso al año siguiente 1651. Después, la primavera del año 1652 es requerido para mandar una de
las divisiones del Almirante de Dunquerque, Antonio Melic, batiendo a una parte de la escuadra francesa durante el sitio de La Rochela, cuando se desarrollaban los disturbios llamados “de la Fronda”,
una especie de pequeña guerra intestina de conspiraciones en la Corte francesa animadas por cierta
nobleza contra el Rey y sobre todo contra el valido-cardenal Giulio Mazzarino, en la que participaban
el duque de Enghien, más conocido por el ‘príncipe de Condé’ (el mismo que en el verano de 1638
con la escuadra comandada por el arzobispo de Burdeos, Henry d’Escoublés; convertido en ministro
de marina atlántica del cardenal Richelieu, asolara los puertos de Fuenterrabía y sobre todo Guetaria,
derrotando en este último a la escuadra cantábrica de Lope de Hoces) y su hermano el príncipe de
Conti, su cuñado el duque de Longueville, así como el tío del rey, Gastón de Orleans.
Antes de iniciar su siguiente empresa marinera, Juan de Echeverri va a comenzar una nueva singladura existencial: contrae en este año de 1652 matrimonio con la hija de Bartolomé de Vega y
Otañes, vecino de Castro Urdiales18, veedor general y contador de la Real Armada y Ejército del Mar
Océano –Doña Antonia María de Vega Otañes–, la cual mantendrá el apellido Garay-Otañes, ya que
será la heredera universal de títulos y bienes de su tío D. Juan de Garay y Rada de Otañes, Maestre
de campo y general de ejército y armas, en Extremadura y Cataluña –donde estuvo de virrey–, de
Rosellón y Cerdaña, además de haber sido gobernador de Guipúzcoa (1646-1649) y miembro del
Consejo supremo de Juntas y Guerra, caballero de Santiago y Marqués de Villarrubia de Langre (†
Gelsa [Zaragoza], 1650)19. Una preciosa talla de alabastro en estatua orante suya se halla sobre su
tumba en la iglesia de S. Julián, en Santullán (Cantabria), en cuyo lugar se ubica también el solar con
la casa-torre de su apellido. Como mayorazgo D. Juan de Echeverri heredará –además del título de
su consorte (de marqués)–, la casa-solar de los Echeverri de Ezquioga, de su abuelo Martín. En 1649
había recibido ya –en orden a sus méritos– la merced de impostar en su blasón la cruz de Calatrava,
como caballero de hábito ingresado en su Órden militar.
De la fecundidad de este enlace nacerán seis hijos en apenas 10 años de matrimonio: 1ª. Mariana
Vicenta Echeverri Garay Otañes, la que heredará el título de su padre: el condado de Villalcázar de
Sirga –en Palencia–, y el marquesado de Villarrubia de Langre (la cual casará con su tío el general de
galeones, Juan Domingo Echeverri Rober). 2º. Manuel Vicente, religioso dominico –de los del convento donostiarra de San Telmo–, el cual como investigador y escritor presentó a las juntas forales
de Guipúzcoa un Tratado histórico de la Provincia de Guipúzcoa20. 3º. Francisco Antonio, que casará con Antonia Gorozpe Azurmendi y Zabala, y heredará el título de IVº conde de Villalcazar de Sirga,
ya que el anterior, Luis Beltrán Echeverri y Echeverri (hijo de Juan Domingo y Mariana Vicenta), morirá sin descendencia. 4º. Jacinto Antonio, que será capitán de milicias y casará con Micaela de
Aguirre. 5º. José, famoso y relevante por sus actividades indianas en Portobelo, al otro lado del
Atlántico; y 6ª. Marina –la última– que casará con Ignacio Leizaur.
