perspectiva situada - Alfabetización, semiótica social y multimodalidad
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perspectiva situada - Alfabetización, semiótica social y multimodalidad
APORTES DE LA PERSPECTIVA SITUADA PARA LA ENSEÑANZA DEL USO DE LA LENGUA: COMUNIDADES Y PRÁCTICAS DISCURSIVAS EN LA UNIVERSIDAD Dominique Manghi H. Programa Doctorado en Lingüística PUCV El abordaje de la problemática de la enseñanza de la lengua en contextos universitarios ha sido enfrentado principalmente bajo la influencia del paradigma cognitivo. Sin embargo, la perspectiva situada tiene varios elementos que proponer a este tema. El presente artículo persigue presentar dos aportes teóricos: primero, el de la lingüística en sus líneas contextualista y semiótica social para redefinir el lenguaje desde un ángulo sociocultural cuya función es permitir a los sujetos actuar en actividades y situaciones y, segundo, el del aprendizaje situado para comprender el aprendizaje en relación a sus comunidades de práctica y formas de legitimar progresivamente a sus recién llegados. Estos aportes nos revelan otra perspectiva para acercarnos tanto a las comunidades universitarias y profesionales como a sus prácticas discursivas. Palabras claves: contextualismo, aprendizaje situado, enseñanza del uso de la lengua Introducción El aprendizaje de un uso especial de la lengua según las exigencias de las distintas carreras universitarias y profesiones es un tema de preocupación para los docentes. Cómo enseñar a comunicarse en forma oral y escrita ha resultado un desafío permanente en la formación universitaria de profesionales. Diversas perspectivas han intentado atacar lo que algunos califican como una falencia de los estudiantes: un desempeño precario en las tareas que requieren un uso especial de los recursos lingüísticos con vistas a una preparación hacia el área profesional. Hasta el momento, la perspectiva central en educación ha sido la psicológica que recoge los principios de las ciencias cognitivas, paradigma dominante en la educación, el cual pone en el núcleo de sus discusiones a la mente y al conocimiento. La psicología en su vertiente cognitiva más tradicional nos plantea conceptos como memoria, activación de conocimientos, metacognición, monitoreo, estrategias, inferencias, entre otros, para la enseñanza del uso de la lengua en cualquier ámbito. Todos estos términos corresponden a nociones desarrolladas desde la psicología cognitiva bajo la metáfora de la mente humana como computador (De Vega, 1982) y que definen la comunicación principalmente como procesamiento de la información. Esta misma metáfora ha impactado las conceptualizaciones acerca del aprendizaje centrándose en definiciones que nos remiten a procesos mentales respecto de la apropiación de conocimientos nuevos e integración de estos con la experiencia previa del sujeto que aprende. Es así como dicha perspectiva cognitiva del lenguaje y el aprendizaje ha repercutido finalmente en la didáctica del lenguaje proponiendo estrategias para el favorecimiento de habilidades y destrezas cognitivas abstractas que descansan en procesamientos superiores codificados lingüísticamente, caracterizados por sobre todo como procesos que ocurren en la mente de cada individuo. Esta mirada mental e individual respecto del lenguaje y el aprendizaje nos ofrece respuestas universales y descontextualizadas respecto de los problemas reales y específicos del uso de los recursos lingüísticos en las diversas prácticas comunicativas, usos que están subordinados a las exigencias de grupos sociales, en particular, y de la sociedad, en general (Barton, 2007). Dichas demandas no son estáticas sino que responden a los cambios que la sociedad experimenta, y por lo tanto, podríamos afirmar que las prácticas discursivas evolucionan igual que las comunidades que las desarrollan, ya que no están aisladas del contexto sociohistórico (Fairclough,1992; Bhatia, 2004). Es así como en nuestro país, por ejemplo, la comunidad de profesores ha sumado a las prácticas más tradicionales la de la evaluación docente. Esta nueva práctica exige a los profesores ser evaluados mediante un portafolios en el que se les pide evidenciar en forma escrita su experiencia profesional. Del mismo modo, podemos ver como la comunidad de abogados ha debido aprender a desenvolverse de una nueva manera debido a la reforma procesal penal. Las prácticas discursivas de los abogados están siendo transformadas debido a la implementación de los juicios orales y públicos, los que demandan nuevas destrezas orales de este grupo de profesionales. En consecuencia, la evolución de las prácticas discursivas como parte del conjunto de prácticas sociales