QUATTROCENTO Y CINQUECENTO

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QUATTROCENTO Y CINQUECENTO
QUATTROCENTO Y
CINQUECENTO
LA PINTURA DEL QUATTROCENTO
Es uno de los períodos más importantes del panorama artístico europeo. Se sitúa a lo
largo de todo el siglo XV, y es la primera fase del movimiento conocido como
Renacimiento. Así se llama también Primer Renacimiento, o Renacimiento temprano o
Bajo Renacimiento, y se ubica en Italia.
Este periodo se caracteriza por la recuperación de la Antigüedad clásica y la superación
de los esquemas medievales que supeditaban el arte a la religión y a una finalidad
didáctica. También se supera el teocentrismo y se impone una cultura basada en el
humanismo.
Por otro lado, abandona su carácter artesanal para convertirse en una actividad
intelectual. Los artistas serán personas instruidas en temas como geometría, historia,
cultura clásica, ciencias y naturaleza; empiezan a firmar sus obras y serán elevados a
la categoría de genios.
Este arte humanista captará la atención de príncipes, nobles y ricos burgueses que
descubrirán el placer del arte y la cultura y que se convertirán en los mecenas de los
nuevos artistas.
La república de Florencia se convertirá en la principal impulsora de este nuevo arte
gracias al mecenazgo de grandes familias como los Medici.
CARACTERÍSTICAS
Los pintores representan el cuerpo humano y los rostros de forma cada vez más realista,
intentando reflejar fielmente los rasgos del retratado. Muestran también un gran interés
por la naturaleza y el paisaje, pero sin el detallismo de la escuela flamenca. También se
interesan por los volúmenes y por la perspectiva, así como por los vestidos, que
interpretan con mayor elegancia.
Todo esto cabe enmarcarlo en un contexto clásico, por lo cual las composiciones
empiezan a preocuparse por la armonía y a menudo se disponen organizadas de
manera geométrica, especialmente en forma triangular.
Se utilizan composiciones complicadas con varias figuras principales e incluso varias
escenas en el mismo cuadro, manteniendo el sentido narrativo de épocas anteriores. El
tema principal siempre ocupa el centro rodeado de numerosos elementos secundarios.
Se mantiene una disposición simétrica de las diferentes figuras.
Este nuevo estilo pictórico se aparta completamente de los principios del estilo gótico.
Temáticamente, aunque se practica la pintura religiosa, se tratan con gran profusión los
temas paganos: Pinturas religiosas (en iglesias y capillas) y cada vez más, los pintores
reciben encargos de la temática mitológica, los retratos y las representaciones
de temática histórica encargadas por nobles y burgueses para sus villas y palacios.
Estéticamente se da mucha importancia al dibujo, y el pintor de esta centuria está
obsesionado por la profundidad y el encuadre de las figuras.
Las técnicas más utilizadas son, en primer momento, el fresco y el temple, pero a finales
del siglo XV se añade el óleo, lo que lleva a la desaparición del retablo a favor a la tela.
PRIMERA MITAD DEL SIGLO
En la primera parte del siglo conviven dos tendencias: una arcaizante de influencia
gótica, representada por Fra Angélico y otra de carácter científico, iniciada por Masaccio,
que explora los nuevos campos de la perspectiva.
FRA ANGÉLICO (1387 - 1455)
Realiza obras religiosas de un gran idealismo, plenas de espiritualidad que huyen de lo
trágico, vinculadas con la tradición medieval por el uso de fondos dorados o la
estilización de las figuras, así como cierta tendencia al decorativismo. Un buen ejemplo
de su estilo sería la Anunciación del Museo del Prado, pintada al temple sobre tabla.
Aunque sus obras más importantes serían los frescos del Convento de San Marcos en
Florencia (1438 – 1445) y los frescos de la Capilla de San Nicolás V en el Vaticano (1447
- 1449), en los que renuncia al decorativismo y pone énfasis en el sentido narrativo de
las escenas.