Otra hermana de Doña Antonia María de Vega casará también con Miguel Carlos de Oquendo,
hijo de Miguel de Oquendo y Molina y de Teresa de San Millán y Oquendo. Miguel Carlos era nieto
del famoso almirante Antonio de Oquendo y de Ana de Molina, una de cuyas hermanas María de
Oquendo y Zandategui se casó en segundas nupcias con D. Fernando de la Riva-Herrera –también
viudo–, armadores de buques y proveedores de las Armadas de la costa del Cantábrico, con casa
fuerte y palacio en Pronillo (extramuros de Santander) y capilla funeraria en la colegial de la villa santanderina (donde todavía se pueden ver sus escudos y demás, en lo que hoy es la capilla del
Santísimo), a la vez que fundadora en ella (junto a la puerta de S. Nicolás en la muralla urbana), del
monasterio clariano de Santa Cruz de Monte Calvario en 1641. Mas, volvamos a ocuparnos en la
carrera de nuestro principal biografiado, el ilustre y bizarro Juan de Echeverri.
18. “Castro de Urdiales, una de las quatro Villas sobredichas, quatro leguas de Laredo, está puesta en llano riberas del mar, con buenas
murallas, quatro puertas, castillo fuerte y guarnecido; abundante de pesquería y 400 vecinos, una parroquia, un convento de Frayles franciscos,
otro de Monjas misma Órden, dos Hospitales. Haze por armas en escudo un castillo, puente, hermita, nave, y ballena en la mar. Coge muchas
yervas medicinales, gran cantidad de maderage a varias partes conducido”… MÉNDEZ SILVA, Rodrigo: “Villa de Castro de Urdiales”, en Población General de España, Madrid, 1645.
19. En la actualidad este título recae (desde 27/12/1990) en la persona de D. Leonardo Herrán y Romero-Girón.
20. Cf. AROCENA, Fausto: Diccionario Biográfico Vasco, Tomo I, Guipúzcoa, San Sebastián, 1963, pp. 73 y 74.
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5. LA FLOTA DE GALEONES BURLA EL BLOQUEO INTERNACIONAL Y RECALA EN SANTANDER
El general-almirante D. Juan vuelve a ser requerido para dirigir la Flota de Galeones de Indias a las
Provincias de Tierra Firme, que partió en 1653, la cual bien gobernada y conducida regresó con sus
preciados metales, valores y productos indianos en 1654. En vista de su acreditada maestría y excelencia, volvió a ser contratado para esa misma tarea y empresa en la correspondiente a la que surcaría el mar océano hacia las colonias indianas en 1658… Partió la misma de Sevilla el 5 de junio y
la surcaron 12 galeones y 17 barcos mercantes de gran porte. La travesía se cubrió en un término
bastante rápido, pues sólo tardó 43 días –hasta el 18 de julio de 1658–, cuando la poderosa flota
arribaba en la segura bahía de Cartagena de Indias, la cual llevaba la pesada carga del azogue manchego, destinado a la amalgamación de los minerales para la obtención de metales preciosos. La
explicación podemos encontrarla no sólo por el buen tiempo reinante a lo largo del trayecto, sino
porque la Flota iba bajo el mando de nuestro veterano almirante, al que acompañaban otros dos
generales de los Galeones de Indias: los hermanos carnales de Juan, Jacinto Antonio y Juan Domingo
de Echeverri, con unas hojas de servicio en estos menesteres más que sobresalientes. En este convoy
viajaba también una relevante personalidad cántabra: el trasmerano y exgobernador de Cartagena
de Indias Fernando de la Riva Agüero, nombrado ahora presidente de la Real Audiencia, gobernador y capitán general de Panamá.
La metrópoli hispana dentro de la década 1650-1660, en que le tocara dirigir las Flotas de
Galeones indianos al general-almirante D. Juan de Echeverri, estaba en una consunción manifiesta,
tanto interna como externa21. No hacía mucho tiempo que España había firmado la paz de Westfalia
(1648) en los tratados de Münster y Osnabrück, marcando el fracaso de la política imperialista y firmando la paz (después de una infructuosa guerra de Treinta Años), con las provincias unidas neerlandesas de Jan de Witt, haciéndolas independientes y sus centros comerciales y financieros “señores del oro de la cristiandad”, convirtiendo a su Compañía de Indias en una fuente de divisas inagotables y de disgustos para las colonias y flotas hispanas, sobre todo cuando ya en 1634 se establecieran en Curaçao (Islas Antillanas) y los ingleses se apoderaran de Jamaica en 1655, convirtiendo la isla en una base para la piratería y filibusterismo hacia las naves hispanas y centro del tráfico
de esclavos negros hacia América del Sur. Además, Felipe IV seguía obstinado en la lucha contra
Francia hasta el definitivo agotamiento de sus fuerzas, como también Luis XIV, a través de su valido
Mazzarino estaba empeñado en debilitar definitivamente (ya lo intentó Luis XIII, con el cardenal A.