de cada comunidad plantea desafíos inmediatos a la formación universitaria de profesionales. Dado que la perspectiva cognitiva imperante en la educación actual en nuestro país no nos ofrece respuestas frente a la enseñanza del uso del lenguaje que considere estas particularidades, se hace necesario entonces definir al lenguaje y al aprendizaje como conceptos situados e inmersos en la experiencia y las prácticas sociales de cada comunidad. Esta perspectiva sociocultural puede aportar elementos distintos a la problemática de la enseñanza de la lengua en contextos educativos. Con el objetivo de presentar fundamentos para una enseñanza del lenguaje desde una perspectiva situada, revisaremos dos aportes teóricos provenientes de estudios antropológicos. El primero de ellos se inicia con las investigaciones de Bronislav Malinowski a comienzos del siglo pasado. Nos enfocaremos en el contextualismo de Malinowski y la línea más reciente de la semiótica social, para una definición del lenguaje en función a sus usos, usuarios y contextos. La segunda teoría proviene de las investigaciones de Jean Lave en los años 90. Su propuesta es conocida como el aprendizaje situado o apprenticeship, teoría que sintetizaremos en función de la concepción de aprendizaje y de comunidad de práctica. Para terminar, discutiremos algunos aspectos no resueltos para la enseñanza de usos especiales de la lengua en la universidad. Acerca del lenguaje desde una perspectiva sociocultural: lenguaje para la acción Desde a propuesta del antropólogo Malinowski (1933) el lenguaje es esencialmente un instrumento para la acción. Lo central no es la comunicación sino que la función del lenguaje en las actividades de una sociedad, por eso el lenguaje existe solo en su uso y dentro del contexto de un enunciado real. “whether engaged in a technical manipulation, pursuing some sporting activity, or conducting a scientific experiment in a laboratory or assisting each other by word and deed in a simple manual task- words which cross from one actor to another, language do not serve primary to communicate thought: they connect work and correlate manual and bodily movements. Words are part of action and they are equivalent to actions.” (Malinowski, 1933:9). Desde esta perspectiva, se produce una interdependencia entre el uso de las palabras moldeado por la acción y la influencia de las palabras en uso sobre la conducta humana. El significado real de las palabras, la capacidad real de visualizar el significado de un texto oral o escrito, se deriva de la experiencia personal, fisiológica, intelectual y emocional, por lo tanto, para entender los usos de una lengua hay que estudiar su significado dinámico. Es preciso comparar la palabra con su entorno lingüístico y no lingüístico para ver como la situación en que produce el enunciado afecta al lenguaje y su estructura. Cada enunciado o actividad de uso de la lengua pertenece a dos tipos de contexto: el contexto de la cultura o de referencia y el contexto situacional en que las palabras fueron pronunciadas o experienciadas (Malinowski, 1933). Los aportes del contextualismo de Malinowski (1933) hacia los estudios lingüísticos de la época proponen dos ideas innovadoras. Primero, declara que las palabras no viven en un diccionario sino que se usan, están unidas al enunciado y los enunciados unidos tanto a las actividades humanas y sociales como a su entorno material. El uso de las palabras, el uso de la lengua en su sentido primario y esencial, es hacer, actuar, producir y lograr objetivos. Y segundo, reconoce que la función central del uso de la lengua se relaciona con el orden social y la cultura, planteando una mirada alternativa a la visión cognitiva. Las nociones de Malinowski (1933) repercuten en la escuela lingüística de Londres, donde Firth (1968a) busca aproximarse al lenguaje como un medio para estudiar la selección de formas orales y escritas utilizadas por las personas. Estas formas lingüísticas y sus significados estarían determinados por la experiencia comunicativa y social, es decir, el contexto. El autor propone la noción de lenguaje restringido, el que define como conjunto de lenguaje técnico o científico no equivalente a una forma lingüística institucionalizada reconocida fácilmente por una persona, sino más bien a un lenguaje de ficción construido por un determinado grupos social para un análisis particular del mundo ( Firth, 1968b). Halliday discípulo de Firth, comienza a formular sus planteamientos en torno a las variedades funcionales o registros. Se aproxima al tema desde la semiótica social entendida como una perspectiva que estudia al lenguaje como un recurso para significar al servicio de las necesidades