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FERIA V IN CENA DOMINI
A lo largo de los muchos años de mi vida sacerdotal, han sido
abundantes las ocasiones en las que he predicado la Homilía en la
Misa de la Fiesta del Jueves Santo, la Feria V In Cena Domini, que
es el nombre con el que se conoce esa gran Festividad en la Liturgia
de la Iglesia.
Normalmente siempre comenzaba con las mismas palabras, rebosantes de gozo a la vez que de nostalgia, con las que se expresaba un
viejo proverbio referente a este Día. El cual venía a decir, según lo
repetían las gentes sencillas de aquella época, que tres Jueves hay en
el año que relumbran más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi
y el Día de la Ascensión.
Es cierto que muchos de los viejos proverbios y antiguos refranes
han quedado olvidados, una vez que han desaparecido las realidades
a las que respondían. Todo el mundo sabe, a excepción de los más jóvenes puesto que no vivieron en aquellos tiempos, que los tres Jueves
fueron borrados denitivamente de los Calendarios. Y junto con las
fechas, quedaron suprimidos también los sentimientos y las alegrías
que tales acontecimientos suscitaban entre los cristianos: chicos y
grandes, viejos y jóvenes, sabios e ignorantes, buenos y malos. Eran
todavía los tiempos felices en los que el Mundo no se había decidido
a prescindir de Dios.1
1
El Día de Jueves Santo, sin embargo, dado que forma parte del Triduo Sacro
y de no estar considerado como Fiesta de precepto, no fue trasladado al Domingo
siguiente (Domingo de Pascua).
2
El Día de Jueves Santo conmemora el acontecimiento de la Primera Misa que se celebró en la Historia del Cristianismo. Pero como
la Misa es la misma Muerte de Cristo, hecha realmente presente
aunque en forma de Sacricio Místico allí donde su Liturgia
se celebra, puede decirse, por lo tanto, que es el Gran Día en que
se conmemora la Muerte del Señor. De tal forma, sin embargo, que
mediante su celebración como Función Litúrgica, de nuevo se hace
presente en toda la fuerza de su realidad.
Jesucristo murió por nosotros una sola vez (Ro 6: 910; 1 Pe 3:18). No
tendría sentido alguno, por lo tanto, armar que su Muerte se repite. Sucede,
sin embargo, que Dios, al n y al cabo Señor del tiempo y del espacio, hace
posible que aquella Muerte, la cual una vez tuvo lugar en el Monte Calvario en
la Cruz, se haga presente, aquí y ahora ; precisamente en el lugar y en el momento
donde se celebra el Sacricio de la Misa. Pero no en forma simbólica o de mero
recuerdo, sino en toda la verdad de la misma realidad. Es en ese sentido como se
podría asegurar que, de alguna manera, si bien en el modo de Sacricio Místico,
la Muerte del Señor se adelantó en el tiempo a la Noche de la Última Cena.
Aquí debe tenerse en cuenta lo que sucede con los acontecimientos en los
que existe una interrelación entre la eternidad y el tiempo. Pertenecen al ámbito
de la eternidad, aunque se desarrollan en un tiempo concreto; o bien tienen
lugar en un momento de tiempo determinado, pese a lo cual se relacionan con la
eternidad. En ellos no tiene sentido hablar de un antes o de un después, puesto
que en la eternidad no existe tiempo alguno. Decía San Agustín, a propósito de
su comentario al texto del Evangelio joánico 16: 1315, que Nec moveat quod
verbum futuri temporis positum est. . . Illa quippe audientia sempiterna est, quia
sempiterna scientia. In eo autem quod sempiternum est sine initio et sine ne,
cujuslibet temporis verbum ponatur, sive praeteriti, sive præsentis, sive futuri,
non mendaciter ponitur.2
Y con la institución de la Misa se conmemora también la de
la Eucaristía, dado que ambas mantienen entre sí una verdadera e
íntima relación de interdependencia.
2
In Ioa., tr XCIX, 5.
3
Lo primero a subrayar aquí es el hecho de que en el Misterio sobrenatural de la Misa se actualiza la Muerte de Cristo.3 Aunque no
en el sentido de que se repita el Sacricio del Calvario; sino en el de
que se hace realmente presente, aquí y ahora. Con todo, su puesta a
punto en la función litúrgica, bajo la forma de Sacricio Místico, no
le resta nada a su realidad. El vocablo memorial, único lugar donde
se usa y único en el que tiene cabida, dada la singularidad del Misterio al que hace referencia, excluye de por sí cualquier determinación
(explícita o implícita) que evoque alguna idea de recuerdo, conmemoración, símbolo o alegoría. O dicho más sencillamente, la Misa no
hace sino poner, aquí y ahora, lo que sucedió una vez allí y entonces.
Del verdadero sentido de la Muerte cristiana. La Muerte como la mayor
demostración de Amor.
He aquí que la Muerte se convierte en la mayor demostración
posible de Amor cuando alguien la asume libremente, impulsado por
ese sentimiento: Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la
vida por sus amigos.4 Se podrá discutir acerca de la intensidad de
tal Amor, de las diversas formas bajo las que puede expresarse o
respecto a quién lo posee en mayor grado. Pero siendo la Muerte un
hecho patente, parece razonable concluir que quien la asume, libre
y voluntariamente por Amor, demuestra que lo profesa en su más
elevado nivel.
3
El vocablo no es enteramente apropiado. Pero no existe, en la lengua castellana, una palabra adecuada que convenga a la expresión hacer presente. Lo
que no tiene nada de extraño, dada la singularidad del Acontecimiento al que se
reere este Misterio fundamental de la Fe y de la Liturgia cristianas.
4
Jn 15:13.
4
Según lo cual, la Muerte por Amor ofrece un doble aspecto que
conviene distinguir.
En cuanto signo, es la mayor demostración posible de Amor. En
cuanto hecho, es el Amor llegado a su punto culminante. De donde
cabe decir que la Muerte por Amor es una realidad. Y un signo
demostrativo, al mismo tiempo, de la autenticidad de tal realidad.
Ahora bien, puesto que el hombre ha sido hecho por el Amor
y para el Amor, cabe deducir de aquí otras conclusiones de gran
importancia.
La primera se reere al hecho de que, vistas las cosas a la luz
del Plan de Dios, sólo la Muerte por Amor adquiere la condición de
verdadera Muerte. Como consecuencia de lo cual, gracias a Jesucristo
y a su Muerte, lo que tenía carácter de castigo para el ser humano
a causa del pecado, se ha convertido en victoria y en corona de
gloria (Sal 116:15; 1 Cor 15: 5455). Jamás el Demonio y la Muerte
podían haber sufrido mayor derrota; ni tampoco ser sometidos a
más grande ignominia. De esta forma, la mancha que lacraba la
naturaleza humana ha quedado convertida, gracias al Amor, en una
realidad radicalmente positiva. Y lo que signicaba un triunfo para
el Mal, ha quedado transformado para él en la más vergonzosa de
las derrotas.
Por otra parte, si la Muerte por Amor es la eclosión del Amor,
o la demostración del más grande Amor, y dado que el hombre ha
sido hecho para amar, sólo es por medio de esa Muerte como la vida
adquiere para él su más propio sentido. O dicho de otra manera,
únicamente a través de esa Muerte alcanza su más alto signicado
la consumación de la vida humana. De ahí las últimas palabras de
Cristo en la Cruz: Consummatum est! 5 Lo cual explica que, gracias
a la Muerte y sólo a través de ella, es como el creyente y el de
5
Jn 19:30.
