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Transcripción

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este país
Hellín, asesino de Yolanda
Preguntas sin
El Batallón Vasco Español secuestró, torturó y ejecutó en 1980 a la
joven Yolanda González, de 19 años. Este crimen horrendo provocó
una gran oleada de protestas y manifestaciones que perduran hasta hoy
RAFAEL GARCÍA RICO
l 11 de febrero de 1980 la
policía detenía a Emilio Hellín Moro, que confesaba
haber asesinado junto a Ignacio Abad, su cómplice, a la joven Yolanda González.
¿Con qué otras organizaciones,
además del partido Fuerza Nueva,
nacionales e internacionales, tenían conexiones los detenidos?
¿Qué información posee el gobierno sobre el Batallón Vasco Español? Las preguntas formuladas hace 33 años siguen de plena actualidad hoy en el mismo Congreso
donde se ha presentado, a instancias de la familia y sus antiguos
compañeros, una Proposición No
de Ley que se va a discutir en pleno, y que han apoyado todos los
grupos parlamentarios a excepción de PP y UPyD, para investigar los vínculos de Hellín Moro
con el Estado a través de su empresa New Technology Forensics.
En la calle la indignación ciudadana se va imponiendo al silencio
oficial de tanto tiempo.
En 1980, dos diputados, un joven socialista, Juan Barranco y un
veterano comunista, Simón Sánchez Montero, presentaron sendas
preguntas a la Mesa del Congreso
E
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n resolver
sobre el asesinato de Yolanda González. Barranco lo hizo el 14 de febrero de 1980, Sánchez Montero
el 23 de febrero y el 30 de mayo,
después de considerar insuficientes las respuestas del Gobierno. El
Las preguntas formuladas en voz alta acerca
del ‘porqué’, El ‘cómo’ y el ‘para qué’, junto
con un insistente e inevitable ‘con quién’, se
hacen más presentes que nunca hoy en día.
9 de abril el ministro del Interior
de UCD informó en la Comisión
de Interior. Pero ni aclaró ni desveló información alguna. La sospecha creciente que entonces se tenía
acerca de las vinculaciones de Hellín con tramas negras de mayor alcance que su denominado Coman-
do 41 del Batallón Vasco Español,
se iba instalando en la opinión pública.
La madrugada del 2 de febrero
de 1980, Emilio Hellín Moro e Ignacio Abad, integrantes del referido Comando 41 del Batallón Vasco Español secuestran en su casa
de Aluche a Yolanda González
Martín, estudiante vasca de 19
años, y la asesinan a las afueras de
Madrid, en el kilómetro 2 de la carretera de San Martín de Valdeiglesias.
Activismo por el cambio
Yolanda era militante del Partido
Socialista de los Trabajadores
(PST), una organización marxista
revolucionaria a la que había llegado desde la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), organización
trotskista en la que un grupo disidente de las Juventudes Socialistas
y del PSOE se había integrado
unos meses antes de su muerte.
Su trayectoria política había
comenzado en Vizcaya, en el bilbaíno barrio de Deusto, en donde
su familia residía tras haber emigrado desde un pequeño pueblo de
Burgos. Yolanda era una buena estudiante y en su tiempo libre una
dedicada y entusiasta activista política de izquierdas, militancia que
la llevó a buscar en Madrid un
nuevo escenario en el que participar en su comprometida causa por
la democracia, las libertades y el
socialismo.
Por eso se integró en la Coordinadora de Estudiantes de Enseñanza Media y de Formación Profesional, una plataforma representativa de los centros públicos de
enseñanzas medias que dirigió en-
Yolanda era una chica vasca comprometida
con la libertad y luchadora. Y defendía su
proyecto político democrático militando en
el Partido Socialista de los Trabajadores
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tre el otoño de 1979 y el invierno
de 1980 las movilizaciones contra
las leyes educativas de UCD junto
a una estructura similar en la universidad.
Ella representaba al centro de
FP donde cursaba estudios, en la
Avenida de la Albufera, matriculada en la especialidad de electrónica. Trabajaba como empleada doméstica y estaba afiliada a Comisiones Obreras. Yolanda era una
chica vasca comprometida y luchadora, de ahí su militancia en el
Partido Socialista de los Trabajadores.
Los asesinos dijeron tras su detención que el crimen se debió a la
adscripción de Yolanda a ETA.
Una mentira oportunista, sin duda,
por dos razones. Yolanda carecía
de contactos con la organización
armada y su trayectoria estaba política e intelectualmente desvinculada de respuestas violentas. Es
más, en el ejercicio de su ideología
se encontraba representando el liderazgo de una lucha de masas, tal
y como eran las movilizaciones estudiantiles, una forma de lucha
opuesta a la violencia sectaria.
Eran los años de la Transición
No es difícil presuponer que el asesinato pretendía escarmentar y
disolver el movimiento estudiantil atacando en el corazón de su liderazgo.
La mataron, pues, del mismo modo que se asesinó a los abogados
laboralistas de Atocha.
