el conflicto del sahara occidental en la geopolítica magrebí[1]

Transcripción

el conflicto del sahara occidental en la geopolítica magrebí[1]
EL CONFLICTO DEL SAHARA OCCIDENTAL EN LA
GEOPOLÍTICA MAGREBÍ[1]
YAHIA ZOUBIR
Dos décadas después del fin de la Guerra Fría, el conflicto de Sáhara
Occidental no ha conocido aún su desenlace. Este conflicto dura desde hace
ya treinta y dos años; ha sido clasificado así en la categoría de los "conflictos
helados " o "conflictos olvidados". Los refugiados saharauis, su futuro, las
condiciones atroces bajo las que viven en los campamentos, así como su
derecho a la autodeterminación y a un referéndum justo y equitativo, no
obstante reconocidos en todas las resoluciones de la ONU, parecen haber sido
olvidados. El conflicto provoca esporádicamente un cierto interés, no a causa
de los derechos legítimos de los saharauis, sino por razones de orden nacional,
de geopolítica o por intereses económicos de ciertos actores en la región o
fuera de ésta.
El caso del Sáhara Occidental informa sobre el fracaso de Naciones Unidas, o
más bien la falta de voluntad de sus miembros más influyentes en el Consejo
de Seguridad, de poner término a lo que hubiera debido ser un simple proceso
de descolonización. El conflicto apareció en 1975, en el paroxismo de la Guerra
Fría, por lo tanto en una fecha en la que Marruecos se afianzaba
indiscutiblemente en el campo occidental, mientras que Argelia, aunque
claramente no alineada en relación a los dos bloques, era sin embargo
percibida como un aliado de la antigua Unión Soviética. Además, Marruecos,
que desempeñó un gran papel en la derrota de las fuerzas nacionalistas y
comunistas en África, gozó de un apoyo político, económico y militar
considerable por parte de Estados Unidos, de Francia, así como de las ricas
monarquías del Golfo. Hoy en día no existe duda de que son los Estados
Unidos quienes han permitido a Marruecos colonizar el Sáhara Occidental[2].
A pesar de la ilegalidad de la ocupación del Sáhara Occidental por Marruecos,
el Derecho Internacional ha sido, desde el comienzo del conflicto, violado por
consideraciones geopolíticas. La contradicción entre Derecho Internacional y
consideración geopolítica está en el corazón de este conflicto y explica por qué
no ha sido aún resuelto. En efecto, un análisis serio de las resoluciones de la
ONU saca a la luz esta contradicción.
Las consecuencias de esta contradicción y la perpetuación de este conflicto
son numerosas: denegación al pueblo saharaui de su derecho a la
autodeterminación; prolongación del sufrimiento en los campamentos de
refugiados; tensión continua en las relaciones marroquí-argelinas; imposibilidad
de la construcción del Magreb unido; congelación de la Unión del Magreb
Árabe (desde 1996); tensiones cíclicas en las relaciones franco-argelinas;
desavenencia periódica en las relaciones marroquí-españolas, de un lado y
argelino-españolas de otro; amenaza de guerra en la región; carrera de
armamento entre Argelia y Marruecos a costa de su desarrollo socioeconómico;
levantamientos en el territorio saharaui ocupado, así como las violaciones de
derechos humanos resultantes.
Para comprender el impasse en que se encuentra el conflicto del Sáhara
Occidental desde los años noventa, a pesar de un Plan de resolución y un alto
el fuego garantizado por la ONU (MINURSO) desde 1991, es importante
analizar el papel respectivo de los actores principales en esta disputa.
Argelia, Marruecos y el Conflicto saharaui
En este artículo el análisis se focaliza sobre los actores externos a la región; no
obstante, es esencial examinar las relaciones marroquíes-argelinas ya que,
aunque Argelia no tiene ninguna pretensión territorial, su oposición a la
ocupación del Sáhara Occidental por Marruecos se basa en algunos principios
extraídos de su historia, aunque también en consideraciones de seguridad
nacional tal como se perciben por los responsables argelinos. Motivos
históricos, geopolíticos, ideológicos y psicológicos explican las discordias en las
relaciones marroquí-argelinas desde la independencia de Argelia en 1962. La
rivalidad por el liderazgo regional fue exacerbada por el irredentismo marroquí
y son precisamente las pretensiones marroquíes sobre el territorio argelino
(Tinduf, Bechar…), las que pesaron sobre la posición de Argelia en relación al
conflicto. Los problemas de la frontera argelino-marroquí han sido más o
menos resueltos; sin embargo, la anexión del Sahara Occidental pondría en
entredicho el concepto de intangibilidad de las fronteras heredadas del período
colonial, uno de los principios fundamentales de la Organización de la Unidad
Africana (OUA). Además, aunque el apoyo de Argelia a los movimientos de
liberación nacional fue motivado principalmente por su compromiso, en tanto
que antigua colonia, a la finalización de la autodeterminación, la cercanía de
Argelia hacia algunos países africanos tiene también por objetivo frustrar las
ambiciones de Marruecos y recoger su apoyo a la creación de un estado
saharaui independiente. Por su parte, Marruecos ha hecho del Sáhara
Occidental un asunto de unidad nacional; sus dirigentes parten del principio de
que Marruecos ha sido expoliado de su territorio y que la recuperación de « las
provincias del sur », es decir el Sáhara Occidental, es un objetivo primordial.
