Las tristes sirenas retumbaban por las casi desiertas calles de la

Transcripción

Las tristes sirenas retumbaban por las casi desiertas calles de la
Las tristes sirenas retumbaban por las casi desiertas calles de la ciudad de
Ulm.Los dos hermanos Cortez corrían con las manos llenas de pan y verduras.
Aquella forzosa parada para conseguir provisiones en la Resistencia era la más
peligrosa de todo el camino a Suiza. Los pesados sonidos de los camiones se
mezclaban con los agónicos gritos de la gente que llevaban. Ellos sabían que
pasaría después; los que se subían a los camiones no volvían a pisar la ciudad.
Sentían compasión por ellos, pero no podían ayudarlos. Nadie podía
ayudarlos ya. Ni los niños, ni las mujeres, ni los hombres volverían a Ulm.
Un extraño sonido se escuchó entre las sombras, en lo más profundo del
desolado callejón. Los hermanos se frenaron en seco, tratando de escuchar.
-¿Eso fue una risa?- preguntó Joel, inquieto- No recuerdo como suena la
risa. No recuerdo haber reído jamás.
-Yo tampoco la recuerdo- asintió Samira- Supongo que alguien está
llorando- ambos hicieron silencio y aguzaron el oído. Todo volvía a estar en el
mismo silencio sepulcral, salpicado por gritos y sirenas lejanas.
-Creo que fue una risa. Ahora que lo pienso puedo recordar claramente el
sonido de la felicidad- rio por lo bajo- ¿Escuchaste?- Ella también sonrió y
empezaron a reír juntos.
-¿Por qué?- preguntó Samira al fin, con los ojos llenos de lágrimas- ¿Por
qué pasamos tanto tiempo sin reír?
-Porque agotamos nuestras energías en llorar- suspiró él.
1
Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.
-Llorar no sirve de nada- exclamó una voz desconocida. Los hermanos
dieron un salto del susto, pero se mantuvieron en silencio- La risa nos hacer
sentirnos vivos- hizo una pausa. De entre las sombras más adelante salió un
hombre grande y corpulento- No hay que arrepentirse del llanto tampoco. Nadie
entiende nada, menos unos niños como ustedes. ¿Cuántos años tienen?
-¿Quién es usted?- Joel protegía a su hermana detrás de si.
-Oh, solo soy un desconocido. No se fijen en mí- respondió el hombre- Sin
embargo quiero saber, ¿cuántas muertes han visto en su corta vida? Seguro más
que sus antepasados en cien años.
-¿Qué quiere?- Samira escupió las palabras. Dio un pasó adelante,
apartándose de su hermano- ¿Qué quiere?- repitió, furiosa, al no obtener
respuesta más que una sarcástica sonrisa.
-Gitanos, ¿verdad?- los hermanos abrieron los ojos de par en par- No es
difícil saberlo. Miren sus ropas.Tanta extravagancia no pasa inadvertida. - aunque
el vestido de la chica estaba desgarrado aun era posible distinguir la vestimenta
típica gitana. Se maldijo a si misma por no haber tomado ropa nueva en el
Refugio.- Oh, disculpen, no pretendía asustarlos. Pueden confiar en mí.- la sonrisa
de aquel hombre era negra y sombría. Extendió una mano hacia Samira. Ella dio
un paso hacia atrás.
-¿Por qué deberíamos creerle?- preguntó.
-Nos han enseñado a no confiar en nadie- agregó Joel.
2
Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.
-Entonces… ¿toda esa comida es para sus padres?- se acercó mucho al
muchacho. Su olor era nauseabundo.- ¿Dónde están escondidos?- por la mente
de los hermanos pasó la imagen del húmedo sótano abandonado y de su madre
enferma en una cama. Sabían que no podían decir nada.
Un estallido sonó al final de la calle.
Las luces blancas los encandilaron. Se escuchó un disparo agudo, seguido
por el grito de dolor de Samira. Cayó al suelo. El mundo se había convertido en un
caos. La sangre manaba del hombro de la chica agonizante. En medio de los
gritos escuchó, claramente, la voz del viejo: ¡Solo es una herida superficial, pero
buena suerte en poder curarlo allá! Su risa macabra fue lo último que pasó por su
mente antes de perder el conocimiento.
