The Tears of the Replacers

Transcripción

The Tears of the Replacers
TIMESLIDE
1
UN NIDO EN LO DESCONOCIDO
El sentido de la vida es que no tiene sentido decir
que la vida no tiene sentido.
Niels Bohr
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Lágrimas de Replacer
Es como si el soplo de un recuerdo cruzase los espacios liminares de
mi mente —cimeros, ocultos espacios donde una vez hubo un Yo, inmóvil,
silencioso, observando y registrando desapegadamente las vueltas y
revueltas de la siempre mutante vida. Por supuesto, no es un verdadero
recuerdo. Nadie aquí tiene recuerdos del Urseiende aparte de Madsphinx.
Pero Madsphinx, ¡ay!, está loco, y ¿quién se fiaría de la memoria de un
alma transtornada?
No, es más bien como una ensoñación. Sólo que hay algo en ella de
verdaderamente vivido. La orilla del mar, ahora mojada, ahora seca, con el
lamer del océano, su lengua azul, sensual, frétillant. Y yo dejando mis
huellas en la arena, que resplandece con la luz jubilosa de la materia
primordial. Nada más. O casi nada más... Porque en esta fantasía rota me
veo —o mejor, me siento— correr, como si rezase con el cuerpo,
invencibles mis pasos bajo el cielo al trotar con el ritmo de un peán para los
dioses, pidiendo de los Poderes ocultos lo que la carne pediría en el éxtasis
de su arrogante esfuerzo: realización inmortal. Y diréis que estoy loco, pero
oigo a los dioses también susurrar silenciosos en el flujo y reflujo de mi
respiración, conceder su don de risas... un don de lágrimas.
“¡Déjalo ya!”
Pues los dioses se ríen de las miserias del hombre y sus dones nos
llegan como un veneno glorioso.
“¡Déjalo ya, quieres!”
“¿Qué?”
“¡Tus sueños! Es hora, ¿sabes? Hora de ser fieros, letales. Hora de
matar.”
La ira de Karla me toca como acero. Tiene razón, por supuesto.
Implacablemente, siempre tiene razón. Pues el mar se azula ya sorbiendo
los restos de la noche líquida y Sol se eleva sobre el malva distante del
horizonte, irradiando su fuego en hondas de demencia cuántica. Y la radio
ahí escupe los mensajes que intercambia el resto de escuadrones y el Anillo
alrededor del pueblo enloquece con los disparos de los defensores.
“Los percibo. Ahí...”
Karla tiene un sentido especial para eso. Se dice que una vez la
tocaron los replacers, pero hasta ahora nadie ha podido probar que no sea
digna de confianza.
“¿Los oyes? Siempre ese gemido ubicuo, unánime, demencial.
Gimen como ballenas.”
“¿Tras esa colina?”
“Los verás en un minuto.”
Por un instante el tiempo cesa, muere. Una aurora de cornalina
pende, quieta, como un velo de sangre. A nuestra derecha, al pie del
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acantilado, el mar bulle con callado murmullo. Y de pronto, ahí están, esas
hordas anegando la cresta del promontorio, siempre gimiendo, llorando
siempre, pidiendo siempre lo inotorgable... en una lengua más allá de
nuestro entendimiento.
“¡Ahora, fuego!”
El arma de Karla empieza a cantar en sus manos la infernal pieza,
atempestando el lyft con maldiciones mortales. Corro hacia la línea de
rocas junto al acantilado para impedir que nos envuelvan por el flanco. Los
pequeños cuerpos vuelan hechos trizas bajo nuestro fuego cruzado. Pero no
se detienen. Nunca lo hacen. Nunca lo harán. Vienen a centenares, millares,
millones cada mañana, desde el amanecer hasta el mediodía, instante en
que desaparecen como por absurdo milagro, dejándonos avergonzados de
nuestro esfuerzo. Los vemos reventar, caer, romperse, volar en pedazos
sangrientos, hasta que toda la eorðan ante nosotros yace asfixiada bajo
estratos y estratos de licuefacto coral. Pero nunca cesan. Cada nuevo día
vienen a morir bajo los golpes de nuestro pánico, como si quisieran
matarnos de culpable locura. Pues no portan otra arma que su amorosa
infección, su indefensión acusadora.
Los llamamos replacers. Son igual que la gente, sólo que más
pequeños, más débiles, más blandos. Madsphinx los llama a veces kids y
también niños y kinder y malchiki y ragazzi. Los llamamos replacers
porque él dice que en otros tiempos, en esos tiempos que ninguno de
nosotros recuerda ya, los niños eran el resultado de la interacción biológica
entre hombre y mujer, como los animales. Y que crecían desde un tamaño
muy pequeño hasta la altura humana, formando compactas generaciones
que continuamente empujaban a la vejez y a la senilidad y a la aniquilación
a las de sus progenitores.
Dice incluso que los replacers empezaban como minúsculos
gérmenes en la matriz de la mujer, formas de vida parasitarias, sedimentos
fractales del deseo carnal. Y que en esos tiempos las mujeres tenían
órganos sexuales distintos del hombre, aptos no sólo para el placer y el
culto, como en nuestra era, sino también para la producción de replacers; y
que pasados unos meses, éstos salían del cuerpo de la mujer a través de
cierta brecha bajo el vientre, una especie de umbral entre la vida
amalgamada y la vida exiliada. Pues en esos tiempos, dice, las mujeres no
tenían lo que ahora tenemos todos entre las piernas; y se distinguían del
hombre por algo más que la redondez de sus pechos, la suave frondosidad
de sus melenas, la lisura de su piel sin vello, la felina determinación de sus
ojos y su letal ferocidad.
“Quieren que tomemos esa cima. Control dice que sin esa posición
no podremos resistir hasta el mediodía.”
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Sin dejar de disparar, Karla está junto a mí. Los replacers inundan ya
la ladera, alcanzando el pie de la colina como un río cenagoso de carne
fundida. Pero hay miríadas de ellos. Superan con mucho nuestra capacidad
de fuego, nuestra rapidez y habilidad de fuego. No se detendrán hasta que
toda la eorðan y el mar se tiñan de rojo, y todos nos hayamos ahogado en
irrespirable escarlata.
“¿De dónde infiernos crees que vienen? Estás loca si piensas que
llegaremos ahí arriba sin que nos toquen.”
“¡Pustiak! No estamos solos. Otros comandos del arco norte del
Anillo vienen hacia aquí. ¡Escucha! ¿Oyes los 3-wheelers? Los empujarán
hacia el este, hacia el lado escarpado de la colina. Tú y yo vamos y
cauterizamos la zona con los lanzallamas. Ten el tuyo. ¡Vamos!”
Y ha partido.
Y entonces, como si desde un cubil oscuro, instintivo, una lengua
hace tiempo olvidada se enseñorease por un instante de mi voz, grito sin
entender plenamente el sentido de mis berridos:
“¡Santa mierda! ¡Hija de puta, espera!”
Pero ella está corriendo ya. Ella está ya donde debe estar. Ella está
siempre donde se supone que debe estar. En la primera y encarnizada línea
de fuego contra los replacers. Combatiendo al enemigo con demónica
determinación. Y yo corro tras ella, la máscara protectora cubriéndome el
rostro, mi lanzallamas vomitando su cegadora pesadilla y las palabras
bestiales que por un instante me aferraran el cuello borradas de mi mente
ya.
Un hedor a cuerpos combustos me alcanza a pesar de la máscara y
una náusea cósmica me revuelve las entrañas. Pequeños cuerpos vivientes
arden como antorchas, se desmoronan miserablemente y yacen en pilas de
exhaustos rescoldos. El día está lleno de luz; la eorðan responde al Sol
rubescente con sangre y fyr. El lyft se estremece bajo un Inferno de
tentadoras fantasías y borrachera marcial. Yo me arrodillo ante el altar del
Absurdo y escupo mi oración:
“A Ti, Único Dios sobre los engañosos Poderes de la racionalidad.
Tómame en el remolino de tu confusión demencial, pues no quiero
quedarme atrás cuando el trance de divina aniquilación cae sobre Tus
dominios. Tómame bajo Tu Ala anebladora.”
Y veo ahora a los comandos en sus 3-wheelers avanzar contra el
flanco oeste del enemigo. Los veo disparar sus pulsadores cuánticos en el
ardor de su implacable cabalgada, colapsando silenciosamente las
funciones de onda de los replacers en muerte amorfa. Y un éxtasis
repentino de berserker me arranca del cuello un grito en el lenguaje carnal.
“¡A muerte!”
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Reflujo Solar
Mediodía. Inmisericorde, la luz pesa sobre esta vaporosa quietud.
Nosotros, combatientes que hemos ganado esta cima vadeando por ríos de
pútrido rojo, reptando sobre rocas untadas de inhumana escoria, oteamos lo
desconocido desde nuestra favorable posición. La vasta llanura ante
nosotros se prolonga hasta las cumbres septentrionales, vestidas de
sobrecogedora blancura bajo un azul feral. Ningún replacer ofende nuestra
vista. Quizá hayan sido un sueño. El sueño que da absurdo sentido a
nuestras vidas, si es que uno puede tragarse tan abominable oxímoron.
“¡Punto final!”
Hay como un tañido de cuerda en la voz de Karla, la cuerda de un
arco antiguo vibrando a través de su cansancio mortal.
“Tiempo de reposo. De ser frívolos e irreverentes y olvidar.”
Charcos de un rojo denso brillan como restos de hoguera aquí y allá,
tomando llamas prestadas del tiránico Sol. La brisa hiede a pecado. Estoy
suspendido en un desvanecimiento gentil.
“Imaginaos que nunca dejasen de avanzar”, dice el aguafiestas de
Undarwin con una rara mueca de su rostro atejonado, y no llego a captar si
lo dice con miedo o con verdadera avidez.
“¿Lo que significa, brotherboyo?”
“Bueno, por alguna razón con el reflujo solar desaparecen. ¿Qué
pasaría si esa inimaginable razón dejase de existir? ¿Por qué ha de ser
mañana igual que hoy?”
“Caeríamos”, asevera Martha potente. “Igual que los pueblos
meridionales del Mega-Anillo.”
“Poseemos munición inagotable”, contradice Arnold.
“Pero el vigor es limitado”, replica Martha.
“Tenemos unstringers.”
Hay siempre algo definitivo en las palabras de Karla. En realidad no
habla: esculpe significados en la mente de los demás, grabando puntos de
referencia en la crónica de nuestros días.
“¿Y tú, sisterboya, crees que podemos arriesgarnos a usar unstringers
otra vez?”
“Eso o acabar. Igual que el resto antes de nosotros.”
“¡Tiene que haber otros medios!”
“Tú sabrás. Tú hablaste de caer, potente Martha, no yo.”
“Y además”, el pelirrojo Gunther hace notar su presencia, “la
posibilidad de re-stringear el objetivo es muy baja, casi despreciable.”
“Ya ocurrió una vez. Y no fue agradable”, responde Martha.
“¿Preferirías que te tocasen los replacers?”, la irrita Karla de nuevo.
Martha acaricia el pulsador cuántico en su costado derecho. Un
viento de crispación sopla sobre nosotros. De repente, los nueve
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combatientes que hemos conquistado esta cima vadeando y arrastrándonos
a través de una carnicería infernal, tenemos las manos en nuestras armas.
Esta vez para dispararnos uno a otro.
“¿Como te tocaron a ti una vez, youputa? Dinos qué se siente,
youputa. Semejante forma de pútrida herida...”
“Estás jugando con la muerte... ¿sabes, querida? Y la Muerte es un
artero jugador.”
Así desafía Karla artera a la colosal Martha, como si las dos mujeres
hubiesen heredado toda la agresividad de la raza en su lucha por el
liderazgo. O quizás meramente por el placer de una pelea cruenta tras esta
lucha incontestada, alucinatoria, como de ensueño.
“¡Muéstramelo!”, pide la guerrera inmensa.
Y entonces, de pronto, el grito imposible:
“¡Replacer!”
Todos nos tornamos hacia donde el clamor indica. Y ahora lo oímos,
claramente, de cerca, el gemido, el tímido, dulce gemido, como de un
violín herido. Por un momento, un largo, interminable momento,
permanecemos inmóviles escuchando el sonido secreto, como si hubiese de
transmitirnos ocultos sentidos. La zarza, la única zarza en esta arrasada y
calcinada cima les habla a nuestras almas con plañir ardiente.
Y entonces, desde detrás de la enmarañada y florida planta, emerge
un replacer, rojos y rotos sus ojos tras la acre plenitud de sus lágrimas. Su
blandura nos desarma. Una ola de puro enternecimiento nos anega el
corazón —ese órgano temible y traicionero—, infectándonos con la
mismísima indefensión del niño. Un nanosegundo más y su toque será
irreparable. Existiremos sólo para él, arruinando nuestras vidas y el derecho
a la lidia viril. Un instante más y viviremos únicamente para protegerlo,
alimentarlo, hacerlo crecer, hacerlo fuerte y poderoso, inescapablemente
ligados a él hasta la extinción final.
Aun ahora, no podemos estar seguros de cuán profunda en nuestra
carne ha sido la gentil mordedura, ni si su veneno se ha mezclado o no con
nuestra sangre para siempre.
Y entonces, cuando todo parece perdido, el lanzallamas de Karla nos
despierta del estupor.
Frenéticos, disparamos con todo lo que tenemos a mano, burners,
bursters, pulsadores cuánticos y con-armas, buscando la redención de
nuestro trance. Un instante después, es como si nunca hubiese estado ahí, la
cosa gimiente, la cosa florida, disueltas en la pura nada. Sólo un aroma a
tormenta persiste en el lyft inmóvil... y el reflujo de una indescriptible
melancolía. Olvidadas previas rivalidades, cruzamos miradas perplejas,
casi temerosas miradas.
“¡Nu-chtó! Esto no ha ocurrido nunca, ¿de acuerdo?”, propone Karla
extendiendo su mano para recibir las nuestras.
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Una por una nuestras palmas se posan sobre la suya, la mano fuerte
de Martha la primera, en pacto de juramento secreto.
Culto en Azul
Es casi el crepúsculo cuando alcanzamos el ruinoso perímetro de
Pueblo-7. Hemos estado vagando por las veredas umbrosas que descienden
desde el norte, Karla y yo. Haciendo nada, hablando apenas, poseídos por
esta Verfremdung, una abstracción, una consciencia difusa... hasta que,
trémulo de murciélagos, el lyft nos recordó que la noche caía lentamente.
Aunque no dejo de intentarlo, no puedo recordar mis pensamientos.
Sólo este estado de... como flotar suspendido sobre el cadáver de un dios,
de su aroma a rosa, de su silencio de rosa. Me pregunto si el resto del grupo
se siente ahora bajo el mismo sortilegio. En sus 3-wheelers, deben de haber
alcanzado sus propias áreas hace rato ya.
“¿Quieres adorar?”
La voz de Carry-Ann me despierta del trance. De pronto me doy
cuenta de que he dejado atrás el viejo cementerio, la torre herida, la iglesia
desmoronada, caminando como un zombi hacia el puesto de registro en la
entrada B a los habitáculos subterráneos, lo que llamamos la warren o
madriguera, y a veces, con mayor sarcasmo aun, el nido de gusanos.
“Agotado, en serio.”
“¿Cansado?”
“Lo que quieras.”
Pero hay una dulce tristeza en la voz de Carry-Ann que me habla de
misterios lejanos, de abismos más allá del alcance de mi memoria. Miro al
mar, a nuestra izquierda, la larga playa de arena cintilante, sonriente, y
todos esos cuerpos adorando bajo la luz malva del atardecer; todos esos
cuerpos bellos, fibrados, enzarzados en luchas de amor, empeñándose
tenaces en el mutuo placer, pulsando con latidos de un mundo mejor,
generosos en sus besos, casi devorándose uno a otro en ese interminable
ritual de tierna antropofagia... Los observo, oigo a las gaviotas danzar en lo
alto, su propia danza amorosa, y me siento colmado de un hambre inefable.
Esta ausencia de un yo dentro de mí, esta emasculadora ayoidad...
La muscular Carry-Ann marcha ya hacia la orilla, caminando con
decepcionado porte, cuando me vuelvo hacia Karla:
“Da tú el informe, ¿de acuerdo? Te veo más tarde en lo de la
Esfinge.”
“Asegúrate de bañarte antes de tocarla, camarada. Tienes un aspecto
infernal.”
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Porque soy un infierno, por dentro. Esta mente fisurada, descosida.
Esta memoria como un sendero tortuoso y discontinuo entre fallas de
insondable olvido. Este sabor en la boca a niebla cuajada. Este imperial
Absurdo extendiendo la alas de horizonte a horizonte, de un día a otro
adementado día. Esta cruel, absurda, insana superfluidad de la vida, en la
que sigues y sigues haciendo lo que espuriamente has aceptado como tu
deber sin otra razón que la de no convertirte en un mineral, o en otro
montón de basura entre las ruinas que cubren la arrasada superficie del
mundo, y acabar perdiendo los últimos restos de respeto que sientes que te
debes a ti mismo porque de algún modo sabes que una vez lo sentiste por ti
mismo.
Pero ahora, por unos instantes, la promesa de una vida más grande y
más plena comienza... por unos alígeros, efímeros instantes.
Llena de la esperanza de un pospuesto vacío.
Un humilde estremecerse de las células con el amoroso torbellino,
una música carnal hecha de rientes silencios. El cascabeleo de los nervios:
un trinar de aves Paradiso. Los músculos, danzando. Y como si escrutase a
través de una mirilla, diminuta-minuta-nuta mirilla en la pantalla de la
realidad, la visión de un mundo-sortilegio más allá, substanciado en el gozo
y la autoposesión. Olvido del olvido. Vacío perfecto y final que cura toda
vacuidad.
Purificado por el azur, con una capa de invisble sal sobre mi cuerpo
desnudo que hace de él carne de ofrenda, me alzo ante ti, oh encarnada
Promesa, sintiendo como si ocultos Poderes fuesen a amarse a través de
nosotros, por humanos poderes. Aun sin tocarte, sé que tus labios saben a
polen. Hay rayos secretos en tus luceros que alanzan el Tiempo en busca de
mi perdida completitud. Hay un viento alimonado enredado en tu melena,
un genio travieso. Hay un susurro a tu alrededor, envolviéndote,
haikuizando el ir y venir de las olas serenas,
Una ola, una, una...
Besos de sal al soñar de la orilla.
Bajo la hondura del cielo, ensueños de arena junto al azur,
haikuizando el alzarse y caer de las olas en lamientes, espumosos versos,
Azul ocre negro,
A través del ocaso a la Noche
Susurra el silencio deslizándose al sueño.
Hay una embriaguez en la danza lúbrica de tus músculos que derrite todo el
cansancio, toda la frialdad de mi cuerpo, haciendo de nuestro movimiento
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conjunto un solo ritmo oceánico, un sueño de oleaje eterno. Tu carne
devoro como si fuera Carne-de-Dios-hecha-hogaza. Azotado por una
demente necesidad, como tu carne para despojar a tu espíritu de reflejada
hermosura, dejándolo en la pureza de su Ur-luz desnuda. Informe. Y temo
entonces la arrobadora ceguera que me atrapa...
No recuerdo con exactitud cuándo o cómo terminó el culto amoroso.
Carry-Ann retrocede con la marea. La marea trance. La marea trancecanto.
Los otros cuerpos, bellos, fibrosos cuerpos, retroceden con ella. Acostado
en la arena junto al wuldor, me demoro pescando mis pensamientos que
nadan en líricas corrientes de rápido fluir. Pensamientos que quizás porten,
en criptográficos signos, indicios de una olvidada yoidad. Y los veo refluir
también, mis pensamientos por veloces corriente mecidos, fluyendo
siempre. Rotas cadenas de energías mentales fluyendo siempre. Raros
cometas de colas rúnicas sembrando los campos del cielo de implacables
enigmas.
Y mientras, impotente, trato de leerlos, otra imagen emerge como de
un pliegue secreto en mi cerebro, o como si a través de una ventana ciega
de mi memoria, resquebrajada de pronto, soplase una ráfaga de
criptomnesia. Veo el cuchillo de tantos de mis sueños. Lo aguanto con las
dos manos, apuntado hacia mi vientre. Puedo sentir sed en su hoja, una sed
viviente, como si el arma fuese parte de mi ser orgánico. Hay una fuerza
ajena en mis manos, como si ya no me perteneciesen a mí, sino a la sed del
silex ritual. Sé que el nombre de la hoja es Redención. Redención de las
palabras. Sé que el nombre de la hoja es Silencio. Y sé de pronto, con la
infalible intuición que teje los sueños en profecía, que no es mi vientre lo
que busca la hoja: acaba de nacer de mis entrañas.
Un silencio sigue entonces, hondo como el Tiempo. Una paz sólida,
masiva, asesina... que toda imagen aniquila.
Una vez más, soy un filamento de lo Desconocido en la superficie
banal de las cosas.
Una Esfinge en Su Jaula de Locura
“De pánico, ¿eh?”
Mi perpleja mirada hace que el guardián de la entrada B al nido de
gusanos añada:
“Algo como para espantarte la mierda de las entrañas, diría. Y un
pésimo augurio, además.”
“¿O sea?”
Por un instante, duda.
“Tú estabas con Karla ahí fuera, ¿no?”
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“Así es.”
“¿Has bebido o qué te pasa? Dice que encontrasteis un replacer
después del mediodía.”
“¿Karla te ha dicho eso?”
“Acaba de dar su informe. ¿Estás enfermo, Lone?”
“He estado adorando. Jodidamente cansado. Quizá incluso enfermo,
sí.”
“Pero hubo un replacer...”
El hombre (no recuerdo su nombre o acaso nunca me ha interesado
saberlo) acentúa las tres últimas palabras, de modo que su frase golpea al
mismo tiempo con fuerza axiomática e interrogadora sospecha. Ahora
parece real —y peligrosamente— confundido.
“Lo hubo. O eso dicen Karla y el resto. ¿No te dijo lo que me pasó?”
En un destello de intuición comprendo que, si Karla ha cambiado de
idea en el último instante acerca de informar sobre el replacer, me habrá
dejado cuando menos esta puerta abierta.
“Bien...”
“Yo no estaba con ellos por entonces. Me quedé detrás, con náuseas.
Cuando los alcancé, lo habían acabado. Pero imagino que tienes razón.
Parece un mal augurio. Un augurio terrible, en realidad. Quizás por eso
mismo algo dentro de mí se resiste a creer la historia, aunque sé que es
verdad. Karla no miente. ¿Con qué fin habría de hacerlo, además?”
He hablado más de la cuenta. He dado demasiadas explicaciones y
demasiado estúpidas y nerviosas. El hombre permanece callado; sólo una
mueca de extrañeza parpadea un instante en su rostro antes de que yo
penetre en el oscuro, húmedo cubil.
No creo que haya visitado la warren en toda su explorada extension.
Probablemente, nadie lo ha hecho. No pasa ni un mes sin el descubrimiento
de nuevos pasadizos y galerías, de niveles más y más profundos. No
sabemos quiénes la excavaron por primera vez, ni por qué cubre por debajo
toda el área del viejo pueblo en ruinas extendiéndose incluso más allá. Es
un laberinto. Es la metáfora espacial de nuestras mentes, de nuestra
memoria colectiva. Un laberinto, sobre todo, de galerías húmedas y mal
iluminadas y de celdas húmedas y peor iluminadas. Así que es casi
imposible hablar de la madriguera sin hablar también de nuestra mutilada
psicología.
Por lo que sabemos, la warren tiene cuatro puertas, cada una con una
rampa que asciende gentilmente hasta la superficie del mundo; cada una de
ellas orientada hacia uno de los cuatro puntos cardinales con maníaca
precisión. Cada día temprano antes del amanecer, los escuadrones de
combate emergen a través de ellas hacia las posiciones que les han sido
asignadas. Luego las puertas se cierran hasta el mediodía, cuando el peligro
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de una incursión furtiva ha pasado. Permanecen abiertas entonces hasta el
anochecer y a la gente se le permite salir del subsuelo, pasear entre las
ruinas del viejo pueblo anónimo, respirar un lyft más fresco, adorar junto al
mar, incluso imaginarse a sí mismos seres libres de superficie... libres
siempre y cuando permanezcamos dentro de los límites del área asignada,
el Anillo. El Anillo de Pueblo-7. Sólo los combatientes en el ardor de su
batalla pueden cruzar los límites establecidos. De hecho, los guerreros son
el límite. Donde un guerrero está ésa es la verdadera línea de nuestro
círculo defensivo. Los guerreros son la auténtica muralla del Anillo.
Diréis que aquí todos somos soldados y tendréis razón... o casi. Aquí
cada uno es potencialmente un soldado. Pero un soldado es alguien en el
acto de combatir. A un hombre o una mujer descubiertos en el acto de
cruzar el Anillo sin su escuadrón, o sin su arma, o su batalla, las patrullas
los matan al instante. Es un acto de piedad... no os apresuréis en juzgarnos.
Esa persona sería sin duda infectada por los replacers y no podría retornar a
ningún asentamiento humano. De hecho, asumimos que si alguien se siente
tentado a cruzar los límites fronterizos debe de haber sido tocado de algún
modo por el enemigo. Lo más probable es que éste sea un principio
erróneo, pero cuando menos funciona como recurso estratégico.
No es que nos despertásemos aquí un día hace cinco años completos,
los seis mil que somos juntos, aturdidos por el vacío en nuestras mentes,
echando en falta los raíles de previos recuerdos, asustados por la brutal
destrucción alrededor, espantados ante lo increíblemente intrincado del
nido de gusanos, o por los depósitos de armas innumerables e inagotable
munición... sojuzgados por esta incurable ausencia de yo, no. Por cuanto
sabemos, eso nunca ocurrió. Sólo que, cuando tratamos de recordar, no
somos capaces de ir más allá de cinco años atrás; nuestros recuerdos se
desvanecen lenta, gradual, inexorablemente, degradándose hasta volverse
amorfos al aproximarse a ese límite temporal. Nuestro Anillo interior.
Recuerdos a la deriva como polvo arrastrado por un viento que empujase
hacia un vórtice de pura nada los restos de la desintegración del yo.
¿Cómo sabemos lo que sabemos? ¿Cómo puede ser que nuestra
mente aloje conceptos, cultive ideas, use palabras, sin recordar haberlas
aprendido jamás? ¿Hubo una vida antes de esta vida, un orden distinto de
las cosas? ¿Cómo sabemos que esas ruinas fueron una torre, y aquéllas una
iglesia, y esas otras un cementerio, sin haber visto jamás una torre o una
iglesia o un cementerio, o sin entender totalmente qué es o para que sirve
todo eso? Nuestras mentes están llenas de trampas y agujeros. Tratamos de
cubrir los agujeros con una trama hecha de artificiosas imaginaciones,
respuestas que no son sino artimañas sedantes, sentidos que al final siempre
resultan insubstanciales. Una trama tan frágil, tan precaria... En cuanto a las
trampas, las eludimos como podemos. Y al hacerlo colocamos sin querer
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nuevas trampas para nuestros futuros pensamientos, nuestras erráticas
cogitaciones.
Nuestra mente es un dédalo. Os lo había dicho ya.
Al doblar la esquina, Karla emerge. La luz vaga de una bombilla que
cuelga del techo precariamente llueve de pronto sobre ella como grasa
amarilla, dando a su tez tonos de cadáver.
“¿Mejor, compañero? ¿El culto bien?”
“¿Por qué diablos informaste del jodido replacer?”, estallo. “Lo pasé
mal en la puerta, ¿sabes?”
“Lo pensé mejor, camarada”, replica Karla tranquila, distante, casi
gravemente.
“¿Qué
significa
lo-pensé-mejor-camarada?
¿No
podías
haberlo-pensado-mejor-camarada antes? ¿Unos minutos antes, si quiera?”,
reacciono con la voz tensa, quebrada aquí y allá por tonos estridentes de
frenética debilidad.
Es extraño. No acostumbro a perder el control tan fácilmente. Se me
tiene en general por una mente fría. Y ésta es la segunda vez hoy que me
derrumbo... si paso por alto generosamente el incidente de la puerta.
“Mira, teatralnii cuecemierda”, escupe Karla su escarcha de palabras
atrapando mis ojos en su mirada azul-hielo, “éste no es el tipo de cosas que
podamos mantener en secreto. Podría significar un cambio importante. Un
pésimo cambio. Un cambio jodidamente pésimo.”
“Fue idea tuya lo del secreto, para empezar.”
“Las cosas toman giros inesperados.”
“¿Cuál es el puto giro inesperado, pues?”
Karla permanece callada, ominosamente callada por un instante.
“¿Qué pasará con el resto del grupo? Comprobarán nuestros
informes”, casi le estoy gritando ahora. El eco de mis recriminaciones
rebota de pared a pared por el corredor, fundiéndose con el sonido de unos
pasos que se acercan. Los ojos gélidos de Karla me dicen que sólo estoy
empeorando las cosas.
“Puede que estén muertos para entonces.”
“¿Qué quieres decir?”, inquiero aturdido.
“Ven conmigo.”
Tomamos la escalera hacia el nivel inferior y los peldaños de metal
resuenan bajo nuestras botas pesadas. Karla abre camino por la solitaria
maraña de corredores, pasado uno de los depósitos de armas y la despensa.
El lyft es tan denso aquí que parece como si atravesásemos una forma de
niebla translúcida y sofocante. Gotas de una materia líquida inefable se
filtran asquerosamente desde el techo preñadas de sentido existencial:
partículas de Weltstoff que desertan del tejido de la realidad.
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Cuanto más desciendes en la madriguera, mayor es esta sensación de
ensueño. Karla es una figura borrosa bajo el agua moviéndose delante de
mí, moviéndose como un espectro, pisando el suelo de eorðan apisonada
con los pasos sordos y algodonosos de un gato. El repentino escurrirse de
una cosa bastarda con aspecto ratesco nos ofende los oídos; después, un
incomprensible flujo de palabras empieza a distinguirse débilmente a
medida en que nos acercamos al pasillo que lleva al establo:
...en el tercer y fundamental momento: la separación de teología y
filosofía. La aceptación de la dialéctica aristotélica supuso un primer
y embrionario intento de llevar a cabo una crítica de la Razón, la
adopción de principios coherentes para la sana guía de la mente
pensante, y su consecuencia final tenía que ser inevitablemente el
reconocimiento de que el dominio divino está más allá de los
horizontes a los que el humano intelecto es capaz de remontarse por
sí mismo. La teología, pues, quedó como la provincia de la fe y la
revelación; la filosofía, como el reino de la razón; y esta separación
originalmente amistosa —preludiada por Averroes en la esfera
islámica— fue completada por Alberto Magno y su discípulo Tomás
de Aquino. Es verdad que...
“Madsphinx”, susurra Karla.
Los desvaríos de Madsphinx. Madsphinx en actitud magisterial,
hablando desde su jaula demente para un público de vacas y cerdos y
caballos. El murmullo distante, mezclado con aburridos sonidos animales,
fluye con el ritmo ponderoso de una encantación.
...la razón no se convirtió en gobernante absoluto en su recién
fundado reino, suspicazmente vigilada por el Ojo de la religión como
estaba. Pero semejante divorcio supuso de todos modos un comienzo
de autonomía, una especie de liberación del lastre de incuestionables
verdades, supuestamente reveladas, que no es que fueran exactamente
negadas por la razón en este punto sino puestas más allá —o mejor,
dejadas más atrás—, en la burbuja teológica de un cielo
inevitablemente condenado a la final inocuidad. La escisión entre los
dos dominios, efectuada por fin en el siglo XIII, fue preparada por
anteriores periodos y para los averroístas latinos conllevaba la
consecuencia política de la separación de los poderes secular y papal
con la explícita supremacía de la cabeza imperial. Cuarto,...
Al dejar atrás el corredor hacia el establo y acercarnos al área de
Control, los desvaríos de Madsphinx empizan a desvanecerse en la
distancia, pero yo presto mi oído aún a su hechizante locura:
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...la declaración de la omnipotencia de Dios. Se dice que la Ciencia
comenzó con esta importantísima declaración por parte del obispo de
París en 1277. La omnipotencia divina significaba que Dios podía
hacer, por ejemplo, que el pasado no hubiese sido. Que el pasado no
hubiese sido... ¿os imagináis? La doctrina de la omnipotencia divina
era en realidad un golpe contra el necesitarianismo greco-musulmán
y ponía en cuestión el principio platónico de la causación eidética
emanativa, por la cual los acontecimientos físicos eran el resultado
final del proceso emanativo de las Ideas. La mencionada doctrina
volvía más bien problemática la existencia de mundos intermedios
entre Dios y el hombre (de ahí su natural alianza con el
nominalismo). Volvía problemática también la idea de reglas fijas que
gobernasen el universo (Dios era demasiado libre para eso). Pero, al
resultar imposible no reconocer los hábitos y regularidades evidentes
de la naturaleza, constituía un impulso para la observación empírica.
En efecto, de acuerdo con esta doctrina, existen dos dominios de la
verdad: la verdad de Dios y la verdad del hecho real, empírico. Hay
una línea, pues, desde el nominalismo de Roscelino hasta Ockham y
Nicholas de Ultricuria, filósofo éste que niega explícitamente la
causación y que puede ser considerado, por tanto, el Hume medieval.
Estos cuatro importantes momentos...
Una o dos horas más y Madsphinx será llevado en su jaula a una de
las plazas de recreo del tercer nivel. Su demencia es nuestra diversión. La
gente se sentará alrededor de la jaula, y beberá, y le arrojarán pedazos de
comida, y le harán preguntas. Madsphinx, al principio, permanecerá
callado. Temeroso. Aterrorizado, incluso. Aturdido. Preguntándose por qué
o cuándo o cómo ha ocurrido tan de repente que su público de equilibradas,
reflexivas, aprobatorias bestias haya sido substituido por semejante turba
ebria. Al principio se revolcará miserablemente en el estiércol que cubre el
suelo de su jaula, mirando alrededor como si pudiera contemplar, por
medio de un raro ojo interior, graves profecías aproximándose, una
procesión de terrores envuelta en sombras avanzando inexorable.
Babeando. A veces, chillando angustiosamente.
Su demencia es nuestra cordura. Su trastorno nos baña en un fyr de
catarsis.
Luego, irá calmándose poco a poco mientras nosotros nos turbamos
en exacta medida, como bajo el influjo de una ley secreta de equilibrio
recíproco. Por último, se levantará de la inmundicia con la oscura
sublimidad de un Poder ctónico. Se alzará sobre nosotros, efigie de
inmutabilidad divina, majestuosa y terrible: la presencia monumental del
Sumo Sacerdote que dice que una vez fue. Y allí quedará en pie, con los
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barrotes de su jaula enjaulándonos a los de fuera, cerrándonos el paso a su
intocable libertad.
Allí estará, en medio de su pequeño espacio circular, una poderosa
Manifestación de otro plano en el centro de nuestra existencia.
Observándonos desde detrás de los barrotes de nuestra propia demencia,
enjaulados en este mundo prisión, este mundo cochambroso. Preguntas le
haremos entonces, no burlonas ya sino tímidas, asustados casi de las
posibles respuestas. La Esfinge, Memoria encarnada con ojos introversos,
vueltos hacia el pasado, Oráculo invertido regurgitando recuerdos en
beneficio de los náufragos del tiempo, responderá a veces con enigmas;
pero otras tan llanamente que no seremos capaces de dudar de sus
palabras... y no habrá fuerza que contenga nuestro llanto.
