LA EXPANSIÓN MISIONERA FRANCISCANA

Transcripción

LA EXPANSIÓN MISIONERA FRANCISCANA
LA EXPANSIÓN
MISIONERA
FRANCISCANA
Herencia de fe y cultura
Roberto Mario Elizondo González
Directorio
Personal del CAEIP
Rodrigo Medina de la Cruz
Gobernador Constitucional del Estado
de Nuevo León
Ismael Vidales Delgado
Director
José Antonio González Treviño
Secretario de Educación del Estado de
Nuevo León y Presidente de la H.
Junta Directiva del CECyTE, N.L.
Luis Eugenio Todd Pérez
Director General del Colegio de
Estudios Científicos y Tecnológicos del
Estado de Nuevo León (CECyTE, N.L.)
Linda Estrada Rodríguez
Preedición, formatación y
diseño de portada
Rosa Aidé Pérez Alcocer
Revisión y corrección de
textos
Daría Elizondo Garza
Revisión bibliográfica
Autor
Roberto Mario Elizondo González
Portada
Templo de San Francisco de Asís en Monterrey Nuevo León, demolido en 1914.
Pintura de Antonio López Oliver.
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
CECYTE, N.L.-CAEIP, Andes N° 2720, Colonia Jardín
CP 64050, Monterrey, N. L., México. Teléfono 0181-83339476
Telefax 0181-83339649 e-mail: [email protected]
Primera edición: abril de 2011
Colección. Investigación pedagógica N°. 48
Impreso en Monterrey, N. L., México
Distribución gratuita. Prohibida su venta. Se autoriza la reproducción con fines
educativos y de investigación, citando la fuente. La versión electrónica puede
descargarse de la página www.caeip.org
Dedicatoria
A Don Eugenio y a Doña María, mi padre y mi madre.
A Eugenio y a Fernando, mis hermanos, que en paz descansen.
A María del Carmen y a Oscar, mi hermana y mi hermano.
A la Orden Franciscana por haber superado el aniversario
ochocientos de su fundación. (1209-2009).
A la Compañía de Jesús por su perseverancia.
Índice
Reconocimiento / 5
Los franciscanos / 7
San Francisco de Asís / 9
Prólogo / 11
Introducción / 17
Capítulo I.- La bula Inter Caetera y el Tratado
de Tordesillas / 19
Capítulo II.- El proyecto colonizador hispano / 23
Capítulo III.- La Colonia / 27
Capítulo IV.- Organización del clero en la Nueva
España / 29
Capitulo V.- La Iglesia y las misiones en la Nueva
España / 35
Capítulo VI.- Características de la actividad misionera en
la Nueva España / 39
Capítulo VII.- .Arte sacro virreinal, bella vía de la
evangelización / 73
Epílogo / 89
Recuerdo / 93
Apéndice / 95
Referencias / 97
Expedientes / 99
Acerca del autor / 101
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Reconocimiento
“Que otros se jacten de las páginas que han
escrito; a mí me enorgullece las que he leído”.
-Jorge Luis Borges
(1899-1986)
T
odos deseamos en nuestro paso por este mundo, la felicidad
de la vida que Dios nos ha dado, lográndola a través de la
comprensión y el amor a nuestros semejantes. Aunque
muchas veces, por más esfuerzos que se hagan, se obtengan
resultados frágiles o endebles, es bueno reconocer que estos se
realizaron basándose en la rectitud individual, ayudados por el
ejemplo intachable de una educación recibida a través del paso de
los años.
Ahora bien, consciente de que sólo aporto una semilla en el
inmenso campo cosechado de las ciencias sociales, el presente
estudio tiene gran valor estimativo personal, por las siguientes
razones:
-Puede contribuir considerablemente, a enriquecer el acervo
cultural de la sociedad.
-Es la cristalización de mis conocimientos en Historia y
Literatura, al paso por el sagrado recinto de las aulas de la
Universidad, por lo que representan en lo personal, la madurez de
mis opiniones logradas, en aquellos agradables días de mi vida
estudiantil.
-Por último, la presente investigación, lleva consigo el
reconocimiento público para aquellas personas que me dieron
apoyo, me motivaron y brindaron su confianza durante la
realización de mi meta como estudiante de la Maestría en
Desarrollo Humano. Agradezco de manera especial al
departamento de Difusión Cultural de la UDEM la pre edición de
los primeros documentos de esta investigación en 2005.
-Roberto Mario Elizondo González
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Los franciscanos
S
iempre he admirado la labor franciscana cuya autoridad de la
orden es el capitulo general, que al principio estaba formado
por todos los religiosos, pero posteriormente hubo de
restringirse a los superiores provinciales y a los custodios. El
capítulo provincial o General elige los cargos y revisa las normas
dentro de su demarcación.
El ministro general que en el inicio era vitalicio, es elegido
por períodos determinados, según la frecuencia establecida para los
capítulos generales. Por su parte los superiores provinciales son
elegidos por el capitulo provincial, al que asisten los padres
guardianes y los frailes delegados por cada convento.
Los franciscanos favorecieron el estudio de las Sagradas
Escrituras. A mediados del siglo XII ya habían establecido estudios
generales para la formación teológica. A estos siguieron los colegios
seráficos, para la preparación previa en los estudios humanísticos,
y los estudios conventuales, para la continuidad con los sacerdotes
y con los laicos.
La contribución de los franciscanos a la cultura religiosa o
laica, queda patente, baste recordar algunos nombres de
personalidades adscritas a la orden, tales como Alejandro de Hales,
San Antonio de Padua, San Buenaventura, Roer Bacón y el Papa
Nicolás IV, todos ellos del siglo XIII.
Desde la Edad Moderna, la labor de los franciscanos se ha
concentrado en el apostolado entre los católicos y en la labor
misionera en todos los rincones del mundo. Destacaron a este
respecto las figuras de Fray Pedro de Gante, Fray Martín de
Valencia, Fray Bernardino de Sahagún, Fray Junípero, Fray
Antonio Margil de Jesús y Fray Rafael José Verger y Suau, quienes
desarrollaron su obra evangelizadora en la Nueva España.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capilla de San Antonio en Mina Nuevo León, restaurada en el año 2010.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
San Francisco de Asís
E
l decir popular menciona que a San Francisco lo declaró
santo el pueblo, antes que el Papa Gregorio IX le concediera
ese honor, y que si se efectúa una votación entre los
cristianos (aún entre los protestantes) todos están de acuerdo en
declarar que es un verdadero santo, todos, aún los no católicos lo
quieren y lo aprecian.
Lo quieren los pobres, porque él se dedico a vivir en total
pobreza, pero con gran alegría. Lo estiman los ecologistas porque él
fue el amigo de las aves, de los peces, de las flores, del agua, del sol,
de la luna y de la madre tierra.
La obra I Fioretti di San Francisco (Las florecillas de San
Francisco) contienen la traducción en dialecto toscano de un texto
latino atribuido al fraile Ugolino de Montegiorgio en el que se
narran las leyendas y los actos de la vida de San Francisco de Asís,
cuyo verdadero nombre es Giovanni de Pietrodi Bernardone, una
de las personalidades más admiradas del Medievo (Edad Media).
San Francisco nació en Asís, ciudad italiana, territorio de Spoleto,
en 1182, su madre se llamaba Pica y fue sumamente estimada por él
durante toda su vida. Su padre era Bernardote, rico comerciante,
que era admirador y amigo de Francia, por eso lo bautizo con el
nombre de Francisco, que significa “el pequeño francesito”. El que
habría de ser el santo fundador de la Orden de Frailes Menores
vivió en Asís, una primera juventud alegre y despreocupada, el más
destacado entre sus compañeros.
En la guerra entre Asís y Perusa en 1202 fue hecho
prisionero durante casi un año. En 1205 en Spoleto, tuvo una visión
que lo hizo retornar a Asís para emprender un destino muy
diferente del de militar y dedicarse con absoluta devoción a la
contemplación espiritual y a la donación de sus riquezas. Decidió
someterse a una dura preparación ascética y en tal periodo oyó al
crucifijo de la iglesia de San Damián de Asís encargar la reparación
de la iglesia, entonces casi en ruinas. Asumió el encargo y a esta
tarea entregó su esfuerzo y su dinero, lo que produjo la separación
de su padre ante quien Francisco renunció totalmente a sus bienes
para vivir en absoluta pobreza.
9
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Hacia 1210 Francisco y once compañeros viajaron a Roma
para solicitar la aprobación de su género de vida que fue aceptado
por el Papa Inocencio III; quien los autorizó a predicar la
penitencia y a denominarse hermanos menores. La nueva
comunidad religiosa propugnaba la total pureza espiritual, el
desprendimiento de todo bien terrenal y la identificación con los
sentimientos de paz y alegría.
De nuevo en Asís, el grupo se instaló en la porciúncula
(pequeño terreno) o sea en el origen, primer convento de la orden
franciscana, extramuros de la ciudad. La vida de San Francisco es
sencilla y cándida, dedicada a la pobreza. La orden femenina
iniciada por Clara de Asís, surgió en 1212 y en 1221 se crearía
además la llamada orden tercera, destinada a contar con miembros
que no podían dejar sus obligaciones familiares.
En el verano de 1224 tuvo lugar la estigmatización de San
Francisco: la aparición de llagas en sus manos, pies y costado, como
las de Cristo en la cruz. A partir de entonces vivió afligido por
constantes sufrimientos y casi ciego. A la temprana edad de 44 años
sintió que le llegaba la hora de partir a la eternidad. Dejaba
fundada la comunidad de Franciscanos y la de las hermanas
Clarisas. Con esto contribuyó enormemente a enfervorizar a la
Iglesia Católica y a extender la religión de Cristo por todos los
países del mundo.
Los seguidores de San Francisco (Franciscanos,
Capuchinos, Clarisas, etc.) son el grupo religioso más numeroso
que existe en la Iglesia Católica. El 3 de octubre de 1226, acostado
en el duro suelo, cubierto con un hábito prestado de limosna, y
pidiendo a sus seguidores que se amen siempre como Cristo los ha
amado, falleció como había vivido: lleno de alegría, de paz y de
amor de Dios.
A solo dos años de su sentido deceso, el sumo pontífice
Gregorio IX lo declaró Santo y en todos los países de la Tierra se
venera y se admira a este hombre sencillo y bueno, que pasó por el
mundo, enseñando a amar a la naturaleza y a vivir desprendido de
los bienes terrenales. Fue él quien impulso la costumbre de hacer
pesebres para navidad.
Cada día 3 de octubre conmemoramos a San Francisco de
Asís, con misa y convivencia.
10
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Prólogo1
L
os acontecimientos históricos de la expansión misionera
franciscana se prepararon, se presentaron y pasaron en el
tiempo. Pero quedó el recuerdo vivo, la evocación, el relato.
Roberto Elizondo González quiere salvar en imagen lo que fue y ya
no es, por lo menos en el modo en que fue. Los acontecimientos
relatados se relacionan entre sí en el tiempo histórico que conjunta
sucesos pletóricos de posibilidades.
Detrás del desnudo acaecer histórico está la razón histórica,
que da razón precisamente de ese devenir. Ahí es donde trata el
autor de la obra La expansión misionera franciscana. Herencia de
fe y cultura de conectar hechos relevantes, con sentido axiológico,
narrados sencillamente con íntima simpatía.
La vida individual y social tiene que hacerse, configurarse,
pero no configurarse en una historia necesaria. La historia tiene
necesariamente una causa pero no se trata de una causa necesaria,
sino de una causa libre. Los santos y sabios varones franciscanos
que evangelizaron en nuestra nación, presentan un valor
primordial porque en el curso de su heroica tarea, los humildes
frailes mostraron la verdad, la bondad y la belleza suprahistóricas.
La conquista espiritual que realizaron fue para que floreciera el
espíritu en la fe, la esperanza, la caridad y en todas las virtudes
cardinales.
La historia no versa sobre lo universal, es un saber suigeneris sobre lo único, sobre lo irrepetible, sobre lo sucesivo, se
apoya en la estructura unitaria del ser humano, en las tendencias
primitivas y elementales, y en la actuación espontánea de los
grandes hombres. Héroes de la bondad, llamaría yo a los frailes
franciscanos, que con su singular personalidad provocaron un
cambio enorme y benéfico en los aborígenes.
La Expansión Misionera Franciscana. Herencia de fe y
cultura fue una tesis que en opción al título de Licenciado en
Ciencias Humanas, presentó Roberto Elizondo González en la
Universidad Cervantina, el día 3 de Noviembre del 2000. Para
salvar este trozo de vida humana objetivada, el autor convirtió la
1
Escrito en octubre de 2004.
11
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
tesis en libro, con algunos retoques, pero sin cambiar la estructura
fundamental. Tras la introducción nos presenta el proyecto
colonizador hispano, fragmentos de la Bula Inter Caetera (4 de
mayo de 1493), la polémica entre Sepúlveda y Bartolomé de las
Casas: el proyecto compulsor, versus la libertad como proyecto. No
solamente habla de la España de la espada sino también –cosa más
importante– de la España de la cruz, porque con la cruz y la espada
se llevo a cabo la conquista material y la conquista espiritual.
Elizondo González nos habla de las instituciones de la Nueva
España, en forma panorámica: organización del clero, la iglesia y
las misiones, el Patronato de Indias, diócesis y concilios
americanos, misiones vivas. El primer contacto de los misioneros
franciscanos fue por el diálogo en orden a su evangelización.
Aprendieron las lenguas aborígenes y les enseñaron la doctrina a
los indios en su propio idioma, por eso su herencia fue muchísimo
más cercana que la de los conquistadores. Después de disertar
brevemente sobre las instituciones novohispanas y la expansión
franciscana, se aboca a la creación del convento franciscano de San
Andrés y la evangelización del Nuevo Reino de León. Nos presenta
explicaciones del plano, acuarelas del templo de San Francisco,
historia del Obispado y de las calles, plaza, ayuntamiento y
catedral. Monterrey no tuvo parroquia hasta muy tarde en la
historia; primero se fundó la Iglesia de San Francisco Javier. Los
franciscanos y el clero de Monterrey dependieron durante muchos
años de Guadalajara y de Zacatecas. Aunque el autor trata con
mucho cariño todos los templos, calles y plazas de su terruño, se
advierte que la vida religiosa, comparativamente, fue más pobre
que otras ciudades con mayor tradición de culturas y de
colonizaciones.
En el capítulo primero de la obra comentada, Roberto
Elizondo González diserta sobre la expansión de los pueblos
europeos, entre los siglos XV y XIX. Europa parece ser heredera de
gran parte de la superficie terrestre, desde el descubrimiento que
Colón hiciera de América. Innegables los logros de los portugueses
en la ciencia de la navegación. Empiezan a gestarse los grandes
imperios coloniales, entre ellos, el de España y en menor medida el
de Portugal. Además de la expansión del comercio marítimo a un
comercio mundial, se extiende la propaganda misionera cristiana
en los cuatro confines del mundo. Solo España emprendió una
conquista espiritual, que no tiene paralelo en la historia, con las
órdenes los franciscanos, los dominicos, los agustinos, los
mercedarios y, más tarde, los jesuitas. Verdaderos héroes de la
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
bondad atraviesan nuestro suelo desde Veracruz hasta las
Californias. Después del año 1600, ingleses, holandeses y franceses
empezaron a desafiar seriamente la supremacía española y la
grandeza imperial de Portugal en el oriente. “En el curso de tres
generaciones, los españoles conquistaron, dominaron, colonizaron
el imperio territorial más extenso que el mundo jamás había visto,
realizaron prodigios de valor y perseverancia y crearon una
sociedad civilizada y sofisticada en medio de una selva virgen”2.
España había alcanzado un grado considerable de solidaridad
política y religiosa; fue el primer Estado-Nación que conoció
Europa, según asevera el ilustre teórico del Estado, Hermann
Heller. Los dos reinos peninsulares de Castilla y Aragón realizaron
la hazaña, cada cual con su personalidad política y administrativa.
Falta a nuestro juicio hablar más pormenorizadamente del
choque de culturas, de la superposición, de la asimilación y del
mestizaje final. Porque México es una nación mestiza. Y hablo de
mestizaje, no tanto en el sentido biológico sino espiritual. Los
indios que hablan castellano son mestizos, los criollos que hablan
español, comen y viven en México, entraron al mestizaje también.
