La Prudencia, Filosofía Práctica o La relación didáctica

Transcripción

La Prudencia, Filosofía Práctica o La relación didáctica
Universidad Nacional Abierta
Dirección de Investigaciones y Postgrado
La Prudencia, Filosofía
Práctica o La relación
didáctica
Vizcaya, F. (s/f) La prudencia, filosofía práctica o la
relación didáctica
(Compilación con fines instruccionales)
LA PRUDENCIA, FILOSOFÍA PRÁCTICA O LA RELACIÓN DIDÁCTICA
FERNANDO VIZCAYA CARRILLO
Pensar con lo que se aprende
es por cierto uno de los fines de la educación.
en realidad, forma parte de la más importante
de las metas mencionadas:
uso activo del pensamiento.
DAVID PERKINS
LA ESCUELA INTELIGENTE, P. 39
INTRODUCCIÓN
Uno de los temas frecuentes en discusiones y diálogos entre docentes es la
importancia, en el proceso de transmisión, de las categorías enseñar y aprender. No todo
proceso de enseñanza produce aprendizaje en los alumnos y sin embargo, siempre que
se aprende hay una enseñanza implícita. El tema es de por sí interesante y vale la pena
que profundicemos porque la relación entre ambas es la materia prima de la profesión
docente.
Aunque nos adelantamos en afirmaciones que se irán aclarando a lo largo del
ensayo, podríamos intentar llamar a la prudencia la relación entre esas categorías. Vale la
pena pues, que comencemos a tratar de aproximarnos a los diversos aspectos que
pueden caracterizar la generación de acciones y actividades conducentes a la formación
de una disposición relevante como es la Prudencia y en este caso, como la relación entre
enseñar y aprender, la relación didáctica.
Uno de los ideales de un docente con recta intención es formar a sus alumnos.
Entendemos por formar —dar forma interior a la persona—, no sólo la transmisión de
cúmulos de conocimientos, sino además el cultivo de los hábitos intelectuales para actuar
sobre esos conocimientos y producir conclusiones propias, seleccionar ideas y elegir
entre ellas, para clasificar, catalogar y categorizar, producir ciencia o elaborar leyes. En
una frase, estará formado el que pueda pensar rectamente. A esto se refiere la prudencia,
como una capacidad consolidada y estable, y como un objetivo del sistema educativo, y
de un sistema educativo que pueda consolidar sistemas de gobierno donde se propicie la
formación de la persona por encima de cualquier otra motivación o razón, eso
quisiéramos proponer a través de este estudio.
Como contraparte a esta posible propuesta, las teorías pedagógicas que sostienen
la educación formal del país, presentan características metodológicas que con frecuencia
podríamos catalogar como eminentemente reducidas a lo cognoscitivo, y muy pocas en el
orden de los hábitos y de las habilidades. Se tiene en cuenta, en esas metodologías,
sobre todo, los conocimientos que deben tener los alumnos y en función de eso (para no
hablar de los casos de aberraciones curriculares y metodológicas) se construyen
modelos pedagógicos y se usan las tecnologías correspondientes a esos modelos.
La teoría educativa que sostiene esta forma de educar, en su afán igualador por el
conocimiento, tiene un sabor innegable de positivismo. Se tiene en cuenta mucho más el
2
resultado administrativo de la acción, que el éxito de la educación2 propiamente dicha; se
deciden temas, programas y diseños curriculares para la instrucción3 en base a estudios
estadísticos, dándole a una cifra un valor casi absoluto en el momento de elegir los
distintos aspectos de la enseñanza4, o a las diversas situaciones posibles para la
orientación antes de tomar las decisiones. Se plantean los éxitos en las asignaturas por
objetivos logrados en la acción docente y por los juicios valorativos de las supervisiones
de los profesores a los profesores, más que por resultados ciertos en el alumno.
El pensamiento positivista, imperante en el país, que desde el siglo pasado —con
la influencia del Dr. Adolfo Ernst, adquiere mayor profundidad5—, ha llevado a la
educación por derroteros que buscan abarcar muchas áreas del conocimiento por el
conocimiento. Se ha puesto, así, poco empeño en cultivar los diversos hábitos y actitudes
en los alumnos, olvidando que estos son indispensables para la formación de la vida
comunitaria; que son hábitos que constituyen un sesgo apropiado para formar en los
alumnos, entre otras, las disposiciones para la ciudadanía.
En el entendido de que la ciudadanía se hace y no se nace ciudadano, podemos
vislumbrar problemas serios para la constitución y el mantenimiento de sistemas de
gobierno que tiendan a la activa participación de los ciudadanos en las diversas
decisiones que atañen a su propio destino; y a la visión de la participación como
consecuencia de cualquier consenso para la acción comunitaria.
LA DELIBERACIÓN
Uno de los frutos que pueden percibirse de un sistema de educación que persiga
la adquisición de hábitos indispensables para la vida de un sistema democrático, consiste
en que el mismo dota al ciudadano común de un arte (entendemos por arte, la suma y
perfección por la practica, de técnicas aprendidas por ese mismo hacer, que en este caso
consisten en el arte de escuchar y de transmitir) para la deliberación en el ámbito
comunitario.
Esta disposición, que llamamos deliberación es el paso previo para el consenso,
categoría esencial de la vida en la ciudad y en un sistema de gobierno pretendido como
es el sistema democrático. Como es evidente actualmente, las conversaciones que hoy
habitualmente se producen sobre los asuntos públicos, difícilmente se pueden llamar
diálogos ciudadanos; y frecuentemente, no pasan de ser discusiones apasionadas, con
intereses grupales o personales. Esto lleva inevitablemente a situaciones, a menudo,
2
Entendemos por Educación el aspecto más globalizador del proceso de transmisión. Lo profundo
y por tanto trascendente en el alumno, que sin dejar de ser inmanente también, produce una
mejoría en el ser. Es el aspecto ético propiamente dicho del proceso escolar, y por lo tanto lo que
responde a los fines de la teoría educativa.
3
La instrucción es la aplicación específica de las teorías pedagógicas en el aula. Son los medios
por los cuales se logran algunos aspectos educativos, por ejemplo los cognoscitivos. Aunque
instruir no es propiamente educar, es condición necesaria.
4
Enseñanza es el trabajo específico del maestro. Poner al alcance sensible de los alumnos los
conceptos, las definiciones y todo el contenido de las diversas asignaturas. Es un proceso estético
pues ordena y da una secuencia y una armonía a los diversos factores de la transmisión, de
manera que pueda resultar asequible con mayor aprovechamiento por parte de los alumnos.
5
A. Capelletti. El Positivismo y el Evolucionismo en Venezuela. Monteávila editores. 1992.
3
difíciles de resolver porque estas no se distinguen por su racionalidad, sino que su marca,
su sello y característica más común es el apasionamiento. Parecería que el cultivo de las
disposiciones que caracterizan al hombre prudente es imperativo en nuestro sistema
educativo.
La formación de la persona debe llevar a darle una cierta autonomía que se
caracterice por un saber actuar, buscando los mejores medios. Y no nos referimos a lo
expedito del saber hacer, que es simplemente una técnica, sino a algo más profundo en el
ser de la persona. Y es palmario que estamos en el ámbito de los medios intelectuales, no
sólo en su aspecto teórico, en la simple reflexión sobre el tema, sino en el aspecto
práctico, la necesidad de la práctica para el cultivo de esas disposiciones.
Esa formación debe ir desde saber leer, (clave para la asimilación de la
información y la consolidación de la cultura); saber mantener una conversación
productiva y fecunda, (el arte de la deliberación que implica el respeto a la otra persona, a
sus argumentos y forma de pensar); hasta elegir adecuadamente (los medios para lograr
los fines que se establecen en la antropología) en el aspecto personal como en el
comunitario.
Profundizando en esta últimas ideas podemos decir que el sistema educativo
vigente —hay que reconocerlo— tiene como una de sus fallas más patentes no formar un
hábito de lectura selectivo y exigente en los alumnos, con lo que se percibe en nuestro
medio, una cultura de superficie, llena de lugares comunes, frases y dichos, muletillas.
Esto produce unas consecuencias como por ejemplo: se impide el razonamiento
discursivo y fecundo, en el plano personal y también en las relaciones interpersonales,
porque falta ponderación en lo que se piensa y por tanto en lo que se dice. En una
sociedad que está catalogada como determinada por la cultura de las imágenes, la
costumbre de no leer con profundidad impulsa a que se vean sólo algunas secciones de
los periódicos, y se mire mucha televisión, sobre todo programas que no dejan en la
persona nada de un mayor interés intelectual, y por lo tanto difícilmente enriquecerán
culturalmente a las personas. La mayoría de los programas de los mass media
audiovisuales son frívolos cuando no vulgares y llenos de ordinarieces, que destruyen el
lenguaje y la capacidad de razonamiento de nuestra población. Al no leer con criterio
selectivo, exigente, (sino, por el contrario, con pasividad), el impacto deformador de los
mass media es muy grande. Podemos decir que, no sabemos informarnos
adecuadamente.
¿Cómo nos planteamos unos hábitos de conducta que lleven a mejorar el ser y la
condición personal? Pensamos que la respuesta está en ese cultivo intencional y eficaz
en una disposición que llamaban los antiguos frónesis, y luego prudencia.