Mata a un Hermano
Zona de Control. Nada demasiado sofisticado, en realidad. Ni
siquiera según nuestros modelos de referencia. Sólo una pequeña área en el
nivel 12 del subsuelo formada por un grupo de cuartos abiertos tan
parcamente iluminados como el resto de la warren pero más ruidosos, con
la gente de Control —los æÞelen— moviéndose todo el tiempo de pupitre a
pupitre y de habitación a habitación, y las cuatro o cinco o quizás incluso
seis radios balbuciendo o chisporroteando o las dos cosas a la vez, sin
cesar. Al pasar junto a una de ellas capto distintamente las palabras ‘acaso’
y ‘contaminado’. Todo el lugar hiede a viejo café reciclado una y otra vez.
“Bienvenidos a Control.”
Control es el punto catalítico donde toda la información útil converge
en forma de 3-Rs —reportes, radio-transmisiones & rumores— para ser
digerido como decisiones prácticas y defecado como inmanejables
documentos escritos a mano. Es un cerebro, sólo que un cerebro visceral
cuyo grado de complejidad nadie conoce realmente. Es una fuente de
organización, sólo que se trata de una organización laxa relacionada
meramente con los tres aspectos axiales de nuestra vida colectiva, es decir
W.A.R. (exploración de la Warren, Administración & Replacers). Esto no
significa que no pueda imponer sus decisiones en cualquier otra área que
estime necesario o aconsejable, incluso cuando topa con resistencia aquí o
allá. Control tiene sus propios y específicos medios, sus medios
omnímodos y drásticos: los ghostkillers que, según se dice, se mueven
entre nosotros de incógnito, orgullosos de su oficio oculto y silencioso.
No es que pusiésemos todo esto en marcha alguna vez. Tan atrás
como nuestra memoria alcanza, Control ha existido siempre. Y siempre ha
existido con el mismo hombre en el centro de su reptiliano cerebro, la
persona que ahora cortésmente nos da la bienvenida.
16
“Karla, Lone. Os estaba esperando a los dos.”
Ojos lemúridos, construido con la mínima cantidad de materia
permitida a una figura humana sin que pierda su categoría humana, dotado
de un tamiz de susceptibilidad que filtra de manera maníaca cada palabra o
gesto dirigidos a él o que cree dirigidos a él por cualquier entidad animada
o inanimada, Newton es justo el hombre para el cargo. Ningún otro podría
ocuparlo; nadie querría ocuparlo. Teniendo algo de la naturaleza del
replacer en sí mismo, Newton anticipa los movimientos del enemigo,
intuye los puntos del Anillo en que su presión será mayor.
Pero no sólo su tamaño y complexión lo hacen replaceroide, Newton
es además una especie arácnido emocional: le gusta tener a la gente atada
por relaciones de dependencia o de mutua obsesión. Odio o apego,
atracción o repulsión... todo sirve igual a sus propósitos. Parece medrar con
esas cosas, como una araña mesmérica en el centro de su invisible red.
“Seguidme, por favor.”
Nos conduce a un cuarto desocupado en el que puede verse un tosco
mapa del área geográfica colgado de la pared, detrás de una mesa de
trabajo; y una cafetera eléctrica, en la que espumosamente hierve un caldo
hediondo y negro como la pez, sobre una mesa coja apoyada contra otra de
las paredes, cerca del único enchufe del lugar.
“¿Café?”, pregunta el hombre de Control empezando a servirse una
taza.
“¿Decías que estabas esperándonos?”, dispara Karla rechazando el
ofrecimiento con un gesto de cabeza, repulsivamente.
“Por supuesto. Vosotros estuvisteis con el grupo de Martha hoy, ¿no
es así? En esa cima en la que apareció un replacer pasado el mediodía...”
“Ya sabes que estuvimos. Eso decía mi informe.”
“Desde luego.”
El pequeño hombre sorbe de su caliente, densa poción y posa de
nuevo la taza sobre la mesa con una mueca de concentrada amargura.
“¿Crees que tiene algo que ver con la infección en Pueblo-6?”,
pregunta Karla.
“Y posiblemente en Pueblo-5 también, sí”, responde Newton
observando el mapa. “Han circulado rumores por ahí, ¿eh?”
“Imagino que siguen el mismo camino para filtrarse a Control que
para filtrarse fuera de él.”
“¿Una crítica implícita, Karla?”
“Newton, tú eres tu propia crítica viva.”
El escaso klugman ante nosotros se queda petrificado. El tiempo se
congela en silencio a su alrededor. Luego, durante un instante, una
secuencia de los más diversos y contradictorios sentimientos pasa rápida,
proteicamente por su rostro, desde la mirada fría del asesino hasta el mudo
y boquiabierto parpadeo del idiota, como si la bola de una decisión girase
17
salvajemente en la ruleta de sus emociones simulando azar donde sólo hay
un determinismo de hierro.
De pronto estalla en una carcajada seca, aturdida, y yo no puedo sino
admirar a Karla otra vez.
Susceptible como es, una cazaofensas que percibe siempre velados
insultos detrás de las frases más neutras, Newton es incapaz de leer la
franqueza, de imaginar que un ataque personal puede llegarle de una forma
tan directa. Y Karla no sólo entiende esto a la perfección, sino que sabe
además instilar en sus palabras la dosis precisa de ironía para girar su
ánimo a nuestro favor.
“Eres rápida, querida, y cortante como el filo de una navaja. Por eso
me gustas tanto, Karla. ¿Y tú, Lone? Tú nunca dices nada, ¿eh?”
“Yo soy sólo el que sueña con la navaja, jefe.”
Ahora se aproxima a la mesa cubierta por estratos geológicos de
papeles taquigrafiados. Simula buscar entre todos ellos uno en particular.
Simula encontrarlo. Sólo que yo conozco demasiado bien las dificultades
de Newton para leer taquigrafía y sé que por alguna razón está
representando. Es decir, está llevando su representación más lejos de lo que
es habitual en él. Está siendo superteatralnii, como diría Karla.
“Bien, bien...”
Toma un papel que tardaría normalmente diez minutos en leer. Lo
examina, frunciendo el ceño. Alza los ojos hacia nosotros de nuevo... y deja
caer la hoja.
“Undarwin, Ofelia, y Gunther: Pueblo-5. Martha y el resto de sus
soldados: Pueblo-6. Ahora seré absolutamente franco, boyos. Necesitamos
de vosotros un acto de perfecta lealtad. Vais allí y matáis a vuestros
hermanos.”
Espera un secundo esforzándose en leer nuestros rostros
impertérritos y añade con cólera rezumando de sus palabras.
“Blitzkriegueáis el lugar. Inundáis de fyr todo el nido hasta su
pútrido fondo.”
“¿Crees que son la causa de la infección? ¿Por el jodido replacer que
quedó atrás cuando todo el resto había desaparecido? Piensas que nosotros
estamos contaminados también, ¿no?”
“Lo que yo piense es irrelevante ahora, Karla. Pueblo-6 está
infectado. De eso no hay duda ya. Puede que Pueblo-5 lo esté también,
pero en ese caso el trabajo le corresponde a Pueblo-4. Nuestros vecinos
tienen que ser... Bien, ahora son un tumor en el cuerpo de la humanidad
que hay que extirpar. Necesitamos buenos soldados para la operación, eso
es fácil de entender. Vosotros dos sois buenos guerreros. De modo que vais
allí y cumplís con vuestro deber, punto. Y así sabemos que seguís siendo
buena gente y buenos camaradas con los que poder contar. Fin de la
historia. ¿Os va las solución, boyos?”
18
Karla está girando ya sobre sus talones cuando responde:
“Nos va. Nos vemos, Newton.”
“Puerta Sur. 3 a.m. Seréis siete. Tú tienes el mando, Karla.”
Aún no hemos abandonado el cuarto cuando Newton añade desde
detrás:
“Lone...”
Vuelvo la cabeza.
“Nunca me he fiado de un hombre silencioso.”
“Nunca te he dicho que fuese hombre de fiar.”
Ahora, al cruzar de vuelta el laberinto hacia nuestras propias celdas,
la voz de Madsphinx nos alcanza de nuevo, lejana al principio, luego más y
más clara a medida que seguimos avanzando.
“Lo están llevando a la plaza.”
...exuberante universo tiene lugar en un pequeño rincón de nuestra
consciencia, tan pequeño, tan minúsculo e inmaterial que quizás no
sea más que un punto matemático. En él, a través de sus
diversificadas y especializadas prolongaciones exteriores —los
sentidos—, confluyen cascadas de misteriosas señales para su
decodificación. Lo humano es una fórmula. Es la fórmula de esa
decodificación. El universo, visto, vivido y entendido como una
Totalidad unitaria y a la vez diversa, que se proyecta en el tiempo y
en el espacio —esto es, subjetiva y objetivamente— de la forma
articulada, regulada y coherente, inteligible y por tanto predecible,
que llamamos causalidad, es el fruto de decodificar esas misteriosas
señales de acuerdo con la fórmula específicamente humana, el sello
del hombre. Este principio es el presupuesto de toda filosofía
idealista, desde el Vedanta hindú hasta Kant y sus afortunados o
perplejos sucesores, pero es también el único hecho del que podemos
estar positivamente seguros: no hay forma de experimentar el mundo
más que en la medida en que éste tiene lugar en nuestra consciencia:
estamos atrapados en ella: la existencia de una realidad aparte, de un
mundo exterior, de una materia independiente, puede ser un supuesto
más o menos atractivo, explicativo y útil, pero no deja de ser eso: un
indemostrable —si bien acuciante— supuesto.
Madsphinx tiene muchos y extraños humores.
“¿Qué hora es?”
“Diez y diez”, responde Karla.
“Creo que voy a la plaza.”
“Descansa un rato. La noche va a ser larga.”
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“¿Qué es lo que dijo antes? ¿Te acuerdas? ¿Algo acerca de que Dios
era capaz de deshacer el pasado?”
“¡Pustiak, Lone! ¡Era puro Glockenspiel! ¡Eran sus desvaríos
habituales!”
“Nunca me he sentido así, pero tengo la absurda necesidad de hablar
con él.”
“Al fin y al cabo tú eres otro durak y un rant-fucker como él. Era
sólo cuestión de tiempo que la misma locura aflorase en ti también. Te veré
en la puerta.”
“¿Entonces estás convencida de ir ahí y acabar con los sixes?”
“No hay elección, liubov. Pásatelo bien. Y no bebas hasta licuarte el
cerebro, ¿’kay? Guárdate algo de angst. Lo necesitarás aunque sólo sea
como combustible para tu rabia y tu pericia homicida.”
Cuando los Profetas Desvelan el Pasado
“Mirad, Iberia nunca fue totalmente europea. Os pondré un ejemplo
simple pero evocador: todas las ciudades civilizadas de Europa se jactaban
aquí y allá de espacios de césped más grandes o más pequeños que
adornaban calles y plazas, paseos marítimos y bulevares. Pero mientras en
otros lugares aquéllos servían para la recreación y distensión de los
sentidos, para permitir a los ojos reposar, siquiera por un instante, de la
aspereza urbana, en Iberia eran usados para la defecación de los perros
domésticos y para tirar, por pura arrogancia o negligencia, desperdicios. No
sé cuánto os dice esto a vosotros del viejo mundo, pero al menos esto sí lo
entenderéis: los espacios colectivos se consideraban en Europa patrimonio
común; en Iberia se los tenía como propiedad de nadie. De ahí que cuando
el gobierno, la camarilla conservadora que había usurpado el poder diez
años antes a través de un golpe de estado mediático, tuvo que vender la
arruinada nación a los USA, a nadie le preocupó realmente.”
Una y media en el reloj de Carry-Ann, sentada a mi lado. Ha hecho
falta más de tres horas para llegar a este punto. Hemos visto a Madsphinx
revolcarse, retorcerse, babear, mojarse a sí mismo, rodar adelante y atrás
por el suelo de su jaula, aullar como poseído, gemir como si lo flagelase
una sádica entidad invisible, ulular como invocando a la Presencia que
finalmente habría de calmarlo ensamblando su mente exilada a su
deshabitado cerebro. Ahora está de pie, figura maciza y grotesca.
Imponente en su andrajosa majestad, temible en su mugre regia, parece el
naufragio terrestre de un dios cometario. Un espíritu cósmico encajado en
un cuerpo hecho de terrones de mierda. Con las manos suspendidas en el
lyft como si se apoyase en un púlpito, la cabeza alta y erecta como si lo
coronase una tiara, habla calmíferamente, reteniéndonos a todos en el
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hechizo de su rocambolesco cuento. Una historia nunca antes contada con
tan devastadora claridad, con tan directa apelación, con tanto passéisme.
Su imagen contradice su tono mesmerizante, sin embargo.
Fluctuamos entre el terror y el trance.
“La Unión Europea había fracasado algún tiempo antes de eso y las
desmembradas unidades trataban de reconstruir sus mezquinos,
desesperados destinos sin percibir todavía que no tardaría en
desencadenarse una fragmentación similar pero más grave, a escala más y
más y más pequeña, convirtiendo al final al Viejo Continente en un
mosaico de egoístas y confrontadas ciudades-estado. En Iberia un grupo
terrorista, previamente fortalecido por la misma banda política que ahora lo
combatía, despedazaba el paralizado cuerpo nacional.”
Palabras sin referentes en la memoria, comprensibles no obstante por
medio de una nebulosa resonancia.
“Limpieza y apertura en la cuestión terrorista había sido el
trompeteado eslogan del partido conservador en su nefasta lucha por el
poder. Una batalla que había consistido en dos líneas de acción: quebrantar
la unidad nacional frente los asesinos y atacar sistemáticamente a los
miembros capitales del gobierno progresista por su real o supuesta
implicación en la así llamada guerra sucia contra el terrorismo. Esperables
consecuencias de semejante estrategia fueron el entorpecimiento de la
maquinaria policial y un largo, dulce, dorado respiro para los criminales.
Arrullados por una tregua oportunista establecida de forma unilateral por
los asesinos, muchos mostraron qué fácil borrón de olvido eran capaces de
poner en páginas y páginas de historia reciente escrita con el rojo de cientos
de crímenes gratuitos y vergonzosos. El cabecilla de la banda
conservadora, un estridente tipejo de rostro ratesco y aplastada frente, que
encarnaba toda la mediocridad de la nación y al que no movía sino el odio
hacia los que eran más grandes que él, fue elegido presidente. Miembros
del gobierno anterior se vieron amenazados con la cárcel en esa nueva
versión de la democracia. Ahora, mientras la nación empezaba a recaer en
el completo provincialismo con su nuevo y fatuo líder, los terroristas eran
más fuertes que nunca. Estaban bien armados, bien informados, bien
organizados y eran ubicuos. Olvidando su anterior olvido, la gente empezó
a pedir a gritos una solución militar y a exigir la pena de muerte para los
asesinos. Paralelamente, la fragmentación nacional creció y la economía se
colapsó. Conversaciones bilaterales entre Iberia y los USA, el Poder
dirigente y salvador del mundo, acabaron por conducir a un estrafalario
acuerdo: Iberia pasaría a formar parte de la Unión Americana como el
Estado Transatlántico de Freeberia. En realidad, se había vendido a sí
misma al Poder mayor como terreno de pruebas para cualquier nuevo tipo
de producto con el que los USers quisieran experimentar: nuevas leyes,
nuevas drogas, nuevos principios organizadores, nuevas disposiciones
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sociales, nuevas armas, transgénicos, especies mutantes, clones humanos,
incluso nuevos tipos de publicidad para condicionar a las masas, nuevas
ideologías para descerebrar a las masas, o nuevas píldoras para esterilizar o
hacer más fértiles a las masas... Nuevas elecciones se organizaron
rápidamente y Arnold Schwarzenegger, un hombre conocido por sus
papeles estelares en brutales películas pseudoépicas, acabó como el primer
gobernador electo de Freeberia. El problema terrorista lo afrontó a lo
superhéroe, justo como sus fans habrían esperado que lo hiciera en la
pantalla, y el Estado se vio de inmediato pacificado o, como los más
ingratos graznaron por aquel tiempo, policificado. Después, armado con
una hipodérmica colmada de específicos Wallstreet y rezumante de
vitamínicos dólares se aproximó al anémico cuerpo de la nación y resolvió
la crisis económica también. Una vez que los americanos hubieron
cumplido su parte del contrato, el terreno quedó dispuesto al fin para llevar
a cabo los pretendidos experimentos tanto a escala social como individual.
Schwarzenegger retornó triunfante a América para seguir su carrera política
hacia la Casa Blanca y dejó Freeberia en manos de hombres menores.”
La Esfinge se detiene abruptamente. La atmósfera es densa,
penumbrosa, borrosa, como un fondo oceánico, llena de invisibles peligros
y sueños licuefactos. Madsphinx cierra los ojos y parece sumirse en torpor.
Su inmovilidad difunde un silencio sólido, estólido, alrededor. Todo ha
sido una pesadilla, un delirio. En nuestra estulta borrachera, hemos sido
engañados por este ídolo mugriento, oyendo palabras donde sólo existía la
inquietante mudez del tosco fetiche esculpido en fiemo.
En algún lugar, un sollozo rompe el sortilegio, seguido por una
carcajada enloquecida.
“¿Quieres decir que esto es Iberia? ¿Que el Anillo pertenece a
Iberia?”
“¿Formamos parte de un experimento, pues? ¿Es eso lo que quieres
decir?”
Otras preguntas brotan aquí y allá, más y más insidiosas, iracundas,
beligerantes, más y más seguidas hasta que empiezan a convertirse en
tumultuosa algarabía. Sin plena consciencia de lo que hago, tomo la mano
fuerte de Carry-Ann con mi izquierda y la aprieto tratando de anclarme en
la realidad material. Con los párpados medio cerrados, ella parece dormitar,
pero puedo percibir su alerta inmóvil, acechante, de serpiente. El hombre
delante de nosotros vuelve la cabeza, me mira a los ojos, me abre su
interior recóndito, donde todo su ser es un temblor febril. Ve que yo me
estremezco también bajo la piel y pone en mi mano libre la botella de la
que ha estado bebiendo cordura. Sin ofrecerle a Carry-Ann un sólo sorbo,
agoto en vastos tragos furiosos el entumecedor licor.
“Las lenguas ibéricas fueron rápidamente abandonadas en favor del
inglés”, las palabras del ídolo de arcilla empiezan a manar otra vez y el
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oleaje a su alrededor poco a poco se desvanece. “El inglés había ganado ya
la batalla cultural, política y tecnológica. En pocas décadas había saturado
profunda e indispensablemente todos los lenguajes del mundo, del mismo
modo que éstos nutrieran previamente su cuerpo durante siglos de fértil
desarrollo. Como inglés koine, se había convertido en el idioma global, la
lengua humana, desenraizada de toda distinción nacional. Pero sobre todo,
a causa de su flexibilidad, maleabilidad e inexhaustible creatividad, el
inglés era el único lenguaje preparado para afrontar los desafíos del mundo
en que estábamos adentrándonos, donde las viejas fijaciones se colapsaban,
los conceptos establecidos se desmoronaban, la causalidad se hundía en una
niebla de indeterminación, la predecibilidad parecía una superstición pueril
del pasado y las polaridades perdían su anterior estabilidad para danzar en
un Tao de mutua redefinición y permanente reinterpretación. Ninguna otra
configuración mental, aparte de la proporcionada por el inglés koine,
permitía captar la cuántica flexibilidad del nuevo mundo; ninguna otra
podía pintar sus proteicas complejidades. Pero adherirse realmente al inglés
universal (unenglish o koinenglish, como llegó a ser conocido) era un modo
de transmentación que no todo el mundo era capaz de afrontar hasta sus
últimas consecuencias. De modo que el unenglish se convirtió
gradualmente en el lenguaje de la vanguardia humana y medio de expresión
de la cultura superior, mientras que el resto de las lenguas fue desterrado a
una categoría periférica. En Iberia, los últimos intelectuales y científicos
que quedaban sintieron la claustrofobia de su menguada cultura indígena y
desertaron pasándose al rampante lenguaje universal. El ibérico, extendido
entre naciones retrógradas y anclado en las ingenuidades del viejo mundo
cartesiano, quedó como la forma de expresión natural de una especie de
pensamiento backguardista.”
El hombre delante de nosotros que me ofreciera la mitad de su
cordura llora ruidosamente. Veo resbalar lágrimas silenciosas por la mejilla
de Carry-Ann. Una honda lobreguez me envuelve a mí también y sojuzga a
toda la plaza. Hemos comprendido más allá de nuestra comprensión.
Nuestra carne sabe lo que nuestras mentes se esfuerzan por ignorar: qué
profunda es nuestra pérdida. La nebulosa resonancia por la que entendemos
palabras tan lejanas no es, en realidad, sino un eco en el pozo de nuestra
desposesión.
Tantas preguntas flotan alrededor, impronunciadas... Tantos
enigmas, absurdos, lagunas en la historia... Pero nadie parece capaz de
darles forma reflexiva y ponerlos en palabras. Cada uno está aislado en la
celda asfixiante de su desesperación individual.
La Esfinge se hunde de nuevo en la ciénaga de su propio absurdo. Su
cuerpo cae blandamente en el estiércol, soltado de pronto por su mal
encajado intelecto. Por un instante, el lyft vibra como conmocionado por
las alas de su espíritu al vuelo. El poder ctónico se arrastra de nuevo a su
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gruta. La Manifestación se evapora dejando atrás una estela de abandono,
monstruoso e insondable. Todo un mundo se retira de nosotros: su
encarnada memoria cae muda y ciega. ¿Quién es éste hombre?, me
pregunto.
Y entonces, como si me fuese susurrado desde tan cerca que el
aliento reptil de una presencia invisible me rozase el vello de la mejilla,
oigo sólo dos palabras anónimas:
El tramador.
Predadores Bajo la Maldición de la Luna
Sólo ahora, al alcanzar borracho, lerdo, hambriento y destrozado la
Puerta Sur, me golpea esta empresa por delante con toda la fuerza de su
incongruencia. ¿Sólo siete de nosotros para exterminar a un pueblo entero?
Caigo en la cuenta de pronto que nunca me he preocupado de saber
cuánta gente vive en P-6. Normalmente se asume que éramos alrededor de
seil mil al principio. Al hallar territorios libres de replacers hacia el sur —
una larga franja costera de tierra viva—, establecimos nuevos
asentamientos hasta el límite del área defendible. Excavamos nuevos nidos,
aunque más pequeños, a los que llamamos las Colonias y unos centenares
de combatientes emigraron allí. No pasó mucho tiempo antes de que fueran
reconocidos como pueblos autónomos, aunque Control retuvo siempre una
especie de supremacía administrativa. Colonia-VI se convirtió entonces en
Pueblo-1 y los asentamientos fueron renumerados de acuerdo con un orden
que seguía la alineación de sur a norte. Por lo que recuerdo, P-1, P-2 y P-3
se contaminaron al comienzo del año pasado y una liga de los
asentamientos septentrionales destruyó los nidos junto con toda su
infectada población. Pueblo-7 no estuvo involucrado en la masacre, sin
embargo.
De modo que la gente es destruida pero nunca reemplazada.
Nuestro número debe de estar menguando peligrosamente. ¿No será
ésta la paradoja de nuestra sentenciada vida, pues? Al matar a los replacers,
lenta pero inexorablemente nos destruimos a nosotros también. Nuestra
única y quizás lejana o incluso absurda posibilidad de supervivencia tribal.
Nosotros somos los únicos destructores, nuestra propia maldición. Pero
quizás de esto se trate, después de todo. Un experimento. Un jodido
experimento. Un experimento cruel y aberrante, tal como Madsphinx
pareció sugerir. Un experimento para seleccionar al más fiero, atroz,
inhumano, implacable, impío de los luchadores. El único superviviente
cuando todo el resto haya caído y se haya podrido y descompuesto. El
Exterminador de exterminadores; el asesino por excelencia. El exento de
corazón, de alma, de esperanza, invencible en su indiferente libertad. El de
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la mirada petrificadora, aliento venenoso, aquel cuyo toque hace de la
sangre polvo, el del golpe aniquilador. El que se ríe de la muerte y da la
muerte. Un Infierno andante. Una plaga. Una bestia artera. Un Predador.
Que danza con la muerte. Una máquina de muerte. El cosechador del vacío.
El Urseiende. ¿Y después?
“¡Déjalo ya! ¿Quieres?”
Desde luego. Es hora ya. Hora de ser fieros, de ser letales. Tiempo de
matar.
“¡Lone en su actitud meditativa!”, se mofa Karla de mi paso
vacilante y mirada perdida al verme llegar. “Pareces mierda, camarada.
¿Qué tal la Esfinge esta noche?”
“¿Vamos a caballo hasta P-6, entonces?”, le pregunto ignorando su
tono sarcástico y observando los siete caballos negros que una guerrera
tiene sujetos por las bridas.
“Supongo que ya conoces a nuestros tovarishi”, dice Karla saltando a
su actitud de líder ultraeficaz. “Erda es la rubia con los dolganogis”,
comienza señalando con un gesto a la que guarda los caballos. “Éstos son
Xavier, Tyger-Jack, Dwarf, MeDina y 10-6.”
“Nunca he sido demasiado bueno para recordar nombres.”
“Éste es Lone, tovarishi, cavilador donde los haya.”
“¿Cuánta?”
“¿Cuánta qué?”, replica Karla.
“Gente, por supuesto.”
“¿Viviendo allá? Sobre los trescientos.”
“¿Cómo vamos a hacerlo, los siete?”
“¿Has oído hablar alguna vez de fuego coloidal?, ¿fuego coloidal
autogenerante?”, repone el que se llama Dwarf y sus grandes ojos negros
destellan cruelmente en la penumbra del pasadizo. “¡Es como una bola de
nieve caída del puto infierno!”
“Nunca he oído hablar de eso, brotherboyo. ¿Arma de ghostkiller?
Porque no creo que sea de mucha utilidad contra los replacers, en espacios
abiertos quiero decir. ¿O me equivoco? ¿Es eso lo que significa ser
ghostkiller, pues? ¿Vamos de ghostkillers esta noche?”
“¿Lo veis, camaradas? Lone en su característica actitud loniana”,
interviene Karla. “Siempre dispuesto a darle vueltas a las cosas, una vez y
otra; nunca para la acción. ¿Te importaría montar tu jodida bestia y ponerte
en marcha?”
“¿Vosotros, amigos, nunca pensáis dos veces las cosas?”
Pero nadie responde ya. En todos los rostros, esa expresión de
mulesca determinación.
Como un inmenso Ojo celeste, la luna azulada vigila el rastro de
nuestra culpa. Vestidos del cuero negro de las pompas guerreras, a lomos
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de sementales negros, ingenuamente creemos que nos deslizamos como
espectros disueltos en la oscuridad de la noche, como la ráfaga gélida de un
gas tóxico. Sombras entre invisibles, espectrales sombras. Desolación
engualdrapada de sombras, elusiva a través de la noche.
Pero no es verdad. Nos ve. Nos recordará hasta el último día del
mundo. Nos contendrá para siempre en su luz imperecedera. Y los siete
viajaremos toda la distancia de este universo en expansión en el rayo
azulado de su memoria intraicionable, proclamando sin cesar nuestro acto
al réquiem de los astros, su canto de cisne sideral. Un hecho grabado en el
mármol espectral de la azulada luz de luna, viajando siempre, hasta el
último día del mundo. Un presente de mármol imperecedero. Más y más
allá a través de la noche de espuma cuántica y polvo infinitesimal.
No tengo nombres para todos los olores que me alcanzan. Sé que
algunos de ellos son aromas herbarios, otros son la estela de una santa
destrucción. Vagamos entre árboles masivos y enanos, contorsionados
dolorosamente, tocones que se resisten a morir jactándose de una erupción
de espinas crueles, ruinas encamisadas de yedra o miserablente desnudas y
escarificadas... un paisaje mutante en el que la Naturaleza, herida,
deformada y vengativa, se esfuerza tenaz por cubrir los restos de un
holocausto, como si quisiera borrar los últimos vestigios de civilización
sepultando para siempre el recuerdo del hombre, avergonzada de él.
Lejos a mi izquierda, un mar en rapto canta bajo un cielo lácteo,
ignorando las penas de la tierra.
¿Quiénes somos nosotros? ¿Por qué nos ha preservado un dios
sarcástico? Si somos objeto de un experimento, ¿dónde están los
experimentadores? ¿Dónde ocultan la razón de su crueldad? Pero quizá
incluso ésta sea una triste esperanza y no seamos más que zombis de ojos
en blanco que han sobrepasado su ciclo vital y que pagan con dolor
monstruoso la absurda prolongación de su inmuerte. Quizá no haya nada
más allá del Anillo, aparte de ruinas y ruinas asfixiadas bajo una Naturaleza
vindicativa. Y este reducto que llamamos Anillo quizá no sea sino una isla
de angustiada consciencia en un océano de muertos pudo-haber-sido;
lentamente menguando, recayendo lentamente en la inercia total.
Prístino Silencio como aire de cima, tintineante frémissement.
Quieto el Monte, mudo y distante.
Gorgoteo de río abajo; crepitar de quejicosas ascuas.
—canta en la distancia un mar rapsoda en rapto, bajo el cielo lácteo,
colmando la noche de koan y profecía.
Pero déjalo ya, Lone, ¿quieres? Éste es tiempo de crimen. Tiempo de
ser letales e impíos, pero silenciosos como serpientes. Incluso los cascos de
los caballos han enmudecido. Aun las lágrimas minerales de la Naturaleza
26
se han petrificado. Nada turba el silencio hialino de la Noche... aparte de
tus pensamientos. ¿Lo ves? Nada se mueve, sólo un dedo fino de luz
azulada que sigue el rastro de los predadores malditos por la luna.
Embaucaputas, el Hombre
Mis pensar refluye. Karla a la cabeza de la fila se detiene
abruptamente. Parece que percibe algo por delante. ¿Replacers? Pero
replacers, ¿a esta hora de la noche? Sea como sea, está en su típica pose de
husmear la presa. Yo, en la cola del grupo, molesto los ijares de mi caballo
y empiezo a moverme hacia delante, donde nuestro líder aguarda
escrutando esta noche de seda; pero ella alza la mano en orden severa de
silencio absoluto.
Una mansa brisa nos palmea la espalda. Un viento poco amistoso la
sigue, levantando hojas muertas del suelo y llevándoselas arremolinadas
con un silbido animal. La orden de desmontar recorre la fila hacia atrás en
un susurro. Jirones de niebla pasan flotando, ciñen los árboles con bufandas
espectrales. Karla nos hace señas a 10-6 y a mí para que la sigamos, al resto
para que permanezca a la espera.
Con paso inaudible de gato nos guía a través de este bosque surreal
donde las luciérnagas brillan con mutantes colores y una niebla palpitante
parece viva. No mucho más lejos, empiezan a llegarnos voces humanas y
un inhumano y tímido gemiqueo. Desenfundamos las con-armas y
reptamos hacia el origen del sonido, escurriéndonos felinamente a través de
arbustos gigantes, verdinegros, hostiles.
Karla se detiene. Hemos alcanzado la línea del muro vegetal. A partir
de aquí el bosque se abre a un amplio claro de tierra carbonizada en la que
asoman unas pocas rocas dispersas, encorvadas y compactas figuras
sedientas del rocío de la noche, indiferentes a toda conmoción mundana.
Una hoguera resplandece al otro extremo del claro, donde un conjunto de
ruinosos edificios proyecta su silueta a través de las sombras de la azul
neblina. Seis guerreros hay alrededor del fyr en extrañas actitudes y Martha
—aunque no puedo estar seguro desde esta distancia— podría ser uno de
ellos. Y ahora vemos a los pequeños, los replacers. Hay dos sentados en
una roca, envueltos en mantas gruesas, temblando. Otro ha tomado la mano
de un guerrero y lo arrastra hacia las lóbregas ruinas. Puede que haya
incluso más... la niebla engaña nuestros ojos con imágenes furtivas de
cosas de este y de otros mundos.
Karla le susurra algo al oído a Diez-elevado-a-la-menos-seis y la
nervuda mujer se desliza de vuelta hacia donde el resto del grupo aguarda
junto a los caballos. En pocos minutos, la mayoría de ellos se habrá
desplegado en un cerco mortífero, espectral. Karla comienza a arrastrarse
27
de nuevo a lo largo del frente arbustado del bosque hacia un lugar de
acecho más próximo al enemigo. Un sentimiento blando, de debilitante
melancolía, crece a medida que nos acercamos al híbrido grupo sin salir de
nuestro ocultamiento. Desde nuestra nueva posición puedo ver claramente
a Martha. Pero parece más mayor y, en cierto modo, más delgada. Ha
perdido parte de su angulosidad y todo su porte pugnaz. Sus movimientos
son dóciles, gentiles, implorantes. Hay como una redondez en ella. Observa
a los temblorosos replacers como si fuesen parte de su propio ser, carne de
su misma carne.
Vuelvo la cabeza hacia Karla. Increíblemente, hay un destello en la
comisura de su ojo, una minúscula gota de rocío agridulce. La oigo caer,
humedeciendo primero las largas pestañas de su párpado inferior,
extendiendo sobre ellas una fina película de líquido azul, luego tintineando
al precipitarse durante eones de turbado silencio. De pronto una imagen
absurda emana del abismo de postergado tiempo, como si la lágrima de
Karla hubieso encendido recuerdos sepultados desde antiguo. Estoy
sentado delante de Karla, pero ya no es Karla ni tampoco es este mundo.
Ella es otro tipo de mujer, yo soy un orden diferente de alma.
‘Cada vez que te enamoras’, le digo, ‘sientes como si una mano en
un guante de terciopelo estuviese a punto de rozarte el pecho, de ahuyentar
con caricias el anhelo y el llanto que nacieron con la vida. Pero cuando
finalmente, realmente llega a tocarte, ya no es el miembro de terciopelo: es
una mano fría y profesional armada de escalpelo. Y penetra en tu carne
para sondar las profundidades de tu debilidad.’
‘Este mundo...’, responde ella, y veo el destello en su ojo azul, la
fina, rielante estela recorriendo su mejilla para perderse en amarga
sequedad, ‘este mundo fue hecho para la aniquilación de los ideales, ¿lo
sabías?; para el derrumbamiento de las aspiraciones. Es una máquina de
moler esperanzas.’
‘Corta a través de tus afectos, esa mano’, repongo yo. Los arranca
por último como si fueran las entrañas corruptibles de un cuerpo que
busca la inmortalidad en la apergaminada momificación. Taja tus vínculos
con el mundo exterior. Fuerza a los tentáculos de tus emociones a
retraerse del resto de los seres y ocultarse en ti mismo. Te libera de tus
debilidades y vulnerabilidades. Te vuelve fuerte. Una cosa blindada e
indiferente. Una fortaleza en arrogante aunque triste e inalterable
aislamiento.’
‘Todo amor es un espejismo contra el trasfondo de tu necesidad. En
el instante en que descubres su vacua naturaleza, te vuelves más tú mismo,
tu solitario y absurdo ti mismo en este mundo que es su autonegación’,
Karla alza una larga, esbelta mano hasta mi rostro y el terciopelo azul de
su guante me roza la sien.
28
¡Déjalo ya! ¿Quieres?... ¿No es eso lo que me dirías si el tragarte las
lágrimas no estuviese ahogando la ira de tu voz? Y tendrías razón, querida.
