Nuevas emergencias contemporáneas

Transcripción

Nuevas emergencias contemporáneas
Revista Boliviana de Estudios del Hábitat
Vol. I, N° 1, marzo de 2013, 64-78.
ISSN 2307-616X
Nuevas emergencias contemporáneas
para la construcción de la ciudad y el territorio
Luz Fernández-Valderrama Aparicio
Departamento de Proyectos Arquitectónicos
Escuela Técnica Superior de Arquitectura, Universidad de Sevilla
El artículo quiere plantear cómo en las escuelas de arquitectura, la investigación, primero sobre el patrimonio y luego sobre sostenibilidad,
han respondido a las emergencias culturales de cada momento para la
construcción de la ciudad y el territorio. En paralelo, en el proyecto, y por
tanto en la Arquitectura, las mesas de trabajo se han complejizado para
dar respuesta a un contexto cada vez más amplio y dinámico. Actualmente y como consecuencia de las preguntas anteriores (patrimonio y
sostenibilidad), surgen nuevas emergencias y conceptos contemporáneos
desde los que trabajar en el proyecto de arquitectura para la construcción
de la ciudad, por ejemplo, un concepto renovado de salud urbana o el
concepto de austeridad, más apropiado para estos tiempos que algunos
de índole exclusivamente economicista.
Se ponen sobre la mesa algunas investigaciones que el grupo de investigación TEP-238 IN-GENTES (ingentes.es), está desarrollando en el Máster
de “Ciudad y Arquitectura sostenibles” (MCAS) y en el Máster de “Arquitectura y Patrimonio”, ambos de la Universidad de Sevilla (MARPH).
Palabras clave: emergencias, sostenibilidad, patrimonio, austeridad, salud.
Introducción
Cada época tiene su estilo de estar insatisfecha del mundo. Cada insatisfacción consciente respecto al mundo
encierra el germen de una cultura
Peter Sloterdijk, Eurotaoísmo.
El espacio educativo tiene que dar voz y visibilidad a las insatisfacciones de
cada momento. Es solo desde ahí donde podemos construir lo que la sociedad requiere y necesita. La universidad tienen un modo específico de transparentar las
emergencias culturales a través de sus programas académicos, sobre todo los dedicados al postgrado, menos condicionado por circunstancias disciplinares, más
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abiertos a la realidad de ese momento. La investigación es una manera de “estar
despierto”, de construir “una forma de vigilia” como enuncia Miguel Morey en la
introducción al libro Diferencia y repetición (Deleuze), una manera de responder a
las preguntas reales en el momento adecuado, armando y habilitando a docentes
y alumnos (procesos que se dan en paralelo ya que estas cuestiones no pertenecen
ni a unos ni a otros; pertenecen al aula como espacio generador de una cultura y
de un lenguaje). Nuestro deber y nuestra posibilidad es construir esa conciencia
contemporánea y dejar constancia de ella en nuestras aulas e investigaciones.
Esta es una de las riquezas y de los regalos de la docencia.
Las culturas se construyen a través de determinadas “palabras llave”, conceptos que emergen y sintetizan las insurrecciones de cada momento. En la escuela
de Arquitectura de Sevilla, primero fue el concepto de patrimonio, concepto que
centró los debates académicos emergiendo como cuestión central para organizar
determinados programas de postgrado, doctorado y luego másteres académicos.
Con el concepto de patrimonio surgía la certeza de ya no era posible pensarnos sin todo aquello que nuestro pasado nos legaba.1
Más tarde, en el curso académico 2005-06, la ETSAS propone un nuevo
programa de doctorado denominado “Ciudades y arquitectura sostenible”. En
la anualidad siguiente, fue transformado en máster académico, denominándose
“Máster en Ciudad y arquitectura sostenibles”. Estos diferentes programas de
postgrado no hacían otra cosa que transparentar que en ese momento eran
los conceptos ligados a aquello que denominábamos como “sostenibilidad”, lo
que emergía como problema y posibilidad para dar la respuesta necesaria en
ese momento a la construcción de la ciudad y del territorio. Fue el concepto
de sostenibilidad el que comenzó a imponer las nuevas constricciones al proyecto de arquitectura y a la construcción de la ciudad, trabajando sobre las
restricciones primeras que la problemática denominada “patrimonio” había ya
demandado.
Recordando unas palabras de Juan Herreros, catedrático de la ETSAM en
el contexto académico pero a la vez amable de la lectura de una tesis doctoral,2
enunciaba con claridad la complejidad cambiante de cada época: “al principio
no podíamos trabajar en el centro de la ciudad porque había un resto histórico y
ahora no vamos a poder trabajar en la M40 porque hay un árbol”. Lo paradójico
1
En cuanto al recorrido de la Escuela de Arquitectura de Sevilla, se establecieron diferentes
programas de postgrado centrados en estas temáticas: el Programa de Doctorado de Rehabilitación Arquitectónica y Urbana, organizado por el IUACC (Instituto de Arquitectura y Ciencias
de la Construcción) de la Universidad de. Más allá de determinados programas de doctorado
departamentales sobre estas cuestiones, a nivel de escuela, en el año 1995, surge El Máster de
Arquitectura y Patrimonio Histórico (organizado entonces por la ETSAS en colaboración con
el IAPH, Instituto Andaluz de Patrimonio de la Junta de Andalucía), comenzando su primera
convocatoria en los cursos académico 1995-97 y 96-97, pasando luego a ser considerado como
uno de los Másteres oficiales de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura en el curso académico 2006-07. La investigadora Fernández-Valderrama forma parte actualmente del Tribunal Único del diploma de Estudios avanzados del Programa de Rehabilitación Arquitectónica
y Urbana, programa con Mención de Calidad. Por otro lado, fue alumna, recién titulada, de la
primera anualidad del MARPH, impartiendo docencia en la actualidad en el mismo.