de los grupos sociales. Desde este ángulo el concepto de semiótica no se define como el estudio general de los signos atómicos o aislados, sino mas bien como el del sistema de signos entendido como sistema de significados, es decir, una red de interrelaciones y su funcionamiento en sociedad (Halliday & Hasan, 1989). A la luz de la semiótica social, el uso del lenguaje varía en tanto su función varía, cuando se observan las actividades lingüísticas en contextos diversos encontramos diferencias en los tipos de lenguaje seleccionados como apropiados a las diferentes situaciones. Si bien, en ultima instancia cada enunciado, cada texto, es único, al igual que cada hablante y cada situación, hay algo que determina la selección lingüística y su interpretación, y esto no es el evento ni el tema sino la convención de que un cierto tipo de lenguaje es apropiado para determinado uso (Halliday, M., McIntosh, A & Stevens, I., 1968). Entonces solo podemos entender el lenguaje en referencia a los tipos de situaciones o contextos en que ocurre. La variación del uso del lenguaje puede ser de diferentes grados, desde lenguajes cerrados, equivalentes a los lenguajes restringidos firthianos donde los posibles significados son fijos y no hay espacio para la individualidad o creatividad, como por ejemplo los textos legales o contables; hasta otros más abiertos como el de los médicos o el de la escuela. Ninguna situación permite un lenguaje completamente abierto, ya que de ser así no sería posible llevar a cabo las predicciones que nos permiten actuar en sociedad. A esta idea se suma el que cada forma de utilizar recursos para significar nos remite a configuraciones en las que el lenguaje ocupa un lugar junto con otras modalidades semióticas como imágenes, gráficos, fórmulas, gestos, etc. Estas formas complejas pero cotidianas de significar corresponderían a discursos multimodales que funcionan como un todo y que son particulares a las situaciones y contextos en que se utilizan ( Kress & van Leeuwen, 2001). Halliday y Martin (2004) afirman que los discursos emergen y evolucionan motivados por una función social. Bajo los supuestos de la semiótica social el lenguaje y las otras modalidades para significar no son consideradas reflejo pasivo de la realidad material, sino una parte activa de la constitución de esta y de todos los procesos humanos, repercutiendo tanto en la definición de los grupos humanos que lo utilizan como en su discurso. De esta manera, el uso del lenguaje en la universidad debe ser considerado como una construcción activa de una realidad profesional particular y de roles específicos para los estudiantes. El lenguaje de la universidad utilizado por los jóvenes les posibilita pensar el mundo de una cierta manera y previene otras formas de pensar. Entonces la enseñanza del uso de lenguajes especiales no es solo la adquisición de ciertas habilidades mecánicas sino un aprendizaje dentro de una comunidad que introduce al alumno a una visión particular del mundo (Veel, 1997). Esta forma de pensar el lenguaje nos lleva a plantearnos diversas preguntas frente a la problemática de la enseñanza de los usos del lenguaje en la universidad: ¿Cuáles son las situaciones típicas propias de la comunidad universitaria y/o la profesional particular? ¿Cómo son los textos que se usan para actuar en ellas? ¿Con qué función o propósito se usan?, ¿Quiénes están autorizados a actuar produciendo estos textos y quienes a actuar recibiéndolos?, ¿Cuáles recursos semióticos se utilizan en la articulación de textos para dichas situaciones?, ¿En qué medida se han modificado o incorporado nuevas formas de usar el lenguaje a la comunidad profesional?, etc. De esta manera, los conceptos acerca del lenguaje desde una mirada social nos invitan a conocer más acerca de la manera en que cada comunidad universitaria y profesional actúa mediante el lenguaje en sus actividades. Pero qué factores considerar para el aprendizaje de estos usos por parte de los estudiantes. Para esto es necesario revisar lo que entendemos por aprendizaje. Acerca del aprendizaje desde una perspectiva situada: actividades y comunidades La antropóloga Jean Lave y su discípulo Etienne Wenger (1991) definen el aprendizaje como la participación creciente de los aprendices o recién llegados en determinadas prácticas sociales y sus comunidades. Desde esta definición, el aprendizaje da cuenta de las maneras en que los practicantes mediante su participación progresiva en una comunidad de práctica van moldeando su identidad. El proceso se completa al final de una gradual transformación en que los practicantes alcanzan la participación completa en la práctica, al igual que los otros miembros más