ESPIRITUALIDAD CRISTIANA VS FALSAS ESPIRITUALIDADES
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ESPIRITUALIDAD CRISTIANA VS FALSAS ESPIRITUALIDADES
ESPIRITUALIDAD CRISTIANA VS FALSAS ESPIRITUALIDADES Experiencia religiosa y espiritual en Colombia “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigado en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu” [Aparecida, Introducción 11] Una gran inquietud renovadora bulle actualmente en el campo de la espiritualidad a nivel mundial. Es una manifestación muy significativa, quizás la más significativa de este fenómeno de “renovación” suscitado por un indiferentismo religioso y que no alcanza a ser un ateísmo, ni siquiera un fenómeno a-religioso. La espiritualidad, por su sensibilidad a las tendencias y aspiraciones de cada época, se halla hondamente afectada por este fenómeno. Nos ubicamos en nuestro contexto latinoamericano en el que irrumpen nuevas formas de espiritualidad [acosados por una realidad social desesperante…México como otros tantos pueblos latinoamericanos está siendo ahora mismo testigo de esta realidad] que buscan dar respuesta a una sociedad cada vez más corrupta….violenta, intransigente, sangrienta... Se está gestando peligrosamente una falsa espiritualidad basada en la desesperanza y en la desconfianza absoluta en la misericordia de Dios y en la bondad del ser humano, a pesar de todo. [Ana FranK: tener la osadía de creer que el ser humano es bueno por naturaleza y dañino por anti- naturaleza. Creer en su origen divino, en su “belleza original” predominante: “La historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su mirada compasiva. Dios ha amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Él anuncia la buena noticia del Reino a los pobre y a los pecadores. Por esto, nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras” [Aparecida, 32] La renovación se siente con tanta más urgencia cuanto más profundo es el malestar que se experimenta al acerarse a una realidad transida de dolor y de incertidumbre. La pregunta que tenemos que hacernos los agentes de pastoral es si la respuesta que estamos dando es la adecuada a la pregunta hecha por nuestros creyentes y por la sociedad en general. Preguntarnos si como Jesús, tenemos claro que el principio de nuestra actuación debe ser la compasión, tener en el horizonte como meta, la dignidad de los últimos, de los pequeños, de los olvidados y, finalmente, si nuestra actuación es una actuación terapéutica capaz de sanar las heridas más hondas del corazón humano. Creo que en nuestro continente, en su mayoría católico [no practicante] está surgiendo una pregunta similar a la que surgió durante el extermino nazi: y Dios ¿dónde está? Esta misma pregunta nos la hemos de plantear quienes nos sentimos responsables y llamados a hablar de un Dios que es antes que nada, misericordia y compasión y que sólo puede hacerse visible a través de nosotros, de nuestros gestos y actitudes cargados de la misma compasión. Dios es la compasión por antonomasia y ésta es, sin más, la base de toda la actuación curativa de Jesús. Los evangelios nos trasmiten, de forma unánime, que Jesús de Nazaret ha vivido y ha comunicado una experiencia sana de Dios: Jesús no ha proyectado de ninguna manera sobre el rostro de Dios, miedos, fantasmas, venganzas, odios…que todas las religiones, incluida la cristiana terminan proyectando de Dios. Están surgiendo en el país una serie de institutos, sobre todo, con talante mariológico que queriendo dar respuesta a las situaciones concretas que vive el país, desde el campo de la religiosidad popular más no desde el campo de la espiritualidad, educan a los fieles desde la experiencia de un Dios inmisericorde y despiadado, desde las amenazas de destrucción del mundo como querido y auspiciado por la intervención de María, inyectando grandes dosis de “escrúpulos” que no permiten vivir la experiencia de Dios con entera libertad. Con la comunicación de la experiencia espiritual nos puede pasar como con la moral cristiana: llevamos más de dos mil años hablando de una moral cristiana sin Cristo. Nos puede ocurrir exactamente lo mismo: hablar de una espiritualidad cristiana ajena a toda relación con la persona de Jesús. No deja de llamar la atención que todos estos movimientos “ultragodos” que ven al demonio en todas partes, las llamas del infierno consumiendo a todos “los malos”, la virgen amenazando con destruir el mundo creado por su Hijo y que proyectan la salvación de la historia a base de rezos desligados de la vida y de penitencias de bestias, supuestamente queridas por Dios, cuentan con un gran número de adeptos. Chivos expiatorios para satisfacer a un Dios inclemente y ofendido, airado porque no rezamos más y no asistimos a la eucaristía. Las preguntas que debemos plantearnos son las siguientes: ¿al mal se le combate con mal disfrazado de bien?¿es esa la lógica del evangelio?¿es Dios incapaz de perdón y compasión?