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LUNES 20 DE NOVIEMBRE DE 2006
CONCEPTO
CONTEXTO
TEATRO
ELECTRICO
RODRIGO PANTOJA
ALEJANDRO CERVANTES
YOUNG MEXICAN JEDI
n el gremio de los arquitectos es común escuchar frases
como: “se comienza a ser arquitecto a los 50”. Sin embargo,
Alberto Kalach, Mauricio Rocha y Javier Sánchez no han tenido que esperar para demostrar su calidad, belleza, poética
y sensibilidad por la arquitectura.
Además de haber nacido en los 60s, década caracterizada
por complejas relaciones interculturales y políticas que desencadenó una revolución de amor y paz, Kalach, Rocha y Sánchez tienen
otras similitudes.
La primera de ellas es la importancia que le dan a los materiales constructivos como si siguieran fielmente las recomendaciones del Maestro Louis Khan. Lou como lo llamaban sus amigos, sugería no olvidar que cada
material contiene un carácter y que lo mejores momentos del quehacer del
arquitecto se han dado cuando los materiales y las formas hablan de los
procesos de transformación a los que fueron sometidos.
La segunda similitud de Kalach, Rocha y Sánchez es que se han convertido en verdaderos Baumeisters. La calidad tectónica de sus obras,
simpleza, elegancia, y la combinación de materiales vítreos y pétreos ha
hecho que su arquitectura mezcle la identidad del México vernácula con
una arquitectura contemporánea.
La tercera característica que los une es la cercanía y/o influencia del
Maestro Humberto Ricalde quien trabaja como asociado externo en diversas
firmas de arquitectura en México y Europa. Ricalde quién ha sido profesor
de Historia-Teoría y Diseño en la facultad de la UNAM es un apasionado
de la buena arquitectura. En sus diversas charlas e investigaciones, Ricalde
predica a los grandes de la arquitectura como al escandinavo Aalvar Alto, al
italiano Carlo Scarpa, y al monumental Louis Khan como si fuera todo un
Maestro de la Orden Jedi en las Guerras de las Galaxias.
Ahora bien, si hacemos una analogía entre estas legendarias películas
de Star Wars y la arquitectura tendríamos al controversial Daniel Libeskind,
la siempre provocadora Zaha Hadid, y al revolucionario equipo de Coop
Himmelb(l)au en el “lado oscuro” de la arquitectura por su alta concentración en la forma, fama, y sus propuestas fashion. Así mismo, del “lado claro”
o los Jedi tendríamos al espiritual Peter Zumthor, al sensible Rafael Moneo
y al meticuloso Álvaro Siza por su gran calidad constructiva y sus proyectos
con contenido y sustancia.
De esta manera los mexicanos Alberto Kalach, Mauricio Rocha y Javier
Sánchez, más jóvenes, pero no por eso incapaces, son nuevos guerreros del
lado claro de la arquitectura. Ellos están en busca de la precisión, e innovación constructiva, espacial y sensorial. Estos tres Young Mexican Jedi utilizan
la solidez de las masas de concreto, el uso de la luz de manera poética y los
grandes claros de vidrio y acero realizando obras que se nutren de diversas
fuentes así redefiniendo la arquitectura mexicana.
Alberto Kalach, el mayor de los tres, recibió un premio en la Bienal de
Venecia en el 2002 por su propuesta de recuperación de los lagos del valle
de Mexico. Kalach, siempre refleja sus planteamientos personales y radicales que van desde la escala doméstica hasta la mega-ciudad. El respetado
Miquel Adriá ha descrito su última obra, la Biblioteca Vasconcelos, como
algo “espectacular”. Su proyecto apuesta por la condición dual de edifico y
jardín botánico. Solo un genio pudo imaginar y proyectar el doble de metros
cuadrados de áreas verdes que de construcción.
Mauricio Rocha, en términos constructivos, es un verdadero catedrático.