Richelieu en la terrible campaña de ataque y devastación de villas cantábricas en los veranos de 1638
–en Guipúzcoa– y 1639 –en Cantabria–), la relevante importancia de la industria naval en el dominio español de los mares y del tráfico comercial colonial americano. A este respecto, el regicida inglés
Oliver Cromwell firmó en 1657 con el premier galo Mazzarino, una alianza ofensivo-defensiva anglo
francesa para ayudar a los rebeldes de Flandes, Portugal y Cataluña, dominar los mares y “convidar
a la liga a todos los príncipes y ciudades que quisieran la destruición de España”…
A todo esto la península ibérica estaba muy agitada en tensiones interiores: las sublevaciones iniciadas en 1640, tal como la de “Els Segadors” en Cataluña sólo se había acallado y dominado temporalmente con la rendición a las tropas de Felipe IV en 1652. Los lusitanos proseguían en el frente
oeste sus levantamientos y revueltas hasta conseguir, en 1658, dar la batalla en Elvas a las tropas de
la corona española, derrotándolas y sacudiéndose su tutela, a la vez que eligiendo su propio rey: el
duque de Braganza con el nombre de Juan IV. Había rebeliones en Sevilla y disturbios en muchas plazas de Andalucía, insurrecciones en Palermo y Nápoles, y a esta España que estaba en dura hostilidad contra Europa, guerreando en tantos sitios y en vano, no le quedaba más remedio que negociar con Francia la “Paz de los Pirineos”: el 7 de noviembre de 1659 reunidos en la “Isla de los
Faisanes” del Bidasoa las legaciones gala e hispana, tras largas negociaciones, ponían fin a las hostilidades y firmaban la paz; rubricándola por parte de España una comisión presidida por el valido
Luis de Haro y por la francesa el cardenal Giulio Mazzarino y el embajador Bertaux. En ella se cedía
a Francia el Rosellón, el Capcir, el Vallespir, el Conflent y parte de la Cerdaña, es decir la “Cataluña
del Norte”, además Artois y ciudades fronterizas de los Flamencos. Los franceses se comprometieron a no ayudar a los “rebeldes” en los “puntos calientes” de las luchas ibéricas: a los portugueses,
a los catalanes y a los de Nápoles. A la vez se concertó el matrimonio de Luis XIV con la infanta María
Teresa, hija del rey Felipe IV… Así se aceptó lo peor que podía ocurrir, la política que instauraba una
doble hegemonía: la de Francia en el continente europeo y la del Reino Unido en todos los mares.
21. Cf. SERRANO MANGAS, Fernando: Los Galeones de la Carrera de Indias, Sevilla, 1985, pp. 20 y ss; y 70 a 102.
731
José Mª Alonso del Val
Esta grave situación bélica nacional e internacional mantuvo en esta década de 1650-60 una tensión insoportable, e interrumpió de hecho por cuatro años el servicio y tráfico de los Galeones mercantes entre las Españas de uno y otro lado del Atlántico, exactamente: el 11 de julio de 1654 y el
5 de junio de 1658, fechas entre las cuales no hubo partidas de “Flotas de Tierra Firme” desde
Sevilla. Fue precisamente la que partió del Guadalquivir en la fecha indicada al mando de D. Juan de
Echeverri –como queda dicho–, la que iniciara de nuevo el flujo cuando todavía estábamos en guerra y bloqueo por parte de las naciones de Europa, para lo cual había que afrontar los altos riesgos
de la confrontación y consecuencias de la misma. Pero…la Corona necesitaba urgente y perentoriamente los caudales y productos americanos para sostener la ruinosa economía y responder a los
compromisos en los proyectos y objetivos a corto y medio plazo a fin de evitar un colapso general
en cadena, y por eso hubo de apostar en un auténtico “órdago” lanzarse hacia adelante. Lo hizo
apoyándose en la pericia y experiencia de los Echeverri Rober.
