la colección pizano - Universidad Nacional de Colombia
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la colección pizano - Universidad Nacional de Colombia
LA COLECCIÓN PIZANO: historia olvidada de un peregrinaje. Por: Christian Padilla Premio Nacional de Historia de Arte Colombiano 2007 Hace 80 años falleció en Bogotá a sus 33 años uno de los más importantes artistas colombianos del siglo XX, y sin duda, uno de los más grandes impulsadores de la educación artística en el país: Roberto Pizano. Célebre en su época por su extraordinaria gestión como director de la Escuela de Bellas Artes y por redescubrir al pintor colonial Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, hoy Pizano es solo un nombre olvidado grabado en la estropeada placa conmemorativa de la fundación de la Escuela de Artes en la puerta de la misma, y un apellido que acompaña a la nunca bien ponderada colección de yesos que trajo de Europa con el fin de brindarle al país las piezas más celebres del arte universal y a los estudiantes la posibilidad de darles las obras maestras como modelos para el ejercicio de su habilidad en el dibujo. Nacido en 1896, Pizano viajó desde muy joven a Europa a profundizar sus estudios en pintura con el español Joaquín Sorolla. El recorrido por los más importantes museos europeos y las principales academias de arte amplió su perspectiva sobre la educación artística y lo impulsó en varias ocasiones a generar debates sobre la deficiente labor con que el gobierno apoyaba la Escuela de Bellas Artes de Bogotá. En Europa, al calor de estas ideas de renovación para Colombia, surgió la que fuera su última gran empresa y que ante su inminente muerte no alcanzó a ver terminada: la creación de un museo de reproducciones en yeso de las obras más importantes de la historia del arte. El objetivo de Pizano tenía un ideal social de fondo: darle la posibilidad a la sociedad colombiana de asistir gratuitamente a conocer las piezas más celebres de la humanidad, ante la imposibilidad económica de viajar a Europa a enfrentarse directamente a estas obras maestras. La selección de Pizano consiste en un número considerable de yesos que compró en los talleres de reproducción de varios museos, en su mayoría del Museo Británico y del Museo del Louvre. Corresponden a diferentes periodos históricos y a diferentes culturas que podrían agruparse en cinco conjuntos: 1. Egipto – Asiria- Persia, 2. Grecia – Roma, 3, Arte Gótico y Románico, 4. Renacimiento, Barroco y Manierismo, y 5. Neoclasicismo, Romanticismo y Arte Moderno. Actualmente la colección se encuentra administrada por el Museo de Arte de la Universidad Nacional y sus piezas son albergadas por la Hemeroteca Nacional, El Museo de Arquitectura Leopoldo Rother, El Auditorio León de Greiff y el mismo Museo de Arte. Próximamente, la Biblioteca Central de la Universidad Nacional, dentro de su plan de reestructuración y renovación, exhibirá el núcleo más importante de obras representativas de Grecia y Roma en esta colección. A pesar de la noble intención de Roberto Pizano con esta colección, la historia ha sido desagradecida con estas piezas, que han deambulado por numerosos recintos siempre en calidad de visitante temporal, sufriendo daños irreparables en algunos casos y el vandalismo de ignorantes en otros. El interés de individuos aislados en diferentes momentos de su historia la ha mantenido con vida aunque agónica. 80 años después de su llegada al país, próximos a la reinauguración de una parte de la colección, se hace pertinente revisar su historia, negarse al olvido y protegerla, así como conmemorar la malograda labor de un artista e impulsador que como Roberto Pizano emprendió en su sociedad el trabajo de dejar una reflexión sobre el papel del arte y la educación en Colombia. Roberto Pizano y la creación del museo de reproducciones La preocupación por las deficientes condiciones para la educación del arte en Colombia tocó a Pizano en Europa, al entrar en contacto con las academias europeas. Desde París, Pizano envió sus quejas sobre las pésimas condiciones de la Escuela de Bellas Artes de Bogotá, entonces disgregada en varios edificios (El Pabellón de Artes y el Pabellón Egipcio en el Parque de la Independencia, y el edificio del viejo Convento de la Enseñanza). Los descargos del pintor se publicaron en El Tiempo1 en los primeros meses de 1927, y ahora que Pizano gozaba de cierto prestigio como pintor y se le había reconocido el puesto de intelectual por su reciente investigación sobre Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos, podía presionar para unas 1 Roberto Pizano. Por el fomento de las bellas artes en Colombia (I). El Tiempo, Bogotá, febrero 4 de 1927. p.1. y Por el fomento de las bellas artes en Colombia (II). El Tiempo, Bogotá, Marzo, 1927. Citado en Roberto Pizano. Seguros Bolívar. Bogotá. 