Varios de sus proyectos realizados para el gobierno fueron realizados con
escasos presupuestos. Rocha nos demuestra que la gran arquitectura no
necesita de seductoras cifras monetarias, sino de una gran sensibilidad y
creatividad. Este es el caso del Mercado San Pablo Oztotepec. Ubicado en
una de las delegaciones con más carencias del Distrito Federal fue premiado
con la Medalla de Oro en la Bienal de Arquitectura de México en el 2004.
Formado como artista y arquitecto, Mauricio Rocha visualiza cada proyecto
como intervención única sin pretensiones y estilos, tomando al sitio, la naturaleza y al usuario como las piezas más fundamentales de su arquitectura.
Javier Sánchez, el menor de ellos, pareciera coquetear con el lado oscuro
de la arquitectura por jugar un rol dual de arquitecto-empresario, y desarrollar conjuntos habitacionales fashion en la colonia Condesa. Sin embargo,
Javier, ha sabido regenerar tejidos urbanos con propuestas contemporáneas
evitando el crecimiento desmedido de las ciudades hacia las periferias. De
esta manera, Javier Sánchez y su equipo de H+S, han sabido detonar zonas
de la ciudad al recuperar, transformar y reciclar los espacios existentes al
inyectarles vida y arquitectura en excelencia. Su intenso trabajo acaba de ser
premiado en la reciente Bienal de Arquitectura de Venecia (2006)
Finalmente, si en la arquitectura a los cincuentones se le considera jóvenes, entonces Kalach, Rocha y Sánchez son unos guerreros adolescentes
de la buena arquitectura mexicana. Estos tres arquitectos son parte de
nuevas generaciones que demuestran que nuestra nueva arquitectura va
por buen camino.
SANTO
SONIDO
n el lejano año de 1927, ocurrió la magia. Por una visión más comercial que artística, los famosos Hermanos Warner (Sam, Harry,
Albert y Jack), lograron que su empresa fuera la primera en la
historia del Séptimo Arte en lograr que las imágenes de la cinta de
plata, pronunciaran palabra, cuando deciden utilizar el sistema de
sonido Vitaphone. Sucedió que el impetuoso e idealista cantante
Jackie Rabinowitz (interpretado con un jubilo particular por el actor, cantante y bailarín Al Jolson), haciéndose pasar por el incógnito Jack Robin, en
la búsqueda que emprende para lograr el reconocimiento para sus desconocidos
talentos escénicos y es cuando decide disfrazarse de cantante minstrel (hacerse pasar por negro, en un tono de vulgar farsa y en franca condición peyorativa. Actitud
que se puso de moda en casi todo el siglo XIX en la escena del teatro frívolo norteamericano), para de esta forma, conquistar la fama y convencer a su conservadora
familia de que su vida pertenece a la farándula, más que a su discreto y fervoroso
vecindario judío, en la obra El cantante de Jazz (The Jazz Singer), dirigida por Alan
Crosland (1894-1936). Fue de esta manera, que el público pudo apreciar por vez
primera que el cine pronunciaba palabra y además cantaba. En el caso nacional,
la historia oficial registra que la primer obra que inauguró la etapa sonora, fue la
adaptación (la segunda), que se le hizo a la celebre novela de don Federico Gamboa (22 de diciembre de 1864-15 de agosto de 1939, Ciudad de México), que era
la perfecta crónica decimonónica de la virtud robada y del transcurso de una existencia por el “arroyo de la vida”. Se trataba de la vida, obra y milagrosos pecados
de Santa, la inocente victima de las bajas pasiones masculinas y la virtuosa, estoica
y ejemplar amada del invidente pianista de un arrabalero burdel. Con motivo de
que el pasado viernes 3 de noviembre, se cumplieron 75 años de que se iniciara
la filmación de esta adaptación de la famosa novela que fue presentada en el año
de 1903, por el estimado diplomático, académico, periodista e intelectual, se hace
la siguiente remembranza de la hazaña técnica que proveyó de voz y sonido al
cine hecho en nuestras latitudes, iniciando una época que fue decisiva para los
propósitos artísticos y estéticos de la cinematografía nacional.