Cierto que los reyes y virreyes profesaban un cierto absolutismo,
pero nunca llegaron al absolutismo francés con sus teóricos del
regalismo combatidos tan sabiamente, por el insigne teólogo,
filósofo y jurista Francisco Suárez.
En el capítulo tercero, “La Colonia” el autor sostiene con
razón que la Colonia está llena de contrastes, de luces y de sombras.
Por una parte, los indígenas tuvieron que pagar el enorme precio de
la nueva civilización que traían los conquistadores sedientos de
riquezas y destructores de costumbres que consideraron bárbaras.
Por otra parte fue “una época fértil y luminosa inflamada desde sus
inicios con el espíritu de aquellos enérgicos misioneros que
acompañaban a los conquistadores: seres nobles e inquebrantables,
portadores del humanismo renacentista; preocupados por proteger
y cuidar a los indígenas, enseñándoles una religión que reclama
como valor supremo el amor entre los hombres.
Varios autores hablan con entusiasmo del gran desarrollo
que alcanzó la Nueva España en todos los ordenes, de las
maravillosas obras de la arquitectura colonial, desde los sobrios y
gigantescos conventos del siglo XVI hasta los suntuosos palacios
del XVII que adornan todavía el centro de muchas ciudades,
paseando por infinidad de iglesias, grandes y pequeñas, ricas y
2 Roberto Elizondo González, La Expansión Misionera Franciscana. Herencia de
Fe y Cultura. pág. 30.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
pobres, que se encuentran seguidas en toda geografía del país;
hablan también de los grandes artistas, científicos y literatos
novohispanos que ganaron para México el respeto y la admiración
del mundo entero”3. Para el Lic. Roberto Elizondo González ambas
visiones, aunque antagónicas, son ciertas. Lástima que no se decida
a realizar un saldo. Espero que en alguna otra ocasión, valorice la
misión del humanismo hispánico y la gran aportación de España a
México con su lengua imperial –para muchos la más bella del
mundo– con sus hidalgas y nobles costumbres y con la sublime
religión católica. Ni Francia, ni Inglaterra, ni Holanda tuvieron en
sus posteriores conquistas esa grandeza sobrehumana de la
conquista espiritual de México. No niego la España del atropello, de
la violación y del entuerto de la conquista. En realidad todas las
naciones conquistadoras cometen injusticias, crueldades, agravios y
desmanes, pero ninguna otra nación, solo España, realizaron esa
obra titánica de los misioneros franciscanos en la génesis de la
nacionalidad mexicana y en la unidad política de México. ¡Qué
decir de la vida y obra de Fray Bartolomé de las Casas; de
Motolinia: misionero, historiador y forjador de la mexicanidad; de
Fray Alonso de la Veracruz: filósofo y misionero; de la subyugante y
dulce figura de Fray Pedro de Gante; de don Vasco de Quiroga que
supo fundar, en Michoacán, la civilización del amor; de Francisco
Javier Clavijero: constructor egregio de la mexicanidad. En todo
caso, aquí no hubo conquista, como en otras latitudes, de
territorios que exprimieron los europeos (ingleses, franceses,
holandeses) sin dejar una verdadera conquista espiritual. Porque
no podemos hablar de francesidad o italianidad, por ejemplo, y si
podemos hablar de hispanidad en todos los países que se integran
en Hispanoamérica. En todo caso, el amoroso interés novohispano
por las culturas prehispánicas quedó patente. En el mestizaje actual
predomina lo hispánico, no sin antes asimilar lo indígena, en las
estructuras no solamente económicas, como afirma Elizondo
González, sino también religiosas, idiomáticas y costumbristas.
Algunas afirmaciones de Roberto Elizondo González son
evidentemente exageradas. Por ejemplo, al hablar de los
nombramientos por el rey de los miembros de la clerecía, llega a
decir que el rey “era el jefe máximo de la iglesia católica en España
y sus dominios, y en poco estaban subordinados al Papa”. No
advierte el autor que se trata tan solo de derecho canónico nunca de
moral y de dogma. En materia de moral y de dogma jamás abrieron
3
Ibidem pág. 50.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
la boca los reyes y gobernantes civiles, solo el Papa –sucesor de San
Pedro– y los Obispos tenían la palabra.
La Nueva España logró tener una posición equiparable a la
europea. Constructores de iglesias, catedrales, monasterios,
hospitales, palacios de gobernadores y fortalezas. España creó no
mesas de cambio o factorías, sino ciudades permanentes.
La compendiada obra sobre La expansión misionera
franciscana. Herencia de fe y cultura constituye una nueva,
resumida y valiosa visión de lo hecho en nuestro México emotivo y
trágico, que habla y reza en español pero siente en indio -válgame
la expresión- y gusta de comidas y costumbres vernáculas.
Estamos, con este libro, ante una realidad auroral que promete
nuevos desarrollos.
Históricamente caminamos a golpes de invención sobre una
tradición que se prolonga. Yo no veo la historia como un estadio
desde el tiempo a la eternidad, sino como una figura temporal con
sentido moral, teleológico. Hay una soberanía divina, sobre todas
las soberanías temporales. Soberanía divina que coexiste con la
libertad humana en el hecho de la historia universal. Hay vaivenes
en la historia, porque hay vaivenes en la vida moral de los hombres.
Hombres que se afanan por realizar valores religiosos, éticos,
estéticos, culturales. Hombres que no pueden desentenderse de la
bondad, de la grandeza o de la solidaridad. Hombres que alcanzan,
en los diversos momentos históricos variables, grados de
perfección. Si suprimimos los valores en la visión de la historia, no
habría base para comprender el contacto entre los pueblos. La
suprema dirección en la historia sólo corresponde al ser supremo,
perfecto, omnisciente, todopoderoso, infinito y eterno. Pero esta
suprema dirección se realiza sin mengua de la libertad humana.
Hago votos porque este libro-preludio que acusa una
vocación probada y definida, prosiga, en su espíritu,
edificantemente, en bien de nuestra humanidad doliente. Somos lo
que somos, porque fuimos, lo que fuimos. Un pueblo sin memoria
histórica es un pueblo errante, bárbaro condenado a cometer los
mismos errores que ya se cometieron. El hombre no tiene historia
como tiene propiedades y posesiones, sino que es,
insoslayablemente histórico, aunque no sea pura historia. La
estructura permanente de pueblos y naciones se da sin mengua de
su historicidad.
-Profr. Dr. Jur. Dr. Phil. Agustín Basave Fernández del Valle
15
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Introducción
L
os temas La Bula Inter Caetera y Tratado de Tordesillas, El
Proyecto Colonizador Hispano, La Colonia, Organización del
Clero en Nueva España, La Iglesia y las Misiones en Nueva
España, Características de la Actividad Misionera en Nueva España
en donde concreto la acción misionera en el Nuevo Reyno de León,
y Arte Sacro Virreinal Bella Vía de la Evangelización son de
importante trascendencia en esta investigación.
Pongo especial atención en la interacción que debe existir
entre el proceso histórico y las relaciones humanas, las cuales
representan una relevancia singular para obtener las metas que se
persiguen definiendo los objetivos. Estas páginas se concentran
alrededor de la transferencia de los modos españoles de gobierno y
sociedad desde el viejo mundo al nuevo, y de su evolución en un
medio ambiente remoto y muy distinto, de manera similar, tomo en
cuenta la comunicación con sus elementos y limitaciones. Desde el
primer capítulo mi intensión es llevar a los lectores a un viaje
imaginario a través de la máquina del tiempo para retroceder en el,
hasta el año de 1492, y así debidamente ubicados llegar hasta los
días en que Isabel de Castilla patrocinó la empresa de Cristóbal
Colón, se encuentran dos mundos y se inicia la expansión hispana,
de su cultura, instituciones y de la religión católica predicada por
los misioneros franciscanos, dominicos, agustinos, mercedarios,
carmelitas y jesuitas.
Los muy importantes archivos consultados por un servidor
aguardan investigaciones profundas cuya lectura aun no he
concluido. La literatura y las bellas artes son prácticamente un
campo virgen. Varios de nuestros contemporáneos han contribuido
en gran medida a la dilucidación del problema indígena, pero aun
tenemos mucho que aprender sobre la realidad de la vida cotidiana
de estas comunidades muy dispersas y diversas, de la ampliación de
la legislación real en los diversos virreinatos y de su observación. La
larga serie de memorias o relaciones que dejaron los diversos
virreyes han sido poco utilizadas, y pocos de los más importantes
virreyes han sido objeto de biografías. En pocas palabras, los
estudios preparatorios necesarios, si no es que están del todo
ausentes, a menudo son inadecuados, en rango o madurez. Este
trabajo, por tanto, no pretende de modo alguno ser definitivo.
Algunos temas sugieren más preguntas de las que aquí se
17
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
responden, y no hacen sino reflejar los huecos de la investigación
en estas áreas.
En tanto que una historia de los conventos y misiones
franciscanas, con mención del año de su fundación en el Nuevo
Reino de León, esta obra describe y narra, el concepto de desarrollo
que se ha mantenido claramente en la mira.
Hay cuestiones que no son tan ampliamente conocidas, y
piden un tratamiento más detallado, tal es el caso, por ejemplo, de
cuestiones que se refieren a la iglesia colonial, bajo los Borbones.
Todo esto en conjunto para lograr un propósito: servir
mejor a Dios, a la patria, a la sociedad, a la familia.
18
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capítulo I
La bula Inter Caetera y el Tratado de
Tordesillas
P
ara resolver los conflictos sobre el control territorial de
América, los reyes de España y Portugal, solicitaron al Papa
Alejandro VI, su intervención para establecer límites claros y
reconocidos para ambas monarquías. Así el 4 de mayo de 1493,
meses después de ocurrido el encuentro de dos mundos, la máxima
autoridad, el Vaticano expidió la bula llamada Inter Caetera en la
que concedía a España la propiedad de las tierras e islas situadas a
cien leguas al occidente del archipiélago portugués de Azores y de
Cabo Verde (extremo occidental de África) a cambio de cristianizar
a la población nativa de los territorios en disputa. En la bula Inter
Caetera se asentaron los derechos formales de los Reyes de España
en América y en ella se apoyaron para disponer el patrimonio
territorial de sus colonias. A Portugal se le concedieron los
derechos sobre las tierras que se encontraban al oriente de esa
línea, conocida como “alejandrina”. El rey de Portugal, Juan II, no
aceptó el decreto papal y negoció con los reyes de España que se
recorriera esa línea 370 leguas al oeste de Cabo Verde. La
negociación resultó ser positiva para la corona portuguesa, y el 7 de
junio de 1494 se firmó el Tratado de Tordesillas, con el cual Brasil
era reconocido como posesión portuguesa.
La Bula no incluyó a Francia e Inglaterra en la repartición,
por lo que estas potencias enviaron expediciones para explorar y
ocupar los territorios localizados al norte del continente americano.
Cabe señalar que a los pueblos originarios de América nunca se les
tomó en cuenta para estas negociaciones, ni se les reconoció
propiedad alguna sobre sus propios territorios. Los aborígenes eran
vistos como parte de los recursos (Encomienda) que se dividieron
los europeos, entre ellos. He aquí los fragmentos más interesantes
de la referida Bula:
Alejandro, obispo, siervo de los siervos de Dios: A los
ilustres Carísmo en Christo, hijo rey Fernando, y muy
amada en Cristo, hija Isabel reina en Castilla, de León, de
Aragón, de Sicilia, y de Granada... Entendimos, que, desde
atrás haviades propuesto en vuestro ánimo buscar, y
descubrir alguna islas y tierras firmes remotas, e incógnitas,
19
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
de otras hasta ahora no halladas, para reducir los
Moradores y Naturales de ellas al servicio de nuestro
redentor y que profesen la fe católica..., queriendo poner en
execución vuestro deseo, previsteis al dilecto hijo Christóval
Colón, hombre apto, y muy conveniente a tan gran negocio,
y digno de ser tenido en mucho, con navíos, y gentes para
semejantes cosas bien apercibidos; no sin grandísimos
trabajos, costas y peligros, para que por la Mar buscase con
diligencia las tales tierras firmes, e Islas remotas, e
incógnitas, a donde hasta ahora no se había navegado, los
cuales, después de mucho trabajo con el favor Divino,
habiendo puesto toda diligencia, navegando por el Mar
Océano, hallaron ciertas islas remotísimas, y también
tierras firmes, que hasta ahora no habían sido por otros
halladas, en las cuales habitan muchas gentes, que viven en
paz: y andan, según se afirma, desnudas, y que no comen
carne...
Así que Nos alabando mucho en el Señor este
Vuestro Santo, loable y propósito, y deseando que sea
llevado a debida execucion, y que el mismo nombre de
nuestro Salvador plante en aquellas partes: os
amonestamos muy mucho en el Señor, y por el Sagrado
Bautismo, que recibisteis, mediante el cual estáis obligados
a los Mandamientos Apostólicos, y por las Entrañas de
misericordia de nuestro Señor Jesu-Christo, atentamente
os requerimos, que cuando intentáredes emprender, y
proseguir del todo semejante empresa, queráis y debáis con
ánimo pronto y zelo de verdadera Fe, inducir los pueblos,
que viven en las tales Islas, y tierras, a que reciban la
Religión Christiana, y que en ningún tiempo, os espanten
los peligros, y trabajos, teniendo esperanza, y confianza
firme, que el Omnipotente Dios favorecerá felizmente
Vuestras empresas, y para que siendoos concedida la
liberalidad de la Gracia Apostólica, con más libertad y
atrevimiento toméis el cargo de tan importante negocio;
motu proprio, y no a instancia de petición Vuestra, ni de
otro, que por Vos nos lo haya pedido, mas de nuestra mera
libertad, y de cierta ciencia, y de plenitud del poderío
Apostólico, todas las Islas, y tierras firmes, halladas, y que
se hallaren descubiertas, y que se descubrieren acia el
Occidente, y Mediodía, fabricando, y componiendo una
línea del Polo Ártico que es el Septentrión, al Polo
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Antártico, que es el Mediodía; ora que se hayan hallado
Islas y tierras, ora se hayan de hallar acia la India, o acia
otra cualquiera parte, la cual línea diste de cada una de las
Islas, que vulgarmente dicen de los Azores, y Cabo Verde,
cien leguas acia el Occidente, y Mediodía. Así que todas sus
Islas y tierras firmes halladas, y que se hallaren
descubiertas, y que se descubrieren desde la línea hacia el
Occidente, y Mediodía que por otro Rey, o Príncipe
Christiano no fueren actualmente poseídas hasta el día del
Nacimiento de nuestro Señor Jesu-Christo próximo pasado,
del cual comienza el año presente de mil y cuatrocientos
noventa y tres, cuando fueron por Vuestros Mensajeros, y
Capitanes, halladas algunas de las dichas Islas; por la
autoridad del Omnipotente Dios, a Nos en San Pedro
concedida, y del Vicario de Jesu-Christo, que ejercemos en
las tierras, con todos los Señoríos de ellas, Ciudades,
Fuerzas, Lugares, Villas, Derechos, Jurisdicciones, y todas
sus pertenencias, por el tenor de las presentes las damos,
concedemos, y asignamos perpetuamente a Vos, y a los
Reyes de Castilla, y de León vuestros herederos, y
sucesores: y hacemos, constituimos y deputamos a Vos, y a
los dichos vuestros herederos y sucesores, señores de ellas
con libre, lleno, y absoluto poder, autoridad, y jurisdicción:
con declaración, que por esta nuestra donación, concesión,
y asignación no se entienda ni se pueda entender que se
quite, ni haya de quitar el derecho adquirido a ningún
Príncipe Christiano, que actualmente hubiere poseído las
dichas Islas y tierras firmes hasta el susodicho día de
Natividad de nuestro Señor Jesu-Christo...4
En 1493, año en el que el Papa Alejandro VI expidió la Bula Inter
Caetera la tecnología de la época era muy pequeña, por lo que los
humanos de ese tiempo no sabían el tamaño del territorio del lugar
al que llegaron los europeos encabezados por Cristóbal Colón el 12
de octubre de 1492, Colón afirma haber llegado a las indias
orientales (Asia), se equivocó pues a donde llegó es a otro
continente con islas en sus alrededores que luego se llamaría
América. Alejandro VI habla de las islas tierra firme no menciona la
palabra continente precisamente porque no sabía, nadie sabía la
existencia de otro continente enorme, como es el que rinde
homenaje a Américo Vespucio. Colón murió sin saber que había
4
Silvio Zavala, Las instituciones jurídicas en la conquista de América Ed. Porrúa,
México 1971, pp. 213-15.
