C osechado re s
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C osechado re s
11 11-09-11 MIRADAS20110911DOM Página SIETE Domingo 11 de septiembre de 2011 /11 Viaje al CORAZÓN L A R E V I S T A BOLIVIA 11 de Cosechadores de lluvias En Isipotindi es tan escasa y valiosa valiosa el agua que las lluvias se “almacenan” almacenan” para para el riego de huertos ecológicos. Muchos ancianos de la zona fueron fueron esclav esclavos de los hacendados. Un niño retoz etoza feliz feliz entre entre los cultiv os de la localidad. cultivos 12-13 11-09-11 MIRADAS20110911DOM 12 MIRADAS VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA Domingo 11 de septiembre de 2011 Página SIETE Domingo 11 de septiembre de 2011 Página SIETE VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA MIRADAS 13 El pueblo donde la lluvia se cosecha Álex Ayala Ugarte, periodista Juan Gabriel Estellano, fotógrafo Daniel Platt, investigador social Los comunarios de Isipotindi han transformado su entorno en un modelo. Allí los niños completan el desayuno escolar con lo que ellos mismos producen en un huerto ecológico y los adultos han hecho de la igualdad una consigna. Después de años como servidumbre en las haciendas, los guaraníes de la zona se han convertido, por fin, en los dueños de su propia historia. A sus 64 años, Audia Pérez tiene claro que la dirigencia es incompatible con la familia. A ella le costó la relación con su pareja y reconoce sin tapujos que fue culpa suya. “Abandono de hogar”, aclara. Pero le salvó a la vez de muchas penalidades: de tomar agua del mismo abrevadero que los animales de la hacienda, de ser tratada como chancho y de humillarse Viaje al CORAZÓN BOLIVIA de Página Siete DIRECTOR: Raúl Peñaranda Undurraga Jefe de Redacción: Cándido Tancara Castillo Jefe de Informaciones: Martín Zelaya Sánchez cada vez que el patrón se enfrentaba a ella con un capricho. De todo eso y de más se libró gracias a las marchas, los bloqueos, las peleas, los viajes. Y pudo dar así algo mejor a sus nueve hijos: seis varones y tres mujeres. Quizás lo que no pudo ofrecer a cinco más que se quedaron por el camino. A Audia estar en casa le aburre y cada vez que puede se escapa. No por su deseo de ver mundo, sino por una sed de justicia que no sacia. Si fuera un carro, sería un jeep con mucho kilometraje. Y como combustible emplearía chicha, que guarda siempre en cantidades suficientes como para invitar en una jarra de plástico. —Yo esto no me hago faltar. Es bueno para dormir —bromea. Es noche cerrada, no hay luz y estoy en Isipotindi, un enclave guaraní a mitad de camino entre Camiri (Santa Cruz) y Villamontes (Tarija), ubicado en una extraña franja perteneciente a Chuquisaca. La única linterna aquí es una luna casi llena que despeja las penumbras y somos varias las personas que rodeamos a doña Audia. Ella ríe a cada rato acompasada por todo su cuerpo: subiendo y bajando los hombros con cada carcajada. Le causa muchísima gracia que le pregunte por “el mata-tigres”, un perrito diminuto de huesos marcados y orejas tiesas incapaz de hacer daño ni a una mosca; y que me sorprenda porque una de sus gallinas ponga hasta 15 huevos al día. Festeja cada broma como si fuera a ser la última. Y uno pensaría que sería capaz de reír un chiste desde el cajón en su propio velorio si no fuera porque ha planificado para sí misma una muerte bastante más seria: —Yo todo lo he conseguido en la lucha. Y mi decisión es morir luchando. La lucha fue pelearse con su padre: hasta que falleció (hace 17 años), mano derecha de su patrón. La lucha fue meterse a la dirigencia a los 42, dejando a algunos de sus hijos durante semanas cuando sólo tenían diez años. La lucha fue encabezar en 1996 la tortuosa “marcha por el territorio, el desarrollo y la participación política de los pueblos Esperando a que el sábalo suba desde el lado paraguayo del río Pilcomayo. No es un buen año. indígenas”. Y la lucha fue también después entrar a las haciendas de Huacareta (Chuquisaca) a liberar comunidades cautivas. —Una vez —recuerda ahora con tristeza—, justamente en Huacareta, conseguimos sandalias para los niños descalzos de Los delitos más graves en Isipotindi son la violación, el robo y la violencia doméstica. Y una de las penas máximas de la justicia comunitaria, el destierro. las estancias y los patrones se enojaron. Los van a malacostumbrar, ellos