Encuentros de Espacios Cerrados: La infancia en
Transcripción
Encuentros de Espacios Cerrados: La infancia en
V E N TA N A P E D A G Ó G I C A Encuentros de Espacios Cerrados: La Infancia en Reclusión Catalina Pavez V1. En estos cuatros años que he tenido de formación, como estudiante de Pedagogía, nunca había tenido una experiencia como la que voy a relatar. Realicé mi práctica inicial dentro de una cárcel, específicamente en el jardín infantil “Rayito de Sol”, ubicado al interior de la sección Materno-Infantil del centro penitenciario femenino de la comuna de San Joaquín. A él asisten niños y niñas entre cero a dos años, quienes tienen derecho a estar cerca de sus madres mientras ellas cumplen condena por algún delito. La vida al interior de este espacio de reclusión es muy distinta a lo que alguna vez pude imaginar a través de los docu-reallity transmitidos por los canales de televisión, que muestran una vida carcelaria muy distinta a la real. De hecho, como anécdota, puedo decir que vi desde adentro cómo hacen este tipo de documentales, como está todo pauteado por un productor sensacionalista que no le interesa lo que verdaderamente pasa al interior de la cárcel. Pero este mundo, que sólo es separado por una muralla de nuestra realidad, está cargado de grandes signos que clasifican el modo de vivir de las reclusas. Acá, cada una tiene su “chapa”, su lugar y su rol. En el tiempo que compartí con las madres y sus hijos, pude observar que ellos llevan una carga pesada al tener que convivir con estos códigos de poder, donde la relación con sus madres es siempre vigilada, controlada, en desmedro de su desarrollo cognitivo, social y emocional. Nunca olvidaré aquella pared que separa la sección maternal de los distintos pabellones, la cual tiene dibujada una especie de granja, con diferentes animales, ambientada para los niños. Ellos no se daban cuenta que esa pared, que tanto les gustaba y que les hacía imaginar cómo es un animal de verdad, tenía en la parte superior cables de electricidad para que ninguna interna se fugara. En este contexto, los niños son instrumentalizados de acuerdo a las distintas miradas de los diferentes actores involucrados: educadoras, madres y gendarmes. Desde la visión de las educadoras, el niño se construye desde una concepción de lástima, limitando las proyecciones que ellos pueden alcanzar en el futuro. Las percepciones de las educadoras se relacionan con la creencia de que estos niños/as repetirán lo mismo que sus madres, por lo que no valdría la pena esforzarse en enseñarles contenidos profundos, debido a que no los van a saber aprovechar, entonces se les enseña aprendizajes mínimos. No se les dan las herramientas necesarias para superar sus condiciones y prepararlos para salir a enfrentar la libertad. A ellos se les condiciona a conformarse con lo que reciben en ese momento. 1 Estudiante de Cuarto año. Pedagogía Básica Inicial. Universidad de Chile. 102 DOCENCIA Nº 39 DICIEMBRE 2009 ENCUENTROS DE ESPACIOS CERRADOS: LA INFANCIA EN RECLUSIÓN “Aquí hacemos lo que podemos, pero no es mucho nuestro aporte porque ellos ya vienen mal… sus madres son delincuentes, su familia también lo es. Lo más probable es que cuando ellos crezcan también hagan lo mismo que la mamá, y no salgan nunca del círculo de la delincuencia…Ojalá aprendan algo, pero de poco sirve si cuando saldrán serán peor que sus madres” (Técnica parvularia). Con esta imagen de los niños, se les limita más aún su escenario de aprendizaje, ya que la educación no cumple con su rol emancipador. Por otra parte, desde la mayoría de las internas, la concepción de infancia se relaciona con la autoprotección e interés personal, ya que ser madre en este recinto tiene una serie de beneficios, a los que una interna común no puede acceder. Hay una sección en la cárcel que es exclusiva para ellas, donde no existe el hacinamiento acostumbrado de las cárceles, la población no supera a las 50 internas. Gracias a ello, se generan menos riñas y peleas, convirtiéndose en un espacio de protección para las internas madres, ya que son separadas de muchas que se tienen venganza o que “se deben algo”. Así es como lo refleja una interna: “Si po’ tía, estoy mah’ asusta’. Al Paulo se lo llevan como en un mes más, ve que ya va a cumplir los dos años… Y a mí me van a sacar de acá po’, pa’ un pabellón común, y tengo que hacerme’ de la idea no ma’ de ir a la pelea, pa’ demostrar que soy ‘Viva’ , que no soy ‘perkin’ de nadie….y eso se da sólo peleando con otra ‘gila’… y las peleas tía son a muerte po’. Yo quería ‘hacerla piola’, pero el Paulo se va po’… Me tiré no má’” (madre interna, 22 años). VENTANA PEDAGÓGICA Por otro lado, la principal mirada hacia los niños desde la institución carcelaria es funcional al castigo y reforzamiento de las internas. Es decir, son tratados como un objeto de control para mantener el orden en la convivencia intrapenitenciaria, jugando con la estabilidad social y emocional de los niños y niñas, ya que su estadía en el jardín depende del comportamiento de sus madres. El siguiente extracto corresponde a un registro de observación hecha en la práctica pedagógica. “- ¿Y el Simón?- Pregunté al no verlo. - Se lo llevaron tía, porque a la mamá la pillaron robando alcohol en la sala cuna – me respondió la técnica. - ¿El Alcohol para desinfectar las heridas?- pregunté nuevamente. - Sí, lo usan para drogarse… por eso se llevaron al Simón, para siempre, como castigo y a la mamá la van a trasladar– me respondió”. De acuerdo a las observaciones y concepciones que se construyen en este espacio, la exclusión social y el estigma se convierten en cargas importantes con que los niños y niñas de tan poca edad deben lidiar. Su autopercepción se ve contaminada por sentimientos y cogniciones relacionadas con la culpa y la minusvalía social. La construcción de la identidad de los niños implica el concepto de culpa, de modo que se percibirán socialmente como individuos culpables de sus actos y de su situación social o de la clase. Éstos son adquiridos mediante el proceso de socialización, y muy particularmente asociados a la justificación de la marginalidad. La internalización de los estereotipos sociales, del prejuicio, de las atribuciones de causalidad y de las formas de percepción social e interpersonal en términos de conductas dirigidas y aprendidas, generan mapas cognoscitivos de la realidad social, que terminan por conformar una autoidentidad, un autoconcepto y determinada autoevaluación, de carácter social, que permite develar la influencia del medio social en el plano de la interacción simbólica. El niño o niña entra en un sistema caracterizado por su desigualdad, lo que lo traslada a una situación de vulnerabilidad, exposición y estigmatización. Esta experiencia ha sido muy enriquecedora, ya que me ha hecho reflexionar acerca de que la educación no es sólo la formalidad del aula y la enseñanza de contenidos, sino que debiera ser una herramienta de cambio que pueda influir positivamente en el futuro de los niños/as excluidos. Por tanto, no podemos cegar nuestros ojos a esta realidad constante que se vive a diario entre las rejas de la cárcel del gran Santiago. 103