13. Octubre - Liderazgo e integridad

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13. Octubre - Liderazgo e integridad
Liderazgo e integridad
Rafael Mies M., Ph.D.
Profesor Titular de la Cátedra de Capital Humano Embotelladora Andina
ESE Business School de la Universidad de los Andes
El espectáculo acaecido en el ex Congreso Nacional ha generado todo tipo de sentimientos y reflexiones.
Par muchos, la impunidad con que algunos manifestantes violaron valores básicos de convivencia
nacional y de institucionalidad, si sanción en absoluto, ha generado enojo, estupor y un sentimiento de
impotencia pocas veces antes visto.
Para otros, entre los que me incluyo, una gran pena y una necesidad de reflexionar profundamente acerca
de la clase de dirigente que hoy tenemos en el país.
El liderazgo, en cualquier ámbito, público o privado, se sostiene sobre unos principios sociales básicos y
exige del que lo ejerce poner el bien y el cuidado del otro por sobre sus intereses personales.
Bajo esta mirada, lo que vimos en el Congreso no fue precisamente liderazgo. En efecto, al impedir el
pronto restablecimiento del orden público, en el seno de una institución republicana y con gran contenido
simbólico, lo que se ejerció fue más bien un poder autoritario que pospuso el bien común en favor de una
opción personal.
La acción del buen líder se sostiene en valores cualitativos y de integridad de carácter que solo pueden
ser juzgado desde la intimidad de cada sujeto. Sin embargo, esta integridad de carácter se manifiesta en
el orden práctico con decisiones prudenciales y generosas, alineadas al bien común por sobre el interés
propio.
Sin esa integridad de valores y principios por parte del líder será muy difícil una buena gestión y
administración de los recursos.
La calidad de nuestros dirigentes debe ser reconocida por su virtud. Si ellos no son modelos a imitar se
hacen absolutamente imposibles de confianza y sin confianza se rompe una parte fundamental de la
convivencia social.
La falta de confianza destruye el ejercicio del liderazgo y es una amenaza para cualquier organización. En
los tiempos que corren, cada vez menos personas quieren seguir a alguien, simplemente por lo que
predica o su postura ideológica. Hoy se busca a aquellos que logran unir discurso y vida. MacIntyre
señalaba que la integridad de carácter normalmente dificulta a un dirigente conseguir fama y riqueza de
un modo fácil y que por ello, la virtud cívica aparece para muchos como un impedimento al logro de sus
objetivos personales.
A pesar de esto, la virtud y la integridad representan el único camino válido –aunque a veces arduo– que
puede seguir quien pretenda ser un verdadero líder.
Por último, aunque resulte complejo e incluso equívoco definir lo que es la conducta íntegra, no podemos
negar que su ausencia descalifica a cualquier persona que pretende ocupar una posición directiva.
Sin duda, esto implica una gran responsabilidad para el líder, principalmente aquellos a los cuales la
sociedad o la empresa les han regalado con una posición incomparable de poder. Por lo mismo, la misma
sociedad, que incluso les podrá perdonar muchas cosas, les exigirá al menos integridad o buen uso de
ese poder.
Publicado “Mirada Pública”, Diario Financiero. Octubre 2011.

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