EL CINE RURAL EN ESPAÑA Agustín Gómez

Transcripción

EL CINE RURAL EN ESPAÑA Agustín Gómez
EL CINE RURAL EN ESPAÑA
Agustín Gómez Gómez. Profesor CC. Comunicación. Universidad de Málaga
Cinemáscampo, 12 de diciembre de 2008
EL CINE RURAL EN ESPAÑA
Agustín Gómez Gómez. Profesor CC. Comunicación. Universidad de Málaga.
Cinemáscampo, 12 de diciembre de 2008
En muchos sentidos buena parte del cine español ha estado condicionado por lo
rural. Pocos son los cineastas que de un modo u otro no han tocado unas temáticas que
ahonda en lo rural o han ambientado sus películas en un entorno rural. Incluso en la
actualidad, donde inicialmente parece que el peso de lo urbano acoge un sentido de
modernidad, pocos son los directores que dan la espalda a historias que tienen en todo
lo que se configura como el universo rural su esencia. Quizás Alex de la Iglesia y
Fernando León de Aranoa, podrían ser desde dos puntos distantes los representantes de
lo urbano en el actual cine Español, y pocos más se sumarían a esta línea. Por el
contrario, contando con los directores vivos, veremos como Berlanga, Carlos Saura,
Gutiérrez Aragón, José Luis Garci, González Suárez, Víctor Erice, Mario Camus, Julio
Medem, y un largo etcétera ambientan muchas de sus dramas o comedias en una
atmósfera rural o en provincias, concepto este último de difícil precisión pero que suele
utilizarse como contrapunto a la capital o a las grandes urbes.
En el cine antes de la guerra civil, se produjeron muchas películas que se
centraban en historias de tipismo regional. Nobleza baturra (1935) de Florián Rey y
Morena clara (1936), ambas con conflictos amorosos entre diferentes clases sociales,
son buen un ejemplo, donde además no faltan las descripciones de las faenas agrícolas
como en el comienzo de la primera. Una obra no lo suficientemente conocida pero de
indudable valor es La ruta de don Quijote (1934) de Ramón Biadiu, que a modo de las
sinfonías de las ciudades de Ruttmann y Vertov, la trasmuta en sinfonía del mundo
rural una España anclada en el tiempo de Cervantes.
Es también en este periodo cuando se desarrolló el género de la españolada (del
francés espagnolade) que se centraba en el tipismo diferencial y folclórico de las zonas
más deprimidas y premodernas de la España rural, como la Andalucía rural que se
presentaba poblada por gitanos y toreros, con criterios atávicos, reaccionarios y
machistas, según acertadas palabras de Román Gubern.
En la España franquista se produjeron intentos de huir de ese tipismo rural, sobre
todo de aquello que se identificaba con la españolada, precisamente porque se
consideraba un extranjerismo y resultado de la denominada España negra. Con palabras
como “No toleraremos la vuelta de los gitanos, el retorno de la faca, porque esos
gitanos y esas facas son invención más exógena que propia y ya nos han llenado
bastante de ridículo y de confusión”, publicadas por el editorial de la revista Primer
EL CINE RURAL EN ESPAÑA
Agustín Gómez Gómez. Profesor CC. Comunicación. Universidad de Málaga.
Cinemáscampo, 12 de diciembre de 2008
Plano en 1943, se ponía el dedo en la llaga de un cine que caricaturizaba a los
españoles. No obstante, hubo otros que lo consideraban inevitable, como en el
Manifiesto a la cinematografía española de Augusto García Viñolas en 1940 en el que
señalaba entre otras cosas lo siguiente: “No es por un atajo de impura economía que
nuestro cine vino a dar en el tipismo andaluz o intentó refugiarse a la sombra de los
dramas rurales, sino por la razón suprema de que toda la vida española era comedia
andaluza, cuando no sombrío drama rural”. En cualquier caso, aunque unos repudiaban
el aspecto de la españolada y otros veían en el panorama español lo rural se mirase por
donde se mirase, lo cierto es que tanto las mistificaciones históricas, los estereotipos
regionales, los valores religiosos como la construcción de un supuesto biotipo nacional,
todo, o casi todo, nos remitía al mundo rural.
El cine de la españolada fue adquiriendo la denominación de cine folclórico, en
el que las grandes tonadilleras del momento, como Concha Piquer, Lola Flores o
Estrellita Castro, interpretan papeles las más de las veces en ambientes andaluces y
orientado a unos espectadores con marcado acento rural; y en la década de los años 40
se prodigó también un cine que se basaba en el drama rural, en muchos sentidos una de
las más rancias temáticas del cine español. Títulos como La malquerida (1940) de
López Rubio, La Dolores (1940) y Marianela (1940) de Perojo, La aldea maldita (1942) y
Orosia (1943) de Rey, Tierra sedienta (1945) de Gil, Las aguas bajan negras (1948) de
Sáenz de Heredia, Entre barracas (1949) de Orduña, Un hombre va por el camino (1949)
y Condenados (1953) de Manuel Mur Oti, Luna de sangre (1950) de Rovira-Beleta, son
algunas de las que ejemplifican esta corriente.
Hubo también algunas obras experimentales con una fuerte connotación
religiosa que de nuevo tenía en lo rural su mejor exponente, en ocasiones como si se
tratase de un contrapunto a Las Hurdes (1933) de Buñuel. Entre ellas Espejo granadino
(1944) de José Val del Omar puede servir como muestra de un cine que seguía viendo en
la naturaleza y en lo rural una poética y mística de los valores españoles.
A pesar de que el drama rural ira perdiendo fuerza en la década de los años 50,
especialmente por la aparición de otros géneros, el mundo campesino seguirá presente
en muchas de las producciones cinematográficas españolas. Surcos (1951) de Nieves
Conde es sintomática de este aspecto, pues aunque se trate de una película que
transcurre en el Madrid de los cincuenta y aunque trate temas de indudable aspecto
urbano como el estraperlo, el problema de la vivienda, el paro y la prostitución, su
arranque, con la llegada de la familia campesina a la ciudad, y su final, con la vuelta al
EL CINE RURAL EN ESPAÑA
Agustín Gómez Gómez. Profesor CC. Comunicación. Universidad de Málaga.
Cinemáscampo, 12 de diciembre de 2008
pueblo, no podía ser más elocuente de cómo el campo, ahora a través de sus
personajes, van a tener una continuidad en la cinematografía española con la aparición
de un personaje, que luego en clave cómica, el paleto, será un filón en la taquilla y una
lacra en el estereotipo del español. Muy diferente es el caso de ¡Bienvenido Mister
Marshall! (1953), de Berlanga, que no lo olvidemos sigue siendo uno de los mejores
retratos de la España franquista, es decir, de una España rural.
En el cine de la última España de la dictadura y la del cine de la primera
democracia estuvo también jalonada de un cine que acentuaba el catetismo, en un
modelo del español que había emigrado a la capital con todo su bagaje rural, y esto
sirve igual si se desplazaba a Madrid, pongamos por caso de buena parte de las
películas de Paco Martínez Soria, como el título tan elocuente de La ciudad no es para
mi (1966), que si buscaba trabajo en Alemania, como la película también de Pedro
Lazaga Vente a Alemania, Pepe (1971) interpretada por Alfredo Landa.
Incluso en películas de escenario o temática urbana, se encuentran momentos
de merienda campestre con mantel, tortilla de patatas y embutidos en plena campiña,
como si un substrato atávico uniera al cine español con lo rural. Lo vimos en El verdugo
(1947), y continúa en Almodóvar.

Documentos relacionados