no viven así, decían. Y nos amenazaban. Iban armados. Nos mostraban su revólver y nos increpaban: ¿No les asusta? —Pero yo me he enfrentado muchas veces a los propietarios. Y me ha gustado pelear con ellos. Y me gusta todavía. Nunca les he tenido miedo. Yo ya eché pie adelante y adelante voy a ir —atiza. Su gesto ha cambiado. Es más solemne. Más tibio quizá. Y su hijo Gustavo, que acaba de llegar, dice que hay una palabra en guaraní para designarla: —Ella es “la que todo lo sabe”, “la que da consejo”, “la dueña de la historia”. SABER HABLAR, SABER ESCUCHAR Viaje al corazón de Bolivia es un proyecto conjunto de Página Siete y Naciones Unidas. Revista Miradas Editor: Marco Zelaya. Redactora: Amancaya Finkel. Diseño: Edmundo Morales, Erika Aguilera y Marcelo Mamani. Isopotindi, en medio del Chaco, territorio de monte bajo y de tuscales. “ A punto de echar las redes en las turbias aguas del río chaqueño. NNUU Bolivia Con la colaboración de: Moisés Aparicio Pérez tiene 42 años, 23 bloqueos en sus espaldas y los genes de la dirigencia: es hijo de doña Audia y representante de las 15 comunidades guaraníes que hay en la zona. Moisés para sobre todo en Macharetí, capital del municipio del mismo nombre, a 20 minutos de distancia en auto. Pero hoy está en Isipotindi, debajo de un galpón de palos, malla, paja y troncos que hasta hace algunos años fue la escuela. Fuma un Casino detrás de otro, acullica coca a cada rato y la escupe después con fuerza al suelo. Es jueves 11 de agosto y hay asamblea extraordinaria. —Usted ya no tiene entrada aquí —le dice a Mario Espinoza con el rostro serio y una mirada intensa y fija, como de escopeta. Espinoza se oculta bajo una gorra desgastada mientras balbucea alguna palabra que no logro entender. Pegaba a su mujer. Parece ser que una vez también intentó quemarla. Y es ya la enésima vez que aparece por estas tierras sin permi so. —La siguiente —avisa Moisés— ya está escuchando lo que le vamos a hacer: le amarraremos a un árbol hasta que llegue la Policía. Los delitos más graves en Isipotindi son la violación, el robo y la violencia doméstica. Y una de las penas máximas de la justicia comunitaria, el destierro. Minutos más tarde, Espinoza abandona la comunidad con la cabeza gacha y la reunión continúa: se determina enviar varias personas a la marcha en contra de la carretera que el Gobierno pretende construir atravesando el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) y armar un bloqueo en caso de que sea necesario. —Con nuestros recursos, compañeros, para que no vayan diciendo mentiras sobre nosotros, como que las ONG financian la movilización —avisa. Un bolo de coca hincha su mejilla y le hace ver como si tuviera dolor de muelas. —Allá ya saben que es duro —prosigue—. De Trinidad a La Paz son 35 días. Uno debe dormir con un ojo abierto hasta las 12 de la noche y luego con el otro. Un rato después, la asamblea termina y Moisés me enumera las tres cualidades básicas de un buen dirigente: “tiene que saber hablar, saber escuchar y hacer que la pareja de uno entienda”. Y hace énfasis en esta última. —Mi mujer se enfada: me dice que estoy casado con la organización. Y a veces hay que bajar la cabeza y dar la razón, porque me pierdo una o dos semanas y veo a mis hijos sólo minutos. Pero lo que yo hago es por el bien común —explica. El bien común ha sido la compra del predio en el que se asienta Isipotindi por parte de la ONG Medicus Mundi, que se ha dedicado a dotar de tierras a varios grupos de comunidades liberadas. Ha sido levantar la posta sanitaria. Ha sido la construcción de casas de teja para todos por igual, robustas y amplias. Ha sido la capacitación de los campesinos. Ha sido el acondicionamiento de los potreros. —Cuando llegamos —rememora Moisés— no teníamos nada, únicamente ropa y unas colchas. Nos instalamos en carpas y sólo existía el camino a la autovía. CONTINÚA EN LA PÁGINA 14 14-15 11-09-11 MIRADAS20110911DOM 14 MIRADAS VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA Domingo 11 de septiembre de 2011 Página SIETE Domingo 11 de septiembre de 2011 Página SIETE VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA MIRADAS 15 El almuerzo comunitario en el poblado. No hay mucho, pero lo que hay se comparte entre todos y se privilegia a los niños. El futuro esperanzador de Isipotindi. “ “infierno verde” que describen los