21
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
descubierto un continente: el cartógrafo Américo Vespucio
modificó la situación y obtuvo una gran recompensa: que ese
continente al que llegaron los europeos llevara su nombre:
América.
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capítulo II
El proyecto colonizador hispano
A.- Incorporación
Europa parte del supuesto de la superioridad de su cultura y
humanidad, así como de la supuesta inferioridad e incapacidad de
los conquistados para hacer suya la cultura de sus dominadores.
Los conquistadores hispanos imponen su cultura a los
indígenas sometidos, los cristianizan, pero sin asimilar la cultura
que los nativos poseen. Dicen los hispanos, lo que es superior no
puede mezclarse con lo inferior. La cultura indígena es extraña a la
cultura cristiana traída por la cultura cristiana traída por los
hispanos a América.
B.- Antecedente aristotélico
Existe una relación amo-esclavo, Aristóteles decía, unos seres están
destinados a mandar y otros a obedecer, esta es la interpretación
filosófica y moral que se va a dar a la conquista y colonización
hispana en América. El esclavo va a ser algo natural. El aborigen o
indio el que llegó mucho antes que el europeo a América, va a ser
ahora encomendado a un colonizador hispano.
C.- Sepúlveda y el proyecto compulsor
El hombre cristiano se lanza a la conquista de nuevos mundos,
pueblos y hombres; a la cristianización de tierras y hombres.
Evangelizar, difundir la palabra de Dios, será la preocupación de
los hombres que descubren, conquistan y colonicen la América con
que se encontró Cristóbal Colón. Será ésta la primera etapa de la
expansión europea que realizan hombres hispanos, cristianocatólicos. Hombres del siglo XVI.
El cristianismo acepta que todos los hombres, sin
discriminación, poseen un alma, acepta la igualdad de todos los
hombres por el alma, y afirma que debe haber dependencia de
quienes están fuera del cristianismo en relación con quienes son
cristianos y pueden incorporarse al cristianismo. Juan Gines de
Sepúlveda parte de la supuesta superioridad de los españoles y de
España sobre los indígenas y las comunidades con quien se han
encontrado los españoles en su expansión, dice que los españoles
tienen derecho a conquistar y a dominar a los indígenas. La
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
superior debe mandar a la inferior. Hábitos, costumbres y cultura
españoles son superiores a los que expresan los indígenas, para
Sepúlveda los indios son hombrecillos, homúnculos menos que
hombres, carentes de la palabra, la razón y el entendimiento de sus
descubridores y conquistadores.
Sepúlveda justifica la expansión con palabras que pretenden
ocultar la ambición que mueve a los españoles en busca de nuevos
señoríos, diciendo:
Estos hombres, los indios no han sido destruidos, porque
Dios ha encomendado a la gran nación española incorporar
a tales descarriados al orden. La misión de la España es
hacer de semejantes homúnculos hombres de bien.
¿Pueden rebuscarse estos hombrecillos al cumplimiento de
la misión que ha sido encomendada a sus salvadores? Por
supuesto que no. Si así lo hiciesen, la nación redentora
podrá compelerlos por las armas a su aceptación. Dios ha
encomendado a los españoles la misión redentora.
Afirma Sepúlveda deben ser "compelidos a oír el evangelio". La
codicia así como otros muchos vicios propios de la conquista, son
vistos, por Sepúlveda, como expresiones positivas.
D.- Bartolomé de las Casas y la libertad como proyecto
Fray Bartolomé de las Casas, (1471-1566) Obispo de Chiapas,
emprendió desde el primer instante una cruzada en defensa de los
indios. Durante más de medio siglo, desde el año 1514 en que inició
su apostolado hasta el 31 de julio de 1566, fecha de su muerte, el
fraile dominico luchó con celo infatigable por un trato digno y
humano a los aborígenes. Fue todo lo contrario de Juan Gines de
Sepúlveda. Las Casas, manifestaba, todos los hombres son iguales
por la razón o el ingenio.
Cristo, dice Las Casas, fue sencillo, humilde y mansamente
conversaba con los hombres, atrayéndolos con su dulce
conversación e inspirándoles confianza para acercarse a
Dios.
Dios, Cristo, contra lo que sostiene Sepúlveda, no hizo la guerra, no
llevó la muerte y la servidumbre para salvar a los hombres. Por el
contrario, para enseñar a los hombres, las verdades, de la vida
eterna. Ofreció su propia vida, esto es, aceptar morir por otros,
hombres antes que imponerles la muerte. Cristo no vino a dominar
sino a salvar con el ejemplo. Tal es lo que tendrán que hacer quienes
se consideran a sí mismos superiores, y que solo lo son por la
experiencia que les a sido asequible.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Fray Bartolomé de las Casas, citando a San Ambrosio dice: "El
hijo del Hombre no ha venido para perder a los hombres sino para
salvarlos".
Cristo vino a morir por ellos, no a esclavizarlos. El papel del
europeo, del hispano, del cristiano en América no puede ser el de
dominador. Su misión no es dominar, sino cristianizar, esto es
incorporar a los pueblos nuevos al orden cristiano pero libre,
voluntariamente, después de haberles convencido de su bien y
verdad. Un orden, cuya comunidad de hombres libres y, por ende
responsables de está, su libertad, América debe entrar en el orden
por el que Cristo murió. Los hispanos poseen ya está verdad, y su
deber por tanto, será él de comunicarla a los nuevos pueblos, para
que estos, reconociéndola, la hagan libremente suya. El maestro,
única relación que debe guardar el descubridor con los pueblos con
las que se ha encontrado, deberá entregarse al discípulo para que
este alcance plenamente la verdad. No se trata, ya del egoísta primer
motor aristotélico que atraía por su perfección, pero sin ser atraído,
sino del motor aristotélico propio del cristianismo, que, lejos de
pretender atraer, es atraído por las criaturas a las que se entrega
para comunicarse con ellos. Manteniéndose así al nivel horizontal de
comunidad, de mutua comunicación. Tal es lo que se expresará en la
filosofía de Fray Bartolomé de las Casas.
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capítulo III
La Colonia
C
on la caída de Tenochtitlán el 13 de agosto de 1521 comienza
un nuevo periodo en la historia de México: la Colonia.
Período lleno de contrastes, de luces y sombras. Oscuro y
terrible para muchos autores, quienes relatan indignados el enorme
precio que tuvieron que pagar los indígenas al recibir en sus tierras
a los hombres del viejo Mundo, nuevo para ellos. Hombres ávidos
de arrebatarles sus riquezas y explotar su trabajo; que desquiciaron
sus costumbres y arruinaron su economía.
Para otros, en cambio, fue una época fértil y luminosa
inflamada desde sus inicios con el espíritu de aquellos enérgicos
misioneros que acompañaban a los conquistadores; seres nobles e
inquebrantables, portadores del humanismo renacentista;
preocupados por proteger y cuidar a los indígenas, enseñándoles
una religión que reclama como valor supremo el amor entre los
hombres. Estos autores hablan con entusiasmo del gran desarrollo
que alcanzó la Nueva España en todos los órdenes; de las
maravillosas obras de la arquitectura colonial, desde los sobrios y
gigantescos conventos del siglo XVI hasta los suntuosos palacios
del XVIII que adornan todavía el centro de muchas ciudades,
pasando por infinidad de iglesias, grandes y pequeñas, ricas y
pobres, que se encuentran seguidas en toda la geografía del país;
hablan también de los grandes artistas, científicos y literatos
novohispanos que ganaron para México el respeto y la admiración
del mundo entero.
En realidad ambas visiones, aunque antagónicas son ciertas.
El hecho que hoy en día, casi cinco siglos después de iniciada la
conquista, todavía existen en México numerosas comunidades
indígenas en estado de pobreza y marginación es una dolorosa
herida abierta desde la Colonia que aún no se ha podido cerrar.
Pero también es cierto que durante este dilatado periodo se empezó
a forjar la moderna nación mexicana. La Colonia puede dividirse en
grandes periodos. El primero arranca con la conquista y dura
aproximadamente hasta finales del siglo XVI. Puede considerarse
como un período de formación; en él recurre el violento choque
entre dos culturas muy distintas: la española-hegemónica termina
27
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
por imponer sus estructuras económicas, no sin antes haber hecho
una interesante asimilación de la indígena. El segundo, el más
dilatado, abarca todo el siglo XVII y más de la mitad del siglo
XVIII. Durante este periodo las estructuras económicas adquieren
una forma estable y ocurre, además, un largo periodo de expansión
territorial que terminaría por dar a la Nueva España sus fronteras
definitivas. Se dice que fue una época de consolidación y expansión.
El último período, que empieza a mediados del siglo XVIII, culmina
con la Independencia. Después de largos años de aislamiento, sin
otra conexión con el mundo que la Flota del Atlántico y la Nao de
China, la economía novohispana había caído en un profundo
marasmo. Las autoridades peninsulares, armadas y urgidas de
riquezas para hacer frente al formidable empuje de Francia e
Inglaterra, hicieron una acuciosa revisión de la economía de sus
colonias e introdujeron una gran cantidad de cambios, con lo que
lograron un último y deslumbrante despegue económico. Fue, sin
duda, un periodo de reforma y modernización.
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capítulo IV
Organización del clero en la Nueva España
D
urante la época colonial existieron dos divisiones
territoriales. Una desde el punto de vista administrativopolítico y la otra desde el eclesiástico. Esta última dividía el
territorio en a) “Diócesis” dependientes de un obispado
determinado, b) “Provincias” de evangelización con sus custodias
correspondientes, y c) el denominado territorio “Judicial
Eclesiástico” señalado por el Tribunal de la Santa Inquisición. Estas
divisiones podían sobreponerse entre sí de tal manera que el
territorio de un Obispado podía tener conventos de diferentes
provincias y el juez eclesiástico del Santo Oficio podía ser un cura o
un fraile de otro territorio diferente.
La evangelización inicial en México estuvo a cargo de tres
órdenes religiosas. Alejandra Moreno Toscano, nos dice que: Los
primeros franciscanos llegaron a Nueva España en 1523, tres
flamencos: Johan Van de Auwera, cuyo nombre fue hispanizado
como Juan de Ahora, Johan Deker, conocido como Juan de Tecto y
Fray Pieter van der Moere o Pedro de Gante. Los dos primeros
salen con Hernán Cortés un año después rumbo a las Hibueras.
Morirán durante la expedición. Sólo sobrevive Pedro de Gante. Los
primeros doce, que cual nuevos apóstoles inician la conversión de
los indios. Entre ellos llegaron hombres excepcionales. En 1524
llegará a Nueva España la primera misión franciscana. Los
primeros doce, que cual nuevos apóstoles inician la conversión de
los indios. Entre ellos llegaron hombres excepcionales: Fray Martín
de Valencia, Fray Martín de la Coruña (evangelizador de los
indígenas de la zona de Michoacán), Fray Toribio de Benavente
"Motolinía", Fray Luis de Fuensalida y Fray Francisco Jiménez5.
Además "Fray Juan de Rivas, Fray Juan de Palos, Fray Andrés de
Córdova, Fray García de Cisneros, Fray Antonio de Ciudad Real,
Fray Juan Suárez y Fray Francisco de Soto"6. En 1526 los primeros
dominicos, también en número de doce.
En 1532 los primeros
5 Alejandra Moreno Toscano, - C E H Historia General de México, México 1997,
pp. 325-339.
6 Pedro Borges, Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Madrid
1992, p. 128.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
agustinos, siete. Los primeros miembros de la Compañía de Jesús
llegaron a la Nueva España en 1572.
Por su parte, Jedin nos comenta que “la recusación de una
iglesia local por parte de Felipe II y el consejo de Indias así como la
entrega paulatina al clero secular de las doctrinas ya fundadas
afectaron en su forma más grave a la misión de los franciscanos7.
Sin embargo, a pesar de las dificultades con las que se encontraron
los misioneros se continuó con la propagación de la fe entre los
indios aún no convertidos.
Ahora bien, la obra misionera de la iglesia colonial en
México puede ser dividida en dos etapas, la primera que abarca
todo el período de la conquista; y la segunda iniciada con la
fundación de los colegios de Propaganda Fide, en el siglo XVII,
finalizando con el período de independencia.8
Pintura “Los doce” Franciscanos, en el Convento de Huejotzingo, Puebla.
Estas órdenes fueron conocidas como el "clero regular" estando
formadas por frailes mendicantes, es decir que vivían de limosnas,
haciendo votos de pobreza, obediencia y castidad, teniendo a su
cargo la evangelización de los indígenas. La tarea franciscana fue
una de las más importantes ya que cincuenta años después de
haber llegado existían más de doscientos establecimientos de esta
orden en la Nueva España.
Cuando una nueva región era descubierta, se asignaba a los
frailes la conquista espiritual de los nativos, y en su labor
7
8
Hubert Jedin, Manual de Historia de la Iglesia, Madrid, p. 371.
Francisco Morales, Franciscanos en América, México 1993, p. 287.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
evangelizadora iban avanzando hacia las fronteras. Creando las
“doctrinas” y “misiones” y con ellas núcleos de cristianización y de
hispanización, que servían como expansión territorial.
El otro componente del clero era el llamado “secular”
formado por los curas, subordinados al obispo de su diócesis, quien
a su vez dependía del Arzobispo de la ciudad de México. Este era
nombrado por el Rey, quien era el jefe máximo de la Iglesia
Católica en España y sus dominios. Los integrantes del clero
secular durante la Colonia fueron como cualquier burócrata o
funcionario público, siendo asignados a determinada "parroquia"
(cuyo significado etimológico es vecindario) de una población
española o criolla según la determinación del gobierno virreinal,
recibiendo su sínodo o sustentación de la Real Hacienda, quien a su
vez era la administradora del diezmo que se cobraba a cada uno de
los feligreses. Otras importantes fuentes de ingresos para las
parroquias o sus ministros eran las limosnas y donaciones en
efectivo o en propiedades, habiendo poseído en ocasiones grandes
extensiones de tierra o haciendas agrícolas: la organización de las
"cofradías" o hermandades piadosas bajo el patrocinio de algún
Santo al que dedicaban algún altar o alguna capilla era otra manera
de obtener ingresos.
Cuando los franciscanos se establecieron en Nueva España
se fundó la "Custodia" del Santo Evangelio dependiente de la
“Provincia” española de San Gabriel en Extremadura, pero en 1535
se independizó constituyéndose así en provincia que tenía bajo su
dominio a gran parte de las custodias de la Nueva España entre las
que se encontraban la de San Salvador en San Luis Obispo de
Tampico creada en 1555 y la de Zacatecas en 1566, está última se
convertiría en provincia en 1604, y ambas de sumo interés para la
evangelización del noreste novohispano.
Los colegios apostólicos de Propaganda Fide fueron una
institución de la orden franciscana para establecer misiones entre
fieles e infieles por medio de frailes que recibían una especial
formación, sometiéndose a una disciplina rigurosa. En 1707, muy
cerca de la ciudad de Zacatecas se levanta un edificio cuya función
de preparar religiosos misioneros, lo convirtiera en poco tiempo, en
el colegio de Propaganda Fide más grande e importante del mundo
dedicado a nuestra señora de Guadalupe, su fundador y primer
director fue Fray Antonio Margil de Jesús (1657-1726), -este lugar
fue inicio y clave para la pacificación, evangelización y población
subsecuente del noreste de México-.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Tras ciento cincuenta y dos años de vida activa, en agosto de
1859 los residentes del colegio reciben la orden de abandonarlo
como consecuencia de las Leyes de Reforma.
A partir de 1932 el Instituto Nacional de Antropología e
Historia ha tenido a su cargo el Museo que ocupa una parte del
viejo colegio, conservando sus tesoros artísticos, restaurando
muchas de sus piezas, presentando una visión que da idea de la
magnitud y profundidad de la obra fecunda y creadora de los
frailes. Su arquitectura es de excepcional interés. Alrededor de 300
cuadros forman su valiosa pinacoteca; cuenta con esculturas
notables, libros y documentos. Hoy día podemos disfrutar el Museo
de Guadalupe, en donde se exhiben grandiosas obras de arte,
precisamente en los antiguos claustros y salones del convento y en
su iglesia y capilla respectiva. En arte virreinal este museo es de los
más importantes en el país, al igual que el Museo Nacional del
Virreinato.