antiguos de la comunidad. Así, el aprendizaje es descrito como un tipo especial de práctica social vinculado a un tipo particular de participación (Lave y Wenger, 1991). En otras palabras, este enfoque redefine el aprendizaje como una propiedad emergente de la totalidad del proceso de participación legítima y periférica en comunidades de prácticas. El aprendizaje es una experiencia situada en que la persona se transforma socialmente (Lave, 1991). ¿Qué significa participación legítima periférica? Se refiere a que la participación se asocia al desempeño de los practicantes en las distintas tareas y actividades de la comunidad. El término periférico sugiere movimiento u oposición al movimiento de incorporación al centro o núcleo de una práctica y, en definitiva, una comunidad. Es un término ambiguo pero útil porque refleja precisamente la posición de un recién llegado en su deseo de convertirse en un participante de la práctica de esa comunidad o su resistencia a ello. La legitimidad de la participación depende de la actitud de aceptación que los miembros antiguos demuestren hacia los más nuevos. Los miembros más experimentados de la comunidad de práctica pueden imponer, ofrecer o proteger determinadas prácticas dificultando o facilitando el acceso a los recién llegados. Una comunidad de práctica puede ser cerrada o abierta, por eso también varía el grado de legitimidad con que la participación del nuevo miembro es aceptada por los practicantes más experimentados (Lave, 1991). Este proceso de participación gradual, no solo pone en un lugar importante el concepto de identidad, sino que resitúa la noción de conocimiento dentro de la estructura de una práctica, como las habilidades posibles de conocer y dominar durante la transformación de los practicantes (Lave, 1997). “ learning is recognized as a social phenomenon constituted in the experienced, lived-in world, through legitimate peripheral participation in ongoing social practice; the process of changing knowledgeable skill is subsumed in process of changing identity in and through membership in a community of practitioners; and mastery is an organizational, relational characteristic of communities of practice.”(Lave, 1991:64) A partir de sus estudios sobre aprendices en diversas comunidades, Lave y Wenger (1991) cuestionan ciertos supuestos aceptados por una larga tradición científica. En primer lugar, epistemológicamente proponen rechazar la posición dualista mente/ cuerpo. El aprendizaje como participación periférica legítima supone que no hay un límite estricto entre los aspectos intracraneal y extracraneal de la experiencia humana. De esta manera, el significado posee una calidad inherentemente social y negociada, así como también el pensamiento y la acción de las personas involucradas en la actividad. El mundo y la naturaleza son generados socialmente, en relaciones dialécticas entre el mundo social y las personas involucradas en una actividad, las que juntas producen y reproducen al mundo y a la persona en la práctica. “ this view also claims that learning, thinking and knowing are relations among people engaged in activity in, with, and arising from the socially and culturally structures world. This world is itself socially constituted.” (Lave, 1991:67) Otra repercusión relevante, esta vez desafiando la tradición psicológica, es la oposición a la conceptualización del aprendizaje como adquisición de conocimiento. En este planteamiento se distinguen tres asuntos: con respecto al aprendizaje como adquisición, con respecto a la noción de conocimiento descontextualizado y finalmente, con respecto a la efectividad del aprendizaje en cuanto transferencia. Con respecto al primer punto, los autores rechazan la noción de aprendizaje como un proceso de cognición socialmente compartida que resulta en la etapa final de un proceso de internalización del conocimiento de un individuo. Se afirma más bien que el aprendizaje es un proceso de transformación de la persona en un miembro cada vez más legitimado dentro de la comunidad de práctica. La teoría de la adquisición individual de conocimiento no es compatible con esta mirada, ya que el aprendizaje sería un funcionamiento cognitivo especifico que ocurre de forma natural en la práctica social (Lave, 1997). Con respecto al segundo asunto, los autores señalan una sobrevaloración del conocimiento general, abstracto y descontextualizado. En la concepción más difundida del conocimiento, la generalidad se asocia a abstracción y, consecuentemente, a descontextualización. Sin embargo, el aprendizaje situado cuestiona las representaciones abstractas, ya que estas no significarían nada a no ser que se especifique el significado abstracto