Primero, la consulta popular. Bujari Ahmed - CEAS

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Primero, la consulta popular. Bujari Ahmed - CEAS
Primero, la consulta popular. Bujari Ahmed
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De Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sáhara
Fecha de publicacion : Martes 24 de marzo de 2009
Primero, la consulta popular. Bujari Ahmed
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Primero, la consulta popular. Bujari Ahmed
TRIBUNA: BUJARI AHMED
Primero, la consulta popular
BUJARI AHMED 11/02/2007
Las Naciones Unidas consideran que la solución al conflicto del Sáhara Occidental radica en darle al pueblo
saharaui la oportunidad de decidir su futuro a través de un referéndum de autodeterminación.
La solución justa y duradera es hija, y no madre, de un referéndum de autodeterminación
No estamos ante un debate de corte intelectual donde cabrían elucubraciones de todo género a cargo de lobbystas
o expertos en todo y en nada, iluminados que a veces se creen en posición de poder influir en la Historia y en los
acontecimientos, yendo contra ambas cosas a la vez.
Estamos ante una ocupación militar de un territorio ajeno donde se juegan cosas más serias como es el derecho a la
existencia y a la libertad de un pueblo objeto de esa ocupación, que tiene lugar a pocos kilómetros de la llamada
Europa democrática, ante la cual se muestra senil y débil en la defensa de lo que proclama como esencia propia.
España, dentro de esta Europa democrática, asume en la cuestión saharaui una responsabilidad particular.
Contribuir de manera honesta a que el pueblo saharaui decida su futuro, a través de un referéndum de
autodeterminación organizado por la ONU, no debe crear problemas para nadie. La opinión publica, en su
generosidad, lo clama.
El acuerdo de pesca con Marruecos, que incluyó aguas saharauis, la reciente venta masiva de armamento a este
país, ciertas huellas dejadas en Latinoamérica y en África y el voto de la pasada resolución de la Asamblea General
no hacen sino herir a esa opinión y profundizar la percepción que tiene el liderazgo saharaui sobre la ambigua
actitud española.
A los pueblos saharaui y marroquí nos interesa, antes que nadie, una paz justa y duradera. En 1990, la actual
potencia ocupante, tras dieciséis años de combates, aceptó -y ello no es un deshonor- el principio de
autodeterminación al firmar el Plan de Arreglo. El rey Hassan II, consciente de las implicaciones que se derivaban de
ello, proclamó públicamente: "Si los saharauis optasen por la independencia, sería el primer país en abrir una
embajada en la capital que eligiesen". Su primer ministro, Lamrani, repetía ante los jefes de Estado reunidos en la
ONU, que "Marruecos se compromete a respetar los resultados del referéndum, fueren cuales fuesen".
Las dos partes habían aceptado así la vía apropiada
referéndum de autodeterminación- y un abanico de posibles soluciones (en plural): independencia, integración en la
potencia ocupante o autonomía, añadida por Baker en su plan de 2003 a instancias de Marruecos. La ONU tenía
una hoja de ruta detallada para culminar la obra. En este contexto, la solución duradera y justa es hija de un
referéndum de autodeterminación, no la madre.
Sin embargo, el sorprendente giro radical efectuado en el año 2004 por los nuevos dirigentes marroquíes paralizó
todo. El joven rey podía haber optado por decir que el referéndum era un compromiso heredado de su padre al que
no podría renunciar y que oponerse a él mermaría la credibilidad de toda intención democratizadora.
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Mal aconsejado o simple y llanamente como decisión deliberada en el contexto de "cuanto peor, mejor", Rabat
parece optar desde entonces por una vía cerrada que complica la situación por igual a la ONU, a las dos partes, a la
región e incluso a sus padrinos en París y amigos en Washington y Madrid, los cuales se verán solicitados una vez
más a elegir entre preservar las ganancias que genera la "amistad" con la monarquía marroquí y dar la espalda al
resto de la región y a la propia legalidad internacional. Ser amigo de un país es aconsejable, pero ello no debe
implicar ser amigo de sus errores. Madrid y París renunciaron a la amistad con lo que calificaron de "error americano
en Irak".
Al Frente Polisario le hubiera gustado entablar negociaciones directas con la potencia ocupante sobre la base de la
independencia saharaui. Hay precedentes históricos en la región magrebina; pero ello hubiese complicado las cosas
para Marruecos y optó por mantener el respeto al acuerdo sobre el referéndum de autodeterminación. Esta
racionalidad está, sin embargo, ausente en la actuación del Gobierno marroquí que, después de haber mostrado
poco respeto a sus propios compromisos, ofrece como alternativa al referéndum una "negociación" sobre la base del
reconocimiento de la "marroquinidad" del Sáhara Occidental y de su pueblo. Y esto es simplemente inaceptable, que
no debe ser siquiera planteado.
El Consejo de Seguridad considera que toda solución ha de ser mutuamente aceptable y permita la genuina
autodeterminación del pueblo saharaui. La propuesta marroquí no cumple ninguna de las dos condiciones. Aun así,
Rabat trata de imponerla, acudiendo a los amigos y padrinos permeables al rédito de la amistad. La démarche finge
ignorar que el Consejo se abstuvo de imponer la aplicación del Plan de Arreglo y de los Acuerdos de Houston, que
cumplían sin embargo con las dos condiciones.
La propuesta no tiene, pues, ninguna posibilidad de avanzar. Creyendo que el alto el fuego podrá sostenerse por sí
solo y que el silencio culpable de amigos y padrinos le permitirá intensificar impunemente la represión de una
Intifada hasta ahora pacífica, Marruecos da la espalda a la paz y se refugia en el pasado del que se mantiene
prisionero.
El tiempo y las dificultades no debilitarán la determinación del pueblo saharaui de llegar un día a El Aaiún libre y
soberano. Llegar a Granada le costó a España siete siglos. Los niños saharauis, segunda generación nacida bajo la
ocupación, cantan, a pesar de la prohibición, el himno de la RASD en las escuelas de El Aaiún. Una dinámica de
liberación está en marcha en el Sahara occidental y nadie la podrá detener. Felipe González decía en un reciente
artículo que "La experiencia permite constatar que, desde la II Guerra Mundial, ninguna potencia ha consolidado una
ocupación territorial".
Bujari Ahmed es representante del Frente Polisario ante la ONU.
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