Más sobre Fray Antonio Margil de Jesús
Nació en Valencia, España, en 1657; murió en la ciudad de México
en 1726. A los 18 años ingresó al convento franciscano de la Corona
de Cristo en su lugar natal, pasando más adelante al de Villa Orria y
San Antonio de Denia, donde cursó filosofía y latinidad, recibiendo
las órdenes sacerdotales en 1680. Llegó a América junto con 24
jóvenes reclutados por el padre Antonio Linaz para evangelizar
dentro del programa de la propaganda FIDE. El 6 de junio de 1683
llegó a Veracruz. Desde entonces hasta su muerte (43 años),
emprendió largos y durísimas caminatas por lugares inhóspitos de
México y Centroamérica. Su asombrosa vitalidad y fe misional lo
movieron a recorrer el camino de Veracruz a Querétaro (1684),
para ir de allí a Puebla, Tabasco, Chiapas, Tehuantepec, Yucatán,
Veracruz, Honduras, Guatemala y Costa Rica, caminando a pie y
descalzo en compañía de Fray Melchor, con un poco de maíz
cocido, uvas amargas y agua; con sólo la cruz de madera que
llevaba en el cinto. Los aborígenes lacandones y choles estuvieron a
punto de matarlos, maltratándolos físicamente y reteniéndolos
varios días y en distintas reacciones. Con todo, durante los 13 años
que misionó por Centroamérica, logró reducir a la vida pacífica de
comunidad a numerosos grupos de aborígenes. Aprendió diversas
lenguas y dialectos, e implantó la devoción por la vía sacra, o sea el
culto a la cruz. De regreso a Querétaro, fue guardián del convento
de la Santa Cruz (1697-1700) y presidente del Colegio (1701). Volvió
a Guatemala y fundó allí el convento del Cristo Crucificado,
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
misionando en numerosos lugares (1702-1706). Reintegrado a
Nueva España, fundó el Colegio de Guadalupe en Zacatecas (1707).
Asistió en Oaxaca al Primer Capítulo Principal (1711), habiendo
sido electo “discreto”, y fue guardián del convento franciscano de
ese sitio (1717) y nuevamente del de Zacatecas (1722). Desde allí
recorrió Coahuila y Texas donde estableció las misiones de
Mecagdoches, Ais y Acadáis. A fines de 1723 regresó a su sede, y
pasó después a Guadalajara, Querétaro y México, confesando,
casando, pronunciando sermones y ayudando a los moribundos en
los pueblos por donde pasaba. Falleció en el convento Grande de
San Francisco de México. Fue él quien estableció la costumbre de
cantar “El alabado” al término de las faenas campiranas. Su
humildad era tanta, que el mismo firmaba sus escritos con las
palabras: la misma nada. Sin lugar a dudas se trata de uno de los
más grandes misioneros que ha tenido la Iglesia de Cristo. Está
introducida a la causa de su beatificación.9
9
Cfr.: fr. Antonio Margil de Jesús Apóstol de América: Editorial Jus, México,
1995.
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capítulo V
La Iglesia y las misiones en la Nueva España
L
a expansión misionera se realizó en Nueva España no
solamente por el trabajo de los evangelizadores enviados por
el Papa romano, sino también por la toma de decisiones de la
Corona Española, quien asumió junto a la conquista de estas tierras
la enseñanza de la fe católica. También existen algunos elementos
fundamentales de la acción misionera que veremos en este
apartado y que nos presentarán un panorama más claro de los
hechos.
A.- El patronato de Indias
Pedro Borges nos dice que "una de las instituciones, posiblemente
la de mayor trascendencia histórica, fue el Derecho de Patronato.
En esencia, consiste en la presentación por parte del poder político
de las personas que han de ser investidas de los cargos
eclesiásticos; fundamentalmente se refiere a la estructura
jerárquica de la diócesis: obispos, canónigos y párrocos. Aunque se
ha observado por la doctrina que no necesariamente han de
confundirse presentación y patronato, ya que puede darse el
derecho de presentación sin el derecho de patronato y viceversa.
Pero el patronato se configura fundamentalmente como un derecho
de presentación para cubrir cargos eclesiásticos; la presentación -es
decir, la selección de candidato- toca al poder político investido del
derecho patronal, y la potestad pontificia se reserva el
nombramiento. Es a lo que alude Felipe II cuando en la ley 1, Título
VI del libro I de la Nueva Recopilación de 1565 afirma: “Por
derecho y antigua costumbre y justos títulos y concesiones
apostólicas, somos patronos de todas las iglesias catedrales de
estos reinos, y nos pertenece la presentación de los arzobispados y
obispados y prelacías y abadías consistoriales”.
Ahora bien, en la Edad Media el Patronato fue un recurso
para implicar al poder político en el arduo trabajo de la
evangelización. Podemos decir que en cierta forma el Patronato era
un medio económico para subsidiar las misiones. Claro es que
pedía el esfuerzo de cooperación económica a los príncipes para
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
lograr establecer la Iglesia en las nuevas tierras. De esta manera
surge el poder político del estado que la iglesia reconoce.
El patronato toma un matiz enteramente nuevo. Es la
expresión más tangible del regalismo del siglo XVIII10, que se hacía
sentir en la metrópoli. Para examinar sus asuntos, Felipe V erigió
en 1735 una Junta, cuyo objeto era la reintegración a la corona de
todos los privilegios, que, según ello, habían sido usurpados por
Roma.
El Papa tuvo que protestar, y lo hizo por un breve a los
obispos, para que estos se opusieran a la consolidación de estas
pretensiones.
Sin embargo el regalismo no detuvo su carrera, y Benedicto
XIV tuvo, que hacer las amplias concesiones en el concordato de
1753.
No obstante estas extralimitaciones, el mérito de la obra del
Patronato regio en las Indias es extraordinario. Gracias al regio
Patronato, pudieron llenarse aquellas regiones, con un ritmo que
hoy día causaría asombro, de iglesias religiosos y misioneros, de
monasterios y doctrinas. Gracias a él, la Nueva España logró no
solo una posición equiparada a la europea, sino que sus propios
rectores, el episcopado local, fue en capacidad moralmente muy
superior al del viejo mundo. El P. Charles, nos dice que “los
españoles en todas partes aparecen como constructores: iglesias,
10Queriendo reflejar que se había otorgado una concesión pontificia a los reyes y la
misma procedencia tiene su contenido, y que en ésta la concesión se supone
pontificia, y la misma tiene ampliación civil de lo que los reyes realmente poseían
por privilegios otorgados por los Papas; además llaman a las regalías institución
meramente civil: ni su contenido procede de concesiones papales ni su origen
tampoco; los reyes dicen poseer los derechos correspondientes por su propia
condición de soberanos, y tales derechos son fijados por la misma doctrina que
creó la Teoría (P. Borges, Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, p.
85). Se refiere también al Absolutismo regio: En tiempo de los Habsburgo se
fueron consolidando las concesiones hechas a los reyes. Estos interpretaron a los
privilegios; pero en toda su actuación aparecen constantemente sus sentimientos
verdaderamente cristianos. D. Ramos Pérez, dice que “no se limitaban en lo
referente a la Provisión de dignidades, al envío al Consejo de Indias de todas las
bulas y breves pontificios para su examen y otorgamiento del placet; sino que
llegaba hasta lo más minúsculo. En este sentido vemos aparecer a los reyes
austríacos como maestros de ceremonias, regulando la manera de dar la Paz en las
misas a las autoridades, las preferencias en las procesiones, si en los festejos había
de ponerse o no sitial al obispo, y hasta la colocación de la lamparilla del
Santísimo”. Dieron así mismo disposiciones urgiendo la celebración de concilios;
otras, a los obispos Para que pusieran curas dignos. Son, como se ve disposiciones
del culto y disciplina eclesiástica. En tiempo de los Borbones se trató de ampliar
esas mismas concesiones y privilegios, pero el móvil que los impulsó es el
regalismo de la época.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
catedrales, monasterios, hospitales, palacios de gobernadores,
fuertes que defienden todo esto. Ellos crean, no mesas de cambio o
factorías, sino ciudades permanentes”11.
Ahora bien, la parte religiosa de toda esta obra era debida al
Patronato regio. En todos aquellos territorios, los reyes españoles,
por medio del Patronato regio, erigían y dotaban iglesias,
estimulaban a los misioneros, a los sacerdotes de las ciudades y a
toda la jerarquía.
B.- Diócesis y Concilios americanos
Una de las cosas que indica mejor el estado de prosperidad de los
nuevos territorios de la Nueva España en los siglos XVII y XVIII, es
la multiplicación constante de diócesis.
La jerarquía eclesiástica a fines del siglo XVIII se había
desarrollado y crecido en la siguiente forma: “México: Puebla,
Yucatán, Oaxaca, Michoacán, Chiapas, Durango (La Nueva
Vizcaya), Guadalajara, Nuevo León (1777) y Sonora (1779)”12.
Otros medios para mantener la vida eclesiástica, fueron de gran
importancia los concilios celebrados en estas tierras,
fundamentales los del siglo XVI, que pusieron las bases para el
régimen de las iglesias.
“Los Concilios en el siglo XVII, sobre todo en el siglo XVIII,
tuvieron un carácter muy diverso. Estaban al servicio de los
privilegios de la corona y del regalismo, sin atender a las
decisiones pontificias”13.
Los ministros de Carlos III, como legítimos regalistas o bien
enciclopedistas, se procuraban medidas legales para encadenar a la
Iglesia lo más fuertemente posible. También funcionaba en Nueva
España la Inquisición, que ya no tenía ni la significación ni la
eficacia de los siglos anteriores.
C.- Misiones vivas
Durante todo este tiempo se mantuvo la norma de no permitir más
que a cuatro órdenes religiosas la tarea de la evangelización: los
franciscanos, los dominicos, los agustinos y los mercedarios.
Después de muchas dificultades fueron admitidos los miembros de
la Compañía de Jesús en 1572, que integran desde aquel momento
11
Llorca S.J. - García Villioslada, Historia de la Iglesia Católica (Tomo IV),
Madrid 1951, p. 186.
12 Llorca S.J. - García Villoslada S.J., Historia de la Iglesia Católica (Tomo IV), p.
187.
13 Ibidem.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
cinco ordenes misioneras admitidas en Nueva España. Por su parte,
se insistió en no admitir a los extranjeros. Fue hasta los siglos XVII
y XVIII que se permitió la entrada de misioneros extranjeros (no
españoles). Es importante mencionar el golpe fatal que significó
para las misiones la expulsión de los Padres Jesuitas, ordenada por
Carlos III en 1767, y la extinción total de la Compañía de Jesús
efectuada en 1773.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capítulo VI
Características de la actividad misionera en la
Nueva España
L
a Orden Franciscana no acostumbró trazar una línea oficial
para todos sus miembros; en cuestiones indianas, tanto
relativas a la evangelización como a la política indigenista, los
franciscanos gozaron de libertad, desde las mismas instrucciones
que les dio en 1523 el ministro general fray Francisco de los Ángeles
Quiñones14.
Existen algunos casos que ponen de manifiesto la libertad
usada, pero limitada por los superiores de la Iglesia como de la
Corona, en razón del régimen de Patronato regio. Dichas normas
eran de carácter obligatorio para todos y estaban por encima de
cualquier particularidad.
A.- Primer contacto misional por el diálogo
Entre los primeros contactos que los misioneros franciscanos
tuvieron con indígenas de estas tierras, en orden a su
evangelización, hay uno que fue ciertamente original15. El diálogo y
el respeto, de manera especial la inserción. La vivencia cercana,
aprender su lengua y comunicar la doctrina en su propio idioma.
B.- Creación del convento franciscano de San Andrés y la
evangelización del Nuevo Reino de León
Los franciscanos de la Custodia de Zacatecas (que posteriormente
se convertiría en provincia) fray Martín de Altamirano y fray
Lorenzo González. Fundaron en 1602 en Monterrey el convento de
San Andrés mejor conocido como el de San Francisco por estar a
cargo de los frailes de esta orden. Los habitantes de la ciudad
metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey fundada por don
Diego de Montemayor en 1596, provenientes todos de la Villa del
Saltillo, quedaron bajo el auxilio espiritual del cura de la misma,
Baldo Cortés, quien atendía a los pobladores españoles y sus
familias. Saltillo pertenecía a la Nueva Vizcaya y estaban bajo la
14
15
Francisco Morales, Op. Cit. p. 103.
Idem. P. 104.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
administración eclesiástica del obispado de Guadalajara, por este
motivo se consideró al Nuevo Reino de León, como parte de este, a
pesar de que administrativamente era independiente, situación que
continuó hasta la creación del obispado de Linares en el año de
1677, habiendo durante toda ésta etapa una serie de visitas
pastorales efectuadas por los Obispos o por sus comisionados. Con
la creación de este convento se inician una serie de misiones en el
Nuevo Reino de León, norte de Coahuila, Tamaulipas y Texas que
abrirían los caminos hacia la colonización de esas regiones. Aunque
estaba estipulado que las misiones sólo deberían atender
espiritualmente a los indios, y las parroquias a los españoles esto
nunca se llevó estrictamente a cabo en ésta región, y el mencionado
convento sirvió a toda la población del Nuevo Reino de León, por
carecer de Iglesia Parroquial sirviendo también como cementerio
en donde fueron sepultados los primeros pobladores incluyendo a
don Diego de Montemayor, el gobernador y su hijo de igual
nombre, a quien llamaban "el mozo" para diferenciarlo.
A partir de esta fundación franciscana se establecieron en el
Nuevo Reino de León los siguientes conventos y misiones de la
Custodia de Zacatecas, con mención del año de su creación:
1630.- Convento de San Gregorio de Cerralvo (Nuestra
Señora de la Concepción).
1640.- Convento de San José (San Juan Bautista de
Cadereyta) (San Lorenzo).
1648.- Misión de Santa María de los Ángeles del Río Blanco
(Aramberri).
1664.- Misión de Santa Teresa del Alamillo (trasladada a
Gualeguas).
1675.- Misión de San Nicolás de Gualeguas (Agualeguas).
1667.- Misión de San Antonio de los Llanos (Hidalgo,
Tamps.).
1677.- Misión de San Cristóbal de Gualagúises
(Hualahuises).
1678.- Misión de San Pablo de Labradores (Galeana).
1716.- Misión de Guadalupe (Guadalupe).
1716.- Misión de Concepción (municipio de Montemorelos).
1716.- Misión de Purificación (Gil de Leyva, municipio de
Montemorelos).
En el Nuevo Reyno de Leon, algo trascendental fue el hecho que el
Virrey Don Fernando de Alencaster Noroña y Silva Duque de
Linares envió a don Francisco de Barbadillo y Vittoria con objeto de
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
pacificar y establecer misiones, esto es lo que hicieron Barbadillo y
los frailes franciscanos.
Además de los franciscanos de Zacatecas otros de la misma
orden pero de diferente origen entraron a la cristianización del
Nuevo Reino de León, frailes de la Custodia de Río Verde
pertenecientes a la Provincia de San Pedro y San Pablo de
Michoacán excursionaron por el sur del Nuevo Reino de León en
1607 y diez años después misioneros de la Custodia de San
Salvador de Tampico, fundaron una misión llamada San Cristóbal
de Río Blanco que tuvo una corta existencia, los franciscanos del
convento de Charcas también dependientes de Zacatecas,
continuaron la evangelización en la región mencionada. Fray
Lorenzo Cantú fundó en 1626 la misión de San José del Río Blanco
(General Zaragoza), pero no perduró y en 1648 se fundó la misión
de Santa María del Río Blanco (Aramberri).
Finalmente, debo decir en este apartado que el templo y
convento franciscano de San Andrés de Monterrey, desempeño un
papel importante como cabecera de las misiones de la región, como
vicaría y después como convento. Su fundación corre pareja con la
existencia de Monterrey y por algún tiempo fue propiamente la
parroquia de esta ciudad. Siempre hubo administración
franciscana, hubo litigio y en 1719 se falló, siguió la administración
de Monterrey en manos del clero secular, quedándole al convento
únicamente la administración de los aborígenes. Templo y
convento fueron demolidos por la prolongación de la calle
Zaragoza, en 1914, en el terreno que ocupaban está ahora el Círculo
Mercantil Mutualista y el Edificio Kalos.