“La Anunciación” – Fra Angélico (1426)
Podemos apreciar como tema principal la “Anunciación” del arcángel Gabriel a la Virgen
María, tema que se completa con las escenitas del banco o predela, otra tabla más
estrecha situada debajo del tema principal. Estas escenas son, por orden de lectura, el
Nacimiento de María, sus desposorios con José, la Visitación a Santa Ana, la Epifanía
de Jesús, la Purificación y el Tránsito del alma de María tras su muerte. En esta última
escena es de destacar cómo su hijo, Jesucristo, recoge desde el cielo el alma de la
madre, que asciende. En la tabla principal se puede contemplar junto a la “Anunciación”
una escena secundaria, que muestra el momento de la expulsión de Adán y Eva del
paraíso. Las dos escenas se conjugan fingiendo que Adán y Eva se encuentran en el
exterior del mismo ámbito, en el jardín al que se abre el pórtico donde la Virgen recibe
al arcángel. Esto es un recurso que utiliza el fraile para simbolizar el pecado original
cometido por Adán y Eva, y su redención en la tierra, que es la encarnación de Cristo
en María. Así nos cuenta simultáneamente el principio y el final del Antiguo Testamento,
al tiempo que anuncia el Tiempo Nuevo, tras la venida de Dios a la tierra.
Fra Angelico establece una jerarquía de tamaños para establecer un orden temporal:
las figuras más pequeñas -Adán y Eva- son las más remotas en el tiempo; las mayores
son las más cercanas al cristiano, así como las más importantes en la acción. Las
columnas son funcionalmente imposibles, porque sus fustes son demasiado delgados
para sostener el techo. Los colores, la elegancia de la habitación es una alusión a un
marco refinado, principesco y tocado por la divinidad, el único posible para el misterio
de la concepción de María. También los riquísimos ropajes que llevan el arcángel y la
Virgen remiten a una imagen noble de los personajes. El empleo de los colores azul y
dorado indica un cliente rico, ya que ambos colores se fabrican con minerales
semipreciosos y son muy caros de elaborar. Otra alusión al cliente poderoso es el
tratamiento del jardín, sin profundidad ni perspectiva, que imita el fondo de un tapiz,
como los que en esa época se importaban de Bruselas.
La iconografía es la característica de la época: el arcángel que desciende a la presencia
de María, quien le recibe temerosa pero con sumisión al mandato divino (de ahí la pose)
entre la Virgen y el arcángel hay un jarroncito con nardos blancos, símbolo de su
virginidad. La mano de Dios asoma desde el cielo para enviar en un rayo dorado a la
paloma del Espíritu Santo, hasta el oído de María, siendo éste el momento de la
concepción de Jesús.
MASACCIO (1401-1428):
Renuncia al gótico, convirtiéndose en el gran innovador de la pintura. Concentra su
atención en dotar de volumen a las figuras siguiendo los pasos del Giotto, pero
fundiéndolas mejor en los escenarios y valiéndose del uso de la luz y de los
descubrimientos de Brunelleschi sobre la perspectiva lineal para crear obras de carácter
realista y escultórico.
Sus pinturas más importantes son los frescos de la Capilla Brancacci de la iglesia de
Santa María del Carmen de Florencia.
En el fresco de “La Trinidad “de la iglesia de Santa María Novella de Florencia introduce
una nueva forma de representación espacial, situando la escena en una arquitectura
pintada.
“La Trinidad” – Masaccio (1445):
Además de iniciar la arquitectura del Renacimiento, Brunelleschi es el “descubridor” de
la perspectiva. Hasta ahora no se habían formulado las leyes matemáticas por las que
los objetos disminuyen de tamaño a medida que retroceden hacia el fondo. Fue
Brunelleschi quien proporcionó a los artistas los medios matemáticos de resolver este
problema. “La Trinidad” de Masaccio es una de las primeras pinturas hechas de acuerdo
con estas matemáticas.
En cuanto a la iconografía, la obra representa “La Trinidad” (Dios Padre, Jesús en la
cruz y el Espíritu Santo con forma de paloma blanca) con la Virgen y san Juan bajo la
cruz, y los donantes -un mercader y su esposa- arrodillados. Esta pintura mural se
representa como si fuese un agujero en la pared a través del que se pudiera ver una
nueva capilla en el moderno estilo de Brunelleschi. En lugar de la delicadeza del gótico
internacional, vemos pesadas y macizas figuras, más sinceras y emotivas; en lugar de
curvas suaves, sólidas formas angulares; y, en lugar de pequeños detalles como flores
y piedras preciosas, arquitectura majestuosamente austera.