Y la operación salió bien: la flota pudo regresar; estaba compuesta de 13 galeones (uno más que
a la ida) y 12 naves mercantes de gran porte (5 menos que a su partida, porque como casi siempre
ocurría se quedaban allí algunos, los cuales eran bastantes veces desguazados). Cuando navegaba
el convoy entre Cartagena de Indias y Portobelo fueron avistados por el corsario inglés Doyley, si bien
no se atrevió a atacarlos ni hacerles daño. Ya en aguas de la península ibérica tuvieron que esquivar
el bloqueo enemigo, que estratégicamente estaba trazado entorno a los puertos del sur y de
Portugal –de ahora en adelante siempre aliada con los ingleses–, por lo que en su experimentada
pericia optó por lo más seguro: eligiendo el resguardo y la tranquilidad de la cantábrica y bien defendida bahía de abra santanderino, sorprendiendo y burlando la codiciada presa que esperaban sus
adversarios. ¡Era la primera vez que se rompía el ‘monopolio’ de arribada indiana en Sevilla! Sucedió
ello así: “…trofeo: como también lo fue para España el desembarcar aquí la Flota y Galeones de las
Indias, Jueves 17 de Abril, año 1659, siendo su General Don Juan de Cháverri, Cavallero del Orden
de Calatrava, Marqués de Villa-Rubia, trayendo más de veinte millones de plata, fuera de los frutos
de la tierra”22… Antes, el mismo cronista había descrito en la misma página, la Villa de Santander
donde arribara: “Está Santander, Villa segunda de la Costa, plantada en el seno del Occeano
Cantábrico, desde un pequeño cerro a otro mayor, quedando al medio de limitado valle cercada de
muros, con quatro castillos, y Puerto capaz para qualquiera Armada, donde se pescan abundantísimamente besugos, que frescos y escabechados proveen a muchas partes. Tiene famoso muelle, contramuelle y casa fuerte. Fue habitación de cinco mil vecinos, pero oy no pasan de setecientos,
muchas casas solariegas; divididos en dos parroquias; Colegiata una que componen…asimismo dos
Conventos de Frayles, otros tantos de Monjas;…Haze por armas en campo azul cierta nave a vela
tendida, quebrantando una cadena, sobre ondas, y torre de oro…”.
Pues así: con gran asombro los vecinos y ambientes de Santander, “una de las Cuatro Villas de la
Costa” (en Cantabria) y con gran admiración, contemplarían la maniobra de fondeamiento y atraque
de las 25 naves: 13 galeones y otros 12 barcos mercantes de gran porte, procedentes de las Provincias
de Tierra Firme de Indias, recaladas en el bello, defendido y resguardado abra santanderino, aunque
su dotación de medios era –a decir del reflejo de actas– un tanto precaria, donde durante tres meses
harían de esta bahía y puerto unos “días de gloria y plata (abril a julio de 1659)”23. Como queda dicho
la Flota de Indias había salido a últimos de febrero de La Habana, y traía a la metrópoli en su viaje de
vuelta más de 20 millones de pesos de plata (unos 670 millones de maravedises) en barras, lingotes
y moneda, además de un abundante género de productos de ultramar: piedras y metales preciosos,
especias, maderas tintóreas, cueros y pieles, cacao y café, etc., y el patrimonio de herencias y legados
remitidos por familiares desde las colonias hispanas de centro y sudamérica.
En las últimas y más recientes investigaciones para esta comunicación y artículo del Untzi
Museoa-Museo Naval de Guipúzcoa, he tenido acceso al legajo 774, sección Indiferente General del
Archivo General de Indias de Sevilla, en cuyos folios se describen más datos y detalles de las incidencias de esta Armada de Flotas que arribó a Santander durante el bloqueo de 1659. Con sorpresa descubro que no fueron 25 sino 31 los barcos que partieron de La Habana; cerca del Cabo San
Vicente se desperdigaron seis, y de ellos dos pudieron llegar por su cuenta a Cádiz y de otros cuatro se ignoraba su suerte, porque no se supo ya de ellos. Además se da cuenta –como abajo diré–,
de las sumas no registradas en concierto con los mercaderes (contrabando reconocido), concertado
22. MÉNDEZ SILVA, Rodrigo: “Villa de Santander”, en Población General de España, Madrid, 1675 (2ª ed.).
23. Cf. ALONSO DEL VAL, José Mª: “Santander: días de gloria y plata. Una flota de Galeones de Indias en el puerto y bahía de la Villa:
(abril a julio de 1659)”, en Altamira, Tomo LXVIII, Centro de Estudios Montañeses, Santander, 2005, pp. 7-35.