Un personaje importante para la vida espiritual y religiosa
del Nuevo Reino de León lo fue el padre Waldo Cortés. El hecho
que Monterrey dependiera del curato de Saltillo, daba oportunidad
de actuar a este religioso en ambas ciudades, pero brindando
mayor atención a Monterrey16.
Desde la fundación que hizo don Diego de Montemayor, en
1596, se pensó en la forma en que llevaría a cabo el proceso de
evangelización al cual estaba obligado. La presencia franciscana,
empezó en 1602, ubicados en algún lugar de aquellos que don
Diego de Montemayor seleccionó al norte de los Ojos de Agua de
Santa Lucía para fundar la ciudad. En reuniones posteriores a la
fundación estuvieron presentes el padre del clero secular Waldo
Cortés, cura y vicario del Saltillo y fray Cristóbal de Espinosa.
16
Vito Alessio Robles, Bosquejos Históricos, México, D. F. : Ed. Polis. 1958.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Cuadro de La Fundación de Monterrey, (20 de septiembre de 1596) que
se encuentra en el Museo del Noreste, realizado por el pintor
regiomontano Crescenciano Garza Rivera en 1946.
Para el año de 1602 se menciona la fundación del convento
franciscano de San Andrés que “estaban dos religiosos de buena
vida y ejemplo llamados fray Lorenzo González y fray Martín de
Altamirano”17. Ellos fueron los primeros religiosos que buscaron
catequizar a los aborígenes.
El convento de San Andrés de Monterrey quedó dentro del
curato del Saltillo y sólo se encargaban de los aborígenes de nueva
conversión, no así de los encomendados que eran atendidos por el
clero secular. Aunque se sabe que los franciscanos tuvieron que
entrar al relevo como curas con el disimulo de estos por estar
radicando en el Saltillo de esta manera el convento fue creciendo
poco a poco.
En la Nueva España existieron varios conventos dedicados a
San Andrés, estimo que el motivo por el cual le fueron dedicados
fue porque Andrés misionó en Grecia y allá fue martirizado, atado
de pies y brazos sobre una cruz en forma de X magna, de la forma
que hoy llamamos precisamente: Cruz de San Andrés. Así entiendo
mejor como en una tierra de misión y posible martirio el convento
franciscano de Monterrey le está dedicado.
17
Archivo General del Estado de Nuevo León; Expediente Templo Franciscano de
San Andrés. 1860.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
A raíz de la inundación del año de 1611 y que la ciudad de
Monterrey hubo de reubicarse, el convento también se reubicó al
sitio donde se sabe existió hasta su demolición en 1914.
Debe haber sido de mucha dificultad para los primeros
pobladores trazar calles, mantener limitadas sus propiedades y dar
mantenimiento a los caminos carreteros, dado que los desniveles
del terreno deben de haber sido problemáticos pues el sitio ubicado
entre dos ríos, sobre todo en época de lluvias es desolador. Ellos
eran los pobladores de las haciendas o estancias que hoy llevan los
nombres de San Nicolás, San Pedro, Apodaca, Escobedo, Ciudad
Guadalupe y otras que así comenzaron su desarrollo.
A propósito de las estancias, por el año de 1638 el
procurador general del Nuevo Reino de León el capitán Blas de la
Garza, hace petición al señor gobernador y capitán general don
Martín de Zavala, “para que se señalen los límites de esta ciudad y
ver lo que le pertenece y que se vea lo que las justicias de ella se
pueden extender ya que se están fundando otras villas en sus
contornos”. Una constancia más menciona que la fundación del
convento fue en el año de 1602. La del procurador de la provincia
de Zacatecas fray Blas Correa, en un alegato que sostuvo con el
padre Martín Adad de Uria en el año de 1638, en el que se señaló la
presencia franciscana y el convento desde el inicio del siglo XVII y
que desde entonces habían estado administrando los santos
sacramentos no sólo a los aborígenes (a la cual estaban
autorizados), sino también a los españoles, amparados en la
capitulación de don Martín de Zavala “quien se comprometía a
encargar ministros franciscanos”18. La vida de los frailes en el
convento seguía creciendo en atención espiritual a los aborígenes.
La actividad era intensa. A finales del siglo XVIII, el Convento de
San Andrés de Monterrey, y el templo de San Francisco
desarrollaban una actividad normal.
Por el libro de cuentas y gastos, nos enteramos que los
frailes no cesaban de construir en el convento y en el templo
haciendo más celdas (habitaciones), cuartos con techos de buenas
vigas y tablas. Las puertas y ventanas eran de madera de mezquite,
material muy difícil de trabajar, por lo cual resulta más meritoria la
labor que realizaban los frailes misioneros que hubieron de edificar
y construir acequias y pilas, esto sucedió en 1794, mencionan tener
18 Israel, Cavazos Garza, Controversias sobre la Jurisdicción Espiritual entre
Saltillo y Monterrey, 1580–1652, Saltillo Coahuila: Colegio Coahuilense de
Investigaciones Históricas. 1978.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
encargados dos mil sillares más y treinta y dos vigas para techar
algunas habitaciones19.
Periódicamente, los frailes franciscanos recibían la visita de
inspección de los frailes del convento de Guadalupe, Zacatecas y en
el reporte anotaban el estado en que habían encontrado las
instalaciones.
El obispo de Guadalajara, don Diego Camacho y Ávila visitó
el Nuevo Reino de León en el año de 1712 y en la cual el prelado
entrevistó a los frailes del convento franciscano de San Andrés, se
levantó un documento que dice:
“En la Ciudad de Nuestra Señora de Monterrey, cabecera de
este Nuevo Reino de León, a los veinte y cuatro días del mes
de julio de mil setecientos doce años, su Señoría Ilustrísima
el señor Doctor don Diego Camacho y Ávila, Arzobispo
Obispo de Guadalajara, Nuevo Reino de Galicia, estando en
su actual y visita dijo que por cuanto ha reconocido que los
padres doctrineros, así de la doctrina de indios de esta
ciudad como los que tienen en encomienda los de
Cadereyta y Cerralvo, no han dado a su señoría ilustrísima,
ni remitidole el padrón, después de resurrección, de las
confesiones y comuniones anuales, en la misma
conformidad que le hacen los demás curas y doctrineros de
este obispado. Debía mandar y mandó su señoría
ilustrísima se notifique el padre doctrinero de esta dicha
ciudad, exhiba luego el padrón y asimismo relación al pie
de éste de los indios borrados que tiene a su cargo, lo cual
asimismo se notifique a los demás padres doctrineros de
este Nuevo Reino y al misionero que se halla en el Valle de
San Cristóbal, para venir en entero conocimiento de todas
estas almas; y para ello y lo que mira a dichos padres que
están fuera de esta ciudad, su señoría ilustrísima de
comisión a los curas seculares internos para que le hagan la
dicha notificación y reciban sus declaraciones sobre lo
referido, remitiéndoles por cordillera este año, y así lo
previó y firmó Diego Camacho y Ávila, Arzobispo de
Guadalajara (rúbrica). Ante mí, Francisco Santos de
Oliveros, Secretario y escribano de visita (rúbrica)”20.
19
Archivo Histórico Franciscano. En Zapopan, Jalisco. Expediente: Libro de
Cuentas del Convento de San Francisco 1764 – 1797.
20 Eugenio del Hoyo Cabrera. Historia del Nuevo Reino de León, 1577 – 1723.
Libros de México, S. A. México, D. F. 1979.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Fray Manuel de Silva, guardián del convento de Guadalupe,
Zacatecas visitó el convento de San Andrés de Monterrey en la
última década del siglo XVIII, y fue recibido por el fraile Cristóbal
Bellido y Fajardo en 1791.
Hubo mejoras en el convento en 1791, muy activos
estuvieron en este año los frailes franciscanos pues le hicieron
muchas mejoras al templo y al convento de acuerdo con los planos
del mismo, Sus instalaciones eran muy amplias. El frente principal
de edificio daba hacia el norte, es decir hacia la calle de San
Francisco, hoy Melchor Ocampo midiendo más o menos cien
metros, el fondo llegaba hasta el plan del Río Santa Catarina. El
convento tenía patios, fuentes, huertos y laboríos, las bardas
posteriores eran muy altas.
Durante el período colonial los frailes franciscanos fueron
los únicos misioneros en el Nuevo Reino de León; algunos
historiadores han estudiado la acción franciscana en el noreste
novohispano21.
21 Referente a este tema de la historia regional consúltese: Israel Cavazos Garza,
“La Obra Franciscana en Nuevo León”, Humanitas Anuario del Centro de Estudios
Humanísticos, Monterrey, N. L. U A N L, # 1,1960. Eugenio del Hoyo Cabrera, “La
Evangelización en el Nuevo Reino de León”, Humanitas, # 6, 1965.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
C.- Plano del convento franciscano de San Andrés y Orden
Tercera22
22 Archivo General del Estado de Nuevo León. Expediente: Templo de San
Francisco o de San Andrés de Monterrey, 1860.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
D.- Copia de la presunta explicación del plano del
convento franciscano de San Andrés y Orden Tercera23
23
Ibidem.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
E.- Templo de San Francisco
Templo de San Francisco, demolido en 1914.
Perdió Monterrey este monumento histórico y arquitectónico en las
turbulencias de la Revolución, en 1914. Estuvo en el extremo sur de
la calle de Zaragoza (antes callejón del Ojo de Agua, hasta que en
1864, le fue impuesto el nombre del héroe de Puebla). Concluía éste
exactamente en la puerta mayor de la iglesia.
Hubo un templo anterior a éste. Bajo la advocación de San
Andrés, existió en la ciudad primitiva, al norte del ojo de agua,
construido en 1602.
La inundación de 1611, arrasó la ciudad antigua. Resolvió
entonces el justicia mayor Diego de Rodríguez, pasar la ciudad “a la
parte sur, por ser más alta que la del norte”, y así lo hizo.
Monterrey carecía entonces de parroquia, y San Francisco
hizo, por muchos años, de tal, es muy importante la labor del
convento en la evangelización de los nativos que seguramente
siempre fueron pocos. Aún así, en 1712, por ejemplo, se les seguía
llamando: “…la parroquia de los indios borrados…de esta ciudad”24.
24
Archivo Histórico del Arzobispado de Monterrey, libro de bautizos, vol. III.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Cuando entró el gobernador don Martín de Zavala, en 1626,
el cabildo de Monterrey le expuso, entre otras cosas, que el
convento tenía “el Santísimo Sacramento, pila de bautismo con su
bautisterio, muy grande cementerio de aborígenes, torre fuerte en
la dicha iglesia y muy buenas campanas”25.
Construida la parroquia (ahora Catedral) en 1626, San
Francisco continúo como parroquia de aborígenes. Hacia 1709, se
incendió. Fue necesario levantarla de nuevo, con mayor solidez.
Hacia 1726 la obra estaba casi concluida. Una década después, el
interior lució un hermoso retablo dorado, bellas imágenes y buenos
lienzos “de pintura fina”. Tenía anexa, además, la capilla de la
Orden tercera.
Otra vez quedó arruinado el templo en la inundación de
1751, pero en agosto del año siguiente, el gobernador don Vicente
Bueno de la Borbolla se dio a la tarea de reconstruirlo, dándole más
capacidad de la que tenía antes de su ruina.
La fachada remataba en tres nichos “de piedra de cantera”.
A la izquierda, San Francisco, a la derecha, Santo Domingo, y al
centro San Andrés.
No obstante su cercanía al río Santa Catarina, la iglesia
resistió los embates de la tremenda inundación de 1909. No logró,
sin embargo, resistir la tormenta de la Revolución. El gobernador
Antonio I. Villarreal ordenó su total demolición, incluyendo las
imágenes y los confesionarios.
No sólo el pueblo reprobó esta actitud. El gobernador José
Nicéforo Zambrano Cavazos en su informe de 1918, expresó que
Villarreal “había sin mira alguna de utilidad pública y por mero
apasionamiento de ideas liberales, llevado a cabo la demolición...,
sirviéndole como pretexto prolongar aquella calle; Mejora que no
ha reportado algún beneficio público a la comunidad”.
De aquel monumento, simbolizado heráldicamente en uno
de los cuarteles del escudo de Nuevo León, sólo quedan en el
Museo Regional de Nuevo León (El Obispado26), la pila bautismal,
una viga fechada en 1752 la escultura de Santo Domingo y la
espléndida puerta. Nos quedan también, buenas fotografías
captadas por don Jesús Sandoval, en la última década del siglo XIX,
25
Acta de cabildo del 2 de agosto de 1626. Archivo Histórico de Monterrey.
El edificio del Museo Regional de Nuevo León, es ubicado por los
regiomontanos con el nombre de El Obispado, considero oportuno subrayar que el
nombre con que fue bautizado en 1787 por su constructor, el segundo Obispo del
Nuevo Reyno de León (1782-1790), Fray Rafael José Verger y Suau (1722-1790).
Es el de Palacio de Nuestra Señora de Guadalupe, por lo que creo que así
deberíamos denominarlo.
26
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
una de las cuales es reproducida en una magnífica acuarela
realizada por el artista Antonio López Oliver, en 1980, la cual
aparece en este libro.
F.- El Obispado
Debido a lo extenso del territorio de la Nueva España, en 1776 se
creó la Comandancia General de las Provincias Internas con el fin
de resguardar militarmente el área norte del Virreinato. En 1777 el
Papa Pio VI y a petición del Rey Carlos III, autorizó la fundación
del obispado de Linares en el Nuevo Reino de León en la Bula
Relata Sempers. La cabecera de la diócesis se fijo en la ciudad
metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey, siendo el
franciscano Fray Antonio de Jesús Sacedón su primer obispo.
En el cerro del Obispado fue construido el Palacio de
Nuestra Señora de Guadalupe. La loma fue conocida en la época
colonial con el nombre de Chepe Vera, porque, hacia 1730, José
Vera tenía sus labores por ese rumbo.
Loma de Chepevera donde el Obispo Verger construyó el Palacio de
Nuestra Señora de Guadalupe en 1787, concluido el año siguiente.
Acuarela de autor anónimo.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Palacio de Nuestra Señora de Guadalupe, construido en 1787, por el
Obispo Verger. Escenario de episodios heroicos en las contiendas
nacionales desde 1846 hasta la Revolución, por lo que quedo hecho una
ruina, fue restaurado y recobro su antigua presencia. Es desde el 20 de
septiembre de 1956 sede del Museo Regional de Nuevo León.
Cuando entró a Monterrey su segundo obispo, el Ilustrísimo
franciscano Fray Rafael José Verger y Suau le agradó tanto el sitio
que hasta llegó a pensar en la conveniencia de que la ciudad fuese
trasladada a la falda de la loma, por ser allí más benignos los
rigores del clima.
El Ayuntamiento de Monterrey le hizo donación de los
terrenos, de la loma en cuya cima construyó el Palacio de Nuestra
Señora de Guadalupe, como residencia episcopal, hacia 1787 estaba
concluida la obra, fue ahí donde el ilustre prelado, que tantos
beneficios hizo a la ciudad falleció tres años más tarde. Los obispos
que le sucedieron en el gobierno de la diócesis no residieron en el
bello edificio, indudablemente, por su lejanía, y por mucho tiempo,
desde los primeros años del siglo XIX comenzó a ser destinado a
usos militares.
Situado a la entrada de la que entonces era el único acceso
al interior del país, el punto era estratégico, por lo mismo sufrió
siempre los embates de todas las contiendas nacionales, desde la
Invasión Norteamericana, 1846, hasta la Revolución en 1914.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
La metralla deterioró los muros de la torre, el tambor de la
cúpula y también la fachada, y la explosión de un polvorín acabó
por derrumbar la mayor parte de los muros hasta quedar hechos
una ruina.
Surgieron entonces ingenuas y bellas leyendas de
misteriosos pasadizos subterráneos a la Catedral y hacia otros
rumbos de la ciudad existentes sólo en la imaginación popular. Al
cerrar el siglo XIX la población regiomontana escasamente llegaba
a ochenta mil habitantes.
Cruzando la vieja hacienda de San Jerónimo y trasponiendo
la loma de Chepevera, llamada después del Obispado, se entraba
inmediatamente a la calle real o de la Purísima, conocida ya en el
siglo XIX como calle de Hidalgo.
