Máquinas imposibles

Transcripción

Máquinas imposibles
Ingreso a Ingeniería - Física
2009
Máquinas imposibles
Extraído de G. Basalla: "La evolución de la tecnología". Edit. Crítica, Barcelona
(1991).
Siempre existe la posibilidad de que un hito tecnológico futuro facilite la
plasmación real de los sueños tecnológicos más pintorescos. Sin embargo, la
existencia y funcionamiento de máquinas imposibles no puede alterarse nunca
por los desarrollos tecnológicos futuros porque violan las leyes científicas
fundamentales.
Las máquinas de movimiento perpetuo son quizás las máquinas imposibles
más conocidas. Durante más de mil quinientos años, los ingenieros han
ofrecido planes, y construido en ocasiones, máquinas que, por su construcción,
materiales y lubricación, supuestamente habían de funcionar eternamente. Se
esperaba que estos aparatos realizasen un trabajo útil, y generasen más
energía que la simplemente necesaria para mantenerlos en funcionamiento.
La versión clásica de máquina de movimiento perpetuo es una rueda que gira
continuamente sobre su eje sin ayuda de una fuente de energía exterior. Una
rueda autopropulsada se describe en el antiguo tratado sánscrito Siddhanta
Ciromani (400-450 d.C.), y en una ilustración del siglo XIII aparece otra en un
cuaderno borrador de Villard d'Honnecourt. En el aparato de Villard, un
número desigual de mazos penden libremente del aro de una rueda en
disposición vertical. Están espaciados de forma que la rueda esté
constantemente desequilibrada y por tanto siempre en movimiento.
El Renacimiento, que testimonió por vez primera muchas otras manifestaciones
de la fantasía tecnológica, fue una época en la que la invención de máquinas
de movimiento perpetuo era asunto popular. Estas máquinas, a menudo de
diseño muy complejo, podían utilizar agua, aire o la fuerza de gravedad, y
todas ellas se diseñaban como operaciones de ciclo cerrado; por ejemplo, la
energía generada por una corriente continua de agua fluyendo sobre una rueda
de palas se utilizaba para bombear el agua que subía hasta la rueda, y así ad
infinitum. Junto al movimiento perpetuo, algunos inventores también prometían
la producción de un excedente de energía que podía utilizarse para mover la
maquinaria de un molino de trigo o para otro fin útil. La promesa de un
beneficio para el género humano del ¡limitado poder libre, unido al tremendo
desafío de poner en marcha el aparato por vez primera, hacía del movimiento
perpetuo una excitante aventura para muchos tecnólogos (ver figura).
El interés por el movimiento perpetuo aumentó durante el siglo XVIII y alcanzó
su cenit en el siglo XIX, cuando muchas de las nuevas máquinas, así como las
recientemente conocidas fuerzas de la electricidad y magnetismo, recibieron
una atención generalizada y cuando se puso en evidencia el decisivo papel de
la energía del vapor en la industria y el transporte. Entre 1855 y 1903, en
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Ingreso a Ingeniería - Física
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Inglaterra se concedieron cerca de quinientas patentes de aparatos de
movimiento perpetuo; una similar locura barrió toda Norteamérica durante estos
años. La industrialización había aportado una nueva base a las metas de los
partidarios del movimiento perpetuo: sus máquinas liberarían a las naciones de
la necesidad de recursos naturales escasos como el carbón y el petróleo.
Resulta irónico que precisamente en la época en que muchos inventores
estaban convencidos de que pronto lograrían conseguir una ilimitada energía
para la sociedad, los físicos formulaban las leyes de conservación de la
energía. Si los partidarios del movimiento perpetuo hubiesen comprendido
estas leyes, hubieran sabido que era imposible que un aparato tuviese una
producción de energía superior a la energía consumida. Pero el hecho de que
la primera y segunda leyes de la termodinámica implicasen la imposibilidad de
máquinas de movimiento perpetuo no disuadió a los inventores de perseguir la
realización de su sueño. Finalmente, en 1911, la Oficina de Patentes de los
Estados Unidos declaró que a partir de entonces todas las solicitudes de
patente de máquinas de movimiento perpetuo habrían de ir acompañadas de
modelos que funcionasen. Pero la larga y fútil búsqueda del movimiento
perpetuo prosigue en la actualidad. Sus entusiastas adherentes tienen la
esperanza de que pueda idearse algún mecanismo o circuito crucial y pueda
construirse una máquina de funcionamiento imposible. Que esta esperanza
sea contraria a las leyes de la física y a la experiencia tecnológica no ha
desanimado a los inventores, que han considerado siempre el movimiento
perpetuo como el desafío último a sus capacidades.
Máquina de movimiento perpetuo del siglo XVII
Por el caño superior
de la izquierda se
descarga el agua
sobre la gran rueda de
palas, haciendo girar
con ello la bomba de
agua arquimédica a
tornillo (Q), que eleva
el agua
perpetuamente hasta
la parte de arriba. La
rueda de palas
también mueve dos
piedras de moler
situadas en la parte
inferior derecha, en
las que se pueden
afilar objetos de corte.
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