732
entre el General Almirante y el mediador de la Real Hacienda. En esta ocasión ascendió a una cesión
de “vista gorda” de 226.500 pesos. El Rey sin embargo la estimó “muy baja”.
La operación de alijamiento y transporte posterior –que el autor del artículo antedicho va relatando en pormenores– desde los legajos de los notarios de la Villa, fue fiscalizada por el proveedor
general de las armadas y gente de guerra de las “Cuatro Villas”: D. Domingo Herrera de la Concha
y Miera; natural del Real Valle de Carriedo, de la llamada entonces “Provincia de los Nueve Valles”
(de Cantabria), en cuyo lugar podemos ver hoy todavía su silueta, en estatua orante funeraria junto
a su primera señora, la gallega Doña Catalina de Lossada, dentro del templo de lo que fuera en otro
tiempo monasterio de Religiosas Concepcionistas Franciscanas de La Canal de Carriedo –y primero
su casa-fuerte y palacio– por ellos fundado y dotado24; D. Domingo se haría al poco (1661), con la
castellanía y alcaldía perpetua del castillo de Santander; del Señorío de la Villa de Villasana de Mena,
y adquirirá para su hijo Francisco Antonio, caballero de la Órden de Alcántara (IIº Señor de Villasana
de Mena), el Condado toledano de Noblejas. El funcionario de la Real Hacienda, con atribuciones
plenipotenciarias enviado por la Casa de Contratación de Sevilla es D. Antonio de Monsalve y
Guzmán, del Consejo de Indias, el cual dicta las disposiciones para asegurar, primero la defensa y
protección de las naves, vigilancia y desembarco ordenado, y transporte de la plata real; así como los
arreglos con el corregidor, alcaldes, autoridades civiles y militares y ministros eclesiásticos seculares y
religiosos; para el buen desenvolvimiento y contratación de servicios para el bastimento; ya que a
una población urbana estable que no llegaba a 3.000 personas había que sumar una flotante en
número aproximado a 5.000. D. Antonio de Monsalve llegaría 15 años más tarde a ser presidente
del Consejo de la Real Hacienda y después promovido a miembro de la Cámara de Castilla.
El desembarco fue la cuantía más alta de la década (20 millones de pesos de plata doble), pero
en realidad esto fue sólo lo que correspondió a lo registrado, porque los caudales sin registro y la
mercancía sin declaración fue (como era costumbre) en la cuantía antedicha (226.500 pesos de
plata), ya que el contrabando era un mal endémico a la ida y vuelta de las Flotas a uno y a otro lado
del Atlántico. Junto al general-almirante Juan de Echeverri que dirigía la escuadra desde la nave
“capitana” de la Armada de Indias, el galeón San José, desfilan por los folios dos docenas largas de
capitanes, a más de alféreces, maestres de las naos y otras personalidades, tales como los mencionados generales Jacinto Antonio y Juan Domingo de Echeverri, o Diego de Ibarra –caballero de la
Órden de Santiago– (guipuzcoanos) o el montañés Felipe de Sopeña y Palacio, de los galeones anclados en la bahía, tales como el Nuestra Señora de la Porciúncula, Nuestra Señora de la Salud, La
Fuente Santa, Nuestra Señora del Buen Suceso, Nuestra Señora de la O, Santa Catalina, u otros mercantes como La Margarita, San Diego, Buen Jesús, Nuestra Señora del Rosario, San Antonio, etc…
Al general almirante y a estos generales guipuzcoanos les son librados en el puerto ‘in sólidum’, por
orden del Rey y de su secretario D. Juan Bautista Sanz de Navarrete (del Consejo de Indias), los emolumentos y “propinas extraordinarias”, correspondientes a los pagos de 1657 y 1658 que ascendieron a 770.454 maravedises de plata, unos 23.000 pesos25. El traslado de lo recibido lo efectúan en
barco a su destino (nao Buen Jesús y San Ignacio –propiedad de los Echeverri–), y además se embarcan en las chalupas San Pedro y San Juan, rumbo a la Villa de Pasajes 22.500 reales de a 8 de plata
doble y 84 marcos de plata labrada, correspondientes a los bienes de los marinos vascos de Su
Majestad, que figuraban en el rol de las naves capitana y almiranta de los Galeones de la Armada y
Flotas26.