No es tiempo de compasión, sino de carnaje. Por eso estamos aquí, al fin y
al cabo, ¿no? Para amputar el miembro canceroso de la comunidad del
hombre.
Te admiro, Karla. Sé ahora que es verdad que portas el toque de los
replacers. Es tu inapreciable herida. Te hace sentir; te hace viva de un
modo que nadie más puede estarlo, ni se permitiría a sí mismo estarlo. Pues
tú pagas el precio de tu vida viviente, sintiente, con dolor. Amas la vida
porque eres lo bastante fuerte para dar la bienvenida al dolor. No niegas tu
vulnerabilidad, pero eres capaz de vencerla haciendo de tu debilidad la
fuente misma de tu fuerza fanática.
Tornas hacia mí tus ojos brillantes y sé lo que quieres. Yo lo percibo
también, al resto de nuestro grupo desplegados y preparados para el asalto
arrasador. Quieres que corra hacia los edificios en el momento en que
empiece el fuego y cace al guerrero y al replacer desaparecidos entre las
ruinas. Confía en mí. Tendrás a Martha para ti sola. Porque esto es lo que
quieres, ¿no? Matar tu ansia en Martha y ahogar tus lágrimas en llamas de
berserker.
Y por fin, tu señal. La marea del tiempo avanza como en olas de
ensueño. Nos lanzamos hacia delante, seis de los nuestros, como estrellas
fugaces con velocidad irreal. Los que están alrededor de la hoguera se
mueven dentro de otro ritmo, portados por la ola de un sueño más lento,
paralelo. Nuestras con-armas cantan. Cantan armonizándose con el canto
que subyace a todas las cosas, esa omnipresente endecha. Los que están
junto al fyr levantan los ojos, fuerzan los ojos, y sólo ven sombras
coaguladas escupiendo chispas. Chispas que matan. Y matan con
impenitente música.
Por un instante, las rocas introvertidas parecen inquietarse y escuchar
los sonidos de la vida. Vida que es un moler de la Muerte. Un instante
fugaz.
Entonces tú te detienes delante de Martha, deslumbrada por la luz
topacio de las llamas rampantes y la neblina de sus sentimientos
emasculadores, entunicada de Geistleiblichkeit. Yo no dejo de correr hacia
los edificios, arruinada plantilla de empeños y compromisos humanos.
Corro hasta allí donde vi por última vez al humano y al inhumano caminar
de la mano como desiguales amantes. Y cuando alcanzo el lugar, y cruzo el
umbral de las nieblas, y empiezo a ganar velocidad por pasajes entre muros
desmoronados, cubiertos de tristes mementos, sé que ya no lloras más en tu
corazón. Pues has bebido el vino de una destrucción santa.
Al emerger de mi trance no recuerdo haber matado a mis presas.
Pero ahí están, el hombre del cabello rojo y el pequeño cuerpo en una
29
mixtura de sangres, bajo el estrambótico monumento en medio de toda esta
miseria del tiempo. Todo ha ocurrido como en una serie discontinua de
gestalts, separadas por inmeasurables lagunas. Sueños dentro de sueños
dentro de las pesadillas de este tiempo brujo.
Me siento como mordido por langostas de cobalto, ebrio de
Weltschmerz.
Desde distintas direcciones todos mis camaradas convergen donde
yazgo postrado, incluso Dwarf con los caballos. Karla me posa una mano
amistosa en el hombro... terciopelo y acero. Me levanto con esfuerzo
sintiendo en la boca y la garganta el ardor de un vómito de sangre. Un
sabor repugnante que me recuerda que soy extranjero en este mi cuerpo.
Oprimido de pronto por el monstruoso bronce sobre el masivo cubo
de mármol ante nosotros, los siete alzamos los ojos hacia él como un único
hombre. Un insecto inmenso se cierne sobre nosotros, titánico y grotesco.
Trece largas alas le brotan irregularmente de los costados y otra tiene,
como un pétalo en la cabeza. Tiene protuberantes tenazas bajo fauces
atroces y una corona de asimétricas antenas. Tiene una aleta pisciforme en
la zona ventral y un pene casi humano. Tiene decenas de esquifidos
miembros velludos: dos de ellos le cubren sus ojos de abotargada tristura,
facetados, como si se negase a ver la monstruosidad que es, mientras que
una de sus patas traseras abraza tiernamente a un pequeño hombre que
parece su mascota. La linterna de 10-6 nos permite discernir la devota
inscripción:
LA
COMUNIDAD
DEL
HOMBRE
A
DROSOPHILA MELANOGASTER, LA MOSCA DE
LA FRUTA, NUESTRA MADRE. EL HÉROE
GENÉTICO DE TODAS LAS ERAS QUE TANTO
AYUDÓ
A
LA
RAZA
HUMANA
A
COMPRENDERSE
A
SÍ
MISMA.
CON
PROFUNDA GRATITUD HACIA ELLA Y TODO
SU HÍBRIDO LINAJE.
SI MOMENTUM REQUIRIS CIRCUMSPICE.
Un Nido Inundado de Fuego
Y ahora, cuando las llamas de este holocausto cainita se elevan altas
sobre la tierra amenazando las reliquias de nuestra cordura, siento tu deseo
devastador.
Mientras la noche muriente se colmaba de la leche difusa del polvo
estelar residual y bestias aladas volaban hacia la aurora en un doppler de
gañidos, nosotros arrojábamos nuestras bolas de fuego a lo profundo del
30
nido. Dos a través de cada una de las cuatro puertas reventadas; otra por
cada una de las tres desembocaduras externas de los conductos de
ventilación.
Como un ariete, tú descargaste tu furia bestial contra la puerta norte,
destrozándola con granadas y soltando a través de ella el fuego dragón. No
lejos de ti, yo nutría uno de los respiraderos con la mortífera gelatina.
Un clamor unánime surgió del subsuelo, un coro de almas torturadas
cantando la música de su infernal dolor. El suelo sobre el nido se colapsó.
Las llamas purificadoras se elevaron arremolinadas como danzantes
cuchillos cegadores. La noche desventrada respondió al pandemonium
terrestre con el mero parpadeo de sus luceros y el cielo pulsó las cuerdas
logarítmicas de su cítara funeral:
Una música que dice adiós a los sueños,
Un canto de ave desde los fuegos del alma secretos,
Con alas en llamas incendia mi mundo.
Formas-sueño, nombres-sueño, amores-sueño,
Soñados futuros danzan muertos hacia el litoral del olvido
De arrasados destinos...
Turbado por una inquietante presencia detrás de mí, giro en redondo
como para prevenir un ataque. Nada hostil había allí, sino tú, apoyada
contra un árbol masivo, contorsionado, con la máscara de una fiera
ansiedad en tu rostro. Tus ojos azules brillan con el rojo de las estrellas
murientes bajo el destello del fyr trepador: dos árticas lagunas que reflejan
el embrujo de una funesta supernova. Tu melena rubia derramada sobre los
hombros es como seda en llamas. Respiras en bocanadas posesas de lyft
ardiente, llamándome con ansia silenciosa.
Mi voluntad hecha destino, humo, nada, llego a ti mujer de voluntad
de hierro...
Sobre un suelo de rotos éxtasis cristalinos...
Tu necesidad me arrastra al agujero negro de tu desposesión. Acaricio tu
pelo ardiente. Beso tu ardiente sed. Abro tu chaqueta de cuero y como tus
ardientes pechos, tus amargos pezones fríos. Tú, con los brazos extendidos
hacia atrás por encima de la cabeza, te aferras al tronco como un mártir
atravesado por las flechas de un insufrible placer, aullando como un chacal.
Mi yo de ensueño se rinde al fin
Y me fundo con grito de astros exhaustos del Tiempo...
31
Aullando como coro de chacales parias, el subsuelo proclama nuestro
crimen glorioso: una boca del infierno escupiendo su mena de maldiciones.
Llamas barrocas pueblan la noche con triunfantes banderas de fyr. Huidiza
noche... Desnuda ahora contra el árbol martirológico, desesperadamente
quieres ser liberada de tu deseo.
Arrodillado ante ti mientras oscilas como el humo, sujeto tus muslos
de marfil y bebo de tu sexo protuberante la leche de los Cíclopes.
Y un-no-Yo, un oculto No,
Despierta al sueño y fascinación del Vacío.
Timeslide (O la Conquista del Reino
de la Autorrealización Autista)
Somos buenos muchachos, dignos de confianza. Hemos exterminado
a nuestros hermanos. Control está contento con nosotros y nosotros
estamos en paz con Control. Y porque somos buenos muchachos, hemos
estado disfrutando de un tiempo de ocio toda esta mañana y mediodía en el
cuarto de Karla, durmiendo la resaca de nuestra hacendosa noche.
Despiertos ahora una vez más, pereceamos en el lecho de Karla, yaciendo
uno junto a otro, los brazos detrás de la cabeza y las manos cruzadas por
almohada, perdidos los ojos en los dédalos del pensar... cada uno preso en
la concha de cristal de su propia fatalidad, entregado a hialinos ensueños.
“Tú lo viste”, asevera Karla.
“Lo vi.”
“Lo viste y entonces agarraste la cola de un recuerdo. Un recuerdo
que comparto contigo y que es temible.”
El tiempo pasa. El tiempo derrite la vela sobre la mesa convirtiéndola
en un montón de apagada, bulbosa cera. El tiempo trae ruidos cambiantes
fuera de la celda, en el corredor, y se los lleva hacia la noche recurrente. El
tiempo pasa, ligero de pies como una pantera preñada de inquietud.
“¿Entonces sabes qué hacíamos allí? ¿Qué es ese otro lado del que
llegan los recuerdos... si es que pueden llamarse recuerdos, después de
todo?”
Tanto tiempo ha pasado desde que Karla pronunciara sus palabras
que mis preguntas suenan desconectadas de nuestro anterior curso de
pensamiento. Ella permanece silenciosa durante lo que parece una
eternidad. Luego:
“¿Sabes en qué consiste?”
32
“¿El toque de los replacers, quieres decir?”, respondo. “Pero quizás
la cuestión es, ¿por qué lo tomaste? Y después de tomarlo, ¿cómo hiciste
para librarte de ellos?”
“Porque sé.... comprendí... que ellos no son la solución.”
“¿O sea...?”
“Tiene que haber un modo de salir de este mundo. Este mundo de
juguete. Una salida que nos saque de nosotros mismos. De esta tumán, este
entumecimiento”, afirma con violencia. “¿Sabes por qué lo tome? Porque
de pronto sus gemidos me parecieron música, una música en la que había
vida viviente.” Cesa, meditando.
“¿Y luego?”
“Eso ocurrió en la época en la que estábamos excavando el nido de la
Colonia-VI. Se suponía que debías trabajar un día y luchar al siguiente,
defendiendo el perímetro suroeste del Anillo. Yo había estado cavando
cuatro días seguidos, veinte horas por día, y estaba exhausta. Mis dos
tovarishi fueron tocados aquella mañana y tuve que matarlos. Fue culpa
mía que los tocasen; no había estado donde debía, cubriendo eficazmente
su avance. De pronto, me rodeó por todas partes el espantoso gemiqueo.
Debía haberme matado entonces, pero el chillido ensordecedor,
enloquecedor, empezó a transformarse en mis oídos en una melodía
mesmérica. Había una ternura, y una calidez, y un amor, en aquellos tonos
como nunca lo había sentido. Un amor que no tiene nada que ver con
nuestra camaradería o nuestro culto, con los miedos y los deseos frenéticos
que nos arrastran uno a otro.
“Les dejé venir a mí. Tocarme. Físicamente. Sentí una especie de
dicha, el dulce sabor de lágrimas olvidadas. Me necesitaban y yo estaba allí
para satisfacer todas sus necesidades. Y ése era el sentido de mi vida y ésa
mi indudable felicidad y mi paraíso. Pero entonces una nota estridente se
filtró de nuevo a través de la música enternecedora, como de un violín roto,
tejiéndose subrepticiamente al canto amable. Y supe que, aunque me diese
enteramente a ellos, incluso aunque los alimentase con mi misma sangre y
carne y huesos, seguirían gimiendo y gimiendo y gimiendo por todo el
tiempo por venir. Porque su necesidad es inextinguible.”
Torna la cabeza hacia mí y veo el azul brillante de sus ojos a través
del velo de sombras. La guerrera, la luchadora artera, la implacable líder, se
ha retirado detrás de una mujer que sólo desea ser abrazada y hacerme
probar el sabor de sus lágrimas contenidas.
Estoy demasiado entumecido para eso.
“Lone, los replacers son la encarnación de nuestra mismísima
necesidad. Nuestra necesidad de hallar sentido en esta puta pantomima que
llamamos vida. Hallar sentido... o ser remplazados.”
“Y los destruiste.”
33
“Devolví mi con-arma despacio a la cartuchera. Saqué el unstringer.
Disparé. Las ontocuerdas saltaron con un chasquido. Sentí más que oí su
sonido, como una palabra pronunciada con siniestro esmero hacia atrás.
Una palabra sagrada. No. Un Nombre. Un Nombre auténticamente
substancial: el cuerpo sonoro de los replacers, su simetría esencial en forma
de sonido. Los patrones de resonancia intratómicos se volvieron locos.
Incluso el flujo espaciotemporal pareció sufrir el efecto y se formaron raros
vórtices para desaparecer al cabo de un segundo con el reflujo de lo
insondable, llevándose los residuos atómicos de los pequeños seres
llorosos. Esto ocurrió, por supuesto, cuando los unstringers estaban todavía
en fase experimental, antes de que renunciásemos a ellos.”
Pausa durante un momento.
“Así que ahora lo tengo. Su toque. Mi herida. Me permito a mí
misma sufrirla porque quiero sentirme viva. Si has de sentir, no queda otro
camino que abrir la puerta al dolor. Por eso nuestra vida es como es. Esta
rutina mecánica sin propósito ni fin. No queremos seguir pagando el precio
de la Vida. Nos hemos retirado colectivamente al reino de la
autorrealización autista... donde nos ocultamos amurallados contra la Vida
real.”
“¿Sabes lo que dijo la Esfinge anoche? Que éramos parte de un
experimento.”
“¿Eso dijo?”
“Lo sugirió.”
“Timeslide.”
“¿Qué?”
“Corrimiento temporal”, repite Karla esotéricamente. “Hubo un
corrimiento temporal en algún momento del pasado, si es que puede
hablarse de un pasado todavía. Como un corrimiento de tierras, pero en los
estratos del tiempo. Debe de haber pequeños timeslides todo el tiempo,
pero salvamos las incongruencias en las secuencias temporales inventando
narraciones que nos ayudan a preservar lo que para nosotros es la lógica
natural de las cosas. Zurcimos, por así decir, la trama desgarrada de la
realidad con un hilo artificioso de causas y efectos. Sólo que esta vez, la
brecha creada por el timeslide era demasiado ancha. Y dejamos que entrase
el Absurdo. Un Dios irresistible para mentes cansadas de tejer el inacabable
tapiz de la racionalidad. Mentes que durante siglos, milenios acaso, se han
esforzado en transmutar el caótico magma cuántico en ordenadas líneas
temporales. O en narraciones. Pero las narraciones acaban siempre
colapsándose en su propia mentira argumental. Entonces te queda la
realidad. O la locura, que viene a ser lo mismo.”
“Pero habías dicho...”
“¿El reino de la autorrealización autista? Sí. Es el espacio de la
inviolabilidad interior, donde nadie puede tocar ni pisotear el compacto
34
silencio de tu egoísta soledad. El dominio del todo y la nada. El centro del
encuentro contigo mismo y de la pérdida absoluta de ti mismo, donde el
dolor infligido por los demás se desvanece ante el daño que te causas a ti
mismo. Es el último y santo reduccionismo de la vida. Un sagrado núcleo
de paroxístico autoparasitismo, desde donde chupas como una sanguijuela
la savia de simples, egoístas, estancados gozos. El entumecimiento físico es
la imagen visible que mejor traduce este dominio interior: el reino de la
autorrealización autista es el limbo, pero es un infierno también. Es el
agujero negro más recóndito, una reliquia de la supernova del yo. Es el
oxímoron por excelencia. La ur-lágrima transmutada en gema y amuleto: el
ámbar-prisión del sí-mismo. El altar de la interna transfixión; el arca del
letargo del corazón. Una falsa singularidad. Torpor de insatisfechas
carencias. El ciego y parapléjico sustituto del Gozo. Tiempo helado.
Endotiempo. Endotiempo colapsado. Es la palabra-astilla balbucida; la
siempre/nunca mano tendida; el llanto freático; una fantasía de libertad en
la mazmorra del autoengaño. La dicha-daño de la soledad vocacional. Una
plétora de Yo: plenitud clonal. El Tantra de la interminable
automasturbación. Derrochada epifanía de implosionada egofanía. Un
fortín hecho de los fragmentos de los sueños y los pedazos de espejismos
rotos. El estéril otro-lado del espejo. El dolor estrangulado que ensordece el
grito de los nervios castigados. Asfixia de autobeso.”
Gradualmente Karla ha ido vertiendo su discurso en el ritmo de una
encantación.
“¿Así que, según tú, todos juntos nos retiramos a un espacio
semejante? No puedes decirlo en serio.”
“Mira a tu alrededor, liubov. ¿En qué otro lugar crees que podemos
estar? ¿Qué otra cosa es este mundo, esta vida vacía?”
“¿Un reino...?”
“Un universo construido a partir de la fórmula autista, sí. Y
embrionario, además. De algún modo alineamos el evento que es este
mundo a partir del caldo cuántico, el multiverso de implícitas posibilidades.
Y luego fuimos incapaces de imaginar una forma de continuadad creíble
entre nuestra existencia anterior y este sórdido nuevo mundo. Así que
olvidamos lo que fuimos. Y seguimos jugando al escondite con nuestros
recuerdos.”
“Estas cosas, ¿te las figuras o las sabes con certeza?”
“¿Certeza? Klugman, ¿qué crees que podría significar saber algo con
certeza?”
Ontologías al Viento
35
Autismo es realismo; realismo es autismo... este estribillo se repite
como el eco en los sótanos de mi mente ahora que dejo la habitación de
Karla y floto hacia la salida B, la Puerta Este, la Puerta Marítima, la Puerta
del Destino... a través del dédalo de corredores, perdiendo más de una vez
el camino en mi completa falta de concentración. El mundo externo se ha
vuelto irreal hasta el punto de parecerme disuelto como los sueños. Tengo
la sensación de que podría flotar como un espectro a través de las paredes y
los techos de la madriguera con sólo quererlo. La razón de que ni siquiera
lo intente es que éstos me ofrecen cuando menos un débil sentido de
simetría, concreción, definición, norma, anclándome en esta, más o menos
estable, proyección de mundo.
“Va a dar la hora de cerrar”, me advierte el guardia de la puerta
cuando emerjo desde la penumbra subterránea al moribundo atardecer
exterior.
Indiferente a su advertencia, paseo hacia la orilla bajo un cielo azul
sangre. Casi desnudos, rebozados de arena coital, lustrosos, los últimos
adoradores retornan al nido, cada uno aislado en la resaca de su dilapidado
placer, sus sueños de gozo rotos, exhausto.
Las viejas ruinas del pueblo fantasma quedan atrás. Las gaviotas
giran en lo alto con un triste, vaneciente zumbido. Por fin solo en la orilla;
besados los pies desnudos por la espuma arenosa del reflujo de las olas
muertas. El mar bulle de tentaciones y peligros y una luna púrpura navega
entre nubes preñadas de augurio.
Me siento oceanizado por una agonía en suspenso.
Una solitaria quietud, un silencio frío e inmutable como un dios,
contempla estólido desde lo alto los extraviados destinos de la raza
superviviente.
Soy un interrogante en pie sobre la arena.
¿Quién soy? ¿Quién soy yo en medio de este Grand Guignol de
mundo, entre sordas presencias cósmicas? Una luna pensativa perdida en
extreterrestres cogitaciones, nubes con alas de profecía que pasan y se
disuelven efímeras, el borroso trasfondo del jeroglífico estelar, un mar que
ruge sin causa o ronronea gentil con el mecerse de sus largas, acrobáticas
olas, la omnipresente-omniausente materia como un unánime embrujo de
impenetrabilidad dando apariencia cercana a cosas que están más allá,
racimos y racimos de átomos inalcanzables por siempre... toda esta
improvisada coreografía abocetada como por la mano impresionista de un
aprendiz de dios.
¡Yo te pregunto! ¿Qué eres sino el sedimento de mi propia
percepción?, ¿el muro pintado contra el que rompe el fluir de mis sentidos,
engañándolos con forma y color?, ¿el muro en que reposan protegiéndose
de su abisal inclinación, su élan de apeiron, su insaciable movimiento?
¿Qué eres sino el tapiz fenoménico que viste mi miedo de lo Informe? Y
36
esa temible Ausencia de Forma detrás de ti ¿es el último escalón del Ser, el
umbral de la Nada, o es sólo Su principio?
¿Qué eres sino funciones de onda hilomórficas colapsándose en el
horizonte de mi percepción, irradiadas por la recóndita vacuidad de las
cosas que se hace pasar por su Ser oculto? Ecos del yo. Pues quizás no
exista nada aparte de la oquedad del yo y sus ecos vacuos.
Autismo es realismo.
Soy un interrogante en pie sobre la arena, soplando vientos de
aniquilación.
Olas domesticadas me lamen los tobillos con espuma de armiño. Me
inclino sobre ellas y tomo wuldor de mar en mis manos acopadas. Me lavo
el rostro con sal, áspera en los ojos, que empaña mi visión. Me sumerjo en
las olas dejando que me cubran el cuerpo y disuelvan mi forma carnal en
una nube de amorfa espuma y líquido zafiro. No soy nada, sino
desustanciado plasma de mar.
El recital de la naturaleza cae abruptamente en silencio.
He oído vuestra inhóspita quietud. Siento sobre todo mi ser vuestra
titánica indiferencia. En un apocalipsis de revelación, sé de pronto que yo
no soy el que duda, sino la llana superficie en la que se refleja vuestra duda
coral y portentosa. Vosotros dudáis de mí. Sois vosotros quienes dudáis del
hombre: el superviviente, el carroñero, el gusano del hombre...
Aterrado, me apresuro a levantarme reivindicando mi ser, mi forma,
las líneas de mi cuerpo, el contorno de mis pensamientos, el fin de mi
anomia...
Monótono, el mar pasa a través de mí ignorando mi presencia,
impávido ante mi devastación. El viento sopla a través de mí... ontologías
dispersando. El ojo aniquilador de la luna cae sobre mí, viendo a través de
la carne fantasma de mi ser hueco. Este bucle del yo en el vacío. Esta
transitoria y fatua egofanía —tan efímera perturbación— en el mundo de
las consensuadas imaginaciones.
“Recuerda”, parece que digáis, “recuerda si puedes. Si eres,
recuerda.”
Por más que lo intente, no puedo recordar el principio de mi cuento,
las líneas de su argumento, la clave de su sentido. Soy sólo mortinata
narrativa... y mis recuerdos fragmentados son lunas menguantes contra una
cúpula de insondable negrura.
Soy un interrogante en pie sobre la arena...
...una pregunta hueca barrida por vientos de aniquilación.
Perlas para los Cerdos
“Tramador.”
37
Susurro la palabra tan próxima a su oído como los barrotes de su
jaula me permiten acercarme a la Esfinge, tratando de instilar en ella el
mismo siseo reptiliano que la trajo a mis sentidos la primera vez. El
hombre sentado en el estiércol me mira de reojo sin prestarme demasiada
atención y, rascándose la nariz mugrienta, continúa puntilloso su
conferencia.
“Es obvio que allí donde el racionalista ve al hombre como un
compuesto de cuerpo y mente, el místico experimenta su ser más íntimo
como un alma separada de lo material. Allí donde el racionalista necesita la
separación entre las verdades relativas a Dios y el conocimiento humano, el
místico entiende el Conocimiento como una fusión con lo Divino más allá
de todo posible saber humano, un Ver y un Ser más que un pensar. Donde
el racionalista gana con la desaparición de los mundos mediales eidéticos
entre la Divinidad y la Tierra, el místico pierde el contacto con su origen y
el medio natural de su ascenso progresivo a través de los reinos espirituales
hasta la Consciencia más alta. Donde el racionalista logra la plenitud de su
independencia mediante una completa escisión entre su naturaleza
individual y la Divina Naturaleza, el místico se siente incurablemente
aislado de la Deidad, suspirando por el Uno. De ahí que Eckhart y sus
seguidores tuvieran que recuperar el neoplatonismo de Proclo con su
metaontología del Uno como asiento del Ser —sedes ipsius esse in uno
est— y el tema del fluxus entis. De acuerdo con Eckhart Ego sum qui sum
(Éxodo 3:13) debe ser reinterpretado como el modo de Dios de ocultar Su
verdadero nombre. Quietismo y acosmismo habían de ser inevitablemente
las inmediatas consecuencias de la doctrina de Eckhart. En la práctica, este
misticismo es del mismo orden que las aproximaciones budista e hindú
mayavada: afirma con rotundidad el polo transcendental de la existencia, el
Ser puro bajo su apelación esencial del Uno —el Uno con preferencia a
cualquier otra apelación porque ésta llama al alma a la reabsorción final de
su ser diferenciado en el seno original (y aboriginal) de la existencia—,
pero supone una negación de la vida. Ésta es la razón de que nunca pueda
ser una fuerza motora para amplias masas de gente, cualesquiera que sean
los méritos de este camino interior y vuelo vertical para algunas almas
predestinadas, o cualesquiera que sean sus efectos éticos positivos en los
dominios religioso y social. Donde esa doctrina ha sido dominante, la
sociedad se ha estancado. Indudablemente posee, como subcorriente
religiosa, un valor incomparable en cuanto que autopista hacia los Mundos
superiores; pero desde una perspectiva que pretenda afirmar el mundo,
como la que el cristianismo prometía desde sus mismos comienzos, no
puede ser más que una estrategia provisional y de limitada aplicación antes
de la eclosión final de una síntesis de tipo teilhardiano que reconozca a la
Materia el elevado lugar que merece en una metafísica integral.
38
“Cambiemos ahora diametralmente el tema de nuestra inquisición.
Examinemos las paradojas de Zenón y reflexionemos sobre el modo en que
Aristóteles las abordó. Porque el hecho de que realidades prácticas tan
evidentes como el movimiento y el cambio se tornen problemáticas al
considerarlas filosóficamente denuncia por sí mismo el profundo cisma que
existe entre nuestra experiencia intelectual superior y nuestra experiencia
física, sensitiva. Un cisma que nos invita a tomarnos seriamente las
dificultades presentadas por el presocrático...”
Un grupo de cerdos recibe con interesado gruñido el tema promisorio
que Madsphinx inaugura de repente. Remolinos de moscas se
desencadenan abruptamente, como si los pequeños bichos obedeciesen a
una radioseñal de su conciencia compartida, sólo para volver al instante a
su sereno y parasitario forrajear.
“Dime Wissenschaftlehre”, le molesto de nuevo, “dime más del
mundo del que hablaste la otra noche.”
“Aquiles nunca alcanzará a la tortuga, dada la infinita divisibilidad
del espacio finito que separa al héroe alípede de la torpe bestia. Ergo, en
realidad no existe nada conceptuable como movimiento: el movimiento
físico es una ilusión, el tiempo no existe, el cambio no existe. Sólo está el
Ser. Inamovible, inmutable, inalterable.”
“¿Me hablas en enigmas o estás ignorándome por completo,
tramador?”
Un caballo piafa dos veces y entona un relincho de aprobación. El
hombre sentado en el fiemo me arroja una fugaz mirada de escarnio, recoge
unas cortezas de pan esparcidas por el suelo de su jaula y las mordisquea
como un mono interesado de pronto en su comida sola.
“Te vuelves más listo por momentos, ¿verdad?” Frustrado, agarro los
barrotes de su jaula y los sacudo brutalmente. “Escucha, durak, estoy lo
bastante borracho como para oír la verdad. ¿Lo ves? ¿Ves esta botella de
veneno? He estado lavándome las tripas con esto hasta anonadarlas. Puedes
derretirte las entrañas con esto, ¿lo sabías? Es destilado sopor. Te vuelve
clarividente y lerdo al mismo tiempo... es magia, es panacea. Puede matarte
la mente al instante, sólo que la mía es muy tenaz. Pero no te preocupes, he
ahogado a la bestia pensante que hay en mí por el momento. Así que puedo
saber. Necesito saber. ¡Tengo que saber! ¡Eh!, ¿sabes de otros
aquíquequieransaber? Yo soy el único, oye. Oye, no debería estar aquí.
Sabes que está prohibido estar aquí a solas contigo. Sólo dime el
porquéyelcuándoyelcómo... tú piojosiasbitch Wissenschaftlehere, tú
lousyasaweinacht recuerdo de hombre, tú morecrossedthanXmas
condenado jodido tramador, tú loco mugriento...”
Inmune a mi andanada, él permanece sentado en la fortaleza de su
poderosa calma. Su serenidad es abrumadora, contagiosa. ¿Qué clase de ser
tengo delante? ¿Está del todo aquí, en este mundo? ¿O es sólo la
39
prolongación limitada y parcialmente ciega de un Ser de orden superior,
habitante de una dimensión más real, de un mundo más grande y
consciente? ¿Es hombre o superhombre o animal? ¿Por qué creo que tiene
verdaderas respuestas?
Una vaca muge pidiendo que continúe.
La Esfinge sonríe benigna, obviamente complacida por el interés que
muestra su público bestial.
“Tal disparidad entre el testimonio de nuestros sentidos y el de
nuestra razón, o entre nuestra razón práctica y el intelecto, debe resolverse,
de acuerdo con Aristóteles, a favor de los primeros. Para él existe una
diferencia entre la infinita divisibilidad en acto y la infinita divisibilidad
potencial: si Aquiles se detuviese cada vez que alcanza la mitad de la
distancia que está obligado a recorrer, los puntos de la línea que determinan
esa potencialmente infinita división se actualizarían realmente y el héroe no
podría nunca alcanzar a la tortuga. Para Aristóteles, la infinita divisibilidad
potencial del tiempo implica la continuidad del tiempo y es lo que hace
posible el cambio y el movimiento. Ahora bien, la cuestión es que el
tiempo no es infinitamente divisible y que por debajo del tiempo de Planck
no tiene sentido siquiera hablar de tiempo. La luz es discreta, la energía es
discreta (Planck), el tiempo es discreto (Barbour). ¿Qué hace que ese
tiempo discontinuo elemental se convierta en el flujo temporal que
percibimos? Que el lapso que la mente humana en su estado presente de
evolución tarda en crearse cada instantánea del mundo es superior al
tiempo de Planck, de modo que no puede percibir las discontinuidades.
“Podemos concebir, pues, frente al posible trasfondo de un
continuum hipertemporal, unas unidades discretas de tiempo humano o
instantes que de algún modo corresponden a pulsos de
percepción-de-cambio, algo similar al tiempo que necesita la mente para
integrar la percepción de los sentidos y la de uno mismo en un bit de
experiencia unitaria de yo-mismo-en-el-mundo. Esto significaría que
ciertos intervalos de hipertiempo pasan desapercibidos para la mente
humana aunque, cuando menos en principio, podrían ser perceptibles para
una forma de consciencia más rápida e integral: cuanto más alta la
frecuencia de quanta temporales, más cortos los intervalos de hipertiempo
no percibido, inconsciente, subliminal, y más integral la experiencia
objetiva del mundo. Una consciencia infinita gozaría de frecuencia infinita
y por ello de una omnipercepción del Objeto en posesión de sí en la
eternidad.
“La mente es incapaz, por tanto, de una completa percepción del
mundo. El mundo que ve y experimenta es el artificio que construye en su
esfuerzo por tejer en una trama única los t-quanta cuando intenta hallar una
configuración cósmica con sentido y congruente, un orden. Esto no
significa que su percepción del mundo sea esencialmente falsa, puesto que
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la mente debe de ser al fin y al cabo una expresión particular de la
Consciencia infinita, voluntariamente autolimitada en aras del poder
creativo de la Manifestación.”
“¿Hablas de nuevo en enigmas o ni siquiera has notado que estoy
aquí? ¿Es esta la razón de que ilustres a los animales, porque sólo ellos son
capaces todavía de apreciar la racionalidad? Hablas del orden de las cosas
con pensamientos ordenados, pero ¿dónde en el mundo reina un orden
semejante todavía? ¿De verdad recuerdas un mundo en que la mente era
capaz de imponer su propio orden a las cosas? ¿O es que estás
foolosofando en beneficio de locos como yo?”
“De modo que las flechas de Zenón tienen un interés especulat...”
“¡Escúchame, bastardo! Tú dijiste una vez que fuiste el último papa
de los Cristianos...”
“Ah, el Pope...”
“Dime lo que significa ser papa.”
“Quiere decir que eres el primero y el más grande de los
mentirosos.”
“¿Un tramador?”
Pero no, no contestarás a eso.
“Háblame de las mentiras”, insisto.
“Mentira es la substancia de la realidad fenoménica, la materia sutil
de la que están hechos los mundos. La Verdad se viste de mentira para
mostrarse ante los ojos de los hombres. A esto lo llamamos Imaginación,
que es la matriz del arte y el ojo de la poesía. Cuando la Verdad yace, la
mentira danza sobre su cuerpo. La mentira no es el problema, no, sino las
mentiras verdad. Que no son Verdad vestida de mentira, sino mentiras
disfrazadas de verdades.”
“Así que me oyes, me sientes, sabes que estoy aquí...”
“No, el problema no es cuando miento. Verás, lo que Zenón dice con
sus desconcertantes flechas es que...”
“¡Acabarás con eso!”
“...el movimiento es, en todo caso, una secuencia de estados
inmóviles. Pero entonces, ¿qué, en cada uno de esos estados de
inmovilidad, puede conceptuarse como movimiento? La cuestión se
complica aun más si tenemos en cuenta la aceleración y deceleración de las
flechas, pues semejante concepción del movimiento hace imposible
considerar la velocidad como una cantidad variable. Este problema es
similar al que plantea el concepto de causa, porque aunque podemos
percibir la secuencia causa-efecto como una asociación regular de dos
eventos en el tiempo, somos incapaces de percibir el proceso de causación,
el vínculo entre los dos eventos secuenciales.”
“¡Jódete!”
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“Quizás en ambos casos el problema radique sólo en el
funcionamiento propio de la mente.”
“¡Cállate, piojosiasabitch!”
“Las flechas de Zenón implican que, en la comprensión de ese
fenómeno, la mente se ve engañada y frustrada por su propio poder
analítico, divisor. Quizás la solución está precisamente en la dirección
opuesta: no en la vivisección del ‘movimiento’, sino en el intento de
comprenderlo como la manifestación especial de un cambio holístico, un
cambio en el sistema global de las cosas, por así decirlo. De acuerdo con
esta premisa, el movimiento no sería la traslación de un cuerpo singular en
el espacio tridimensional, sino el desenvolvimiento de todo un sistema
(aunque éste tomado sólo como una abstracción de la Totalidad) de
elementos sinordinados —arco, flechas, blanco, observador...—, en un
medio espaciotemporal estratificado, implicando un cambio en las
relaciones internas entre esos elementos. Esto es, una variación en la Forma
holista, no en las posiciones relativas ni en distancia cuantificable. Esta
idea del movimiento no es algo contrario a la inmovilidad, sino que más
bien la contiene en sí. Aun más, presupone la inmovilidad como
fundamento indispensable, pues ¿cómo podría moverse la Totalidad o a
dónde iría... oímos a Parménides preguntar?”