a situaciones concretas. De este modo, el poder de la abstracción también es situado, en la vida de una persona y en la cultura que lo hace posible (Lave & Wenger, 1991). Desde los enfoques de aprendizaje situado, se asume que los procesos de aprendizaje y de comprensión están social y culturalmente constituidos, lo que debe ser aprendido esta implicado integralmente en las formas en que es apropiado. El conocimiento cultural no es general ni descontextualizado, no preexiste al aprendiz, sino que es concreto, específico y situado, ya que surge de la actividad. El tercer punto que los autores problematizan corresponde a los supuestos beneficios cognitivos del aprendizaje cuando el proceso se remueve del campo en el que fue aprendido y se transfiere para aplicarlo a otro. Lave (1997) afirma que la sicología cognitiva no ha encontrado evidencia de cómo una persona transfiere lo aprendido en una situación a otra distinta, sin embargo, se mantiene el concepto de transferencia ya que permite explicar como los individuos funcionan en un mundo diverso. Las formas de aprendizaje por ayudantía proponen que el conocer, pensar y comprender se generan en la práctica, en situaciones cuyas características específicas son parte de las prácticas que se desarrollan. Los practicantes nuevos aprenden a pensar argumentar, actuar e interactuar con personas con más experiencia en algún tipo de actividad concreta y contextualizada. Así se refuerza la idea de que aprender, pensar y conocer son relaciones entre personas en actividad en, con y desde el mundo, estructurado social y culturalmente (Lave, 1997). Por último, la mirada antropológica aporta otro problema que es crucial para entender el aprendizaje como un movimiento de participación dentro de las comunidades de práctica. Cada comunidad de práctica se reproduce a sí misma, sin embargo, dicho proceso de reproducción se debe al aprendizaje entendido como una negociación compleja, ya que involucra intereses contradictorios de los participantes. Estos intereses en conflicto proponen dos tipos de producción: uno de continuidad de la comunidad en el tiempo y otro de desplazamiento y reemplazo de los miembros antiguos. Los nuevos y los antiguos dependen entre ellos, unos en cuanto al aprendizaje y los otros en cuanto a la prolongación de la comunidad de práctica (Lave, 1991). Lave y Wenger (1991) destacan dos diferencias fundamentales que distinguen el aprendizaje como apprenticeship de la concepción más difundida de aprendizaje como producto de la enseñanza intencionada. Primero, se propone al aprendiz una mirada panorámica y amplia de lo que está siendo aprendido desde el comienzo del proceso, mediante una exposición sostenida a la práctica que se lleva a cabo. Segundo, los conocimientos y habilidades se desarrollan naturalmente en la participación creciente del recién llegado como parte integral del proceso de transformación en practicante experimentado en una comunidad de práctica. Las habilidades comunes y compartidas se organizan a pesar de que nadie específicamente dispone inculcarlas en forma uniforme a un grupo de aprendices. Esta definición de aprendizaje ha tenido repercusiones en la concepción de la cognición desarrollándose una línea desde la psicología que se denomina cognición situada ( Kirshner & Whitson,1997; Gee, 1997; Lemke, 1997). La noción de cognición situada es compatible con los postulados del constructivismo social de los psicólogos rusos Vigotsky y Leontiev. De esta manera, esta perspectiva agrega otro tipo de cuestionamientos acerca de cómo es la comunidad de práctica en la que se inician los estudiantes universitarios. ¿Cuáles son las actividades en las que se los admite a participar en forma periférica? ¿Cómo es el avance progresivo en dicha participación? ¿Cuáles son los criterios que legitiman a los estudiantes como miembros de la comunidad?, entre otras. Formación de profesionales: prácticas discursivas académicas y profesionales Hasta el momento, hemos presentado algunas de las ideas que nos ayudan a concebir al lenguaje y al aprendizaje desde una perspectiva social. Una visión de la enseñanza del uso de la lengua en contextos educativos, exige que se conceptualice el hablar, comprender, escribir y leer no como habilidades únicas sino como múltiples prácticas socioculturalmente situadas. Así, el significado que los estudiantes atribuyen al mundo y a los textos corresponde a experiencias situadas, las que son normadas y andamiadas por pares más experimentados o por maestros de un grupo sociocultural. Es decir, desde esta mirada, aprender a usar el discurso es semejante a aprender a danzar una danza particular ya que implica aprender a usar lenguajes sociales