2001. Pág. 150. condiciones más favorables en torno a la adecuación de un espacio digno para la educación artística en Colombia. La propuesta lanzada por Pizano era el Palacio de Bellas Artes y consistía en un espacio con aulas, sala de conciertos y un museo de artistas colombianos y extranjeros, además de “un museo de reproducciones artísticas constituido por una colección de buenas copias de los antiguos más notables que se encuentren en el extranjero […] y de los vaciados directos ejecutados en los museos de las obras escultóricas famosas”2. La idea de traer reproducciones artísticas ya había iniciado su ejecución, pues unos meses atrás Pizano había logrado con la ayuda de algunos colombianos en Inglaterra conseguir donaciones para comprar una pequeña colección de reproducciones en yeso que se donaron al Instituto de Bellas Artes de Medellín. La gestión con que Pizano dirigía estos asuntos desde París y el interés por las condiciones de la educación artística en Colombia conllevaron al gobierno local a fijarse en él como la persona pertinente para el cargo de director de la Escuela de Bellas Artes en un momento de urgencia para que ésta resurgiera. El ministro de Instrucción Pública, José Vicente Huertas, se comunicó con Pizano en París y le ofreció el cargo, a lo cual el pintor contestó el 22 de enero de 1927 con una extensa carta que contenía las dos condiciones que éste requería para aceptar el cargo de director de la Escuela: 1. La adecuación de un edificio digno para la Escuela de Bellas Artes y 2. Dinero para la compra de materiales esenciales para el óptimo funcionamiento de la Escuela. Entre los materiales exigidos por Pizano en su correspondencia: 2 Roberto Pizano. Por el fomento de las bellas artes en Colombia (I). Ibídem. “En mi concepto, están en primer lugar los vaciados directos de las obras originales más celebres de Escultura y Arquitectura, para cuya selección creo ser el más preparado, entre otras circunstancias, por haberme interesado en que el Gobierno Español facilite algunos del Taller de Madrid, y por haber conseguido, en unión de los jefes de las Oficinas de Información de París y Londres, que las colonias colombianas de dichas ciudades contribuyeran con nosotros a obsequiar a Bogotá un número selecto, aunque por desgracia reducidísimo, de tales vaciados. Por consiguiente, creo que de ninguna manera debo regresar al país sin elegir yo mismo en los museos de las capitales citadas, y en Italia, las obras más importantes, y sin haberlas comprado y despachado yo mismo para Bogotá, con el objeto de impedir así cualquier error o demora perjudicial. Esta medida, que es decisiva para la cultura artística del país, se puede llevar a cabo con una suma que resulta insignificante al lado de la trascendencia de aquella. Con veinte mil pesos podríamos obtener las más bellas piezas que se conservan del Partenón, las más importantes piezas de la época egipcia, de la asiria, de la griega, de la gótica y del Renacimiento; con lo cual dotaríamos a nuestra capital con una colección bastante completa para la formación clásica de los artistas y la educación de todas las clases sociales”3. La respuesta afirmativa por parte del presidente Miguel Abadía Méndez y su voluntarioso Ministro de Instrucción Pública se concretó en el decreto 898 del 25 de mayo de 1927, en el cual se da el visto bueno por parte del gobierno para enviarle $ 23,827 pesos para la compra de los 3 Carta de Roberto Pizano a José Vicente Huertas. París, Enero 22 de 1927. Citada en Roberto Pizano. Seguros Bolívar. Bogotá. 2001. Pág. 161 materiales que creyera convenientes para la reorganización de la Escuela de Bellas Artes, y $ 600 pesos de viáticos para su retorno al país4. El dinero es enviado al Consulado General de Colombia en Liverpool, donde comenzó a hacerse realidad la empresa que Pizano había venido proyectando en los últimos meses. La gestión para la compra de las obras debió tomarle desde mayo hasta finales de septiembre si se tiene en cuenta que el viaje trasatlántico y la entrada a Bogotá tardaban al menos 3 meses en esta época. La llegada de Pizano y su familia a Colombia tiene lugar el 26 de diciembre y su nombramiento como director de la Escuela se da por decreto el 5 de enero de 1928. Instalado el nuevo director, la Escuela también obtuvo un nuevo emplazamiento en la Academia de la Lengua (entonces ubicada en una esquina de la carrera 7ª con calle 19). Sin embargo, la locación cumplía un carácter temporal mientras el proyecto de construcción de un Palacio de Bellas Artes propuesto por el nuevo director se llevaba a cabo, proyecto que nunca se realizó. Las obras llegaron a Colombia en distintos viajes. Fueron enviadas por barco e ingresadas al país por el rio Magdalena para luego ser transportadas hasta la capital por vía férrea. La demora en la llegada de estas piezas a Bogotá significó el cambio de calendario para la esperada inauguración, que por mención de Pizano se esperaba para febrero de 19295. Otro motivo para postergar la apertura del museo debió ser que una vez la colección llegó, Pizano se sintió insatisfecho con los espacios 4 Diario Oficial de 1927. Pág. 288. A Roberto Pizano 1928 le deja una impresión buena del arte nacional. Citado en Roberto Pizano. Seguros Bolívar. Bogotá. 