En el extremo poniente de la calle real, en Monterrey,
existió hasta no hace muchos años una casona de gruesos muros de
sillar, de tiempos de la colonia. Este sólido edificio, tenía la función
de servir de atalaya a efecto de avisar a los vecinos en caso de
peligro. Por eso, el alto y macizo torreón que lo remataba, fue
conocido como: el mirador.
A poco más de 100 años de los episodios del cuarenta y seis,
el edificio fue hábilmente restaurado. La más valiosa reliquia
arquitectónica de Monterrey recobró su antigua presencia, y es, en
nuestros días, la sede del Museo Regional de Nuevo León,
inaugurado el 20 de Septiembre de 1956.
G.- Calles, plaza, ayuntamiento y catedral
Todas las ciudades novohispanas siguieron un mismo plan urbano;
las calles se diseñaban en un patrón rectangular desarrollado
alrededor de la Plaza Mayor, frente a la cual están la Iglesia
Principal y el Ayuntamiento. La Catedral de Monterrey, fue
originalmente el templo parroquial, erigida canónicamente en
1624.
Estas palabras Calles, Plaza, Ayuntamiento, Catedral, nos
dan el tema del presente inciso.
La Plaza Zaragoza, ahora incorporada a la Gran Plaza, era la
más antigua de Monterrey. Algunas veces fue llamada Plaza Mayor,
aunque en realidad no había para que dar ese nombre, puesto que
no existía otra plaza menor. Se le llamó también Plaza Pública, o
Plaza Principal, pero la denominación más generalizada, fue la de
Plaza de Armas. El nombre de Zaragoza le fue impuesto en 1864,
dos años después de la victoria de Puebla.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
El nombre de Plaza de Armas, aplicado en igual forma que
en la mayoría de las ciudades mexicanas, tenía una razón de ser.
Era allí donde se reunían los vecinos, cuando eran convocados para
acudir a la defensa común; y era allí también donde dos veces al
año, el 25 de Julio, fiesta del apóstol Santiago, y el 25 de Noviembre
festividad de Santa Catarina, patrones del ejército español, se hacía
revista de armas. Cada uno había de presentar las que tenía:
arcabuces, espadas, adargas, etcétera.
Durante siglos fue sólo una explanada sin aderezo alguno.
La cruzaban veredas en todas direcciones y no era extraño que,
además de los transeúntes, cruzaran los asnos, las recuas, etcétera y
no se diga los perros, los cerdos u otros animales domésticos.
Palacio Municipal (hoy Museo Metropolitano de Monterrey), Plaza y calle
Zaragoza esq. Corregidora por donde transitaban los tranvías de mulitas y
al fondo la casa de don Pedro Maíz. 1900. Fototeca Centro de las Artes,
Fondo AGENL 1227 Atribuida a Winfield Scott.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Inicio del Siglo XX. Palacio Municipal de Monterrey. Calle Zaragoza esq.
Corregidora y al fondo el Templo de San Francisco demolido en 1914.
Alma y centro de la vida de la ciudad, ha servido en innumerables
ocasiones de escenario a reuniones cívicas y religiosas; a motines
populares, a protestas airadas contra la autoridad o a adhesiones a
éstas; a juras de reyes o a publicaciones de bandas solemnes; a
lectura de constituciones y a recibimientos de obispos, gobernantes
y candidatos; a duelos de espadachines o a patíbulo de ahorcados o
de fusilamientos.
Techadas las casas adyacentes con el toldo o vela de lona, en
la primera mitad del siglo XIX, pasó la procesión del Jueves de
Corpus o la de los penitentes de Semana Santa. Desde el siglo XVII,
se improvisó allí muchas veces el redondel para las corridas de
toros, en los “regocijos populares”, y fueron celebrados en ella las
ferias anuales de la ciudad, de gran renombre en la región noreste
del país.
Durante casi toda la época colonial, el gobierno del Nuevo
Reyno de León, tuvo su sede en lo que se llamaron casas reales
(Palacio Municipal Antiguo), hoy Museo Metropolitano de
Monterrey en donde se muestra parte de la historia de la ciudad,
además que le da cabida al Archivo Histórico de la misma. Este
edificio desde 1974 es considerado monumento histórico nacional
por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
En 1815 el gobernador Joaquín de Arredondo dedico a
Palacio de Gobierno el edificio que fuera capilla y colegio de los
padres jesuitas, en la esquina noroeste de las calles de Morelos y
Escobedo. Pasaron décadas y décadas, hasta que el 8 de agosto de
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
1895 el gobernador Bernardo Reyes inició la construcción del
Palacio de Gobierno actual, en la media manzana norte en la plaza
5 de Mayo -llamada antes de La Concordia- concluido en
septiembre de 1908. Cobró la plaza nueva fisonomía cuando, en
1853, en ocasión de haber sido inaugurado el Palacio Municipal, se
le doto de “treinta y dos sofás de cantería y mezcla, dobles,
perfectamente labrados”, y estrenó el 28 de Agosto de ese año
“igual número de faroles de un tamaño regular, colocados
simétricamente en pies derechos, de fierro, pintados de verde” –
dice el periódico oficial- y lució con mayor belleza cuando, en 1864
inauguró el gobernador Santiago Vidaurri la fuente de mármol
esculpida por Mateo Matei, que ahora está en la Plaza de la
Purísima. De esos años datan las tradicionales serenatas y las
audiciones musicales. El moderno Palacio Municipal de Monterrey,
obra de los arquitectos Albuerne, Flores, Hadjópulos y Villarreal,
ubicado en el extremo sur de la Gran Plaza, inaugurado el 9 de
junio de 1976.
Al oriente del ahora Museo del Palacio de Gobierno,
catalogado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia
(INAH) como monumento nacional y patrimonio cultural, están los
museos de Historia Mexicana y el del Noreste (MUNE) cuyos
modernos edificios están unidos por un túnel elevado panorámico
(con paredes de cristal). Ubicados frente a una bella fuente y un
lago artificial en donde se inicia el río Santa Lucia a través de los
barrios Antiguo y Tenerías, el área de Peñoles, hasta internarse en
el Parque Fundidora donde concluye en un crisol que vierte agua
reciclada, muy cerca del Museo del Acero, que funcionará como
Alto Horno 3 por 18 años, hasta que fue apagado el 9 de mayo de
1986 a las 15:00 horas por los ingenieros Antonio Sánchez, Jaime
Carretero Puga, José Santos Lara y el licenciado Carlos Tamez
Cuellar.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Catedral de Monterrey, Plaza Zaragoza y calle Sor Juana Inés de la Cruz
que abarcaba solo una cuadra de Zaragoza a Zuazua. Año 1900.
La Junta de Mejoras Materiales, presidida por el Dr. José María
Raymundo Eleuterio González Mendoza (Gonzalitos), compró en
Nueva York los faroles de arbotantes, en 1886, y en el año 94 fue
instalado el kiosco con las Cuatro Estaciones y finalmente en 1962,
justificó su nombre de Zaragoza con la estatua ecuestre del héroe,
obra del escultor Ignacio Asúnzolo. Ampliada la plaza hasta el río
en la década de 1960, desapareció la calle de Sor Juana Inés de la
Cruz, que comprendía solo una cuadra, entre las calles Ignacio
Zaragoza y Juan Zuazua, por esta calle está la Catedral la cual es un
edificio muy importante de la ciudad. Fue originalmente el Templo
Parroquial. La parroquia fue erigida canónicamente en 1624. El
edificio en ese tiempo era paupérrimo. Fue hasta 1662 cuando
empezó su reconstrucción, pero, al empezar el siglo XVIII, un
incendio lo arrasó en su totalidad. Hacia 1709 comenzó a ser
levantada de nuevo, en la forma que ahora existe. La obra fue muy
lenta, dada la pobreza del medio. Finalizaba el siglo cuando fue
cerrada la última bóveda.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Plaza de Armas, 1855. Óleo de Eligio Fernández.
Al ser creado el obispado en 1777, empezaron a llegar los primeros
obispos. Pero Monterrey no tenía Catedral. Se hizo necesario,
entonces, adaptar la parroquia para que sirviera como tal. Fue por
ello que se abrieron los arcos en los muros norte y sur a fin de
construir las naves laterales. El Cabildo Eclesiástico, instalado en
1791 encontró esta obra terminada.
Templo de la Purísima, construido a mediados del s. XVIII. En la década
de 1940, desapareció este bello templo, para dar lugar a la Basílica actual
construida y consagrada por el Arzobispo Don Guillermo Tristcher y
Córdova el 14 de febrero de 1946.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
La Inmaculada Concepción, bajo cuya advocación esta la Catedral,
preside el nicho del Altar Mayor. Tuvo la parroquia un hermoso
altar barroco, traído de la ciudad de México en 1793. Sus columnas
salomónicas enmarcaban las doce hornacinas con igual número de
imágenes. En algunas fotografías de finales del siglo XIX se ve este
bello altar, lamentablemente destruido en esa época. Fue en esos
años cuando el Arzobispo Don Jacinto López y Romo hizo construir
la torre. En la década de 1940 el notable pintor Ángel Zárraga
realizó los espléndidos murales del presbiterio.
En 1967 fue
construida la cripta en la cual reposan los restos de los prelados que
han gobernado la diócesis. Exactamente en su extremo noreste y
con acceso principal por el atrio esta el Sagrario. También accesible
por el bautisterio lado norte del altar mayor, enseguida de este,
hacia el sur la sacristía y luego la sala capitular con su galería al
óleo de obispos y arzobispos. En la esquina sureste esta la cocina, el
comedor y la biblioteca y en el lugar opuesto las oficinas y la notaria
parroquial, estratégicamente accesibles por el atrio y por el interior.
En la parte sur de la manzana, Zuazua esquina Jardón, con
jardín al frente se ubica el edificio de dos pisos anexo a Catedral, el
cual es la sede de las oficinas de la Curia Arzobispal Arquidiócesis
de Monterrey, con su funcional y bello Auditorio Juan Pablo II. En
el centro del jardín esta la estatua del Sacerdote Raymundo Jardón
Herrera, en su base hay una placa de bronce que a la letra dice:
Sacerdote Raymundo Jardón Herrera.
Nació en Tenancingo, Estado de México
21 de Enero de 1887
Murió en esta ciudad el 6 de Enero de 1934.
Fue incansable trabajador del reino de Jesucristo;
promovió la devoción a la Santísima Virgen María
formó en las virtudes cívicas y cristianas
a los niños y jóvenes;
fue un padre bondadoso de los necesitados
los amigos del padre Jardón
dedican a la posteridad esta imagen,
Homenaje de gratitud al bienhechor de feliz memoria.
Ciudad de Nuestra Señora de Monterrey N. L., México.
A 31 de Julio de 1985.
En el mismo lugar estuvo hasta Julio de 1985 la estatua de Fray
Antonio Margil de Jesús, misma que en esa fecha se reubicó en el
templo de La Purísima, a unos metros al sur de la torre de piedra
laja, en la placa de bronce que está en su base dice lo siguiente:
58
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
A
Fray Antonio
Margil de Jesús,
en reconocimiento a sus méritos,
se erige este monumento
donado por el Sen. y Lic.
Ángel Santos Cervantes,
siendo gobernador del Estado el
Lic. Raúl Rangel Frías, y el
Presidente Municipal el
Lic. Leopoldo González Sáenz.
Monterrey, N. L., 15 de Agosto de 1961.
Plaza Zaragoza, 1867. Óleo de Eligio Fernández.
Es la Catedral el más notable de los monumentos eclesiásticos de
Monterrey. Otro monumento notable es el templo de Nuestra
Señora del Roble. El obispo Rafael José Verger y Suau inició la
construcción de la capilla en 1785, en el lugar de la Basílica actual,
una centuria después, el noveno Obispo de Linares Don Ignacio
Montes de Oca y Obregón consagró el templo. El Roble ha
constituido un centro espiritual de profundo arraigo en la vida
regiomontana.
59
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Basílica de Nuestra Señora del Roble. Fray Rafael José Verger y Suau
inició en 1785 la construcción de la capilla.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
H.- Urbanización del Monterrey colonial y del siglo XIX
En el Monterrey colonial únicamente tenían categoría de calle las
que corrían de poniente a oriente.
El Centro Histórico del plano de Monterrey. Anónimo, año 1791. Museo
Regional de Nuevo León. Apreciamos a mano izquierda al oriente de la
Plaza de Armas, (brújula), se ve la antigua Iglesia Parroquial, (hoy
Catedral), al surponiente exactamente donde concluye el callejón del ojo
de agua (hoy Zaragoza), la iglesia y el convento Franciscanos, al
norponiente de la Plaza de Armas, las Casas Reales (Antiguo Palacio
Municipal), hoy Museo Metropolitano de Monterrey. Ver el plano
completo al final del libro.
Las trazadas de norte a sur eran consideradas como callejones. Así
se observa en todos los contratos, escrituras y demás documentos
de la época.
En la época colonial las calles y los callejones (salvo
excepciones) no tuvieron nombre, y sólo se les designaba por el de
la familia más conocida allí residente. De modo que eran comunes
los nombres de: calle de San Francisco, calle del Colegio de Niñas,
calle de los Pruneda, etcétera.
A mediados del siglo XVIII fue necesario bautizar las calles
y callejones con nombres permanentes. Era frecuente que una calle
61
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
o callejón recibiera diversos nombres cada tres cuadras más o
menos. Eran nombres peculiares: Callejón de Las Flores (Serafín
Peña); callejón de los Arquitos Amarillos (Garibaldi); calle del
Roble (Juárez); callejón de San Caralampio (Guerrero); calle de la
Compañía (Escobedo). Los ojos de Santa Lucía desbordaban su
caudal en el canalón, callejón del Ojo de agua, aquí existió el Puente
de Juárez (Ignacio Zaragoza); Callejón del Puente Nuevo (Juan
Zuazua); callejón de la Orchata, llamado después de Santa Rita
(Doctor Coss); Puente de Lerdo, callejón de la Presa Grande (Diego
de Montemayor); Puente de la Purísima, con estatua de la
Inmaculada en la parte oriental del puente. Callejón del Sol
(Francisco Javier Mina). La actual calle Fray Servando Teresa de
Mier Noriega y Guerra – Padre Mier – tuvo a fines del siglo XVIII,
diversos nombres, algunas cuadras de la parte central recibían, el
nombre de calle de los Pruneda, en otro sector tenía el nombre de
calle de la Sierpe. Otra de las calles más antiguas de Monterrey es la
de Morelos. Comenzando al oriente, en el río, termina en la
plazuela de San Antonio (Degollado), donde se une con la calle Real
o de la Purísima (Hidalgo) a Morelos se le conoció por muchos años
como calle del Comercio, hoy día su tramo de Garibaldi a Zaragoza
ha sido convertido en zona peatonal, con el nombre de Plaza
Comercial Morelos. La actual Abasolo se llamaba en la época
colonial calle del Colegio de Niñas y la actual Ocampo, San
Francisco.
I.- Creación de la parroquia de Monterrey
El 24 de Agosto de 1626, llegó a Monterrey don Martín de Zavala,
con el título de nuevo gobernador del Nuevo Reino de León y a
fines de 1626 se fundó la primer parroquia secular de esta zona,
perteneciente eclesiásticamente al obispado de Guadalajara, siendo
su primer cura don Martín Abad de Uría. El sitio para construir la
parroquia había sido elegido desde que se trasladó la ciudad al sur
del ojo de agua grande y es el mismo que ocupa la actual catedral.
Su función fue el atender a los pobladores españoles de la ciudad y
de todo el Reino.
Durante todo el siglo XVII la iglesia parroquial de Monterrey fue la
única atendida por curas seculares en todo el Nuevo Reino de León.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
J.- Fundación de la iglesia de San Francisco Javier en
Monterrey
El capitán Nicolás Torres Prieto fue justicia mayor y capitán a
guerra de la Villa de Cadereyta, visitador general de las haciendas
de los encomenderos, en representación de don Martín de Zavala
los años de 1661 a 1685 y capitán del presidio de esa misma Villa en
1667. Estuvo casado con María de Ayala siendo uno de sus hijos
don Jerónimo el que fue ordenado diácono en Zapopan el primero
de Febrero de 1694.
