Los muros
Transcripción
Los muros
Los muros Bajo el cielo azul de Jerusalén, la ciudad santa, hecho de lágrimas, de lamentos, de inenarrables gemidos de dolor, de deportaciones y abandonos, de desposesiones y destierros, de insondables oraciones vertidas por siglos y siglos, hecho de Torah y miradas penetrantes destiladas en el tiempo, de esperanza alimentada gota a gota entre piedras y tierra arenosa, abrasado a puro sol de fuego y oro, resplandece el blanco muro de los lamentos. ¡Ese muro que se parece a Dios! Espera, calla, recibe, escucha, dejar partir… ¡Se parece a Dios…! En los recovecos de su ser breves historias escritas se acurrucan. Pero allá… fuera de Jerusalén y fuera de la santidad serpentea cual anaconda gigante y monstruosa ¡el otro muro…! Oscuro, alto, indiferente, lleno de músculos, con cabelleras de acero afilado y ojos de torres con fusil. Un muro que no escucha que rechaza, separa, aleja, divide, oprime. ¡Muro embajador de la muerte! ¡Ese muro no es de Dios! De Dios es el paisaje y su horizonte, enamorados de auroras y ocasos magentas. De Dios es el peregrino, los senderos libres por los cuales camina y la mano amiga que le ofrece el descanso del techo que cubre del agua que limpia del pan que hace hermanos. De Dios son las alas de la paloma y el estruendo del cuerno que no saben de muros, de razas ni lenguas, sólo saben de viento y un espacio abierto para navegar. ¡No es de Dios el fusil! ¡No es de Dios el alambrado! ¡No es de Dios el chek point! De Dios es la libertad el amor y el abrazo de la gente que se encuentra. J. F. Roma 07/09/2012