Y sigues y sigues y sigues... Y yo me bebo el resto de mi veneno y
siento su anestésico fyr nutrirme las venas. Y sollozo como el infierno; y en
un ataque de incontrolable ira lanzo la botella contra los barrotes de tu
jaula; y me tambaleo hasta la puerta envuelto por el hedor del establo, y por
los remolinos de moscas perezosas, al ritmo de la coral de bestias que me
despiden con un adiós de escarnio. Y al salir del lugar prohibido, olvidadas
filosofías, tu voz me acosa todavía con una felona canción:
“Surgida de su alma-espejo
la palabra-trueno se esculpe en Maravilla
y su rayo enciende luz diamante
en el crepúsculo del pensamiento.
Trances cantados como por mística Esfinge
la mirada común devastan con Visiones cometarias
y hacen del aire mortal
espacio para el Milagro.
Una magia de runas en danza silenciosa
a la mente soledosa embruja
con sueños que no mueren...
Sueños-oceáno que Dios Mismo,
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en la Noche-néctar de las cosas,
batió en orgía de Historias arcoiris”,
y sé entonces que a tu manera, tu sutil manera, me has dado muchas y muy
crípticas y dolorosas y perladas verdades, como si yo fuese también uno de
tus atentos cerdos.
Fuga Cuántica
“Nuevo día, nueva batalla; si yo lucho, de puta fábula” —eso dice el
refrán aquí, aparentemente banal pero, si os paráis a pensarlo, preñado de
una compacta sabiduría que no se capta a primera vista. ¿Me seguís? La
palabra clave es yo: dice yo, no nosotros; de manera que el adagio apunta a
una verdad individual y personal, no colectiva. Si un nuevo día amanece y
yo lucho todavía, significa que no me han tocado los replacers, ni me han
descerebrado las ‘palabras-trueno’ de Madsphinx, ni me han eliminado aún
mis hermanos ghostkillers después de que mi nombre haya sido borrado de
la lista de los vivos por el bastardo de Control. La segunda palabra clave es
luchar: dice luchar, no adorar ni comer ni pensar ni ninguna otra cosa,
porque la guerra es nuestra actividad esencial; la guerra es lo que hace a
nuestro mundo ser como es. De modo que, cuando un día comienza y yo
aún tengo mi batalla por delante, sé seguro que he vuelto a despertar en el
mismo universo absurdamente violento de siempre y que nada ha cambiado
y que nada cambiará nunca. Por eso puede decirse que nuestro folclórico
refrán acaba en semejante apoteosis de pirotecnia oximorónica: para
empezar, puta fábula es un bien hiperbólico, un hiperbien o, más bien, un
bien hinchado de florida metáfora... pero ¿qué es lo que debería estar tan
hiperbólicamente bien en la perduración de este mundo nuestro? Os lo diré
sin ambages: es el único que tenemos. Pero ¿es realmente mejor que nada?
Bien, es justo ahí donde yace la paradoja: algunos días es una putada del
infierno; otros, como caído del cielo, te sientes de puta fábula... que es el
hiperbien del infierno.
Así que, aunque esta mañana no estoy con Karla en nuestra área de
combate habitual, aunque monto inhábil y peligrosamente un 3-wheeler
arriba y abajo por escabrosas laderas, aunque inheroicamente disparo un
pulsador cuántico a diestra y siniestra... ¡todo va bien en el mundo!
Por supuesto nada va bien en el mundo.
Desde el momento en que un Newton poco amistoso me llamó antes
del amanecer por el intercom ordenándome que me uniese al escuadrón
noroccidental tan rápido como la muerte, sin más explicaciones, y yo le
respondí con ironía “¡Aye, sir!”, supe que éste podía ser mi último día en el
mundo. De ahí, quizá, lo de puta fábula después de todo: la proximidad de
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la muerte te vuelve más vivo que nunca, aun a tu propio pesar. Intensifica
cada segundo de tu prolongada supervivencia con una euforia animal y al
mismo tiempo sobrenatural. La mente y sus dédalos nihilistas quedan
trascendidos en momentos así: nuestro yo animal halla su vínculo directo
con algo que está más allá del filtro mental y nuestro yo intuitivo salta
desde su propio reino superior para cabalgar la bestia del hombre en un
gozo del peligro. Cuanto mayor el peligro, entonces, más puro y divino es
el gozo.
Así que, por más que disparo sin cesar esos q-pulsos contra las
hordas de replacers yahuuuuuuando con el resto de mis camaradas como un
loco, sé que ésta no es hoy mi verdadera guerra, si es que lo fue alguna vez.
Sé que llegará el momento esta mañana en que alguien disparará
‘accidentalmente’ su arma contra mí, o que me empujará astutamente hacia
ese lado de la colina en que el bosque arde ya con vastas llamas, o que
mientras trato de detectar al ghostkiller entre mis compañeros para prevenir
su golpe me iré barranco abajo sin quererlo y hallaré el olvido.
Quizás no haya otro motivo para mi eliminación que el capricho de
Newton. Pero es posible también que aquellos ojos acechantes que sentí
caer sobre mí ayer noche, al salir tambaleándome del establo, no fueran una
ebria imaginación, ni tampoco fruto de un temor retrospectivo surgido de
mi resaca esta mañana temprano. Puede muy bien que fueran reales, porque
Control no sería control sin ese ojo vigilante y omnipresente.
“¿Qué haces, Lone?”, crepita la voz rauca de Larissa, nuestro jefe de
escuadrón, en mi receptor. “Se suponía que tenías que impedir a los reps
que nos envolviesen el flanco por la derecha, ¿no?”
“¿Ves esas llamas, cariño? ¿Crees que quiero freírme en ellas?”
“¿Ves esos reps filtrándose por allí, sweetheart? ¿Crees que quiero
llevármelos a comer y pasar el resto de mi vida limpiándoles el culo? ¡Ve a
por ellos ya, soldado, o te freiré las pelotas yo misma!”
“¡Chúpamela!”, es lo que tu orden me inspira contestar. Pero no
serías tan franca, si fueses mi predestinado ghostkiller. Así que cedo y
respondo con marcial presteza: “OK, jefe, tú mandas. ¡Estoy en ello!”
Y conduzco hacia las llamas pujantes, arremolinadas, blandiendo mi
pulsador cuántico pero con un ojo en los retrovisores para protegerme de
maniobras subrepticias.
Pájaros ardiendo ascienden como flechas desde las copas de árboles
en llamas pintando el cielo un instante con frenéticas líneas humosas para
caer enseguida en moribundas espirales como nubes de restos carbonizados
y dispersas cenizas, sofocada para siempre su música y una imagen de fyr
emplumado grabada en la eternidad.
El lyft tiembla de ondas de calor y vibraciones naranja.
Insuficientes como éramos, fuimos nosotros en un principio quienes
incendiamos el bosque y elevamos ese muro de llamas para impedir que los
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replacers inundasen el área que no podíamos defender. Pero el muro tiene
agujeros. El fyr no se ha extendido ni integral ni uniformemente; aquí y allí
ha dejado corredores practicables, difícilmente detectables en medio de la
conflagración, por los que pequeños grupos de replacers se filtran sin ser
notados.
El calor es insoportable aquí y mi 3-wheeler trepida a punto de
explotar. De pronto, salto de la montura de hierro en un remolino de brazos
y piernas, y busco la protección de un afloramiento de rocas. Un segundo
más tarde el trasto es un molotov con ruedas volando colina abajo fuera de
todo control.
Estoy en medio de ninguna parte, rodeado de danzante fyr. Mi
receptor está en silencio como si fuese el único soldado en el campo...
incluso el único hombre en el mundo. Podría ajustar mi pulsador cuántico
para colapsar las llamas y abrirme camino fuera de este infierno, pero ¿qué,
si tropiezo entonces con una horda de replacers sin tiempo suficiente para
volver a fijar mi arma antes de que me toquen?
Y ahora, mientras estos pensamientos cruzan mi mente febril hacia
un umbral de indecisión, oigo el canto pletórico de un pájaro almuédano
desde el otro lado del muro de llamas, ominoso y triunfante. De pronto,
cuatro jinetes sobre caballos negros saltan apocalípticos a través del fyr al
círculo menguante donde me encuentro, Karla fiera al frente de todos ellos.
Al alzar sus pulsadores apuntándome, veo al insecto monstruoso que
hallamos tierra adentro la otra noche formándose sobre ellos y contra el
cielo pálido con humo negro y engañosa maya. Susurra una palabra que es
como la tormenta, carente de sentido para oídos mortales...
“¿Qué haces, Lone?”, cruje la voz rauca de Larissa, nuestro jefe de
escuadrón, en mi receptor. “Se suponía que tenías que impedir a los reps
que nos envolviesen el flanco por la derecha, ¿no?”
“¿Ves esas llamas, cariño? ¿Crees que quiero freírme en ellas?”
“¿Ves esos reps filtrándose por allí, klugman? ¿Crees que quiero
llevármelos de merienda y pasar el resto de mi vida limpiándoles el culo?
¡Ve a por ellos ya, soldado, o te freiré las pelotas yo misma!”
“¡Chúpamela!”
“OK, tú mandas.”
Y la veo venir conduciendo su 3-wheeler contra el cortinaje de
llamas pujantes, arremolinadas, blandiendo su pulsador cuántico, fijos sus
ojos de ghostkiller en mi faz borrosa.
Pájaros ardiendo ascienden como flechas desde las copas de árboles
en llamas trazando humosas parábolas en el cielo euclidiano, inmutable,
sólo para explotar en nubes de dispersas cenizas, sofocada para siempre su
música y una imagen de fyr emplumado demorándose un instante en el
viento del olvido.
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El lyft vibra de ondas de calor y matices naranja.
Insuficientes como éramos, fuimos nosotros en un principio quienes
incendiamos el bosque y elevamos ese muro de llamas para impedir que los
replacers inundasen el área que no podíamos defender. Pero el muro tiene
agujeros. El fyr no se ha extendido ni integral ni uniformemente; aquí y allí
ha dejado corredores practicables, difícilmente detectables en medio de la
conflagración, por los que pequeños grupos de replacers se filtran sin ser
notados.
Sé que no soy rival para Larissa. No aquí; no ahora. No mientras
conduzco esta cosa endemoniada con ruedas. El fyr será más compasivo,
los replacers enemigos menores, que esta comandante ofendida y
determinada asesina.
El calor se vuelve insoportable al abrir un túnel a través de las
cortinas del incendio buscando un camino desesperado fuera del campo de
batalla. Mi 3-wheeler trepida salvajemente antes de explotar en un viento
de metal incandescente y fyr líquido. Estoy en medio de ninguna parte,
rodeado de gimientes llamas derviches. Oigo el canto pletórico de un
pájaro almuédano desde el otro lado del muro de las llamas, ominoso y
triunfante. Herido clamor de pavo real cantando de Sueños Satori,
sagrados, secretos...
“¿Qué haces, Lone?”, estalla la voz rauca de Larissa, nuestro jefe de
escuadrón, en mi receptor. “Se suponía que tenías que impedir a los reps
que nos envolviesen el flanco por la derecha, ¿no?”
“¿Ves esas llamas, comandante? ¿Crees que quiero freírme en ellas?”
“¿Ves esos reps filtrándose por allí, soldado? ¿Crees que quiero
pasar el resto de mi vida limpiándoles el culo? Puedes apostar tu condenada
alma a que no. ¡Así que a por ellos o te freiré las pelotas yo misma!”
“¡OK, jefe, a tus órdenes!”
Y conduzco mi 3-wheeler hacia el Inferno de árboles que se
desploman entre llamas arremolinadas, de pájaros-cometa que ascienden
frenéticos desde el bosque ardiendo en humosas parábolas contra la página
euclidiana del cielo, convertida su música en fúnebre eco.
El lyft vibra de ondas de calor y frecuencias naranja.
Insuficientes como éramos, fuimos nosotros en un principio quienes
incendiamos el bosque y elevamos ese muro de llamas para impedir que los
replacers inundasen el área que no podíamos defender. Pero el muro tiene
agujeros. El fyr no se ha extendido ni integral ni uniformemente; aquí y allí
ha dejado corredores seguros, difícilmente detectables en medio de la
conflagración, por los que pequeños grupos de replacers se filtran sin ser
notados.
El calor se vuelve insoportable cuando hallo al primer grupo de
replacers en los túneles a través del incendio, tratando de llegar al campo
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de batalla. Mi 3-wheeler trepida salvajemente antes de que desenfunde el
pulsador cuántico. Un pájaro almuédano grita de pronto desde el otro lado
del muro de llamas, ominoso y triunfante. Herido clamor de pavo real
cantando de dulces Sueños Satori que bañan mi alma con himnos de
muerte... aguas-sonido de aniquilación. Lejos, inmensamente lejos, más
allá de una embolia de humo y de nieblas y de nubles sólidas, siento al sol
brillar: un astro-camafeo de lo Incognoscible. Soy una gloria de
impotencia, un hombre espectro, un vacío en el que tiene lugar el acto de
un Dios Enmascarado. Irresistible. Absurdo.
Disparo mi arma.
Las líneas de tiempo convergen y una potentia heisenberg de futuros
se colapsa en un ahora asesino, borrados los vectores de vida de los
replacers de la mera factoría de la posibilidad. Veo las fisuras en el tiempo
entonces, silueteando el fluido ahora. Y a través de los intersticios en las
corrientes del porvenir hallo la senda hacia coordenadas más seguras de mi
yo consciente...
Regicida
“Nadie sabía cuándo había emergido a la escena internacional. En
cuanto al cómo, bien, el proyecto europeo se estaba cayendo a pedazos y se
necesitaba desesperadamente una idea, una Idea magistral que pudiese
cautivar la atención del pueblo el tiempo suficiente para construir, a partir
de una monstruosa concentración de energías mentales, una consciencia
continental colectiva, por más embrionaria que ésta fuese en sus
comienzos.”
Es Madsphinx quien habla. Carry-Ann está sentada a mi lado, mi
mano prieta en la suya. Mi izquierda estruja la botella que he llevado a los
labios como si pretendiese ordeñar el cristal opaco hasta arrancarle la
última gota de este suero que me calcina los sesos. Inundada de licor, mi
memoria ha perdido el último y defectuoso resto de su localización
espaciotemporal, borradas sus coordenadas por esta descerebrante poción.
“Así que la llamaron. Porque era la perra de uno de los hombres del
momento. Y nadie podía olvidar, además, que era la autora de la Confessio
Hermeneutica, un siniestro tractatus cuyos ‘Principios de Hierro’ habían
sido adoptados con entusiasmo por los adeptos a la así llamada
neo-Realpolitik. Los infames Principia decían más o menos esto: Primero,
todo evento en el mundo es susceptible de ser manipulado de tal modo que
pueda darse de él cualquier interpretación concebible. Segundo, las mentes
de las masas son susceptibles de ser manipuladas de tal modo que se les
haga creer que la interpretación dada de cualquier evento en el mundo es
la única interpretación posible y su auténtico y verdadero sentido. La
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Realidad no existe. No hay nada más que actos de hermenéutica. Lo que
llamamos realidad es un acto social de hermenéutica orquestado por las
mentes de élite a cargo de los medios de comunicación, que son los líderes
naturales de la sociedad y los verdaderos constructores de la política. La
Realidad es, por ello, un producto político: el consenso final efectuado por
actos de manipulación hermenéutica y difundido por los todopoderosos
canales mediáticos.”
Madsphinx se detiene en seco. Me contempla con felina intensidad,
como si pudiese reconocerme detrás de las borrosas distorsiones que el
licor y el terror pintan en mi rostro. Pero ¿reconocer a quién?
“Era ibérica. Miss Puzzle se llamaba.”
Al oír el nombre empiezo a sentir arcadas: un camino hacia el
recuerdo se abre de pronto ante mí y la memoria es una vasta laguna de
náusea.
“Era una sanguijuela académica que parasitaba eternamente una
cátedra de literatura en alguna oscura universidad. Cuando no estaba
inmersa en sus fútiles y paranoicos dramas personales, se dedicaba a
secretar conocimiento mortinato del tipo altamente académico, esto es, la
aseveración de lo obvio en un paroxismo de abstracciones y de pedante
terminología.”
Y entonces, en el centro de mi náusea, veo un rostro. Ojos pequeños
e incoloros tras gruesas gafas, bajo cejas negras y espinosas, con pestañas
cortas y desmayadas. Piel blanca como suero de leche. Dientes afilados en
el cerco de una sonrisa desdeñosa. Y una lengua supremamente ágil y
resistente para el más frenético esgrima, ya fuese en la arena de los
conflictos personales o de los públicos debates.
“Era capaz de erigir, con meras palabras, toda una creíble realidad a
partir de su inagotable paranoia. Las mentes ajenas quedaban atrapadas en
ella, paralizadas, petrificadas, como en la infrangible burbuja de una prisión
de ámbar. Se sentía acosada por un inescapable sentimiento de amenaza y
su único alivio era infectar a otros con sus propios pánicos. Tenía un tipo
exportable de locura, una paranoia contagiosa. Al oírla hablar de sus
amigos uno temía que se quedase sin porquería con la que dilapidar a sus
enemigos. Era peligrosa porque era un ser poderoso: en un mundo
enloquecido era la indisputable Reina del Show.”
Y ahora ocurre lo imposible. Soy yo quien habla desde el omphalos
de la realidad, mirando a Lone, sus ojos abatidos. Soy yo el que habla con
la ponderosa locura de la Esfinge, arrojando perlas de entendimiento a esta
piara de circeanos cerdos. Y por un momento, por un mero instante de
desgarradora autoposesión, siento que todas las puertas de la memoria están
abiertas dentro de mí; inundan mi alma el conocimiento y la desesperación.
Después soy yo otra vez, doblado por punzantes arcadas, con jugos
alcohólicos arriba y abajo del esófago y la garganta.
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“Y entonces pasó a primera línea de la atención política con aquella
idea suya. ¿Queréis una Europa unida?, preguntó Miss Puzzle
retóricamente. Para la fusión de mentes y corazones y propósitos no hay
nada como compartir una misma culpa, dijo. Y qué culpa mayor puede
haber que el clásico, el glorioso regicidio, dijo. Pongamos, pues, un acto
final al drama inacabado que constituye el fundamento de la consciencia
continental, la Revolución Francesa, dijo. Y en la fuerza y el terror de una
nueva apoteosis termidoriana cortemos las cabezas todavía coronadas que
aquel fértil Evento dejó intactas, dijo. Y les pareció bien a los pomposos
líderes de la construcción continental. Y los reyes y reinas y príncipes de
toda Europa (y algún que otro noble, de paso, a efectos dramáticos y
escenográficos) fueron arrestados ostentosamente en sus ostentosos
palacios y portados a París. Despiadadamente. En jaulas de oro, como raros
especímenes. Como reliquias o curiosidades paleontológicas. Y los Gustavs
y Karls y Charleses y Carloses y Olafses y Philips y Christines y Elizabeths
(y algún pardillo de las Casas de Belloch y Malaspina y de los Drachenfels
bálticos) fueron decapitados en un cadalso público y sus regias muertes
fueron retransmitidas en directo a todos los países del mundo y por todos
los canales. ¡Qué macabra fête!
“El Führer alemán dijo que se sentía bautizado en icor ancestral y
que la sangre del holocausto revitalizaría el cuerpo enfermo de la
Comunidad Europea. El Presidente francés dijo que ya era hora de que la
Revolución Francesa fuera reconocida como el acontecimiento fundacional
de la Unión; París, como su piedra angular; y el francés, como el verdadero
espíritu de Europa. El Premier británico balbució algo acerca de manos que
más bien teñirían de rojo el multitudinario mar haciendo del verde un único
carmesí... pero nadie entendió realmente lo que decía. El caudillo de
juguete ibérico, el esperpento de rostro arratado, gorjeó que estaba
contento, sí sí muy contento. Y el rostro se le veía sobremaquillado en la
pantalla de televisión donde derrochaba su ferial sonrisa de ostentoso
grandguignolista.
“Miss Puzzle lloraba ríos de lágrimas sensibleras por la enormidad
de las cosas logradas. Ella, cuyo lema personal era Yo no cargaré con la
culpa, encontraba ahora la salida de su paranoica inculpabilidad
participando del crimen continental. Gorda como una Diosa Madre de la
edad de piedra, empezaba a sentir ya las punzadas de su hambre
inconsolable y a morder su eterno sandwich.
“Y yo, aquel mismo día, canonicé al simio, reconciliando así la
iglesia de Cristo con Darwin y comprendiendo por fin, a la vista de todas
aquellas cosas, de qué modo tan profundo, tan hondamente inconfesable, si
Cristo es el hijo del hombre, el Mono es el abuelo de Dios.”
Las intensidades de la narración de Madsphinx las hemos escuchado
no con el oído, sino con los ojos y el cuerpo. Los sonidos se han hecho
49
forma, las palabras imágenes, las pausas terrores. Ahora que calla, calla
absolutamente como la deshabitada carcasa de un hombre, nosotros
bregamos aún entre formas espectrales a la deriva en las corrientes del
evocado pretérito. La plaza bulle de presencias fantasmosas alrededor de la
jaula de Madsphinx, en el líquido y túrbido lyft del reflujo del tiempo.
Espectros de tenues lineamientos, vagamente luminosos, medusas oníricas.
El oráculo está silencioso. La botella seca. La noche gastada. La
Esfinge es de nuevo un tótem callado, piedra inmortal en las tórridas arenas
de una memoria desértica, los ojos cerrados contra vientos faraónicos.
Nosotros, hombres, amedusados fantasmales hombres en el ir y el
venir de las mareas del tiempo, somos el eco hueco de Su Locura,
constantemente humillados por la enormidad del vivir.
Bucle Temporal: Interludio
“Tu Guía soy al Jardín de la dicha, preparado tu asiento.”
Abro mis ojos ásperos al lyft acre y desabrido. Ahí está, cerniéndose
sobre mí, Drosophila Melanogaster, la Amarrocío Ventrinegra, compasiva
como un dios al pronunciar palabras nobles y antiguas.
“Lone... ¿Lone?”
Abro mis ojos ásperos al lyft acre y desabrido.
“Así que estás vivo.” La voz de Larissa. No rauca ya, ni crepitante en
mi receptor, sino con algo en ella del murmullo de las hojas al posar su
mano en mi hombro.
“Eres el héroe del día. Aunque creímos haberte perdido.”
“¿Dónde estoy?”
“Mismo lugar que estabas antes de perder el sentido. ¿Recuerdas? El
bosque en llamas... lo replacers filtrándose tras nuestras líneas... Parece que
los detuviste.”
“Aves cometa, pájaros muecines, gritos de pavos reales... secretos
Sueños Satori...”
“Lo que tú quieras. Te encontrarás mejor dentro de un rato, ya verás.
Venga, en pie, soldado”, ordena Larissa ofreciéndome su brazo fuerte.
Me levanto frágilmente bajo el peso de la luz grávida. Un sol guinea
pulsa más allá de los velos de humo en suspensión. El lyft es pútrido. Un
sabor rancio me llena la boca. Me bailan los ojos entre sombras difusas.
“¿Dónde está Madsphinx?”, pregunto.
“¡Eh, this klugman’sta loco!”, se mofa alguien detrás de mí.
“¡Este hombre te ha salvado!”, le escupe Larissa en respuesta.
“Okay, Lone, hora de volver. Yo te llevo, tu 3-wheeler ya no es.”
“Caminaré.”
“¿Hasta el nido? Unziemlich. Es un largo paseo y no pareces...”
50
“Me apañaré. Me pondré mejor cuando empiece a moverme y sude
todo este malestar.”
“Uptoyou. Te veo allí más tarde, pues.”
Es casi el crepúsculo cuando alcanzo P-7. Su superficie en ruinas
flota en luz vaneciente y melancolía. He pasado las últimas horas cojeando
con el cuerpo y la mente, tratando de hacer encajar mis recuerdos mientras
me arrastraba hacia el nido. Constituye un milagro cruel que aún nos
esforcemos en buscar coherencia en un mundo como éste. ¿Cómo sabemos
que hay otros más sumisos a las expectativas de la mente humana? ¿O no
los hay y la mente no es sino un aborto de la materia germinando
expectativas imposibles a partir de su substancia bastarda, exiliada para
siempre, por siempre impotente?
Abajo en la playa hombres y mujeres se adoran bañados por luces
más dóciles, besados por el olvido.
Bajo un cielo sáfico-azafrán Karla y Carry-Ann yacen enzarzadas en
épica lucha lesbia. Ungidas por el sudor de su deleite y esfuerzo, exploran
las sendas secretas de la erosofía, guidas por la necesidad de sus cuerpos,
sin temor a los infiernos del placer. Carta blanca disfrutan para saquear la
carne amada, violarla como un templo virgen tanto más exaltado cuanto
más profanado es.
Me demoro contemplándolas, hipnotizado por su belleza, su
despreocupada exhibición. Mariolles olas índigo lamen sus piernas
entrelazadas, y sus pechos morenos humedecen la espuma y los besos.
Melena sable y melena dorada se mezclan en un rubedo de pasión. Sus
labios se deslizan hambrientos sobre el cuerpo ajeno, trazando meridianos
de rapto, inventando dichas y estremecimientos... endureciendo los
manantiales de la leche santa con juegos de lengua, alquimia manual y
húmeda música. Sus cuerpos se multiplican en las arenas espejo como si
rodasen sobre fragmentos de caídas estrellas.
Ágiles danzan como panteras de terciopelo, maullando fieramente.
Jadean como yeguas irrêvées a la carrera.
Como sementales estallan en una vasta, última, láctea erupción
compartida de irradiante placer... que me toca como un viento solar.
Ciclópeo Sol las observa todavía una vez, admirado. Luego
desaparece. Sumergido en el inframundo de una noche sin estrellas y sin
dios.
Plegaria
Creo en ti.
El Misterio.
51
Encarnado en el cuerpo de esta mujer. Alma de su belleza.
Vistiéndola de trascendencia.
Ella duerme, perdida en sueños. Pero tú, insomne por siempre, lates
en su vida citoplasmática, respirando con poder mitocondrial, arrullándola
con ritmos primordiales. Ella duerme, arrullada por sueños. Plácidamente
ignorándote. Perdida en su cuerpo ligero, como llena de pájaros,
remontándose. Plácidamente ignorándote, a ti que siempre insomne hilas
una mitología de vida en sus células con ritmos primordiales.
Ahora que todo está en silencio y nada se nos pide, sino que
reposemos en esta posada del tiempo, la unánime Noche, puedo descreer de
las paredes de esta prisión. Esta mente-prisión. Esta mente-mente. Y creer
en ti. Oh Misterio que te haces presente en la Belleza.
¿Dónde estás tú en los dolores de la incertidumbre? ¿Cuando el
miedo encierra el mundo y empequeñece el esfuerzo humano? ¿Cuando el
tiempo sopla sin cesar hacia lo por venir, abriendo un camino de pérdida?
¿Cuando los recuerdos desertan de nosotros y nos descubrimos vacíos? El
vacío que tú debieras colmar pero no apagas y te ocultas silencioso...
Creo en ti, sin embargo, ahora que todo está en silencio y la noche es
interminable y este cuerpo de belleza duerme a mi lado hierático.
Vastamente abierto al toque de mi mano. Inconsciente. Estremecido. Y el
mundo parece entero. Oh tan entero otra vez, tan aterradoramente perfecto
en su devastada imperfección.
Si tan sólo dejases brillar tu sonrisa en medio de nuestro temor, y
nuestra inercia, y nuestra desposesión. Por más débil que fuese.
Sin tan sólo nos tocases entonces con la bendición de una entereza
divina. Cuando más hondo es el exilio de nuestras almas.
Oh Misterio que luchas por crear la Forma perfecta en esta ajena,
negativa materia. Pacientemente entrenando a esta vida indócil con fyr que
no consume. Combatiendo por siempre a la arcilla y la piedra renuente con
una poesía de cuánticos enigmas...
“¿Qué hay?”
Carry-Ann emerge un instante de la corriente de los sueños, sus ojos
oscuros vacíos de pronto de las fluidas visiones. Siente entonces de nuevo
el tirón del sopor y bucea entre sombras crecientes, débilmente iluminado
el rostro al sumergirse en el palpitante plasma silencioso.
La noche fluye inexorable hacia su temible final y me siento
abandonado. Los muros de la mente brillan sólidos otra vez en toda su
impenetrable negrura. El Misterio se ha vuelto tan tenue, tan silencioso,
que su quietud lo esconde. En las profundidades de la madriguera una vasta
risa explota, la de Madsphinx.
La noche está rota.
52
Bastardos & Preñadores
“¿Qué hay?”
“No podía dormir.”
“Debe de estar amaneciendo.”
La vela nocturna está casi agotada. En la penumbra de mi celda la
desnudez de Carry-Ann parece absorber los últimos restos de esta luz
rarificada, como un sol negro.
“¿Estás bien para combatir hoy, Lone?”
“¿Alguna vez tratas de entender?”
“¿Como qué?”
“Esta pantomima que llamamos vida.”
“¿Por qué lo preguntas?”
“Porque quiero saber que no estoy sólo en mis preguntas.”
“¿Y entonces?”
“Supongo que me sentiré más cuerdo.”
“¿Y sentirse más cuerdo se supone que es bueno? Okay, no estás
solo, si es eso lo que quieres saber. Al menos no estás solo aquí y ahora.”
“¿Tienes respuestas?”
“Tengo respuestas prácticas. Sabes que son sólo prácticas porque te
permiten actuar, pero nunca llegan a sofocar tus miedos. ¿Has estado
elucubrando la noche, Lone?”
“En cierto modo.”
“¿Y? ¿Conseguiste tus respuestas?”
“Respuestas nocturnas. Sabes que son sólo nocturnas porque el
miedo retorna con la aurora.”
“¿Qué miedo? ¿Replacers?”
“Quizás ellos no sean más que el símbolo de nuestro miedo, su
encarnación física. Pero el miedo en sí es más profundo. Informe. Tiene
que ver con los abismos del tiempo. ¿Has oído llorar a los astros alguna
vez? Hace que quieras beber hasta caer en coma y no despertarte nunca
más. ¿Cuáles son tus respuestas prácticas? ¿Qué es lo que te ayuda a
engañar la desesperación un día tras otro?”
Pongo mi mano en su abdomen musculado, sinuoso, y siento un
renovado espasmo de deseo.
“Me digo a mí misma”, comienza Carry-Ann, “que estamos aquí
expiando nuestro crimen.”
“¿Qué crimen es ése?”
“El crimen de dar la vida sin saber qué hacemos en el mundo. El
crimen de dar inconscientemente la vida sin tener respuestas, igual que las
bestias. El crimen de prolongar absurdamente una vida que no es vida,
generación tras maldita generación. La arrogancia criminal de tejer cuerpos
con nuestra propia carne y aprisionar mentes y almas en ellos.”
53
“No sabía que hiciésemos otra cosa que quitar vidas. Somos
asesinos, no procreadores.”
“Por supuesto que lo sabes”, replica Carry-Ann. “Has oído a
Madsphinx tanto como yo. Los replacers son vengadores. Nosotros somos
los preñadores; ellos, los bastardos. ¿Les oyes llorar, Lone? No son los
astros los que lloran. Eso es verdammt mala poesía, man. ¡Son ellos! El
fruto prohibido de nuestro seno. Cuando los sexos eran diferentes, aptos
para la procreación, y el vientre de la mujer se abría como una flor de dolor
y de pecado.”
“¿Así que crees en él?”
“Creo en la única memoria con la que podemos contar. Y es él.
Porque la memoria es locura, él está loco. Porque la memoria es un enigma,
lo llamamos la Esfinge. Porque la memoria tiene alas, vive fuera de
nuestras mentes y volaría si no lo tuviésemos encerrado en una jaula. Es
nuestra única verdad accesible. Sabes que la suya no es sólo una verdad
práctica porque sus palabras infunden terror. No son los astros los que
lloran, Lone; ésos como mucho nos ignoran. Son los otros, los pequeños.
Quieren saber por qué los hemos puesto aquí en el mundo, para
remplazarnos en nuestro estupor y dolor y desesperación. Son el tiempo,
expulsándonos de la existencia, para devorar y poseer del todo nuestro
vacío. Son nuestros bastardos y ansían su herencia. Son los herederos de
nuestra desposesión.”
“¿Y luego?”
“Y luego los combatimos. Y los seguiremos combatiendo hasta el
final del tiempo, que ya no puede estar lejos. Porque luchar es la
transubstanciación del dolor y por eso es el padre de todas las cosas.”
“¿Y luego?”
“Y luego acabaremos. Tanto bastardos como preñadores. Y ya no
habrá más necesidad de hacerse preguntas.”
Petrifica un Rep
“¡Menuda vena dramática tenéis los dos!” Karla está en el umbral.
La puerta, silenciosamente abierta.
“¡Quién habla!”, responde Carry-Ann levantándose y recogiendo sus
ropas.
Karla contempla apreciativamente su musculada desnudez, los
fluidos movimientos de su cuerpo a través de la densidad del lyft nocturno,
viciado de Weltschmerz y de inexhaustos sueños.
“¿Tú, Lone, estás lo bastante entero?”, pregunta sin asomo de
simpatía la intrusa. “Newton quiere vernos, a ti y a mí.”
“¿Otra misión gloriosa?”
54
“Suena así, más o menos. Vamos.”
“¿Te importa si primero me visto?”
“Hazlo, por favor. Se te ve tan jodido y escuálido.”
Así que me pongo mis heroicos andrajos, mi equipo de combate y,
sintiendo el poder vicario de mis armas en la cintura, sigo a mi camarada
por la penumbra de corredores, inusualmente llenos de insectos y
zumbidos, como si algo los hubiese despertado de un largo letargo o pisado
un frenético nido. Unidades de combate fluyen ya hacia las cuatro puertas
de la warren mientras nosotros nos hundimos hacia niveles más y más
profundos, hacia el área de Control.
En algún lugar por debajo de nosotros una máquina perforadora
muerde sin piedad la pared de roca, esforzándose por abrir nuevos túneles a
través del sopor de la materia hacia submundos de sepultados recuerdos y
de aún no turbadas penas. El sordo estrépito nos alcanza con un
acompañamiento de los desvaríos de Madsphinx, manando sin cesar:
...lo que significa una presencia del objeto por sí mismo (no de
manera representacional) en la consciencia del sujeto. Una fusión de
ambos e identificación del uno en el otro. Podemos llamar
consciencia-Verdad
al
espacio
donde
tiene
lugar
la
experiencia-verdad o aprehensión-verdad. O consciencia integral, o
Supermente, por lo que a ello respecta. Ahora bien, si puede
concebirse un estadio zenital en la evolución del conocimiento en que
la polaridad subjeto-objecto es trascendida (polaridad que hasta este
punto en la evolución ha estado limitando e incluso distorsionando la
percepción del objeto por el sujeto), podemos imaginar también un
proceso de involución por el que tal polaridad se desarrolló en un
primer momento. En efecto, en la medida en que el tiempo depende de
la percepción, postular la posibilidad de una aprehensión instantánea
de la Verdad, esto es, del objeto como una totalidad integral, por el
sujeto implica postular una consciencia supramental en la que la
función temporal lineal, tal como la conocemos, colapsa en lo que
podría describirse como un tiempo-eternidad. Desde el punto de vista
de la mente, un estado supramental semejante es un clímax de
evolución, un horizonte futuro. Pero desde el punto de vista de esta
consciencia superior, cuyo medio temporal es un eterno presente, el
tránsito a través de la mente-vida-materia-vida-mente es un ciclo de
involución/retorno que tiene lugar en el exotiempo, concebido este
último como el Rayo espaciotemporal cuatridimensional de la
existencia secuencial que surge del Sol-Verdad omnidimensional.