2
Lectura de tesis de Carlos Lara Aspeé, doctor arquitecto por la ETSAM en la que la autora del
artículo participó como vocal. La tesis fue dirigida por el profesor titular Darío Gazapo.
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es que ahora será necesario volver a trabajar junto al resto arqueológico, como
opción más clara desde el punto de vista de la sostenibilidad, dentro de esa lógica de que “la ciudad sea cada vez más ciudad y el campo cada vez más campo”
como defiende Salvador Rueda, ecólogo y director de la Agencia de Ecología
urbana de Barcelona.3 Ahora estas estrategias se demuestran compatibles, ya que
ambos conceptos, patrimonio y sostenibilidad, han producido un acercamiento
progresivo y se aproximan cada vez más en nuestro presente. Somos ya muchos
los que manejamos un concepto de patrimonio que es más ecológico que monumental, y a la vez una idea de sostenibilidad que está mucho más cerca de la idea
de “sustentabilidad” que significa “usar muchas veces”. Sobre esto quisiéramos
detenernos un poco más.
En el ámbito patrimonial es recurrente el uso de la frase “poner en valor”
como una muletilla que a veces se utiliza sin saber qué significa. Es necesario
repensar qué puede significar este eslogan para no vaciar nuestros discursos. Los
conceptos de valor, costo y precio nos aclaran esta cierta simetría entre un patrimonio ecológico y la “sustentabilidad”, esta vez de la mano de la socio-ecología:
De acuerdo con los principios de la economía clásica, una cosa
tiene valor en función de los usos que de ella se esperan, y una
cosa cuesta en función de su rareza. Así el pan vale mucho porque es —o era— la base de nuestro sustento, pero cuesta poco,
porque la harina es abundante y, por ello, relativamente barata: si escaseara la harina, el pan valdría lo mismo, pero costaría
más, lo que ha ocurrido en multitud de ocasiones a lo largo de
la historia.
(…) Los problemas ambientales tienen mucho que ver con todo
ello. El aire, el agua, el suelo, el espacio, el paisaje, la diversidad
fáunica y florística son bienes abundantes y, por consiguiente,
de coste escaso, incluso nulo. Además, durante largo tiempo ni
siquiera sabíamos ver en ellos valor alguno, dado que desconocíamos muchos de los mecanismos ecológicos que erigen a
tales elementos en eslabones imprescindibles de la cadena que
mantiene la viabilidad del planeta.
(…) Para disponer de muchas cosas que no valen lo que cuestan,
estamos destruyendo recursos que todavía no cuestan lo que
valen. Pero lo costarán y muy pronto (Folch 1999: 82).
Estas palabras escritas en 1999 han llegado a quedar ya antiguas después de
más de diez años, porque nos encontramos en ese futuro que ya se anticipaba y
es obvio que, desde nuestro presente, sí somos todos capaces de saber lo que vale
el agua, el aire y en general todos los ecosistemas.
Poner “en valor” una obra considerada “patrimonial” sería, siguiendo las
palabras de Folch, poder usarla muchas veces, reutilizarla en nuestro presente, no perdiendo los valores legados desde el pasado, pero incorporándolos a
Comentarios en el contexto de las conferencias en las que participó tanto en el Programa de
Doctorado CAS en el 2005-06, como en el MCAS en 2006-7.
3
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nuestro ciclo vital. Son muchas las acciones patrimoniales recuperadas para el
presente desde este sentido.4
Frente a esta idea de patrimonio ecológico, tal vez en demasiadas ocasiones
se identifica patrimonio con la inclusión de estos bienes como mercancía cultural, incorporándolos a una lógica de mercado que en muchas ocasiones lo que
consigue es banalizarlos y vaciarlos de contenido. A esta inclusión del patrimonio
en las lógicas mercantiles la hemos denominado, en las diferentes publicaciones
al respecto, como razón tematizadora, para dar cuenta de los procesos a través
de los cuales la ciudad global o una parte de la misma son convertidos en destino turístico: “En este sentido, entendemos por razón tematizadora aquella que
no encuentra, consciente o inconscientemente, otra salida que el entendimiento
unilateral del patrimonio como recurso, vinculándolo con crecimiento económico, y, solo ocasionalmente, relacionándolo con la sociedad”. De estas inercias
hay que huir en el proceso de recuperación de nuestra herencia. Es a esta problemática a la que nos referimos cuando hablamos de patrimonio vacío (Rubio y
Fernández-Valderrama 2010).5
Respecto al término sostenibilidad también habría que aclarar algunas cuestiones previas. Es curioso que el máster en el que impartimos docencia partió
en su ingenuidad con un error de base, al enunciar la problemática y elegir el
título de “Arquitectura y ciudad sostenibles”: la sostenibilidad no es un adjetivo ni menos una caracterización que pudiera acompañar a términos como la
ciudad o la arquitectura, que, por definición, nunca pueden ser sostenibles aunque sí aproximarse, en sus estrategias, hacia una mayor sostenibilidad del sistema. Hablar de sostenibilidad tiene mucho más que ver con explicar la ecuación
que transparenta la necesaria compensaciones entre capital natural y el artificial
(Ct=Cn+Cm+Ch+Ci) y requiere hablar no solo de cambio climático y tecnologías,
sino de ecosistemas, de cambios en los modos de vida y en el entendimiento de la
vida misma. Para nuestra disciplina debe suponer el cambio y reinvención de las
reglas del juego sobre las que se entiende hoy lo que es arquitectura y por tanto
lo que se produzca como tal.