2001. Pág. 159 5 opcionados para albergar las esculturas y decidió no permitir que las cajas en las cuales venían los yesos se abrieran, una medida de presión contra el gobierno para que éste agilizara la construcción del Palacio de Bellas Artes6. La repentina muerte de Pizano en abril de 1929 truncó la posibilidad de que el proyecto para un nuevo edificio culminara con éxito, así que se aceptó hacer la exhibición bajo las condiciones existentes. Sin embargo, otro hecho retrasó la muestra: una vez que se abrieron las cajas, se encontró que las obras venían fracturadas dada la delicadeza del yeso y las adversas condiciones de manipulación que podía significar un viaje tan largo. El entonces profesor de escultura, el español Ramón Barba, se encargó de la restauración de las piezas, último inconveniente que sorteó la inauguración del Museo de Reproducciones. Terminada la adecuación del Salón de Grados del Colegio de San Bartolomé (espacio destinado al museo) y finalizada la restauración de los yesos, la inauguración se planteó inicialmente para principios de 1930. Sin embargo, se estimó que era pertinente esperar hasta el 9 de abril para conmemorar el primer año de la muerte de Roberto Pizano junto con la inauguración del museo. El acto de apertura estuvo presidido por el poeta Rafael Maya, quien homenajeó al malogrado pintor en un emotivo discurso dirigido a lo más selecto de la sociedad capitalina, presente en el evento. Posteriormente la colección tomaría el apellido de su creador para su identificación, y Roberto Pizano, un artista de primer orden en el arte colombiano de su época, fue pasando al olvido debido a que su corta vida implicó una escasa producción artística que lo distinguiera. 6 Santiago Martínez Delgado. Una visita a la Escuela de Bellas Artes. El Gráfico. No. 895. Septiembre 8 de 1928. Págs. 1011. El peregrinaje de la colección Pizano Desde su llegada al país, la situación de la colección Pizano estuvo ligada a la Escuela de Bellas Artes, ya fuera dependiendo de su localización o de las disposiciones de ésta para ser exhibida en otro recinto, es decir que su peregrinaje es por extensión el de la misma Escuela. La institución se alojó en el edificio de la Academia de la Lengua hasta 1933. El 30 de julio del mismo año la Escuela abrió sus puertas en el edificio de la Facultad de Ingeniería (actualmente Museo Militar), donde se le cedió un amplio salón a las reproducciones que venían de ser exhibidas en el colegio de San Bartolomé. Poco después, la Escuela se mudó a una casa en la calle 10ª con 8ª, lugar que por sus pésimas condiciones no pudo albergar a la colección, así que estas piezas fueron trasladadas en 1936 a la planta baja del edificio de la Biblioteca Nacional, donde fueron exhibidas hasta 1938 para luego ser depositadas en las bodegas del sótano del mismo edificio. Nuevamente la Escuela se traslada a principios de la década de los 40, en esta ocasión al Claustro de Santa Clara, la instalación más digna que hasta entonces se le había entregado a la institución (que ante tantos inconvenientes económicos y de infraestructura había recibido el sobrenombre de “la cenicienta del presupuesto”) y que la albergaría hasta 1967 cuando su último trasteo la hospedara finalmente en el antiguo edificio de la Facultad de Arquitectura, dentro del Campus Universitario. A partir de la resolución 12 del 30 de marzo de 1942 emitida por el Consejo Directivo de la Universidad Nacional, la colección Pizano pasó a ser exhibida en los salones de la Escuela de Bellas Artes en el Claustro y permanecería allí hasta el traslado final de la Escuela. Este hospedaje temporal de 30 años no fue del todo grato para las obras a pesar de contar con las condiciones más favorables que hasta entonces había tenido la Escuela. Según el maestro Francisco Cardona “las pocas piezas que no desaparecieron de la abandonada casa de Santa Clara pasaron a ser parte del museo del mismo nombre [Museo de Arte de la Universidad Nacional]. Las obras de escultura que ambientaban su patio principal tomaron cualquier camino y similar suerte corrió la de grabados calcográficos, parte de la cual