5
Jesucristo alcanza su plena identicación con Él. Y por eso dice el
Apóstol que ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni ninguno
muere para sí mismo; pues si vivimos, vivimos para el Señor; y si
morimos, morimos para el Señor . . . 6 La conclusión de todo ello es
maniesta: la vida humana no llega a su consumación o plenitud
hasta el momento de la Muerte.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que no todos los hombres
alcanzan para sí mismos el verdadero sentido de la Muerte. Solamente aquéllos que, habiendo sido elevados al orden sobrenatural
por medio de la Gracia, se mantienen unidos a Jesucristo.7 La teoría de la gran dignidad del hombre con carácter de imperecedera,
correspondiente a su condición de hijo de Dios, adquirida desde el
inicio de su existencia por los desposorios del Verbo con la naturaleza humana en la Encarnación, está vinculada a las doctrinas de la
salvación universal y del cristianismo anónimo propagadas por el
Neomodernismo.
Para la Fe Católica, la Muerte es la mayor demostración de un
Amor que alcanza en ella su punto culminante. Para llegar al cual,
como es lógico, ha de existir previamente un proceso de maduración y
perfeccionamiento: Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue
a sí mismo, que tome su cruz cada día, y que me siga.8 Donde no
deja de ser bastante expresiva, como puede verse, la alusión al cada
6
7
Ro 14: 78.
El verdadero discípulo de Jesucristo participa de la vida de su Maestro. Las
expresiones bíblicas son variadas, debido a la inaccesibilidad del Misterio: revestidos de Jesucristo (Ga 3:27; Ro 13:14), convivicados con Cristo (Ef 2:5); vida
escondida con Cristo (Col 3:3), etc. Pero siempre denotan una íntima unión con
Él, imposible de ser aprehendida y expresada de forma cabal por la inteligencia
y el lenguaje humanos. Por lo demás, en tal comunión de vidas, tanto Jesucristo
como el discípulo conservan su identidad y su respectiva personalidad; lo cual,
como sabemos, es condición indispensable para la existencia del Amor.
8
Lc 9:23.
6
día. Y de ahí que el Apóstol San Pablo, en algún momento de su
existencia y en el colmo de sus trabajos, llegara a exclamar que la
noche está avanzada y el día ya está cerca.9 Igualmente armaba
que debía completar, a través de sus propios sufrimientos, lo que le
faltaba a la Pasión de Cristo (Col 1:24). Una tarea a lo que tampoco
es ajeno cualquier discípulo de Jesucristo, a llevar a cabo a lo largo
de su vida.
Un atentado directo contra el concepto del Amor. Las falsas teorías
Neomodernistas sobre la salvación y la dignidad del hombre, con sus
repercusiones en la Doctrina sobre el Amor.
Es falsa la pretensión del Neomodernismo de que el hombre
cualquier hombre, ya desde el primer momento de su existencia
y por obra de la Encarnación del Verbo, es objeto directo del Amor
que el Padre le profesa a través de Jesucristo, con quien el ser humano se encuentra unido ab initio, y de tal manera además que no
admite ruptura. Pues tal alianza y efusión de Amor hacia el hombre
y a toda la Creación, por parte del Padre no se rompería ni aun
con el Pecado Original.10
Las doctrinas neomodernistas, aunque no lo nieguen expresamente, ignoran prácticamente la existencia del Pecado Original. Tienden
a olvidar que la naturaleza humana caída, aun elevada de nuevo al
orden sobrenatural, que es como ahora se encuentra a causa de la
Redención, conserva todavía el estigma de la concupiscencia. Lacra
9
10
Ro 13:12.
El hombre fue creado de hecho, por libérrima y amorosa voluntad divina,
en estado de iustitia originalis. El cual pertenece al orden sobrenatural y no
corresponde, por lo tanto, a su naturaleza. Fue a partir de De Lubac cuando la
Teología Progresista comenzó a identicar la naturaleza con la sobrenaturaleza.
7
que es efectivamente superable. . . , aunque no sin el concurso de la
Gracia y de la libre cooperación humana. De todos modos, el Neomodernismo ni siquiera cree en la necesidad de reparación de una
naturaleza humana que, a n de cuentas, nunca ha perdido la condición de dignidad que le otorga el haber sido previamente salvada
por el Amor del Padre; lo que ha tenido lugar a través de la Encarnación del Verbo, y manifestada progresivamente al hombre por
obra de la Redención obrada por Jesucristo (en Quien el hombre
se va descubriendo a sí mismo). De donde se sigue que la madurez
cristiana se reduce a un proceso puramente psicológico por el que
paulatinamente el hombre va siendo cada vez más consciente de lo
que es.
La peculiar enseñanza acerca del hombre contenida en la Encíclica [Dominum et Vivicantem, de Juan Pablo II] es la de que el
hombre, cuando fue creado, ya en su propia humanidad recibe, como
un don especial, el de ser creado `a imagen y semejanza de Dios'.
El cual regalo signica tres cosas: a) que forma parte de la esencia del hombre; b) de donde se deduce que no se trata solamente
de la racionalidad y de la libertad como propiedades constitutivas de
la naturaleza humana, sino también, desde sus mismos inicios, de la
capacidad de gozar de una relación personal con Dios y, por lo tanto,
de la capacidad de establecer una alianza con Él; c) que la donación
del Espíritu es la vocación a la relación con Dios y la participación
en la vida divina. De donde podemos concluir con claridad: Según
los principios fundamentales de la Encíclica, no solamente existe una
omnipresencia y un efecto universal del Espíritu Santo en la Creación, sino que hay además una sobrenatural donación del Espíritu y
de la participación en la vida divina.
Incluso aun admitiendo, tal como lo hace la Encíclica así como
también Santo Tomás y su Escuela, que el primer hombre fue creado
8
en estado de gracia santicante, la enseñanza de la Iglesia siempre ha mantenido, sin embargo, que el don sobrenatural otorgado
a nuestros primeros padres, consistente en la donación del Espíritu,
no forma parte de la naturaleza del hombre; y ni siquiera es una
de las propiedades constitutivas de la naturaleza humana. Sino que
más bien es cosa puramente sobrenatural: una gracia absolutamente
inmerecida.11
Se habrá observado, a propósito de la negación del Pecado Original que
hemos atribuido a la Teología Progresista Católica, más o menos tocada de Modernismo, que se ha atemperado tal armación mediante la adición del adverbio
prácticamente. Por lo que parece razonable añadir alguna explicación.
Ante todo, conviene recordar que lo que rechaza el Modernismo, en realidad,
son todos los dogmas del Catolicismo; y no solamente el del Pecado Original. Por
eso decía San Pío X que el Modernismo viene a ser el compendio de todas las
herejías. Pero en cuanto a su modo de presentarse en la actualidad sobre todo
en la Teología Católica concurren circunstancias que conviene tener en cuenta.
Es un hecho constatado que el Modernismo se ha inltrado en la Iglesia y
con no poco éxito, además. Para lograr lo cual, no le habría convenido mostrarse
de forma tan clara como para que quedaran anulados sus propósitos. De ahí
que haya preferido la táctica del disimulo y de la manipulación del lenguaje, las
cuales han demostrado ser de extraordinaria utilidad.
El procedimiento de la manipulación del lenguaje, efectivamente, es un inteligente método que, con la ayuda de las modernas técnicas, se ha convertido
en uno de los instrumentos más importantes para el control de masas enteras de
población.
La manipulación del lenguaje, aplicada sobre todo al mundo de las actividades humanas, como la Religión y la Política, es empleada hoy a fondo por
todas las ideologías. Hasta el punto de haberse convertido en una auténtica tiranía del lenguaje. Una ecaz herramienta de manipulación y dominio que ha sido
bautizada con razón, por parte de algunos, con el nombre de verbocracia.