Proyecto, patrimonio y sostenibilidad: una idea ampliada de contexto
Con la aparición de las investigaciones sobre lo que hemos denominado
patrimonio y con todo lo que creemos que abarca el concepto de sostenibilidad,
en el proyecto se ha producido, inevitablemente, cambios que van unidos a la
complejización de la mesa de trabajo. Tanto, que ya podríamos decir que el proyecto apenas está ya en las mesas de trabajo: difícilmente podrá desde ahora definirse desde una mesa decidiendo en ella las constricciones elegidas sino que esta
Ejemplo de esta actitud es la recuperación que desde estas lógicas se ha realizado del matadero
de Cochabamba, con el proyecto mARTadero. Nos parece que efectivamente la recuperación
del edificio existente manifiesta de manera ejemplar este tipo de intervenciones que lo que
pretenden no es exclusivamente “monumentalizar” el objeto construido, sino que entre en el
ciclo de la vida del desarrollo humano de una población concreta.
5
El texto íntegro de la mayoría de artículos citados de los investigadores de INGENTES, se
pueden consultar en la plataforma web del grupo de investigación: ingentes.es
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nueva realidad aprendida nos obliga a salir fuera, a escuchar a otros a negociar y
compartir agendas y solo para decidir la información inicial que el proyecto va a
empezar a gestionar.
Esta ampliación de límites no es nueva. En la modernidad, la mayoría utilizaba el término “racionalismo” para expresar las nuevas estrategias que querían
inaugurarse, pero es lógico pensar que los autores de esas historias se debatieran
entre múltiples palabras que abanderaran sus principios. Uno de ellos fue el término “poli-dimensionalidad”, acuñado por algunos arquitectos para explicar los
cambios en la disciplina, concepto que explicaba, tal vez mucho mejor que otros,
qué es lo que estaba sucediendo desde el punto de vista del proyecto. Terragni y
autores coetáneos como Cattaneo, hablaban de la “poli-dimensionalidad” como
un nuevo método de trabajo en el que ya no era solo el objeto, sus fachadas y
plantas, sino una complejidad mucho mayor que el proyecto debía incorporar
incluyendo factores medioambientales y psicológicos (Fernández-Valderrama
2004: 182). Se había ampliado el contexto del proyecto.
Con el concepto de patrimonio y su aparición como investigación en el
siglo XX, el contexto del proyecto de nuevo se ha ampliado: ya no es solo “un
edificio”, sino el entorno donde se ubica, el modo de vida de sus habitantes, la
herencia, la memoria… El concepto mismo de patrimonio ha ido extendiendo
sus propios límites y abarcando cada vez más realidades: las materiales, primero;
las contextuales, luego, y las inmateriales, después: es patrimonio no solo el edificio, sino el contexto y posiblemente toda aquella construcción o construcciones
inmateriales que lo construían. Una expresión de esto son algunas recientes caracterizaciones del término patrimonial a determinadas expresiones artísticas o
populares: ya se considera patrimonio la voz, la fiesta, la música…
En estos últimos años ha sido el concepto de sostenibilidad el que ha vuelto
a imponer nuevos límites para el campo de acción del proyecto de arquitectura.
Más allá de los nuevos límites que amplió el concepto de patrimonio, aparecen
ahora, también como materia del proyecto de arquitectura, el conjunto de ecosistemas en los que se enmarca la vida del edificio como una realidad que hay
que atender y tener en cuenta. Por otro lado el edificio es mucho más que un
conjunto de materialidades asociadas y de inmateriales organizados: el proyecto
se hace eco de multitud de flujos e intercambios, de energías, de información, de
recursos y residuos, que además es posible evaluar, desde sus orígenes o en sus
recorridos últimos.
Empezamos de esta manera a pensar los edificios, por ejemplo como “dispositivos de intercambio energético”, siendo, por un lado, la energía, cualquier
energía, uno de los nuevos campos de acción del proyecto.