Don Jerónimo Torres Prieto llegó a Monterrey, 1701, con el
nombramiento de teniente de cura para ayudar a don José
Guajardo, solicitando el 13 de marzo de 1702 al gobernador don
Juan Francisco de Vizcaya y Mendoza una manzana donde
construir una iglesia a San Francisco Javier misma que fue
concedida, el templo construido y atendido por padres jesuitas, así
mismo el colegio anexo al templo, en la esquina noroeste de las
actuales calles de Morelos y Escobedo, esta última denominada en
aquel tiempo Calle de la Compañía de Jesús. En el mes de
Septiembre de 1710, Torres Prieto reportó que la iglesia ya contaba
con techo de teja y era la única en Monterrey e informa al Cabildo
el motivo por el cual se utiliza como Parroquia: “Por haberse
quemado la iglesia de San Francisco de Asís, y quedando tan
solamente la iglesia del Señor San Francisco Javier, y no haber otra
en todo este lugar, y temiendo en éste, la misma que padeció la otra
por tener techo de zacate, y si esta se quema, lo cual Dios no quiera,
se queda todo el reino sin iglesia”.
Monterrey Siglo XIX, calle Real o de La Purísima (hoy Hidalgo).
Óleo de Efrén Ordóñez.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
K.- Semblanza de obispos y arzobispos
Ellos han guiado el catolicismo en Nuevo León a través de su
historia. Inmersos en épocas diversas, cada una con sus
problemáticas y desafíos, los obispos y arzobispos le han heredado
a la iglesia su sello particular.
Fray Antonio de Jesús Sacedón (1729-1779)
Primer obispo de Linares en el Nuevo Reino de León (1779).
Nació el 22 de marzo de 1729, en la Villa de Sacedón, en Alcarría,
España.
Cuando llegaron al consejo de Indias las propuestas para el
nuevo Obispado del Nuevo Reino de León, lo eligió el Rey Carlos
III, y el Papa Pío VI lo designó para la nueva mitra.
Fue consagrado el 16 de Abril de 1779 por el Arzobispo de
México, Alonso Núñez de Haro y Peralta. Llegó en diciembre a
Monterrey. Pero no alcanzó a llegar a la sede episcopal de San
Felipe de Linares ya que enfermó y murió el 27 de diciembre de
1779, en el convento franciscano de San Andrés.
Fray Rafael José Verger y Suau (1722-1790)
Segundo Obispo (1783-1790).Nació en Santagñi, Mallorca, España,
en el año de 1722. Ingresó a la orden franciscana en 1736 en Palma
de Mallorca. Trasladado a la Nueva España llegaría a ser guardián
del Colegio franciscano de San Fernando en la ciudad de México.
A la muerte de Sacedón fue designado segundo Obispo de
Linares. Llega a Monterrey el 18 de diciembre de 1783, unos meses
después de su consagración, y pasó a Linares. Dos años después
solicitó que se cambiara la sede episcopal a Monterrey.
Primer urbanista de Monterrey, promovió que se llevara el
agua de Santa Catarina a la capital del Nuevo Reino de León.
Falleció el 5 de julio de 1790 en el Palacio de Nuestra Señora de
Guadalupe, sobre la loma de Chepe Vera, hoy edificio sede del
Museo Regional de Nuevo León sobre el cerro del Obispado.
Fray Andrés Ambrosio de Llanos y Valdez
Tercer Obispo (1792-1799). Nació el 7 de diciembre de 1748 en
Rueda, España. Recibió la consagración el 3 de Junio de 1792.
Llegó seis meses después, ya concedido el permiso de que
Monterrey fuera la sede episcopal definitiva e inmediatamente
gestionó la fundación del Seminario de Monterrey, que abrió sus
puertas el 2 de febrero de 1793. Al igual que su antecesor, promovió
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
el crecimiento cultural y comercial de Monterrey. Murió de
paludismo, el 19 de diciembre de 1799, en Santillana (hoy Abasolo).
Primo Feliciano Marín de Porras
Cuarto Obispo (1802-1815). Nació en Tamarón, España el 9 de
junio de 1755. Recibió el nombramiento el 20 de julio de 1801,
siendo capellán de honor del Rey Carlos IV. Se embarcó a la Nueva
España y fue consagrado un año después en la capital michoacana.
Durante su episcopado se distinguió por atender a los feligreses
pobres y azotados por las epidemias. Falleció en Linares el 12 de
diciembre de 1815.
José Ignacio de Arancibia Hormaegui
Quinto Obispo (1818-1821). Nació el 17 de marzo de 1767 en
Lequeitio. Fue consagrado en la Catedral de Puebla, el 11 de enero
de 1818, y pasó a Monterrey. Su periodo muy breve ya que falleció
el 2 de mayo de 1824. Pasó a la historia como el último Obispo
presentado por el Rey de España ya que a los pocos meses de su
muerte, México se independizó. Falleció en Monterrey el 2 de mayo
de 1821.
Fray José María de Jesús Belaunzarán y Ureña
Sexto Obispo (1831-1838). Nació el 31 de enero de 1772 en México.
Al igual que otras Diócesis Linares permaneció acéfala. Luego de
una década arribó José María de Jesús Belanzarán y Ureña, quien
fue consagrado Obispo de Linares el 17 de junio de 1831.
El 4 de junio de 1833 consagró la Catedral la cual dedicó a la
Inmaculada Concepción de María. Seguramente participó en la
culminación de la capilla Dulces Nombres (Jesús, María y José),
sufrió persecución religiosa, salió desterrado de su sede, luego
renunció y su petición fue admitida en 1838. Falleció casi 20 años
después en la ciudad de México, el 11 de septiembre de 1857.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capilla Dulces Nombres (Jesús, María y José). Es una obra única por su
estilo que mezcla el barroco y la sobriedad de la arquitectura norestense.
El sillar y la madera son sus materiales de construcción iniciada en 1836
por disposición testamentaria del regiomontano Don José Antonio de la
Garza Saldivar. Litografía de Saskia Eloísa Juárez Green.
Salvador Apodaca y Loreto
Séptimo Obispo (1843-1844). Nació el 25 de diciembre de 1769 en
Guadalajara. Era Canónigo Lectoral en la catedral de Guadalajara.
Fue consagrado en su tierra el 24 de septiembre de 1843. Llegó en
enero del año siguiente para estar sólo cinco meses en el Obispado
ya que falleció el 15 de julio de 1844, en Monterrey.
Francisco de Paula Verea González
Octavo Obispo (1853-1879). Nació el 13 de diciembre de 1813 en
Guadalajara. Llegó en diciembre de 1853 y permaneció con la
encomienda hasta septiembre de 1879, cuando fue promovido al
obispado de Puebla, lo que se traduce en 26 años de labor pastoral.
Inicio la reedificación del Roble. Abrió escuelas parroquiales y
Colegios de niñas en el antiguo Hospital de Nuestra Señora del
Rosario. Falleció en Tlaxcala el 4 de mayo de 1884.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
José Ignacio Montes de Oca y Obregón
Noveno Obispo (1879-1886). Nació en Guadalajara el 26 de junio
de 1840. Fue capellán del emperador Maximiliano. Se le consagró
el 19 de septiembre de 1879, y durante su breve vida episcopal en
Monterrey se dedicó a elevar el nivel académico del Seminario de
Monterrey. Por problemas de salud se le traslado en 1884 a la
Diócesis de San Luis Potosí, donde murió 2 años después.
Jacinto López y Romo
Décimo Obispo y Primer Arzobispo de Linares (1886-1899).
Nació el 10 de septiembre de 1831 en Guadalajara. Llegó a su sede
en noviembre de 1886 tres meses después de su consagración. Aquí
construyó el Sagrario de la Catedral y la torre. Continuó la
construcción del Roble y la del Sagrado Corazón de Jesús. El 23 de
junio de 1891 con la elevación del Arzobispado, de la sede de
Linares, el Papa León XIII lo designó primer Arzobispo. En 1899 se
traslado como Arzobispo a su natal Guadalajara en donde falleció
un año después.
Santiago de los Santos Garza Zambrano
Segundo Arzobispo de Linares (1900-1907). Nació el primero de
noviembre de 1837. En 1900 el Papa León XIII lo convirtió en el
primer arzobispo originario de Monterrey. El único hasta la fecha.
Se distinguió por guiar al clero con sentido paternal y cuidó de la
formación de los seminaristas. Edificó con recursos de su cartera, el
templo de los Dolores. Murió el 25 de febrero de 1907 en
Monterrey.
Leopoldo Ruiz y Flores
Tercer Arzobispo de Linares (1907-1911). Nació el 13 de noviembre
de 1865 en Amealco.
Promovido a la Arquidiócesis de Linares el 14 de septiembre
de 1907. Bajo su idea y protección se fundaron el Colegio de las
Damas del Sagrado Corazón de Jesús y el de los Hermanos de las
Escuelas Cristinas de la Salle.
Ante la inundación de 1909, atendió a los damnificados en
el Arzobispado. Se le trasladó al Arzobispado de Morelia en
septiembre de 1911, luego de sufrir persecución durante el inicio de
la Revolución. Murió el 12 de diciembre de 1941, en Morelia,
Michoacán.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Francisco Plancarte y Navarrete
Cuarto Arzobispo de Linares (1912-1920). Nació el 21 de Octubre de
1856 en Zamora, Michoacán.
Procedente de la Diócesis de Cuernavaca, llegó al
Arzobispado de Linares el 5 de mayo de 1912, luego de haber
figurado como Obispo de Campeche y Cuernavaca.
Aún con problemas de salud y los conflictos de régimen
carrancista, por lo que se vio obligado a dejar la ciudad en varias
ocasiones, desarrolló una importante labor pastoral, al crear nuevas
parroquias y promover la formación de sacerdotes en la
Universidad Gregoriana. Falleció el 2 de junio de 1920 en
Monterrey.
José Juan de Jesús Herrera y Piña
Quinto Arzobispo de Linares – Monterrey (1921-1927). Nació el 26
de diciembre de 1865, en Villa de Valles, Estado de México.
En 1921 lo nombraron Arzobispo de Linares, consiguió, el 9
de junio de 1922, el cambio de plaza del Arzobispado de Linares, a
Monterrey. Fundó la comunidad religiosa de las Catequistas de los
pobres y vivió la persecución religiosa con actitud estoica. Falleció
el 16 de junio de 1927, en Monterrey.
José Guadalupe Ortiz y López
Sexto Arzobispo de Monterrey (1930-1940). Nació el 12 de
diciembre de 1867 en Momay, Zacatecas. Luego de fungir como
Obispo auxiliar del Arzobispo Herrera y Piña desde 1926 y, a la
muerte de éste, asumió la responsabilidad en 1930. Impulsó las
escuelas católicas y la fundación de la Acción Católica. Promovió la
labor misionera y los retiros espirituales. Renunció a su sede en
1940 y murió en Guadalajara, el 8 de diciembre de 1851.
Guillermo Tristehler y Córdova
Séptimo Arzobispo de Monterrey (1941-1952). Nació el 6 de julio de
1878 en San Andrés, Chachicomula, Puebla, el 25 de febrero de
1941 se anunció su designación como Arzobispo de Monterrey.
Logró un episcopado pacífico y pacificador. Cuidó con especial
interés el Seminario e impulsó el envío de alumnos a la Universidad
Gregoriana de Roma.
Apoyó la construcción del atrevido Templo de la Purísima,
al que consagró en 1946, y promovió los frescos de Ángel Zárraga
en el presbiterio de Catedral. Falleció en Monterrey el 29 de julio de
1952 y, por sus virtudes está en proceso de beatificación.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Alfonso Espino y Silva
Octavo Arzobispo de Monterrey (1952-1974). Nació el 13 de julio de
1904 en Puebla, Puebla. Llegó el 22 de agosto de 1951, como Obispo
Auxiliar, y como tal estaba sensible a las necesidades pastorales de
la región. Erigió 31 nuevas sedes parroquiales urbanas y 6 foráneas,
cuando a su llegada sólo existían 6 parroquias.
Construyó un nuevo edificio para el Seminario de
Monterrey, en los límites con San Pedro, y obtuvo la coronación
pontificia de la Virgen del Roble, patrona de la Arquidiócesis.
Además promovió la Diócesis de Linares. Falleció el 31 de mayo de
1976 en la casa sacerdotal que construyó para su clero.
José de Jesús Tirado y Pedraza
Noveno Arzobispo de Monterrey (1977-1983). Nació el 31 de marzo
de 1908 en Santana Maya, Michoacán. Desde el 8 de mayo de 1973
fungió como Vicario General de Alfonso Espino y Silva, a quien
cuidó hasta su muerte. El Papa Paulo VI lo convirtió en Arzobispo a
finales de ese año.
Recibió en su primera visita a Monterrey al Papa Juan Paulo
II el 31 de enero de 1979. Construyó el nuevo Santuario de
Guadalupe y alcanzó para ese templo el título de Basílica Menor el
10 de mayo de 1983. Por motivos de salud renunció en 1983.
Falleció el 7 de julio de 1993 en Monterrey.
Adolfo Antonio Suárez Rivera
Décimo Arzobispo de Monterrey (1984-2003). Nació el 9 de junio
de 1927, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
Siendo Obispo de la Diócesis de Tlalnepantla, fue
promovido a la Arquidiócesis de Monterrey, llegó el 12 de enero de
1984. Fungió como presidente de la Conferencia de Episcopado
Mexicano de 1988 a 1994. Con él al frente, el 20 de septiembre de
1992, se restablecen las relaciones diplomáticas entre México y la
Santa Sede, rotas desde 1856 por las Leyes de Reforma. El 12 de
octubre de ese mismo año, dentro del Consejo Episcopal
Latinoamericano, participa en la celebración de los 500 años de
Evangelización en América, en Santo Domingo. El 30 de octubre de
1994 se inscribe en la historia como el primer Cardenal de
Monterrey luego de que, por decisión del Vaticano, Monterrey se
convierte en la tercera sede cardenalicia en México, después de la
ciudad de México y Guadalajara. Entre otras obras ha impulsado el
Primer Senado de la Arquidiócesis y promovido la creación de la
Diócesis de Piedras Negras construyó un nuevo campus para el
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Seminario Mayor en Ciudad Juárez, Nuevo León, el cual fue
inaugurado y bendecido el 13 de agosto de 1995.
A sus 76 años de vida fecunda y creadora, con intensa labor
eclesiástica, tras haber perdido la visión de un ojo y disminuida la
del otro, presenta su renuncia, la cual es aceptada en enero del
2003 por su santidad Juan Pablo II.
El Eminentísimo Señor Cardenal Adolfo Antonio Suárez
Rivera, Arzobispo Emérito de Monterrey, falleció el 22 de Marzo
del 2008.
Francisco Robles Ortega
Decimoprimer Arzobispo de Monterrey (2003). Nació el 2 de
marzo de 1949 en Mascota, Jalisco. Realizó sus estudios en
Humanidades en el Seminario Menor de Autlán; de Filosofía en el
Seminario de Guadalajara, y de Teología en el Seminario de
Zamora.
Fue ordenado presbítero el 20 de julio de 1976 en la
Parroquia de Mozerta, Jalisco, para la Diócesis de Autlán, por el
Obispo Maclovio Vázquez Silos.
Luego de su ordenación sacerdotal completó sus estudios en
Roma, donde obtuvo la Licenciatura en Teología Dogmática en la
Pontificia Universidad Gregoriana, entre 1976-1979.
Ha desempeñado cargos y responsabilidades pastorales
como: Vicario en la Parroquia de Santa María de Guadalupe en
Autlán y Prefecto de Estudios y Disciplina del Seminario Menor de
Autlán, entre 1979 y 1989, Director espiritual del mismo Seminario,
Rector del mismo entre 1980 y 1985. Consultor diocesano y
presidente del Consejo Presbiterial, Miembro para la formación
permanente del Clero y de la Comisión Diocesana para la Doctrina
de la Fe. Vicario General para la Diócesis de Autlán entre 1985 y
1991, Promotor Diocesano para el Arte Sacro en 1987, Asistente
para la Comisión Diocesana para los Asuntos Económicos en 1988
y profesor de Filosofía y Teología en el Seminario de Autlán, en
1990 Administrador Diocesano. El 30 de abril de 1991 fue
nombrado por su santidad Juan Pablo II, Obispo Titular de Bossa y
auxiliar de Toluca. El 5 de Junio de 1991 fue consagrado Obispo. El
Papa Juan Pablo II lo designó Obispo de Toluca y tomó posesión de
su cargo el 15 de julio de 1996. Fue uno de los elegidos por la
Conferencia del Episcopado Mexicano para que participara en la
Asamblea Especial del Senado de los Obispos para América,
celebrada en el Vaticano entre noviembre y diciembre de 1997.