Así pues, los dirigentes marroquíes no perciben la cuestión del Sahara
Occidental como un asunto de descolonización o de autodeterminación; es por
ello que hay poca esperanza de ver a Marruecos cambiar de actitud más allá
de una oferta de « autonomía ampliada » a los saharauis, una oferta que no
tiene ningún fundamento jurídico, puesto que ningún país del mundo reconoce
la soberanía de Marruecos sobre el territorio que ocupa ilegalmente. La
posición de Marruecos está, pues, en total contradicción con la de Argelia, de
los saharauis y de la mayoría de los Estados africanos. A nivel regional, las
diferencias entre Argelia y Marruecos, los dos pilares del Magreb, han tenido
por consecuencia el bloqueo de la Unión del Magreb Árabe (UMA) creada en
1989. Sin embargo, mientras que entonces llamaron a la unidad del Magreb,
las potencias como Francia, Estados Unidos y España contribuyen, desde sus
posiciones respectivas, al bloqueo del proceso de integración magrebí que, sin
embargo, es vital ante la universalización.
El Papel de las Potencias extranjeras en el conflicto saharaui: Predominio
de los intereses geopolíticos en detrimento de la legalidad internacional
No es en absoluto exagerado avanzar que el fracaso de la resolución del
conflicto saharaui proviene no solamente del hecho de que Marruecos no ha
considerado en ningún momento otra solución que la anexión pura y simple del
territorio que colonizó. No habría podido mantener esta conducta sin el apoyo
indefectible de los Estados Unidos y de Francia por razones que intentaremos
dilucidar.
Francia y la cuestión saharaui
Desde el comienzo del conflicto en 1975, Marruecos se apoyó en Francia para
hacer valer sus objetivos irredentistas. Aunque ésta insistió en la necesidad de
solucionar este conflicto a fin de « permitir la construcción magrebí », Francia
destaca sin embargo que toda solución política debe tener totalmente en
cuenta los intereses de Marruecos y su estabilidad regional[3]. Es Francia
quien amenazó en usar su veto para impedir que el Plan Baker II fuera
impuesto a las dos partes, simplemente porque el plan preveía un referéndum
de autodeterminación después de un período de transición de cinco años.
Existe un consenso entre la clase política francesa de que el Sáhara Occidental
forma parte de Marruecos -cosa paradójica puesto que los mapas oficiales del
Gobierno francés conservan aún las fronteras entre Marruecos y el Sáhara
Occidental. En 1993, por ejemplo, el actual Ministro de Asuntos Exteriores,
Bernard Kouchner, había declarado que el conflicto saharaui era una creación
de Argelia. Lo que es por otra parte curioso es el hecho de que Francia se haya
opuesto, con mucha razón de otra parte, a la invasión de Iraq por los Estados
Unidos, considerándola ilegal, y de otro lado, apoye a Marruecos en su
ocupación ilícita del Sáhara Occidental Pero la cuestión consiste obviamente
en saber por qué este apoyo incondicional. Existen muchas razones[4], pero
nos quedaremos aquí sólo con algunas. Los responsables franceses rechazan
ver un Estado saharaui, un «microestado» bajo la influencia de Argelia. Otra
razón importante es que un referéndum de autodeterminación, que sería sin
duda alguna favorable a los saharauis, a pesar del derecho de voto de los
colonos marroquíes, desestabilizaría la monarquía marroquí. Los responsables
franceses piensan también que la solución al conflicto saharaui se encuentra
en Argel y que negociaciones entre argelinos y marroquíes solucionarían el
conflicto. Los intereses comerciales, venta de armas incluida, constituyen un
elemento de peso en la política francesa hacia el Reino cherifiano. Francia
sigue siendo el primer socio comercial de Marruecos y el principal inversor, con
cerca de un 70% de las inversiones directas extranjeras en el país. Además,
miles de empresas y de ciudadanos franceses se establecen en Marruecos;
más del 25% de los turistas que visitan anualmente el reino son franceses.