Pero ver la arquitectura desde esta óptica es solo atender una de las capas
de información que opera en esta nueva complejidad. Sería solo una de la caras
de los problemas que aporta el campo de la “sostenibilidad”, aquel que tiene que
ver con el cambio climático, cuestión que tal vez sea la menos importante en esta
situación de emergencias, aunque efectivamente sí es la más útil para el mercado
del capitalismo, en la cual ha encontrado un nuevo negocio y por lo tanto un
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nuevo modo de supervivencia.6 En la otra cara de la moneda de las problemáticas que vienen de la mano de eso que hemos denominado como sostenibilidad,
aparecerían los ecosistemas, que son la verdadera urgencia que nos presenta el
momento presente. Energías y ecosistemas nos permitirían ver el proyecto como
dispositivo, como prototipo de intercambio de información, de organización de
la vida, no solo de la vida del hombre, sino de la Vida en mayúsculas. El proyecto
con este panorama alcanza niveles de lo macro, de las organizaciones estratégicas
de las cosas, y a la vez de lo micro, de las múltiples realidades participantes en
el sistema. Podríamos hablar de muchos ejemplos proyectuales que empiezan a
manejar lo micro (las bacterias o microorganismos, por ejemplo, como material
del proyecto de arquitectura).
Con este proyecto, desde este punto de vista, se inaugura una nueva acción
sobre la realidad. La verdadera acción ya no tiene que ver solo con nosotros,
como agentes de “un mundo” con unas lógicas construidas por una determinada
cultura. Y empezamos ahora a entender que tal vez nuestras lógicas anteriores
no han sido las más adecuadas y que ya no es “nuestro mundo” lo importante,
sino la Tierra, eso que estaba antes que nosotros y seguirá estando después de
nosotros.
Como siempre, Sloterdijk (2001) nos lo explica con gran claridad:
es evidente que la tierra no podrá seguir soportando durante
mucho tiempo lo que parecía soportar hasta ahora. Su definición de theatrum cosmopoliticum la desborda. Sus funciones históricas —campamento de base para el éxodo histórico, fuente
de material de construcción y combustible, escenario y objeto
de contiendas geopolíticas— no serán, en un futuro previsible,
compatibles con su pervivencia. Así pues, una verdadera poshistoria empezaría eximiendo a la tierra de las funciones destructivas históricamente adquiridas. Huelga decir que estos son
los conceptos de la Tierra que tienen las llamadas altas culturas, cuya altura suele medirse por la magnitud de su rechazo
del estado de simbiosis con la Tierra. No es casualidad que el
cosmopolitismo sea el criterio de la alta cultura que triunfa; y
lo que es menos aún el que la palabra cosmopolita, ciudadano del mundo, fuera en un principio un profético chiste cínico
que se convertiría en algo históricamente muy serio. Ahora los
llamados ciudadanos del mundo casi no viven ya en la Tierra:
son habitantes del país llamado complejidad, viajeros de la clase Grande-Vitesse, presurosos huéspedes transeúntes “de este
Hotel de la Tierra”.
La de ciudadano de la Tierra sería, por el contrario, la actitud
del que ve en el planeta algo más que un escenario indiferente
para la representación de “nuestra” obra, en la que actuamos
como sujetos de las grandes promesas y justificaciones: redenCuestión explicada con mucha claridad por el profesor Alfredo Rubio en el contexto de las
clases del MCAS.
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ción, autorrealización y ahorro de tiempo. Con razón la lengua alemana ha reservado la palabra Erdenbürger, ciudadanos
de la Tierra, a los recién nacidos, como para distinguir el único
momento de la vida del individuo en el que se le concede un
soplo de superioridad sobre el mundo histórico. Y no deja de
ser significativo que fuera un astronauta, Edgar Mitchell (“el
sexto hombre en pisar la luna”) quien dio un nuevo valor a la
palabra al describir las emociones de los que regresan del espacio: “vuelves con la sensación de no ser ciudadano de los EUA,
sino ciudadano de la Tierra”. Si pudiera hacer realmente una
era “poshistórica”, su comienzo sería indisociable de la salida
de la Tierra de sus bambalinas históricas, de la pérdida de su
condición de materia prima y de la adquisición de la categoría
de objeto de la preocupación humana... Con ello cambian todas
las premisas del drama histórico. Lo que era escenario se convierte en tema de la acción. Lo que servía de telón de fondo pasa
a primer término. Lo que se presentaba como materia prima
se trueca en producto. Lo que era escena es ahora la obra en
sí… Ya desde ahora puede decirse que la “historia del mundo”
como proyecto inscrito en el tiempo para la ejecución de misiones espirituales y morales con trasfondos naturales y físicos,
es una idea agotada… Para nosotros, la Tierra ha dejado de ser
el infatigable y paciente “apoyo y protección” que casi todas las
generaciones pasadas vieron en ella.
(…) Solo podrá sobrevivir gracias a un nuevo gesto constructivo, realizado por los seres humanos que hayan comprendido
que la protección del escenario es el argumento de la obra.
Es la Vida, en general, en la que el hombre es solo un coprotagonista más, la
verdadera protagonista de la acción proyectual contemporánea. El proyecto se
vuelve más que nunca escenario de la vida, nunca objeto ni objetivo.
Esto requiere un acto primero necesario, empezar a pensarnos como hijos de
la Tierra, más que como hijos del Mundo. Solo así sería posible ese nuevo gesto
constructivo, que nos permita construir, como hijos de la tierra, de la Madre Tierra, unas nuevas lógicas y, con ellas, inaugurar la técnica necesaria, las tecnologías
que posibiliten una nueva realidad.