Dicho de otro modo: el concepto de Dios surge lógica, y
necesariamente del hecho de postular la posibilidad del conocimiento
integral: si el conocimiento integral es posible, debe existir la
55
consciencia capaz de él; si esa consciencia es posible, no puede haber
sido creada porque en el acto de conocer integralmente al objeto
abole el tiempo. La mentalidad científica —incompletamente
científica, diría yo— no ha dejado de ridiculizar el Argumento
Ontológico de San Anselmo, pero...
Y allí estamos, confrontados por el ÆÞele, rodeados por el
efervescer y chisporrotear de los afanosos radiotransmisores. Un aura de
inquietud envuelve a Newton.
“Hemos perdido la comunicación con P-4, boyos”, son sus primeras
palabras. Después, leyendo todo el agotamiento de la noche insomne en mi
rostro: “Apuesto a que hoy aceptarás una taza de café aunque te la ofrezca
yo, ¿no, Lone?”
Contesto un amodorrado sí con la cabeza y él nos guía hasta la
cafetera eléctrica sobre la mesa coja, absorta en su soliloquio de hirviente
negrura. Incluso Karla está dispuesta esta mañana a beber de la reciclada
poción.
“Entonces la última de las colonias se ha perdido”, dice ella.
“No lo sabemos seguro”, replica Newton. “Hubo lucha entre P-5 y
P-4. P-5 estaba infectado, o al menos eso decía el informe de los fourters.
Marcharon hacia allí para limpiar el lugar, como vosotros hicisteis con P-6.
Las máquinas registraron actividad cuántica de pulsadores y sabemos que
hubo fuego también de lanzallamas y con-armas. Pero las transmisiones
cesaron mucho antes de eso. No nos llega nada más.”
“Si han caído todos, ¿cuántos crees que quedamos en total?”,
pregunto recordando las palabras de Carry-Ann: los seguiremos
combatiendo hasta el final del tiempo, que ya no puede estar lejos.
“Alrededor de dos mil”, responde Newton. “Probablemente menos.
No recuerdo las cifras.”
Se sirve una segunda taza de café y se ofrece a rellenar las nuestras.
Declinamos, intoxicados ya por el alquitranado bebedizo.
“Ahora venid conmigo.”
Nos conduce a su despacho, se inclina sobre una mesa cubierta de
todo tipo concebible de papel y hurga, sombrío, entre la confusión. Busca
algo bajo la locura de informes, encuentra una hoja emborronada, rota por
la mitad como si la hubiesen arrancado chapuceramente de un viejo
cuaderno de notas, y me la pasa con una inescrutable sonrisa.
“¿Tienes idea de lo que significa?”
Leo:
Tomó también un átomo de espacio y abrió su centro al Infinito.
Cada Espacio menor que un Glóbulo de la sangre del Hombre se
abre a la Eternidad, de la que esta Tierra no es sino sombra.
56
El Glóbulo rojo es el Sol inexhaustible creado para medir
Tiempo y Espacio a los Hombres mortales.
W. Heisenblake
pq – qp = h/2πi
Gruñó mi madre, mi padre lloró.
Al peligroso mundo salté yo:
Desnudo, desvalido, piando enloquecido,
“Ni la más mínima.”
“¿Qué dices tú, Karla?”, insiste Newton.
Karla toma de mi mano el pedazo de papel y lo lee con una mirada
rápida, precisa.
“¿Madre, padre...? Sin duda tendrá que ver con los replacers”, dice.
“¿De dónde viene?”
“Últimas excavaciones en la madriguera. Hemos encontrado nuevas
cámaras. Es decir, viejas. Nunca habíamos visto nada semejante. Parece
que fue un área Wissenschaft. Por el momento no puedo deciros mucho de
lo que hay allí, pero... Sea como sea, la cuestión es que los investigadores
de Control están de acuerdo contigo, Karla. De un modo u otro, esto ha de
estar relacionado con los replacers. Incluso creen que con esta fórmula
podrán desarrollar nuevas frecuencias para nuestros pulsadores cuánticos.
Una modulación, por ejemplo, capaz de paralizar a un replacer; de dejarlo
congelado, petrificado, en lugar de matarlo.”
“¿Para que quieres un replacer petrificado?”, pregunto sin disimular
mi repugnancia.
“¿Karla?”, invita Newton.
“La solución final, supongo”, responde ella, “ahora que hemos
perdido la comunicación con todos los demás y probablemente seamos el
último resto de existencia humana. De modo, Newton, que quieres que te
consigamos un replacer, ¿no? Un replacer asépticamente petrificado para
que tus investigadores puedan estudiarlo, escanearlo y abrirlo en canal en
busca de respuestas ocultas y de claves pasadas por alto.”
“Nunca me decepcionas, lady.”
“Y vosotros los de Control incluso debéis de pensar que tendréis
cierto tipo de control sobre él sólo porque estará paralizado. Que los
experimentos serán seguros, que dominaréis vuestras propias reacciones y
mantendréis al resto de la madriguera fuera de peligro.”
“En efecto. Mira, existen evidentes riesgos, pero estamos más que
seguros de que podemos hacerles frente. Ya no nos queda mucho tiempo.
57
Estamos desapareciendo. Puede que las soluciones estén donde nunca
hemos tenido la posibilidad de buscarlas, en nuestros propios enemigos.
Debajo de su piel, escondidas en su propia carne o en lo que sea que
constituya la materia de la que estén hechos sus cuerpos. Esto es la guerra,
boyos. Puede que sea la última gran guerra de la humanidad por su
supervivencia. Y ha llegado la hora de apostar el todo por el todo.
“Cuando consigamos esa fórmula paralizadora —y puedo aseguraros
que no estamos lejos de hacerlo—, tendré necesidad de vosotros,
muchachos. La misión será secreta, desde luego. Partiréis de noche, en
silencio. Viajaréis a caballo, hacia el sur. Quizás podáis investigar también
qué ha pasado allí con los fourters. Esto en caso de que los replacers no
hayan inundado todavía la zona y cerrado sus líneas en torno a nosotros.
Llevaréis pulsadores modificados, con capacidad para paralizar tanto como
matar. Los informes serán cada seis horas, a través de una frecuencia de
Control. Una segura. Si tropezáis con un fiveter o un fourter infectados, lo
capturáis y nos lo traéis. Atado o petrificado, preferiblemente lo primero.
Hasta entonces quiero que descanséis y os toméis las cosas con calma.
Hablaremos de vuestro retorno a la madriguera cuando hayáis terminado la
misión.”
Un rotundo silencio responde a su discurso.
“Bien, boyos. Ya sé que no puedo esperar exactamente entusiasmo
pero he de saber si puedo contar con vosotros.”
“Tú nunca te has acabado de fiar de nosotros, precisamente, entre
toda la gente aquí, Newton”, replico. “¿Por qué Karla y yo?”
Newton aparta de mí sus ojos, permanece callado, ocupa sus manos
una vez más con papeles ociosos. Es como si nunca hubiese oído mis
palabras.
“Puedes”, Karla se precipita a contestar, “¡jodidamente puedes!”
Me arroja ahora una mirada glacial y leo en el fiero resplandor de su
rostro que el hombre de Control sabe positivamente lo que no puede
mencionarse aquí, ni aludirse siquiera, sin que signifique el final de Karla:
que ella es la guerrera idónea para la misión porque sufrió el toque de los
replacers y aún soporta triunfalmente su dolor.
En cuanto a mí, supongo, no soy más que una opción útil. Un asesino
eficaz y lo bastante apegado a Karla como para no traicionarla nunca...
mientras que ella no parpadearía siquiera, si se viera en la necesidad de
acabarme aquí y ahora.
“¡Entonces largaos! No tengo más tiempo para vosotros.”
Bestia Lastrada de Mente
“Tengo que ver esas cámaras.”
58
“Seguro que sí. Tú nunca te perderías la oportunidad de meterte en
líos, ¿verdad, Lone?”
“Lo siento sí...”
“¡Jódete!”
Continuamos en silencio a través de las catacumbas que recorren la
madriguera, su turbio, húmedo silencio ahora que casi todos sus habitantes
han emergido a las luchas diarias bajo el sol. Un silencio denso, lúgubre,
roto sólo de vez en cuando por el hilo de la voz lejana de Madsphinx, los
bramidos triunfantes o derrotados de la tenaz perforadora y el zumbido de
insectos ocasionalmente molestados. Durante algún rato nos limitamos a
caminar sin dirección precisa, como a través de sueños sedimentados en un
fondo marino.
“De acuerdo, Lone. De hecho no importa nada ya. Sabes que nunca
volveremos vivos a la madriguera. Así que ¿por qué no? ¿Quieres ver lo
que hay en esas viejas cámaras? ¡Veámoslo!”
“¿Cómo?”
“Vete a tu cuarto y descansa unas horas. No sé lo que has estado
haciendo toda la noche, pero pareces necesitarlo. Babeando sobre el cuerpo
de Carry-Ann, lo más probable. Así que duerme un rato e intenta
recuperarte. Mientras tanto me enteraré de dónde están esa cámaras
Wissenschaft y de cómo acceder a ellas.”
De modo que yazgo tirado en el lecho, como muerto. Mi mente flota
lenta a la deriva, con cansancio carnal. Mi boca la colma una amargura
matutina. A mi lengua la turban palabras inmuertas cuyo significado ha
huido hace tiempo al olvido dejando atrás meros cuerpos sonoros, una
drogada semántica de articulados sinsentidos:
“Lubricán tiferet sharratu stijó abditum mentis Wissenschaft ad astra
autarkes brotgelehrte durak duveté súriyan iravil naukar sona excusatio
vulpina vainá manyu manmatha ommmmm...”, pronuncio escuchando su
ebriahechizante cadencia. Palabras-endecha de un mundo perdido.
Palabras-embrujo arpegiadas por el viento en los pináculos de una
Atlántida sumergida.
“LubricántiferetsharratustijóabditummentisWissenschaftadastraautar
kesbrotgelehrtedurakduvetésúriyaniravilnaukarsonaexcusatiovulpinavainá
manyumanmathaommmmm...”, vomito en un chorro de fundidos sonidos.
Cabalgo su tersa corriente hacia el torpor profundo... oscuridad... Desmayo
de besos lloviendo fríos... You copy coffee coffin flawless fawning...
Un humo de pensamientos descosidos asciende flotando del
naufragio de mi mente, portando consigo cierta forma de descerebrada
consciencia. El techo de mi celda se abre abruptamente a una expansión
azur, inundada de luz viviente, ilimitada.
59
Cisnes planean borrando horizontes.
Aquí, en esta Ausencia de Forma, el ADN de los ángeles y los
demonios de la mente se elabora; y también el de los genios que pastorean
nuestros sueños. Desde aquí la consciencia se extiende hacia abajo,
hundiéndose en la ilusión de la vida terrenal y el letargo de la
inconsciencia, ramificándose al este hacia los mundos de la memoria
pasada y al oeste hacia la mnemónica del futuro. Ahora podría recuperar
todo lo que mi mente ha perdido... si tan sólo quisiera hacerlo. Pero ya no
sé por qué debería quererlo. Olvido es beatitud. Es la beatitud del Vacío
cuando ya no queda nada en mí capaz de sufrir la vacuidad del Vacío. Y el
Vacío es plenitud.
Luz viviente implosiona en Suiluz.
El Rayo cuatridimensional traza su bucle en el tiempo y el ciclo
cósmico se cierra sobre sí mismo en torno a un Yo de Silencio. Un
viento-dios sopla gentil aquí, preñado de música no nacida. Nado en inflada
blancura.
“Lone...”
El nombre, abandonado desde hace mucho, se filtra hacia lo alto
desde la catalepsia de la carne, ecoando oscuramente donde ningún sonido
es posible.
Una exhausta gravedad tira de mi consciencia en suspenso hacia
abajo a través una atmósfera de sólidos sueños.
“¿Lone?”
Serpientes aladas coleando fieras dibujan otra vez los borrados
horizontes, enmarcando el lienzo de lo posible. Feéricos quarks
heisenberguean hacia lo infinito. Desasidos pensamientos vuelven a coserse
en razón formal y descienden en picado al teorema protector del cráneo.
Tribus de palabras rotas coinciden de nuevo en las encrucijadas del
cerebro,
cintilando
tenuemente,
ensamblando
ebrias
voces...
Lubricántiferetsharratustijó abditummentis Wissenschaft adastraautarkes
brotgelehrte durak duveté súriyan iravil naukar sona excusatiovulpina vainá
manyumanmatha ommmmm... Atando fuertes las cuerdas de la razón.
La matriz mental empieza otra vez a generar hechos, números y la
mecánica del tiempo causal.
Vuelvo a ser una bestia lastrada por la mente.
Sensación de cálidos labios en mi frente.
El rostro de Karla emerge a través de la niebla del despertar.
“Estás blanco como el papel y frío como un cadáver. ¿Cómo te
encuentras?”
“Estaré mejor.”
“Estupendo. Nivel trece, al final de la séptima calle. A las 2 a.m.
Alguien nos introducirá. Descansa hasta entonces.”
60
Y ha partido.
Cierro los ojos de nuevo y me deslizo a más plácidos campos del
sueño.
Pierre Teilhard I
“¿Me recuerdas?”
“Verás, al principio fue la Palabra, lo que significa que la materia,
que no es sino la fórmula impuesta a la Naturaleza, es un producto
poético... aunque, tal como la conocemos hoy, la materia es mala poesía.
Una suerte de poesía neoclásica, por así decirlo.”
Un aplauso multitudinoso recibe sus palabras, nubes de moscas y
abejorros y todo tipo de bicho volador agitan sus alas minerales. Los cerdos
gruñen. Las vacas chismorrean. Las aves de corral profetizan. Las ovejas
meditan. Los burros trinan salmos y proverbios. Los caballos ríen. Las ratas
chatean. Los dioses duermen. Y yo... yo me siento lo bastante paciente
como para oírle pontificar. O quizás me he dado cuenta de que todo diálogo
es en realidad divergente y que el secreto de la verdadera comunicación, de
corazón a corazón, de sed a sed, de angustia a angustia, es no tratar de
comunicarse en absoluto, sino dejar que el absurdo semántico al que somos
tan proclives borbotee en nosotros hasta agotarse por sí mismo. O quizás
sólo quiero aguijonearlo para que hable y sondar entonces sus desvaríos por
si encuentro en ellos sutiles insinuaciones, rompecabezas que son mensajes.
O quizás medro en presencia de la Esfinge, cultivando enigmas insolubles
y abandonándome luego al nihilismo de su opresión... para que la vida
parezca insufrible y pueda yo entregarme a la inexistencia.
“Newton quiere que cautive un replacer. ¿Qué opinas?”
“¡Oh! Él es un mago, ¿lo sabías?”
“¿Newton?”
“Mira su idea de la gravedad, por ejemplo. Eso fue antes de que la
Segunda Trinidad, Einstein-Planck-Heisenberg, pusiese a la Naturaleza la
camisa de fuerza de las dimensiones fundamentales. Fuerzas que actúan
instantáneamente a distancia, como la gravedad, son magia en un universo
relativista. Por eso Newton es una entidad doble: por un lado, dio
nacimiento a una Naturaleza mecánica y la humanidad vivió atrapada en su
paranoia largo tiempo. Por el otro, vislumbró una Naturaleza divina de
tiempo absoluto, fuerzas místicas y transmutaciones alquímicas. Trató de
unificarlas, pero fracasó.”
“Y ahora quiere un replacer, sin importarle las consecuencias.”
“Bueno, su concepto mecanicista del mundo tenía que ser
remplazado. Era mala poesía. Era la Naturaleza escrita en aburridos
dísticos. Einstein y Planck llegaron y la reescribieron en la forma de una
61
Naturaleza verslibriste. Heisenberg compuso su versión en septenarios
proféticos, y la mente y Dios retornaron a la Naturaleza. Pero de algún
modo lo muy grande y lo muy pequeño aún necesitaban ser unificados.”
“Apestas, papa, ¿sabías eso?”
“Pero es que Roma también necesitaba a su propio Gorbachov; Dios
había empezado a jugar a los dados.”
“Pontifex...”, le enrostro recurriendo al depósito de palabras
insepultas en mi mutilada memoria.
“¡Oh sí! ¡Pero sí! ¡Yo fui él! El Gorbachov de la iglesia, llegaron a
llamarme. Pierre Teilhard I. Porque yo sabía que, si la Primera Trinidad —
Bacon-Newton-Locke, tal como la formulara el Poeta— había desterrado a
Dios de la Naturaleza y nosotros los sacerdotes éramos Sus mediadores,
con la Segunda el Supremo Poder estaba infiltrándose de nuevo en ella. La
Materia dejaba de ser mala poesía para convertirse en una Hieromateria
capaz de nutrirse, curarse, generarse a sí misma, fuente de una nueva y
gloriosa morfogénesis cantada a las supercuerdas de su realidad
fundamental. En el principio fue la Palabra, y la Palabra se había hecho
carne viviente. De manera que el vicario de Dios había perdido su lugar en
el mundo: el Rey retornaba a su reino, aunque todavía ignorado y desoído
por todos... Pero todavía lo muy grande y lo muy pequeño necesitaban ser
unificados.”
“¿Te dice algo el nombre de Heisenblake?”
“Un universo incierto es un Universo Poético. Pero todavía,
¡escúchame!, todavía lo muy grande y lo muy pequeño necesitaban ser
unificados.”
“¿Tratas de decirme que los seres humanos y los replacers son dos
modos de operar de la Naturaleza que deben unirse?”
Como despertado de pronto de un trance, la Esfinge clava una mirada
insoportable en mis ojos, quemándolos con presión enloquecedora.
“Te estoy diciendo que la Verdad es un Niño eterno.”
“¿La Verdad?”
“Ser es Verdad. La Verdad está viva.”
“¿Y el hombre?”
“¡Ah, el hombre! El hombre es una historia que contar.”
“¿Quién eres tú?”
“¡El Tramador! Así me llamaste.”
“¿Y yo?
“Una palabra pronunciada mucho tiempo atrás, su significado
perdido, reverberando aún por los corredores del olvido.”
“¿Pero quién soy Yo?”
“Todo se consume al final, como la varilla de incienso.”
62
El Origen del Hombre
“Madsphinx me ha hablado”, le susurro a Karla al oído.
“Entonces éste es el momento de guardar silencio”, responde, pero el
destello de asombro en sus ojos traiciona el impacto que le han causado mis
palabras.
El tipo de Control encargado de la vigilancia en las excavaciones nos
deja entrar, reconociendo nuestra presencia con el más imperceptible de los
gestos de cabeza. No llego a verle el rostro. Me pregunto cómo lo habrá
sobornado Karla.
La taladradora ha forzado aquí, a través de una pared de ladrillo de
tres pies de anchura, la entrada a un viejo y olvidado corredor de unas
cincuenta yardas inundado de escombros y que conduce, por lo que
nuestras linternas son capaces de revelar, a una puerta corredera de metal
abierta a una oscuridad ominosa. Wuldor se filtra desde el techo, cayendo
aquí y allá en forma de gotas pesadas, calientes, alquitranadas, que miden
el tiempo con maquinal precisión. Pasamos sobre los restos de la inmensa
pared en el umbral y luego entre bloques de cemento, ladrillos rotos,
charcos inefables, barras de hierro oxidadas, cables carbonizados,
desechadas tuberías y remotos fragmentos de no-quieras-saberlo... y
nuestras luces despliegan este fobiarama de un modo tan vacilante como si
estuvieran inventándolo.
“¡Karla!”
“¡Calla!”
“¿Has visto eso?”, murmuro enfocando mi linterna hacia la pared a
nuestra derecha y deslizando el rayo de luz sobre ella toda la longitud del
corredor.
“¡Nu-chtó! ¿Qué es eso?”, se extraña acercándose a la pared y
concentrando su luz en la primera de las imágenes que cuelgan allí.
La atmósfera se adensa de pronto con el silencio y la solemnidad de
una necrópolis.
“¡Fotografías!”, exclama olvidando toda precaución.
“Son las primeras que encontramos.”
“Y sin embargo sabemos tiemnó lo que son. Entendemos lo que son.
Me doy cuenta ahora que de alguna manera las he estado esperando todo el
tiempo... las hemos estado esperando todo el tiempo.”
La miro desconcertado.
“¡Despierta, klugman! Son la primera prueba indisputable de que el
mundo era diferente en el pasado. Nosotros vivimos en una versión
devastada de él ¿Lo ves? Esto tiene que ser P-7 tal como era antes. Fíjate
en la iglesia con su torre en el extremo izquierdo del paseo marítimo, la
playa desértica a sus pies, las altas olas contra el malecón en un día
turbulento.”
63
“No hay nadie ahí.”
“Veamos la siguiente”, dice Karla moviéndose ya hacia la segunda
de las imágenes, sin mirar dónde pisa.
Pero la hoja de cristal que protegía la imagen del polvo y la humedad
y el tiempo se ha desintegrado aquí y la fotografía está dañada más allá de
cualquier posibilidad de reconocimiento. Contemplamos la tercera
instantánea. Es la fachada de un imponente edificio, todo él de metal y
cristal. Cristal azabache. En lo más alto se vislumbra un letrero en grandes
letras doradas, escrito en una especie de lengua mestiza:
SCHWARZ-CIENTÍFICA FOUNDATION. Junto a la puerta principal hay
un grupo de figuras humanas. Seis en total. Demasiado pequeñas para que
se las pueda discernir con claridad, aunque todas ellas son varones, visten
una especie de uniforme y nos miran con sonrisas satisfechas. Por lo
demás, el edificio podría estar en cualquier parte del mundo;
aparentemente, no hay claves de su posible localización.
“Mira éste”, dice Karla señalando con el dedo a la tercera figura de la
derecha, notablemente más bajo que el resto de los personajes del grupo.
“¿No te recuerda a Newton?”
“No podría decirlo.”
De pronto, un ruido inesperado en el extremo distante del corredor
nos pone en guardia. Apagamos las linternas y esperamos en silencio. No
ocurre nada. Tras un instante nos llega la voz apagada del guardia en el
umbral:
“¡Podéis seguir! Todo’s’kay.”
Pasamos a la siguiente imagen. Es la instantánea de una torre, toda
ella rodeada de un seto de ciprés y con una gran verja de hierro forjado en
cada uno de los extremos de su línea frontal. En una de ellas puede leerse
todavía el nombre del lugar formado por los arabescos del hierro finamente
trabajado: LOS ARCOS. Tampoco hay indicios aquí de su localización,
aunque...
“Ambos ocupan la misma área”, afirma Karla. “¿Ves la acera? Mira,
aquí y... aquí. Es la misma”, verifica pasando su rayo de luz de una
fotografía a la otra. “Y tampoco cambian las calles a derecha e izquierda
del edificio y la torre. Es exactamente el mismo lugar. Una tiene que haber
substituido a la otra.”
“¿Cuál a cuál?”
“Schwarz-Científica es la última, diría yo”, responde Karla.
“¿Qué te lo sugiere?”
“No lo sé. Una suerte de intuición, supongo. ¿Por qué lo preguntas?”
“Porque estamos aplicando una lógica... parece que estemos
aplicando una lógica... que no nos pertenece. A nuestro mundo, quiero
decir. Es una lógica sepultada hace mucho. La lógica de un mundo en que
estos edificios colosales substituyen en el tiempo y el espacio a estas
64
viviendas más modestas. Un mundo en que el tiempo y la memoria se
mueven hacia arriba, hacia el cielo. Nosotros lo hacemos hacia abajo, hacia
lo hondo, a contrarreloj, tratando siempre de desenterrar fragmentos de un
pasado muerto.”
“Quizás no muerto, sino robado”, repone Karla. “Esta lógica que
mencionas implica que nuestras mentes responden de algún modo a la
memoria del mundo. Porque estas imágenes son la memoria del mundo.
Esto es el pasado hablando directamente a nuestros sentidos.”
“Si excluyes el monumento a Drosophila y su inscripción.”
“Ni siquiera aquél puede compararse con esto.”
Llegamos a la última de las fotografías. Es un retrato en blanco y
negro, la parte superior del rostro visible aún y el resto fundido en un gris
amorfo. La melena sable, los ojos oscuros, alargados e ilegibles, la nariz
ferviente y el aura de impenetrabilidad me recuerdan lejanamente a
Carry-Ann.
“Entremos”, susurra Karla notando que nuestras voces se han ido
elevando inadvertidamente hasta un volumen incauto y bajando el suyo a
tonos más precavidos ahora que la completa oscuridad más allá de la puerta
apela más fuerte que nunca a nuestra curiosidad. A la derecha queda el
panel desventrado de la vieja puerta codificada. Cruzamos un segundo
umbral hacia la cripta subconsciente de la eorðan, donde la historia yace
dormida.
El rayo luminoso de Karla cae sobre unas estanterías, hilera sobre
hilera de pomposos libros elevándose hasta el techo.
“¿Ves eso?”, inquiere. “Los reconoces, ¿verdad?”
“¡Libros! Es como si los hubiese tenido en mi mente todo el tiempo,
pero ignorándolo. El recuerdo surge con el objeto desenterrado.”
Tomo uno de ellos. El título dice, El Origen del Hombre, por un tal
Charles Darwin. Lo abro. Todas las páginas se desintegran de repente en
polvo cayendo como nube de esporas al suelo inescrutable. Karla coge uno
también, ¿Qué Es la Vida?, por E. Schrödinger. Lo observo por encima de
su hombro: todas las páginas están en blanco, como si nunca hubieran sido
escritas. Y lo mismo ocurre con el resto de los libros que examinamos: El
Paraíso Perdido, La Estructura de la Realidad, El Universo Elegante, El
Universo Indiviso, En Casa en el Universo, La Presencia del Pasado, El
Renacimiento de la Naturaleza, El Paraíso Recuperado... todos los títulos
soldándose en poéticas secuencias con sus promesas de una sabiduría de
esperanza.
“Mira éste”, dice Karla.
“The Principia. Isaac Newton? ¿Qué está ocurriendo aquí?”,
protesto.
“No puedo decírtelo.”
65
La linterna de Karla escruta la pared opuesta. Hay una inscripción en
ella en un marco de madera: un pedazo de pergamino escrito a mano,
protegido aún por su resquebrajada lámina de cristal y colgado por un
cordel de un clavo oxidado.
“Ciertamente la Verdad vino una vez al mundo con su divino
Maestro”, lee Karla en voz alta, no sin dificultad, “y era una forma perfecta
que daba gloria mirar. Pero cuando él ascendió y sus Apóstoles tras él
durmieron, de inmediato se alzó una raza perversa de mentirosos que, al
igual que en la historia del Ægypcio Typhon y sus conspiradores y del
modo en que trataron al buen Osiris, tomaron a la virginal Verdad, cortaron
su adorable forma en miles de pedazos y los esparcieron a los cuatro
vientos. Y desde ese tiempo los tristes amigos de la Verdad, cuando
aparecen, imitando la esmerada búsqueda que Isis realizara del mutilado
cuerpo de Osiris, marchan arriba y abajo reuniendo miembro tras miembro
donde pueden hallarlos. Todavía no los hemos encontrado todos y no lo
lograremos nunca hasta la segunda venida de su Maestro. Será él quien
junte cada articulación y cada miembro reconstruyendo una imagen de
adorable perfección. John Milton.”
“¿Qué significa?”, inquiero, empezando a sufrir la sobrecogedora
sensación de la que están hechas las pesadillas.
“Que el Sentido es un rompecabezas.”
Los ojos azur de Karla brillan ferales en la oscuridad, como dos
palpitantes gemas.
“Que tenemos que seguir buscando y buscando”, añade. “Buscar a
ciegas pieza tras adementada pieza de este acertijo que nunca llegará a
encajar... hasta que nos abramos como capullos de locura. Entonces sí
encajaremos de maravilla en el mundo.”
Me paralizan el miedo y la confusión. Sus palabras, silbadas sin
misericordia en el interior de mi mismo cerebro, han reducido mis
miembros a una inercia absoluta.
“No puede ser así... ¡No puede ser así!”, balbuceo quejicoso.
Estoy a punto de gritar.
Karla me cruza la cara, de izquierda a derecha, de derecha a
izquierda. El sonido que produce no pertenece a este lugar. Es un sonido de
profanación. Me recuerda que estamos saqueando la tumba del Tiempo.
“¡Muévete! Hay otra cámara ahí delante. Una mayor.”
No sé si quiero continuar. Si puedo continuar. Pero la sangfroid de la
mujer subyuga por completo mi voluntad. Al tornarme tropiezo con algo;
estoy a punto de caerme cuando hallo apoyo en un estante.
Mi linterna muestra una vieja papelera llena de hojas desechadas,
rotas y arrugadas. Tomo una de ellas, sucia de tinta corrida y rota por la
mitad, y leo:
66
Como diablo en una nube escondido.
¿Broma cósmica o cósmico acertijo?
Freudea tu mente, tío,
Y Darwinea con rumbo.
¡ReMarxa lo que digo!:
Una nueva trinidad gobierna el mundo.
Karla me arranca el pedazo de papel de las manos y lo estudia
minuciosamente.
“Sabes, éste podría ser el fragmento que le faltaba a la hoja del
cuaderno de notas que nos montró Newton esta mañana”, dice.
“¿Y de qué nos sirve eso ahora?”
“¡Nu-chtó!, dos pequeñas piezas del cuerpo disperso de Osiris.
Ahora dime, ¿broma cósmica o cósmico acertijo?”, repone con sarcasmo,
como si estuviera determinada a interpretar en mi alma los tonos más
ásperos de su rudeza.
“Dime que esto no está pasando. Que estamos drogados, o borrachos,
o soñando el sueño de otro.”
“¿Por qué, klugman? ¿Cuando querrías que hubiese empezado este
sueño, o borrachera, o alucinación, o lo que quieras que sea? ¿Hace una
hora?, ¿un día?, ¿cinco años atrás? ¿Cuánto tiempo quieres que borre para
ti? Quizás incluso pienses que no hemos borrado tiempo suficiente todavía.
Pero sigue mirando, cariño, la pesadilla no ha terminado.”
Y está en lo cierto.
Karla ha cruzado ya la segunda puerta hacia la cámara más grande.
Yo la sigo, mera marioneta de su voluntad de hierro. Increíblemente, esta
estancia está casi ordenada, casi reluce en su no molestada pulcritud,
rebosante de equipo y materiales de alta tecnología. Mi linterna saca de su
trance a una inmensa pizarra en la pared izquierda, su superficie cubierta de
una jerga de símbolos científicos desplegándose fórmula tras inexpugnable
fórmula hacia una apoteosis de puro vértigo matemático. Pero la luz de
Karla se vierte sobre la larga, esbelta mesa que recorre toda la extensión de
la cámara por su línea central. Hay una hilera de cilindros sobre ella.
Cilindros de cristal, llenos de un líquido transparente. Un fluido denso,
como gel, de un tono azul eléctrico contra la luz que derramamos sobre
ellos. Cada cilindro con su perplejo, macabro habitante: un embrión
inacabado, una promesa de vida insatisfecha. Sus ojos resplandecen de un
modo tenue, morboso, como si de verdad pudiesen entender y juzgar la
vida desde sus crisálidas de tiempo detenido.
Es una visión del limbo.
67
Más bien del infierno.
Dos embriones de rata. Un embrión de gato. Un embrión de gato
montés. Dos embriones de perro. Dos embriones de cerdo. Un embrión de
mono. Y un tipo de feto que no hemos visto nunca pero que no puede ser
sino una larva de hombre. Ahí flota inmóvil, suspendida en la eternidad,
envuelta en un capullo de sueños y angustias que nunca heredará.
De pronto estalla una supernova de luz, anegando la cámara en fyr
blanco, cegándonos. Antes de protegerme los ojos heridos con las manos,
capto la imagen de Newton disparando un pulsador cuántico desde la marea
creciente de luz.
Saltamos del flujo del tiempo, tan congelados como las formas
embrionarias, estólidas en sus prisiones líquidas.
¿Es esto la muerte?
Veo la vida afuera como desde una tronera, dejándonos atrás con su
paso inexorable. Sus sólidas figuras rielan y se desvanecen, o las dispersa
un viento insólito como a sombras del crepúsculo. Floto en una eolia de
imágenes a la deriva.
—un cisne ungido como un rey — un ave mesías sangrando jade —
dioses gitanos nomadeando — un trueno primordial encerrado en
ámbar — manadas de hipogrifos azules cruzando los vados del río
lácteo de la galaxia — sementales de marfil en persecución de
cometas — un sueño de Dios, a la vela — desterradas estrellas el
rollo del destino deplegando— cometas cantando cantos de guerra,
amaneciendo — la risa de Dios ecoando, ecoando — mortinatas
visiones apagándose, apagándose...—
iconos que una vez fueron sagrados. Floto arrullado por flautas inhumanas
que hablan con silencios, sofocado el titilar de mis celulas, descosidos mis
tejidos, esperando ver las lenguas de ángeles bienhechores y el mármol
viviente de la eternidad.
Pero en lugar de éstos, una náusea fría me llama de nuevo a mi
cuerpo helado y al mármol aletargado de la vida física. Desciendo lastrado
por el recuerdo de lo que soy, mientras refluye la marea de luz frémissant.
Y no es un ángel quien me espera a las puertas de la realidad, sino Newton,
alzando desafiante su q-pulsador.
68
CAMINO HACIA LO INCOGNOSCIBLE
Tómate unas vacaciones de la realidad donde tú quieras,
y vuelve sin otra cosa que un dolor de cabeza
o una mitología.
Aldous Huxley, Brave New World
69
Donde la Memoria Yace Sepultada
El sendero asciende y desciende suave, con incesantes serpenteos,
discurriendo ilimitadamente entre dos paredes de niebla que parecen
sólidas, tan compactas como son. En el mercado del cielo, truecan su
devaluada luz las estrellas y una luna hipotecada contempla desde lo alto a
las dos figuras negras a caballo negociar el camino entre campos de
oscuridad, donde el Hacedor, temiendo las angustias de la imaginación, ha
sido incapaz de pintar un nocherama. Nosotros, figuras negras sobre negros
sementales, alzamos la vista hacia la luna que nos mira pidiéndole gotas de
su luz barata que iluminen nuestra senda o su ausencia. Nuestros brutos, sin
embargo, se mueven con mayor certeza, como con bridas de
predestinación.
Hemos dejado la madriguera a medianoche, invisibles y silenciosos,
a caballo y hacia el sur, como el hombre de Control nos ordenara.
Cuando Newton nos halló en el viejo laboratorio de las
excavaciones, supo que nos tenía justo donde quería. Nos había hecho ver
lo que necesitaba que viésemos y ahora podía tratarnos ni más ni menos
que como traidores porque nos había cazado husmeando en un lugar donde
nadie, aparte de unos pocos æÞelen, estaba autorizado a entrar. Así que
probó los nuevos q-pulsadores con Karla y conmigo, y las frecuencias
modificadas resultaron un éxito. Paralizó, congeló, petrificó nuestros
cuerpos con la onda de su arma aún en fase experimental y luego mostró
una inesperada clemencia devolviéndonos a la vida y ordenándonos
prepararnos para comenzar nuestra misión la noche siguiente. Dijo también
algo pomposo acerca de que ésta era nuestra (es decir, humana) última
posibilidad de supervivencia.