RECTA RATIO AGIBILIUM, UNA APROXIMACIÓN A LA DEFINICIÓN.
Comentaba Cicerón sobre esta virtud lo siguiente: “Como la medicina es el arte de
la salud y la dirección del navío es el arte de la navegación, así la prudencia es el arte de
vivir” (Ramírez, Santiago, citando a Cicerón en La Prudencia. p. 40).
Aunque Cicerón identifica las palabras arte y prudencia; arte, se identifica con el
término techné (τεχκη) : arte, arte bella, oficio habilidad, profesión; y la prudencia:
4
previsión, cordura, sensatez, buen juicio (Diccionario Griego. JM Pabón),. Esta búsqueda
en los diccionarios revela diferencias claras entre ambas expresiones. El arte produce
cosas, la prudencia no es factor de producción sino de conducción. Es la prudencia la
razón ponderada que dirige el actuar del hombre. No podríamos llamarla con propiedad
arte. El arte es la recta razón en la producción (recta ratio factibilium), mientras la
prudencia es la recta razón en el actuar (recta ratio agibilum). Para aclarar un poco más,
decimos que es la diferencia entre hacer y actuar, el primero se refiere a cosas que salen
del hombre (arte), se producen objetivamente y enriquecen el mundo que es diferente del
hombre; en el caso de la prudencia la obra permanece en el interior del hombre y
enriquecen al hombre mismo, pero no se “objetivizan fuera de él. Comenta Aristóteles: “el
hombre bien dotado del poder de reflexionar sería la misma prudencia” 6
En el capítulo VI de la Etica a Nicómaco, refiere el estagirita que una de las formas
de acercarse a la verdad, es la phronesis7 (προνεσισ). Esta se ha traducido como
prudencia posteriormente y constituye una de las formas que también buscaba Platón8 al
establecer esas cuatro grandes virtudes que darían las bases para la constitución de la
ciudad buena.
La aproximación Aristotélica acerca de la naturaleza de la phrónesis discurre de la
siguiente manera: “No podrá ser ciencia porque lo que es del orden de la acción es
susceptible de cambio, como tampoco podrá ser un arte, porque acción y creación son de
distinta naturaleza. Resta pues, que la prudencia sea una disposición acompañada de
razón justa, dirigida hacia la acción y con referencia a lo que es bueno o malo para el
hombre. Pues el fin de la creación se diferencia del objeto creado, mientras no ocurre así
con el término de la acción” 9
Varios siglos más tarde, Santo Tomás de Aquino, comentando la Etica a Nicómaco
de Aristóteles expresa lo siguiente: “Dice que la prudencia no es ciencia (que es hábito
demostrativo de lo necesario) y que no sea arte (hábito productivo con razón), de allí se
desprende que la prudencia sea un hábito activo con razón verdadera, que no versa sobre
lo producido, que existe fuera del hombre, sino sobre el bien y el mal del hombre mismo)”
10
Una definición muy acertada y más reciente, nos la da Santiago Ramírez, que
además nos ayudará a ver con mayor claridad:”Así pues, phrónesis significa, según su
valor etimológico, un pensamiento o un juicio maduro, ponderado, cuerdo, mesurado, no
improvisado ni precipitado, en orden a evitar un mal o conseguir un bien en el que el
6
Etica a Nicómaco. VI, 1140ª
“Demos por sentado que aquellas por las cuales el alma realiza la verdad, mediante la afirmación
o la negación, son cinco, saber: el intelecto, el arte, la ciencia, la prudencia y la sabiduría. Estas
con el razonar y la opinión pueden aclararse o engañarse.”
Aristóteles. Etica a Nicómaco, VI, 3. 1139b
8
“—Voy a explicaros en qué baso mi esperanza de encontrar lo que buscamos: si nuestra ciudad
está fundada como es debido, no hay duda de que será completamente buena.
—Por necesidad.
—Es claro entonces que dominará en ella la prudencia, el valor, la templanza y la justicia”.
Platón. La República. 427e.
9
Etica a Nicómaco. VI, 1141ª
10
S. Tomás de Aquino, Comentario a la Etica a Nicómaco 1142b. p. 22
7
5
hombre pone todo su empeño. Y esto, evidentemente, es un acto de la razón, no del
sentido ni del apetito”11
Sobre esta base conceptual, filosófica, podemos ir buscando su relación con el
campo de lo meramente educativo que es el campo de trabajo a que nos hemos ceñido.
Comenta Josef Pieper (1980), refiriéndose a la prudencia como virtud y
enlazándola con el ámbito educativo lo siguiente: “La educación y autoeducación, en
orden a la emancipación moral ha de tener su fundamento en la respectiva educación y
autoeducación de la virtud de la prudencia, es decir, en la capacidad de ver objetivamente
las realidades que conciernen a nuestras acciones y hacerlas normativas para el obrar,
según su índole e importancia” 12
En el sentido que le da este autor a la consecución de esa virtud, se requieren
unas capacidades que nos hacen ver objetivamente las realidades pero además
prosigue, diciendo que conviene hacerlas normativas en el obrar. Este punto incide
propiamente en el campo de didáctica, que es un una ciencia que tiene que ver con lo
práctico intelectual y también con lo producido, con lo poyético13. El docente reflexiona y
escoge los mejores medios para la enseñanza, y los hace normativos en el transcurso de
la clase (procura instruir), los saca de sí mismo y los hace asequibles a los alumnos de
una manera sensible (enseña).
Es decir, como recta razón en el obrar, la prudencia es un conocimiento directivo.
Su esfera de competencia es el campo de lo contingente, por eso se distingue de lo
puramente especulativo, cuyo objeto es la verdad como tal y la definían los griegos como
theoría14,(Τεορια) que es la base de la ciencia.
La reflexión que sigue a estas afirmaciones está en varios grados de actuación y
comprensión, y podemos catalogar su principio básico de operaciones (acciones que
“salen” fuera del profesor), que definimos como unas disposiciones que nos faciliten
conocer mejor cada vez esas realidades que se pretenden transmitir y las pueda hacer
conocibles sensiblemente a los alumnos.
Es responsabilidad del docente conocer y manejar adecuadamente las diversas
circunstancias del conocimiento que tienen sus alumnos. Es necesaria una técnica
docente que esté fundamentada en la psicología racional, allí conseguirá las bases de ese
proceso por el cual sus alumnos van adquiriendo el enriquecimiento intelectual que
podemos llamar aprendizaje. Así, debe tener suficientemente claro esa secuencia que
podríamos especificar y caracterizar en grados y poder producir así los protocolos
adecuados para la instrucción. Los grados de comprensión se refieren al conocimiento
secuencial que posee el hombre: primero conocemos empíricamente, por los sentidos
11
Santiago Ramírez. La Prudencia, p.20
Las Virtudes Fundamentales. p.17
13
La Poiesis, tiene como significados: (οιεσισ), acción, creación, fabricación, confección,
construcción, poesía, poema. (Diccionario Griego-Español. J.M. Pabón.)
14
Algunos significados son: “a. Especulación o vida contemplativa. En general se opone a práctica.
b. La denominada ciencia pura o sea, la parte de la ciencia que no considera las aplicaciones de la
ciencia misma a la técnica productiva” Diccionario de Filosofía. N. Abaggnano.
12
6
externos y luego por la razón, es lo que se ha denominado adequatio15, o lo que
podríamos entender como un acercamiento progresivo del intelecto del hombre a la cosa,
al objeto que se desea conocer, un acercamiento a la realidad.
Uno de los aspectos a tener en cuenta, en este proceso que nos llevará a la
formación integral del alumno, la educación, es la conciencia del docente al enseñar. La
actuación consciente, tiene que ver con la experiencia, con lo que se vive y se ha vivido,
en relación con la transmisión y con el objeto de esa transmisión, el alumno. El hombre
que actúa bien o mal, incorrectamente o correctamente, tiene una experiencia de la vida y
si ha pensado en ella, delibera sobre esas acciones y decide sobre el mejor medio para
una nueva acción, que quizá no fue el utilizado anteriormente o acertó en ese medio
utilizado y por lo tanto lo vuelve a usar. En este sentido, la experiencia es vital para la
actividad docente, pues significa esos conocimientos “asimilados” y hechos propios, que
es la manera más efectiva de transmitir.
Esto nos puede poner enfrente una dificultad relacionada con el aprendizaje de los
alumnos. Si una de las condiciones para ir adquiriendo la prudencia es la experiencia,
entonces los jóvenes carecerían de esa condición precisamente por su condición de
poseer pocos años de vida. Pero, de lo que se trata, en el ámbito educativo es de ir dando
las condiciones —cultivando las disposiciones convenientes—, para que las acciones
posteriores en la vida, de esos niños, puedan resultar accesibles y más fáciles a una
disposición que en este caso es la prudencia, hasta ir formando el hábito propiamente
dicho.