específicos conectados a actividades e identidades determinadas (Lemke, 2000). Entonces podríamos plantear que aprender a leer un manual de biología en el ámbito universitario y aprender a leer un artículo científico en un ámbito laboral como un laboratorio, corresponderían a danzas diferentes que coordinan personas, lugares y herramientas, cuya configuración sólo coincidiría parcialmente (Gee, 2000). Este es un punto importante cuando nos referimos a la enseñanza de la lengua en contextos educativos, como es la universidad. Definir cual es la danza que se está promoviendo es un tema que debe resolver cada comunidad formadora y esto trae consecuencias acerca del objetivo de la enseñanza de la lengua en la universidad. Hasta el momento no ha habido consenso sino más bien un debate en torno a este tema: ¿La formación persigue un objetivo académico o uno profesional? ¿Se busca formar buenos estudiantes universitarios o buenos profesionales? Esta discusión y cada una de estas opciones nos remite a danzas diferentes, entendidas como una articulación entre discursos, actividades e identidades distintas. Es decir, ¿enseñamos a usar la lengua para formar académicos eficientes en las actividades propias de la universidad o para formar profesionales eficientes en las actividades propias de su contexto laboral? Se hace necesario que cada institución formadora observe su comunidad académica y profesional y defina su balance en torno a los objetivos que persigue, ya que a esta decisión se integran los valores y cultura propios de cada universidad otorgando un sello al profesional en formación. La perspectiva situada aporta varios elementos a la discusión en torno a este tema. En primer lugar, una perspectiva situada propone reconocer las prácticas discursivas propias de cada comunidad. Se puede entonces intentar un análisis del contexto social en el que se produce la comunicación y de los géneros usados por la comunidad discursiva universitaria en la que se quiere integrar el estudiante: ¿Cuáles son los textos con que se responde en forma relativamente convencionalizada a una situación comunicativa específica de la comunidad académica y/o profesional? Estas configuraciones de significado se usan en forma recurrente para enactuar ciertas prácticas sociales (Martin, 1998) y son conocidas como géneros discursivos, entre ellas se encontraríamos el portafolios de la evaluación docentes, el alegato oral de los juicios públicos, el informe contable de la rendición de cuentas, etc. Se considera que el dominio de dichos géneros es fundamental para que los estudiantes puedan llegar a ser miembros de cada comunidad profesional ( Bahtia, 2004). En segundo lugar, acerca de cómo enseñar estas prácticas discursivas recurrentes, en general se distinguen dos posibilidades: una es la enseñanza explícita de las características de las prácticas discursivas y sus géneros, y otra es situar a los estudiantes en los contextos sociales y en las actividades en las que se requiere utilizarlos e iniciarlos en dicha práctica. Esta última propuesta es coherente con la idea del aprendizaje situado. Los estudiantes aprenden las prácticas discursivas de la disciplina participando en las actividades de la comunidad (Artemeva, 2008). En tercer lugar, respecto de las prácticas y las comunidades, la perspectiva situada nos plantea que las prácticas discursivas y, más específicamente, los géneros no son estructuras fijas, sino modelos flexibles que cambian como resultado de un proceso de evolución, a medida que cambian las necesidades de las comunidades discursivas. Es decir, tal cómo hemos planteado anteriormente, las comunidades y sus prácticas se van transformando respondiendo a los cambios sociohistórios y al mismo tiempo, muchas veces las nuevas prácticas discursivas influyen también en la transformación del entorno. Además, los usuarios de estas convenciones discursivas tienen cierto grado de libertad para manipularlas para dar respuesta a una situación social particular (Bhatia, 2004). Por último, cabe destacar que el aprendizaje situado nos propone además considerar el aspecto valórico e ideológico de la incorporación progresiva de los aprendices a las comunidades de prácticas. Vale la pena recordar que cada comunidad universitaria y profesional se caracteriza por ciertos valores, creencias, actividades, etc. y a veces se facilita la afiliación de los nuevos integrantes, pero en otras ocasiones se obstaculiza manteniéndolos en una participación periférica. Esta perspectiva nos lleva a tomar conciencia de que los objetivos e interacción pedagógicos de este ámbito educativo particular están muchas veces subordinados a los objetivos, valores y formas de interactuar