La acción realmente necesaria desde nuestra docencia (y desde nuestra vida
diaria) es un verdadero cambio en el punto de vista. No es posible construir una
nueva realidad si no hacemos este esfuerzo conceptual. En este sentido, en el
grupo de investigación nos hemos visto en la obligación de construir eso que
hemos denominado como “nuevo cuadro de mandos conceptual” que nos ayude a construir las nuevas bases para una nueva acción. Es necesario empezar a
pensar qué pueden significar, como hijos de la tierra, conceptos que creíamos
aprendidos como hijos del mundo. Pensar por ejemplo qué es el tiempo frente
a la duración (esa medida del tiempo sin tiempo que nos recuerda las vacaciones
de niños), o qué es la vida, la no vida o la muerte (que nos permita por ejemplo
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pensar con el tiempo de los árboles, con cien años por delante). Pensar en la
noche y el día (y por qué no aceptamos que la noche sea noche), o en lo invisible,
los invisibles del proyecto. Sobre todas estas cuestiones se han centrado muchos
de los debates iniciales en la docencia del máster de sostenibilidad.7
Todo cambio de óptica requiere la construcción de nuevos marcos de referencia o nuevos cuadros de mandos desde los que construir otras realidades. Pero
este no es el único nuevo punto de vista posible.
El cambio de óptica que propone Sloterdijk es heredero de la vieja idea de
Heidegger sobre el enraizamiento, con el que se refiere a ese modo de entender
a los seres humanos como seres cuya verdadera naturaleza es el enraizamiento
en la tierra. Según esta idea, la única solución del hombre para una estabilidad
con el medio sería la necesaria reinstauración de esa relación. Muy diferente de
lo que argumentaba Ortega, según el cual es precisamente el extrañamiento en
vez del enraizamiento lo que realmente definía al hombre en su relación con la
naturaleza (Rubio 1997).
Ortega defiende que somos seres “extraños” y es precisamente la “incomodidad” constante con el medio lo que nos obliga a reinventarnos y por tanto inaugurar una determinada técnica. Esta es la herencia que recoge Georg Simmel
cuando habla del extraño, aquel que aprende el arte de adaptación de una manera
más minuciosa, aunque más penosa que la gente que se siente con derecho de
pertenencia y en paz con su entorno, o Richard Sennet, con la propuesta de
“El extranjero”, el único que puede convertirse en verdadero artesano del medio ambiente, ya que se siente extranjero de un lugar que no podemos dominar
como propio: “tan grandes son los cambios que se requieren para modificar los
acuerdos a los que llega la humanidad con el mundo físico, que únicamente esa
sensación de auto-desplazamiento y extrañeza puede impulsar las prácticas reales
de cambio y la reducción de nuestros deseos de consumo” (Sennet 2009: 25).
Tanto una actitud como otra requieren un cambio de óptica y por tanto la
reinvención de nuevos valores o patrones desde los que construir la realidad y
desde donde hacer consciente la técnica que inaugura nuestra relación con el
mundo.
Los sistemas de producción
Cuando comenzábamos estas investigaciones en el seno de lo que fue primero un curso de doctorado, convertido luego en máster, nos gustaba enunciar que
pertenecíamos a una época pre-sostenible, más que post-industrial, acogiéndonos a
la tesis de Sloterdijck basada en la ineludible atadura que plantea cualquier “post”
que nos ata definitivamente a aquello de lo cual queremos salir (Sloterdijk 2001).
Varios años después pensamos que, por el contrario, debemos incidir en
que efectivamente seguimos en una época postindustrial, conscientes de que solo
analizando sus proposiciones y consecuencias, lograremos salir de ella hasta po7
Alfredo Rubio, en el contexto de la docencia del Máster, ha definido los siguientes binomios:
lo decible-lo indecible / visible-invisible /presencia-ausencia / tiempo-duración / forma-sombra / finitud-infinitud / cuerpo-alma / hombre-animal / certidumbre-incertidumbre / vida (no
vida)-muerte.
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der construir el cambio de óptica demandado (tal vez necesitamos un tiempo de
aleccionamiento, un tiempo de recordar antes de mutar a una nueva fase).
La revolución industrial construyó un sistema de producción en base a
dos variables, el tiempo y el dinero: construir con el menor costo en el menor
tiempo posible. Muy pocas variables y demasiado simples en su interrelación.
No fueron nunca sin embargo variables de la ecuación otras, como podrían haber sido los recursos, la energía que se necesitaba y la que se producía, cómo
transformar la que se perdía, los residuos, la cantidad de materia prima entrante o sobrante, o el conjunto de ecosistemas implicados o afectados y en
qué proporción, o que proceso de recuperación de los mismos se plantearía
en paralelo.
Algunos autores ya están trabajando en este sentido:
Pensemos en la tarea de diseño retroactivo que aplicamos a
Revolución Industrial (…). Si tuviéramos que mirar de modo
similar a la industria bajo la influencia del movimiento de la
eco-eficiencia, obtendríamos algo parecido a lo siguiente:
Diséñese un sistema industrial que:
— Libere al aire, al agua ya la tierra, anualmente, menos
kilos de residuos tóxicos.
— Mida la prosperidad por la menos actividad.
— Cumpla con las estipulaciones de miles de complejas
regulaciones para evitar que las personas y los sistemas naturales sean envenenados demasiado rápidamente.