11
Johannes Dörmann, Pope John Paul II's Theological Journey to the Prayer Meeting of Religions in Assisi, Angelus Press, Kansas City, Missouri, 2003, Part II, Vol.
3, pag. 172 (los subrayados en itálica, que son del mismo Dörmann, corresponden a
citaciones literales de la Encíclica).
9
Como fácilmente puede suponerse, el fundamento principal sobre el que se
asienta el procedimiento es el de la Mentira, cuyo objetivo no es otro que el de la
manipulación de las mentes. Sin embargo está demostrando ser extraordinariamente útil para sus ejecutores. A todo lo cual están contribuyendo los avances
de las modernas tecnologías; sin olvidar el elemento de la laxitud moral y de la
indiferencia en las que viven las masas de población.
El método de manipulación de las palabras abarca, a su vez, dos principales
formas de actuación, íntimamente relacionadas ambas, aunque distintas.
Consiste la primera en utilizar un lenguaje susceptible de ser interpretado
en varios sentidos. De los cuales uno de ellos en el más corriente y conocido,
presentado en su forma normal de honesta legalidad, con dejos de profunda
ortodoxia y apto para ser aceptado por los más ingenuos y menos avisados. Que
prácticamente son quienes constituyen la inmensa mayoría del mundo en el que
vivimos.
Sin embargo, bajo su aparente inocuidad contiene también otro sentido más
oculto, aunque a primera vista pase desapercibido entre sus posibles signicados;
pero que aquí es el que verdaderamente se persigue. El resultado de tal ambigüedad equivale a una bomba de explosión retardada, controlada a voluntad,
dispuesta a ser utilizada en su momento mediante los procedimientos previstos. Una vez aceptado por la mayoría el primero y más aparente de los posibles
sentidos, cuidadosamente presentado como el más obvio y normal (gracias a su
aparente, aunque engañosa bondad), el proceso sigue su marcha normal. Es posteriormente cuando los otros posibles sentidos, más ocultos y travestidos, que
son los que realmente se perseguían, hacen su aparición en el momento adecuado y previsto. Llegado el cual, las doctrinas modernistas encuentran el campo
abonado para hacer aceptar sin problemas sus nuevas ideas que, hasta ahora,
habían permanecido camuadas; apoyándose para ello en el sosma de que ya
fueron aceptadas y aprobadas.
Al tiempo en el que se redacta este escrito, tras los muchos años transcurridos después del Concilio Vaticano II, la sana Crítica está de acuerdo en que sus
Documentos fueron manipulados. Cosa que se hizo mediante el procedimiento de
introducir en ellos numerosas ambigüedades, según los métodos que acabamos
de explicar. Tales Documentos, pese a la susceptibilidad de que adolecían de ser
diversamente interpretados con el peligro que tal cosa suponía, fueron aceptados sin dicultad por la gran mayoría de los Padres Conciliares. Enteramente
ajenos, por lo demás, a lo que estaba ocurriendo; gracias a la labor de ciertos
10
Grupos de Presión que tan decisivamente inuyeron en el Concilio.12 Todo ello,
a su vez, abrió el camino en los años que siguieron, tal como se había planicado,
para la promulgación de abundantes Disposiciones por parte de diferentes Organismos de la Curia Vaticana; cuyos resultados se han concretado en la debacle
producida en la Iglesia durante todo ese período. Así se ha originado en el Mundo Católico la crisis que lo ha conducido a la difícil situación que actualmente
atraviesa, la cual se ha ido agravando con el paso de los años. En denitiva,
lo más opuesto imaginable a los famosos Nuevo Pentecostés y Primavera de la
Iglesia ; los cuales iban a brotar infaliblemente, como frutos del Concilio, para
benecio de la Misma y de toda la Humanidad. No de otra manera había sido
proclamado por el Papa Juan Pablo II en sus escritos y alocuciones.13
La otra forma de manipulación del lenguaje, también utilizada por la Teología Progresista, emplea un método distinto pero relacionado con el que acabamos
de explicar. Consiste en utilizar vocablos y conceptos conocidos, usados a través
de siglos en un sentido denitivamente consagrado y expresivo de la Tradición
y la Doctrina Católicas; pero que ahora, sin embargo, son empleados con un
sentido absolutamente diferente. A primera vista, tanto a través de su audición
como de su lectura, el signicado de esos vocablos y de sus correspondientes conceptos no parece diferir del sentido tradicional; tal como siempre les había sido
reconocido. Sin embargo, tal estimación responde a un examen supercial del
problema. Puesto que, en realidad, si se quiere conocer el verdadero sentido del
lenguaje utilizado en las nuevas circunstancias, es necesario recurrir al contexto;
y, sobre todo, al conjunto del texto, o al signicado que en otras ocasiones le ha
sido asignado ordinariamente por su autor. Solamente entonces, una vez cono-
12
La historia de la inuencia que tuvo en el Concilio la Teología Progresista alemana (y en grado menor la francesa) está bien documentada. Véase, por ejemplo, entre
una abundante bibliografía, el conocido libro El Rin Desemboca en el Tíber, de Ralph
Wiltgen.
13
Sobre todo en sus tres conocidas Encíclicas llamadas por él mismo Trinitarias :
la Redemptor Hominis, la Dives in Misericordia y la Dominum et Vivicantem, por
orden de aparición. En ellas establece Juan Pablo II una división clave en la Historia
de la Iglesia. Según el Papa, el comienzo del tercer milenio, con respecto al período
transcurrido con anterioridad, signica un hito fundamental en la Iglesia. Queda para
los historiadores del futuro averiguar el exacto signicado de las referencias del Papa
a la Nueva Iglesia. A la que iba a dar lugar, al comienzo del Nuevo Milenio, la Nueva
Efusión del Espíritu Santo a través del acontecimiento del Concilio, que él consideraba
como el Nuevo Pentecostés. Desgraciadamente, las dicultades de interpretación y de
coordinación que ofrecen sus teorías con respecto a la Escritura, a la Tradición Oral y
al Magisterio anterior, no son de poca monta.
11
cido el verdadero sentido atribuido a un determinado concepto o expresión, tal
como se desprende con claridad, según lo dicho, del que se le asigna en otros lugares, es cuando se alcanza una cierta seguridad de lo que realmente se pretende
comunicar a través de ellos.14
La madurez cristiana, sin embargo, no se estructura sobre la base de un proceso psicológico de autodescubrimiento progresivo. Sino
sobre la realidad de unos hechos que la van congurando día tras
día, sobre los rmes cimientos de una lucha y de una labor especícamente personales. Las cuales, sobrellevadas y asumidas por el
discípulo por Amor a Jesucristo, lo inducen a compartir con Él su
Pasión y su Muerte. Hasta que al n, al término del camino, consumado el combate y acabada la carrera, recibe la corona de la victoria (2 Tim 4: 68) y participa con Él de la gloria de la Resurrección
(Ro 6:5; Flp 3: 1011). Nada de lo cual tiene que ver, por lo tanto,
con un mero proceso cognoscitivo; sino con una tarea constructiva
de esfuerzos y sacricios.
Por eso puede calicarse de afortunado este proceso de madurez
cristiana, desarrollado y consumado a través de los trabajos personales de toda una vida, ayudados por la Gracia. Pues no existiría para
un cristiano mayor desgracia que la de ser privado de compartir los
14
Los escritos de Juan Pablo II abundan en expresiones consagradas y utilizadas
durante siglos en la Tradición y Teología Católicas; pero que ahora son empleadas por
el Papa en un sentido distinto y no siempre fácilmente discernible.