De a ratos se despertó, perturbada por las violentas sacudidas del frío
camión. El dolor en el hombro le parecía una llama que se extendía por todo su
cuerpo. Su hermano estaba a su lado, alentándola. Agonía, miedo, dolor… Samira
no quería morir. No sabía que pasaría después; tampoco deseaba saberlo. Los
gritos a su alrededor eran insoportables. Cuando alguien la tomó en sus brazos,
todo se volvió negro.
Cuando despertó el fuego de su hombro había cesado. Escuchó murmullos
suaves. Sabía que hablaban de ella.
-¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?- preguntó aturdida.
-Te dispararon en el hombro nena- dijo una mujer con voz dulce.
3
Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.
-Ellos te atraparon- la segunda mujer hizo una pausa- y también a tu
hermano. No te preocupes,él está bien.
-Sangrabas mucho. Te curé- esa voz grave y dura tenía un acento ruso.
-¿Me dispararon? No entiendo, estoy mareada. ¿Qué pasó?
-Te dimos una planta para el dolor. Hicimos todo lo que pudimos.
-¿Estoy en un hospital?- preguntó Samira. El mundo giraba a su alrededor.
-No, ángel- dijo la primera mujer, con la voz rota- No es un hospital.
-Tal vez deberíamos dejarla ir, darle más Planta del sueño…
-Todavía hay esperanzas, Yalima. Dejala tratar de sobrevivir.
-Sí, Dios provee. Él nos va a ayudar a todas. La va a ayudar a ella también.
-Es una gitana- susurró una, muy bajo- No va a vivir.
-Es solo una niña. Además, acá todos somos iguales: forzados a trabajar
como mulas, viviendo como cerdos para el matadero. Yahvéestá sobre todos.
-¿Dónde estoy?- volvió a preguntar Samira- ¿Voy a morir?
-Tal vez- dijo la que se llamaba Yalima, luego de un silencio infernal- No
podemos mentirle. ¿Qué edad tenés, gitana?
-Casi tengo 15- respondió la chica, incomoda.
-¡No tiene edad para escuchar estas cosas!- exclamó la voz dulce y aguda.
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Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.
-Sí, sí la tiene. Todos tenemos derecho a saber- dijo Yalima- Aquí tal vez no
lleguemos a mañana- ignoró el murmullo- ¿Le tenés miedo a la muerte, chica?
-Sí- respondió débilmente Samira- Le tengo mucho miedo.
-¿Cómo te llamás, querida?- preguntó la voz dulce.
-Acá nadie tiene nombres- dijo con frialdad Yalima- Solo somos números.
-¿Dónde estoy?- preguntó asustada la niña. No quería pensar en la muerte.
-Bienvenida a Dachau, gitana- la mujer tenía una voz dura y desagradable.
-¿Qué? No. No puede ser. Voy a morir- gimió Samira- Voy a morir- las
lagrimas quemaban su piel blanca- Voy a morir- no podía dejar de repetirlo.
-Todas estamos resignadas a morir, pero tratamos de sobrevivir dulzura.
-Salimos aterradas de no volver jamás a este sucio establo. ¡Todas
tenemos miedo! Los niños también. Nadie está a salvo de sus garras.
-Yo creo que tiene suerte- murmuró una anciana tuerta- Escuché que en los
campos gitanos nadie dura más de un día. Tenés suerte de haber venido acá.
-Mi hermano…- comenzó Samira sin casi fuerzas para hablar.
-Trató de escaparse. Dudo que viva por mucho tiempo- susurró Yalima- A
mi familia le pasó lo mismo- puso una mano sobre el hombro sano de la chicaEntiendo que…- de pronto la abrazó. Así, ambas lloraron juntas hasta dormirse.
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Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.
Muchos días grises pasó Samira en ese horrible lugar. Trabajaba todo el
día, se sentía sucia y tenía hambre constantemente. Para peor no había visto a su
hermano. Cada día sus fuerzas menguaban. La herida de su hombro no parecía
cerrarse jamás. Se forzaba a si misma a usar su brazo malo aunque el dolor la
hiciera llorar. Si trabajaba con todas sus fuerzas, pensaba, tal vez podría vivir.
De las siete mujeres que la habían recibido solo quedaban tres: Yalima,
Sara y Rut. Las demás habían caído una por una, por el cansancio y el hambre
atroz.