Ahora podemos petrificar a un replacer, o a un humano por lo que a
ello respecta, y llevárnoslo al nido donde nuestros investigadores lo abrirán
en canal en busca de ocultas respuestas. Tal como dijo el ÆÞele, puede que
éste sea el único lugar donde todavía no las hemos buscado... lo que no
significa en absoluto que estén ahí esperando a que las encontremos.
Un fugol acuchilla la noche perezosa con su estridente y asustado
grito más allá del muro de niebla a nuestra derecha; un tungol le responde
lastimeramente desde la izquierda y su canto se aleja veloz hacia la orilla
del mar oscuro.
“¡Qué tumán, liubov!”, llega el susurro de Karla a través de los
receptores de mi casco. “¿Listo para un descanso?”
Cabalga unas pocas yardas por delante de mí, colosal en sus galas
guerreras de cuero negro, la poderosa mujer. Vapores espectrales empiezan
a cruzar el camino de oeste a este, interponiéndose entre ella y yo, borrando
las pocas certidumbres visuales que aún nos quedan.
“¿Alguna idea de dónde estamos?”
70
“¿Por qué, klugman? ¿No recuerdas el lugar?”, repone tirando de las
riendas de su montura para permitirme alcanzarla.
“¿Debería?”
“¡Mira!”, replica quitándose el casco, inclinando y agitando la
cabeza para derramar la densa melena sobre sus hombros.
Por un instante me embrujan el resplandor y el cintilar de su crin
dorada, ungida por el húmedo azul de la luz estelar que se filtra desde el
cielo brumoso. Después, la monstruosa estructura que veo cernirse de
pronto sobre nuestras cabezas roba toda mi atención.
“¿Te acuerdas ahora?”
La voz de Karla suena extraña en la noche turbia, como si esta niebla
de algodón absorbiese todas sus reverberaciones.
“Drosophila Melanogaster. Aquí es donde terminamos a Martha y su
banda. ¿Crees que los cadáveres estarán aquí todavía? No recuerdo haber
limpiado el lugar después de aquello.”
“Estabas demasiado mal para eso, liubov. ¿Por qué lo preguntas?
¿Les tienes miedo?”
“No es eso, es...”
“No importa. Si los encontramos, los usamos de almohada”, espeta la
guerrera, la aspereza de su temple de pronto desencadenada.
Pero no tropezamos con ninguna carcasa, ni humana ni inhumana,
mientras desensillamos los caballos, recogemos algo de leña, que está
empapada, encendemos una hoguera con nuestros totipotentes lanzallamas
y acampamos al pie del lúgubre monumento. No vemos restos tampoco
cuando más tarde, en lo hondo de la noche, un viento que ha estado
soplando lento pero constante todo este rato dispersa los últimos jirones de
niebla y el lunor toca con plata miserable la meseta en que nos hallamos.
Bestias carroñeras habrán dispuesto de ellos.
Durante una hora hemos reposado en silencio, hipnotizados por las
llamas, que danzan al crepitante sonido de la madera. De vez en cuando,
pequeñas explosiones en la piel de los leños moribundos lanzan una
miríada de chispas al aire, como un carrusel de abejas. A las seis en punto
Karla llama por radio a Control a través de nuestra frecuencia codificada.
No hay nada relevante que decir, sin embargo, aparte de que estamos vivos
(lo que es obvio), enteros (lo mismo) y aún (aceptablemente) dispuestos a
llevar a cabo nuestra misión. ¡Cambio y fuera!
“¿Qué te dijo la Esfinge, después de todo?”
La pregunta de Karla me coge desprevenido.
“Que la Verdad es un Niño eterno.”
“¡¿Un qué?!”
“Child, niño, malchik... ya sabes como llama a los replacers.”
“Ya veo. ¿Qué más?”
71
“Que la Verdad está viva. Que el hombre es una historia que contar.
Que al final todos nos consumiremos.”
“¿Por qué le escuchas? ¿Qué es lo que te gusta de él?”, me provoca.
“Dice cosas.”
“Todos decimos cosas.”
“Tú te las guardas, en cambio. ¿No es así, Karla? Cosas que sabes.”
“¿Por qué dices eso?”
“Porque pareces alguien con un propósito.”
“¿Has perdido tú el último rastro de él?”, contraataca.
“Murieron todos con el Urseiende.”
“¿Cómo sabes que los tuviste alguna vez?”
“Suerte de intuición.”
“Estas mintiendo”, me enrostra.
“¿Cómo lo sabes?”
“Porque pareces alguien que es incapaz de combatir sus miedos.”
“¿Tú... me matarías, Karla?”
“¿Por qué lo preguntas?”
“Un pálpito.”
“¡Ponme a prueba!”
La desafiante mujer cierra los ojos. Se queda inmóvil como una
estatua en su absorción, mientras la luz y el calor de las llamas doran sus
rasgos hieráticos. Por un instante, es una imagen de otro tiempo u otro
universo. Alguien real y sagrado. Quizá es a ella a quien deberíamos abrir
en canal en busca de respuestas escondidas.
“¿Recuerdas lo que me dijiste acerca del timeslide y del reino de la
autorrealización autista?”
“Necesitamos descansar, Lone. Duerme un rato. Yo haré guardia las
dos primeras horas, tú las siguientes. Luego arriba y en marcha.”
Apenas ha terminado la frase cuando empiezo a flotar en la mansa
corriente de una ensoñación, medio despierto medio dormido, como si
hubiese algo de hipnótico en el tañido de su voz.
“¡Vas a estropearlo!”, dices.
“No, es un mecanismo de seguridad. Una especie de backup
sináptico.”
“Descubrirán la alteración en la estructura cerebral”, insistes.
“No es probable. Ya ha pasado todos los tests de calidad y de
seguridad”, replico.
“Pero por la mañana lo mandan para copia y clonación. Lo
examinarán otra vez en la biofactoría.”
“No. Es el prototipo seleccionado. Se acabaron las pruebas.”
Emerjo un instante de mi ensoñación para mirarte a los ojos, tus ojos
azules, ferales, y te veo taladrarme el alma. Conoces el motivo de mis
sueños con tanta exactitud como si estuvieses compartiéndolos conmigo.
72
Sabes que de algún modo he rescatado un recuerdo aunténtico del cenagoso
olvido. Pero antes de que pueda decir una sola palabra, siento el jalón del
pasado y vuelvo a sumergirme donde mi memoria yace sepultada bajo
légamo y cenizas: El laboratorio. Pero ya no es el trastero de un conjunto
de cámaras ruinosas, sino el núcleo y orgullo de la poderosa institución en
la que me he infiltrado.
Trato de cavar más hondo aún en busca de recuerdos durmientes.
Al igual que en el segmento de tiempo reciente, en esta línea
temporal pasada y discontinua nos hemos introducido secreta, peligrosa y
conspiradoramente en el lugar. No por curiosidad, sin embargo, sino con
un propósito definido. Es la larva humana lo que estamos manipulando,
pero tengo la impresión de que el objeto de mis esfuerzos no es menos letal
que una bomba, una bomba bioorgánica.
La señal acordada pita con urgencia en tu microreceptor.
“Carry nos avisa. ¡Date prisa, están viniendo!”
“Casi acabado.”
El marco electrónico de la puerta se vuelve de un azul-neón
intermitente, lo que indica que alguien se acerca por el corredor.
“No queda tiempo. ¡Vámonos de aquí!”
“¡Un segundo!”
Pero tú te precipitas ya hacia la salida de emergencia. El panel de
códigos de la puerta cambia a un azul ominoso y empieza a cantar en
impertinentes tonos binarios los números introducidos desde el otro lado
de la puerta de seguridad...
Un Sueño de Autor
El lado despierto de mi cerebro fuerza una apertura por la que huir
de la burbuja de mi ensoñación. Formas, olores sintéticos, sonidos, el
sentido de riesgo inminente y el miedo de los peligros por llegar se
confunden en un remolino de puro movimiento. El sueño, o lo que sea que
haya tenido lugar ante mi mirada interior, desaparece en el vórtice. Por un
instante fuera del tiempo, hay un sí-mismo sin objeto; un yo insubstancial
sin un mundo en que sostenerse, preguntándose de dónde proviene esta
libertad divina para disolver realidades por un acto de voluntad, o si le
pertenece acaso de un modo inconsciente pero fundamental.
Como si la misma pregunta tratase de calmar el hambre provocada
por su propio preguntar, se desgaja del Yo preguntante dando nacimiento a
una cadena de visiones dialécticas. Un mundo milhojas de tiempo laminado
finamente estratificado emerge a la existencia a modo de respuesta donde
antes había sólo hambrienta vacuidad. Lo contemplo desLoneizado,
atónito, mi vista magnificada como por ojos poliédricos de drosophila,
73
recibiendo simultáneamente todo este multiverso de experiencia confusa.
Una orgía mental de multifocal visión.
Entonces el tiempo se prolonga telescópicamente en un millar de
direcciones, lo imperativo de cada realidad devaluado por la inflación de
líneas temporales. Un túnel subespacial se forma a través de pantallas y
pantallas y pantallas de la realidad donde vidas paralelas se proyectan como
predecibles relatos. Escenografías y escenografías y escenografías...
historias divergentes desplegándose. En una de ellas, tú estás desnuda junto
al fyr, tu piel tenuemente ruborizada por el calor de las llamas; tu mano
tocando experta el instrumento de tu placer, tu sexo bombeado hasta el
punto de la erupción; todo tu cuerpo rendido a raptos solipsistas; toda tu
alma doliéndose por la belleza de los deseos inalcanzables.
Pero yo paso a través de todo ello. Paso como una galerna divina
levantando los velos de la posibilidad, pintados con los sueños acuarela de
la mente cósmica, hacia una realidad de autoposesión.
Esta inmaculada blancura.
“Lone.”
“Aquí estoy, al fin. He traído el replacer. ¿Lo ves? Karla llega detrás
de mí.”
Mi voz suena hueca en este espacio vacío de deslumbrante blancor.
“¡Espera! ¡Esto no es la warren! Hay una laguna en la historia.
¿Dónde estoy?”
“En el lugar al que te he llamado.”
“Pero tú no eres Newton”, replico.
“¿No me reconoces?”
Esfuerzo mis ojos contra el blanco abrumador. Es como si se hubiese
borrado todo objeto del mundo e inundado el espacio de luz primordial.
“¿Madsphinx? Sí, tú eres la Esfinge.”
“¿Pero quién es la Esfinge?”
“El que se esconde tras ojos que espejan locura”, respondo, las
insólitas palabras puestas en mis labios por un espíritu pasajero.
“Sí, la Esfinge es el espejo en el que puedes di-vidar la locura de ser
hombre.”
“¿Dónde estamos?”, me inquieto. “¿De qué estás hablando?”
“¿Ya no te acuerdas? Tú eras un viento soplando hacia una realidad
de autoposesión. Así que aquí estoy. Y tú eres yo.”
“¿Qué es este lugar?”
“Un interfaz. El único lugar donde tú y yo podemos encontrarnos: El
Tramador y su historia. Es justo lo que ves, una página en blanco. La vacua
blancura donde se engendran tu historia y la mía.”
Me agacho para tocar el suelo de mármol.
74
“¿Dónde está la palabra-semilla, los mitos fractales, las historias
quantum?”, pregunto como si realmente supiera de lo que hablo. “Veo sólo
blanco, blanco, blanco...”
“Porque estamos por delante de las palabras escritas de nuestro
cuento. Es una maldición.”
“¿Qué quieres decir con ‘el tramador y su historia’?”
“Atiende: una historia es la mínima unidad en la que puede
organizarse, o para ser más precisos ordinarse, la experiencia viva de
acuerdo con un Sentido unificado que persuada a la mente. Una historia es
un quantum de experiencia viva compactada en palabras; es la teleología
que nos ha robado la ciencia. El hombre no es principalmente un animal
social o político, no, es una bestia narrativa. Ahora bien, esta ordinación es
su manera de ver y entender las cosas como unidad, la unidad que surge del
sentido de la historia, y de conseguir así cierta forma de completitud. Así
que el Tramador reúne los elementos relevantes de su experiencia viva y
desarrolla con ellos una forma intelectual dinámica en la que la
multiplicidad se resuelve en unidad de sentido, y el Sentido unificado
subyace a la desplegada multiplicidad de causas y efectos y fines y
motivaciones e individuos e interacciones y eventos y nodos que saturan el
espaciotiempo de la retícula narrativa. Y la infraestructura de ese
despliegue es la causalidad, que es la fórmula por la que la creatividad
conecta los elementos originalmente heterogéneos de la historia en
secuencias regulares. Y todo esto acaba siendo el espejo en que puede
contemplarse a sí mismo. ¿Me sigues? Digo que estoy tratando de
entenderme a través de ti.”
“¡Gosh! ¡Yo pensaba que era la Esfinge quien tenía las respuestas!”
“¡Dios mío, no! La Esfinge sólo tiene enigmas. La respuesta... eres
tú. Sólo que no te das cuenta porque estás atrapado en el tiempo secuencial.
Para tener la respuesta deberías ser capaz de contemplar el Holotiempo;
capaz de plegar, por así decirlo, todos los instantes de la secuencia en una
totalidad integral. Entonces serías yo.”
“¡Que estás lleno de enigmas!”
“En efecto.”
“Al menos hay algo que no ha cambiado, ¿sabes?; suenas tan loco
como siempre.”
“¡Lúcido, absolutamente!”
“¿Lo soy?”
“Verás, la cordura del hombre resulta que es irreordinante.”
Campos de los Dioses Desterrados
75
Un chillido melancólico me atraviesa el cerebro de lóbulo a lóbulo
trayéndome de nuevo al cuerpo en un mundo de descompuesta blancura. El
repugnante sabor en la boca, la nariz tapada, la insobornable inercia
saturando mis miembros, la espalda dolorida del despiadado suelo desnudo,
las ropas húmedas y la insoportable pesantez de toda mi estructura me
reciben en el umbral de la fisicalidad dibujando las líneas de mi
consciencia corporal.
“¿Qué ha sido eso?”, me sobresalto, y mis párpados combaten el
sueño pegamentoso.
“Nunca había oído nada semejante”, responde Karla sin visible
alteración. “Vamos, guerrero, ¡despierta! Hora de ponernos en marcha.
Ten, he preparado algo de café.”
“¿Café? ¿Tú?”
“Sí, ¿por qué no? Agua hirviendo, el maldito polvo instantáneo y un
dulce toque de aspartamo. ¿Qué más quieres? ¿Una barra de proteínas, una
de cereales, o galletas de aminoácidos?”
“De proteínas. Desayuno suficiente. ¿Me has dejado dormir las
cuatro horas? ¿Por qué?”, le pregunto extrañado mientras me incorporo,
estiro los brazos y cruzo las piernas debajo del tronco.
“Parecías necesitarlo.”
“¿Y tú?”
“Yo aguanto más que tú, liubov.”
“¿Creías que lo olvidaría, si lo dormía?”, la exploro.
“¿O sea...?”
“Recuerdos. Compartimos un recuerdo antes de que me durmiese.”
“¡Pustiak!”, estalla Karla. “Ten. Toma tu taza y trata de no derramar
la cosa. Aún estás alucinando. Empezaré a ensillar los dolganogis.”
“No Glockenspiel, camarada. Éramos tú y yo. Estábamos en el
laboratorio, sólo que no era hace un par de días sino en el Urseiende. Yo
manipulaba la larva humana. Tú me ayudabas de algún modo. Venía gente.
Estábamos en peligro.”
Pero ella se ha puesto en pie de un salto y camina ya hacia los
caballos.
Me bebo el negro fluido en largos tragos hirvientes y me levanto del
suelo para seguirla.
“¿Qué es lo que sabes, Karla? ¿Qué es lo que sabes que necesitas
ocultar tan testarudamente?”
Gira fiera en redondo.
“¿Que qué es lo que sé? ¿Qué hay que saber, klugman? Que son las
diez y media y que no tenemos la verdammtest idea de si este territorio es
seguro. Con P-6, P-5, y probablemente P-4 aniquilados estamos fuera de la
protección del Anillo. Así que ¿te importaría si nos ponemos en marcha?
¡Encájate la puta barra de proteína en la boca y ensilla a tu bestia!”
76
De nuevo el penetrante chillido nos asusta. Los caballos piafan y
relinchan inquietos. Algo se escurre más allá de la línea de árboles enanos,
unas cincuenta yardas a nuestra derecha. Así que silenciosa, rápida y
eficazmente hacemos lo que tenemos que hacer. Recogemos las cosas, nos
ceñimos las con-armas y pulsadores a la cintura y los muslos, acabamos de
ensillar y embridar a los brutos, los montamos, revisamos los lanzallamas
en la funda de cada una de las monturas, nos calzamos los cascos,
probamos las comunicaciones y nos ponemos en marcha... Karla a la
cabeza y yo girándome todavía para lanzar una última mirada al celebrado
mutante, la monstruosa drosophila sobre su masivo cubo de mármol.
El día es inusualmente claro. El sol irradia su calor con fuerza
calcinante. Los campos están aplastados bajo su luz abrumadora.
Seguimos un sendero estrecho y pedregoso que serpentea pendiente
abajo, desde la meseta hacia el mar, girando al sur y al este, al este y al sur,
a intervalos regulares. Los árboles al borde del camino se elevan
imponentes; sus troncos negros y sus ramas se retuercen en torturadas
poses. El inquietante resplandor que envuelve a las piedras les da la
apariencia de animales aletargados, estremeciéndose débil, orgánicamente,
absortos más allá de cualquier percepción de este mundo, perdidos en
sueños cavernosos. Bajo la sombra de los árboles, dos arañas negras del
tamaño de un puño luchan por el cuerpo muerto de un tungol, brillante aún
el pequeño cuerpo del ave por la luz plateada que robó a las estrellas.
Karla está invenciblemente callada. Una preocupante rigidez domina
su porte, como si percibiese un peligro al acecho. A las doce contacta con
Control por nuestra frecuencia codificada. No hay nada vital que decir,
aparte de que llegaremos a P-5, si nada se opone, dentro de unas dos horas.
Cambio y fuera.
No lejos del sendero, a nuestra derecha, más allá de la línea de bajos
arbustos que alardean de fieras espinas y de grandes flores negras, gorgotea
burlón un arroyo. Su sonido es claro y agradable en los receptores de mi
casco, que filtran los ruidos del entorno. Entre la senda y los arbustos
poderosamente armados hay parcelas de césped agostado, del color
melancólico del cinabrio. Una sensación de Verfremdung me acosa con la
sugestión de que éste no es el mundo que existiera, sino una naturaleza que
muta sin cesar. El Urseiende está muerto para siempre.
“Imagínate que funciona”, dice Karla de repente, como si hubiese
captado un parpadeo de la opresiva sugestión.
“¿Lo del rep?”
“Sí. Supón que nos da las claves necesarias para reconstruir el
Urseiende. Y supón que descubrimos que yo, o Newton, o tú, por lo que a
ello respecta, somos responsables del presente estado de cosas. O de un
crimen peor. O que existen viejas rencillas o rencores irredimibles entre
facciones opuestas del nido.”
77
“¿Qué crimen peor habría? Por otra parte, si Newton fuera el
culpable del presente estado de cosas, nunca nos enteraríamos. Él tendrá el
control absoluto de los procedimientos.”
“Ése es el punto.”
“¿Cuál es el punto?”
“Nunca podremos estar seguros del resultado”, repone.
“No hay nada que podamos hacer.”
“Veremos.”
“En cuanto a los antagonismos, bien, nos estamos matando uno a
otro generosamente”, retorno a la anterior línea de pensamiento, intentando
mantener viva la conversación ahora que Karla ha roto su unheimlich
silencio. “¿Qué dirías tú que nos mantiene unidos?”
“¿Qué quieres decir?”
“¿Qué valores?”
“¿Valores? ¿De qué estás hablando, klugman?”
“Quisiera saberlo”, respondo morosamente, exhausto por un
sentimiento de autodisolución. “Pero de algún modo lo sabemos. Aún
tenemos un sentido de lo recto y de lo injusto. Aún nos guía una lógica
previa, una lógica que no pertenece al estado presente del mundo.
¿Recuerdas?”
“¿Y crees que es por un sentido de lo recto que vamos a hacer este
Dreckarbeit? ¡Despierta, hombre! Puro egoísmo gobierna el mundo.
¡Hambre, codicia y sobre todo miedo! Hambre, codicia y miedo... eso es lo
que nos mantiene unidos.”
“Entonces, ¿qué necesidad hay de recuperar el Urseiende? Este
mundo ya es más que suficiente para eso.”
“¡Supervivencia!”
“¿Supervivencia?”, repito con amargura. “En la medida en que
entendí tu teoría de la autorrealización autista, si sobrevivimos fue gracias a
renunciar al Urseiende.”
“Entonces no la entendiste en todas sus consecuencias.”
“Te ruego me ilustres...”, empiezo a contraatacar cínicamente, y ceso
de golpe.
Karla ha frenado en seco a su semental; una sombría rigidez le tensa
la espina. Se desprende del casco. Sus sentidos se expanden en abanico.
Con cautela, desciende del caballo, sosteniendo aún fuerte las riendas.
Algo silba, se escurre, fustiga entre los arbustos, engañando la vista.
Saco el lanzallamas de la funda de la silla.
Una neblina se aposenta alrededor de nosotros, tan de repente que
parece haber manado de nuestras mentes.
“La naturaleza está mutando”, dice Karla cargando cada palabra con
una especie de oracular determinación.
Espero que continúe su línea de pensamiento.
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“Recorrí este sendero no hace mucho y las cosas eran diferentes... El
color de los árboles y el césped, la forma de los troncos y de las ramas, esas
flores negras ahí en los arbustos... Y mira esto.”
Camina hasta uno de los árboles que bordean el sendero después de
entregarme sus riendas. Toca la herida superficie prudente, casi
amablemente, trazando con la yema de los dedos los labios de los fieros
arañazos que lo laceran a través de la corteza, descendiendo en diagonal
desde una altura de tres pies hasta las raíces emergentes del árbol entre las
que se han formado pequeños charcos de su sangre resinosa.
“Es como si alguna bestia hubiese estado afilándose las garras aquí,
¿pero qué animal podría ser?”
Por tercera vez en este día oímos el estridente grito, desde el sudeste,
donde se halla P-5. Y luego, perfectamente sincronizado, un chillido
multitudinario le responde desde más cerca, en un doppler de sonido
alejándose hacia el anterior.
“Está contestándote. Ahí tienes a tu bestia.”
Pero Karla no me escucha, sobrepujada por sus propios
pensamientos.
“Vamos”, decide; salta abruptamente sobre su caballo y se pone el
casco.
“¿Qué ocurre? ¿Qué has visto?”
“Es sólo una intuición.”
“Compártela conmigo.”
“¿Sabes para qué necesitamos el Urseiende, si no por otra cosa? Para
mantener estable la estructura de la realidad. De algún modo nos las hemos
arreglado para desterrar a los dioses de los campos del hombre y, sin sus
arquetipos reguladores, la realidad se ha vuelto rapsódica y está
adquiriendo la fluida irracionalidad de los sueños.”
Feroces Encuentros
Y porque estaba prescrito que descubriríamos muy pronto cuál era el
origen de los endemoniados chillidos, tropezamos con las malditas bestias
nada más emerger a la llanura donde P-5 abre su puerta septentrional.
Cráteres aquí y allí proclaman la actividad de las granadas. La boca a
la rampa interior está ennegrecida por el asalto de los lanzallamas e incluso
desde una distancia de más de trescientas yardas podemos vislumbrar las
innumerables cicatrices grabadas en la pared de cemento por las balas de
las con-armas. Cinco montones de metal y cable derretidos no lejos de la
puerta al nido fueron una vez 3-wheelers y hay armas de todas clases,
desde pulsadores hasta cuchillos, desparramadas por el yermo de muerte.
Cubre el suelo una espesa capa de copos de ceniza entre los que yacen
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esqueletos humanos, tan concienzudamente despojados de sus tejidos que
estas bestias carroñeras que nos miran con asustada ferocidad deben de
estar empachadas de carne muerta a estas alturas.
¿O no son sólo carroñeros?
Parecen lagartos, sólo que son peludos, de un color gris hierro, con
fauces de acero, hocico mocho, y del tamaño de los gatos; con líquidos ojos
almendrados y dos airados trazos verticales por pupilas; con largos
colmillos afilados, patas repentinas y poderosas garras. Tan pronto como
nos perciben, dejan de morder los huesos desnudos y vuelven sus
espectrales cabezas, amenazadores, hacia nosotros.
“¿Alguna vez has visto cosa igual, o remotamente parecida?”,
inquiero.
“¡Nunca!”
“¿Qué son?”
“¡Llámalos mutgartos!”, se burla Karla de mi culto a los nombres de
las cosas.
“¿Lagartos mutantes?”
“La naturaleza está cambiando. Ya te lo dije.”
“¿Qué crees que ha pasado aquí?”
“Hubo lucha, eso es obvio. Probablemente entre fiveters y fourters.
Éstos vinieron después, a celebrar la destrucción traída por el hombre al
hombre. La puerta allí está reventada, así que deben de haber arrasado el
nido por dentro. No creo que haya supervivientes.”
“¿Quieres entrar?”
“Nu-chtó, ¿y luchar con estas cosas?”
“Puede que nos perdamos alguna clave vital, si no.”
Karla sopesa mis palabras un instante.
“Okay. Desmonta del caballo. Usaremos los rifles lanzallamas.”
Como si los mutgartos hubiesen percibido nuestras intenciones el
momento en que saltamos de las monturas, empiezan a retroceder,
apiñándose, hacia la puerta distante, reuniéndose alrededor de tres o cuatro
soberbios especímenes que llaman al resto con gritos de guerra como los
del pavo real.
“Quizás deberíamos llevar uno a la warren”, sugiero.
“No estoy segura de que los pulsadores sean útiles con ellos.”
“No hablo de petrificar a uno, sino de dejar lo bastante de él para
estudiarlo.”
“Decidiremos eso más tarde, cuando no quede más que un puñado.”
Y entonces lo oímos, un grito humano largo y sostenido
acompañando el traqueteo criminal de una con-arma disparada en el
interior del nido. Partimos a la carrera, encendiendo nuestras armas y
empezando a soltar latigazos de fyr y doradas serpientes flamígeras.
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La compacta manada de mutgartos se divide de pronto para lanzar un
ataque en dos columnas, tratando de envolvernos por los flancos de una
manera tan perfectamente coordinada que me pregunto si estas bestias
están dotadas de inteligencia o de alguna especie de facultad telepática.
Pero Karla y yo nos movemos veloces hacia la puerta cubriéndonos
uno a otro las espaldas, y nuestras armas demuestran ser demasiado para su
astucia. Cuando alcanzamos la entrada al nido todo el terreno por detrás
está cubierto de sus cuerpos carbonizados.
Conscientes de que con gente dentro que podrían ser amigos no
podemos usar los lanzallamas, desenfundamos las con-armas y dejamos en
la puerta los anteriores. La rampa se sumerge hacia la total oscuridad y
Karla enciende una linterna. Decenas de mutgartos yacen rotos y
desmembrados en el suelo de cemento, algunos de ellos respirando todavía
dolorosamente. Un último martilleo triste nos guía hacia nuestra propia
especie.
No tenemos que caminar mucho. En uno de los corredores
adyacentes del primer nivel encontramos al luchador en medio de un
enjambre de mutgartos muertos o moribundos. Yace con el vientre
desgarrado, sangrando con profusión. Aunque está impregnado de su
propia sangre y de sangre mutante, y tiene el rostro demacrado,
distorsionado al tratar de respirar, Karla reconoce al sentenciado.
“Werner”, dice arrodillándose junto a él mientras yo permanezco
alerta. “Soy Karla, de P-7. ¿Te acuerdas de mí?”
“Sí, me acuerdo... oh sí, ¡me acuerdo... Karla!”, exclama aferrándole
fuerte el brazo de pronto. “He visto la Licht. Esto no es nada, nada... ¿oyes?
Esto no es nada. No dejes que te engañen.”
“¿Qué quieres decir, man? ¿Qué ha ocurrido aquí?”
“¡Obra de P-4! Pero no todos eran fourters. Había fiveters también
entre ellos. Querían matarlos. Nosotros los teníamos. Los queríamos.
Guardábamos a los Kinder. Pero ellos querían matarlos. Entonces algunos
de los fourters entendieron. Y la lucha se volvió confusa, muy, muy
confusa. Pero vencimos. Y nos los llevamos lejos de aquí. ¿Sabes?, adoran
la playa. Jugar en la playa. Risas al sol... Adoran estas cosas y nos los
llevamos allí. A fundar una colonia en la playa. Porque lo adoran.”
El hombre afloja su presa en el brazo de Karla y parece al borde del
desmayo. Intercambiamos ansiosas miradas.
“No les dejes engañarte, Karla”, continúa de pronto el luchador
moribundo. “No lo entiendes hasta que has tenido uno en los brazos.
Entonces ves. Ves con claridad. Creo que recuerdo ahora los viejos
tiempos, los buenos viejos tiempos.”
“¿Estás seguro?”, pregunto.
“Yo... yo...”, jadea angustiosasamente tratando de contestar, pero
Karla le interrumpe:
81
“¿Qué hacías aquí, Werner? ¿Por qué no estabas con el resto?”
“Volví... yo volví... yo tenía que volver para... no sé... no recuerdo...”
“¿Dónde están los demás ahora, los que tienen a los Kinder?”
“...Playa... Te lo he dicho... adoran la playa...”
“¿Dónde en la playa?”, insiste. “¿Al este del nido, o más al sur?”
Pero él no responderá a esto.
“¿Habías visto antes estos bichos?”, dice Karla entonces indicando a
los mutgartos con un movimiento rápido y asqueado de los ojos.
“Nunca. Nunca. Uno me acechaba... Lo vi demasiado tarde.”
“¿Entonces empezaste a disparar?”
“Sí... Uno me acechaba... No lo vi hasta muy tarde. La naturaleza
está cambiando, ¿lo sabías? A pesar de ello.”
“¿A pesar de qué, Werner?”
“A pesar de ello... a pesar de ello... de ello... sabes...”
Sus ojos se tornan vidriosos. Respira pesadamente. Debe de estar
sufriendo.
“Werner”, dice Karla con una extraña mezcla de rudeza y ternura,
“vas a morirte. Tú lo sabes, ¿no? ¿Quieres que te ayudemos?”
“Oh Karla, yo ya no puedo morir. Sé cómo engañar a la muerte... tan
obvio, tan fácil... Este cuerpo no es nada, nada... Pero yo me prolongaré
infinitamente.”
Y Karla dispara al hombre imperecedero.
Sueños Saurios
“¿Lo has hecho por piedad o por repulsión?”
Pasa un largo instante de tiempo suspendido. Luego, girando de
pronto sobre sus talones, me golpea la cara. Me tambaleo hacia atrás antes
de caerme al suelo indescriptible, no sin antes captar el destello de la
lágrima que se le forma en la comisura del ojo.
Entonces ocurre algo que no llego a entender en el primer momento.
La linterna ha rodado por el piso deteniéndose en una improbable posición
que ilumina el rostro de Karla mientras yo yazgo en sombras. Sus ojos
azules titilan con una tristeza que no he visto nunca en mi camarada. Y,
gradualmente, los cubre un velo de distancia, como si estuviese
contemplándome desde otro universo. Pero es mi interior lo que ella
observa; y ve que yo veo todos sus cambios y que, aunque no los entiendo,
instintivamente sé lo que significan.
Una música la envuelve, una música como el olor de la sangre
vertida.
Sus pupilas se transforman en dos coléricas rendijas. Un halo la
rodea de luz sangrienta, del color de la cornalina. Está investida de un
82
poder superior, con derecho a realizar cualquier acción en el mundo, por
más atroz que sea. Encarna ahora el poder de los dioses desterrados. Tengo
visiones de vírgenes muertas.
Me mira a sus pies, vestido de sombras, percibiendo mi absoluta
indefensión.
A mis ojos, tú estás hecha de un metal puro, de la belleza del platino
y el rigor del acero.
Sacudes tu melena de oro, entrecierras los ojos y flexionas tu cuerpo
como un tigresa, doblándote sobre mí. Inmovilizas mis brazos reteniendo
mis muñecas cruzadas en la presa animal de tu mano izquierda,
forzándome a un beso largo, asfixiante, doloroso. Los labios sangrándome,
me encadena el poder de tu mirada mientras tú me despojas de las
vestiduras hasta forzarme a una desnudez más allá de la piel. Entonces
posees mi cuerpo tiránicamente, tus fauces abiertas contra mi garganta,
dispuesta a aplastarme la traquea si no me rindo a todos tus salvajes deseos.
Hondas tus uñas en mis brazos. Tu aliento es feral y narcótico.
De pronto penetro en tu música. Ahora puedo oírla, no sólo olerla.
Soy danzado por ella. Siento tu danza en mi piel, aterciopelada y
escurridiza, hiriéndome profundamente.
Tu música está hecha de sueños, tachonada de estrellas venenosas.
Una música tan unmöglich, tan unheimlichen sueños, que me pregunto si
alguna vez habrá una historia plausible que nos cubra a los dos más allá de
esta aberrante intersección de tu vida y la mía.
(Pero he dicho la palabra imposible, la asunción espuria, ‘plausible’;
pues ¿dónde está la mente a la que aún importan las historias plausibles?)
Su música está hecha de sueños. Sueños surgidos del humus y turba
de descompuestos recuerdos. Y mi sueño voluptuoso, el sueño que me
infliges, es que he sido tomado por un animal, un lagarto aterciopelado
engendrado por una Naturaleza enloquecida, abandonada por dioses
enfermos de ennui.
Oh tus besos acolmillados en mis labios heridos... Oh tu lengua
hendida estrangulándome el corazón... Oh tus garras ajironando mi cuerpo
de muerte, donde recuerdos sepultados aguardan como gemas malditas ser
desencarnados... Oh tu extenuado sudor ungiendo mis miembros
desgarrados... Oh tu boca licuefacta emborrachándome...
El sueño ha terminado ya.
Abro los ojos. Ahí estás tú, una bestia humana ceñida de flores,
espinosas flores negras. Yo yazgo a tus pies, bañado en la leche de los
Cíclopes, tuya y mía.
“Ahora lo sabes”, dices con voz quebrada y vacilante.
Pero este saber, si alguna vez lo tuve, parte con el rapto añublado.
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Un silencio de tumba cae sobre mí cuando me abandonas en la
sangre para emerger del nido en busca de lyft fresco y de las
imposibilidades del mundo exterior.
El Ídolo Naufragado
Son más de las seis y aún no hemos llamado a Control. Nuestros
cascos con sus microtransmisores yacen en la arena con el resto del equipo.
Los caballos, libres de riendas y monturas, mojados de cabriolar entre las
olas, la piel de un azul oscuro goteando sudor y mar, corretean por la orilla,
donde el océano puede lamerles todavía las cernejas.
Karla, como una efigie, esta sentada en una roca dejada por la marea,
totalmente vestida y con la mirada perdida en el horizonte. Impenetrable.
Yo, que nunca en la vida había sentido tanta necesidad de lavar mi cuerpo,
froto mis miembros con wuldor salada y arena de mar. Aparte de la piel y
los huesos de un especimen en la bolsa de mi silla de montar, hemos dejado
atrás, por el momento, el recuerdo de los mutgartos y lo que representan.