Una observación de Dörmann, a propósito de la Encíclica de Juan Pablo II Dominum
et Vivicantem, es ilustrativa con respecto a todo el conjunto de lo que aquí venimos
diciendo: La simple verdad de fe según la cual la Sangre de Cristo nos purica de todos
nuestros pecados (Heb 9:13 y ss.), es un problema especíco para la Encíclica debido
a la teoría de la salvación universal, así como al concepto Fociano del Papa acerca de
la Trinidad. En el contexto de la Encíclica, la cuestión puede plantearse así: ¾Cómo
puede tener lugar la puricación de la conciencia a través de la Sangre de Cristo si el
hombre se encuentra ya, desde el principio, en una inalienable alianza con Dios a través
de la Creación? Esta cuestión fue respondida ya en las Encíclicas Redemptor Hominis
y Dives in Misericordia, en relación a Cristo y al Padre. Ahora se hace aquí en relación
al Espíritu Santo. Johannes Dörmann, op. cit., pag. 203.
12
sufrimientos y la Muerte de Jesús, su Señor. La esposa de El Cantar
de los Cantares no vislumbra otra forma de felicidad distinta a la de
acompañar y seguir al Esposo; a n de compartir su misma vida e
idéntico destino y, en denitiva, a estar siempre con Él:
Llévanos tras de ti, corramos.
Introdúcenos, rey, en tus cámaras,
y nos gozaremos y regocijaremos contigo,
y cantaremos tus amores, más suaves que el vino.
Con razón eres amado.15
Las doctrinas del cristianismo anónimo y de la salvación universal, diferentes en el nombre pero coincidentes en el contenido, son
contrarias a la Fe Católica.
Distorsionan y falsican el concepto de Salvación y el del Amor,
puesto que ambos requieren la cooperación libre de la voluntad humana:
La voluntad salvíca de Dios es universal; pero la Escritura nos
dice que, sin embargo, no todos serán salvados. La voluntad salvíca
universal de Dios no existe sin condiciones. Dios no la llevará a cabo
sin la Fe necesaria para la salvación, en la que ya está implicado el
juicio y la separación del `mundo' con respecto a los discípulos de
Jesucristo. 16
Para la doctrina del cristianismo anónimo, la condición de cristiano se convierte en un constitutivo de la naturaleza humana. Según
esta teoría, gracias a la Encarnación del Verbo, y como resultado
de sus desposorios con la naturaleza humana (todo lo cual no hace
15
16
Ca 1:4.
Johannes Dörmann, op. cit., pag. 148. El texto no dice nada nuevo, sino que
es expresión y resumen de lo profesado y enseñado siempre por la Fe Católica.
13
sino manifestar la efusión de Amor del Padre, ab initio, a toda la
Creación), cualquier ser humano que venga a este mundo queda congurado en unión con Él. Sin importar que conozca el hecho o que
lo ignore, que lo acepte o que lo rechace. Los escritos de Juan Pablo
II (que sin embargo no emplea de manera explícita la expresión rahneriana de cristianismo anónimo ), ya desde antes de su elevación al
Ponticado, desarrollan ampliamente el tema.17
Estas doctrinas intentan subrayar la dignidad del hombre animadas por un claro sustrato de antropocentrismo. En denitiva, desplazado el teocentrismo, queda el hombre como centro del Universo
y, en cierto modo, como Creador de sí mismo. El gran hallazgo de la
Ilustración llega al n a su punto culminante. Es de suponer, sin embargo, que la Nueva Teología, nacida del Concilio Vaticano II, haya
hecho mella en muchas mentes de buena voluntad. Aunque no cabe
duda de que el Modernismo ha sabido sacar partido de la situación.
De todas formas, estas doctrinas acaban por rebajar las condiciones de libertad y responsabilidad del hombre ante Dios. El cual lo ha
dotado de la suciente capacidad para aceptar o rechazar, según su
libre voluntad, el generoso ofrecimiento que Él le hace de su propio
Amor.
17
En el año 1976, el entonces Cardenal Wojtyla (futuro Juan Pablo II) predicó
una serie de Meditaciones al Papa Pablo VI y Personal del Vaticano. Fueron publicadas en Milán con el título de Segno di Contradizzione, Meditazoni (1977), y
posteriormente en inglés (Sign of Contradiction, The Seaburg Press, New York,
1979). En ellas dice el Cardenal: De esta forma, el nacimiento de la Iglesia en el
momento de la muerte mesiánica y redentora de Cristo coincide con el nacimiento del hombre nuevo tanto si el hombre es consciente de ese renacimiento
como si no; tanto si lo acepta como si no lo acepta. A partir de ese momento,
la existencia del hombre adquiere una nueva dimensión, sencillamente expresada
por San Pablo como en Cristo (cf. Rom. 6:23; 8:39; 12:5; 15:17; 16:7 y en otras
Cartas).
14
Una disquisición acerca del Amor.
Dicultades para coordinar su concepto tradicional con las teorías
personalistas, fenomenológicas, existencialistas y rahnerianas
(neomodernistas).
Incompatibilidad del concepto del Amor con la doctrina de la salvación
universal.
El Amor requiere el consentimiento, voluntario y libre, de dos
personas, distintas en cuanto tales, que mutua y recíprocamente se
entregan y se reciben.18 El Amor supone, por lo tanto, un ofrecimiento libre, por parte de la persona que ama, al que se contrapone,
como en respuesta, una aceptación también libre por parte de la persona amada. Al mismo tiempo, y dado que es también inherente al
Amor la nota de reciprocidad, se sigue en consecuencia que la persona que ama se convierte, a su vez, en la persona amada; mientras
que la persona amada es, igualmente y al mismo tiempo, la persona
que ama. De donde se desprende que necesariamente han de existir
en la relación de Amor dos amadores y dos amados: un yo y un tú
que, a su vez, por virtud de la reciprocidad de la relación amorosa,
son al mismo tiempo un tú y un yo. Lo que signica que el yo es un
tú para el otro, mientras que el tú puede ser tal porque primero es
un yo para sí mismo.19
Un punto importante a tener en cuenta, sin embargo, en la relación personal es el siguiente: El yo, para ser tal, no necesita del
tú, sino que es ya previamente tal yo enteramente constituido. Un
18
Obsérvese que aquí se habla del consentimiento voluntario y libre de dos
personas, y no de dos voluntades.
19
A un Amor ofrecido y no aceptado, o no correspondido, no le es aplicable el
concepto de Amor imperfecto, o de grado menor. Sino sencillamente el de Amor
frustrado. A falta de la relación como constitutivo necesario del Amor, no pasaría
de ser una mera virtualidad no hecha realidad.
15
ser personal completo como tal, podríamos decir. De no ser así, no
sería capaz de establecer una relación amorosa con un tú. La cual,
según lo que acabamos de decir más arriba, es siempre voluntaria y
libre y, como tal, por lo tanto, propia y exclusiva de un yo.20 Por
lo demás, no puede efectuarse una entrega o donación total y libre
a otra persona si se depende de ella para constituirse como tal persona. Pues nadie puede hacer donación de sí mismo, en totalidad y
libertad, si previamente no es él mismo, como ser completo en su
identidad de persona. El verdadero amante que lo entrega todo no pretende ofrecerse a la persona amada de un modo parcial, o como ser incompleto; ni la persona amada estaría dispuesta a recibirlo
en condiciones diferentes de la totalidad y de la absoluta integridad.
