Artículo de opinión sobre Podemos
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Artículo de opinión sobre Podemos
Porque SÍ hay que apoyar a PODEMOS El paso dado por Pablo Iglesias es valiente y coherente. ¿Qué motivos hay para no apoyarlo desde la izquierda? Es momento de compartir trinchera y no lamenarse en solitario. Adelante. Podemos. Muchas son las voces que no hacen más que quejarse de que personas comprometidas como Pablo Iglesias den el paso para intentar articular un movimiento de izquierdas. Piensan para sí: „oh dios mío, un nuevo partido más, ahora no sé si votaré a Equo a IU o... a Pablo Iglesias!!!“ El cielo parece caerse sobre sus cabezas, cuando lo único que está ocurriendo es lo natural en un grupo humano, es decir, que surja un líder con carisma, con inteligencia, con algo que enseñar a los demás y que se haya ganado el respeto y el cariño de los suyos. En la izquierda eso de que se llegue a querer a alguien más que a otro se lleva muy mal y la envidia ha conducido a una atomización de movimientos y organizaciones en su seno que soprendería al más brillante de los físicos. Si aislásemos cada organización, cada comité, cada coordinador, cada secretario general, cada propuesta, cada punto de vista, cada matiz, en un laboratorio distinto, no existiría espacio en el universo entero para analizar lo que es la izquierda. Al mismo tiempo sus creyentes suelen esperar siempre una especie de mesías o de salvador que dotado de una inteligencia divina (por lo menos!) decida poner un orden entre tanto caos: „hermanos, la izquierda no se crea ni se destruye se transforma. Si logra adaptarse a la realidad sobrevive, sino cae en el olvido“. No hay más. Si las organizaciones y agrupaciones políticas de la izquierda no se transforman no responderán a los problemas de la ciudadanía y sin su apoyo no hay capacidad de gobierno posible. 1¿Tan dificil es de entender? ¿Por qué quedarnos entonces en el inmovilismo? ¿Por qué no transformar el funcionamiento de nuestros partidos políticos, nuestras plataformas ciudadanas y nuestras asociaciones para poder adaptarlas a nuestra realidad? Nosotros que tanto reclamamos el cambio, ¿tan poco valientes somos como para cambiarnos a nosotros mismos y presentarnos como una única coalición en unas elecciones? Muchas de las propuestas de la izquierda responden a las necesidades de nuestra sociedad actual, ¿por qué no vamos a elegir a alguien que las lidere y las defienda con coherencia? Hemos estado esperando esto desde que explotó el 15-M y justo ahora, justo en el que se materializa el milagro, una extraña sinapsis se produce en el cerebro de algunos eternos iluminados y dan con la palabra prohibida: „demagogia“. Porque si hablas de tal modo que la gente te entiende y te apoya eres un demagogo, porque si hablas sobre los problemas de la gente (a pesar de que seas coherente con lo que dices) eres un demagogo, porque si tienes el valor de liderar un movimiento que aglutine a más de los amigos de tus amigos eres demagogo. En definitiva, para dedicarte a la política tienes que hacer que la gente te odie, te desprecie y te insulte. Tus obligaciones prioritarias deben de ser las de robar, no privarte de lujos y no comprometerte con nada que se vincule con el bien común. Y por supuesto, muy importante, cuando hables nadie te tiene que entender. Y si no es así, ¿cómo es que habiendo millones de alternativas y miles de personas dispuestas a defenderlas con coherencia, cuando hay que decidirse por una propuesta o por alguien que la lidere, sufrimos de pontro un coitus interruptus y nos quedamos a medias? Cualquier psicoanalista que observase ese tipo de conducta no tendría duda de que lo que le pasa a la izquierda es que tiene un conflicto sexual sin resolver. Pero, ¿cómo puede ser eso si la izquierda siempre va por delante en cuestiones de sexualidad? Pues no, la izquierda tiene un serio problema de infidelidad no resuelto. Todo lo que sea acostarse con el vecino, caer seducido por el encanto de lo ajeno, estrechar lazos con lo desconido y mear fuera del tiesto es peligroso. ¿Por qué? Porque al parecer, según los sacrosantos sacerdotes de la izquierda, si