libros. Un lugar que el viejo patrón sigue visitando. “A veces se acerca a tomar mate con los que fueron sus peones hasta hace sólo algunos años”, dice Patricio. La escena sería paradójica si los roles no hubieran cambiado. Porque, según Audia, así ha sido: los patrones se han empobrecido. “A muchos —asegura— el Estado les ha obligado a pagar de una tacada las deudas pendientes de 20, 30, 40 años y han vendido. Nosotros, que fuimos sus esclavos, somos ahora más ricos”. En Isipotindi la transición ha quedado plasmada en tres pinturas hechas en tela que son patrimonio comunal y cuelgan una tras otra al lado de la puerta de la casa de Gustavo Aparicio, también hijo de doña Audia, pero ajeno a la dirigencia. —Son los mapas parlantes —anuncia. El primero habla del pasado: de los tiempos en los que Audia tenía que caminar cuatro kilómetros acarreando cubos para no morir de sed; en los que este territorio era de un francés que tenía a las hermanas de Audia como empleadas. El segundo —elaborado hace seis años— habla de un presente que ya ha pasado. Es decir, de una comunidad que empieza, que se perfila, que resuelve sus problemas en cónclaves comunitarios, que se sacrifica y crece, que se consolida. Y el tercero habla de un futuro que se está cumpliendo: de una población camino ya de ser autosostenible, con media hectárea por familia, con igualdad de oportunidades, con hornos de barro, con piletas de agua en cada esquina. El agua es la base primordial de Isipotindi y por eso acá la lluvia se cosecha. El sistema es sencillo: durante los meses de mayor precipitación todo lo acumulado en los tejados va a parar a una canaleta que hace la descarga a continuación en enormes bolsas —llamadas geomembranas— con capacidad para 20.000 litros. Según Moisés, “es más funcional que un atajado, que se seca en un par de días, una buena forma de paliar la escasez en la época de mayor sequía —agosto, septiembre y octubre— y la mejor manera de preservar los reservorios naturales”. Esa agua de las vertientes que, gracias a la “cosecha”, se regenera es la que se emplea después en los sistemas de microrriego de la comunidad y en el huerto del colegio, manejado por los estudiantes de primaria con productos como lechuga, cebolla y zanahoria, que son utilizados luego para completar el desayuno escolar. El proyecto, como la mayoría aquí, ha sido financiado por una ONG. Son muchas las que trabajan en la zona: CIPCA, Acción Contra el Hambre, Cáritas y Coopi, entre CONTINÚA EN LA PÁGINA 16 VILLAMONTES Departamento: TARIJA Pobreza extrema en el municipio Según el último dato disponible a nivel municipal (2001), en Villamontes cinco de cada diez personas (55,5%) eran extremadamente pobres, es decir, que no tenían ingresos para adquirir una canasta alimentaria. isaca Para Moisés, la lucha ha sido lo que realmente ha transformado a Isipotindi en una comunidad modelo, con 3.200 hectáreas, 18 cabezas de ganado comunales, espacio suficiente para que el resto de los animales paste, un arbolado profundo que cubre de sombras las pequeñas sendas que hacen de vasos comunicantes entre las 73 familias de la zona y un área bien conservada de monte cerrado. Todo eso, en sus escasos diez años de vida. Una evolución significativa si se tiene en cuenta que otros asentamientos parecidos no disfrutan ni de la mitad de las comodidades. El fotógrafo Patricio Crooker, que visitó una estancia ganadera liberada en la región, cuenta que allí ni siquiera había cubiertos para comer, que los alacranes compartían el lecho donde dormían, que un vaquero se quejó hasta altas horas de la madrugada porque no tenía remedios para aliviar el dolor por un diente picado y que otro le comentaba lo difícil que resulta acostumbrarse a la vida sin ataduras. El terreno que ellos habitan es inhóspito, en plena frontera con Paraguay, donde el Chaco es más que en ningún otro lado ese ABEJA REINA Chuq u MAPAS PARLANTES Acá la lluvia se cosecha. El sistema es sencillo: durante los meses de mayor precipitación todo lo acumulado en los tejados va a parar a enormes bolsas con capacidad para 20.000 litros. En Villamontes. ¿Dónde están los cardúmenes de sábalos? Poto sí VIENE DE LA PÁGINA 13 La apicultura ayuda a los pobladores a balancear la dieta. Santa Cruz VILLAMONTES TARIJA Esto significa que existían aproximadamente 13.070 personas en condición de pobreza en