A pesar del carácter estrecho de las relaciones franco-marroquíes, Francia no
descuida sus relaciones igualmente importantes con Argelia. Aun apoyando
resueltamente a Marruecos, evita toda confrontación con Argelia sobre este
tema. Efectivamente, en su visita a Argel el 9 de julio de 2007, el Presidente
Nicolas Sarkozy indicó claramente que no dejaría que esta cuestión envenene
las relaciones franco-argelinas y que dejaría a Naciones Unidos regular este
conflicto. El nuevo Presidente parece más pragmático que su antecesor; quizá
temiendo una presencia americana demasiado fuerte en el Magreb. Las
relaciones argelino-americanas en casi todos los ámbitos nunca fueron tan
buenas desde la independencia de Argelia en 1962. Los recursos petrolíferos y
de gas de Argelia y sus potencialidades comerciales no dejan indiferentes ni a
Francia ni a Estados Unidos, quienes han puesto pie ya en la región del
Magreb-Sahel[5].
Estados Unidos y el Magreb: Equilibrar las relaciones con Argelia y
Marruecos…a favor de Marruecos
En principio, EE.UU no se opone al derecho a la autodeterminación
garantizado por la Carta de las Naciones Unidas. Pero los principios y el
derecho internacional no son los motores principales de una política exterior
salvo si sirven a los intereses de Estado. El conflicto saharaui no escapa a la
regla: Estados Unidos, a pesar de una cierta empatía por los saharauis,
siempre ha apoyado a Marruecos en esta cuestión. Al igual que Francia, tiene
intereses políticos, militares y, en menor grado, comerciales, considerables.
Contrariamente a Argelia, Marruecos ha sido desde hace décadas un aliado
estratégico de Estados Unidos. Goza de un apoyo no sólo en el Ejecutivo
americano, sino también en el Congreso, donde se considera que Marruecos
es uno de los raros países árabes al tener buenas relaciones con Israel.
Durante la Guerra Fría, Marruecos era percibido como una defensa contra el
comunismo o simplemente contra las fuerzas antioccidentales. Los Estados
Unidos consideraron siempre que la monarquía marroquí es un factor de
estabilidad regional y un aliado fiable para el mundo occidental. Esto es lo que
explica el considerable apoyo político, militar y económico estadounidense
hacia Marruecos. Mientras que durante la Guerra Fría Marruecos se percibía
como elemento esencial en la lucha anticomunista, es percibido, desde el 11 de
septiembre de 2001, como un actor clave en la lucha contra el terrorismo
mundial (Global War on Terror). Esta realidad ha favorecido la supuesta
iniciativa marroquí para una autonomía. Pero, aquí también, Estados Unidos no
puede imponer esta autonomía a los saharauis ya que es plenamente
consciente de que Marruecos no tiene ninguna soberanía sobre el territorio.
Además, los saharauis cuentan con algunos valedores en el Congreso.
Estados Unidos no quiere tampoco tener problemas con Argelia en esta
cuestión. Los americanos son plenamente conscientes de que Argelia no es la
que fue durante la década roja en los años noventa cuando el terrorismo causó
decenas de miles de víctimas. El papel de Argelia en la lucha antiterrorista
hace de ella un actor ineludible. Así pues, los EE.UU no desean imponer
ninguna solución que no sea aceptable para la propia Argelia si intentan
ratificar la autonomía a los saharauis. El problema, por supuesto, es que si
Estados Unidos permite a Marruecos anexionarse el Sáhara Occidental y
acepta su soberanía en el territorio que ocupa, crearía un precedente muy serio
en el sentido de que fomentaría la adquisición de territorios por la fuerza.