El gesto sencillo de la Virgen señalando al Hijo en la cruz es muy elocuente e
impresionante porque es el único movimiento en el conjunto solemne de la pintura.
En cuanto a la composición, ¿Por qué Masaccio inscribe este tema religioso en una
arquitectura brunelleschiana? Por coherencia con el significado conceptual del fresco.
Este representa a la “Trinidad”, cuyo símbolo es el triángulo, y la composición queda
rigurosamente inscrita en un triángulo. Pero si el pintor hubiese querido expresarse por
símbolos no se habría limitado a implicar el triángulo en la disposición de las figuras. El
símbolo, al que con tanta frecuencia recurría la pintura del Trecento, no interesa ya a
Masaccio: le interesa la idea, y ésta no se comunica mediante símbolos sino a través de
formas clarísimas. “La Trinidad” es una idea-dogma, y no hay dogma sin revelación, ni
revelación sin forma. En su eternidad, el dogma es también historia, y por ello las figuras,
incluso la del Padre, son figuras reales e históricas que “ocupan un espacio”.
En el primer término situó el clásico altar, donde se abre un nicho, con un sepulcro donde
la figura de un esqueleto se rodea de una inscripción que reza: “Fui lo que tú eres y
serás lo que yo soy”. Sobre este espacio aparecen los donantes, el gonfaloniero, el más
alto cargo cívico, con traje rojo, y su esposa. Esto supone una ruptura total con el arte
precedente, que adjudica a los donantes un tamaño menor al de las figuras divinas en
atención a su menor jerarquía en la concepción teocrática del mundo. Aquí, sin
embargo, se respetan las recién aplicadas leyes de la perspectiva y la proporción para
plantear dos figuras de tamaño natural, similar al de los personajes divinos. Sin
embargo, sí existe una diferencia en el nivel de la jerarquía de los donantes y los santos,
pero se expresa en un lenguaje diferente: tras los donantes se abre una supuesta capilla
real, donde la Virgen y San Juan lloran a los pies de la cruz, donde Cristo aparece en
eje con la paloma del Espíritu Santo y la figura de Dios Padre. Los puntos de vista para
unos y otros son diferentes: punto de vista desde abajo para los donantes, que fingen
pertenecer al espacio real del espectador. Punto de vista frontal para el misterio
cristiano, que adquiere así un espacio sobrenatural.
Dentro de esta tendencia iniciada por Masaccio de utilizar la geometría para poder
representar la perspectiva estarían pintores como Paolo Ucello, quien se esforzó por
representar la figura humana desde todas las perspectivas posibles. Sus Cuadros de
Batalla contienen escorzos forzados demuestran su maestría a la hora de reflejar
posturas diversas, especialmente en “La Batalla de San Romano” (1456 - 1460).
La batalla de San Romano
Otro artista destacable, Andrea del Castagno, que aplica la perspectiva en los frescos
de la “Última cena“, del convento de Santa Apolonia (1447), acompañado por otras
escenas que representaban “El Descendimiento”, “La Resurrección” y “La Crucifixión”,
que actualmente se encuentran dañados.
La última Cena
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO
Se produce en este momento una mayor complejidad en el estilo. Frente a la perspectiva
y la monumentalidad anteriores, se tiende más a la búsqueda del dinamismo.
Igualmente, se introducen numerosos detalles cotidianos que dan más vivacidad a las
escenas, aproximándolas a la pintura flamenca de la época. En la segunda mitad de la
centuria se opta por una pintura un tanto más alegre y anecdótica así como se empieza
a notar el empleo del óleo por influencia flamenca, en alternancia con el hasta entonces
casi exclusivo uso del temple.
Entre los artistas de esta época podríamos citar a Fra Filippo Lippi (1457 –1504),
Dominico Ghirlandaio (1449 - 1494) Benozzo Gozzoli, alumno de Fra Angélico (h. 1421
- 1497), entre otros, pero el más original de los artistas florentinos de este periodo sería
Sandro Botticelli (1445 - 1510), su figura cumbre. Protegido de los Médicis, crea escenas
mitológicas refinadas, de contornos precisos, líneas sinuosas y gran atención al detalle.