— Produzca menos materias tan peligrosas que requieran
una vigilancia constante por parte de las futuras generaciones (…)Resulte en la producción menos cantidad de
basura inútil.Entierre en vertederos por todo el planeta
menores cantidades de materias valiosas que jamás podrán
ser recuperadas (Braungart 2005: 57).
Son estas premisas las que nos llevan a pensar que una de las investigaciones más urgentes de la contemporaneidad es aquella que se centre en los
procesos de producción. Este debe ser además el eje central de la producción
del proyecto de arquitectura, definir en cada proyecto cuáles son las variables
de la ecuación a las diferentes escalas, y con ellas los problemas, los interlocutores y las agendas de trabajo. Es una urgencia de la contemporaneidad
redefinir los nuevos sistemas de producción en base a otras variables, muchas
más en número que aquellas sobre las que se construyó el aparato tecnológico de la revolución industrial y mucho más complejas e interconectadas que
aquellas.
Hagamos una anotación concreta al respecto: siendo el tiempo una de las
variables incuestionables con la que se construyó todo el sistema productivo
de la Revolución Industrial, y más que el tiempo, la aceleración del mismo,
es decir, la velocidad, no es extraño que unas de las claves asociadas a este
nuevo intento de producción de un nuevo orden y de unas nuevas lógicas sean
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por ejemplo la “lentitud”, asociada a todo el movimiento slow, en el que se
incluyen las slow cities.
Un nuevo proyecto de arquitectura
El proyecto de arquitectura contemporáneo empieza por definir precisamente las variables de cada ecuación.
En este contexto, el proyecto ya no es lo que era. La capacidad del proyecto
tiene mucho más que ver con diseñar escenarios complejos y heterodoxos o con
crear marcos en el que los acuerdos sean posibles y fiables. Por otro lado, en
todo el proceso aparece una capacidad-necesidad de transparencia constante, más
que del proceso, de la información: hacer un proyecto es, sobre todo, ordenar la
información de una manera diferente.
Todo proyecto consiste en seleccionar situaciones problemáticas, detectando las emergencias (necesidades, posibilidades) o las insurrecciones contemporáneas de cada momento, de cada situación o de cada realidad. Cuando algo se
nos revela de la realidad, cuando surge una “insurrección de la materia” hemos
encontrado gran parte del inicio de un proyecto, un camino de oportunidad para
la creatividad.
El papel del arquitecto por otro lado tiene mucho más que ver con dar la
voz a otros que con decidir. Se inaugura una nueva capacidad para construir que
consiste en encontrar acuerdos y agendas compartidas. El proceso de trabajo es
un proceso colectivo de seguimiento, de análisis y de restitución.
“La arquitectura ha dejado de ser un princesa” enunciaba ya hace unos
años José María Torres Nadal en su blog personal “y bajándose de su pedestal
ha descubierto un mundo mucho más interesante que el que allí creía haber
construido”.8 Esta nueva situación nos ayuda por un lado a recuperar el papel
social que en otras época ha tenido la arquitectura y como la otra cara de la
moneda aparecen nuevas e interesantísimas situaciones en las que vamos a poder
mostrar los resultados como léxicos, herramientas, visiones y procedimientos
nuevos para lo arquitectónico, con desarrollos basados en la proyección relacional de la arquitectura y de la sostenibilidad, más que su proyección objetual que
ya ha dejado de tener interés.
Los proyectos tienen la oportunidad además de desvelar realidades y manifestar problemas e incongruencias de la realidad. Gran parte del esfuerzo de
la arquitectura está encaminada a mostrar los problemas o incongruencias de la
realidad. Las propuestas que trabajan desde las premisas postuladas por la sostenibilidad —o denominadas así aunque ya hayamos hablado de que la sostenibilidad nunca puede utilizarse como un adjetivo— deberían contribuir a desvelar o a
traducir las verdaderas consecuencias de la construcción y de las demás acciones
del hombre.9
Por otro lado, el proyecto es más que nunca un proceso: una secuencia que
va desde el inicio y definición de las claves de trabajo, pasando por el proceso de
construcción que es preciso secuenciar atendiendo a nuevas importantes varia8
9
http://www.torresnadal.com/blog/?p=6166.
Chinchilla 2006: “i.o1-Protección-: esto no es una protección permanente”.
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bles (no solo a la economía de los medios y a la velocidad de la ejecución como
hemos visto, sino con aquellas que tienen que ver con por la vida, o con el uso y
disfrute del edificio), hasta la definición última de la misma muerte del edificio,
estudiada en plazos y definida en su proceso de demolición, desmontaje o transformación. Vuelve a ser importante la definición de conceptos previos (cuadro
de mandos para un nuevo proyecto) como vida-muerte-no vida y tal vez no-muerte
(reciclaje) del edificio.
La arquitectura se sitúa desde el proyecto en un proceso, en un “territoriocalendario”,10 en una existencia con fecha de caducidad a veces previsible. Arquitectura como un estado intermedio permanente donde no importa solo “el
día de la inauguración”, sino el proceso de construcción, su uso y su proceso de
demolición o transformación, en la que ninguna actuación deja de incorporar lo
existente.