de la comunidad académica y/o profesional que debe legitimar progresivamente a sus nuevos integrantes. Ni la enseñanza ni el aprendizaje son neutrales, sino que las prácticas de regulación y validación que llevan a cabo los maestros y los miembros más experimentados hacia los recién llegados, también son parte importante del éxito del aprendizaje como práctica social. Una de las críticas más frecuentes a estas propuestas centradas en los sociocultural es que omiten los conceptos de mente, cognición y conocimiento. Sin embargo, tanto la definición de lenguaje como herramienta para actuar en situaciones sociales así como la de aprendizaje como incremento en la participación en las comunidades de práctica, coinciden en dos aspectos centrales en relación a este asunto. En primer término, ambas definiciones comprometen a la persona completa con su cuerpo y cerebro y/o mente. Dicha postura coincide en gran medida con los principios fenomenológicos del paradigma de la mente corporeizada o el embodiment (Varela, Thompson & Rosch, 1993; Nuñez, 2004), que corresponde al desarrollo más reciente de las ciencias cognitivas. Esto implica que las teorías presentadas no niegan la importancia de la cognición sino que la redefinen valorando la experiencia como una noción central para entender la cognición como enacción. En segundo término, el lugar del concepto de conocimiento cambia cuando se define el uso del lenguaje y el aprendizaje como prácticas sociales. La mirada cognitiva tradicional centra la enseñanza del lenguaje en la competencia, enfocándose en enseñar las habilidades lingüísticas como un tipo de conocimiento procedimental que requiere interactuar con otros tipos de conocimiento como el enciclopédico, el pragmático y el discursivo (Cassany, Luna & Sanz, 1994). No podemos negar que el conocimiento es un elemento importante en el aprendizaje de usos especiales de la lengua, pero cuando la aproximación al discurso se lleva a cabo desde lo social, desde la acción o desde la experiencia, el énfasis se centra en las actividades o prácticas. El lenguaje cumple una función para la acción entre los participantes de una actividad comunicativa y, a la vez, para la acción en el flujo sociohistórico de los discursos que se relacionan con las identidades y roles sociales. Conclusiones Este artículo ha revisado los conceptos centrales del contextualismo y del aprendizaje situado para una redefinición del lenguaje y el aprendizaje en la problemática de la enseñanza del uso de la lengua en la universidad. El objetivo ha sido presentar los conceptos de esta mirada sociocultural para un abordaje situado de dicha enseñanza ya que se piensa que es un complemento importante a la mirada actual de la enseñanza de la lengua en contextos educativos. Los aportes de la antropología y de la lingüística en la línea de la semiótica social son críticos en el momento que vivimos, ya que el predominio del paradigma cognitivo (De Vega, 1982) en consonancia con las ideas de la economía del conocimiento (David & Foray, 2002; Castells, 2001) repercute con fuerza en nuestra la educación y en nuestra sociedad en general. Como se mencionó anteriormente, las respuestas que consideran principalmente los factores individuales y mentales de cada sujeto que aprende relegan las características socioculturales de los grupos en los que los estudiantes aprenden. Las propuestas teóricas revisadas ponen de relieve la importancia de considerar tanto los elementos materiales de las actividades y recursos que se ponen en juego en la participación y afiliación a diversas comunidades, así como también los elementos ideológicos y valóricos de estas. De esta manera, tanto el aprendiz, el aprendizaje así como el conocimiento son reconceptualizados desde una mirada antropológica y social, desplazando el énfasis en la visión psicológica que centra su foco en el individuo y sus procesos internos, y en el aprendizaje como la internalización de un cuerpo de conocimientos culturales externos a él. Así, no solo el aprendizaje del lenguaje sino que además la cognición se concibe como situada. Finalmente, esta perspectiva también permite tomar en cuenta la evolución de las prácticas discursivas y de las comunidades de acuerdo al contexto sociohistórico en el que se desarrollan, consideración que amplía los desafíos de la formación universitaria y la enseñanza de los usos sociales de la lengua. BIBLIOGRAFÍA Artemeva, N. (2008). Toward a unified social theory of genre learning. En Journal of Business and Technical Communication, Vol. 22, No. 2, 160-185. Barton, D. (2007). Literacy. An introduction to the ecology of written language. 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