Por lo que hace al Amor, el amante se ofrece a sí mismo en totalidad y sin condiciones; mientras que el amado sabe que recibe a un
otro, al que considera como tal justamente porque lo percibe como
poseyendo la plenitud de su ser. El amante puede entregarlo todo
justamente en la medida en que posee ese todo y le pertenece: es
suyo. De otro modo no podría decir que se entrega a sí mismo y su
propia vida. La persona amada, a su vez, recibe lo que sabe que no
es suyo, sino del otro; y por eso precisamente experimenta el gozo de
recibir una realidad en verdadera donación de Amor: algo que, por
no ser suyo, no poseía antes y sí ahora.
En el seno de la Trinidad, las tres relaciones mutuamente opuestas la
paternidad, la liación y la espiración pasiva son las que dan lugar a las Tres
Personas Divinas (la espiración activa es común al Padre y al Hijo). Pero en
Dios las relaciones no son accidentes (en Dios no puede haberlos), y de ahí que
cada una de las Personas Divinas se identica con la Esencia Divina, aunque se
distinguen realmente entre sí. La distinción real de las Personas Divinas se funda
en la oposición de relaciones.
20
Que en este caso ha de ser entendido por partida doble, en virtud de la reciprocidad.
16
En las creaturas, por el contrario, las relaciones son siempre un accidente,
por lo que nunca puede decirse que pertenezcan a su naturaleza como elemento
constitutivo. El hombre es un animal racional, compuesto de dos elementos distintos alma y cuerpo pero formando un compuesto único y completo. Las
relaciones interpersonales, como es el Amor, proceden de las personas, las cuales
son entidades completas e independientes, con su propia naturaleza cada una: el
yo, como hemos dicho más arriba, no necesita relacionarse con el tú para quedar
íntegramente constituido como tal yo. La persona posee en sí misma, según la
doctrina de Santo Tomás, las notas de sustancialidad e incomunicabilidad; que
son las que la constituyen como un ente completo. Es cierto que a la creatura
racional le ha sido otorgada la capacidad de amar, y hasta le ha sido señalada
como su actividad más propia y característica; de tal manera que la posesión de
Dios, por libérrima voluntad divina, es el Último Fin al que está destinado el
Hombre. Sin embargo, dado que la naturaleza racional humana es libre y responsable, su capacidad de amar goza de libertad para ofrecer, o no ofrecer, el Amor;
y por supuesto para rechazarlo. Y de ahí la posibilidad de que el Hombre no
llegue a alcanzar su Último Fin. Como consecuencia de todo lo cual, parece cosa
evidente que las relaciones y los sentimientos proceden de la persona (constituida
y completa), y no al contrario.
Si se tiende a considerar el estado relacional como inherente a la naturaleza,
no es extraño que se pierda de vista su condición de accidente para pasar a
otorgarle la cualidad de sustancial. Lo que conduce inevitablemente, cuando
es Dios el otro elemento de la relación, a la confusión entre lo natural y lo
sobrenatural. De donde se pasa a considerar el estado de justicación del hombre
como existente ab initio, desde el instante de su creación, gracias a la alianza
de amor que Dios ha establecido con él. Por lo tanto como algo inherente a
su naturaleza y abarcando en consecuencia a todos los hombres (desde Adán y
desde la Creación). Para la Teología Progresista, el papel redentor de Jesucristo
tiene por objeto despertar en el Hombre la conciencia de la propia salvación. Y
de ahí la teorías de la salvación universal y del cristianismo anónimo.21
Si la naturaleza humana gracias a la alianza amorosa que Dios
ha querido establecer con el hombre ab initio , ya desde su crea-
21
Para las opiniones del autor acerca de los personalismos, véase su libro Siete Cartas
Para Siete Obispos, Shoreless Lake Press, New Jersey, 2009, vol I (único publicado),
pags. 158189.
17
ción, se encuentra justicada y elevada,22 la Redención por obra de
Jesucristo adquiere un valor secundario. El papel de Jesucristo queda reducido a hacer que el hombre se descubra a sí mismo, mediante
un proceso por el que se va haciendo consciente de una situación
que ya posee ab initio. Al mismo tiempo (así en la Teología de Juan
Pablo II) se silencian la necesidad del Bautismo para la salvación y
de la Fe para la conversión.
Fácilmente puede comprenderse, si se eliminan prejuicios y no
se cae en las trampas del Neomodernismo (logomaquias y lenguajes
ambiguos), que la idea de Dios en estos sistemas doctrinales va siendo suplantada paulatinamente por la del Hombre. Quien cada vez
más se va constituyendo en su propio centro. Ya no le resta sino ir
descubriendo en sí mismo a través de sus propios sentimientos y
de su relación con los otros una realidad que posee desde el primer
momento de su existencia.
En denitiva, un proceso doctrinal en el que el Teocentrismo va
cediendo el puesto al Antropocentrismo.
Pero ya hemos dicho que el hombre es una naturaleza compuesta
de alma y cuerpo animal racional que no necesita de los otros,
ni de su relación con los otros, para ser constituido como persona. A
su vez, la naturaleza humana ha sido elevada, por gratuita donación
divina, a la condición de sobrenaturaleza, o al orden sobrenatural.
Situación que en modo alguno le correspondía, y en la que es preciso distinguir claramente, por lo tanto, los dos diferentes planos:
el natural y el sobrenatural. Por otra parte, si el hombre pierde, a
22
Por la efusión de Amor del Padre, que le otorga su Espíritu desde el momento de su creación. En la concepción fociana de la Trinidad en la obra de
Juan Pablo II, el Hijo y el Espíritu Santo, procedentes ambos del Padre, son enviados separadamente. En la construcción teológica del Papa Juan Pablo II, la
Redención por la Cruz es, a su vez, obra del Espíritu (Dominum et Vivicantem
61,2).
18
causa del pecado, la vida sobrenatural que le ha sido otorgada por
la Gracia, no por eso queda privado de su naturaleza; sino que la
conserva aunque ya en el orden puramente natural.
De una manera o de otra, el hombre en el estado de naturaleza
reparada en el que, gracias a la Redención, vive actualmente después
de la Caída (con o sin la Gracia Santicante), ha perdido denitivamente las grandes ventajas que le otorgaban los (absolutamente
gratuitos) dones preternaturales.
La Gracia no suprime la naturaleza: Gratia supponit naturam,
como no podía ser de otra manera. Y ciertamente no la destruye,
sino que la eleva y perfecciona: Gratia non destruit, sed elevat et
percit naturam.23 La Gracia hace posible en el hombre el proceso
por el que alcanza la madurez en Cristo. Que no es precisamente un
movimiento de progresivo autodescubrimiento, sino de conguración
de la vida del hombre a la de Cristo.
La madurez cristiana el progreso de la vida en Cristo no
es, por lo tanto, un proceso psicológico, sino ontológico. Lejos de
tener algo que ver con el desarrollo progresivo de la autoconciencia,
signica el perfeccionamiento de la vida del discípulo a medida que
asimila la de Jesucristo a la suya propia. Como decía San Pablo a los
eles de Galacia: Hijos míos, por quienes padezco otra vez dolores de
parto, hasta que Cristo esté formado en vosotros. 24
El Neomodernismo católico si se admite el solecismo podría
argüir que el movimiento ascendente de la madurez cristiana tiene
lugar a través del proceso de autodescubrimiento. Aunque tal argumentación, sin embargo, que quedaría limitada al círculo cerrado de
23
Las fuerzas naturales del hombre no se perdieron por el pecado original
(naturalia permanserunt integra ), aunque sí sufrieron un debilitamiento por la
pérdida de los dones preternaturales, Ludwig Ott, Manual de Teología Dogmática, Herder, Barcelona, 1969, pag. 360.