Otras emergencias contemporáneas
Nuestro contexto europeo está produciendo grandes procesos de revisión
de los contenidos docentes y los valores sobre los que estos se construyen. Conscientes de las limitaciones contemporáneas de nuestros sistemas de producción,
en un momento en el que ya no es necesario producir mucho más, urge la revisión de lo que hay de una manera nueva enfocada a lo más emergente (en el doble
sentido del término “emergencia” porque urge y porque emerge).
Esta época, como tantas otras épocas de revisión de valores, se caracteriza
por ser épocas de reflexibilidad, de necesaria producción en un sentido no necesariamente tendente al aumento de la producción en sí, sino a la búsqueda de
otras soluciones con los medios al alcance de nuestras sociedades. Gran parte
de nuestra dedicación, tanto como profesores universitarios, como por la faceta
profesional que cada uno pueda desarrollar, va a estar encauzada en este nuevo
tiempo, más que a la producción, tal y como la hemos entendido hasta ahora, a la
revisión de lo producido, de las claves existentes y la invención, o redefinición, de
nuevas claves desde las que operar: la redefinición de lo producido, las razones
y los métodos que cualifiquen una nueva acción mucho más precisa, mesurada y
por tanto más austera.
Surge desde aquí el término austeridad, concepto que nos parece más apropiado para definir la situación actual, ya que evita un pensamiento exclusivamente economicista. Desde estas lógicas estamos abordando investigaciones sobre la
rehabilitación o el mejoramiento de barrios, acción en el contexto europeo más
pertinente que la construcción nueva.
Nos encontramos ahora repensando teorías de los urbanistas de los años setenta como, por ejemplo, Urbanismo y austeridad, de Campos Venuti (Campos Venuti 1981), que proponía una austeridad para la ciudad y el territorio basada en
lo que él llama las cinco salvaguardias: salvaguardia pública (uso público, aspecto
colectivo de la vida cotidiana), salvaguardia social (que pretende la permanencia
en los barrios de sus habitantes), salvaguardia productiva (contra la expulsión de la
10
Chinchilla 2006: “i.o5-Florecimiento Estacional-: esto no es una arquitectura florecida”.
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industria, para el equilibrio residencia-trabajo), salvaguardia ambiental (memoria
colectiva de la ciudad, memoria histórica y bienes naturales) y salvaguardia programática (desde la que se propone un nuevo modo de trabajar en el territorio).
En este ámbito de trabajo sobre la rehabilitación de barrios aparece el concepto de salud como emergencia contemporánea a la que prestar especial atención desde el proyecto. Y nos referimos a un nuevo concepto de salud, que va
más allá de lo patológico, que no se centra en la vivienda, a la que parece habérsele dedicado toda la atención desde este aspecto, y que incluye, por ejemplo,
necesariamente lo social, lo relacional, como garantía de establecimiento de este
equilibrio. Las escalas de trabajo que se abren como oportunidad de reflexión
y como material de proyecto son múltiples: van desde el territorio a la ciudad,
pasando por la revisión del espacio público, los equipamientos necesarios (posiblemente otros) hasta la vivienda, estudiada no sólo como espacio, ni desde el
cuerpo, sino también como “atmósfera”, como aire que es preciso diseñar: Air
Design (Sloterdijk 2003). Reflexiones desde lo macro a lo micro que abren un
amplio marco para el proyecto contemporáneo y para nuevas investigaciones en
el marco de nuestras universidades.
Se sugiere una arquitectura inmaterial en un doble sentido: arquitectura sin peso, como modalidad muy particular de una arquitectura ecoeficiente, y arquitectura posibilitante de lo inmaterial (relacional). Ahí encuentra sus límites la disciplina. Pero
el programa no se agota con una actitud de autolimitación que
deviene humildad ante y con el proyecto, algo bien distinto de
la capacidad que ha tenido cierta arquitectura contemporánea
para crear los programas y los discursos destinados a concretar
(materializar) los flujos financieros internacionales o los proyectos destinados a acelerar la competencia entre ciudades, pues
la disciplina dispone del potencial de la invención. (FernándezValderrama 2009: 74).
Sobre estas cuestiones que denominamos como arquitecturas inmateriales,
seguimos investigando, inventariando respuestas desde el proyecto que tienen
que ver tanto con la estrategia de algunas obras construidas, como con una nueva
ocasión para el proyecto de arquitectura, y por tanto para sus profesionales, que
tiene que ver con el trabajo con la información. Sobre esto habrá que profundizar
mucho más.
Estos conceptos y estrategias asociadas han sido abordadas por el grupo de investigación TEP-238, IN-GENTES en una línea denominada como “Arquitectura y salud”,11 línea que posteriormente ha dado lugar a la constitución de un grupo
de cooperación denominado como “Arquitectura, Territorio y Salud” (ArTeS).
Enmarcado en esta línea de investigación, el grupo ha producido algunos artículos, objetos de
comunicaciones en congresos, como el citado arriba (“Arquitectura y salud”), además de varios
artículos en el Foro de La Ciudad Viva. Todos ellos se pueden leer en al página del grupo de
investigación ingentes.es, o en la nueva plataforma de trabajo rehabilitación de barrios-org,
bajo el epígrafe de terapias domésticas y urbanas.