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y en aquella época parecía fácil
hacer pasar gato por liebre. El inductor del crimen, Martínez Loza,
jefe de seguridad de Fuerza Nueva, se desenvolvía entre los despachos de la siniestra Dirección General de Seguridad (DGS) y la sede de FN en la ‘zona nacional’ de
Madrid. En esos ámbitos crecía la
preocupación por las movilizaciones estudiantiles, la debilidad del
gobierno y el terrorismo; no es difícil presuponer que el asesinato
pretendía escarmentar y disolver
el movimiento estudiantil golpeando al corazón de su liderazgo, en
un centro educativo de la máxima
representatividad, con un componente obrero y en una persona que
al ser atacada reflejaría la vulnerabilidad que podía afectar al movimiento.
La mataron, pues, con la misma intención que a los abogados
laboralistas de Atocha: para escarmentar, para dañar, para fulminar
una respuesta social; para aterrorizar, para vengar en la izquierda
política y social la impotencia ultra ante el cambio político en la
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Transición.
Los asesinos estaban vinculados al aparato policial. Esa relación se pudo comprobar en las conexiones personales –tenía un hermano guardia civil que colaboró
en el crimen junto con Juan Carlos
Rodas, policía nacional– y en los
medios que estaban a su alcance
descubiertos durante las investigaciones que por un lado desvelaban
realidades que inmediatamente se
ocultaban de nuevo, que se disimulaban o que directamente se hacían desaparecer: ordenadores, antenas, emisoras, etc. Una tecnología soloal alcance de la Dirección
General de Seguridad.
El ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz,
admitió que su departamento contrató a
Emilio Hellín y se le encargaron trabajos en
2006, 2008, 2009, 2010 y 2011, una
circunstancia que se ha conocido ahora.
Un asesino protegido
Emilio Hellín protagonizó dos intentos de fuga y durante un permiso penitenciario, se escapó con su
familia y una identidad nueva a
Paraguay donde trabajó para la
dictadura criminal de Stroessner.
Con esa ocupación se da por resuelta la evidente vinculación internacional por la que preguntaba
Barranco. Pero la historia no termina ahí, descubierto por el periodista José Luis Morales, de Interviú, Paraguay se deshace del colaborador y lo entrega a la justicia
española. Finalmente, Hellín apenas cumplirá 14 de los 43 años de
condena.
Y su pista, ya en libertad, se
pierde. Lógico. Una vez más, conoce los resortes para borrar el
rastro de su personalidad y para fabricarse una identidad nueva. Hasta que otro periodista, José María
Irujo, de El País, lo descubre bajo
el nombre de Luis Enrique Hellín,
colaborador de la Policía Nacional
y la Guardia Civil en investigación
criminalística. Desde ese momento comienza a destaparse una red
de relaciones que afectan a ayuntamientos –el de Madrid, en Huelva,
etc.–, policía autonómica –Ertzaintza y Mossos– y en congresos
nacionales e internacionales sobre
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información –un congreso en la
Autónoma de Madrid y en Venezuela en el que participa junto al
‘hacker’ Matías Bevilacqua, colaborador del Centro Nacional de
Inteligencia (CNI), vinculado a la
investigación de Nóos y Urdangarin.
La respuesta social no ha tardado. Asier y
Amaia, hermanos
de Yolanda, recogen el testigo de
sus padres, Lidia
y Eugenio, y reinician la lucha
por el esclarecimiento de las
relaciones de
Hellín con el
Estado y la investigación sobre sus actividades. La increíble consistencia y el
empuje de
los suyos, ha
revitalizado
la memoria
de Yolanda. A la familia se
ha unido la voz de José Mariano
Benítez de Lugo, el incansable jurista que ha peleado desde el momento del crimen hasta hoy por
los legítimos derechos de justicia
que reivindica la familia, y de los
antiguos compañeros y amigos de
Yolanda, ex militantes del PST
que ahora se encuentran entre varias organizaciones políticas revolucionarias vinculadas a los ideales que defendía Yolanda.
Los ecos del crimen y de las
preguntas formuladas acerca del
‘porqué’, El ‘cómo’ y el ‘para
qué’, junto con un insistente e inevitable ‘con quién’, se hacen más
presentes que nunca hoy en día. En
la concentración convocada por la
familia y la plataforma de amigos
y antiguos compañeros de Yolanda
en la Puerta del Sol el pasado día
13 de abril para exigir investiga-
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Las escritoras Almudena Grandes y Laura Restrepo leyeron un
comunicado el 13 de abril reivindicando la memoria de Yolanda.
ción y responsabilidades, también estaba Barranco que seguía las intervenciones mientras, seguramente, se reafirmaba en la razón
de los interrogantes planteados hace tantos años y tan actuales. La
legitimidad que adquiere la exigencia de una urgente respuesta
tiene que ver con la misma deslegitimación que el sistema sufre cada día que tarda en explicarse el
‘caso Hellín’: la trama negra en las
alcantarillas del Estado.
La memoria de Yolanda rescatada una y otra vez es la razón moral de una investigación inexcusa■
ble.
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