Kanto, 1923: el devastador terremoto que desató el caos y la

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Kanto, 1923: el devastador terremoto que desató el caos y la
HISTORIA | Más de 100.000 muertos, gran parte por incendios
Kanto, 1923: el devastador terremoto que desató el caos y la
violencia en Japón
www.elmundo.es, domingo 20 de marzo de 2011
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El 1 de septiembre a las 11.58 la tierra tembló con furia esta región de Honshu
Tokio, la capital, sufrió daños inmensurables y la ciudad se sumió en el caos
También resultaron arrasadas Yokohama,Chiba, Kanagawa y Shizuoka
El pánico alimentó los rumores y se desató la violencia contra los coreanos
El cinturón de fuego del Pacífico volvió a golpear con rabia el pasado 11 de marzo
desde sus entrañas. El terremoto que sacudió ese día la zona noreste de Japón ha sido
el de mayor magnitud de las últimas décadas, por su gran virulencia (de intensidad 9
en la escala Richter) y sus consecuencias: las víctimas del seísmo y el tsunami-que ya se
cuentan por miles- los daños económicos y los efectos de la crisis nuclear, que son aún
incalculables.
Echando la vista atrás, es necesario recorrer casi un siglo para encontrar una tragedia
de estas dimensiones en la historia del país. Era el 1 de septiembre de 1923. Quedaban
apenas dos minutos para el mediodía y la tierra comenzó a temblar con furia bajo la
región de Kanto, en Honshu, la principal isla del archipiélago. En apenas unos minutos,
el seísmo, con epicentro en Izu Oshima, sembró de escombros y muerte la ciudad
portuaria de Yokohama y las prefecturas vecinas de Chiba, Kanagawa, Shizuoka y
Tokyo, la capital.
En aquel entonces, los edificios no estaban blindados frente a los movimientos
sísmicos como lo están actualmente y medio millón de viviendas quedaron arrasadas.
Durante una semana, el terror del primer seísmo, que alcanzó una magnitud de 7,8,
fue alimentado por cientos de réplicas, un tsunami con olas de hasta 10 metros y un
tifón que propagó las llamas en Tokio agravando desmesuradamente la tragedia. Se
desencadenaron hasta 88 incendios en la región y los japoneses vivieron una lucha
encarnizada contra el fuego que terminó con decenas de miles de muertos.
Esta confabulación de la naturaleza desató el pánico general. Los falsos rumores, como
el hundimiento de la región de Kanto o la destrucción del archipiélago de Izu por
erupciones volcánicas, comenzaron a propagarse al mismo tiempo sembrando el caos,
como relata el escritor japonés Akira Yoshimura en 'El gran terremoto de tierra de
Kantô'.
A la 'caza del coreano'
Y hubo un bulo especialmente demoledor y que acusaba a los coreanos que residían
en Japón de sacar partido de la catástrofe para realizar pillajes, robar, envenenar el
agua de los pozos y producir incendios. Entonces no hubo la misma contención de
sentimientos propia del pueblo japonés que ha asombrado ahora a Occidente y la ira
hizo acto de presencia con una fuerza inusual.
Comenzó entonces en Tokyo y Yokohama una sangrienta 'caza' del coreano que
convertía en 'sospechoso' a todo aquel que pronunciaba la 'g' y 'j' con un acento
especial. Más de 2.500 personas, entre coreanos y habitantes de Okinawa, perdieron
la vida en esta oleada de furia incontenida. La matanza fue frenada por las fuerzas
armadas y la policía, que tuvo que llegar en ocasiones a refugiar a ciudadanos en sus
propias comisarías para evitar que fueran blanco de la turba. Más de 300 personas que
formaban parte de estas 'milicias de la muerte' fueron condenadas por estas
atrocidades, aunque con penas considerablemente bajas.
Durante más de dos meses Japón luchó por despertar de una pesadilla y el balance
resulta estremecedor: entre 105.000 y 200.000 personas murieron - sepultadas,
ahogadas o quemadas-, 37.000 desaparecieron, dos millones se quedaron sin hogar y
otros tantos sufrieron hambre o tuvieron que enfrentarse a enfermedades como la
disentería o la fiebre tifoidea. Su recuerdo quedó grabado en un memorial en Tokio y
en una fecha en el calendario: el 1 de septiembre se pasó a denominar en 1960 'Bosai
no Hi', el Día de la Prevención de Desastres, para tratar de esquivar ese zarpazo de la
naturaleza. Aunque hay ocasiones, como la del pasado 11 de marzo, en las que ésta
vuelve a herir de muerte.
El centro de Tokio, calcinado por los incendios que
siguieron al seísmo en 1923. | L'Illustration
Destrozos en una carretera de la región de Monts
Hakone. | L'Illustration
Cientos de personas carbonizadas en Honjo. |
L'Illustration
Habitantes de Yokohama regresan a sus hogares
devastados. | L'Illustration
Un tranvía, atrapado entre las ruinas tras el
seísmo. | L'Illustration
Rastro de destrucción en el puerto de Yokohama. |
L'Illustration
Este gran edificio quedó en pie pero luego fue
pasto de las llamas. | L'Illustration
La estación de tren de la capital, desbordada por el
éxodo masivo. | L'Illustration
Artículo y resto de imágenes en
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/03/18/internacional/1300435605.html

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