24
Ga 4:19.
19
la mera subjetividad o de los sentimientos, es contraria a la Revelación escrita, a la Tradición y a la Doctrina profesada siempre por la
Iglesia a través del Magisterio.
En realidad, el proceso de madurez cristiana ni es puramente
interno ni tampoco meramente externo; sino que es más bien bidireccional, puesto que discurre desde dentro hacia afuera. . . , para
volver otra vez al interior del hombre. Lo que quiere decir que parte
desde los sentimientos internos (Fe y Caridad) para traducirse en
obras externas; las cuales, a su vez, repercuten en el consiguiente
aumento proporcional de las virtudes. Como puede verse, por ejemplo, en algún texto de San Pablo, escogido al azar: Fides, quæ per
caritatem operatur,25 como movimiento ad extra ; o bien, en boca del
mismo Jesucristo: Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en
mi amor, como Yo he guardado los mandamientos de mi Padre y
permanezco en su amor,26 como moción ad intra. Los textos serían
innumerables, en uno y otro sentido.
En las palabras que Jesús dirige a la mujer samaritana está claramente expresada esta peculiar característica de la existencia cristiana: la de un proceso que va desde el corazón hacia afuera y se
concreta en obras. Comienza Jesús rechazando un culto meramente
externo; para lo cual declara que la adoración en el Monte Garizim,
practicada por los samaritanos, equivalía a pura ignorancia: Vosotros adoráis lo que no conocéis, nosotros adoramos lo que conocemos,
porque la salvación procede de los judíos. Pero llega la hora, y es ésta, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y
en verdad. Porque así son los adoradores que el Padre busca.27
25
26
27
Ga 5:6. Cf 1 Jn 3:18.
Jn 15:10.
Jn 4: 2223.
20
Es evidente que, en las palabras utilizadas por Jesús en espíritu
y en verdad , la expresión en verdad añadida a la de en espíritu
no signica aquí autenticidad; sino algo que ha de proyectarse al
exterior para traducirse en obras según Dios.28
La negativa de Jesús a conceder valor positivo a lo realizado
mediante acciones puramente externas, como que no proceden de
un corazón recto, está contenida en múltiples lugares del Evangelio
y, más concretamente, en toda su doctrina contra el fariseísmo. En
cuanto al carácter centrífugo de las acciones, procedentes esta vez de
un corazón sincero, un texto muy expresivo aparece en San Mateo 15:
1620: ¾También vosotros sois todavía incapaces de entender? ¾No
sabéis que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y luego se
echa en la cloaca? Por el contrario, lo que sale de la boca procede del
corazón, y eso es lo que hace impuro al hombre. Porque del corazón
proceden los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las
fornicaciones, los robos, los falsos testimonios y las blasfemias. Estas
cosas son las que hacen al hombre impuro; pero comer sin lavarse las
manos no hace impuro al hombre.
Y en cuanto a las acciones buenas, de orientación desde fuera
hacia dentro, un texto sucientemente claro está contenido en el
Sermón de Despedida: Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que Yo
os mando.29
Las teorías de la salvación Universal y del cristianismo Anónimo están íntimamente ligadas a la doctrina de la libertad. Y por lo tanto, a la del Amor.
28
El vocablo ‚lhjeı́ø es el dativo femenino singular de ‚l jeia, que signica
verdad ; en este caso como referida a una acción divina o humana, como puede
verse, por ejemplo, en otro texto de San Juan: Pero el que obra según la verdad
viene a la luz, para que sus obras se pongan de maniesto, porque han sido hechas
según Dios (Jn 3:21; cf 1 Cor 13:6; Ef 4:24; Flp 1:18; etc.).
29
Jn 15:14. Donde la relación de amistad (efecto) depende de la obediencia a las
enseñanzas (causa). Con respecto a este tema, puede verse toda la doctrina sobre la vid
y los sarmientos, referente al diferente destino de los sarmientos los que dan fruto o
los que no lo producen contenida en Jn 15: 18.
21
El Amor requiere la libertad como condición esencial. Nadie ama por coacción o animado por el sentido de la obligación. La lengua castellana distingue
claramente entre el verbo querer (que puede ser sinónimo de amar, aunque no
siempre, y ni siquiera implica necesariamente la noción de libertad) y el verbo
amar (que siempre tiene el mismo signicado y la exige esencialmente).30
El problema requiere, ya desde su planteamiento, la distinción entre el Amor
divino, de un lado, y el Amor humano, de otro. A su vez, podemos incluir el
Amor divinohumano dentro del concepto del Amor humano; al menos en la
parte relacional que corresponde a la creatura.
Pero si el Amor requiere como nota esencial la libertad, el Amor divino, o
Amor Innito, ha de suponer como sustrato la Libertad Innita. Y en efecto, por
cuanto que el Ser Innitamente Perfecto ha de incluir en la Simplicidad de su
Esencia la Libertad Perfecta o Innita: Ubi autem Spiritus Domini, ibi libertas.31
Sabemos por la Revelación que Dios es una pluralidad de Tres Personas en
la Simplicidad de su Única Esencia el Dios Triuno, o Dios Uno y Trino.
Sabemos igualmente, también por la Revelación, que Dios es Amor. Y ha sido
desde ahí precisamente, partiendo de tales datos, como ha sido posible profundizar más y mejor en la doctrina del Amor. Para averiguar que Dios es Amor
porque es pluralidad de Personas; o que es Pluralidad de Personas, en la Simplicidad de su Esencia, porque es Amor. Todo ello expresado a la medida de
nuestras posibilidades, teniendo en cuenta las insuciencias de nuestro lenguaje
y la limitación de nuestro entendimiento.
Dicho lo cual, podemos ya plantear el problema:
Dios se ama a Sí mismo necesariamente es la Suma Inteligencia y el Sumo
Bien, como no podía ser de otra manera. Según el Concilio Vaticano I: Si
quis. . . Deum dixerit non voluntate ab omni necessitate libera, sed tam necessario
creasse, quam necessario amat Se ipsum, anathema sit . . . 32
En el problema que aquí se está planteando es necesario distinguir, con respecto al Amor divino, entre el amor de Dios a Sí mismo y su amor a las creaturas.
Sin olvidar tampoco la absoluta exclusión en la libertad divina de toda imperfección inherente a las criaturas. Como dice Ludwig Ott, la libertad de Dios no
puede ser imaginada como libertad de contrariedad libertas contrarietatis ,
o libertad para escoger entre el bien y el mal. Pues efectivamente, aunque la
30
El acto voluntario se diferencia del acto libre en que este último está exento de
toda idea de coacción; lo que no sucede necesariamente con el primero.
31
32
2 Cor 3:17.
D.S. 3025.
22
posibilidad de escoger el mal sea indicio de libertad, no constituye la esencia
misma de la libertad y denota más bien imperfección: velle malum nec est libertas nec pars libertatis, quamvis sit quoddam libertatis signum.33 La libertad de
Dios debe ser denida positivamente como libertad de contradicción (libertas
contradictionis), o libertad para obrar o no obrar (v.g., para crear el mundo o no
crearlo); y también como libertad de especicación (libertas specicationis ), o
la libertad para escoger entre diversas acciones buenas o indiferentes (v.g., crear
este mundo u otro distinto).34
Pero en Dios no tiene sentido hablar de necesidad como idea contrapuesta
a la de libertad. Pues Dios es Libertad Innita, lo mismo que es también Amor
Innito. Por lo que es preciso excluir del concepto necesidad en Él todo lo que
suponga idea de coacción o de obligación. Dios se ama a Sí mismo porque su
Naturaleza es Amor. Y así como carecería de sentido preguntar si la luz ilumina
o se difunde libremente, o si más bien lo hace necesariamente, menos aún lo
tendría plantear la cuestión de la libertad en la generación del Hijo por el Padre.