¿puede darse una auténtica conversión motivada por el miedo y no por el amor? ¿Hacia dónde nos conducen estas nuevas falsas “espiritualidades”? El hombre religioso no es necesariamente espiritual pero el hombre espiritual será necesariamente religioso Una auténtica espiritualidad debería llevarnos a una experiencia fundante del Reino de Dios. Debemos acoger en el corazón y con el corazón la alternativa de Jesús: - En el proyecto del Reino, la ley suprema es el amor; la compasión puesta a prueba, - La meta absoluta del proyecto del Reino ha de ser siempre la dignidad de los últimos. Jesús quiere orientarlo todo hacia los últimos. El Reino de Dios es crear entre todos, con la colaboración de Dios, una sociedad más humana, más digna, más amable, más feliz, más dichosa, empezando por los últimos. Es la única manera de actuar. Es la única manera de ser auténticamente espirituales. Todo hombre o mujer guiado por la fuerza del espíritu ha de ser un “revolucionario del evangelio”. Nada más antiguo que esto. - El programa del Reino no es otro que la acción curadora de la compasión. La puesta en práctica de la compasión cura la vida y estamos demasiado heridos por el odio y la violencia. Necesitamos urgentemente ser sanados por la compasión - Y por último, no hay que olvidar que lo único que hace posible la consecución de la paz y de la armonía en este universo creado por amor, no es otro que el perdón, ese que Jesús nos enseña desde el madero de la cruz, ese que sana el corazón del hombre para llevarlo a poseer el paraíso deseado y perdido, tantas veces añorado y pocas veces alcanzado. ESPIRITUALIDAD CARMELITANA Espiritualidad de la misericordia Partamos de una pregunta, ¿tiene algo que decir al mundo de hoy la mística carmelitana? La mística carmelitana, es antes que nada, mística del amor. Nuestra sociedad parece experimentar la “noche oscura” del amor. Dios ausente, Dios fuera del mundo, Dios oculto, Dios indiferente… La mística carmelitana, por su esencia, tiene la capacidad de comunicar experiencias personales más que normas morales. La mística del Carmelo es mística de la pasión, de la entrega, del servicio, de la compasión, del abandono, de la cruz, de la confianza, de la generosidad… Los místicos del Carmelo restituyen el valor de la relación libre entre Dios y el hombre. En la cultura de hoy, marcada hondamente por la indiferencia religiosa, Teresa nos presenta al Dios amigo, cercano, Amante, compañero, buen vecino, a un Dios que se extasía con nosotros…Ante la imagen de un Dios ausente y extraño, Juan de la Cruz nos presenta a un Dios cercano, amoroso, que toca y habla delicadamente y delicadamente enamora y se hace presente en toda la creación; ante la imagen de un Dios que abandona a sus criaturas, Teresita del Niño Jesús nos presenta a un Dios padre-madre amoroso que se preocupa constantemente por nosotros, nos presenta los brazos de Dios como el lugar donde podemos descansar sintiéndonos seguros; ante la imagen de un Dios que ignora el sufrimiento humano, santa Teresa Benedicta de la Cruz nos presenta a un Dios que en su hijo Jesús abre los brazos en la cruz para acogernos con amor y asumir nuestro dolor y sufrimiento; ante la imagen de un Dios egoísta que sólo vive para sí y busca su gloria, sor Isabel de la Trinidad nos presenta a un Dios que sale de sí mismo y se nos da como Padre, como Hermano y como Amor en el que podemos sumergir nuestra vida, sintiéndonos amados profundamente; ante la imagen de un Dios que no sabe amar, santa Teresa de los Andes de Chile, nos presenta a un Dios que vive loco de amor por nosotros…Ante la figura de un Dios Todopoderoso, Omnipotente, Castigador, Juez cruel e intransigente, el Carmelo nos presenta a un Dios al que no conocemos, a un Dios al que sólo se le puede conocer amándolo y dejándonos amar en gratuidad…A un Dios que es todo generosidad y belleza. Los místicos del Carmelo, sabedores de la dureza del corazón humano y de nuestra apatía para entablar relaciones amorosas con Dios, aceptan el reto de mostrarnos con su vida y en su vida la maravillosa locura de vivir con Dios y en Dios. Por eso son significativos para todos los que quieran correr este riesgo: cultos e incultos, adinerados e indigentes, ancianos y jóvenes, ateos y creyentes, buenos y malos… Un rasgo característico de la mística carmelitana es la afirmación de que a Dios sólo se le puede conocer con el corazón y no con la razón. La mística carmelitana es la prueba de que, después de la noche oscura, es posible un discurso distinto, que no ponga más en peligro el amor, permitiendo a Dios que sea verdaderamente Dios. Dios como es, Dios como lo experimento, Dios…simplemente Dios… Los místicos del Carmelo nos cuentan que la vida no puede ser más que una continua transformación, bajo sus distintos aspectos. Ellos muestran que lo que constituye el mayor estímulo para cambiar y ofrecer así las condiciones para un pleno desarrollo humano es el poder activo del amor y de la compasión. De esta forma, el autoconocimiento del hombre se transforma en el autoconocimiento real y divino. Es así como el ser humano se hace consciente de su vida real, la divina, que en definitiva, hace que llegue a ser lo que realmente es. Nuestra experiencia en Colombia Desde hace algunos años se trabaja por sacar a la mística de los conventos y de las etapas elevadas de la vida espiritual, y ponerla a caminar por las calles de la vida cotidiana. Con frecuencia escuchamos decir que estamos en un momento de “vuelta a la mística”. Hay