Podríamos comenzar a considerar algunos de esos actos previos para la
consecución de esas actitudes convenientes, aunque pretendemos profundizar un poco
más adelante en esos actos propios de la virtud, refiriéndonos, por ejemplo, a la formación
de hábitos que conduzcan a captar adecuadamente la información que viene de los
semejantes. Esto resumiría el comentario hecho por Pieper, de ver objetivamente las
realidades. Se podrían llamar a esto como una disposición estable para oír y escuchar a
los demás. Implica una actitud que lleva consigo la consideración de la dignidad de los
semejantes, es un “estar atento al otro” intencionalmente, y se suela definir
frecuentemente por la palabra respeto, que es un término usado con asiduidad en el
ámbito hogareño y en el de la escuela.
Esta disposición está en la base de una actividad necesaria para el intercambio
social como es la deliberación. Dicha cualidad la veremos con mucho más detalle al
enfocar la justicia. Un autor contemporáneo, D. Alkim recoge unas reflexiones
interesantes en un artículo reciente, de ideas al respecto de J. Dewey sobre este aspecto
y fija “una progresiva pedagogía” que viene del intercambio social para formar ese hábito
15
“Uno de los criterios de verdad es precisamente aquél por el cual un conocimiento es verdadero
si es adecuado al objeto, es decir, si se asimila y corresponde al objeto reproduciendo la naturaleza
lo mejor posible. La definición de la verdad como “adecuación del intelecto y la cosa” fue formulada
por vez primera por el filósofo Isaac Ben Salomón (845-940) en su Liber definitionibus. La
definición fue adoptada por Santo Tomás, quien dio una exposición clásica (S.Th. I, 16,2; De
Veritate, q.I,a1). Diccionario de Filosofía. N. Abaggnano.
7
de escuchar, de saber escuchar.16 Lo que definiría ese hacer normativamente en el obrar,
refiriéndose a la inculcación de hábitos, fundamentados en la experiencia en varios
ámbitos. Habla de ese crecimiento tanto en el ambiente familiar como en el escolar.
LA DISPOSICIÓN A SABER ESCUCHAR.
“Lo que la pequeña Momo sabía hacer como nadie era escuchar.
Eso no es nada especial, dirá quizás, algún lector: cualquiera sabe
escuchar.
Pues eso es un error. Muy pocas personas saben escuchar de
verdad. Y la manera en que sabía escuchar Momo era única.
Momo sabía escuchar de tal manera que a la gente tonta se le
ocurría de repente, ideas muy inteligentes. No porque dijera preguntara
algo que llevara a los demás a pensar esas ideas, no; simplemente
estaba allí y escuchaba con toda su atención y toda simpatía. Mientras
tanto miraba al otro con sus grandes ojos negros y el otro en cuestión
notaba de inmediato cómo se le ocurrían pensamientos que nunca
hubiera creído que estaban en él.
Sabía escuchar de tal manera que la gente perpleja o indecisa
sabía muy bien, de repente, qué era lo que quería. O los tímidos se
sentían de súbito muy libres y valerosos. O los desgraciados y agobiados
se volvían confiados y alegres. Y si alguien creía que su vida estaba
totalmente perdida y que era insignificante y que él mismo no era más
que uno entre millones, y que no importaba nada y que se podía sustituir
con la misma facilidad que una maceta rota, iba y le contaba todo esto a
la pequeña Momo, y le resultaba claro, de modo misterioso mientras
hablaba, que tal como era sólo había uno entre todos los hombres y que,
por eso, era importante a su manera, para el mundo.
¡Así sabía escuchar Momo!”
(Michel Ende. Momo, pp. 20-21;1994)
En el plano educativo, el saber escuchar, es una disposición fundamental, tanto
para el docente como para el alumno. Si no se escucha, el alumno no podrá seguir las
disertaciones del maestro y por lo tanto no podrá aprender con la facilidad que le brinda la
maestría del que enseña, y el proceso se hará mucho más difícil, además se le dificultará
un factor básico de formación que es la reflexión sobre la experiencia. Si el docente no
sabe escuchar, en el sentido más amplio de la palabra, no podrá conocer con seguridad si
está transmitiendo con fidelidad y si es captado convenientemente. Esto tiene que ver con
su “prudencia en el actuar” como docente. Afirma Santiago Ramírez “y como el
conocimiento de los singulares se obtiene por los sentidos y por la experiencia, resulta
que la prudencia se funda esencialmente en la experiencia de la vida y de los hombres.
Por ese motivo, los jóvenes –como observa Aristóteles- pueden ser matemáticos, pero no
prudentes, porque no tienen todavía experiencia suficiente”17
16
“He argued for a “progresive” pedagogy in wich the student was an active participant rather than
a pasive recipient, Dewey saw education as interactive, as growing out of the child’s ever-widering
experiencie and increasingly complex representation of that experiencie” (Schooling and family in
the Postmodern World.David Alkim. 1997)
17
Santiago Ramírez. Ob, cit. P 47
8
Para ir tomando la conciencia de cultivar esta cualidad, ese maestro no se debe
conformar con su disertación sobre un tema, dictar una serie de datos y argumentos, sino
que su trabajo más importante es la certeza del escuchar del otro, comenzando por
asegurarse de que los alumnos están dispuestos a oír. El inicio del proceso cognitivo que
tiene que ver con la decodificación, por parte del alumno, del mensaje que se está
produciendo, y para ello debe estar presente físicamente el mensaje (oír), y para
posteriormente decodificar se debe escuchar.
Así, el fondo se va logrando establecer una capacidad de atención, que se
resume en la formación de un hábito que facilite conocer a través de esos signos
sensibles,(en este primer nivel los audibles, y luego los conceptuales (ya convertidos en
símbolos). La captación, en los niveles y profundidad que da la diferencia de las personas,
de la información que él pretende transmitir a sus alumnos, es otro proceso diferente.
Más aún, la transmisión de la información no es simplemente un “descifrar un
código” (preparar las clases), generar un mensaje y disponer de un canal por el cual
“viaja” un texto (la didáctica y metodología correspondiente a la materia que está
dictando). Consiste esencialmente en un “compartir significados”, lo cual requiere no solo
una comprensión en el plano cognoscitivo, sino que debe existir, además en ambas
partes, una apertura afectiva.
En este sentido (el de saber escuchar), en la primera de las instituciones que
hemos de considerar, la familia, se dan esos requisitos. El ambiente social que rodea al
individuo en ella, es pleno en el sentido intelectual y en el ámbito afectivo también. Pero
esto no es necesariamente espontáneo, se requieren una costumbres asentadas en
tradiciones que pueden ser culturales o simplemente familiares, pero siempre debe haber
la intencionalidad de constituir y construir un entorno educativo. Para ello, por ejemplo,
es necesario que los padres estén conscientes y planifiquen “reuniones familiares” en su
sentido más natural como es el comer juntos, compartiendo un espacio y unas normas de
actuación, los cuales apoyen la naturaleza humana en su necesidad más elemental y
primaria, como es el del mantenimiento físico por los alimentos, y un espacio definido y
específico, que significa seguridad del entorno, intimidad para compartir, un ambiente
propicio para oír y escuchar.
La enseñanza que se produce en la mesa familiar llega hasta lo más profundo de
la estructura de la persona, pues partiendo de unas formas (urbanidad de las
costumbres), se llega a imitar, posteriormente, las maneras propias del hábito ciudadano
en espera de la toma de conciencia en la pertinencia de la acción con las otras personas,
porque se ha adquirido y se han hecho propias unas formas, y todo ello fundamentado en
que se han elegido unos medios que son los más apropiados. Sin esta enseñanza, es
muy difícil la consecución de disposiciones estables en el hombre adulto. Esta enseñanza
“hogareña” tiene la característica de ser eminentemente normativa, pero que permite
posteriormente, por su apertura afectiva y racional de intercambio, la deliberación de esas
acciones, es decir, el actuar libre del hombre18.
18
“Kolhberg sugiere que gran parte del contenido de la moral se transmite mediante el ejemplo y la
instrucción, pero la forma es algo que el individuo debe llegar a entender por sí mismo, mediante la
9
En la escuela, el sentido de la deliberación y de la participación, debe constituirse
como una continuación natural del ámbito familiar. La diferencia mas específica entre
ambos ambientes es la característica de no caer en “familiaridades” las cuales sí están
presentes en el ámbito familiar sin desmedro de la formación, pero que perturbarían la
enseñanza escolar propiamente dicha, y que viene especificada por las normas
disciplinarias vigentes en el centro educativo.
Para lograr este “clima” educativo y formador de hábitos buenos, la formación del
docente debe estar fundamentada en una actitud constante en aplicar la disciplina escolar
en las normas razonadas, es decir, la aplicación de la disciplina escolar pero siempre
acompañada y precedida por argumentos racionales más que en las prescripciones, o
argumentos de autoridad, lo cual daría la impresión de parecer estar estáticas, rígidas en
el entendimiento del funcionario. Esto produciría un obstáculo a la formación de esas
excelencias que queremos en los alumnos. Ordinariamente los alumnos rechazan
interiormente las normas impuestas por la fuerza, cuando no llegan al enfrentamiento
externo. Pensamos que os alumnos sólo pueden llegar a formarse con el docente
previamente formado y en este caso con el docente dotado de prudencia. Sobre ese
hombre comenta Santiago Ramírez: “La prudencia delibera y se aconseja, pero no el arte;
precisamente porque las reglas de éste y el modo de aplicarlas son fijas y uniformes,
mientras que en la prudencia son infinitamente variables y cambiantes. Cuanto un hombre
es prudente, tanto obra con más consejo y deliberación. Por el contrario, cuando un
técnico es más competente, tanto menos titubea y delibera”19
Sin embargo, los alumnos deben estar en un ambiente normativo, que les permita
pensar y actuar de manera adecuada. De otra forma no se formaría esa recta ratio,
buscada por los educadores. Entendemos por normas un ordenamiento de la razón en
función del bien y por lo tanto, del bien común. Y decimos que debe ser una continuación
del ámbito familiar, no en el sentido afectivo, sino en la inculcación de hábitos operativos
para el “saber actuar”. El aprender a escuchar es uno de los primarios. Así, como en la
mesa familiar se oye la participación de todos los presentes, el maestro o profesor de aula
debe “respetar” a sus alumnos al escuchar con atención sus inquietudes y preguntas.
