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Entendiendo el autoritarismo comunicacional; por
Marcelino Bisbal
Marcelino Bisbal · Thursday, August 13th, 2015
I
La idea que moviliza este artículo es dar cuenta del conjunto de relaciones
–autoritarias en su mayoría– que se han tejido entre el gobierno de Nicolás Maduro y
el sector de los medios de comunicación y sus profesionales. Esas relaciones parten de
lo que dejara instituido el proceso encabezado, desde 1999, por el entonces presidente
Hugo Chávez Frías hasta su desaparición física en marzo de 2013; es decir, casi
catorce años. Los primeros diagnósticos que se publicaron están muy bien reflejados
en algunos libros que se hace necesario revisar para comprender este momento al que
hemos conceptualizado como de autoritarismo comunicacional o de dictadura
mediática, como refiere el filósofo Fernando Rodríguez.
Debemos mencionar, en primer lugar, Hegemonía y control comunicacional (Editorial
Alfa,UCAB, 2009). Este primer ensayo-diagnóstico intenta dar luces de lo que fue la
institucionalización –en palabras del régimen– de la tan nombrada hegemonía
comunicacional, o de ver cómo la confrontación se fue convirtiendo en medio
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gubernamental y especialmente presidencial. En el libro se plantea, como idea central
que “… el Gobierno juega al miedo de los venezolanos y de los medios(…) En ese
sentido, los medios se han convertido en piezas claves y cajas de resonancia de la
mediación social y política del presente(…) Y todo ello se suscita a través del análisis
crítico, reflexivo y dialogante con el Estado-Comunicador y la hegemonía
comunicacional que se ha propuesto instaurar en el país”.
Vendría después el ensayo de Andrés Cañizález: Hugo Chávez: la presidencia
mediática (Editorial Alfa, 2012). Ya está consolidada la llamada hegemonía
comunicacional. El Gobierno, en funciones de Estado, cuenta con una gran plataforma
de unidades comunicacionales desde las cuales emprende lo que Umberto Eco
llamaría el populismo mediático. Se nos dice en ese texto que “más allá de la
consolidación de un aparato mediático estatal sin precedentes en la historia
democrática de Venezuela, el presidente Chávez gobierna desde una dimensión
mediática. Dos espacios son expresión de esta acción. Por un lado está el uso de las
cadenas nacionales de radio y televisión, y por el otro su programa dominical ¡Aló,
Presidente! Durante sus extensas intervenciones mediáticas, el Presidente no solo
hace anuncios, sino que toma decisiones de política pública(…) Se trata de un hecho
sin precedentes: el presidente Chávez gobierna desde lo mediático”.
El otro libro que es de obligatoria mención es Saldo en rojo. Comunicaciones y cultura
en la era bolivariana (UCAB, Fundación Konrad Adenauer, 2013). Este libro nos da
cuenta, con lujo de detalles, de todo ese proceso de creación de un nuevo régimen
comunicativo. Se trata de una publicación que nos ayuda a entender cómo el gobierno
de antes (1999-2013), y el de ahora, conciben al sector de las comunicaciones y la
cultura, donde el control social está presente combinando la represión jurídica, la
represión impositiva, la represión publicitaria, la represión informativa e incluso
estableciendo mecanismos de supresión de libertad de comunicación. Desde las
páginas de Saldo en rojo nos damos cuenta con gran precisión de aquello que
expresara el escritor Alberto Barrera Tyszka; “Este Gobierno puede improvisar en
todo menos en las comunicaciones. Llevamos catorce años viendo como se reproduce
mil veces un guión”.
II
Hablar de comunicación, mejor vamos a hablar de comunicaciones, implica hablar de
política y sociedad. Porque una comunicación libre, una libertad de comunicación, una
libertad de expresión y un derecho tan fundamental y totalizante como es el derecho a
la información y comunicación, significa entender y visualizar la calidad de la vida
política que prevalece en una sociedad. Como nos lo expresa claramente el sociólogo
chileno José Joaquín Brunner: “Existe una conexión profunda entre el sistema político
prevaleciente en una sociedad determinada y el régimen comunicativo que aquél en
parte condiciona y al cual necesita para subsistir”.