fue dejada a la humedad y al abandono en algún rincón del viejo edificio de Arquitectura”7. Mientras que algunas obras se trasladaron junto con la Escuela al Campus Universitario en 1967, otras se quedaron en Santa Clara. Las obras sólo fueron reunidas y exhibidas nuevamente en 1974 cuando la nueva edificación del Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia fue inaugurada con una exposición curada por su primer director, el profesor Germán Rubiano Caballero, quien alternó la colección de obras de arte contemporáneo adquiridas por el nuevo museo con las reproducciones en yeso de la colección Pizano. Desde entonces el Museo de Arte se ha hecho cargo de la colección y sus respectivos directores han sabido conservarla, protegerla y darle una visibilidad que se proyecta desde su pasado histórico hasta una presente relación con artistas contemporáneos. Tal es el caso de la exposición Melancolía organizada por el entonces director del museo (1993), José Hernán Aguilar, en la cual varias obras de la colección se 7 Testimonio del maestro Francisco Cardona sobre su experiencia como director del Departamento de Bellas Artes 1966-1973. en Ana Zenaida Acevedo Carvajal. Escuela de Bellas Artes (Hoy departamento de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Colombia a partir de su integración en 1965). Tesis de posgrado de Crítica de Arte. Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Bogotá. Abril de 1991.Págs. 17-18 presentaron junto con el trabajo de nueve artistas jóvenes, entre ellos Mauricio Bejarano y Mario Opazo (actualmente profesores de la Escuela de Artes Plásticas). También es importante recordar la exposición del dibujante antioqueño José Antonio Suarez (2007), quien gracias a la gestión de la ex directora de la misma institución, Marta Combariza, presentó una libreta de dibujos hechos a partir de las esculturas de la colección Pizano, reiterando en su trabajo la función original que estas obras tenían y además proponiendo la revisión histórica y la disciplina como metodologías perdidas en las prácticas artísticas contemporáneas. Además del interés que ha suscitado en la producción de otros artistas, la colección se ha convertido en un objeto de estudio en sí misma. Los directores del museo se han encargado también de revivir su propia historia, siendo de vital importancia el aporte de las profesoras Marta Fajardo de Rueda, Ángela Mejía de López, María del Pilar López y Mariana Varela, quienes ante la ausencia de un antecedente se encargaron de hacer los primeros inventarios completos de las obras, sus respectivas reseñas y numerosos artículos para distintas publicaciones donde se recuerda su valor histórico y educativo para la sociedad colombiana en distintas épocas y contextos. En 2002 el reconocimiento como bien de interés cultural por el Ministerio de Cultura la cobijó dentro del programa de protección de bienes patrimoniales de la nación. Esto agilizó una restauración al núcleo más importante de obras de la colección, algunas de las cuales se hayan exhibidas actualmente en el auditorio León de Greiff. Otra parte de la colección se encuentra visible en la Hemeroteca Nacional y en el Museo de Arquitectura Leopoldo Rother. Aunque el inventario actual de la colección consta de 242 piezas en yeso, no ha podido aun establecerse el número de piezas que originalmente fueron traídas por Pizano de Europa, aunque un nuevo proceso de investigación que complementa los esfuerzos colectivos que han defendido y resguardado las obras se está llevando a cabo actualmente, trabajo que tiene como objetivo próximo exhibir las obras en la Nueva Biblioteca Central de la Universidad Nacional. El legado de Pizano a la Escuela de Bellas Artes, a la Universidad Nacional y por tanto a un número inconmensurable de personas que durante ochenta años han conocido y aprendido la historia de la humanidad de la mano de la colección peregrina, sigue estando vivo en el objetivo que surgió en su mente. Su visión debe ser reconocida como premonitoria para la pedagogía artística en el país, y su selección de piezas permiten pensar en un hombre de amplios conocimientos y receptivo a reconocer de forma previsora las corrientes artísticas de vanguardia en su momento, lo cual queda demostrado en el hecho de que la colección, además de albergar piezas de la antigüedad alberga obras clave de la modernidad representadas en yesos del escultor francés Auguste Rodin, uno de los máximos exponentes de la escultura en el siglo XX. La labor de Pizano entonces amerita una reflexión profunda dado que su legado se ha proyectado hasta el momento actual, aun dejándonos con la inquietud sobre el surgimiento de sus vanguardistas ideas que desafortunadamente se vieron truncadas en una breve vida.