el municipio. Proporción de personas pobres en Villamontes (2001) Personas con extrema pobreza Cinco de cada diez personas se hallaban en condiciones de extrema pobreza Pobreza extrema Fuente: PNUD / Página Siete 16-17 11-09-11 MIRADAS20110911DOM MIRADAS VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA Domingo 11 de septiembre de 2011 Página SIETE Domingo 11 de septiembre de 2011 Página SIETE VIENE DE LA PÁGINA 15 Cuaderno de viaje Un grupo de pescadores prueba suerte en el Pilcomayo. Muchos viven a orillas del río que nace en las estribaciones andinas. De Camiri, provincia Cordillera, a Villamontes, perteneciente ya al Gran Chaco, salen todo el rato “surubíes”, que son unos vehículos largos y cómodos de siete plazas. El pasaje cuesta Bs 30 y el trayecto se hace en un par de horas. Porque se avanza a través de una carretera internacional bien asfaltada y los carros “vuelan”. La curiosidad en este tramo es que se difuminan las fronteras. Se atraviesan tres departamentos en poco tiempo: Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija. Pero el recorrido es anodino: una recta interminable. El paisaje es seco por esta época y la única sorpresa son unos árboles rosados que parece que los hubieran pintado, que contrastan con el verde desangelado predominante en el resto de la vegetación. La música chaqueña es la banda sonora por excelencia a lo largo del viaje y el mayor peligro es que el chofer caiga en la tentación de echar un sueñito. Nos pasó eso con el nuestro: no reaccionaba en un adelantamiento y tuvimos que avisarle para que volviera al carril que le correspondía de un tremendo volantazo. Llegamos finalmente de una pieza a Villamontes, un pueblo enorme, con muchas opciones de alojamiento, bancos, restaurantes y todos los servicios; y con algunas trincheras de la Guerra del Chaco esparcidas por sus alrededores. Pero no nos quedamos aquí. Pusimos enseguida rumbo a Isipotindi, un poblado guaraní a una hora de camino que queda en mitad de un bosquecillo lleno de recursos. “ Y mientras avanzamos su padre habla del bosque como si fuera su botica: “Con esto me curé la próstata”. “Con esto otro se elabora el champú”. “Con esto yo me alivio cuando estoy mal de los riñones”... INICIO Tramo recorrido Tramo por recorrer LLEGADA Yungas La Paz Luribay BENI San Ignacio de Moxos Urubichá Puesto Fernández Villa Tunari SANTA CRUZ Aiquile Curahuara de Carangas Chipaya Pocoata Tarabuco Betanzos Pulacayo Camiri Villamontes TARIJA CHUQUISACA Rojo Alex Ayala, periodista. Juan Gabriel Estellano, fotógrafo. Daniel Platt, investigador social. riñones”. “Y aquello de más allá se llama ñetira y es bueno para la caspa”. Luego, da un curso de bricolaje en cinco minutos: —El cedro es el mejor material para hacer muebles. Y el bejuco yo lo utilizo como alambre —apunta. Y a continuación calla. Entonces uno piensa que aquí no hace falta nada más, que todo está ahí, como si Isipotindi, este lugar de secretos inadvertidos, fuera un condominio y sus lomas, un gran supermercado con precios de saldo. Próximos viajeros En los alrededores de la comunidad, junto al maíz, se produce maní, zapallo, frijol, yuca y camote en abundancia. La tierra es fértil y se espera que, en el futuro, se puedan recoger hasta tres cosechas anuales. Los comunarios, cuenta Gustavo, han sido dotados además con más de 2.000 plantines de cítricos, de árboles maderables, de café, de chirimoya. Y mientras avanzamos su padre habla del bosque como si fuera su botica: “Con esto me curé la próstata”. “Con esto otro se elabora el champú”. “Con esto de más acá yo me alivio cuando estoy mal de los Referencia Puerto Gonzalo Moreno Bolpebra En esa árida tierra hay mucha pobreza. La gente trabaja por un mejor futuro. Los caminos se pierden entre los árboles de espino blanco. La zona fue el escenario de la Guerra del Chaco. Azul Liliana Carrillo, periodista. Noelia Zelaya, fotógrafa. Tania Sossa, investigadora social. Verde Los comunarios capturan abejas reinas para contar con nuevos panales. 