En Botticelli se encuentra el modelo de mujer cuatrocentista, en sus representaciones
de Simonetta Vespucci. En sus últimos años se dedicó a la pintura religiosa, una vez
que los Médicis fueron expulsados del gobierno de Florencia y con el puritanismo de
Savonarola dominando la República. Varias de sus obras fueron quemadas en la
hoguera de las vanidades.
SANDRO BOTTICELI (1444-1510)
Aprendió el arte de la pintura de manos de Fra Filippo Lippi. Desarrollo un estilo muy
personal basado en el dinamismo de las líneas que confieren a su pintura un tono
elegante y decorativo muy del gusto de sus principales mecenas: los Medici.
Es un pintor culto, de exquisita sensibilidad, obsesionado por una belleza etérea,
delicada, plagada de mensajes filosóficos. .
Sus obras de temática clásica y mitológica tendrán gran aceptación entre sus
contemporáneos e inaugurarán una tendencia con gran desarrollo en la pintura
posterior.
Gran dibujante, en sus cuadros, predomina la línea sobre el color en un dibujo nervioso
de líneas ondulantes que forman arabescos con las que realiza especialmente figuras
femeninas idealizadas cargadas de melancolía.
Al contrario que los pintores de la etapa anterior, muestra poco interés por la
representación de la perspectiva.
Entre sus obras de temática mitológica destacan el “Nacimiento de Venus” (1485) o “la
Consagración de la Primavera” (1477), ambas pintadas para los Medici y en la
actualidad en la Galería de los Uffizi.
Entre sus obras de temática religiosa podemos citar los frescos de la parte baja de la
Capilla Sixtina del Vaticano o el tondo de “la Virgen del Magnificat”.
El nacimiento de Venus “Sandro Botticelli
Sandro Botticelli es el representante del primer renacimiento. El Neoplatonismo inunda
el pensamiento de la época, donde se contrasta el mundo fenoménico con el mundo de
las ideas. Es una época donde el arte se eleva al nivel de ciencia y el valor de la belleza
está por encima de todo, donde la filosofía clásica y la poesía son un medio más, no un
fin. Es una época donde se confirma el presente a través del pasado.
En este cuadro, Botticelli representa el “Nacimiento de Venus”, considerada una de las
pinturas más famosas en la historia del arte, inspirado en la obra de Angelo Poliziano,
que esté, a su vez se inspirará de los poemas Homéricos.
Esta obra fue la primera pintura hecha a gran escala con un motivo exclusivamente
secular y mitológico. Aquí encontramos representados los tres elementos esenciales de
la materia: aire, tierra y agua.
“El nacimiento de Venus” retrata uno de los más pintorescos mitos clásicos que nos
transporta en un mundo de sueños y poesía. Antiguamente el único cuerpo desnudo
femenino pintado por muchos artistas había sido Eva. En “El nacimiento de Venus”, por
primera vez, se muestra lo opuesto: Venus se encuentra radiante y su imagen está llena
de vitalidad.
El nacimiento de esta Diosa representa el alma en el camino de la encarnación de los
reinos espirituales. Venus en la concha representa el acto mismo de la encarnación y
esperar ser cubierta por una túnica roja simboliza que obtendrá un cuerpo material. En
pocas palabras, “El nacimiento de Venus” alegóricamente ilustra el misterio de nuestro
nacimiento. El renacimiento a la vida por el Bautismo del cristiano.
El movimiento ondeante y elocuente de los cabellos dorados de Venus, de las telas,
gazas y demás ornamentos, responden a la necesidad y afán del pintor por perennizar
el momento (como una fotografía instantánea)
Los caracoles han sido siempre considerandos como símbolos de la fertilidad femenina.
El dorso de la cáscara se asemeja a un vientre de embarazada, y la parte inferior de la
cáscara se asemeja a una vulva. La concha, como símbolo de Venus, significa el
renacer de una persona, su resurrección; es decir, la “muerte” o superación del “ego”
(egoísmo y egocentrismo) para dar paso al “auténtico yo” (sencillo y humilde). Esta gran
concha es conocida como La Concha del peregrino porque en la Edad Media, una de
las peregrinaciones cristianas más importantes era la que se realizó en el santuario del
apóstol Santiago de Compostela, en España. A partir de aquí se desarrollaron una de
las leyendas donde se sostiene que la ruta del Camino de Santiago era una especie de
encuentro con sus orígenes, imprescindible en el ser humano para su propia
supervivencia. La ruta tenía ya un significado devoto y penitencial, en cierta manera un
encuentro cotidiano con Tierra Sagrada.