La mañana del 29 de abril de 1945 despertó a Samira con un estruendo.
Muchas de las mujeres que vivían con ella estaban ya levantadas y mirando para
afuera. Corrió hacia ellas, intrigada.
-¿Qué pasó Yal?- preguntó mientras se frotaba los ojos para despertarse.
-¡Los americanos!- exclamó la mujer. Su cara fría estaba iluminada con una
sonrisa de oreja a oreja- Ya vinieron. ¡Nos vamos a salvar!- la abrazó con fuerza.
-Vamos a salir- susurró la chica. No podía creerlo.- Mi hermano…
-Nunca te mentí, lo sabés bien, Sami- dijo con un tono lúgubre- Hay pocas
posibilidades de que viva. Lo vi hace pocos días. Se veía mejor que los otros
pero…- dejó la frase incompleta.
-¡Entonces está vivo!- gritó eufórica- Tengo que encontrarlo y después
volveremos con los nuestros, buscaremos a mamá…- se detuvo, cayendo en
cuenta de lo que había dicho Yal- ¿Por qué decís que no va a vivir?
6
Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.
-Los nazis están fusilando a los hombres fuertes y a muchos otros los están
llevando afuera- murmuró, tomando a Samira de la mano.
-¡No!- gritó. Empujó a su amiga y salió corriendo del establo.
-¡Sami!- la escuchó llamarla. No se dio la vuelta.- ¡Volvé adentro! ¡Usá el
sentido común por favor!- la alcanzó y tomó su brazo.
-¡Tengo que ayudar a Joel! Yo sé que me espera, me necesita.
-¡No podés hacer nada idiota!- le gritó, obligándola a mirarla a los ojos- Te
van a matar. Perdí a mi familia, no quiero perderte a vos también.
-No puedo abandonar a mi hermano- susurró bajando la vista. Se soltó y
escapó en dirección a la parte de los hombres.
Se cruzó con caras conocidas y desconocidas. Chispas de felicidad y
esperanza se veían en muchos ojos. En otros se reflejaba el miedo; todavía no
estaban salvados.
Cuando giró hacia la derecha en el estrecho callejón lo vio. En una hilera de
treinta hombres, parado con la cabeza en alto, su hermano lloraba. Un disparo,
veinte, treinta más. Uno por uno los hombres formados cayeron al suelo, sin vida.
Un hombre con un rifle en la mano reía.
-No- susurró Samira, incapaz de gritar- No… Joel…- las lágrimas
resbalaban por sus mejillas quemando su piel.
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Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.
-No podés acercarte más- la voz y el abrazo de Yalima la reconfortaron un
poco- Si no lo hacés por vos hacelo por mí. Site atrapan nos llevan a las dos- el
miedo se notaba en su voz- Tenemos que volver- Sami asintió con los ojos
nublados por las lágrimas- Sonreí, siempre sonreí. Aunque el mundo se derrumbe
a tu alrededor.Tenés que ser fuerte, todo pasa. Eso, así- la patética sonrisa de la
chica se derrumbó al instante. Solo podía llorar. Se dejó arrastrar por su amiga
hasta el establo. Temblando se acurrucó en un rincón y lloró.
Lloró hasta que los ruidos de batalla afuera cesaron. Cuando Yalima le
preguntó como se sentía no pudo responderle; no encontraba las palabras.
Los americanos los sacaron pronto. No sacaron el dolor de su alma, sin
embargo. Jamás volvería a ser la misma niña alegre; algo se había roto en su
frágil alma.
Samira no se quedó en Europa. No buscó a su madre, no volvió con los
gitanos. Se mudó a un pequeño pueblo de América.
Pasaron cinco años, veinte, treinta. Jamás pudo volver a hablar. Cambió su
nombre y olvidó a su Dios. Se mezcló entre los hombres y mujeres libres. Sabía
que la gente reconocía su origen; las marcas en su piel que nunca se borrarían
delataban el horror de su historia. Algunos le tenían miedo, otros hablaban de ella
por lo bajo cuando pasaba. Ella agachaba la cabeza y trataba de sonreír.
Nunca olvidó a Yalima. Tampoco trató de encontrarla. Se limitó a recordar
su último consejo: Siempre sonreí, no importa que tan malas sean las cosas,
nunca dejes de sonreír.
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Seudónimo: Cabbie.
Categoría: Cuento.

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