Por supuesto que tal generación es necesaria, porque así se desprende de lo que
es propio de la Esencia Divina; aunque al mismo tiempo sea preciso poner sumo
cuidado en excluir de tal generación cualquier vestigio conceptual de obligación
o de necesidad coactiva.
Para que la Libertad en Dios estuviera coartada por alguna necesidad, habría
de ser por obra de algún bien exterior a Él, o por alguna verdad ajena a su
Inteligencia. Sin embargo, ambas cosas son absurdas. Pues siendo Dios el Bien
Innito, no existe ningún otro bien que Él no posea. Así como tampoco cabe
pensar en alguna verdad ajena a su Entendimiento, que es Sabiduría Innita.
El Padre ama innitamente al Hijo, y se entrega a Él en totalidad. Aunque
al hacerlo no obra constreñido por nada ni por nadie; puesto que el Hijo, aun
siendo Persona distinta a Él (distinto como Persona, pero no como Dios, ni
distinto en la Esencia), posee (es), sin embargo, su propia Naturaleza (la misma
que la del Padre), absolutamente en nada extraño o exterior a Él. Luego no está
determinado en nada ni por nadie ajeno a Él, según ese razonamiento que vale
igualmente con respecto al Hijo. El Amor y la entrega del Padre al Hijo son
Innitos, como es Innita también su Libertad. Y el Innito, por denición, no
admite determinación alguna. Aunque en este caso concreto, la generación del
Hijo (como la spiratio del Espíritu Santo, por obra del Padre y del Hijo como un
Principio conjunto), sea algo que se sigue sustancialmente de la misma Esencia
33
34
Santo Tomás, De verit. 22, 6.
Cf. Ludwig Ott, op. cit., pag. 92.
23
Divina. Los datos de la Revelación, bien especicados y determinados por el
Magisterio, son terminantes: La multiplicidad real de las Personas en Dios (son
realmente distintas en cuanto Personas ) en nada altera la unicidad y simplicidad
de una Esencia (es una sola, y simplicísima) con la cual se identican, también
realmente, las Tres Divinas Personas.
Pero el concepto de libertad en las creaturas es diferente del concepto de
libertad divina.
Por supuesto que la libertad de las creaturas racionales es también una
participación de la libertad divina. Aunque, aplicada una vez más y como siempre
la idea de la analogía, pronto se llega a la conclusión de que también aquí las
desemejanzas son mucho mayores que las semejanzas.
Como cualquiera ya habrá podido suponer, la libertad en las creaturas no
es innita, puesto que corresponde a su naturaleza el ser limitadas en todos sus
aspectos. Entre el grado de libertad otorgado a cualquier creatura, incluyendo
los niveles más elevados (como es el caso de los ángeles), y la innitud, media
una distancia cuya extensión si se pudiera hablar aquí de extensión no tiene
límite alguno. Dando así lugar en la libertad creada a la posibilidad de un grado
de imperfección prácticamente innito. De donde se podría hablar aquí de una
curiosa y extraña paradoja: la libertad de las creaturas es limitada en cuanto a
su perfección e ilimitada en cuanto a su imperfección.35
He ahí porqué la creatura puede escoger entre el bien y el mal o elegir entre
la verdad y el error. Por supuesto que ambas cosas elegir el mal o decidirse
(voluntariamente) por el error suponen una maldad en cierto modo innita
(en razón del objeto, o en razón de la Persona ofendida, que es Dios).36 Lo cual
es posible también por las posibilidades que otorga el margen de imperfección
de la libertad creatural, prácticamente innito.
35
La armación, sin embargo, no ha de ser tomada demasiado en serio; en cuanto
que la extensión de la nada equivale a la nada.
36
Scheeben consideraba el pecado como mysterium iniquitatis.
24
Del segundo extraordinario Acontecimiento que, íntimamente relacionado
con la Eucaristía, tuvo lugar en la Cena del Jueves Santo.
El Sacerdocio Ministerial fue instituido en la Noche de la Última
Cena. Aunque sólo en su parte esencial, que es la que se reere al
Sacricio Redentor. Allí le fue otorgado a los Apóstoles (y en ellos,
a sus sucesores) el poder de consagrar el Cuerpo y la Sangre de
Cristo (Sacricio incruento), haciendo así presente, en cada lugar y
momento histórico en los que se celebrara, el Sacricio de la Cruz
(Sacricio cruento) que habría de tener lugar al día siguiente.37
Esta diversidad, en cuanto al tiempo y el lugar, por lo que se
reere a las diversas funciones conferidas al Ministerio Sacerdotal,
en modo alguno es producto del azar. Persigue un objetivo bien
determinado y preciso, cual es el de resaltar la función principal del
Sacerdocio, a saber: el ofrecimiento del Sacricio. A cuya institución
le fue reservado el momento más signicativo y solemne: la Noche
de la Última Cena.
El Sacerdocio fue instituido fundamentalmente para eso. De ahí
su íntima relación con la Eucaristía, y es por eso por lo que todas las
otras funciones de santicación y enseñanza (perdón de los pecados,
predicación, etc.) se reeren al Sacricio Eucarístico y dependen de
él: Omnis namque pontifex ex hominibus assumptus pro hominibus
constituitur in his, quæ sunt ad Deum, ut oerat dona et sacricia
pro peccatis. . . 38
De donde todo atentado contra la Eucaristía, como son los intentos para cuestionar la Presencia Real, es un atentado contra el
37
La potestad de enseñar a todas las gentes fue conferida en otros lugares
(Docete omnes gentes en Mt 28: 1920; cf Lc 10:16). Lo mismo la de perdonar
los pecados (Accipite Spiritum Sanctum. Quorum remiseritis peccata, remissa
sunt eis; quorum retinueritis, retenta sunt, en Jn 20: 2223).
38
Heb 5:1.
25
Sacerdocio. 39 El verdadero discípulo de Jesucristo, el a la Tradición y Enseñanza Católicas, no debe perder de vista el principal
objetivo del Modernismo: la eliminación total de la idea del Sacricio
Redentor de la mentalidad católica.40
Las campañas por la Promoción del Laicado, la multiplicación
y el reconocimiento de los Ministerios de los laicos y las funciones
típicamente sacerdotales realizadas por ellos, no son sino parte de
los intentos por destruir la idea del Sacerdocio y la eliminación del
Sacricio Eucarístico. 41
La gura del Sacerdote, considerada dentro de la estructura de
Salvación que es la Institución llamada Iglesia, fundada por Jesu-
39
Todas las campañas contra la Presencia Real Eucarística han ido siempre
acompañadas de intentos de destruir o minimizar la función ministerial.
40
En realidad, todavía no es éste el objetivo último y denitivo del Modernismo. La verdadera nalidad que persigue es la de sustituir la Religión del culto a
Dios por la del culto al Hombre. La Nueva Religión de la Nueva Edad pretende
en realidad acabar con todas las Religiones, a n de sustituirlas por criterios en
los que se reconoce al Hombre como denidor único de sí mismo; y a este Mundo,
ya ordenado por una razón liberada de prejuicios, como Patria última a la que
aspirar. Pero la eliminación del Sacricio Eucarístico es su objetivo más urgente
e inmediato, dada la fundamental importancia que el Modernismo le reconoce y
que, sin embargo, los mismos católicos parecen haber olvidado.
