tierno: “Yo protejo – declara abiertamente a Moisés
Transcripción
tierno: “Yo protejo – declara abiertamente a Moisés
tierno: “Yo protejo – declara abiertamente a Moisés – a quien quiero y tengo compasión de quien me place” (Ex 33,19). Dios se dejó afectar entrañablemente por la suerte de un solo pueblo, su elegido, Israel, y ello a pesar de su frecuente deslealtad (Ex 33,19; Is 63,9). Y fue así que salió del anonimato y se dio a conocer (Ex 3,6-14; 6,2-8). Cuando Dios es piadoso y compasivo, lo mismo que cuando (no) lo es el pueblo, la insistencia no cae sobre el sentimiento básico que tiene quien es benevolente, sino sobre las actuaciones que manifiestan su bien hacer. Siendo tierno, Dios no es débil; ni se debilita refugiándose en un estado de sensiblería ineficaz, ni debilita a los que compadece; pues es su ternura la que pone en movimiento su potente actuación salvífica: Dios muestra su misericordia, al recordarse de su alianza, y visita a su pueblo llevado por su entrañable misericordia (cf. Lc 1,72.78). Y es que ejercer benevolencia es praxis propia de aliados, solidarios como se han comprometido a ser para hacerse el bien que se deben. La alianza puede cerrarse entre iguales y entre desiguales; en ambos casos, uno queda comprometido a favor del otro: lealtad entre iguales, compasión, entre desiguales. La lealtad de Dios, superior como aliado que permanece fiel, es siempre gracia; Israel puede siempre esperar esa gracia, aunque le conste su deslealtad (Ex 34,9; Num 14,19; Jr 3,13); Dios, en cambio, ‘recuerda’ su alianza, no olvida su compromiso con el pueblo y realiza su misericordia visitando a su pueblo (Lc 1,68.72; cf. 1,50.54.58): ese recuerdo – misericordia eficaz - es ‘entrañable’ (Lc 1,78). Es el estado de necesidad, por limitación natural (enfermedad o mal) o por infidelidad consciente (pecado y malicia) lo que mueve a Dios a actuar a favor de aquel que considere suyo. Pero más esclarecedora que la etimología del término resulta la narración de la experiencia religiosa del pueblo elegido: en una historia religiosa en que la infidelidad fue la respuesta del pueblo a su Dios, la constante benevolencia de Dios adquirió el aspecto de perseverante ternura, siempre fiel a sí misma, siempre sobreabundante (Sal 19,156). Puesto al límite por la rebeldía de su pueblo, Dios nunca “despertó todo su enojo” (Sal 78,38). La ternura en Dios vence siempre la ira, que le provoca un pueblo “aferrado a su infidelidad” (Os 11,7), sea que Él, estremecido, recuerde su alianza (Os 11,7-9: “¿Acaso puedo abandonarte, Israel?.. Mi corazón me da un vuelco, todas mis entrañas se estremecen. No dejaré correr el ardor de mi ira, no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, no un hombre.. y no me complazco en destruir”, sea que alguien le conmueva, recordándole sus promesas I G L E S I A / C S R F P 39