6. CONCLUYENDO: UNAS HISTORIAS QUE HAY QUE SEGUIR TRABAJANDO
Una Flota más habría de burlar con éxito el bloqueo de los puertos del sur en este siglo XVII, antes del
desastre de los galeones de Rande en Vigo en los inicios del XVIII; sería la que se aprestó al año
siguiente y dirigió desde la nao capitana el general de la Flota de Galeones, Pablo de Contreras, la
cual arribó al puerto de La Coruña en 166127. La que partió de Sevilla en 1662 estaba dirigida en su
gobierno de nuevo por Juan de Echeverri, pero esta vez nuestro experto y bizarro general-almirante
24. Cr. ALONSO DEL VAL, José Mª: El monasterio Concepcionista Franciscano de La Canal de Carriedo; Historia y Crónica de una ofrenda:
1665-1996, Instituto de Etnografía y folklore “Hoyos Sainz”, Centro de Estudios Montañeses, Santander, 2002-3, pp 303-324.
25. Archivo Histórico de Cantabria (A.H.C.). Protocolos nº 78. Notario Pedro Camargo Velasco. Fol. 90 y 90 vto; mayo de 1659.
26. A.H.C. Notario Pedro Camargo Velasco. Folios 95 y 96, a 4 de mayo de 1659.
27. A.G.I. (Archivo General de Indias) Sevilla. Sección Indiferente General, legajo 776.
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José Mª Alonso del Val
encontró el final de la singladura de su vida en el ejercicio de su cometido, siendo abrazado definitivamente por el mar océano al sobrevenirle la muerte (12 nov. 1662) todavía joven, a la edad de 53
años a 100 millas de Cádiz28. Con él embarcado en la Flota iba su hermano Juan Domingo de
Echeverri, el cual dirigiría como general de Flota la de 1667-68. De ésta se hizo cargo como Almirante,
otro conocido general guipuzcoano que muchas veces acompañara a Juan: Diego de Ibarra.
En el año de 1661, Juan de Echeverri recibió el reconocimiento de sus méritos por parte del rey
Felipe IV, el cual le otorgó un título que se crea para él: el condado de Villalcazar de Sirga, de esta
relevante Villa palentina del Camino de Santiago “francés”, cuyo hermosísimo templo (monumento
nacional, 1919) muestra en su bella portada principal el maravilloso friso con el Pantocrator, los apóstoles y evangelistas, etc, y a Santa María la Blanca debajo de los cuales –como hemos descrito–, mandara colocar su escudo solariego; a la vez que cobija en su capilla de Santiago y en su precioso retablo central de la iglesia, una hermosa colección de tallas góticas de la Virgen, entre otras la de
Villasirga, que inspirara doce Cantigas al Rey Sabio, Alfonso X. Pues bien, aquí se pueden admirar
“ad perpetuam rei memoriam”, en uno de los tramos de la nave central, a ambos lados de una alta
ventana gótica (a unos 14 metros de altura) decorada con tres filas de arcadas, los bustos de los IIº
Condes de Villalcazar de Sirga. Elevando nuestra mirada sobre el lienzo de la pared se nos ofrece a
la izquierda el del capitán-almirante Juan Domingo, sobre el que se puede distinguir todavía la policromía que le cubre. El de la derecha es el de la joven Mariana Vicenta, con un tocado y peinado al
‘estilo menina’. Merecieron ser colocados de esta guisa dentro del templo ya que en 1664 donaron
generosamente al obispado sus pertenencias eclesiásticas en la persona del obispo D. Enrique
Cárdenas Peralta y su mayordomo D. Domingo Tomé. Se trata de los Echeverri –tío y sobrina Juan
Domingo y Mariana Vicenta– herederos de este noble título, que no pudo disfrutar “in situ” su primer titular, nuestro admirado General-Almirante Juan,…que sí lo hiciera del marquesado consorte
de Villarrubia de Langre, y como caballero de hábito de la real y militar Órden de Calatrava. Además