17 El recorrido hasta ahora Valle de Concepción LA BOTICA ECOLÓGICA Gustavo suele ir a su chaco a cortar maíz junto a su padre: Alejandro Aparicio, de 81 años, pero capaz de alzar una carretilla llena de madera y transportarla como si estuviera cargando plumas. Alejandro perdió a Audia por culpa de la dirigencia. O lo que es lo mismo: la dirigencia ganó a una mujer para la causa. Es de Sucre. Trabajó en YPFB de joven. Forma parte del 1,5 por ciento de la población de Isipotindi que no es guaraní y dice que vino aquí para estar más cerca de sus hijos. Él es quien hace de improvisado guía ahora, un día después del fracaso en la aventura para secuestrar a una abeja reina. Avanza algo encorvado. Sus ojos miran cada uno para un lado. Se quedó así, dice, por un accidente de auto en el que se partió el cráneo. Pero no por eso ha dejado de tener una memoria privilegiada. MIRADAS Actualmente en viaje otras. Un mar de siglas que ha convertido Isipotindi en un pueblo de postal en el que el eslogan “vivir bien” ha tratado de ir más allá de las palabras. Sin embargo, hay todavía mucho por hacer: no se ha logrado completar aún el cien por cien de la canasta básica, el bono Juana Azurduy para las madres en periodo de embarazo no llega, falta la electricidad —a pesar de que un gasoducto pasa al filo de la carretera— y también una biblioteca para los niños. —Aquí aún somos pobres y cualquier ayuda es bienvenida —resume Gustavo, como quien hace la lista de la compra—. Nosotros buscamos el bienestar de nuestros hijos, darles cosas que nunca hemos disfrutado, como el estudio. Gustavo tiene cinco hijos, 41 años, barba dispersa como la de un colegial y sus antebrazos son pura fibra. Por eso, parece que no le pesa la caja rellena de cera que acaba de alistar para atraer y recolectar abejas de una colmena silvestre. Las cajas son una donación para impulsar la apicultura en la comunidad. Se produce miel de dos especies: señorita y extranjera. —Con diez la actividad se podría convertir en un negocio rentable —suspira. De momento, él sólo maneja dos cajas y apenas le alcanza para el consumo. Rumbo hacia una loma, el hijo de doña Audia se abre paso con machetazos rotundos. Dice mientras tanto que por aquí también pasó la Guerra del Chaco, que hay un arsenal escondido, que no sabe dónde, que no le gustaría clavar un día el azadón en algún sitio y que todo explote. Cuando llevamos más de media hora campo a través, hace una pausa, se seca el sudor y sorbe un trago de alcohol para pedir permiso al Illa. —El espíritu que protege las abejas—señala—. Para que no nos mezquine. Gustavo identifica varias colmenas en troncos huecos. Las capturará cuando tenga más tiempo. Ahora se centra en la búsqueda de una reina. Pero la suerte es esquiva y volvemos con las manos vacías. —A veces, como es panzona, seis abejas le ayudan a volar para que escape. Pero el néctar queda. Es un poco como lo que ha ocurrido en las haciendas: los patrones se marcharon y los guaraníes ocuparon una tierra que siempre debía haber sido suya. VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA LA PAZ Rurrenabaque 16 Benjamín Chávez, escritor y periodista. Manuel Seoane, fotógrafo. Robin Mamani, investigador social. 18 11-09-11 MIRADAS20110911DOM 18 MIRADAS VIAJE AL CORAZÓN DE BOLIVIA Domingo 11 de septiembre de 2011 Página SIETE La mala hora del Pilcomayo En toda la franja del río Pilcomayo —en esta época, apenas una lengua de agua— los escenarios humanos están cambiando. Antes lo más habitual era encontrarse por acá a grupos de indígenas Weenhayek pescando con sus redes de 60 metros. Sacaban, a menudo, más de 1.000 sábalos diarios. Ahora, sin embargo, no vimos a ninguno de ellos en busca del alimento que sostiene su precaria economía. La contaminación, la construcción de pequeñas represas en Paraguay y la acumulación de sedimentos en Argentina son los tres factores que han cambiado el ritmo del caudal y que han provocado en poco tiempo la ausencia de pescados. Por eso su precio se ha multiplicado: ya cuesta hasta cuatro veces más en el mercado. En Villamontes visitamos un improvisado campamento de pescadores de la zona y nos dijeron que los weenhayek se marcharon hace tiempo porque apenas se consigue un puñado de ejemplares al día. Y eso no alcanza. Presenciamos un intento de atrapar algo y en la media hora que duró la operación sólo cayeron dos sábalos. “Dios está cansado de nosotros”, comentó entonces una abuelita resignada en medio de lonas azules, el único techo que tienen mientras esperan mejor suerte. Las niñas de Isipotindi. Las redes no trabajan tanto como otros años. El célebre puente de Villamontes. Hay decenas de familias que viven de la pesca y en improvisadas carpas.