Entre los servicios que ha dado en la CEM está el de haber
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
presidido por dos trinios el Departamento de Pastoral de
Santuarios, también fue presidente de la Comisión de Educación y
Cultura por un trinio y vocal de otras Comisiones Episcopales.
El 25 de enero del 2003, el Papa Juan Pablo II lo nombró
decimoprimer Arzobispo de Monterrey.
El Papa Benedicto XVI le coloco el birrete Cardenalicio el 25
de Noviembre del 2005.
L.- Croquis de la superficie correcta del Nuevo Reino de
León27
27
Abelardo A. Leal, El Nuevo Reino de León, Ed. UANL, p. 28, México, 1982.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
72
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Capítulo VII
Arte sacro virreinal,
bella vía de la evangelización
T
odas las esculturas y pinturas exhibidas en las páginas
siguientes son obras de arte vigentes, que transmiten al
espectador el sentimiento de sus autores y la devoción
religiosa del pueblo recién cristianizado.
Así, es patente la colaboración de artistas de ambos mundos
sobresaliendo en algunas, sus características europeas, en otras, la
expresión indígena.
En cuanto a los estilos vemos elementos medievales,
renacentistas y de un barroco incipiente junto con la técnica usada
en los códices prehispánicos. En páginas siguientes, exhibo con sólo
algunos datos que logre conseguir, esculturas y pinturas de los
siglos XVI al XVIII, a saber que se encuentran siete Lienzos
Virreinales del Convento de la Virgen de Zapopan en el Convento
Franciscano, Jalisco, México; cinco sin ubicación; tres en Colección
Behrens y una en Colección Televisa.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
La virgen con Cristo difunto en su regazo
Relieve en madera policromada siglo XVI.
155 x 45 cms.
Colección Behrens.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
“La Virgen de Guadalupe y Juan Diego”
Óleo s/tabla 29 x 42 cms.
La más antigua que se conoce, probablemente del siglo XVI
Colección Behrens.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Óleo s/tabla 72 x 68 cms.
Hoja central representa la Santa Faz y Ángeles; hojas laterales con
Monogramas. XPS (XHristus) y JHS (Jesús Hombre y Salvador)
Siglo XVI y XVII Colección Behrens.
Virgen Inmaculada
Anónimo. Talla en marfil. Siglo XVII. 24 x 8.5 x 5 cms.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Cristo
Anónimo. Talla en marfil.
Chino filipino novohispano.
Siglo XVII. 37 x 37 cms.
77
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
San Francisco asistido por los ángeles
Siglo XVII
José Juárez (atribuido)
Óleo sobre tela.
Lienzo Virreinal del Convento de la Virgen de Zapopan.
78
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Presentación de la Virgen en el Templo
Siglo XVII
Cristóbal de Villalpando (Atribuido)
Óleo sobre tela 237 x 150 cms.
Lienzo Virreinal del Convento de la Virgen de Zapopan.
79
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Retablo de la Virgen de los Dolores
615 x 425 cms.
El precioso retablo esta labrado, cubierto de hoja de oro
Siglo XVIII Colección Televisa.
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Inmaculada Concepción
Anónimo
Talla en madera policromada
y estofada con cera de marfil
Escuela Mexicana
Siglo XVIII
145 cms. altura.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Arcángel San Miguel
Anónimo
Estofado y policromado
Escuela Mexicana Siglo XVIII
135 cms. altura.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Nicho con Virgen
Anónimo
Estofado de goznes de vestir
Escuela Mexicana Siglo XVIII
66 x 48 x 35 cms.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Cristo yaciente
Principios del siglo XVIII
Francisco de León
Óleo sobre tela
150 x 192 cms.
Lienzo Virreinal del Convento de la Virgen de Zapopan.
84
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Santiago el Mayor
Principios del siglo XVIII
Diego de Cuentas
Óleo sobre tela
25 x 95 x 6 cms.
Lienzo Virreinal del Convento de la Virgen de Zapopan.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
La Anunciación
Siglo XVIII
Teódulo Arellano
Óleo sobre tela
192 x 125 cms.
Lienzo Virreinal del Convento de la Virgen de Zapopan.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Bautismo de Cristo
Principios del siglo XVIII
Francisco de León
Óleo sobre tela
210 x 155 cms.
Lienzo Virreinal del Convento de la Virgen de Zapopan.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Crucifixión –Calvario en fotoSiglo XVIII
Óleo sobre lámina
117 x 85 cms.
Lienzo Virreinal del Convento de la Virgen de Zapopan.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Epílogo
E
n las misiones de los siglos XVII y XVIII es necesario hacer
una distinción fundamental. Por una parte el virreinato,
audiencias, capitanías generales, en los cuales se había
introducido y normalizado una vida civil y religiosa muy
comparable con la de las naciones cristianas de Europa. Y por otra,
las diversas misiones, que se sostenían y aumentaban tomando
como punto de partida cada una de aquellas provincias eclesiásticas
perfectamente organizadas.
En general se pueden asentar estos principios generales; en
primer lugar, la vida de la Iglesia Católica, la única admitida en
todos aquellos territorios, a semejanza de la metrópoli, estaba
íntimamente unida con el estado. En consecuencia, la iglesia
colaboraba con el poder civil en el gobierno y desarrollo de aquellos
países. El resultado era que en todos ellos se desarrollaban y
florecían las mismas instituciones, las mismas costumbres, la
misma cultura, y la misma vida religiosa y social que en España.
Así vemos que la Universidad de México, podía competir con las de
la metrópoli, y aunque sus estudios tenían un carácter
predominantemente escolástico, hay pruebas de que seguían con
avidez las corrientes filosóficas y científicas que se abrían camino
en Europa.
El arte religioso produjo en Hispanoamérica una explosión
de barroquismo maravilloso y deslumbrante, que asimilando
ciertos elementos indígenas, deja muy atrás en lujo, ornamentación
y opulencia a las iglesias y catedrales más ostentosas de Europa.
Ahí están por ejemplo, las catedrales de México y Zacatecas.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Catedral Metropolitana. Ciudad de México.
No faltan prelados insignes en todas las diócesis, y varones ilustres
que predican al pueblo con el ejemplo de sus virtudes tanto como
con su palabra apostólica. Florecen las cofradías y congregaciones
piadosas con sus típicas devociones a sus santos patronos,
especialmente a la Santísima Virgen, y con sus tradiciones,
prácticas de piedad y de beneficencia.
Poco a poco los historiadores eclesiásticos nos van
descubriendo la inmensa riqueza espiritual de aquellos pueblos,
desconocidos, en su aspecto religioso, social y cultural, hemos visto
en líneas generales, como se manifiesta en ellos la vida de la iglesia
bajo el patronato regio.
Hemos recorrido una de las páginas más importantes de
nuestra historia: la evangelización de México. Un pueblo que
comenzaba a perfilarse hacia una nueva identidad, pues primero la
conquista luego la evangelización dieron de manera determinante
un nuevo rostro a los habitantes de estas tierras. Han dado lugar a
México una nueva nación que en adelante profesará
mayoritariamente una misma fe y que representará un fuerte signo
de unidad y elemento esencial de su identidad.
Precisamente la conversión del indígena mexicano, fue
una tarea que se realizó a lo largo de años en ambientes, a veces,
pacíficos, a veces, hostiles, con apoyos de conquista o con
frecuencia a pesar de ellos. De ahí lo peligroso que es generalizar
este tema.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Aquellos hombres de Dios que llegaron desde 1523 y que
dejaron su vida en la evangelización y en la defensa de los derechos
humanos, que pronunciaron los primeros discursos a favor de los
desprotegidos, que vivieron junto a ellos y que incluso dejaron su
vida en estas tierras.
La historia nos muestra que el mayor regalo recibido es el
de la fe, es decir, el conocimiento del que dio su vida por todos
nosotros para que teniendo vida la tengamos en abundancia.
Catedral de Zacatecas
Hoy ante el problema que nos representan: el ateísmo práctico, el
hedonismo, el cienticismo, el utilitarismo y los pseudo valores, es
necesaria una nueva evangelización que responda al hombre y a la
mujer de nuestro tiempo. Por tanto la tarea de la evangelización no
está terminada, sólo que ahora no están: Fray Pedro de Gante, Fray
Toribio de Benavente, Frey Bartolomé de las Casas, los padres Kino
y Salvatierra, Fray Junípero Serra, Fray Antonio Margil de Jesús,
Fray Antonio de Jesús Sacedón (1929-1779), primer Obispo del
Nuevo Reino de León (1777-1779), y Fray Rafael José Verger y
Suau.
Pero estamos cada uno de nosotros con una tarea
específica en la vida, ¿cuál es tu misión? La gesta evangelizadora en
el nuevo mundo, empresa singular, que continuará por largo
tiempo, hasta abarcar hoy en día, tras cinco siglos de
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
evangelización, casi la mitad de la entera Iglesia Católica, arraigada
en la cultura del pueblo latinoamericano y formando parte de su
identidad propia.
92
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Recuerdo
L
a evangelización de la Nueva España fue confiada a las
órdenes mendicantes (que vivían de limosnas): franciscanos,
dominicos, y agustinos. Los primeros arribaron en mayo de
1524, por Veracruz “los doce” franciscanos que cual nuevos
apóstoles, encabezados por Fray Martín de Valencia iniciaron la
evangelización de los nativos. Esta orden establecida en 1209, fue
aprobada catorce años después por Su Santidad el Papa Honorio
III, y cuyo padre espiritual y fundador fue San Francisco de Asís; se
distinguió por su celo, austeridad y profunda vocación religiosa.
Los franciscanos levantaron en la Nueva España numerosos
conventos que sirvieron como centro de “cristianización e
hispanización” para los aborígenes, en donde también utilizaron el
teatro, la música, la escultura y la pintura para predicar su doctrina.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Apéndice
Plegaria
Señor,
Has de mí un instrumento de tu paz,
Donde haya odio, ponga amor.
Donde haya discordia, armonía.
Donde haya error, verdad.
Donde haya duda, fe.
Donde haya desesperación, esperanza.
Donde haya tinieblas, luz.
Donde haya tristeza, alegría.
Que no me empeñe tanto en ser consolado,
como en consolar.
En ser comprendido, como en comprender.
En ser armado, como en amar.
Porque dando se recibe,
Olvidando se encuentra.
Perdonando se es perdonado.
Muriendo se resucita a la vida eterna.
-San Francisco de Asís
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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Mendirichaga Cueva, Tomas. (1964). Breve Historia del Archivo
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Expedientes
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Franciscano de San Andrés de Monterrey. 1860.
Archivo Histórico del Arzobispado de Monterrey, libro de bautizos,
Vol. III.
Archivo Histórico de Monterrey, Acta de Cabildo del 2 de agosto de
1626.
Archivo Franciscano en Zapopan, Jalisco. Expediente: Libro de
Cuentas del Convento de San Francisco 1764 – 1797.
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Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
Acerca del autor
R
oberto Mario Elizondo González. Nació en Monterrey,
Nuevo León. Tercero de cinco hijos de don Eugenio
Elizondo Martínez y de doña María González Garza de
Elizondo Martínez, que en paz descansen.
Licenciado en Ciencias Humanas, con acentuación en Arte,
Filosofía, Historia y Literatura por la Universidad Cervantina.
Desde 1997 ha realizado estudios de Humanidades en
Monterrey, Nuevo León y ha laborado en investigación de campo.
Tiene diplomado en Arte Sacro; en Genética y Vida Humana
por la Universidad de Monterrey, participa en diversas cátedras en
esta institución desde 1997. La UDEM publicó la pre-edición del
documento titulado “La expansión misionera franciscana. Herencia
de fe y cultura.”
Ha escrito ensayos para la Universidad Regiomontana y la
Fundación Mejoremos a México, A.C., con sede en Guadalajara,
Jalisco. También para la Comisión Estatal Electoral Nuevo León, el
Instituto Federal Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación Sala Regional Monterrey y el Centro de Estudios
Parlamentarios de la UANL. Cuenta con 25 años de experiencia
docente.
En la actualidad cursa la maestría en Desarrollo Humano en
la Universidad Iberoamericana.
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La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
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El Proyecto Centro de Altos Estudios e
Investigación Pedagógica (CAEIP), representa
una de las cuatro funciones sustantivas del
CECyTE, N.L.: Investigación (las otras tres
son la Docencia, la Vinculación y la de
Tutorías).
El Dr. Luis Eugenio Todd Pérez, Director
General del CECyTE, N.L. es el autor de este
Proyecto que se planta como objetivo general:
Generar información y nuevos conocimientos
de educación, útiles para el diseño de las
políticas y acciones educativas.
Sus objetivos particulares son:
1. Formar recursos humanos para la
investigación educativa.
2. Incidir mediante la investigación en la
creación de conocimientos en la educación
básica.
3. Contribuir a la formación de recursos
humanos de extracción magisterial para la
investigación educativa en Nuevo León.
4. Divulgar los conocimientos derivados de los
hallazgos de las investigaciones mediante
conferencias, publicaciones e inserción en la
red.
Obras publicadas
Disponibles en www.caeip.org
SERIE: INVESTIGACIÓN PEDAGÓGICA
1. Prácticas de evaluación en el nivel de
educación primaria del estado de N.L.
2. Reflexiones sobre evaluación educativa
3. La educación en la prensa de Nuevo León
4. La formación de valores en las escuelas
primarias de Nuevo León
5. El programa Enciclomedia en las escuelas
primarias de Nuevo León
6. Veinte experiencias educativas exitosas en
el mundo
7. Magisterio. Punto de encuentro
8. Investigación en educación. Primera parte
9. Catálogo de Tesis de Posgrado de la Unidad
UPN 19 A Monterrey
10. La educación que México necesita
11. Ser Maestra. Historia de vida profesional
12. Una experiencia educativa en el CECyTE
N.L.
13. Catálogo de Tesis de Posgrado de la
ECE
14. Español y Matemáticas en el sexto grado
de educación primaria. Caso Nuevo León
15. Cronología de la educación mexicana
16. La educación en Nuevo León. Periódicos
Oficiales 1825-2006
103
17. Los 29 de PISA-2003
18. El corrido norteño en Nuevo León
19. Tigres de la UANL. El deporte como
identidad
20. Educación intercultural en Nuevo León
21. Lenguaje y Matemáticas en el CECyTE NL.
22. La educación en Nuevo León. 1850-1883
23. La educación en Nuevo León. 1883-1927
24. La educación en Nuevo León. 1943-1961
25. La perspectiva de género. Breve estudio
en Nuevo León
26. Violencia intrafamiliar. Breve estudio en
Nuevo León
27. La educación en Nuevo León. 1825-1850
28. La educación en Nuevo León. 1927-1932
29. La educación en Nuevo León. 1933-1939
30. La educación en Nuevo León. 1939-1943
31. La educación en Nuevo León. 1962-1985
32. La educación en Nuevo León. 1986-2006
33. Desarrollo de habilidades básicas en el
CECyTE, N.L.
34. La educación en Nuevo León. Personajes y
sucesos
35. La enseñanza de los Derechos Humanos
36. Indios de guerra. Leyendas de Nuevo
León, Norte
37. El patrimonio industrial histórico de
Nuevo León: las fábricas pioneras. Volumen 1
38. Historia de la Educación en Nuevo León.
Documento de contexto. Tomo 1
39. La actitud de los adolescentes
nuevoleoneses ante la sexualidad
40. Experiencias y propuestas sobre
federalización de la educación básica en el
noreste de México
41. Historia de la Educación en Nuevo León.
Documento de contexto. Tomo 2
42. Historia de la cultura laboral en la
Fundidora Monterrey, S.A. (1936-1969)
43. El patrimonio industrial histórico de
Nuevo León: las fábricas pioneras de la
segunda generación
44. Las voces de los adolescentes
45. Historias y leyendas de Villaldama
46. Fortalecimiento académico en el CECyTE
NL
47. Crónicas de la Independencia
48. La expansión misionera franciscana.
Herencia de fe y cultura
Roberto M. Elizondo González
La expansión misionera franciscana. Herencia de fe y cultura
La expansión misionera franciscana.
Herencia de fe y cultura;
terminó de imprimirse en mayo de 2011.
En su composición se utilizaron fuentes del tipo Georgia.
La edición fue coordinada y supervisada
por Ismael Vidales Delgado.
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