Las misiones suicidas en el debate entre «viejas» y «nuevas» guerras

Transcripción

Las misiones suicidas en el debate entre «viejas» y «nuevas» guerras
Las misiones suicidas en
el debate entre «viejas»
y «nuevas» guerras
ventana global
Las misiones suicidas no son una técnica de violencia nueva ni
exclusiva de actores no estatales. La existencia de kamikazes
japoneses durante la segunda guerra mundial desvirtúa que sea
un rasgo de los conflictos armados contemporáneos.
E
Paula Daniela Reina Martínez
Estudiante IX semestre
Gobierno y Relaciones Internacionales
[email protected]
Rossana Páez
Estudiante IX semestre
Gobierno y Relaciones Internacionales
[email protected]
n la tarea de los académicos de identificar las dinámicas de los conflictos, la distinción entre «nuevas» y «viejas» guerras se constituye
en una clave que permite a los tomadores de decisiones neutralizar
las nuevas amenazas. En las «nuevas» guerras, particularmente, se pueden
encontrar diferentes métodos de lucha, como las misiones suicidas, para
confirmar o descartar dicha teoría.
Estudios recientes señalan el acelerado aumento de las misiones
suicidas. Por ejemplo, desde 1981 hasta 2008 se llevaron a cabo 1.857
ataques con este método, y además se incrementó el número de organizaciones que optaron por dicho sistema (de 4,8 de 1991 al 2000 a 14,3 de
2001 a 2007)1. De igual manera, creció el número de países que, en promedio, sufrieron estos ataques por año; con todo, las misiones suicidas
no constituyen una técnica de violencia actual ni exclusiva de actores no
estatales como Al-Qaeda. De hecho, el caso de los kamikazes japoneses
durante la segunda guerra mundial así lo refleja.
A la luz de este debate, en el presente articulo se examinan los atentados atribuidos a Al-Qaeda, el 11 de septiembre de 2001, con el objetivo
de analizar a los actores involucrados y sus principales motivaciones para
efectuar dichas misiones suicidas.
Discusión teórica
Mary Kaldor marca como punto de ruptura entre «viejas» y «nuevas»
guerras el inicio de la década de los ochenta. Para Kaldor, las misiones
kamikaze pertenecen a las «viejas» guerras por tener fines netamente po-
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líticos, en el marco de un conflicto entre países, como la segunda guerra
mundial, y porque las llevan a cabo ejércitos estatales. Por el contrario,
las inmolaciones, como las hechas por Al-Qaeda, entre otros grupos no
estatales, forman parte de una nueva concepción de la guerra al ser acciones realizadas por razones religiosas o con objetivos reivindicatorios.
Este planteamiento es contrario a la percepción clásica de la guerra
de Carl von Clausewitz, quien expuso que el enfrentamiento bélico involucra a los estados y persigue intereses de carácter político2.
Según Kaldor, tres elementos sirven para demostrar la existencia de
un nuevo tipo de guerra: la aparición de nuevos actores, las nuevas formas de financiación y los nuevos métodos de lucha. Precisamente, este
último punto genera controversia en el presente enfoque porque los métodos de guerra, como las misiones suicidas, no han sido sustituidos por
otros sino que han evolucionado.
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Tres niveles de análisis
Al comparar la perspectiva clásica con la contemporánea de la guerra,
existen tres puntos que hay que analizar: primero, el perfil del ata-
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cante suicida; segundo, la composición de la organización a la que
pertenece, y tercero, el contexto de globalización y sus efectos sobre
los dos niveles de análisis anteriores. En la actualidad, las fronteras
son porosas, con diferencias entre regiones, hay un fortalecimiento
y expansión de nuevos actores, y una mayor interconectividad que
permite el acceso a instrumentos mediáticos, armamento y reclutamiento de personas.
Los soldados kamikaze3 evidenciaban que el reclutamiento se realizaba de acuerdo con ciertos parámetros, relacionados con los establecidos por Carl von Clausewitz, con el concepto del genio guerrero, referente
al perfil de la persona idónea para ejecutar estas misiones4.
Existen similitudes y diferencias entre un soldado y un suicida. Primero, tienen el mismo fin: eliminar el mayor número de enemigos, pero
el mártir tiene asegurada su muerte mientras el otro contempla la supervivencia5. Segundo, las condiciones de batalla: el soldado toma sus
decisiones «en caliente», mientras que un atacante suicida decide «en
frío». Finalmente, los incentivos están relacionados con la honorabilidad
alrededor de su éxito y un constate bombardeo nacionalista de los medios
de comunicación, como los puntos de no retorno6, que comprometen al
combatiente con la misión, el Estado y la opinión pública. Además, los
incentivos para los militantes de Al-Qaeda parten desde otra base: la
religión, un compromiso consigo mismo.