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Urbimetría I/1
En el marco de esta línea de investigación se ha producido el proyecto de
“Rehabilitación integral de barrios en centros históricos: Sevilla-Málaga-Valparaíso-Cochabamba”, que ha sido objeto de una financiación del Ministerio
de Asuntos exteriores, o el proyecto denominado como “Vivienda y entornos
saludables. Un modelo para la rehabilitación de barrios: Cochabamba”, proyecto
necesariamente inter-disciplinar, diseñado desde el entrecruzamiento entre la
Arquitectura, la Geografía (humana) y las ciencias de la Salud.
Urgencias desde la profesión y la docencia
Si algo nos ocupa especialmente en estos momentos es redefinir nuestras
profesiones, no solo las que competen a los sistemas de producción, como la
Arquitectura, el Urbanismo o la Construcción, ya que el momento contemporáneo nos obliga a redefinir a qué nos dedicamos y por qué, tanto desde nuestros
contextos académicos como profesionales.
Lynda Gratton, en el libro Prepárate: el futuro del trabajo ya está aquí (Gratton
2012), reflexiona sobre dos cuestiones que nos parecen ahora fundamentales poner sobre la mesa, teniendo en cuenta la tarea y responsabilidad formativa a la
que nos enfrentamos como profesores universitarios. La primera de ellas alude
necesariamente a la realidad cultural y socioeconómica a la que nos enfrentamos,
sobre todo en el contexto europeo, en el que parece como si ya no fueran útiles
los modelos profesionales a los que se enfrenta el mercado generando un nuevo
marco en el que la solución más creativa sería aquella que ve, efectiva y afectivamente, una posibilidad y oportunidad para que construyamos una ocupación que
nos permita, en primer lugar y como algo prioritario, realizarnos. Algo de lo que
nunca deberíamos habernos olvidado surge, gracias a esta situación de reinvención total, como una oportunidad del presente. Con ello, el presente nos regala
la oportunidad para inventar nuestro futuro.12
En segundo lugar, y como reflexión de este mismo libro, la autora denuncia
que una cierta amoralidad ha ocupado inevitablemente, en épocas anteriores, la
docencia en nuestras universidades. Creemos que realmente es así, tal vez en
épocas no muy lejanas, hemos hecho hincapié en determinadas cuestiones que
ahora se revelan de una cierta intrascendencia. Frente a las urgencias que nos
presenta esta realidad inminente, aparecen aquellas como problemáticas tal vez
demasiado ensimismadas en la propia profesión, un ensimismamiento académico
y disciplinar que nos llevó a formular discursos demasiado internos, demasiado
alejados de los problemas reales, de la realidad con toda su crudeza y también
con sus oportunidades: la realidad se nos ha estado continuamente revelando,
demandando soluciones creativas en el contacto con la gente, los problemas,
las sociedades y sus necesidades. No ha sido hasta que la profesión en sí se ha
convertido en un problema cuando la disciplina misma parece ahora haberse
problematizado al presentarse obsoleta. Es entonces cuando hemos tenido que
despertar y pensar en aquello que nunca debíamos haber abandonado: cuáles son
los valores sobre los que se fundamenta la docencia, los discursos académicos
En la plataforma rehabilitaciondebarrios.org hace tiempo hacíamos una reflexión obligada
ante las emergentes nuevas profesiones en un post titulado “Jubilados a los 40”
12
Luz Fernández-Valderrama Aparicio
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y las investigaciones que construyen el contenido de los diferentes programas
docentes.
Pensar ahora, desde nuestras universidades, en temas como la sostenibilidad, no debería ser nuevo aunque ahora se revele como una emergencia contemporánea a la que hay que necesariamente hay que dar respuesta. Pensar sobre la
sostenibilidad o sustentabilidad no es otra cosa que recuperar unos primitivos
valores de la arquitectura, que en la mayoría de los ámbitos académicos había
torpemente perdido. Una cierta inteligencia en cuanto a su relación con los ecosistemas, con el medio y con la Vida, de la que formamos parte, en su sentido
más amplio.
Estamos en esta situación, en la definición de los nuevos valores que responden a la insatisfacción contemporánea. Tenemos en nuestras manos la tarea de
pensar y construir nuevos conceptos y valores sobre los que se deben construir
nuestra cultura, y como consecuencia, los que deben sostener nuestra docencia.
Valores con los que debemos trabajar en la contemporaneidad, como por ejemplo el concepto de austeridad o el concepto de salud. Trabajar con un concepto,
aprendiendo de Deleuze y Guattari (1991) significa construirlo desde nuestro
presente, acercándonos a ellos con novedad, con la mirada nueva que se acerca
siempre el artista, mostrando lo que esconden para nosotros ahora, en este momento y aquí, en este contexto.
En este marco de trabajo conjunto esperamos seguir pensando y trabajando
sobre el presente y futuro de nuestras ciudades y de nuestras universidades, en
el contenido y objetivo de nuestra docencia. Es decir, en el proyecto más importante que es pensar y construir nuestro futuro, luchando activamente contra la
“ausencia de un proyecto de futuro” que es lo nos somete a la tiranía del presente provocada por la ausencia de una necesaria “ambición colectiva” (Innerarity
2009: 15). Alimentar esta ambición colectiva es lo que nos anima a escribir y a
investigar. Tenemos una gran tarea, no la desaprovechemos.
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