¿QUIÉNES SON CADA PERSONAJE Y QUÉ SIMBOLIZAN?
VENUS: Venus es su nombre romano; los griegos la llamaban Aphrodita. Ella es
la diosa del amor, belleza, risa y matrimonio. Venus trae belleza al mundo y por lo tanto
los que aman la belleza persiguen valores que son elevados e incluso celestiales. Una
de las más importantes diosas de la antigüedad.
CEFIRO: También conocido como el hijo de Aurora (el alba) es el Viento del
Oeste.
CLORIS: Ella era la ninfa de la brisa, consorte de Céfiro. Su nombre también
significa pálido. Los romanos la apodaron Flora, pero también la han identificado con
Aura, diosa de la brisa.
PRIMAVERA: una de las diosas de las estaciones. La estación del renacer.
ESCUELA DE UMBRÍA
En la zona central de Italia surge la Escuela de Umbría, fuera del foco de Florencia,
donde destacan las obras de otros pintores importantes como Pietro Perugino, autor de
una pintura blanda, de figuras melancólicas y algo amaneradas, dentro de un orden
simétrico que influirán en la primera época de su discípulo Rafael. Pintó la “Entrega de
las llaves a San Pedro” (1482) en la Capilla Sixtina, obra que logra la tridimensionalidad
y recuerda en su composición a “Los desposorios de la Virgen” de Rafael (1504). Pese
a cultivar casi exclusivamente la pintura religiosa, era conocido su ateísmo, a lo que
algunos atribuyen la monotonía de las imágenes: todos los personajes tienen las
mismas facciones, hasta el punto de parecer de la misma familia, y el paisaje siempre
es el mismo, el propio de Perugia; sin embargo, destaca la composición espacial: dota
a sus cuadros de gran profundidad, permitiendo que la vista alcance hasta planos muy
alejados.
Entrega de las llaves a San Pedro
Un último cuatrocentista de la zona de Umbría es Luca Signorelli (1445 – 1523), con
una obra muy personal que anticipa algunos rasgos que pueden verse después en
Miguel Ángel. Destacan sus representaciones del cuerpo humano en diferentes
posturas, con gran tensión y dramatismo, como puede verse en su “Caída de los
condenados”, fresco en la Catedral de Orvieto (1499 – 1503), admirado por Miguel
Ángel, que le copió algunas de sus composiciones. Estos frescos realizados en la capilla
de San Brizio, de la catedral de Orvieto, son considerados su obra maestra.
Caída de los condenados
AL NORTE, HAY DEL ESCUELAS LOCALES, LAS DE PADUA Y FERRARA
En la primera destaca Andrea Mantegna (1431-1506), quien realizó monumentales
representaciones de los cuerpos humanos casi estatuarias. Su pintura se caracteriza
por la monumentalidad, el sentido escultórico y el dominio de la perspectiva, a la que
contribuyen los violentos escorzos que imprime a sus figuras. Entre sus obras debemos
destacar el “Cristo muerto” (1457-1501), de Milán, y el “Tránsito de la Virgen” (1462),
del Museo del Prado. Aunque reproduce paisajes de la región, como puede verse en el
“Tránsito de la Virgen” también conoce la arquitectura clásica e introduce arcos de
triunfo antiguos y bóvedas clásicas.
Finalmente, en Venecia comienza una
escuela regional propia, que siente las
influencias orientales del mismo modo
que le alcanzan antes los avances
técnicos del Norte de Europa. Esta
escuela
se
caracterizará
por
el
Cromatismo y también por la importancia
de la representación realista del paisaje.
Las figuras más emblemáticas de este
momento pertenecen a la familia Bellini
(Jacopo, Gentile y Giovanni), siendo el más destacado de sus miembros Giovanni Bellini
(1433 - 1516), excelente colorista, en cuyo taller se formarían Giorgione y Tiziano.
