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EL SER HUMANO ANTE LA TRAGEDIA Al parecer dominamos el planeta, nos sentimos invencibles, somos una especie privilegiada por el conocimiento y la inteligencia, hemos desarrollado la técnica hasta límites impensados, pero la naturaleza, en un abrir y cerrar de ojos, nos aterriza ante la realidad circundante, estamos desprotegidos, somos pequeñas marionetas ante la fuerza del medio natural. La semana recién pasada, Dios nos entregó otra llamada de atención, nos señaló: Dispongan sus sentidos ante la fuerza brutal que se puede despeñar en cualquier momento sobre ustedes. El norte de Chile fue azotado por una lluvia descomunal y los consecuentes aluviones que no respetaron nada a su paso. Nuestros compatriotas están lidiando con la destrucción y el golpe furtivo del clima. Quizás, pudimos advertir su ocurrencia, pero nada detiene a la fuerza impetuosa del río y su recorrido funeral. Quiero pensar que Dios Todopoderoso nos propone un llamado de atención, nos anuncia el poder de su brazo divino. Nosotros, nos creemos invencibles, pero somos frágiles y débiles ante aquello que no podemos controlar. Ahora, debemos ir en ayuda de nuestros hermanos, ellos nos necesitan, podemos dar de nuestro pan un pedazo, regalar abrigo y medicinas, es nuestro deber como ciudadanos y como cristianos. Comenzamos Semana Santa, entonces es un buen momento para compartir, junto al Cristo crucificado, muerto y resucitado, el dolor y la tristeza. Cristo nos llama a ser caritativos y solidarios con el que sufre, con el desvalido. Allí, en el norte de Chile, hoy, se nos aparece nuestro prójimo y debemos dar una mano generosa de ayuda. Aunque, las necesidades materiales son imperiosas, también debemos dedicar nuestra oración al Padre Dios, quien nos dará el consuelo y la fortaleza ante la adversidad de cualquier tipo. Estamos conscientes que habitamos un territorio que no da tregua ante los desastres naturales, ayer fue el gran terremoto, los volcanes en erupción, hoy la lluvia torrencial. No debemos quedarnos inmutables, es necesario correr en ayuda del que sufre. Así, viviremos una Semana Santa de acuerdo a la enseñanza de Cristo Jesús, poniéndonos al lado de quien pierde sus bienes materiales y debe comenzar de nuevo. Por tal, Semana Santa tiene sentido y congruencia real: Apoyar a quien necesita de nuestra mano hermana en un gesto solidario de desprendimiento, pues, a no andar mucho tiempo, seremos nosotros los que necesitaremos ayuda en un país acostumbrado a los grandes desastres naturales. Cuando nos vemos enfrentados a tales tragedias, debemos tomar consciencia que no somos invencibles, ni los más poderosos del planeta, sólo una especie frágil y delicada en relación con un medio natural despiadado y feroz que nos amenaza cada cierto tiempo. En esta Semana santa, seamos humildes y generosos, demos de sí para donarnos a nuestros hermanos en oración y en ayuda humanitaria, así demostramos ser comunidad de hermanos, seres de la misma especie en un plan común de poblar la tierra y transformarla. Seamos humildes, no nos creamos infalibles, pues el universo entero es un espacio desconocido. Qué, semana santa nos lleve a vivir la enseñanza del evangelio, aquella carta de navegación para nuestras vidas donde todos somos hermanos en una misma raza, una misma especie en interrelación con otros. Cuidemos nuestra tendencia al pecado, sin ofender, ofreciendo palabras de consuelo y por sobre todo, una oración sincera y profunda para pedir al Padre Dios su protección y auxilio. Qué, el amor solidario sea nuestro valor fundamental de vida cristiana, qué, la luna llena del Viernes Santo sea la luz que ilumine nuestro proceder. En esta Semana Mayor de la cristiandad, ofrezcamos nuestro sacrificio por los demás, estemos atentos al llamado de Jesús a construir la civilización del amor y a vivir plenamente su mensaje redentor. El amor nos hace libres y soberanos de nuestros actos, entonces, debemos procurar no alejarnos del sendero de la paz y la armonía en este breve paso por esta tierra.