Solo podrá escuchar quien mire a la persona físicamente y atienda, con sentido de
apertura lo que el otro está diciendo, pensar en ello y responder luego de haber entendido
y comprendido la inquietud que se recibió de ese alumno.
De esta manera, es en la escuela donde se debe formar esa práctica que ofrece el
encuentro social para la transformación de la ciudad. Así como en el ámbito familiar el
conocimiento y el movimiento de los afectos son connaturales, en el medio social
ordinario, se deben construir. Creemos que el germen de la formación de una institución
como el Estado radica allí, en ese medio social de cambio, por excelencia como es la
escuela. Sobre esto comenta Dewey que el aula de clases es el sitio donde el hombre
aprende a ser ente cívico20, donde se le forman todas las disposiciones para el
intercambio normativo de acciones cívicas y comunitarias, las cuales requieren unas
estimulación apropiada por parte de otros y de situaciones concreta típicas ”. (R.S. Peters,
Educación Moral y Desarrollo Moral, p. 113)
19
Santiago Ramírez. Ob. Cit. P. 42
20
Democracia y Educación.
10
disposiciones anteriores, que están en el seno familiar: el diálogo y la apertura intelectual
hacia los razonamientos del otro.
La prudencia del docente estriba ciertamente en un saber actuar adecuadamente a
su oficio y con la referencia a las personas que son objeto de su arte, de manera que
pueda ir consiguiendo cada vez mejores resultados de su acción, de su praxis docente.
Comenta un pensador contemporáneo sobre la importancia de estos actos que parecerían
sencillos y elementales, pero que revisten una gran importancia:
“Es condición del dialogar el saber escuchar. Quien quiere hablar debe
estar atento y abierto al razonamiento del otro, hallarse dispuesto a dejarse
convencer y no creerse dueño definitivo de la verdad (...) es condición del diálogo
la convicción de que la verdad existe, de que está en el común interés de todos los
hombres.” K. Jaspers; Los Grandes Filósofos p. 56.
EL ARTE DE SABER INFORMARSE.
Podríamos decir que la información es un estímulo intelectual que requiere de los
sentidos externos en primer término, también de la razón como operadora y por tanto, es
un poco más amplio y profundo del simple “oír” a otra persona. Oímos con el cuerpo pero
escuchamos con el cerebro. Podemos escuchar el silencio e interpretarlo, pero no lo
oímos. Es obvio, que este conocimiento, por lo dicho, discurre por “partes” o por etapas.
Comenta Karl Jaspers sobre este último razonamiento lo siguiente: “El conocer es un
proceso que opera por grados. De los datos de la percepción sensible pasa al
pensamiento puro (en la matemática), del pensamiento puro a la idea (la ciencia
dialéctica) y de la idea al más allá del ser (a la idea del bien)”21.
Todo esto nos dice que saber informarse requiere un saber hacerlo, es decir, un
arte, por lo tanto es susceptible de aprenderlo y por tanto de ser enseñado. La
información pasa a través de la simple aprehensión sensorial y la rebasa llegando a la
capacidad de entender significados humanos y comprende incluso, hasta la capacidad de
“lectura” de un contexto, no solamente social sino también natural, e incluso histórico22.
Es condición necesaria para este arte de saber manejar textos, tener una
costumbre o un hábito intelectual que permita hacer las diferentes lecturas de lo que
tenemos delante de los ojos y de lo que oímos., Moverse en la estructura profunda de los
textos, buscar los significados, como diría alguien, “leer lo no escrito” del texto. En este
aspecto la intervención del docente reviste una gran importancia. La paciencia en la
enseñanza de la escritura y la lectura, puede durar toda la vida escolar y esto hay que
tomarlo en cuenta constantemente. De manera que el uso de tecnologías adecuadas
(recursos didácticos) asentados en criterios estéticos como buena literatura, música y
obras de pintura, se ayude de manera eficaz a los alumnos al aprendizaje de ese saber
leer y saber escuchar. Comenta J. Maritain: “…la belleza es la atmósfera mental y la
21
Los Grandes Filósofos. p.68
”Para que nuestros sentidos nos digan algo, debemos tener conocimiento previo. Para poder ver
una cosa, hemos de saber lo que son las cosas: que pueden ser localizadas en algún espacio, que
unas son móviles y otras no, que unas tienen una importancia mediata para nosotros y, por tanto,
son más prominentes y serán percibidas mientras que otras, menos importantes, jamás penetrarán
nuestras conciencias” (Popper, K.; En Busca de un Mundo Mejor. p.:60)
22
11
fuerza inspiradora apropiada a las educación de un niño y debería ser, por decirlo así, la
principal base vivificante y espiritualizadora de la educación”
La información viene de lo que no es el yo. Un punto de arranque para poder
informase bien, podría ser procurar tener la convicción de que no se sabe lo que se está
oyendo, de manera que se produzca una personal apertura intelectual que permita
obtener un poco más de saber. Indudablemente que el precedente a esta actitud, es una
madurez y serenidad interior en el hombre, la cual, a su vez, implica docilidad. Esta la
podríamos catalogar como uno de los actos propios de la prudencia. Supone un
reconocimiento de nuestra ignorancia, y como solo se puede recibir lo que
conscientemente no tenemos, debemos aprender con el que sabe, con el sabio, con
buena disposición para recibir, desterrando la actitud estéril que nos hace creer que ya
sabemos. Recordamos una frase de la Apología de Sócrates: “…y partí pensando para
mis adentros: Yo soy más sabio que este hombre; es posible que ninguno de los dos
sepamos cosa que valga la pena, pero él cree que sabe algo, pese a no saberlo, mientras
que yo, así como no se nada, tampoco creo saberlo”23
El saber conocerse está en el plano de la aceptación de la ignorancia, como el
principio de operaciones intelectuales para el hombre. Solo quien posee esa capacidad de
asombro ante las cosas que se le presentan a los sentidos y al entendimiento puede
aprender, puede enriquecerse. El escepticismo, es una especie de enfermedad que
paraliza cualquier posibilidad de enriquecimiento intelectual. Así glosa muy acertadamente
un autor contemporáneo el pensamiento socrático:
“...la filosofía es el conocimiento de la ignorancia”
Leo Strauss (1996;43)
En este sentido, la “competencia” que debe tener un ciudadano en un sistema que
requiere su participación para “estar informado”, viene del correcto uso de los medios por
donde le es asequible esa información, pero además se hace indispensable una
capacidad hermenéutica, de interpretación, de lo recibido, la cual es condición inevitable
para el recto gobierno, no solo de la persona misma, sino de su comportamiento ante las
leyes y distintas normas que regulan la ciudad.
Con todo, estamos en el entendido de que todas estas disposiciones se están
formando en las etapas primarias del hombre, tanto en su etapa familiar como en la
escolar. Ciertamente la intencionalidad de los maestros y planificadores escolares
deberían tener este norte en su acción profesional. Por ejemplo, se requiere una
“práctica” que refuerce algunas destrezas adquiridas, y las haga aptas para esa
comunicación, y eso debe ser uno de los papeles principales en la construcción de un
currículo, que tenga estos valores en la base de su diseño. Si no se produce esto,
entonces tendremos unos problemas de comunicabilidad, los cuales serán producto de
una debilidad marcada por la inconsistencia en los planes establecidos y que describe
Noam Chomsky muy certeramente, describiendo la diferencia en la posibilidad de poseer
esa destreza y saber usarla, la diferencia entre esa habilidad y el conocimiento
propiamente dicho:
23
Platón. Defensa de Sócrates. 20e. p. 204
12
“Una destreza puede mejorar sin que se altere el conocimiento (...) La
capacidad de usar el lenguaje de un individuo mejora, pero no su conocimiento. Así
mismo, la destreza puede quedar dañada o incluso desaparecer, sin pérdida del
conocimiento. Cuando una persona pierde la capacidad de hablar lo que queda es un
sistema de conocimiento, un sistema cognitivo de la mente/cerebro. La posesión de
este conocimiento no puede identificarse con un sistema de disposiciones, pericias o
hábitos”24.