No lejos de la playa, hacia el interior del océano, nubes de un gris
azulado cuajan en tormenta. Velos de tenues gotas transparentes empiezan
a caer, todavía timorosos, sobre el palpitante azur. El cielo se torna un
mapa de emociones. Me siento en la arena donde el mar, la lengua en
retroceso de la marea, aún puede tocarme. Las arenas espejan las poderosas
mareas de lo alto, centelleando como si estuviesen a punto de hablar. La
Materia parece al borde de la confesión.
Escarabajeo palabras al azar en la arena húmeda —eorðan, wuldor,
fyr, lyft...—, dándome cuenta de pronto de que he nombrado los cuatro
elementos. Quiero seguir garabateando pero ni una palabra acude a mis
dedos enmudecidos. Una ola lametea gentil su obra, borrando los efímeros
grabados. Escribo las cuatro palabras de nuevo; ahora deliberada,
obstinadamente, sin comprender todavía que quiero lo imposible: su
permanencia. De una forma rítmica, soñolienta, el mar extiende su brazo
ahora mucho más allá del lugar de mis cavilaciones, llevándoselas con el
reflujo. Pequeños cangrejos emergen de la blanda y cintilante arena,
arrastrándose de costado por la franja a la que el mar está renunciando,
marchando en blindada formación con lo que parece una determinación
irrevocable. Sigo sus crecientes filas con ojos ociosos mientras se alejan
hacia el extremo de la cala, donde la marea en retroceso puebla de restos la
tierra naufragada. Más y más diminutos canallas se unen a la hueste desde
sus escondites subterráneos, hasta que parece que todas las arenas se han
puesto en movimiento.
“¡Mira eso, allí!”, llega el grito de Karla.
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Sí, ella lo ha visto también, el extraño objeto en la distancia, del
tamaño y la forma de un hombre con los brazos extendidos.
Karla desciende de la roca de sus ensueños y ambos corremos hacia
la figura avistada, los pies chapaleando en el wuldor para evitar la turba de
pulgarcitos carroñeros.
“¿Tienes idea de lo que es?”, inquiere Karla cuando alcanzamos
finalmente el lugar y contemplamos la cosa de madera en el suelo.
Lo giro levantando uno de sus extremos con el pie y empujándolo
hasta darle la vuelta. Es la imagen labrada de un hombre desnudo clavado
en una cruz, con las manos y pies y costado derecho ensangrentados, el
vientre protuberante y contorsionado el rostro por un dolor inhumano.
Tiene un agujero en el pecho con el borde teñido de rojo, como si toda una
colonia de pequeños parásitos hubiese anidado en el interior del ídolo para
precipitarse después a través del tórax. Pero aunque el tiempo y el mar han
castigado la imagen, los rasgos originales se distinguen aún en todos sus
crueles, sádicos, incluso pornográficos detalles. La luz moribunda tiñe de
púrpura la palidez cadavérica del hombre de madera.
“Parece alguien que hubiese permitido a los replacers acercársele
demasiado”, sugiero.
“Alguien tocado por la insaciabilidad de la vida”, repone Karla.
Miro a mi compañera. Toda la melancolía de la tarde está en su
rostro. Tiene los ojos azules grises de bruma. Su nostalgia me toca. No es
suya la nostalgia, sin embargo. Los recuerdos se estremecen en sus tumbas
y el pasado grita más allá del abismo de silencio de los años. Pienso en
racimos de uva exprimidos hasta la última y sangrienta gota.
Nunca he visto ninguno.
Hubo un día en que el mundo sonrió y soñó con hacer de sus dioses
racimos de uva. Granos de un jugo inexhaustible en los que el sol se
destilase en vino y sangre. ¿Por qué pienso en esto al ver al hombre de
madera a mis pies?
“Vámonos”, ordena Karla, “los carroñeros están casi ya sobre
nosotros.”
El sol es un hongo termonuclear en el horizonte.
Dejamos atrás al hombre en su cruz de bruces en la arena como
estaba, un dios naufragado en la orilla fatal, entre todos los despojos de su
mundo devastado.
Informe
“¿Un qué? ¿Qué quieres decir con un dios? ¡Cambio!” La estática
distorsiona la voz del hombre de Control en nuestros receptores, el
mismísimo ruido de su esperable irritación.
85
“Ojalá lo supiera. Nunca había visto uno antes. Yacía en la arena.
Roto. Este es el estado de cosas tal como lo vemos. ¡Cambio!”, se burla
Karla peligrosamente del operador de Control. Ha adoptado una rara,
brava, insólita actitud, como si nada le importase ya en realidad.
“¡Mierda! ¿Esto es todo lo que tenéis que comunicar? ¡Cambio!”
“Excepto que está lloviendo. ¡Cambio!”
“¡Sabemos que está lloviendo, perra! ¿Qué hay de la misión? ¿Por
qué no comunicasteis cuando debíais? ¿Dónde estáis actualmente?
¡Cambio!”
“Oh, la misión... P-5 destruido por los fourters. Tuvimos una lucha
allí contra los mutgartos. Encontramos a Werner en el subterráneo
muriéndose. Estaba infectado. Nos dijo que el resto de la gente
contaminada por los replacers se ha establecido en algún lugar de la costa
con los Kinder... es decir, los pequeños. Estamos al sureste de P-5,
protegidos de la lluvia en una cueva justo frente al mar. Vista magnífica de
la expansión azul prolongándose hasta el Nihil. Lone aquí os envía cálidos
recuerdos a todo el grupo de Control. ¿Vosotros, bien? ¡Cambio!”
Pura estática efervescente responde a las provocadoras palabras de
Karla.
“¡Eh, klugman! ¿Me oyes...? ¿Me lees... me estás oyendo?
¡Cambio!”
Furiosa estática y el sonido melancólico de la lluvia ahí fuera.
“¡Eh Control! ¿Me estáis leyendo? Karla y Lone aquí en su heroica
cruzada. No llamamos antes porque...”
“Karla, soy Newton”, corta el ÆÞele. “¿Has dicho que luchasteis
contra qué? ¡Cambio!”
“¡Mutgartos! ¡Cambio!”
“¿Hartos? ¡Cambio!”
“¡No! ¡Mutgartos! Escucha bien cretino, patético idiota: Mut-gar-tos.
Lagartos mutantes. Son geniales. Nunca has visto ninguno todavía. Son
totalmente nuevos. Una naturaleza enloquecida los está engendrando. Lo
matan todo. Se lo comen todo. Quizás no tengamos siquiera que volver a
preocuparnos por los replacers. Hemos cogido uno para ti, en cualquier
caso. Piel y huesos. Un mutgarto, quiero decir. ¡Cambio!”
¿Qué intentas, Karla? ¿Estás tratando de confundirle de nuevo con
ruda franqueza?
“Okay, Karla. Relájate... ¿okay? Relajáos los dos, ¿de acuerdo?” La
voz de Newton no parece alterada en lo más mínimo. “Descansad hasta que
amanezca y seguid luego hasta P-4. Reunid allí toda la información posible.
Y después contactad de nuevo. ¡Cambio!”
“¡Roger!, bastardo. Yo creía que querías un rep. No es probable que
encontremos reps en P-4. ¡Cambio!”
86
“Lo cazaréis más tarde, cuando arraséis el asentamiento. ¡Cambio y
fuera!”
Newton corta abruptamente la comunicación.
Nos quitamos los cascos con movimientos simétricos. Afuera, la
lluvia cae feroz ahora, frenética en su impotencia de limpiar este mundo
asqueroso. Los caballos no se ven por ninguna parte, aunque volverán.
Siempre vuelven cuando los necesitamos... a menos que los mutgartos los
encuentren primero.
“¿Qué intentas, Karla?”
“¿No lo adivinas?”
“¿Adivinar qué? ¿Que quieres sacarlo de sus casillas? Ya sabes cuál
será el próximo movimiento de Newton, ¿no? Reclutará una banda de
ghostkillers diciéndoles que han de demostrar que son buenos chicos
eliminando a sus hermanos. Cuando volvamos nos habrán tendido una
emboscada. Nosotros hacemos el jodido Dreckarbeit; ellos nos matan y
consiguen las respuestas.”
“¿Tú crees que eso importa aún?”, replica.
“¿Es eso lo que quieres?”
“¿Sabes cuál es tu problema, Lone?”
“Oh querida, tengo pilas de ellos.”
“Sí, pero uno de ellos me está jodiendo ahora mismo.”
“Ilústrame.”
“¡Siempre tienes que pensar de un modo tan estrecho!”
“Yo creía que me tenías por un cavilador, siempre elucubrando las
cosas más allá de toda necesidad.”
“Y así es. Así es realmente, liubov. Tus excesos en este campo no
están en cuestión; lo que está en cuestión es la utilidad del resultado. Te
vuelves aburridamente impráctico el momento en que te pones a pensar,
Lone. Sin embargo, eres un buen soldado... cuando te limitas a obedecer y
me dejas a mí ocuparme de las cosas prácticas. ¡Así que cállate! ¡Y espera!
¡Y observa!”
Y lo peor de todo es que no se equivoca en absoluto. Imperfecto y
asqueroso como es, Karla vive el mundo. Yo meramente lo pienso y
repienso, remontándome a las alturas en espirales más y más abstrusas
hasta alcanzar los cielos de la más rarificada abstracción, donde el pensar
es un eco vacío y la materia un apéndice lejano que perturba y corrompe la
de otro modo inmarcesible autonomía de la Mente. Yo sólo cabalgo un
cuerpo, e inhábilmente si me apuran. Karla es el cuerpo. Quizás es incluso
más, pero el cuerpo, ¡Dios!, sí que lo es. En cuanto a mí, ni siquiera
perduro en esas cumbres de abstracción, asfixiado por la drástica
eterealidad de su atmósfera inhumana.
“Haz tú la guardia. Yo descansaré un par de horas”, ordena.
“Tú mandas.”
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Arriba y abajo, ése es mi sino. Sin tocar nunca realmente la tierra, sin
alcanzar nunca la velocidad suficiente para superar el jalón gravitatorio.
Perdido en los dédalos de la mente, donde los reflejos y representaciones de
un mundo siempre más allá, siempre desconocido, se elaboran sin cesar...
la última más grotesca que la anterior.
Camino a través de espejismos. ¿Dónde está el mundo? ¿Dónde su
piedra angular? ¿Cómo se puede actuar sin una respuesta clave, sin un
sentido clave? ¿Qué es, Karla, lo que tú sabes y que siempre me elude?
¿Qué es lo que sabes con tu cuerpo, con tus mismas células, ignorado por
tu mente? ¿Qué es lo que te hace nativa del mundo en que yo soy sólo un
peregrino y un fantasma pasajero? ¿Es acaso que a ti no te importan
realmente las respuestas?, ¿que no tienes necesidad de respuestas porque tú
eres la respuesta y sabes que lo eres? Ciega, te mueves con instintiva,
inamovible clarividencia.
Creo que nunca te había visto dormir. Reposas calladamente alerta,
como un gato. Tus sueños flotan suspendidos sobre ti, rielando en el lyft
oscureciente. Casi palpables, sólidos casi.
Incluso dormida eres una presencia en el mundo. Este mundo no
duda de ti: te reconoce como su respuesta. Porque tú le respondes con dolor
vivo. Como el dios roto a la orilla del mar. Tú eres él, Karla, ¿lo sabías?
¿Lo sabías cuando lo encontramos allí? ¿Que él es tu abandonada crisálida?
¿Que eres más él que la fiera mutante que encarnaste para acabar a Werner
y violarme? Al igual que él, tú has sido tocada por la insaciabilidad de la
vida, su pecado original, su crimen esencial. Pero lo afrontas, lo abrazas sin
dejar que te posea y te ensucie. Y respondes al mundo en el que esta Vida
criminal germina y medra con dolor viviente. Por eso al final los vencerás a
los dos, al mundo y a la vida. En cuanto a mi dolor, no está realmente
vivo... ni siquiera es realmente dolor. Es vacío. Una inmensidad de vacío
donde un yo plañidero canta una y otra vez la endecha de su fingido dolor.
Dolor especulativo. El dolor retórico de alguien que es demasiado inerte
para sufrir. Un dolor por la pérdida de lo que nunca se poseyó, ni llegó a
conocerse siquiera.
Sonriente Lémur
“¿Me has dejado dormir toda la noche? ¿Por qué?”
Un Sol mutante toca las wuldors con tonos arrepentidos, derramando
su fulgente agonía sobre el mundo. El astro cansado esparce ondas rojo
sangre a través del mar tembloroso, alzando débilmente su dedo amarillo
para despertar nuestra cueva a la angustia matutina. Poco a poco las nubes
que velan el horizonte oriental se dispersan en remolinos empujadas por
vientos azarosos y las ventanas del planeta se abren de par en par. El sol
88
golpea entonces con todo su odio vetusto, atrapándonos a todos, marionetas
de la vida, en sus redes de luz.
El sol negro de la noche se derrite. Sus sombras y sus sueños danzan
un translúcido instante en la delgada orilla del mundo crepuscular para
desvanecerse luego, transfijos por lanzas de luz controvertida. Los
intersticios del tiempo se cierran: el nuevo día empieza a arrastrarse. Las
gaviotas en lo alto gritan envueltas en llamas de luz.
“Quizás soy más resistente de lo que crees.”
“Prepara algo de café antes de que nos pongamos en marcha, ¿okay?
Tengo que mear y darme un baño.”
Y a la playa desciende, ágil por las rocas resbaladizas bajo la
abertura de nuestra cueva, húmedas de los rocíos de la noche y las algas
sudorosas, oleaginosas, no lamidas aún por el tibio océano. En la arena se
desnuda Karla, se libera de dorados fluidos vaporosos y penetra en el mar,
caminando lenta a través de wuldors poco profundas, una forma de belleza
entunicándose de azur.
Mis ojos vuelan lejos a través de la expansión azul, este milagro de
palpitante inmensidad, en busca de signos. El unánime cuerpo responde a
mi necesidad con líquido silencio. Como un falso dios. O un oráculo
perezoso.
Una sensación de amenaza susurra palabras amorfas a mi corazón
doliente. El lyft tiembla de repente con la densidad de lo por venir. Del
seno de un futuro aún no nacido, fieros eventos luchan por emerger a la
trémula luz del amanecer. El Tiempo tiende ante nosotros los raíles del
destino.
Es mediodía cuando alcanzamos P-4. Con los q-pulsadores en una
mano, tensas las riendas en la otra, nos aproximamos a la puerta norte del
nido aparentemente desierto.
“Baja del caballo. Los dejamos aquí.”
Nada se mueve. Ni una hoja, ni un ave asustada. Una luz masiva
aplasta el mundo. Nos movemos como a través de fyr.
La puerta está desoladamente abierta. La rampa se hunde en la
subterránea negrura. Con los cascos puestos para mayor seguridad y más
fluidas comunicaciones, los q-pulsadores firmes en la mano y las
con-armas estremecidas en las cartucheras, penetramos en el asentamiento
bajo la superficie. Espalda contra espalda o protegidas por los muros, nos
deslizamos por los corredores inspeccionando el lugar abandonado por los
vivos y no poblado todavía por los espectros.
“¡Doucement!”, advierte Karla, “aquí hay algo. Puedo sentirlo.”
“¿Replacers?”
Pero no responderá a esto.
89
Pasamos junto a la despensa y el depósito de armas, iluminándolos
un instante con las linternas y apagándolas enseguida de nuevo. Los han
dejado vacíos. Donde quiera que se hallen los fourters, están bien armados
y bien provistos.
“¿Oyes eso?”, pregunta Karla.
“No.”
“Sígueme.”
Marcho a tientas detrás de ella preguntándome cómo puede moverse
con paso tan seguro ahora que la oscuridad nos ha absorbido totalmente.
Por fin, tropiezo con una estructura metálica.
“Tienes que encontrar una barandilla”, dice en mi receptor. Es el
antepecho de seguridad de la plataforma metálica sobre el hueco entre
niveles. Síguelo llegarás al comienzo de la escalera. ¿Dónde estás ahora?”
“He encontrado la barandilla, pero aún voy a ciegas.”
“Okay, ¡stop! Mira con cuidado alrededor. Verás una luz muy tenue
que llega del nivel de abajo. Guíate por ella.”
Un punto de luz anaranjada parpadea haciéndose por fin visible para
mí. Debe de estar en el segundo nivel, a unas doscientas yardas de
nosotros. Aunque en esta oscuridad no puedo hacerme una idea plausible
del lugar, aún tengo recuerdos de P-4 con los que ayudarme. P-4 es (o era)
la mayor de las colonias: tres niveles bajo tierra y cavando aún más hondo,
abriendo nuevos espacios para las más de quinientas personas que vivían en
el lugar. A diferencia del resto de las colonias pero al igual que el
nido-madre P-7, la expansión de P-4 tropezó hace algún tiempo con
estratos arqueológicos aunque, en la medida en que los fourters nos
permitieron examinar los hallazgos, nada importante surgió de las viejas
cámaras exhumadas.
Finalmente, toco la espalda de Karla, la sólida negrura de su forma
delineada por los fotones extraviados de la débil fuente de luz.
A pesar de la precaución felina al descender la escalera, los peldaños
reverberan bajo nuestras botas. La estructura en su conjunto no parece muy
firme. Se me ocurre que quizás alguien la haya saboteado a modo de
camuflada alarma contra posibles intrusos hostiles. Pero entonces, ¿quién
estará aquí todavía? ¿Un resto no contaminado de los fourters? ¿O una
facción de ex-fourters y ex-fiveters que quieren conservar P-4 como
bastión?
La escalera metálica se estremece ruidosamente cuando alcanzamos
la plataforma entre los dos tramos dispuestos en un ángulo de 45 grados. Si
hay alguien en el nido, a estas alturas sabe sin lugar a dudas que estamos
aquí. A pesar de todo, logramos alcanzar el segundo nivel.
“¿Lo oyes ahora?”
Karla tiene razón. Un sonido débil y sincopado llega de donde la luz
vacila. Parece un ruido humano, el de alguien ahogándose que dejase
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escapar sus últimos gemidos estrangulados... sólo que ninguna agonía dura
tanto ni puede ser tan fríamente regular.
“Sí, lo recibo claro. ¿Qué en el...?”
“Es una trampa. Ten cuidado. Cúbreme la espalda.”
Seguimos avanzando con precaución, los q-pulsadores fijados para
matar, en un despliegue de protección mutua.
Gotas grasientas caen intermitentes de cañerías mal ensambladas en
el techo, formando charcos aquí y allá en los que nuestras botas chapotean
inadvertidamente.
“Es una trampa”, repite en mis audífonos. “Lo único que podemos
hacer es ir a ella sabiéndolo. Volver la emboscada contra ellos.”
Cuanto más nos aproximamos al rincón iluminado, más claro se
vuelve el sonido del exterior en nuestros receptores y más se parece a la
risa tonta de un loco o al maullar quejicoso de un gato.
“Cambia tu pulsador a frecuencia de parálisis. Apuesto a que
conseguimos aquí nuestra presa”, ordena Karla.
“¿Estás segura?”
“Sigue adelante.”
Y entonces, con un destello de compresión, el entrecortado
murmurio me golpea el plexo solar con toda la fuerza de lo que realmente
es: el gemido de un replacer.
“Te está atrapando, man. ¡Mantente frosty!”, llega lejana la voz de
Karla. “Se te está metiendo dentro.”
Un violín, alguien dijo una vez. Es la nota triste de un violín roto.
Sólo que nunca hemos visto ninguno. Los violines pertenecen al Urseiende.
No hay violines en nuestro mundo, pero ahora entiendo por qué usamos esa
metáfora. Porque al oír su sonido hechizante, los fragmentos del Urseiende,
los recuerdos que nos abandonaron tiempo atrás, se precipitan desde sus
fosas estigias para abarrotar la periferia de mi mente consciente. Todavía
sin rostro, amorfos todavía, pero temiblemente próximos. Presencias
fantasmales estremecidas que esperan una señal para repoblar los espacios
vacantes de mi memoria. Y sólo yo puedo abrirles las puertas.
Sí, está metiéndose dentro de mí... este trance dulce, calmífero. Una
nota arrulladora reverberando por los arroyos de mi sangre, cosiéndose a
los tejidos de mis miembros, remodelando los pináculos corticales. Una
resonancia fractal de potencia transfiguradora.
Estoy envuelto en sedas. Rozado por alas de paloma.
Una nostalgia agridulce me posee, me envenena, me embruja. Sí,
abriré los portales de la mente a la irrupción de mis recuerdos perdidos. Me
poblará de nuevo el pasado. Ahora todo está claro. El replacer lo dice. El
replacer lo canta. Yo seré tu único sentido y la razón de tus esfuerzos,
himnodia. No habrá nada aparte de ti y de mí. Alzaremos un mundo
fundado en relaciones de obsesión y posesión mutuas. Yo seré tu indefenso
91
monarca y tu desvalido dios. En mi altar ofrecerás sin cesar el grano y la
leche y la carne y la sal a la siempre hambrienta deidad que yo soy, y yo te
recompensaré con mis lágrimas y con noches insomnes. Seré todo lo que tú
no puedes ser. Te dejaré que me modeles como si fueses mi hacedor, pero
te cambiaré y te envejeceré y te exprimiré hasta la última gota. Yo seré tu
único futuro posible, pero te permitiré vivir de tu pasado. Una y otra vez
revivirás tus recuerdos, hilando con ellos seniles historias y chocheantes
moralejas, y yo te escucharé mientras te hundes en babosa vejez. Pero
escúchame: yo seré tu yo inmortal, el portador de todas las esperanzas y
promesas con las que una vez te estafó la vida.
Brota un cosquilleo en mis testículos que es como música. Una
sensación de placer me ablanda los huesos. Tengo los miembros inyectados
de lasitud. Qué fácil decir sí, en el estupor de la voluntad, a lo que nos
anula.
El arrullador sortilegio muere de pronto. Karla ha desconectado los
filtros de sonido de mi casco. De algún modo hemos logrado llegar a la
plaza de recreo al final del pasadizo. El resplandor de una lámpara
moribunda cae sobre una forma de lemúrida belleza. Un replacer sonriente
sentado en el húmedo suelo bajo la luz, seguro de su impotente poder.
“¡Ahora, dispara!”
Su voz me azota a través del intercomunicador. En el estupor de mi
voluntad, la obedezco con el movimiento reflejo de un autómata. El
replacer se desploma hacia atrás, golpeando con la cabeza el piso de
cemento. Suspendido su vector vital, ahí permanece, inánime como un
muerto.
De repente, nos rodea una docena de formas difusas dispuestas a
disparar sus con-armas contra nosotros. Pero Karla ha previsto la maniobra
y ya está colapsando en muerte sus funciones de onda con el q-pulsador,
moviéndose con tal rapidez y precisión, tan ágil y elusiva, que antes de que
recupere el sentido todos nuestros atacantes han caído.
¡Heil! ¡He aquí los amos del inframundo!
El País de las Imágenes Congeladas
Tiempo helado, como en una imagen tridimensional.
Este mundo en miniatura del tamaño del corto paseo de un hombre
está suspendido para siempre en su último y estrafalario instante, tal como
lo he visto y lo he registrado para memoria de las cosas terrestres, con todo
el aplastante peso de su futilidad. Un instante de mármol en una jaula de
tiempo. Una instantánea de la materia colgada en el horizonte-evento de un
agujero negro.
92
Al pie de esta imagen, cerca de su esquina izquierda, un hombre tira
de un carrito en miniatura en el que hay sentados dos replacers. Sus
miembros sudorosos, el pecho goteante, sus shorts mojados y la camisa
manchada por fuera del pantalón, desabotonada y desajustada, confieren al
hombre la apariencia de una mula. Se le ve tan exprimido como frescos a
los replacers. Los pequeños entes alzan los pequeños brazos en expresión
de júbilo. Ningún sonido nos alcanza, sin embargo. Toda la escena tiene
lugar como en otra dimensión; Karla y yo estamos clavados en la nuestra
por la fuerza de la perplejidad que nos domina.
El hombre arrastra el pequeño carro con los dos pequeños seres por
un pequeño sendero a través de la estrecha franja de césped cinabrio sobre
la playa, donde se ha improvisado el asentamiento de reps y humanos: un
pequeño grupo de infirmes cabañas en las volubles arenas. Un sol dócil
sonríe desde lo alto derrochando oropel, tocando a cada uno y cada cosa
con halos de difuminada santidad. Bajo la alegre estrella, el mar bulle de
plateadas cintilaciones y sobre la arena se extiende, regular, una fina pátina
de luz.
Más allá del pequeño hombre alegre con su pequeño carro, un
replacer alarga la mano hacia el suelo a punto de tocar el cuerpo diminuto
de un animal muerto bajo una costra de moscas afanosas. Tiene los ojos
levantados, no obstante, para mirar a la mujer a su lado. Ésta, el índice
derecho alzado y la cabeza ligeramente inclinada hacia la derecha, le dice
NO con una expresión de blanda severidad. Una extraña satisfacción le tiñe
la faz, un sentimiento autocomplacido mezclado con miedo, al descubrirse
a sí misma impartiendo las recién fraguadas normas del mundo que ignora
a fin de domesticar a la pequeña cosa. Por primera vez en mi vida,
semejante par me impacta como si se tratase de dos especímenes de la
misma raza. Hay una especie de perfecta complementariedad entre los dos;
la reciprocidad de un festivo sadismo. El rep sonríe taimadamente,
sabiendo que tocará la sucia cosa en el suelo, sondando los límites de la
paciencia de la mujer. La mujer sonríe con benevolencia amenazadora,
dispuesta a mostrar el alcance de su resistencia y el peso de su autoridad.
Ambos, por lo que parece, complacidos con el miserable juego de la vida.
Más allá del primer plano de esta estatuaria de apacibles figuras, en
el trasfondo formado por la orilla, hay un replacer inmóvil en el acto
inacabado de recoger una concha de la arena, la pequeña mano extendida y
los dedos pequeñitos muy abiertos como para tocar un sueño hecho añicos.
Pura fascinación le enciende los ojos y brilla a través de su rostro. Junto al
pequeño rep, un hombre y una mujer cogidos de la mano resplandecen
también, embelesados por una fascinación de segunda mano: ven la concha
con ojos renacidos y, embrujados por la renacida visión, contemplan el
mundo con la descerebrada simplicidad de una recién nacida imbecilidad.
Qué protector el hombre hermoso haciendo para el rep una cuna de su
93
sombra en la arena. Qué deliciosa la esbelta mujer con su sonrisa licuefacta
al mirar al pequeño replacer que mira la pequeña concha alegre y luminosa.
Al fondo del cuadro, hay gaviotas peponas de cabezas pendulantes,
suspendidas en medio de sus saltos en la orilla espumosa. En el primer
plano de este mundo en miniatura, hay diminutas mariposas azules
atrapadas en las celosías del lyft sobre la hierba cinabrio. Al fondo, en el
centro, hay replacers chapoteando en las wuldors, envueltos en nubes de
espuma. Otro juega inocuamente con una pelota; otro lanza guijarros
inocuos que resbalan sobre la piel del mar; e incluso otro le arranca
inocuamente a un diminuto cangrejo blindado sus patas blindadas. En
primer plano, una mujer porta a un inocuo rep adormecido en una pequeña
silla con cuatro pequeñas ruedecitas por la vereda a través del césped sobre
la alegre playa luminosa.
Este mundo en miniatura es un idilio de ocio sacralizado.
En la orilla, un trío de replacers construyen sueños en la arena. Me
doy cuenta por primera vez de que existen pequeñas diferencias entre ellos,
rasgos individuales que forman primitivas configuraciones de separadas
personalidades. Este es rubio, rollizo, ojizarco, de labios rojos, largas
pestañas, rostro ovalado, piel morena y extrovertido; ese otro es rubio,
rollizo, ojizarco, de labios rojos, largas pestañas, rostro ovalado, piel blanca
y extrovertido; y ese otro es rubio, rollizo, ojizarco, de labios rojos, largas
pestañas, rostro ovalado, piel morena y aparentemente introvertido o
incluso ausente. No, por lo que puedo recordar siempre me resultaron
idénticos; pero ahora, bajo la mirada embelesada de sus adoptados
protectores, es como si hubiesen comenzado un proceso de ligera
diferenciación, mimetizando nuevos rasgos del pool tipológico humano
alrededor.
“¡Déjalo ya, quieres!”
La suspensión temporal cesa abruptamente con las palabras de Karla.
Comprendo ahora que la imagen inmóvil de este instante congelado
me ha tenido en trance mientras ella fluía hacia el pasado llevada por la
más mansa de las brisas del tiempo. Pero mientras mis ojos la seguían a su
nicho prescrito en la memoria de las cosas terrestres, inscritos en ella,
moviéndose con ella hacia el pasado contra el flujo del tiempo, el sol ha
trazado un arco sobre nuestras cabezas hacia su cita con la Muerte
cotidiana. Ahora Sol está detrás de nosotros y las cosas del mundo,
despojadas de sus halos engañosos, cobran una cruel definición, delineadas
con trazos devastados.
El marco del cuadro, como una puerta entre el intemporal mundo
congelado y nuestra atorbellinada dimensión, vacila bajo la ira solar hasta
desvanecerse. La monstruosa Drosophila Ventrinegra aparece en el cielo
sobre la colonia entonando su salutación:
“Tu Guía soy al Jardín de la dicha, preparado tu asiento.”
94
¡Gosh! ¿Esto es todo lo que sabes decir? Pero nos está llamando al
futuro.
De modo que lo que es fuerza en el Espacio se convierte en la
geometría del Tiempo. Y con precisión maquinal e impecable coordinación
perpretamos la prescrita matanza.
Un País de Imágenes Rotas
“Vais allí y arrasáis el lugar”, había sido la orden inapelable de
Newton después de nuestro combate subterráneo en P-4.
“Destrucción es piedad; aniquilación es salvación”, había respondido
Karla antifonalmente a través del radiotransmisor, no sin su dosis de
cinismo, mientras yo me preguntaba qué pretende mi compañera avispando
una y otra vez al jefe de Control. La ira del ÆÞele podía sentirse en su
bullente silencio al otro lado de la línea.
Dejamos al replacer petrificado allí, en el nido, encerrado en una de
las cámaras como protección frente a posibles mutgartos, y continuamos
luego hacia el híbrido asentamiento. La orden ha sido cumplida ya en toda
su demente imposición. La vida desencarnada refluye de las formas rotas
esparcidas por el campo; una corriente de plasma titilante llena los surcos
del tiempo, filtrándose a través de la porosa eorðan hasta los opacos
archivos de la materia, que son el olvido del hombre.
“Ahora inspeccionemos nuestro Dreckarbeit”, dice Karla junto a mí.
Me vuelvo hacia ella, pero Karla ya no está a mi lado. Miro
alrededor y la veo en la distancia, agitando el brazo desde la orilla, en
medio de los restos tétricos que el mar está lamiendo con olas afligidas,
cariciosas. Un pájaro cruza el cielo con saltos repentinos a lo largo de una
línea discontinua e intrincada. Drosophila está congelada en tres lugares al
mismo tiempo. Un paso precavido me lleva a media milla de donde estoy,
en medio de una noche aterciopelada.
Urgente, me pongo el casco y hablo a través del transmisor:
“¿Karla?”
Pero no recibo nada aparte de furiosa estática.
“¿Karla? ¿Me oyes, Karla? ¿Me lees? ¿Me oyes, Karla? ¡Responde,
Karla! ¡Responde!”
Poco a poco un inquietante sonido empieza a organizarse en forma
de voz tras la ruidosa distorsión en mis audífonos.
“¿Qué?”
No llega por el intercom, sin embargo, sino del exterior, a través de
los filtros. Muy despacio, me desprendo del casco. Karla ya no está en la
orilla y no logro localizarla. Drosophila agita frenética sus alas atelarañadas
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sobre las ruinas del asentamiento, formando remolinos arcoiris que
pastorean un rebaño de dunas.
“¿Qué?”
La voz remota emana de una piedra en el suelo lapis lázuli.
Este vasto y exuberante universo tiene lugar en un pequeño rincón
de nuestra consciencia, tan pequeño, tan minúsculo e inmaterial que quizás
no sea más que un punto matemático....
Inclino el cuerpo y presto oído a cháchara de la piedra.
...confluyen cascadas de
para su decodificación.
es una
fórmula. Es la fórmula de esa decodificación. El universo, visto, vivido y
entendido como una Totalidad unitaria y a la vez diversa
tiempo y en el espacio —esto es, subjetiva y objetivamente—
llamamos causalidad, es el fruto de decodificar esas misteriosas señales de
acuerdo con la fórmula específicamente humana
sello del hombre.
He oído esto antes. La piedra habla como Madsphinx. No, no es la
piedra; la voz llega a través de las retículas de la materia.
Karla está aquí. Quince pasos por delante de mí, hundiéndose en un
suelo de mercurio, con una maldición estrangulada en la garganta.
Me muevo hacia ella. Uno, dos, tres cuatro cinco pasos... el espacio
se estira elásticamente con una especie de continuidad euclidiana
coherente. Incluso llego a oír las palabras de Karla apagándose:
“Distorsión por el reflujo cuántico...”
El sexto paso me sitúa en la arena, bajo las alas todavía en
movimiento del monstruoso mutante ventrinegro. Pero me he dividido.
Estoy en tres cuatro cinco lugares más. Karla está con uno de mis yos y
ninguno de los dos me presta atención. Están sentados en una roca marina
tachonada de conchas y parecen embelesados mirando al bostezante
horizonte, por donde emerge un sol romboide. (Es por la tarde aquí, bajo
mi propia bóveda celeste.) Karla habla. Oigo sus palabras pero no puedo
organizar en mi mente su sentido.
Me doy cuenta de repente de que estoy viendo todos mis yos desde
todos mis isomorfos ortogonales.
Me he perdido el rastro.
Me he perdido a mí mismo entre mis propias réplicas en esta orgía de
visión multiángulo.
“¿Qué?”
Inclino el cuerpo y presto mi oído al musical terreno:
There is something yours in stainless snow:
Its heat withdrawn in whiteness,
Its heart-expanse enthralling Cold
With warmth of purity,
Its bright soul-glow of crystal-foam
96
Embalming all in heaven’ blankness
“¿Qué?”
Un viento azul-niebla me golpea el rostro. Puestos a pensar en ello,
puedo ser muy Espartano Espartano Espartano cuando es necesario, llega
a través de la trama de la materia en una voz vulgar, acotorrada, naranja.
“¿Qué?”
Its ambrosial moon-perfection...
Drosphila sonríe benigna.
Teníamos en casa un mono, un gran matemático. Me enseñó el
décimo problema de Hilbert. Puse a prueba mis habilidades contra las
ecuaciones diofánticas, pero fallé miserablemente. Así que empecé a jugar
a basket con una Esfera de Rieman y compré una casa de verano en
Tiempo Imaginario Euclidiano, justo en el punto medio entre Big Bang
Square y Big Crunch Park.
Un río de sangre y carne fundida fluye como lava hasta el mar. Las
víctimas descorporadas en sus almas elementales desenraizadas nadan
alegres, saltando como truchas.
Karla viene a través del césped cinabrio, sin alcanzar nunca la playa,
inmóvilmente moviéndose. Agita el brazo, tratando de decirme algo. Trato
de escucharla con el casco puesto. Sólo estática. Y las voces
sobrecogedoras del suelo. Como Madsphinx.