¿A qué viene esa idea-fuerza? Hoy estamos en presencia de un nuevo régimen
comunicativo. La comunicación social –léase mejor información– y los medios por
donde ella circula han ganado en estos ya casi diecisiete años un papel estratégico
para el poder instaurado desde 1999. La idea casi exclusiva de la comunicación dentro
de una economía abierta y competitiva empezó a cambiar desde los inicios del
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régimen chavista. Pero en el tiempo también empezarían a cambiar las
comunicaciones libres, abiertas y plurales. En la denominada era bolivariana la
subordinación de los medios y sus comunicaciones con respecto a la política, ha sido
una constante impuesta desde la cúspide del poder. Hoy, el debate político para el
mundo oficialista se juega en y desde los medios, de ahí que el Gobierno haya querido
imponer lo que denominamos un nuevo régimen comunicativo.
Este nuevo modelo de estructura comunicacional ha intentado, con éxito, la ruptura,
reorientación y reorganización del régimen comunicativo anterior, especialmente de
los llamados medios públicos y los medios comunitarios y/o alternativos –nunca tan
gubernamentalizados y partidizados como en el presente– con la única función de
asegurar un orden fundado en controles oficiales para inducir en la sociedad la idea
de que el hombre nuevo está naciendo y, al mismo tiempo, llevándose por el medio la
memoria del pasado político, la historia del país, su cultura, su identidad y hasta las
actitudes de tolerancia y pluralismo.
El tiempo ha transcurrido y en estos años, hasta el presente, las comunicaciones y las
políticas públicas impuestas para ellas han sido de mayor control y regulación; de
creación de mecanismos jurídicos que han significado intimidación y autocensura; de
diseño de una amplísima plataforma mediática de carácter hegemónico y el
establecimiento de una narrativa y arquitectura simbólica que ha logrado convencer a
una parte del país. En definitiva, la operación que se puso en marcha desde los
sucesos de 2002 se conecta con la idea expuesta en el Brasil de 1934, plena dictadura
de Getulio Vargas, cuando un grupo de intelectuales cobijados en el gobierno le
dijeron a este que “los medios de comunicación no deben pensarse como simples
medios de diversión, sino como armas políticas sometidas al control de la razón del
Estado”.
Lo que ha venido ocurriendo en el tiempo, que nos ponen de manifiesto los textos
referidos antes, es la pérdida de un periodismo crítico, plural e independiente; las
restricciones a la libertad de comunicación y de información; el escandaloso secuestro
de la radio-televisión pública; el asalto a Conatel para convertirlo en una entidad más
política que técnica; la creación de leyes que controlan contenidos incómodos para el
Gobierno; la discriminación publicitaria hacia los medios que son críticos; el caso de
RCTV; la concepción de las telecomunicaciones para la construcción de una sociedad
socialista; el intento sostenido de querer imponer un modelo cultural distinto de corte
personalista, autoritario y militarista; la cooptación política de los medios
comunitarios; el ataque y agresiones físicas contra los profesionales del periodismo; la
intimidación, hostigamiento judicial, restricciones administrativas y detenciones
arbitrarias de periodistas; el uso de información para desprestigio de medios y
periodistas…
III
Lo que hemos llamado autoritarismo comunicacional se refiere a un Gobierno que
esquizofrénicamente profesa una idea del poder como valor absoluto y que alienta
acciones y procesos en diversos ámbitos de la vida que van en una dirección muy
distinta a la de considerar a la libertad de comunicación, a la libertad de expresión y a
la libertad de pensamiento como piezas fundamentales de la democracia.
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Comunicaciones dependientes y subordinadas al poder. Eso es lo que hoy tenemos
dentro del des-orden que nos toca vivir y que se quiere imponer como cultura. Porque
el autoritarismo, así como la democracia tienen una significación cultural. De aquí se
desprende la importancia de las elecciones parlamentarias del 06 de diciembre. Desde
allí, saliendo airosos con el triunfo político y electoral, podemos empezar a imaginar
un futuro democrático, hecho que nos merecemos. De suceder lo contrario el
autoritarismo se impondrá aún con más fuerza y con más des-orden. De todos nosotros
depende que eso no suceda.
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