LA PINTURA DEL CINQUECENTO
La pintura del Cinquecento supone la cumbre del Renacimiento italiano. Se desarrolló,
como su nombre indica, en la Italia del s. XVI, pero no abarca toda la pintura de ese
siglo, sino solamente la del primer tercio, ya que el clasicismo y el equilibrio propios de
este Alto Renacimiento desaparecen a partir de la década de los veinte (pintura
manierista).
El Alto Renacimiento se caracteriza por ser una arte armónico y reposado, con una
técnica superior en el manejo del color y la perspectiva. Se destaca el naturalismo en
las figuras y la expresividad de los rostros, así como la simplicidad y el orden en la
composición.
En la pintura del Cinquecento se consolidaron algunas técnicas, como la pintura al óleo
de origen flamenco, y nuevos soportes, como la tela. Se utiliza el claroscuro, que define
el contorno de las figuras a través de zonas iluminadas y zonas sombreadas, lo que
provoco que los artistas se cuestionaran el uso de la perspectiva lineal, y Leonardo Da
Vinci introdujo el sfumato (difumina los colores y los perfiles dando a sus pinturas un
aspecto misterioso) y la perspectiva aérea (perfecciona la perspectiva lineal,
representando la atmósfera que envuelve los objetos).
Otro genio del arte, Miguel Ángel, acentuó el concepto de terribilidad en la Capilla
Sixtina, y también Rafael, en las Estancias Vaticanas, donde introdujo soluciones
manieristas que fueron continuadas por su discípulo Giulio Romano en el Palazzo Te de
Mantua. Paralelamente aparece la disputa entre el dibujo y el color, el primero defendido
por los pintores romanos, florentinos y parmesanos, y el segundo, por los venecianos.
Roma sustituye a Florencia como capital artística, pero el saqueo de Roma provoca la
diáspora de muchos artistas, y resurgen Florencia.
Coincidiendo en el tiempo, en Venecia surge una escuela pictórica muy peculiar. Las
características de esta escuela, iniciada por Giorgione y definida por Tiziano, Il Tintoreto
e Il Veronese, son, entre otras:
a) Pérdida de los contornos del dibujo, a favor de una mayor unidad cromática.
b) Exaltación de la riqueza. Las pinturas se enmarcan en ambientes palaciegos, con
personajes vestidos con grandes ropajes, joyas, etc.
c) Valoración del paisaje y utilización de la arquitectura clasicista como marco.
d) Distorsión de las figuras, situadas de manera forzada dentro de la composición.
LOS GRANDES MAESTROS
Leonardo Da Vinci (1452-1519):
Encarna el prototipo de hombre del Renacimiento. Como pintor, es la figura que
ejemplifica el tránsito del Quattrocento al Cinquecento. Sus obras no son realmente
muchas, pero sí de gran trascendencia para la historia de la pintura.
Sus paisajes, envueltos en una atmósfera neblinosa, y en los que se ha logrado la
sensación de profundidad gracias a las gradaciones de color, están dotados así de un
encanto misterioso. Igualmente enigmática es la típica sonrisa que da a sus personajes,
un poco ambigua, sin transmite con precisión cuál es el estado de ánimo. El ejemplo
máximo de este rasgo es “La Gioconda”
Entre sus obras destacan: “La Virgen de las rocas” (1483), su famoso retrato de la
“Gioconda” (1503 – 1517) y el fresco de “La Última Cena” (1495 – 1497), obra
emblemática que realizó para Santa María de las Gracias.
La Última Cena – Leonardo Da Vinci (1495 – 1497)
La pintura representa “La Última Cena” que celebra Jesús en compañía de sus
discípulos. Apartándose de la iconografía, hasta entonces tradicional, no aísla a la figura
de Judas al otro lado de la mesa. Ni siquiera lo señala especialmente ofreciéndole
comida, quedando, su figura, integrada en el resto del grupo, sin la importancia (por lo
menos visual) que suele tener en otras composiciones del tema.