Esto reviste una especial importancia en los diversos programas, planes y
estructura de la educación formal, y sobre todo en la de los primeros años. Si se
esfuerzan los maestros en cultivar esas destrezas, el fruto posterior se verá en el
ciudadano común, que es la base de la sociedad; en el funcionario medio de las
instituciones del Estado, y sobre todo si está dentro de un sistema que requiere de esa
virtud en sus componentes, en sus ciudadanos como es la democracia. Si la formación
académica logra la capacidad de pensar y reflexionar consultando, y disponiendo a las
personas en una actitud dócil, sobre los asuntos ordinarios que tiene entre manos ese
alumno, los funcionarios de los distintos gobiernos, de las instituciones alcanzarán más
fácilmente esa finalidad para la cual se han educado.
Saber informarse tiene tanta importancia como su disposición precedente, que es
saber escuchar. El que aprende a informarse ha adquirido unos hábitos de estudio, de
actitudes de atención, que incluyen desde la posición física, hasta las capacidades mas
profundas de captación y análisis, y por lo tanto hábitos de adecuarse a la realidad,
hábitos que se forman a través de años de práctica, pero absolutamente necesarios para
interpretarla. Es decir, cultivar la capacidad hermenéutica ante los textos que se tienen
delante, y por tanto de hacer juicios propios, de manera que se puedan explicar y poder
aplicar esos conocimientos en otras áreas. Es el poder de transferencia, tan importante
para la formación intelectual. Así, la educación se convierte en una fuerza creadora y
generadora de hábitos que faciliten la acción propiamente humana en cualquier situación,
desechando el sistema simplemente memorístico de datos y situaciones.
Algunos autores tratan de explicar esa capacidad hermenéutica como una tríada
de elementos que van desde el entender los signos, hasta la comprensión simbólica, para
poder explicar a otro esa significación de los hechos o las palabras. Así lo comenta Luis
S. Cuervos: “El proceso de interpretación aparece consiguientemente como un proceso
triádico, cuyos extremos son el intérprete y el espíritu objetivado. Ambos se relacionan por
medio de formas significativas”25
ALGUNOS ACTOS PROPIOS DE LA PRUDENCIA
Las virtudes se componen de actos específicos que la dan “solidez” o la conforman
propiamente hablando. LA prudencia tiene unos actos propios y muchos subsidiarios,
pero de esos principales podemos hablar de Consejo, Juicio e imperio y los oponentes
serían la precipitación (falta de consejo); la inconsideración (falta de juicio adecuado) y la
inconstancia como la falta de imperio.
24
25
Estructuras Sintácticas. p.18
La Hermenéutica Metódica. p.45
13
CONSEJO
El término Consejo lo establece el diccionario de la Real Academia, en su primera
acepción como:”el parecer o dictamen que se da o toma para hacer o no hacer una cosa”.
Ciertamente la actitud interna de una persona “que pide consejo” supone en ella una
apertura intelectual, pero también supone una apertura afectiva la cual tiene como
condición la confianza en el otro, y todo esto en su conjunto—inteligencia y afectos—
genera con mayor facilidad la vía del aprendizaje y del decidir sensatamente: el saber que
no se sabe con certeza algo, y que se le puede preguntar a alguien que sabe y nos puede
comprender.
En párrafos anteriores, ya hemos abordado el tema de alguna forma. Por ejemplo,
el que pide consejo debe tener una disposición dócil, de aceptación de lo que le dirán, de
la ayuda para ver con mayor claridad el aspecto en el cual está dudando. Si existe alguna
actitud importante en el ámbito de la educación, sea el familiar o el formal académico, es
la actitud para recibir información adecuada. Esto nos hace pensa que también se
requiere un criterio de elección para la consulta con la persona que es adecuada.
Esta última afirmación nos lleva a dos ambientes específicos de la vida de
cualquier persona: el ambiente familiar donde la consulta viene dada por la naturaleza de
ese ambiente. Lo propio de un niño es hablar con sus padres y la consulta de las dudas
personales, del consejo sobre tomar decisiones del tipo que sean, se realiza allí de
manera fácil.
En el ambiente escolar, también se produce la consulta de manera natural, pero
existe un factor importante que es la actitud de apertura del docente con relación a sus
alumnos, y que tiene que ver con una serie de hábitos propios del educador. Uno de ellos
es la prudencia que debe caracterizar la vida de ese docente. Y en esto, deben tener
conciencia, que como toda virtud, no se logra con actos aislados, sino con la práctica
habitual, la repetición sistemática, consciente y ordenada. Comenta Jaques Maritain con
su acostumbrada claridad de exposición lo siguiente: “El verdadero mérito de la
pedagogía moderna, desde Pestalozzi, Rosseau y Kant, ha sido el haber descubierto esa
verdad fundamental: que el agente principal y el primer factor dinámico (de la educación)
no es el arte del maestro, sino el principio interno de actividad, (del maestro) el interior
dinamismo de la naturaleza y del espíritu”26
El Maestro es por lo dicho, un factor importantísimo para formar y estimular esos
actos propios de esta virtud. Llevar a sus alumnos a conocer de manera adecuada la
realidad, no sólo por las informaciones recibidas, sino por la creación de un espíritu
sereno que tiende a consultar, que es llevado a indagar sistemáticamente. Constituye un
factor “enzimático” de los diversos procesos cognitivos que constituyen el principio de
operaciones, pues la primera cosa que se necesita para actuar es conocer, es la razón el
punto de arranque de toda actividad humana.
JUICIO – ELECCIÓN
Un juicio es una comparación y esta misma premisa, supone que ya hay algo
anterior con lo cual comparar, cuando se tiene la nueva percepción. El juicio, dicen
algunos autores que se especializan en lógica formal, constituye la segunda operación del
26
La Educación en este Momento Crucial. p.48
14
espíritu, luego de la simple aprehensión. No obstante, es preciso delimitar los juicios
iniciales, los de existencia, con los posteriores o juicios analíticos o comparativos, hasta
llegar a los juicios valorativos.
Juicio es una palabra que se ha usado de muchas formas, pero buscando en los
pensamientos de los clásicos, nos dice un diccionario Filosófico las siguientes
acepciones: “significa: a) el acto de distinguir y, por tanto, también opinión, pensamiento,
valoración; b)la facultad de la cual depende tal acto; c) su contenido y d) el principio sobre
el cual se funda”. (Diccionario de Filosofía. N. Abaggnano.)
Siguiendo esa primera acepción, sobre el acto de distinguir en el plano educativo
nos damos cuenta de la importancia de esta operación. Al distinguir nos estamos
adecuando cada vez más a esa realidad a la cual nos acercamos y podemos entonces
ver diferencias entre esas cosas. Al distinguir, podemos categorizar, lo cual supone
establecer semejanzas entre los entes conocidos para ubicarlos o colocarlos en una
misma categoría, de manera que resulte fácil la relación también, éste es el principio de la
articulación en los significados y por lo tanto del discurso racional. De esta manera se
pueden sistematizar esos conocimientos, dando lugar a las diversas clasificaciones que
darán lugar a las distintas ciencias.
Parecería que sólo distinguiendo podemos elegir con acierto y esa palabra (elegir),
la usaban los antiguos de una manera especial, pues suponía una propiedad del individuo
que no aparecía en los otros seres vivos como los animales, sólo puede elegir el hombre.
Elegir, (Προηαιρεσισ), según el diccionario de filosofía es “el procedimiento mediante el
cual se toma, hace propia, decide o realiza de un modo cualquiera una posibilidad
determinada, con preferencia a las otras” (Nicola Abaggnano)
Decimos que el elegir es un acto propio de la prudencia, pues el prudente acierta
con los mejores medios y para ellos hace falta que reflexione (tomando en cuenta la
experiencia personal en situaciones parecidas), consulte (con las personas convenientes
al tema), haga juicios valorativos (lo mejor, lo bueno o lo malo). Y después de ello, al tener
el fin de la acción suficientemente claro, entonces elija con seguridad y certeza los medios
para lograrlo. Comenta Aristóteles lo siguiente: “…no deliberamos sobre los fines sino
sobre los medios que conducen a los fines. En efecto, el médico no deliberará si curará o
no, ni el político si legislará o no; sino que dado por sentado el fin, considera el modo y los
medios de alcanzarlo”27.
En los planos educativos, el enseñar a realizar juicios sin error, es tarea propia de
la lógica formal. Razonar rectamente es una cualidad personal, por tanto subjetiva, pero
que requiere unos procedimientos, una técnica. Es parte de un arte según lo dice
Maritain28. Y esto se constituye en una operación necesaria, aunque no suficiente, pues
se necesita también la experiencia de la vida la cual no se adquiere por estudio, sino con
la vida misma, para realizar actos de elección con acierto. Afirma Josef Pieper algo que
nos aclarará aún más los términos: “La prudencia expresa, en términos generales, la
27
Etica a Nicómaco. III, 1112a
“La Lógica estudia la razón misma en cuanto que es instrumento de la ciencia o medio de
adquirir y poseer lo verdadero. Se puede definir por consiguiente: el arte que dirige el acto mismo
de la de la razón” El Orden de los Conceptos. p.13
28
15
concepción básica de la realidad, referida a la esfera de la moral: el bien supone la verdad
y la verdad el ser”.29
Así, parecería totalmente necesaria la inclusión de la enseñanza de la lógica
formal dentro de los programas de educación básica, incluso desde la primaria elemental.