no eres fiel a la disciplina de partido, a las directrices de tu organizción sindical o contradices al comité central del cultivo ecológico del pepino dejas de ser fiel a tus ideas. Pero, ¿de qué sirven tantas buenas ideas si no entusiasman a la sociedad ni consiguen cambiar la realidad de nuestros barrios, ciudades y estados? De poco, la verdad. Por eso hay que saludar con esperanza el paso adelante de Pablo Iglesias. Porque lo que propone no es un movimiento personalista, sino colectivo. Pide que todas las organizaciones de izquierda se unan y articulen un programa común que responda a las necesidades de los ciudadanos: educación, sanidad, alimentación, vivienda, banca pública, energía, trabajo digno, participación ciudadana, derechos sociales... ¿qué más motivos necesitamos para unirnos y empezar a transformar todos estos campos? El paso que ha dado Pablo Iglesias no le podría haber dado cualquiera. Él entiende que la izquierda no es una ideología más de nuestro tiempo y esto es fundamental. Porque sabe, y así lo demuestra cuando habla, que lo principal son las personas y la defensa del bien común, no el sostenimiento de estructuras políticas inmutables, es decir, aplicables a cualquier tiempo y lugar. Por eso no quiere fundar un nuevo partido y trata de que los que ya existen superen sus complejos derrotistas y se unan en un único frente. Porque lo importante ahora es que lleguen a ponerse en práctica ideas que la izquierda en su conjunto comparte. Las envidias, la disciplina de partido, el menosprecio por lo ajeno y los lamentos deben quedar a un lado. La pregunta que debemos hacernos es: ¿hay un proyecto? Sí. Pues démosle el apoyo suficiente en las urnas, en la calle, en los bares, en nuestros puestos de trabajo, en nuestras universidades, en nuestro barrio, para que de una vez por todas pueda salir adelante. Para aquellos que aún tienen dudas sobre la necesidad de que algo así triunfe decirles lo siguiente: si pensáis que hablar de izquierdas y de derechas no tiene sentido es que no habéis entendido lo que filósofos como Aristótes y Hegel explicaron. Ambos eran hijos de su tiempo: conservadores y machistas, pero eso no les impidió ver que la mayoría de las sociedades se dividía entre amos y esclavos. Cosa que Aristóteles no aprobaba, ya que tal y como argumentaba el Estado más justo era aquél que estaba formado y regido por hombres libres, es decir, una República. Y ese tipo de Estado sólo era posible cuando la mayoría de sus habitantes pertenecían a la clase media, pues eran los miembros de esta clase los más responsables con los asuntos del Estado y los más alejados de las ambiciones personales. Dos características ambas esenciales para defender el bien común por encima de los beneficios privados. Lo que descubrió Hegel fue algo que apasionó a Marx: cada vez que los esclavos tomaban conciencia de lo dependientes que eran sus amos de ellos era cuando éstos tenían la posibilidad de liberarse de su sometimiento y hacer la revolución. De ahí el empeño de Marx, y de lo que se conoció como izquierda hegeliana, por esforzarse en hacer conscientes a los proletarios de su poder social y de la injusticia a la que vivían encadenados. Su inferioridad no era natural, sino consecuencia de un sistema económico que los mantenía en la pobreza material e intelectual. ¿No nos suena todo esto muy cercano? ¿No tiene sentido hoy luchar por una sociedad de hombres libres capaces de ocuparse de los asuntos públicos? ¿No tiene sentido reclamar una república? ¿No tiene sentido tomar conciencia de nuestra condición de esclavos para poder salir de ella? ¿No tiene sentido hacer la revolución para cambiar las instituciones políticas de nuestros estados? Si nada de esto tiene sentido, entonces es que hablar de izquierdas y de derechas tampoco lo tiene. Pero no dejaría de ser verdad que nuestra sociedad se divide entre amos y esclavos. Por eso cuando Pablo Iglesias, Julio Anguita, Ada Colau, Juan Carlos Monedero, Tania Sanchez o Alberto Garzón dicen que defender los derechos humanos hoy en día en Europa es revolucionario, tienen razón. Demos una oportunidad a la izquierda para que gobierne: PODEMOS!!