La mencionada obra literaria, ya había sido llevada a la gran pantalla 13 años
atrás. La primera adaptación fue labor del realizador Luis G. Peredo (Luis Gonzaga Peredo Reyes, 3 de octubre de 1892, Zacatecas, Zacatecas-1° de noviembre
de 1950, Ciudad de México), quien realiza la cinta con apoyo de Germán Camus
(para quien trabajaba en el campo de la publicidad), pero principalmente por el
motivo de que resulta ganador en la lotería nacional, con un premio cuyo monto
fue de 125 mil pesos, oro nacional. Cantidad que sirve para materializar el “tríptico cinematográfico”, que fue desarrollado revisando las tres etapas de la vida y
desgracia de la protagonista: pureza, vicio y martirio. La emblemática “mujer fatal”
fue encarnada por la actriz Elena Sánchez Valenzuela, quien a su vez fue apoyada por Alfonso Busson, Clementina Pérez Rebolledo, Ricardo Beltri y Fernando
Sobrino, entre los actores principales. La obra se convirtió en un gran éxito de
taquilla, lo que posibilitó que el productor Germán Camus, se decidiera a crear
una compañía realizadora.
Para finales de los años veintes, el cine que ya se había convertido en una
presencia notoria y notable, en los afanes de solaz y esparcimiento de la sociedad
mexicana. Inevitablemente la tecnología avanzaba y los intentos de dotar de sonido a la pantalla nacional se iniciaron con métodos rudimentarios que implicaban
el uso de sistemas externos a las cintas, obras como Abismos o Náufragos de la
vida de Salvador Pruneda y Más fuerte que el deber de Raphael J. Sevilla, ambas
de 1930. Sería hasta un año más tarde que la primera cinta con “sonido directo”
fue la ya mencionada Santa. La cinta fue dirigida por el español Antonio Moreno
(Antonio Garrido Monteagudo y Moreno, 26 de septiembre de 1887, Madrid, España-15 de febrero de 1967, Beverly Hills, California) y contó con las actuaciones
de Lupita Tovar, Carlos Orellana, Juan José Martínez Casado, Donald Reed y Antonio R. Frausto, entre otros, convirtiéndose en un hito de la naciente industria
cinematográfica nacional el momento en que el ciego Hipólito (Carlos Orellana),
entona desde su enamorado pecho las estrofas concebidas por la sensibilidad
de Agustín Lara, que dicen: Santa, Santa mía. Gracias al ingenio de un dúo de
hermanos mexicanos, que se especializaron en el cine hollywoodense y que por
iniciativa propia, habían creado un sistema para la grabación directa del “sonido
óptico”, ellos eran los hermanos Roberto y Joselito Rodríguez (quienes junto a su
hermano Ismael, se convertirían en un dorado capítulo del séptimo arte nacional
por su invaluable contribución a la pantalla grande, pero esa es otra historia). A
partir del 30 de marzo de 1932, fecha en que se estrena y en el transcurso de las
tres semanas que dura en exhibición en el Cine Palacio, ya nada fue igual. El cine
silente pronto paso de moda y un nuevo complemento tecnológico, hacia bien su
papel. Rápidamente las voces y la música creada especialmente para las películas,
lógro capturar el interés y la fantasía del respetable público, que fascinados observaban como esas imponentes figuras de la pantalla, adquirían otra aura con el
advenimiento de ese “santo sonido”. Han transcurrido 75 años de aquel momento
y en la memoria histórica continua teniendo un lugar especial, aquella, la segunda
versión (de cuatro en total que se han dedicado a explorar el legendario personaje de la obra de F. Gamboa) de la desgraciada, pero al mismo tiempo mística
prostituta llamada Santa.

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