conciencia, no sé hasta qué punto, de que efectivamente se había perdido la dimensión mística. Y que se ha caído en la cuenta de que esa pérdida afecta a las profundidades del ser, al sentido de la vida. Esto es muy importante. Pero, al mismo tiempo, caemos en la cuenta de que no sabemos qué es mística. Cuando los conceptos se dejan en el aire, se tergiversan, se está expuesto a múltiples engaños y puede caer la mística en una reducción puritana o en una proliferación “barata”. La mística es, antes que nada, una categoría de calidad, pero no elitista, porque calidad puede encontrarse y, de hecho, se encuentra en cualquier estamento humano: “hay mucha mística en la vida sencilla de mucha gente: campesinos, obreros, madres de familia, ancianos, enfermos… La mística no es un teorema, no es una fórmula de aproximación a lo divino, sino que es la continua verdad de lo eterno haciéndose creativo en el encuentro y en la ausencia, en el beso y en la noche, en la purificación dolorosa y en el nuevo nacimiento. Sin embargo, con todo esto, la mística se nos sigue escapando de las manos. Podríamos decir que la mística es aquella forma de ser y de sentir que acoge e interioriza experiencialmente al Dios que me habita y permite que impregne toda mi existencia. La experiencia religiosa afecta al hombre hasta el fondo y en todas las fibras de su existencia, hace vibrar todas las cuerdas del hombre. Lo primero en este encuentro es el hecho de tropezar con esa “realidad divina” y quedar sobrecogido por ella. En nuestra provincia de Santa Teresita del Niño Jesús contamos con 16 casas, cuatro de las cuales son casas de formación y dos de ellas, casas de espiritualidad. En cada una de ellas y contando con la particularidad de las mismas, procuramos dar a conocer la riqueza de nuestro carisma. Particularmente, las casas de Monticelo [Medellín] y Nuestra Señora del Lugar [Bucaramanga], están dedicadas totalmente a la promoción de nuestra espiritualidad, ofreciendo a nuestros laicos el servicio de la dirección espiritual, de la confesión, retiros, encuentros de oración, estudio de las obras de nuestros santos y todo lo relacionado con la espiritualidad carmelitana. Contamos en la provincia también con dos obras significativas: una de ellas es la Casa Teresiana de Oración ubicada en la ciudad de Medellín y que surgió hace 16 años como un deseo conjunto de las madres carmelitas de la Mansión y los padres carmelitas de Manrique. Esta casa tiene la particularidad de ser una fundación eminentemente de carácter laical y que como su nombre lo indica, está dedicada totalmente a la difusión y cultivo de nuestro carisma. Los laicos siempre cuentan con el acompañamiento de uno de nuestros frailes y con la cercanía, apoyo y oración de nuestras monjas. La otra obra, seguramente conocida por muchos de ustedes es la Fundación Santa Teresa de Ávila, creada y dirigida por el P. Arcesio Escobar, religioso de nuestra provincia. Esta es una fundación de carácter social en la que nuestro carisma encuentra toda su concretización. Aquí se hacen ciertas las palabras de Teresa: “Torno a decir, que para esto es menester no poner vuestro fundamento sólo en rezar y contemplar…porque el amor tengo por imposible contentarse de estar en un ser, adonde le hay” [7M 4, 9] “Obras, obras quiere el Señor…” Esta es una obra del Señor obrada, diría el P. Arcesio, por intercesión de San José. En nuestras parroquias, procuramos responder a las búsquedas espirituales de nuestros feligreses a partir de nuestra riqueza carismática y de la transmisión de una experiencia de Dios cercana y amorosa, como corresponde a quienes ostentamos el honroso titulo de ser hijos de místicos. En algunas de nuestras casas ha surgido lo que hemos querido llamar “escuelas de mística”. Empeñadas en dar a conocer a fondo la espiritualidad de nuestros santos y de formar a muchos laicos en el espíritu del Carmelo para que a la vez, ellos sean transmisores del mismo. Por otra parte, el movimiento laical carmelitano va tomando cada vez más fuerza en nuestra provincia. La formación cristiana y carmelitana de quienes pertenecen a nuestras parroquias, va siendo cada vez más cualificada, igual que su participación en todo lo que tiene que ver con el Carmelo y con la promoción del carisma. De tal manera que podemos decir que la identidad de nuestras parroquias y centros de difusión del carisma está bien asegurada. Nuestro esfuerzo va encaminado a hacer partícipes a todos nuestros feligreses y a cuantos se acercan a nuestras casas de la riqueza del carisma. Considero que es este también el aporte que hacemos a la Iglesia particular donde nos encontramos ubicados. El desafío que se nos plantea creo es el de responder, desde nuestro carisma particular, a la pregunta tantas veces planteada y quizás pocas veces respondida sobre la responsabilidad de Dios respecto a las situaciones angustiantes que tenemos que enfrentar cada día, partiendo de una experiencia de fe que debe estar cada vez más cualificada. Cualificada en el sentido de tener una honda experiencia del misterio y con el misterio. Sólo desde esas honduras del Espíritu podremos dar respuesta a las preguntas más hondas y existenciales planteadas por el ser humano.