Es decir, no se pretende sugerir que se incluya como asignatura en esos niveles, no es la
propuesta de hacerlo de forma extensiva y exclusiva, pero el maestro debe tener en
cuenta que al enseñar la lengua propia del sitio donde se vive, está enseñando una forma
de razonamiento adecuada a la comunidad de donde procede, es decir, determinada por
un contexto que le da sentido a lo que dice y que muchas veces no tiene que ver
directamente con el razonamiento lógico riguroso.
Todo esto tiene que ver con el cuidado que deben mantener los docentes en hacer
coincidir el lenguaje de aula (muchas veces ampuloso y pedante, sin mayor fuerza para
transmitir) con el lenguaje de la vida “lenguaje de pasillo” como diría alguien (que
transmite mucho porque está lleno de significados, de vida, y de experiencia). Razón de
más para la reflexión serena sobre su enseñanza, más que sobre su instrucción.
Teniendo en cuenta estos factores podrá dar una educación permanente y prudente.
La comunicación es uno de esos actos por los cuales el hombre se libera de su
propio yo y “sale” al exterior. Lograr una comunicación eficaz y significativa, libera a la
persona de constreñimientos interiores. Estos postulados tienen que ver muy de cerca
con esos fines de la educación tan importantes como son la educación en la libertad. Hay
pocas cosas que obliguen más a la formación intelectual como el expresarse con rectitud
y para ello es preciso enseñarlo. La posibilidad de hablar es una característica propia de
la naturaleza humana y por tanto innata. El poder comunicarse es producto de una
convención de signos entre las personas, las cuales se hacen más libres al ceñirse a esas
normas de comunicación que se han impuesto en la comunidad. Esto implica un cierto
orden interior y una lógica secuencial en los razonamientos. Podríamos decir que es
responsabilidad de la escuela —por ende de sus maestros—, dar esas pautas necesarias
para el actuar libre. Tener el poder de elegir con acierto y hacerlo habitualmente lograría
ese fin. Comenta Maritain sobre esos fines que debemos tener presentes al educar: “Así,
el fin primario de la educación es la conquista de la libertad interior y espiritual a que
aspira la persona individual o en otros términos la liberación de éste mediante el
conocimiento y la sabiduría, la buena voluntad y el amor”30
ALGUNAS
ELECCIÓN)
CONSIDERACIONES
DIDÁCTICAS
(DENTRO
DEL
JUICIO-
La formación del buen juicio, como hábito intelectual, depende mucho de la
percepción que tenga el maestro sobre sus alumnos. De esta manera, por ejemplo, al
corregir exámenes, al interrogar en clase, al hacer pasar a alguno de esos alumnos a la
pizarra, al atender a los alumnos fuera de la clase y dar algunos consejos convenientes
que mejoren su forma de estar en clase o la mejor forma de estar atendiendo, los
comentarios sobre las mejores técnicas para hacer las tareas, de hacer reportes o
exponer algún asunto dentro del aula, esos alumnos tendrán instrucciones precisas y
podríamos llamarlas así, personalizadas, que les harán mucho bien al elegir una forma de
otra al atender, de una técnicas que faciliten la acción al hacer las asignaciones
29
30
Las Virtudes Fundamentales. p. 16
La Educación en éste Momento Crucial. p.22
16
académicas, de unas costumbres que están ligadas a la experiencia de docente, al hablar
y exponer a sus compañeros, etc.
Otro aspecto de la vida escolar es la orientación académica y vocacional. Esta
actividad reviste una importancia especial en la formación de los juicios y de la elección.
Así, las conversaciones podrán girar sobre métodos para aprender algunas materias de
una forma más eficaz, para lograr una mejor adaptación al entorno social que representa
la escuela, pero también de la actitud hacia los estudios, los ideales personales, la
posición ante la familia, etc. Esto requiere del docente que orienta una prudencia
exquisita. Disponer el alma de sus alumnos hacia el buen obrar, es entre las tareas
docentes la de mayor categoría y aquí insistimos en esa formación de y en la libertad.
Octavio Fullat, un pensador en pedagogía de contemporáneo nos dice lo siguiente:
“Resumimos toda la finalidad de la educación diciendo que ha de tender a liberar al
hombre. ¿De qué esclavitudes hay que liberarle? De las que afectan la razón, de las que
se relacionan con la pasión y de las que provienen del exterior. Entre las primeras
esclavitudes incluimos los mitos, los lugares comunes, las disposiciones funcionales del
cerebro. Entre las segundas las determinadas por el instinto, los hábitos del
subconsciente. Entre los del exterior señalaremos los autoritarismos, la miseria cultural, la
miseria económica”31.
IMPERIO.
El hacer las cosas, para alguien que es prudente, requiere unos pasos previos,
como son los que hemos considerado anteriormente. Es la consecuencia directa de
pensar, conocer a través del consejo y la deliberación y por tanto de la elección.
Podríamos decir que es la aplicación práctica del conocer rectamente.
Debemos detenernos un poco en la frase conocer rectamente, o recta ratio latina.
Este es un arte y algunas cosas que dependen de esta forma de razonar ya las
mencionamos. Sin embargo, sólo actuamos de la manera conveniente cuando es recta la
razón que dirige ese actuar. Los planteamientos sobre la educación moral o desarrollo
moral, deberían partir de esta base.
La palabra “recta” significa inicialmente una medida geométrica, un ordenamiento
de puntos en un mismo sentido, y analógicamente los pensamientos ordenados deben dar
una “rectitud” en el discurso. Para ello se ha requerido el consejo (otros puntos de vista),
de manera que se pueda rectificar, si es el caso, el rumbo de esos pensamientos y la
elección (posibilidad de otros medios) para la mejor vía. La prudencia por tanto se refiere
más al camino que a la finalidad del movimiento, que pertenece a otra rama de las
virtudes intelectuales. Nos seguimos apoyando en Josef Pieper “¿Qué significa pues, la
supremacía de la prudencia? Quiere decir que solamente la realización del bien supone
un conocimiento de la realidad. Lo primero que se exige de quien actúa es que sepa (que
conozca)”32
La acción del hombre es balizada, de esta manera por ese juicio deliberativo que
pertenece al entendimiento práctico. Así se actúa en consecuencia de lo visto, conocido y
consultado. De esta manera se logra un “saber hacer” que suele producir una buena
31
32
Reflexiones en Torno a la Educación. p. 25
Las Virtudes Fundamentales. p. 16
17
acción, es decir, una acción virtuosa. El desarrollo de estas disposiciones en la educación,
es de una importancia capital en todas las etapas de ese crecimiento del hombre, no
obstante es en las primeras etapas donde se ponen las bases necesarias para los
primeros actos propios en el cultivo de esta excelencia.
El imperio tiene que ver con esa acción que se repite de manera habitual y que es
recta y eficaz. Podríamos definirla como la acción educada, que exige reflexión, buena
actitud para la ponderación y la acción propiamente dicha. Es decir, lo prudente es que la
educación no se quede simplemente en la teoría sino que pase a la realización de obras
externas al hombre, que se proyecte ese pensamiento y esa deliberación en obras bien
hechas.
SUGERENCIAS EN LA METODOLOGÍA PEDAGÓGICA PARA CULTIVAR ESTOS
ACTOS.
Planteamos en esta sección una serie de sugerencias para ir actualizando, por
decirlo de esa manera, actos concretos de trabajo docente para las diferentes etapas de
EB. Tenemos en cuenta, recordando, que la finalidad es poder ofrecer unas estrategias
que ayuden a formar al hombre, hasta hacerlo apto para vivir en comunidades
organizadas. Parte de ese propósito es educar en la libertad. Afirma Tomás Melendo
sobre esto lo siguiente: “la libertad del hombre se configura esencialmente como
tendencia al bien formalmente aprehendido y querido como bien, esa libertad crece se
perfecciona, a medida que de forma más intensa se va asentando en el bien”.33
1RA. ETAPA DE EB (6,7,8-9 AÑOS)
La característica más resaltante de esta etapa en la educación formal, es la de la
inquisición cognoscitiva por parte de los alumnos. Los niños de estas edades preguntan
todas las cosas y por tanto son muy inquietos. ¿Cómo podría ser el comienzo en esta
etapa del cultivo de una virtud como la prudencia?
Ante esa primera pregunta que surge, pensamos que un factor importante es la
paciencia del maestro. Sólo con esa actitud del docente, el alumno consigue un
ambiente, un clima acogedor para las preguntas y para el reposo de su intelecto y
también de una manera muy decisiva en estas edades para su emotividad al recibir las
respuestas. Comenta un autor contemporáneo sobre este aspecto: “El intelecto y las
emociones son inseparables. El procedimiento pedagógico en sí mismo debe involucrar
afectivamente al estudiante. Conseguir esto es responsabilidad del docente”34
Los niños en esta etapa requieren de toda esa técnica del maestro para ir
adquiriendo poco a poco las herramientas intelectuales que le permitirán, posteriormente,
pensar de una manera secuencial. Por ejemplo, la enseñanza del alfabeto, la instrucción
para saber leer, contienen la transmisión de los diferentes signos que se convertirán en
palabras y en significados. Esto requiere una “lógica” en la unión o conjunción de esos
signos, y el maestro debe estar consciente que los niños aún no tienen desarrollada la
capacidad de discernir los diferentes procesos intelectuales, y que aprenderán por
imitación con mucha frecuencia. Por otra parte, la captación del contexto que da los
significados no se logra en esta etapa y requerirá de mayor cantidad de tiempo. La falta
33
34
Melendo, Tomás. Las Dimensiones de la Persona. P.61
Aprender a Pensar y Pensar en Aprender.p.163
18
de formación o de competencia del maestro en estos aspectos, podrá producir muchas
dificultades en el desarrollo intelectual de esos niños.