41
La creación de los agentes pastorales laicos no es sino una de tantas aberraciones teológicocanónicas surgidas de las doctrinas del Post Concilio ¾las
ovejas convertidas en Pastores?. La gura de respetables señoras distribuyendo
la Eucaristía en las iglesias o en las casas de los enfermos no deja de ser cómica,
en el mejor de los casos. Y en cuanto al restablecimiento de los diáconos permanentes una denominación bastante desafortunada, por cierto todavía se está
pendiente de que la Doctrina o el Magisterio denan su status : ¾Clérigos part
time mientras siguen realizando sus ocios como laicos? ¾O laicos que dedican
parte de su tiempo a hacer de clérigos? Es indudable que el Derecho Canónico
tendría algo que decir al respecto. En realidad, la mescolanza clérigolaico o su
falta de claricación, al menos hubiera hecho saltar por los aires a los cánones
del Derecho Canónico; al menos cuando éste se tomaba en serio.
26
cristo, es absolutamente peculiar y única. Se dice que el Sacerdote
ha sido puesto42 (Jn 15:16) para actuar y obrar en todo momento in
persona Christi. Una expresión más fácil de enunciar que de explicar.
Su sentido es tan profundo como misterioso. Desde luego, nada
tiene que ver con lo que signicaría actuar en nombre de Cristo ; tal
como hace, por ejemplo, un embajador en nombre de su Gobierno,
al cual representa. El sacerdote al menos en el ejercicio de sus
funciones fundamentales no actúa en nombre o como representante
de Cristo, sino que es Cristo mismo obrando en él. Tampoco se trata
de una mera identicación con Cristo, en el sentido de asimilar o vivir
su vida, tal como lo anuncian los textos (Jn 6:54.56); función que
le corresponde como cristiano que ha sido bautizado, pero que en
modo alguno puede confundirse con una situación que es peculiar
en el ministerio sacerdotal. Las expresiones ministeriales son claras:
Hoc Est enim corpus meum; Hic Est enim calix sanguinis meum;
Ego te absolvo a peccatis tuis ; u otras también bíblicas: Qui vos
audit,me audit; et qui vos spernit, me spernit; qui autem me
spernit, spernit eum qui me misit.43
Un verdadero discípulo vive la vida de su Maestro (Jn 6:54.56).
En el Sacerdote, en cambio es Cristo mismo quien actúa en él. ¾Se
trata, por lo tanto, de una completa fusión de vidas? ¾Algo así como si la voluntad y la vida del Sacerdote quedaran absorbidas o
sustituidas por las de Cristo? Desde luego que no.
En los actos propios del ministerio Sacerdotal, tanto la vida como la voluntad del Sacerdote permanecen intactas. No hay ninguna
fusión o transformación en Cristo. Todo lo contrario, puesto que en
tales actos intervienen conjuntamente ambas voluntades, la divina,
de un lado, y la humana, que es propia del Sacerdote, de otro.
42
Non vos me elegistis, sed ego elegi vos et posui vos, ut vos eatis et fructum
aeratis et fructus vester maneat. . .
43
Lc 10:16.
27
En primer lugar, lo prueba el hecho de que, si falta la voluntad
humana (el sacerdote no presta voluntariamente su intención ), el
acto ministerial (consagración, perdón de los pecados. . . ) es nulo de
pleno Derecho.
En segundo término, porque es absolutamente imposible que la
vida o la voluntad humana se fusionen con la vida o voluntad divinas.
Desaparecida la persona humana, quedaría igualmente inexistente el
Sacerdocio.
Por último, porque Dios respeta siempre la naturaleza del instrumento que utiliza. Tal como sucede en la inspiración bíblica con
el hagiógrafo, aquí también el instrumento es un ser racional. Y, por
lo tanto, una persona a la que Dios pone buen cuidado en respetar
tal como es: en este caso concreto, con su libertad y responsabilidad.
Pero entonces, ¾qué sentido tiene la expresión según la cual el
Sacerdote actúa in persona Christi ?
Hay que partir del hecho de que dos o más personas, distintas
como tales, utilicen o posean la misma y única voluntad, numéricamente una, no es un absurdo metafísico, puesto que es precisamente
lo que sucede en el seno de la Augusta Trinidad. Donde una es la
Persona del Padre, una la del Hijo, y una la del Espíritu Santo; por
más que en Dios no existe sino una sola y única voluntad.
Claro que el caso de la Trinidad es absolutamente único y no
puede darse en las creaturas. Y ya hemos dicho que en el ejercicio
del ministerio sacerdotal permanecen intactas y distintas la voluntad
divina y la humana. Y sin embargo puede decirse, con entera verdad,
que en los actos de ejercicio del ministerio sacerdotal es Cristo mismo
quien obra. De lo contrario, la actuación del Sacerdote tendría lugar
in nomine Christi, pero nunca in persona Christi, además de que las
fórmulas cultuales son bien claras, como antes hemos visto.
Como siempre ocurre en estos casos, de índole absolutamente
sobrenatural, el hecho mismo es un misterio de Fe, por lo que sólo
28
cabe proporcionar acerca de él alguna explicación que satisfaga y
tranquilice, siquiera de alguna manera, nuestra sed de conocimiento.
Desde luego, es necesario mantener aquí la simultaneidad de las
dos voluntades, tanto la correspondiente a Jesucristo como la que
pertenece al Ministro humano. Queda por suponer, por lo tanto, que
la voluntad humana se rinde en este caso para dar paso libre y total
a la divina. Tal rendición sólo es explicable, una vez más, como un
acto de verdadero Amor. El amante se da en pertenencia total a la
persona amada, sin desear otra cosa que entregarle todo lo que él es:
todo su ser, toda su vida, toda su voluntad. En una palabra, ya no
desearía ser él, sino solamente la persona amada. Lo entrega todo,
salvo su capacidad de entregar de otro modo, el acto amoroso
desaparecería como tal. Por eso, tal acto sigue siendo también y
todavía humano, por cuanto que la voluntad humana de entregar
sigue siendo actual en todo instante : ya no es él; pero, puesto que
sigue queriendo que sea más bien el otro, es necesario para ello que
se mantenga en su propia personalidad y conservando intacta su
voluntad.
La aparente contradicción vivo yo, soy yo; pero ya no soy yo
la legitima y expone San Pablo con palabras de profundo y misterioso
contenido: Vivo autem iam non ego, vivit vero in me Christus.44 De
manera que ya no es él, aunque es él quien vive, a pesar de que
es Cristo quien vive verdaderamente en él. Quienquiera que desee
tachar de contradictorio nuestro intento de explicación, tendrá que
incluir en la acusación al mismo Apóstol.
Ahora bien, el acto en cuestión es un acto de verdadero amor,
aunque no cabe requerir en este caso que además sea perfecto. En
teoría, por supuesto, es evidente que tiende a exigir esa perfección
imperativamente, aunque aquí precisamente no puede ser condición
44
Ga 2:20.
29
para la validez del acto; de otro modo, no podría existir seguridad
alguna en cuanto a la válida recepción de los sacramentos.
De ahí la necesidad de que el Sacerdote haga suya, cada vez más,
la vida de su Maestro Sacerdos, alter Christus . La ausencia de
santidad hace del Sacerdote un ser disminuido, sin que nadie pueda
saber, aparte de Dios, el bien que durante toda su vida habrá dejado
de hacer.
He ahí la grandeza y la miseria del Sacerdocio. La gloria de la
santidad, en una identicación con Cristo, tan total como inaccesible
a la de cualquier cristiano común, o la miseria de la mediocridad y
de la tibieza.

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