En vez de ella es Cristo el centro de atención. Su figura tranquila en medio de la
crispación general de los apóstoles que acaban de escuchar de sus labios la afirmación
de Jesús "uno de vosotros me traicionará» causa consternación en los doce seguidores
de Jesús, y ese es el momento que Leonardo representa, intentando reflejar "los
movimientos del alma", las distintas reacciones individualizadas de cada uno de los doce
apóstoles: unos se asombran, otros se levantan porque no han oído bien, otros se
espantan y, finalmente, Judas retrocede al sentirse aludido. De esta manera,
Leonardo deja el tema de la traición en un segundo plano, centrándose en las
distintas reacciones psicológicas de los apóstoles, mediante el lenguaje de las manos y
los gestos de la cara.
En cuanto a las anatomías son correctas, aunque menos idealizadas de las que
podemos encontrar en otros pintores del Renacimiento. En ellas, y por lo anteriormente
dicho, la belleza cede a favor de un mayor realismo de la expresión a excepción de la
figura de Cristo, perfecta en su quietud y estudio, más bella aún por el contraste con los
otros gestos y caras de sus discípulos.
RAFAEL SANZINO 1483 – 1520)
Rafael ha sido considerado históricamente, junto con Leonardo y Miguel Ángel, como
uno de los pilares del Cinquecento italiano, además de uno de los grandes genios de la
pintura de todos los tiempos. Durante toda la etapa inicial de formación del artista va a
ser apreciable la influencia del estilo de su maestro Perugino, sobre todo en la obra
“Desposorios de la Virgen” (1504). Posteriormente conocerá la obra de Leonardo, por el
que también se verá influido (sobre todos en sus dulces Madonas), al igual que por
Miguel Ángel, del que tomará el carácter monumental de las figuras, visible en los
frescos de Las Estancias Vaticanas. Será en éstas: “Escuela de Atenas” (1509), “La
Disputa del Sacramento” (1509), “El Incendio del Borgo” (1514), donde podamos ver sus
principales características: su habilidad como dibujante, su pericia como colorista, su
conocimiento de las reglas perspectivas y el uso de las peculiares arquitecturas
bramantescas, su aprecio por el naturalismo, junto con un equilibrio y armonía
completamente renacentistas.
Sus obras representan el paradigma del Renacimiento por su clasicismo equilibrado y
sereno, basado en la perfecta utilización de la luz, la claridad compositiva y el uso de la
perspectiva.También es un retratista personal e innovador de gran penetración
psicológica.
La escuela de Atenas – Rafael Sanzino (1509):
La idea de Rafael fue reunir bajo un mismo techo a los representantes más destacados
de la filosofía, la ciencia y las artes de la Antigüedad. Podemos ver en la parte izquierda
a un grupo de filósofos con Sócrates marcando con los dedos silogismos ante un grupo
de jóvenes, entre los que se distingue acaso a Alejandro Magno con casco y armado.
Abajo otro anciano, Pitágoras, escribiendo números sobre un grueso volumen mientras
un joven sostiene ante él una tabla. El grupo que se encuentra en la esquina inferior
derecha está reunido en torno a un hombre que bien pudiera ser Arquímedes o Euclides,
inclinado hacia el suelo para explicar algún asunto geométrico con la ayuda de un
compás. Diógenes aparece derrengado sobre las escaleras, en clara alusión a su actitud
filosófica, en ocasiones antisocial.
Rafael no desaprovechó la oportunidad de autorretratarse en su obra, apareciendo en el
lateral derecho como uno de los pocos personajes que miran directamente al espectador.
El centro didáctico de la escena se haya ocupado por los máximos exponentes del saber
de la Antigüedad: Platón (izquierda) y Aristóteles (derecha). Analizando la simbología que
esconden, vemos que Platón sostiene un volumen de su obra “El Timeo”, una de las más
influyentes en la historia de la filosofía occidental.
Rafael quiso hacer un homenaje al intelectual más importante de la época, y por ello la
cara de Platón no es otra que la de Leonardo Da Vinci. Por su parte, Aristóteles, apoya
sobre su pierna un ejemplar de su Ética. La posición de las manos por parte de ambos
filósofos hace referencia a una cuestión mucho más profunda y simbólica: Platón dirige su
dedo hacia arriba porque apunta a su fuente suprema de inspiración, el mundo de las ideas.
Por su parte, Aristóteles señala con la palma abierta hacia el suelo, que simboliza la
realidad física, pues toda su filosofía se fundamenta en experiencia como origen necesario
del conocimiento humano.

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