Discurso Inauguración del salón.

Transcripción

Discurso Inauguración del salón.
21 de enero de 2006
Discurso del periodista Santi Ortiz con motivo de la inauguración del Salón “ Los Toreros”:
INAUGURACIÓN DEL SALÓN “LOS TOREROS”
Excmo. Sr. Alcalde, Distinguidos miembros del Cabildo, Admirados toreros, Señoras, Señores y amigos todos:
Nos encontramos aquí reunidos para una celebración. Nuestro querido anfitrión, Manuel Rodríguez, El Mangui, ha pensado
poner broche de oro a esta jornada taurina Sanluqueña inaugurando este salón que, a la vez que museo incipiente, es espejo de una vida –
la suya – dedicada al toreo.
Tratando de solemnizar el acto, ha querido que yo pusiera voz al sentimiento que sirve andamiaje a estas paredes. Porque estos muros,
bellamente adornados con motivos taurinos, desde donde nos lanzan su mensaje de historia el valiente fulgor de los trajes de luces o el imán de
unos carteles que en su día atestaron de público las plazas, se sustentan en unos cimientos de ilusión y de esfuerzo amasados a lo largo de toda
una existencia.
Más allá de las cualidades de construcción, arquitectura y ornamentación que podamos percibir en él, este salón encierra unos valores y
representa la culminación de una historia de sueños y esperanzas. Una historia que comienza a latir cuando todavía El Mangui estaba
en el vientre de su madre y hasta hoy continua; una historia que ya empieza a manifestarse cuando, siendo un chiquillo de seis o siete años,
tiene que irse con sus padres a vivir a Alemania y el único tesoro que se lleva con él son dos fotos de aquel novillero Sanluqueño que se
anunciaba Joselillo, pero que toda Sanlucar conoce como El Trompo; una historia que inicia su protagonismo en la placita de tientas
Bucaré, el día que El Mangui, con nueve añitos, se pone delante de las reses por primera vez, con una becerra de Manolo de los
Reyes. Ese día, agitado todavía por la emoción y con el veneno del toreo corriéndole por la sangre irreversiblemente, juro a su madre
muerta brindarle el toro de la alternativa.
Esta historia, la historia que ha dado vida a este salón, echará andar vestida de oro un 26 de junio de 1977, aquí en Sanlucar,
flanqueada en el paseíllo por las monteras de Miguel Ángel Martinez – hermano de Limeño -, Franco Cadena, Tamayo, José
Antonio Rodríguez y Paco Ojeda; una historia que se volvería de puertas grandes y sonados triunfos para vivir, en la cúspide de la
novillería, aquella competencia con Juan Antonio Ruiz “Espartaco”; una historia que comenzaría a torcerse una tarde agosteña en
Pegalajar, cuando un novillo de La Jarilla le rompió algo mas que la mandíbula; una historia que endereza su signo triunfal con aquella
montera alzada en brindis hacia el cielo el día de su alternativa; el día mas grande de la vida torera de El Mangui, el día que cumplió su
promesa de nueve años atrás para revestirse de orgullo torero y de hombre.
Muchos años después, me confesaría que sólo por esa tarde, merecieron la pena todos los sacrificios, los reveses y la lucha que tuvo que
afrontar en su carrera. Aquella tarde fue una tarde grande, con los tres toreros a hombros por la puerta del éxito; junto a él, su padrino
Limeño, el que fuera ídolo de su madre, y Palomo Linares, el testigo de la ceremonia y uno de los referentes de aquel chiquillo rubio que
una tarde, en la finca de D. Joaquín Buendía, se prometió a sí mismo ser matador de toros.
Después vendrían las luces y las sombras, la ilusión y el desencanto que habrían de desembocar en el día mas amargo, el día que tuvo que
prestar oído a los sensatos consejos de Diego Robles, durante aquella caminata del Cortijo de la Fuente a la Punta del Monte que lo
vio ir de matador y volver ya de banderillero.
De entonces acá, veinte años con el galón de plata; porque hace ya veinte años de aquel desastroso – por precipitado – debut banderillero en
Valdemorillo. Aquel día se le apagaron a El Mangui todas las estrellas; aquel día sintió el puñal de la critica llegarle a las entrañas, y
comprendió que la noche que se cernía sobre su futuro jamás había sido tan negra e inclemente; aquel día, este techo que ahora nos cobija
estuvo más cerca de que nunca de no llegar a construirse. Pero El Mangui se mantuvo entero, despejó las dudas y pronto comenzaría a
ver la recompensa, porque no habría de pasar mucho tiempo para que un sol renovado limpiara de tinieblas su alma.
Ocurriría en Pamplona, aquel mismo año, cuando mirándose en un Espejito de Miura, con 676 kilos de poder y sentido, que derribó
yo no sé cuantas veces al picador Paco Barroso y al que sólo el capote de El Mangui fue capaz de entender, se asomo al primero de
los muchos triunfos que vendrían a jalonar esta segunda etapa, ya que esta actuación fue clave para que le otorgaran – nada menos que en
competencia con la consagrada maestría de Manolo Montoliu y Martín Recio – el prestigioso premio “al mejor banderillero del año”
que entonces concedía el Hotel Wellington. Seria el primero de los más de cincuenta que la templada brega de su capa se llevaría a
casa. Entre tanto 14 temporadas con Miguel Báez, Litri – su matador emblemático, su compadre y su amigo -, cuatro más con Juan
José Padilla y tres con José Mari Manzanares, componen el cauce por el que discurren las cerca de mil ochocientas corridas de toros
que, en plata o azabache, lo vieron desfilar por los ruedos.
El fruto de toda esa andadura se materializa en el salón donde nos encontramos. Vibra en su atmósfera toda la energía de que hizo acopio
El Mangui en sus treinta años de lucha con los toros. Ese es el valor más alto que podemos estimar de esta casa; aunque no el único;
primero: porque el inapreciable don de la amistad nos saluda desde las vitrinas donde, orgullosos, descansan los ternos que sintieron el roce del
toro por sus lentejuelas; ternos donados con generosidad por los diestros, cuyos nombres figuran en ellas (Por orden de antigüedad: José
Luis Parada, Espartaco, Cesar Rincón, Litri, Enrique Ponce, Finito de Córdoba, El Tato, Morante de la Puebla, El
Juli, El Fandi y José Maria Manzanares hijo) ; y segundo, porque la camaradería y el cariño también se hacen presente en todos
los hombres de luces que habéis querido acompañar a El Mangui en este momento tan emotivo para él, en todos los que habéis compartido
momentos inolvidables dentro y fuera del ruedo y, muy especialmente, en los que componéis el material humano que, sudor a sudor,
entrenamiento a entrenamiento, habéis logrado junto a él que Sanlucar sea la única ciudad del mundo donde, en vez de una escuela
taurina, se levante una autentica Universidad del Toreo.
Como no quiero que me peguen el primer aviso, he llegado al final. Con estas palabras que sirven de pórtico a la inauguración del Salón
“Los toreros”, a la inauguración de esta casa en la que El Mangui deposita nuevas ilusiones de cara a afrontar ese futuro que, por ley
natural, habrá de vivir apartado del riesgo de los toros, creo dejar debidamente colocado en suerte el burel de la charla, para cederle el
micrófono al Excmo. Sr. Alcalde, como portavoz del pueblo de Sanlucar, antes de que sea el propio anfitrión el que clausure el acto con
el reunido par de banderillas de sus palabras.
Muchas gracias.
Santi Ortiz.

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