A nivel organizacional, se deben enfatizar los rasgos y el modus operandi particular de estos nuevos actores. Se estructuran como redes horizontales —el Estado, que es el actor tradicional, se organiza en forma
jerárquica y vertical­—, flexibles e interconectadas, sin un nexo territorial
o nacional con un Estado, y surgen para procurar la protección y la seguridad de los ciudadanos frente a la acción u omisión estatal; por ejemplo,
los Tigres de Liberación del Eelam Tamil en Sri Lanka, el grupo Hizbulá en
la guerra civil del Líbano y los talibanes en Afganistán.
En el caso de los kamikazes, los elementos de combate eran oficiales.
En cambio, como lo refleja lo sucedido el 11 de septiembre, la globalización permitió no sólo que el instrumento utilizado para atacar los símbolos estadounidenses fueran aviones comerciales, sino también tener
el acceso necesario a información básica de su manejo, como el nivel de
combustible para llegar al objetivo, entre otros elementos de coordinación de la misión. El perfil de los suicidas evidencia que se beneficiaban
de la globalización, pues además recibieron educación en el exterior, al
pertenecer a la clase media en sus países de origen.
El deseo de desestabilizar el centro financiero mundial, lo que refleja
las contradicciones en torno a la globalización, vuelve a evidenciar que la
religión es una excusa para continuar la guerra por otros medios. Dichos
ataques pueden interpretarse como la reivindicación de un grupo excluido del capitalismo. Para explicar el significado simbólico de los ataques
a las Torres Gemelas, Bin Laden menciona: «Esas torres simbólicas, que
hablan de libertad, derechos humanos y humanidad, han sido destruidas,
se han convertido en humo; el símbolo detrás del ataque era eliminar
esa fachada de libertad que Estados Unidos le mostraba al mundo, aun
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cuando intervenía en regímenes no democráticos para oprimir y despojar
a los musulmanes y a la mayoría de la humanidad»7.
Puede apreciarse que los métodos de lucha son determinantes en la
discusión entre «nuevas» y «viejas» guerras. Aunque las misiones suicidas
no sean un método de lucha convencional y las utilicen actores no estatales, no significa que sean nuevas. Lo que cabe destacar es que la globalización ha traído avances y facilidades para el perfeccionamiento de éstas.
Las políticas estatales continúan siendo ineficientes contra el terrorismo
suicida. «¿Cómo puede ser un terrorista efectivamente disuadido de actuar, cuando tiene claro un balance entre los costos y los beneficios?»8.
Este es un campo de análisis que se abre a futuras investigaciones.
Notas
1. Assaf, «Motives for Martyrdom: Al-Qaida, Salafi Jihad and the Spread of Suicide Attacks», en International Security, vol. 33, N° 3, 2008, pp. 48-50.
2. Carl von Clausewitz, De la guerra, Barcelona, Editorial Labor, 1984.
3. Soldados del ejército japonés que, durante la segunda guerra mundial, realizaron ataques suicidas
contra el adversario.
4. Debe ser aquella persona con el entendimiento, la razón, el coraje del espíritu, la capacidad intelectual, la imaginación, la buena memoria, el desarrollo intelectual, la fortaleza del carácter o del
alma, que es la facultad de obedecer a la razón, aun en la mayor excitación o bajo la más terrible
tempestad de las pasiones. En este sentido, las aptitudes deben personalizarse tanto en el líder de
la organización, como en el que sacrificará su vida en la misión. Clausewitz, ob. cit., p. 225.
5. Stephen Holmes, «Al-Qaeda September 11, 2001», en Diego Gambetta (ed.), Making sense of suicide
missions, Oxford University Press, 2005, pp. 146-147.
6. Los puntos de no retorno son aquellas ceremonias o actos, como las despedidas, últimas palabras y
testimonios, que los atacantes suicidas son obligados a hacer, para evitar arrepentimientos, pues,
una vez realizadas las despedidas, sería un deshonor fallar o retractarse.
7. Osama Bin Laden, Interview with Taysser Alouni (October, 2001), citado en D. Benjamin and S. Simon,
The age of sacred terror, Nueva York, Random House, 2002.
8. Lee Dutter y Ofira Seliktar, «To martyr or not to martyr: Jihad is the question, What policy is the
answer?», en Studies in Conflict &Terrorism, vol. 30, 2007, p. 430.
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