Sin embargo, es en esta etapa donde se va haciendo la costumbre, quizá por
memoria o por imitación de “hilar” signos para producir algunas palabras, de escoger los
signos más convenientes para lograrlo y preguntar asiduamente por la conveniencia de
usar cada uno de esos signos. Todos estos son una especie de esbozo de los actos
propios de esa virtud. Conocer, deliberar, pedir consejo y actuar. Comenta Concepción
Naval sobre este aspecto lo siguiente: “El ejercicio educativo se supone que obra
directamente sobre el ethos, predisponiéndole en uno u otro sentido. El resultado del
ejercicio es el hábito. El hábito pues, implica el ejercicio y éste actúa sobre el impulso”35
Las diferentes actividades propias de esta etapa de educación deben ir dirigidas a
la acentuación de esos pequeños actos “prudentes”, de manera que se puedan ir
adquiriendo con naturalidad y secuencialidad y así ir cultivando poco a poco esas
disposiciones necesarias para lograr el hábito posterior. Propiciar o estimular las
preguntas, producir situaciones que “hagan saltar” esas preguntas de parte de los
alumnos con experimentos, situaciones paradójicas y juegos son actividades específicas y
convenientes en esta etapa para ir dando lugar a esa serie de actos.
2DA ETAPA DE EB (9-10,11-12-13 AÑOS)
La segunda etapa de la Educación Básica está revestida por una cantidad de
características evolutivas en los alumnos, que hacen psicológica y afectivamente propicia
el cultivo de esos actos. En esta etapa, los alumnos admiran mucho a sus maestros, estos
son modelo de actuación en muchos aspectos para esos alumnos. Por otra parte, es la
edad de la infancia en la cual se posee mayor ilusión por aprender, por los deportes y
actividades escolares.
Es precisamente en esta etapa donde se producen los mayores sentimientos de
amistad e identidad, se fortalecen los grupos de amigos y de equipos deportivos, la
identificación con los centros de enseñanza es fuerte y profunda.
Comienzan las excursiones y paseos escolares, dirigidos por los maestros y
también se inician las diferentes competencias deportivas donde se participa
representando a la institución donde se estudia o participa.
Todo esto requiere de esos niños la aceptación de unas reglas de actuación en el
equipo deportivo, la asistencia a unos entrenamientos o prácticas que darán las
condiciones para el ejercicio adecuado de ese deporte, o en el conocimiento de
experiencias para las excursiones y paseos que producirán la acción prudente en ellas.
En todas esas actividades, lo común y constante es la elección de los “medios más
adecuados”. En todos estos casos, por parte del entrenador o profesor de educación
física, o por parte del maestro que hará de guía de las excursiones, se van dando un
comienzo de deliberar y también de elegir esas diversas técnicas. Todo ello requiere
consejo por parte de esos educadores, de estímulo para la acción y de acumulación de
experiencias, que en esa etapa son inolvidables para esos alumnos.
35
Educación, Retórica y Poética. p 101
19
La enseñanza de las ciencias y de la Historia, la participación en actos culturales,
que se apoyan en las tradiciones y costumbres de la institución educativa o del medio
cultural o religioso, todas esa actividades van formando una serie de actitudes y al final de
hábitos que apoyan las disposiciones para la prudencia. Siempre se consultará sobre las
formas mejores de hacerlo, de conocer y de actuar. Se medirán las actuaciones con otras
actuaciones y se harán referencias “para hacerlo de esa manera”. Lo que marca la
diferencia entre cultivar la prudencia o no cultivarla, es la conciencia del docente sobre la
relación entre esa serie de actividades y la finalidad que subyace en el fondo de cada una
de ellas.
Que los alumnos participen en diferentes competencias deportivas o culturales,
requiere, para que esas actividades resulten educativas, un grado de madurez en el
docente, con frecuencia difícil de lograr. Sobre todo cuando éstas tienen como estímulo
la competencia con otras instituciones o, incluso se realizan entre distintos salones en el
mismo centro educativo, o con otros grupos de alumnos. La pasión por ganar, con
frecuencia, oscurece las finalidades educativas que son las verdaderamente importantes y
permanentes, y así se logran con ese oscurecimiento o desdibujamiento de los fines,
lamentables aprendizajes que son totalmente deformantes, como es el pragmatismo en la
acción deportiva, que se materializa en la fórmula “ganar a como de lugar”, y esto lleva a
situaciones que no son éticas y por lo tanto lo que se enseña es la imprudencia,
precisamente porque se actúa con una forma torcida de pensar, y evidentemente no se
logra la recta ratio.
Persiste un problema, —comprobados por la experiencia de varios años dirigiendo
centros educativos—, que radica en la formación de los docentes el cual, se puede
especificar en la dificultad —muchas veces intelectual y casi siempre en la práctica—,
para la distinción clara entre los bienes reales y los aparentes para la acción de
enseñanza, y allí entramos en el campo de la virtud moral, la cual debe existir antes que
nada en el docente para poder transmitirla. Comenta Mortimer Adler sobre este tema lo
siguiente: “El justo propósito y el hábito de elegir apropiadamente constituye lo que los
antiguos denominaban virtud moral. Este es uno de los factores indispensables en la
búsqueda de la felicidad. El otro es la buena fortuna de ser hombre”36
3RA. ETAPA DE EB (13-14,15,16-17 AÑOS )
La etapa que cubre los estadios psicológicos evolutivos de la prepubertad,
pubertad y adolescencia son especialmente difíciles para el cultivo de estas disposiciones,
son épocas que se denominan con frecuencia y razón la “etapa de las imprudencias”.
Comenta M. Debesse: “Hemos visto que el espíritu de contradicción es uno de los signos
más evidentes que anuncian la rebeldía juvenil. En la esfera de las opiniones negar lo que
se oye decir, o tomar actitud opuesta son moneda corriente”37.
La técnica docente entendida propiamente como maestría de pedagogo, unida a la
experiencia de vida, son vitales en esta etapa. Un docente que no conozca las diversas
manifestaciones de esta época del desarrollo del hombre, es un obstáculo para la
36
37
Seis Grandes Ideas. p.107
La Crisis de la Originalidad Juvenil .p. 90
20
formación y cultivo de buenas disposiciones. Volvemos a insistir en la paciencia como
condición necesaria para la competencia de los docentes de esta etapa. Las
intervenciones en clase con frecuencia destempladas e impertinentes, el rechazo de las
normas disciplinarias y la necesidad imperiosa por parte de esos jóvenes de recibir
razones para cumplir lo que deben, son factores a tomar en cuenta y constituyen parte de
la experiencia del profesor siendo esos conocimientos completamente indispensables en
el ejercicio diario de la enseñanza, en un centro que tenga alumnos de ésta etapa.
Si los alumnos han tenido un soporte para los actos propios prudentes en las
etapas anteriores, la consecución de disposiciones hacia la prudencia, vienen con relativa
facilidad, pero requieren esa maestría del docente. Lo que revela la inconformidad del
joven no es otra cosa sino inseguridad ante lo experimentado anteriormente y por tanto, el
plantearles las cosas y situaciones con serenidad y suficientes razones afianza la
convicción de ellos en esos actos propios de prudencia. Para ello se requiere la
conciencia del docente en que esta etapa es diferente de las anteriores y por lo tanto
requiere medios diferentes, aunque las finalidades educativas se mantengan firmes.
Afirma Eduardo Spranguer : “El principio fundamental de toda psicología debería ser que
la realidad no es constante para las vivencias, sino que cambia con la organización
psíquica del ser, e incluso con el grado de su desarrollo. Debemos pues, empezar
afirmando que el niño vive en otro mundo que nosotros los adultos”38
La participación de esos jóvenes en equipos deportivos, asociaciones culturales y
científicas que se promueven en el centro educativo, reviste una gran importancia
educativa para las disposiciones propias de la prudencia. entre otros factores que
mueven estas actividades, están la mayor autonomía de funcionamiento que tienen los
grupos dentro de ellas. Ya la función del profesor, guía o entrenador deportivo no es tan
directiva. Ellos conforman sus reglas propias de actuación, sus acuerdos para la división
de los trabajos que conllevan esas asociaciones y el consenso que requieren para ello.
Todo esto se debe apoyar en acciones y formación intelectual de etapas
anteriores. Pero ya es una acción prudente si ellos particularmente se adaptan al
conocimiento de variadas situaciones, pueden deliberar y elegir con autonomía y si están
bien habituados, entonces pedirán consejo oportuno a quien debe recibir ese encargo,
que suele ser un profesor del mismo centro educativo o también, y pasa con alguna
frecuencia, alguno de los padres de ese grupo de amigos que tiene una especial afinidad
con ellos.