España: la política del columpio
La mayoría del pueblo español considera que su Gobierno ha traicionado a los
saharauis. Pero una vez más las razones de Estado, tal como la percibe la elite
política, priman siempre. Como Francia, España tiene intereses considerables
en el Magreb, en particular en Marruecos y Argelia. Para España es equilibrar
sus relaciones con las dos potencias magrebíes. España ha intentado, pues,
mantener una « neutralidad activa » de cara al conflicto. Pero, contrariamente
al Gobierno de José Maria Aznar, el de Jose Luis Rodríguez Zapatero que le
sucedió tras los ataques terroristas de Madrid el 11 de Marzo de 2004, ha roto
esta neutralidad, y ello a pesar de su responsabilidad histórica como potencia
colonial. Teóricamente, España sigue siendo la potencia administrativa, puesto
que los Acuerdos Tripartitos (Marruecos, España, Mauritania) de noviembre
1975 no tienen ningún fundamento jurídico. La posición de los Socialistas
españoles oscila entre una alineación con la posición francesa y una vuelta a
una posición conforme con la legalidad internacional. España practica un juego
de equilibrismo entre Marruecos y Argelia que los Socialistas quieren hacer a
costa del pueblo saharaui y de su derecho a la autodeterminación. España
encuentra en Marruecos una salida importante para su industria de armamento.
Sus intereses económicos no lo son menos. Existe también un importante
grupo de presión pro marroquí en España. Es preciso igualmente no
subestimar los vínculos de amistad que se tejieron entre los oficiales
marroquíes y españoles. Objetivamente, es necesario también entender que
desde los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, el Gobierno Español
haya decidido que la seguridad de España esté unida a la de Marruecos.
Pero las relaciones con Argelia son igualmente importantes; España depende
en gran parte de Argelia en el plano energético, sin olvidar las potencialidades
actuales del mercado argelino para las empresas españolas. Las cuestiones de
terrorismo, inmigración ilegal, tráfico de drogas, y la cuestión de Ceuta y Melilla
obligan a España a la prudencia en sus relaciones con Marruecos y cada vez
más con Argelia. Las preocupaciones del Gobierno español no se quedan en
esto, puesto que partidos políticos, ONGs, administraciones regionales y
eminentes intelectuales españoles apoyan la causa saharaui. No es
sorprendente, pues, que el Congreso de los Diputados español haya aprobado
por unanimidad una moción -respaldada incluso por los Socialistas-, que pedía
al Gobierno mantener el punto de vista tradicional de España en lo que
concierne a la autodeterminación del pueblo saharaui. Ello explica quizá que
España, que ha apoyado « la oferta de autonomía » marroquí, se ajuste hoy al
papel de la ONU en este asunto y no se pronuncie ya sobre la autonomía. La
continuación de las negociaciones directas entre saharauis y marroquíes le
ofrece un respiro muy oportuno.
Conclusión
El conflicto saharaui es uno de los elementos de bloqueo del proceso de
integración magrebí. Hay también un contexto más complejo en la región con la
presencia cada vez más visible de Estados Unidos en el Magreb-Sahel y una
rivalidad potencial entre Estados Unidos y Francia. La exageración en el
ascenso del “yihadismo” en la región tiene también por objetivo el control de los
recursos naturales de la región, en particular el petróleo y el gas. El argumento
que se querrá hacer avanzar -y que ya ha sido hecho- es decir que un estado
saharaui independiente sería frágil y se convertiría en fuente de “balcanización”
y de inestabilidad en la región. Señalado esto, decir que el conflicto es un
bloqueo a la integración y a la prosperidad de la región omite numerosos
puntos importantes. La responsabilidad de España y de las Naciones Unidas
en la descolonización del Sahara Occidental sigue siendo completa. Querer
forzar la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental -soberanía que
nadie reconoce- es una violación flagrante del derecho internacional. Lo que es
más peligroso es que, después de treinta años de conflicto, los Marroquíes
intenten persuadir a la comunidad internacional de que el POLISARIO es un
movimiento terrorista y que los saharauis son miembros potenciales de Al
Qaeda. Se hace poco caso de la lucha legítima de este pueblo y de la
represión que sufre bajo el yugo colonial. Los Marroquíes intentan convencer al
mundo entero de que la autonomía es la mejor garantía contra la amenaza
terrorista (véase The Guardian del 12 de marzo). Aceptar esta visión es
también acusar indirectamente a Argelia de apoyar el terrorismo en la región
del Magreb-Sahel, ya que está en la vanguardia de esta lucha. Se arguye
incluso que Argelia ha traído a Rusia a la región (después de la compra por
Argelia de armamento ruso), como si se viviera en la época de la guerra fría.
Por supuesto, que nadie se engañe, el argumento es importante para los que
no conocen bien la génesis de este conflicto o la responsabilidad histórica y
moral de España en conducir a su término la descolonización de este territorio.
La cuestión que se plantea es si el Gobierno español está dispuesto a
compartir un análisis tan absurdo como el propagado actualmente por
Marruecos.

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