los Echeverri tuvieron bajo su patronato la Cofradía de S. Juan, sita en el templo donostiarra de Santa
María, la cual había sido trasladada desde la antigua iglesia templaria de Santa Catalina29 de la Villa
y después Ciudad –título que otorgara Felipe IV en el año que finara Juan de Echeverri: 1662–. Esta
familia ilustre y numerosa, tenía en la ciudad casas en las calles Íñigo, San Juan, Puyuelo (Fermín
Calbetón), y San Lorenzo, así como tierras y solares en Santa Catalina y Valle de Loyola, tal como
evoca el cronista de la ciudad –Javier Mª Sada– en el libro y página abajo citada. No descarto –no
obstante–, que algún lienzo con los retratos de época de los condes pueda aparecer todavía en alguna casa de las Villas de sus títulos, o en la de algún miembro heredero de los mismos.
En fin: “…todo tiene un tiempo y sazón; todas las tareas bajo el sol”; dice el libro del Eclesiastés
3,1ss. Este año es una buena ocasión para “…hacer elogio de los hombres ilustres y homenajes de
nuestros antepasados en la historia” (Sirácida 44, 1-2), ya que se conmemora (1609-2009) el IVº
Centenario del nacimiento de este gran Capitán General y Almirante de Flotas y Galeones: Juan de
Echeverri y Rober; que tanta gloria y ejemplo dio a través de su audacia, iniciativas, y empresas; llevando y difundiendo desde su condición vasca y donostiarra, el buen hacer y nombre de su persona
y linaje, en servicio y ofrenda donde fue requerido por el entonces Reino e Imperio Hispano a uno y
a otro lado de los mares y océano Atlántico. Cumplimos así un deseo que expresara hace años, un
ilustre catedrático pacense y porrinero de Historia de América en la Universidad de Extremadura,
Fernando Serrano Mangas30: “Una historia por hacer: Generales y Almirantes vascos en la Carrera
de Indias”31. Es lo que he intentado con este reconocimiento y aportación; para que la historia continúe haciéndonos testigos de los tiempos –con sus personajes y acontecimientos–, antorcha de la
verdad, vida de la memoria, mensajera del pasado y a la vez faro de luz del futuro en impulso dinámico. Vela, remo, timón y, …¡avante!
28. Un estudio en síntesis de este gran almirante donostiarra lo encontramos también a cargo del renombrado historiador de Zaldibia,
GARMENDIA ARRUABARRENA, José (1925-2005) publicado en Boletín de Estudios Históricos sobre San Sebastián (24), 1990, pp. 571-578. Su
trabajo en el Archivo General de Indias de Sevilla nos da a conocer notas y referencias relativas a Juan de Echeverri en legajos de cuentas de
maestres de los años 1649-50; 1653-54; 1654-58; papeles de la armada del año 1650-53; registros de ida en 1658; y de venida 1654; todo ello
en la sección de Contratación; por los cuales desfilan los nombres de los barcos de las Flotas donde estuvo embarcado y le tocara dirigir.
29. SADA, Javier Mª: Historia de la Ciudad de San Sebastián a través de sus personajes, San Sebastián, 2002, pp. 138.
30. Considero que es el investigador con mayor número y calidad de trabajos aportados en revistas y colaboraciones, como publicados en
libros sobre el tema de la historia naval española en relación con la industria, construcción, dotación y proyección de la carrera indiana: Flotas
y Armadas de galeones y barcos en la aventura americana: travesías e itinerarios; naufragios y rescates; piratería y abordajes; portes, cuantías
y contrabandos; etc, etc.
31. Cf. Itsas Memoria. Revista de Estudios Marítimos del País Vasco, 5, Untzi Museoa-Museo Naval, Donostia-San Sebastián, 2006, pp.
186-192.
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