Un aspecto de especial importancia en estos años constituye el hecho de que los
alumnos están obligados a elegir entre las diversas posibilidades de un bachillerato
diversificado. Los orientadores del centro educativo, deben estar pendientes de que la
elección debe estar fundamentada en lo racional más que en gustos superficiales, y
cuidar de advertir, lo que sería muy dañino, basar la elección en huir de las “ciencias
duras”. Esta responsabilidad es grande, pues mucho de una buena elección para la
carrera universitaria está en este punto del camino.
La actividad de orientación que puede desarrollar el centro educativo tiene mucho
interés, pero a fin de cuentas es la propia decisión del alumno la que predomina y para
38
Psicología de la Edad Juvenil. p. 43
21
ello debe tener unas capacidades para esa acción ya formadas anteriormente. Comenta
acertadamente Aristóteles lo siguiente: “Así pues, es necesario que ejercitemos nuestras
actividades de una manera determinada, pues las diferencias de conductas dan lugar a
hábitos distintos. La manera en que uno ha sido educado desde la niñez tiene, en estas
condiciones no poca importancia. Más aún, esta importancia es suma, es realmente
esencial39”. Poner a los alumnos en posibilidades de errar en la elección, por falta de
consejo o de ponderación, es una de las responsabilidades que recaen sobre los
profesores y orientadores de esos centros de enseñanza.
2.4 CONSECUENCIAS DEL CULTIVO DE ÉSTA DISPOSICIÓN.
RELACIÓN CON LA TEMPLANZA
La Templanza, temperancia o sophrosyne de los antiguos es una de las
disposiciones quizás más olvidadas,—casi diría despreciada— en nuestra época. Los
puntos que mueven al hombre están especialmente construidos sobre la consecución del
placer, del bienestar personal y ello implica muchas acciones imprudentes. Comenta
Joseph Pieper sobre estos términos las siguientes consideraciones, que nos pueden ser
muy aclaradoras: “La significación literal del correspondiente vocablo griego sophrosyne,
lo mismo que del latino temperantia, es mucho más amplia. Esa significación original del
vocablo griego abarca todo lo que es «discreción ordenadora»; y el vocablo latino no anda
lejos de esa significación general”40
Su relación con la Prudencia en los tiempos actuales es casi de tipo negativo.
Bastantes de los sufrimientos remediables de nuestra época tienen su raíz en una gran
falta de templanza. Así, se toman decisiones no en base a las posibilidades y
capacidades reales de la persona, sino en base a la probabilidad de disfrute de lo que se
puede lograr posteriormente. Por este camino, con frecuencia se lesionan los principios
éticos de la persona y de la comunidad, pues lo importante, para esas mentes
deformadas, no está en hacer bien las cosas sino en lograrlas para el disfrute.
La relación entre ambas disposiciones es bastante clara, en un primer examen
racional. Un hombre prudente, con frecuencia escoge la acción ardua, no la placentera.
Aquella, ordinariamente, es la más conveniente en tanto que ésta es la más agradable,
pero no necesariamente la mejor. Poder hacer esa elección requiere una educación de las
pasiones y una claridad del entendimiento que no es innata, requiere un esfuerzo de los
diferentes educadores y un compromiso de la persona en escoger el bien real, y no
dejarse engañar por el aparente. Asegura Aristóteles lo siguiente: “Es necesario en todo
guardarse, de manera particular, de lo agradable y del placer. Porque en ello no
decidimos con absoluta imparcialidad”41.
Sin embargo, el placer es algo que está presente en muchas actividades naturales
del hombre, constituyen la finalidad, lo que mueve la acción con frecuencia. Y esto está
apoyado por la debilidad en la naturaleza inicial (podríamos decir sin educar) del hombre,
la cual tiende al desorden, siendo la educación un esfuerzo por “ordenar”, la acción
39
Etica a Nicómaco.II, 1 ,1103b.
Las Virtudes Fundamentales. pp. 221-222
41
Etica a Nicómaco. II, 9, 1109b
40
22
integral y no reducida a uno de sus aspectos. Por esto es de una gran importancia la
serenidad que ha formado la prudencia para no dejarse engañar por esos bienes que
podríamos denominar como aparentes. Sobre esto comenta Concepción Naval lo
siguiente: “Si para practicar la virtud y alcanzar el bien, nos fuera suficiente conocerlo y
comprenderlo, toda la educación podría reducirse a la enseñanza. Pero esto último es
contradictorio por los hechos más evidentes. El hombre puede saber en qué consiste la
virtud y el bien y obrar en contra”42. Sería la Templanza un término medio entre ese placer
y el desplacer, o la tristeza, producto de una acción. Lo que permite elegir ese término
medio sería la elección ponderada.
En este punto es de capital importancia la competencia del docente para estimular
el estudio, o que sus alumnos hagan una tarea, y no caer en una simple manipulación
malformadora del carácter, por utilizar finalidades estrictamente placenteras, como son
dulces “al que termine antes”, o dejar de tener clase (saliendo antes al receso), o puntos
de más en la calificación sin otro sostén que haber hecho algo antes y no bien hecho.
Igualmente importante para la formación de esos alumnos sería la de una correcta
aplicación de los distintos reglamentos, y rigurosidad en cumplimiento de las fechas de
entrega de trabajos o de presentación de exámenes o asignaciones. Se busca ejercitar la
templanza a través del correcto uso del tiempo, por ejemplo, en el uso constante y
adecuado de una agenda, lo que surge como uno de los factores importantes en la
madurez de las personas, en relación a su responsabilidad en los compromisos, o en el
uso adecuado de los medios materiales o tecnológicos para cumplir tareas o
asignaciones. Comenta R.S. Peters lo siguiente: “Resultaría muy difícil la conducción de
nuestras vidas sociales si no pudiéramos contar con un buen acervo de hábitos tales
como la puntualidad, la cortesía, la honestidad, etc, de las otras personas”43
Una educación que careciera de la consideración de la templanza no sería
realmente educación, no formaría realmente y se quedaría en el estrato de la mera
instrucción, o en una mera enseñanza de aspectos teóricos, lo cual no educa
verdaderamente. Quizá lo que podría lograr es una profundización en un sistema
consumista y hedonista como es en el que vivimos actualmente.
RELACIÓN CON LA FORTALEZA
Parecería de entrada que la relación con la fortaleza tiene mucho que ver con la
templanza. De alguna manera es así. Sin embargo, la relación de buscar los «bienes
arduos» requeridos por la fortaleza, suponen unos actos prudentes más que templados.
El criterio de búsqueda de esos bienes arduos, los da la prudencia. Fortaleza sin
prudencia podría constituir temeridad en la acción y por lo tanto sería un vicio y no una
buena disposición.
La Fortaleza, es una disposición del espíritu mediante la cual emprendemos
acciones que requieren una especial fuerza, una específica energía. El aval de esta
fuerza para la acción, la proporciona la convicción racional de la verdad de lo que se
quiere lograr, y un movimiento volitivo práctico que lo reconoce como bueno. Si lo primero
42
43
Educación, Retórica y Poética.,p.91
Desarrollo Moral y Educación Moral. P,125
23
que se le pide a un hombre que actúa es que sepa lo que está haciendo, la fortaleza
requiere un paso previo como es la recta razón. Es decir, el que afronta lo que es preciso
afrontar y huye de lo que debe huir, es alguien que posee la virtud de la fortaleza, o por lo
menos actúa para lograrla.
Pensar de manera recta es un proceso que es susceptible de ser enseñable, como
hemos visto anteriormente. Y en éste punto vale la pena ahondar un poco. En el sentido
educativo propiamente dicho de estas palabras, más que los contenidos de una
asignatura o de una materia constituye, en orden de importancia, lo primero el método
que se usará.
Al método, podríamos definirlo como un conjunto de normas de trabajo docente y
discente, de principios directivos que ya de por sí, enseñan y forman al alumno. Decimos
que de por sí forman, pues esos principios para la acción en la enseñanza se han
aceptado como válidos anteriormente. Este proceso de convención, requiere de los
alumnos dos características, la primera es la docilidad a lo que se acuerde como principio
válido metodológico y lo segundo es el compromiso con esa norma44. Los docentes
participan de esto con su grado de compromiso a lo establecido como normativo en el
camino de esa enseñanza. El profesor, por tanto, debe estar pendiente de que ninguna
tarea, ni la transcripción de apuntes, ni las intervenciones en clase, pueden ser realizada
si no van precedidas de las indicaciones que la definen y que determinan los medios de
su realización. No es tiempo perdido el que se le dedica a las diversas instrucciones para
el buen trabajo.
Hago hincapié en este punto de la metodología, pues es quizá de los aspectos
débiles que denotamos en el ejercicio de la docencia, por sentimentalismo más que por
otra cosa. Si no se exige a los alumnos las formas, las fechas de entrega y los diversos
requisitos que constituyen la acción docente, entonces se está dando precisamente lo
contrario a la virtud de la fortaleza y en resumidas cuentas son acciones imprudentes,
pues no forman, no educan a los alumnos en lo que tiene que hacer.
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ordenamiento racional. Además de eso debe ser el resultado de una deliberación y de un hábito
que se posee personalmente. La disposición de la voluntad, precisamente, es decisiva en la
deliberación; en la elección lo que se está eligiendo fundamentalmente es el propio sujeto”.
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