Si tuviera una máquina del tiempo impediría que mi padre llegase a
conocer a mi madre. Si me preguntas las tres cosas que odio más en el
mundo, te diré: la familia, la televisión y los médicos. Si me preguntas las
tres cosas que más me gustan, no sabré qué contestar.
Intento hablar, alcanzar los pasos eternos de Karla con mis palabras.
Mi voz refluye de mis labios a mi garganta, asfixiante.
As for the Cryptarchy, nunca resulta una dictadura tan poco
vulnerable como cuando cambia sus ropajes y sus prácticas ancestrales
por el movimiento sutil de una presencia fantasmal y, como los dioses, al
mismo tiempo parece inexistente y se declara la fuente de todos los bienes.
Drosophila desciende sobre el río de sangre y empieza a succionar de
él, volviendo de cuando en cuando la cabeza hacia mí con mirada
perspicaz. Polillas-gema vuelan a su alrededor, jitteringly, chimingly.
Bird-enchanting sweetness, moon-limbed stillness...
Quizá no Madsphinx después de todo —Canta Musa, Hija de la
Memoria, de la infancia de nuestro héroe. Di, inconstante Lady, cómo
fueron sus tempranos años cuando el reloj nuclear de sus células dio los
once. Pues entonces mi padre proclamó desterrados para siempre aquellos
besos de marica (cito literalmente) en la mejilla de papá; desde entonces
debería cuadrarme ante él, alzar marcialmente el brazo derecho y
siegheilearlo. Era mi héroe, el hijodeputa, antes de que comprendiese el
97
sentido de todo aquello. Los hijos no son nunca el fruto del amor, ¿sabes?,
sino de la desesperación. Criarlos no es un acto de generosidad, sino de
absoluto egoísmo: la innecesariamente cruel creatividad de los no
creativos; o si prefieres, una inútil iteración. Huxley captó la idea al revés:
la probeta al hombre libera, del seno materno nace siervo. Eh, Musa,
¿estás de broma o qué?— sino recuerdos que efervescen desde un estrato
inframental, estallando en preprogramados monólogos de un profundo azul.
Los registros secretos de la personalidad entonados sin cesar por el yo
inconsciente, que repite sus obsesiones hasta que cuajan en verdades.
El mero amago de un paso me pone a veinte yardas de Karla, en lo
profundo de un irracional crepúsculo. Su voz me alcanza de pronto clara e
imperativa.
“¡Ahora, petrifícalo!”
Y veo lo que pretende.
Un replacer sobreviviente se escurre entre las ruinas del
asentamiento. Disparo. El pulso q-viaja a través de un multiverso de
superpuestas existencias, dejando atrás una estela arcoiris de cosmocúpulas
rotas y tiempos distorsionados. Golpeándolo fuerte.
Con un Rep Petrificado por Almohada
“¿ENE?”
“Espacio No Euclidiano”, pontifica Karla.
“Pero eso es obvio, ¿no? Yo no llamaría nunca euclidiano a un
espacio con propiedades como elasticidad local, temporalidades
alométricas, topopsiquismo, discontinuidades, gravedad inhomogénea y
superposiciones lineales. ¿Me olvido alguna? La cuestión es qué lo causó.
Y qué lo detuvo.”
Karla parece de pronto perdida en meditación.
Un viento púrpura trae manso la noche, alimonado. Hemos
encendido una hoguera junto a la entrada de P-4. Dos replacers petrificados
reposan inocuos junto a nosotros, atrapados en sus distintos comas. Los
mutgartos se han dejado ver y se han retirado; aparentemente, odian el fyr.
Sus penetrantes chillidos nos recuerdan, sin embargo, que somos intrusos
en un territorio que reclaman como propio. Los caballos piafan inquietos
cada vez que los mutantes gritan, y relinchan lastimeros.
“Quizás Newton tenía razón, después de todo”, dice Karla por fin.
“¿De qué estás hablando?”
“Estoy hablando de patterns cerebrales y de campos mentales. No
puedo decirte cómo, man, pero vi, lo vi con mi mente como si toda ella se
hubiese vuelto un gran ojo esférico, que la retícula espaciotemporal había
98
quedado afectada por la liberación de los campos mentales de los
replacers...”
“¿Esa distorsión por el reflujo cuántico de la que hablaste?”, la
interrumpo.
“Exacto.”
“¡Oh, por favor! ¿Qué sabemos del dominio cuántico aparte de las
cuatro cosas más prácticas y elementales relacionadas con los pulsadores?
Y además, hemos estado cazando reps toda la vida que recordamos sin
habernos tropezado jamás con algo así.” Pero, de algún modo, empiezo a
sentir que tiene razón.
“Estos replacers eran diferentes.”
“¿En qué?”
“No lo sé. Había algo distinto en ellos, algo nuevo. Estaban
comenzando a desarrollar características individuales, por ejemplo. Quizás
se desencadena en ellos algún proceso oculto el momento en que engatusan
a humanos para que sean sus protectores.”
“¿Por esto conservamos dos?”
“Puede que ofrezcan distintos tipos de respuestas.”
“¿Realmente crees que la fórmula en aquel viejo pedazo de papel...?”
“¡Pustiak, man! ¡Aquel pedazo de mierda era farsa!”
“¿Qué estas diciendo, puro Glockenspiel?”
Pero no está dispuesta a abundar en ello.
La brisa se arremolina de repente alrededor del fyr arrebatándole un
enjambre de chispas doradas. Los leños ardientes crujen lúgubres al saltar
las fúlgidas luciérnagas furtivas.
“Tú tienes ese recuerdo también, ¿verdad, Karla?”
“¿Qué recuerdo?”
“Ya sabes cuál quiero decir. Ahora me resulta más remoto. Algo
vislumbrado al borde de dreamland, en un estado rielante entre el sueño y
el despertar. Les hicimos algo, ¿no es así? Tú y yo. Algo a sus cerebros.
Los cerebros de los replacers. Algo prohibido.”
Karla se queda callada un instante. Ominosamente. Luego:
“¿Qué es eso en tu cinturón que siempre llevas contigo?”
“Ya sabes lo que es.”
“Dímelo de todos modos.”
“Una grabadora”, concedo.
“¿Para qué?”
“Memoria hardware. Un back-up de mis pensamientos en caso... ¡Eh,
mujer, ¿de qué va este juego?!”
“Un back-up para tus pensamientos, sentimientos, preguntas,
aspiraciones y desesperaciones en caso... sólo en caso, de que lo perdamos
todo otra vez. ¿No? Lo que intento decirte, klugman, es que no es la
primera vez que montas este tipo de back-up.”
99
Vuelvo la vista, desconcertado, hacia los comáticos replacers.
“¿Dónde? ¿Ahí? ¿Cómo puedes saberlo?”
“Porque tienes razón. Comparto este recuerdo específico contigo.
Sólo que mi copia es más nítida.”
“¿Qué más sabes?”, le pregunto sin disimular mi ansiedad.
“Ya he dicho demasiado.”
“¿Por qué? ¿Por qué siempre ese velo de misterio alrededor de las
cosas que sabes? ¿Quién te crees que eres?”
“¿Por qué? Porque las estropearías todas. ¿Quién me creo que soy?
Man, yo soy tu Salvador. Pero aún no lo entiendes.”
“¿Entender qué?”, casi grito fuera de mí.
“Hora de partir.”
“¿Ahora?”
“Yo me voy. Tú te quedas y vigilas el campamento.”
La observo en silencio mientras se pone en pie, recoge sus armas,
ensilla el caballo y lo monta.
“¿Qué se supone que tengo que hacer aquí, camarada?”
“Espera. Descansa... Duerme.”
“¿Dormir? ¿Cómo?”
“Usa un rep por almohada.”
Y espolea secamente al semental sable, que se lanza a un repentino
galope fundiéndose con la negrura de la noche, como un sueño que queda
atrás.
Merodeadores de los Sueños
Agua hirviendo, tres cuatro cinco cucharadas del jodido polvo
instantáneo, una dosis generosa de aspartamo... dispuesto para afrontar la
noche. Creo incluso que podría masticar una de esas terrosas barras de
proteína que nos mantienen a nosotros, los héroes y luchadores de la Nueva
Era, los supervivientes del Hombre, insustancialmente vivos.
Ahhh Lone, ¿serías capaz de hacerme un favor? Algo personal,
¿sabes? Sólo entre tú y yo, nadie más necesita saberlo. Sólo… no caigas en
tu típico humor loniano, ¿okay? Esta noche no, por favor. Mantente frosty.
Ten tu q-pulsador a mano. Cruza las piernas, tensa la espina, respira
profunda y alegremente, desparasita tu cerebro, abre bien los ojos,
enciende tus funciones corticales, déjalas chispear de vida y, por una vez,
sólo por esta vez y en aras de un cambio saludable, olvídate de tu
derrotismo crónico. ¿Okay? No se lo diré a nadie, crossmyhearthopetodie.
Recuerda: ¡Todo va bien en el mundo!
Debo de haber leído esto en alguna parte. Seguro que a mí solo no se
me ha ocurrido.
100
¿Lo ves? ¡Estás cayendo otra vez! ¿Qué quieres, joder las cosas
ahora que estás poco menos que fluyendo serenamente hacia los últimos
capítulos de tu historia? Porque esto es el fin, man, lo entiendas o no.
Good grief!, ¿pero qué eres tú? ¿El topo de Karla en mi conciencia?
¡Vete con tu ama!
Y dejar que te revuelques en las defecaciones de tu cerebro. ¡Ni
hablar!
¡Te conozco! Tú eres uno de mis yos ortogonales. El que estaba
sentado y conspirando con Karla.
¿Así que me reconoces? Muy amable, really. Déjame darte un
consejo urgente, entonces. Despiértate, man, ¡o los mutgartos se te van a
comer las pelotas!
Con un espasmo de alarma emerjo del sopor que me había cautivado
sin que lo percibiese. El fyr está muriendo. Mi caballo relincha frenético. El
negro de la noche está tachonado de ojos esmeralda. Ojos almendrados que
enciende un paciente, acechante, fiero resplandor, ahora visible ahora
velado por los vapores nocturnos.
Arrojo nuevos leños al fyr, acaricio mi con-arma, cojo el
lanzallamas, azoto la oscuridad un par de veces con su abrasador rugido y
espero alerta hasta que los bastgartos se han retirado otra vez. El caballo se
tranquiliza por fin. Y yo me fío de su instinto.
Así que empecemos toda la historia de nuevo: Agua hirviendo, tres
cuatro cinco cucharadas del jodido polvo instantáneo, una dosis generosa
de aspartamo... y dispuesto para afrontar lo que quede de noche. Creo que
podría llevarme a la boca incluso una de esas barras de proteína grumosas y
asfixiantes que ayudan a conservar nuestras inútiles vidas. Nosotros,
luchadores y… okay, no repetiré esta línea.
Y para comenzar, ¿estoy realmente despierto esta vez? O: ¿he estado
realmente despierto alguna vez? Sé práctico, man. El suelo está duro, la
piedra es sólida, el fyr quema, no puedo levitar y, si le pego una patada a
mi caballo, me la devolverá. Ahí tienes todos los síntomas del estar
despierto. Lo que en otro tiempo se llamaba Realidad. Incluso los replacers
están ahí, sumergidos en sus trances, sus vectores de vida en suspenso. Y
deberías sentir, Karla, qué fríos están ahora. Al final es verdad que he
acabado usando uno de ellos por almohada, sabes. Sin quererlo, en
cualquier caso. Zufälligerweise. Y creo que tienes razón. Hay algo en ellos
que turba la memoria. ¿O no lo dijiste tú, después de todo, y me lo he
inventado yo mismo? Me parece ahora como si estuviese a punto de
recordar. Como si alguien hubiese abierto las puertas de la vieja cripta
olvidada. Miro dentro de ella y siento las presencias, pero no logro darles
formas visibles. Cuando trato de llamarlas, no me responde sino el eco de
mi voz, vacío. Pero los percibo ahí, los viejos recuerdos, esperando que los
reviva. ¿Estoy yo también entre ellos? Y si mi identidad está ahí, entre las
101
cosas perdidas, ¿quién es el que pregunta por ella, haciéndose pasar por
ella?
¿Es ésta la razón de que tú tengas recuerdos mejores y más precisos
del Urseiende? ¿Porque no dejas que se te cierre la herida? ¿La herida que
los replacers te infligieron? ¿Es el dolor la puerta de la memoria?
Se me ocurre ahora que quizás haya gente en la madriguera que
recuerde el Urseiende mejor de lo que estarían dispuestos a reconocer.
Como tú. Quizás incluso entre todos tengan piezas suficientes del puzzle
para completarlo, si tan sólo aceptasen compartirlas con el resto. ¿Por qué
lo ocultan? ¿Miedo? ¿Miedo de las consecuencias? ¿Tan terrible es lo que
nos hemos hecho unos a otros? ¿Es ésta la razón de que hayamos perdido la
vieja memoria, por un sentimiento de culpa cainita? ¿Cuánto sabe Newton
en realidad del Urseiende? ¿Tengo yo también piezas suficientes del puzzle
para ayudar a completarlo?
No, estoy seguro de que no.
“Piénsalo mejor.”
“¿Tú?”
“¿A quién esperabas?”
“Entonces yo...”
“Sí, te has dormido otra vez. ¿Lo digieres mejor así? Pero
concédeme un momento en cualquier caso.”
“Pero...”
“¡Só-loun-mo-men-to-man!”
Me resigno a escucharle.
“Di lo que debas, pues, pero al menos no entones otra vez ese verso
tuyo.”
“¿Tu Guía soy al Jardín de la dicha y todo eso?”
“¡Exacto! ¿Qué es lo que quieres?”
“Pero es la verdad. ¡Soy tu Guía!”
“¡Da igual!”
“Okay. Sólo contéstame a esto: ¿por qué crees que Karla dijo que
estropearías las cosas si las conocieses?”
Abruptamente, Drosophila huye asustada, alzando el vuelo con
torpes, fatigosos, pesados saltos.
Sorry si te molesto, man, se cuela mi yo ortogonal, pero tendrías que
volver de inmediato.
Caigo hacia el despertar. Despacio. Tan despacio que paso eones
hundiéndome a través de capas y capas de sordo algodón hasta que soy
capaz de abrir los ojos. Aún está oscuro ahí fuera. Hay un silencio de
muerte. Un silencio azul. Y el cielo me observa con sus luceros ferales tras
una pantalla de frío. Nunca me ha importado nada aparte de mis preguntas.
Por eso la materialidad me ha resultado siempre tan inmaterial que tomo
los sueños por la realidad, esto es, confundo los sueños con el sueño más
102
desabrido de todos. Pero ahora sé sin lugar a dudas que estoy en el extremo
más unheimlich de todo el espectro.
Débilmente todavía, el suelo empieza a reverberar. Pongo en él la
mano para escuchar el sonido a través de mi piel. Clunk tras clunk tras
clunk tras clunk en el tambor del terreno, más y más rápido, más cerca y
más fuerte. Deben de ser al menos cuatro caballos. Así que Newton ha
enviado por fin a sus ghostkillers.
Un pájaro almuédano canta desde el bosque, ominoso y triunfante, y
yo recuerdo haber vivido esto ya. De pronto, cinco jinetes sobre corceles
negros saltan apocalípticos a través de la muralla de vegetación al claro en
que me encuentro. Karla los dirige fieramente; tienen los pulsadores
dispuestos.
Esta vez yo no soy el cazador, sino la presa.
103
IRRESPUESTAS
Cualquier objeto, incluso el más simple, contiene,
potencialmente, una cantidad infinita de información. De ahí
que por más que detallada que se haga una transmisión,
siempre resultará innecesariamente precisa para algunos y
fragmentaria para otros.
Stanislaw Lem, La Voz de Su Amo
104
Huellas en Campo Mente
Los ocho æÞeles —cuatro investigadores, incluido el jefe de
Control, y cuatro guardias— ocupan ceremoniosamente los lugares que se
les han asignado en lo que la élite de Control conoce ya como el Core
Wissenschaft: la última, la más impresionante y la mejor equipada de las
cámaras high-tech descubiertas recientemente. Todos ellos visten trajes de
aislamiento con pantallas faciales ligeramente ahumadas, cada uno respira
el oxígeno de su propia mochila de mantenimiento vital y comunica con el
resto a través del sistema de radio intercom, para evitar la posible infección
a causa de los replacers. Este sofisticado equipamiento Wissenschaft no ha
sido descubierto sino durante los últimos días en el inapreciable yacimiento
arqueológico que podría cambiar la vida de los P-seveners para siempre.
Extraña (pero afortunadamente también), el destino, o lo que sea que
ensarta los eventos en las secuencias temporales que conforman la trama de
la Realidad, ha sido propicio y los hallazgos en el interior de la madriguera
han proporcionado por esta vez todo lo necesario para estar a la altura de
los desafíos traídos del exterior.
Con los cuatro guardias de pie en las cuatro esquinas de la cámara y
los cuatro técnicos alrededor de las dos mesas de operación en el centro del
Core, donde los dos replacers yacen drogados y sujetados por correas,
Newton permanece callado e inmóvil durante un largo, lento, entero
minuto, como si orase.
“Bien, camaradas”, comienza por fin, y su voz se transmite algo
distorsionada y mezclada con un resuello de estática a través del defectuoso
sistema intercom, “espero que no sea necesario recordaros que habéis
jurado mantener en secreto todo lo que se diga, se vea y se halle aquí hoy.
No hace falta que os describa el nivel de inestabilidad al que podríamos
precipitarnos, como sociedad, si las respuestas que obtenemos aquí
traicionan las espectativas y esperanzas del resto de nuestros camaradas en
un momento tan difícil y apremiante como el que estamos soportando
ahora.”
Pausa un instante para absorber el solemne silencio que recibe sus
palabras. Parece disfrutar de la profundidad que este rito científico, filmado
y registrado para la posteridad por cuatro cámaras automáticas en el Core,
está adquiriendo de su discurso, no tan improvisado como quisiera que el
resto de los æÞeles presentes creyera.
“Hay veces en que uno siente que, si sólo pudiese detenerse unos
instantes, detener la acción, retirarse al interior de sí mismo, detener
incluso los azarosos revoloteos de la mente, llegaría a encontrar la clave del
orden que su vida y su consciencia han perdido. Lo intenta y cae dormido,
o se hunde en un trance de olvido... Cuando al fin se recupera, descubre
que aún no tiene la llave. Que nada ha cambiado en él o alrededor de él
105
mientras el perenne movimiento de la vida, desordenado y sin propósito, se
lo llevaba hacia delante. Si os digo esto es porque sé que algunos de
vosotros preferiríais no dar este paso. Al menos no ahora. Pero darlo es
inevitable. No hay otro camino. Dos camaradas han muerto para capturar a
estos replacers. De manera que es nuestro deber exprimir a estos seres hasta
la última gota de conocimiento que podamos arrancarles. Y esto es algo
que sólo puede hacerse ahora. ¡Debe hacerse ahora!”
Newton se refiere obviamente a Karla y Lone, cuyas muertes acaban
de ser anunciadas a Control y publicadas en la madriguera. Sólo los cuatro
guardias saben aquí que los dos guerreros no dieron la vida ni altruista ni
voluntariamente por la buena causa proclamada por el ÆÞele. Muy al
contrario, Newton envió sus ghostkillers contra ellos del mismo modo que
arrojará a sus guardias contra sus investigadores, si llega a sentirse
amenazado por ellos. Confía en los guardias de Control más que en nadie
en la madriguera. No ha ahorrado ni tiempo ni esfuerzo en ganarse sus
lealtades, porque siempre ha sabido que este momento llegaría antes o
después. El momento de la verdad. ¿Y quién está más allá de la necesidad
de protección cuando el momento de la verdad sobreviene?
“Toda nuestra vida en la warren la hemos pasado ansiando una
respuesta”, continúa el jefe de Control. “¿Quiénes somos? ¿Dónde
estamos? ¿Qué son estos seres a los que combatimos sin tregua? ¿De dónde
vienen? ¿Quién o qué los produce? ¿Hubo una vida antes de ésta? ¿Cómo
era? Preguntas como éstas nos han vuelto locos durante todo este tiempo.
Aquí”, y Newton toca la cabeza del replacer drogado a su derecha, “puede
que se encuentren las respuestas a todas o a algunas de estas cuestiones,
aunque aún no podemos saber cuán completa será la representación del
Urseiende que sean capaces de proporcionarnos. Pero ahora que tenemos
tan cerca las respuestas, percibo que nuestro sentimiento dominante aquí,
en este Core, es el miedo. El miedo al pasado se ha convertido en miedo al
futuro. De manera imperceptible, nos hemos habituado tanto a nuestra vida
presente, aunque mutilada y deficiente, que hemos llegado a temer
cualquier posible cambio. No obstante, en los últimos tiempos hemos
sufrido tal cantidad de bajas que ya no queda otro camino, aunque sólo sea
para prolongar el presente estado de cosas, que conseguir de una vez por
todas las respuestas que hasta ahora nos han eludido. Quiero que todos
penséis en esto mientras trabajamos hoy aquí. Esto es todo lo que tenía que
deciros, camaradas. Ahora, antes de dar comienzo a lo que todos esperamos
sea la última fase de nuestra investigación, hagamos un breve resumen de
lo que ya sabemos. ¿Moira?”
“Sí. Hemos podido confirmar”, asevera uno de los investigadores de
Control, “que los replacers son integralmente unidades biológicas. En la
medida en que nuestros instrumentos son capaces de establecerlo, no hay
en sus cuerpos ni una pieza de maquinaria. Están hechos exactamente de la
106
misma materia que nosotros, humanos. Y si hemos de fiarnos de nuestros
scanners, están dotados de exactamente los mismos órganos. De acuerdo
con todo esto, y de acuerdo también con nuestros últimos descubrimientos
aquí, en el yacimiento Wissenschaft, debemos admitir como una
posibilidad no muy lejana que los replacers y los humanos pertenezcamos a
una y la misma especie; aunque la teoría de Madsphinx, que querría ver a
los primeros como el resultado reproductivo de los últimos, debe ser
considerada, en ausencia de ulteriores datos, como el producto de una
grosera mitología.”
“¿Arnim?”, pide Newton.
“Yessir. Tal como Carry-Ann aquí sugirió”, repone el segundo
científico volviendo la cabeza hacia Carry-Ann en una de las esquinas con
una ligera inclinación de reconocimiento, “existe una ligera diferencia,
aunque no fundamental, entre los dos replacers. Tom1 (de acuerdo con la
nomenclatura establecida) es un espécimen de replacer estándar, en todo
idéntico a los anteriores replacers encontrados hasta ahora. En Tom2, sin
embargo, encontramos rasgos individuales, embrionarios aún pero
perceptibles, que lo separan del modelo estándar. Si hemos de admitir que
los humanos y replacers forman parte de la misma especie, debemos
contemplar este proceso de diferenciación como el auténtico comienzo de
la humanización de estos últimos. Ahora bien, esto nos conduce a una
contradicción insoluble, porque todo apunta al hecho de que el proceso de
diferenciación física y de individuación psicológica se desencadena en el
momento en que el replacer queda vinculado a su protector o protectora y
recibe su impronta emocional. Puesto que los replacers representan lo
absolutamente opuesto a nuestra cultura, nos vemos forzados a rechazar
que puedan volverse humanos en el mismísimo proceso de negar lo que
nosotros somos. Pero esta constatación nos arroja de cabeza contra otro
enigma: si replacers y humanos pertenecen a la misma especie biológica,
¿por qué ellos son idénticos, mientras nosotros somos tan diferentes unos
de otros?”
“¿Niels?”, requiere Newton.
“Sir. Por lo que respecta al proceso de diferenciación física e
individuación psicológica (el D-proceso, de acuerdo con la nomenclatura
establecida), aunque es verdad, como ya se ha dicho, que todo sugiere que
la captura del protector es el evento que lo desencadena, todavía ignoramos
los detalles del programa implicado en el mismo. Lo que sí sabemos es que
durante su periodo como modelo estándar (Standard Model Period o SMP)
un replacer funciona meramente como una entidad neural computable: no
posee más mente que un gusano o una rata o un conejo. Con toda
probabilidad, incluso menos. Pero una vez que se ha activado el D-proceso,
se enciende en su cerebro una actividad cuántica subcelular.
Concretamente, a nivel de los microtúbulos en la estructura citoesquelética
107
de las neuronas y en la retícula vesicular presináptica. Esto debe de generar
con el tiempo un campo mental cuántico coherente de primer nivel (ψM1)
con dos notables efectos: primero, afecta al ADN del replacer, lo que
hemos llamado su gen-pro estándar, dando lugar a las mutaciones físicas
que hemos podido percibir en Tom2. Es muy probable que los cambios
físicos sean lentos e incluyan cierta forma de mímesis, una especie de copia
del fenotipo de su protector o algo parecido. En segundo lugar, ψM1 libera o
activa un ‘Atractor Extraño del Yo’ (Self Weird Attractor o SWA), el alma
matemática o entelequia del replacer, la cual gobernará teleológicamente a
partir de ese momento el futuro desarrollo de ese ser consciente.”
Los tres investigadores menores han hablado. Lo han hecho en la
misma jerga, con la misma voz, el mismo tono monótono. Perdidos dentro
de sus uniformes trajes de aislamiento, parecen tres réplicas, tres
monkey-apers, del ídolo científico mismo, el ÆÞele de Control.
“Gracias a todos, camaradas”, concluye Newton. “Sólo dos cosas
quedan por decir. Primero, que hasta ahora no hemos hallado ninguna clave
para la posible exterminación de los replacers en cuanto que plaga
biológica. Por último, que lo que sí hemos detectado es un área de especial
densidad en el campo mental cuántico de primer nivel de Tom2. Es esta
área, que hemos denominado Zd-Mem, la que debemos explorar ahora de
acuerdo con la hipótesis de que constituye un zip-campo reticular
submental de eventos fundacionales flexiblemente interconectados en
código tiempo, es decir, un i-paquete de memoria colectiva. Empecemos de
una vez.”
Ahora, mientras se hace descender a la cabeza de Tom2 un casco
conectado por infinidad de cables a las máquinas y ordenadores, y agujas
del tamaño de la milésima parte de un cabello humano penetran en el
cerebro a través del cráneo desplegándose como telescopios, eyectando
extensiones más y más finas a fin de alcanzar los dominios subcelulares del
córtex, algo ocurre en la cámara sin que lo perciban los cuatro concentrados
investigadores. Un mensaje pasa de guardia a guardia a través de una
frecuencia inoperante para el resto del selecto grupo en el Core:
Rojo a punto. Cambio.
Negro a punto. Cambio.
Azul a punto. Cambio.
Oro a punto. Cambio y fuera.
Nadie aquí, en la cámara herméticamente cerrada, a parte de los
cuatro involucrados, nota que la tensión en las esquinas de la cámara se ha
elevado algunos grados.
“Oscilaciones subcelulares cuánticas contactadas”, anuncia uno de
los investigadores que manipula el casco de Tom2. “Ya están
transmitiéndose. La pantalla del desformalizador debería encenderse en
seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno, ¡ahora!”
108
Una cascada de ideogramas verdes y grises y anaranjados empieza a
caer de pronto a través de la negra pantalla. A los cuatro científicos les
invade un silencio sólido, la vista fija en la lluvia tricolor, atónitos ante su
propio éxito. Se dan cuenta ahora de cuán inesperado había sido éste para
todos ellos, después de todo. Durante largos minutos permanecen inmóviles
delante de la pantalla, estudiando los patrones en que fluyen los
ideogramas, sus iteraciones y regularidades. Memorizándolos,
absorbiéndolos.
“¿Empezamos con la decodificación?”, pregunta Moira por fin.
“Algo falla”, replica Newton.
“¿Qué quiere decir, sir?”, inquiere otro de los investigadores.
“No lo sé, pero puedo sentirlo. Estos patrones son demasiado
caóticos. ¿Estáis seguros de que la información que recibimos proviene
directamente de Zd-Mem?”
“Yessir, ¿por qué?”
“Okay”, concede Newton, “encended el decodificador.”
Moira alarga la mano para activar el complicado aparato. Una
segunda pantalla se ilumina. Medio minuto después, una danza browniana
de palabras e imágenes fragmentarias rompe el negro pulido de su
superficie. La entropía creciente en el decodificador se vuelve
abrumadoramente deprimente para los ocho æÞeles.
Moira apaga la máquina con un gesto rabioso de la mano y un
histérico: “¡Donnerwetter fucking Bojje moi!”
Oro expanse, pospone uno de los guardianes, el que tiene la mejor
perspectiva de las pantallas.
¡Amen!, entonan simultáneamente los otros tres en respuesta.
“Tiene que ser el hardware.”
“No puede ser eso”, replica Newton. “Hemos llevado a cabo
cuidadosa y minuciosamente todos los procedimientos de reactivación.”
“Tiene toda la razón, sir. Pero estamos operando de acuerdo con un
conocimiento que es incierto.”
“¡No! El conocimiento no es incierto. Puede que sea inexplicable,
pero no incierto. No sabemos cómo o por qué lo poseemos ni de dónde nos
viene. Pero lo poseemos. Y sabemos que lo poseemos.”
“Ésa es la cuestión, sir. Su misma fuente podría estar equivocada. De
hecho no sabemos...”
“Señores, esta discusión es Glockenspiel. Hemos avanzado
demasiado para empezar ahora a cuestionarnos la fiabilidad de lo que
conocemos. Tenemos que fiarnos de nuestro conocimiento por más
inexplicable que pueda ser. Es la única puerta abierta. No. Dejadme pensar
sólo un momento... dejadme pensar sólo un momento... Veamos: Estamos
actuando sobre ψM1, ¿de acuerdo? Pero si nuestra tesis es correcta, este
campo mental se activa por medio de un hipotético evento desencadenador.
109
Denominemos T1 al momento de la activación de ψM1. Ahora bien, si
estamos en lo correcto al pensar que Zd-Mem es una memoria implantada
de naturaleza colectiva, debe ser anterior a T1; tuvo que ser implantada en
T0. De manera que nos estamos dejando algo aquí, camaradas.”
“Entonces nuestras tesis ha de ser errónea”, repone uno de los
científicos y el desánimo le mana en la voz. “No hay margen posible de
error en el hecho de que Zd-Mem se da en un estrato profundo de ψM1,
estocásticamente accesible desde los niveles superiores pero influyendo en
ellos de modo determinista.”
“No exactamente, Arnim”, le interrumpe Moira. “Escuchad, ¿qué es
la memoria, después de todo? Podemos contemplarla como una especie de
fijación de experiencias y percepciones presentes en un lenguaje en código
tiempo de elementos asociados libre y estocásticamente, ¿de acuerdo? Por
su lado, el presente es la actualización de una línea temporal específica, lo
que implica la reducción del vector de estado del segmento futuro de esa
línea temporal. Pero una vez que el presente ha sido codificado como
recuerdos vuelve a estar cuantizado: el pasado es tanto una cuestión de
posibilidad como el futuro. Quiero decir que, de acuerdo con las ecuaciones
cuánticas, debe existir cuando menos la posibilidad de realinear el pasado
en conformidad con las alineaciones futuras.”
“Moira tiene razón”, concede Newton. “Veo lo que quieres decir. El
pasado no es información fija y descuantizada, sino tan variable como el
futuro. Es decir, el pasado cambia según el futuro que lo observa. Por eso,
aunque la memoria (Zd-Mem) tiene que haber sido implantada en la mente
neural al nivel puramente cerebral necesariamente en T0, después de T1
tuvo que empezar a ser absorbida por el campo mental de primer nivel,
traducida a sus propios términos de posibilidad cuántica, por así decirlo, y
resituada en una zona que es el reflejo exacto de su lugar original en la
mente neural. De manera que lo que tenemos que hacer ahora es encontrar
la clave y ratio de su traducción a ψ-términos y proporcionárselas al
desformalizador. Porque el problema real está ahí. El decodificador no ha
hecho más que amplificar la distorsión original.”
Newton se sienta frente al ordenador central y empieza a deslizarse
audaz sobre el teclado. Los otros tres investigadores permanecen detrás,
hipnotizados por los complejos símbolos y números fundiéndose en
poderosas ecuaciones que se replican a sí mismas y mutan para fluir hacia
elegantes soluciones. Un par de minutos después el desformalizador ha sido
revitaminado con los nuevos datos.
Re-rojo. Cambio, se abre el circuito encubierto de los guardias otra
vez.
Re-negro. Cambio.
Re-azul. Cambio.
Re-oro. Alertas.
110
Los patrones en la pantalla del desformalizador cambian
abruptamente. Se hacen más claros, presentan regularidades más evidentes
y los ideogramas llegan ahora en cuatro colores, al añadirse el amarillo a
los otros tres.
Pero Newton no ha terminado. Continúa puliendo sus ecuaciones,
afinando las soluciones. Los patrones mutan y mutan de nuevo hasta que
parecen la fluida estructura de un cristal líquido. Satisfecho con el
resultado, el ÆÞele se detiene por fin.
“Okay, encended el decodificador.”
Moira obedece.
Tras un corto lapso, imágenes y palabras inundan la segunda
pantalla. Los primeros remolinos de frases y colores empiezan a
organizarse en secuencias coherentes. A estas alturas, el semblante
satisfecho de Newton debe de haberse transformado en uno de pura
consternación. Sin embargo, todavía no se mueve, permanece sentado
tragándose en atónito silencio todo lo que la pantalla tiene que decirles a
los boquiabiertos espectadores acerca de su pasado perdido.
“Bien, por supuesto hay que leer todo esto correctamente”, escupe al
fin el jefe de Control. “Es obvio que el q-pulso dañó la memoria de Tom2,
pero hay lo suficiente aquí para...”
Pero mientras su mente vuela en busca de interpretaciones
favorables, uno de los guardias desenfunda su propio q-pulsador. Aunque
Newton capta el gesto de reojo, malinterpreta el acontecimiento por venir.
Carry-Ann alza su arma, apunta y pulveriza a los dos replacers.
Inmediatamente, los cuatro guardias se despojan de sus trajes de
aislamiento y se hacen con el control del Core. Larissa cubre la salida.
Carry-Ann encañona a Newton con su pulsador. Yo le devuelvo la mirada,
calibrando la medida de su asombro y de su sentimiento de traición al
hallarme vivo aquí dentro. Y Karla se dirige al ÆÞele con su peculiar
forma de sarcasmo:
“Eres grande, klugman, verdaderamente grande.”
Verdimundo
“Tenías razón, sabes. Las habría fastidiado.”
“¿Las respuestas? Desde luego que lo habrías hecho. Hay personas
que tienen que ser protegidas de sí mismas. Y el resto tenemos que
protegernos de las personas que deben ser protegidas de sí mismas”, repone
Karla enmarañadamente.
“No creo que me hayas entendido. ¿Piensas que estamos mejor con
ellas?”
111
“Ahora tenemos la coordenadas. Podemos construir a partir de ellas”,
replica de un modo casi implorante, inusual en Karla.
“Quizás sepamos dónde estamos en el universo, pero seguimos sin
saber qué somos, quiénes somos.”
“¿Y qué se supone que te respondería a eso, man?”
“Una experiencia. Todo lo que tenemos ahora es narrativa. ¿No lo
entiendes? Respuestas que calman unas preguntas sólo para hacer nacer
otras preguntas, sin responder a nada central.”
“¡Scheisse, Lone! Has estado teniendo experiencias todos estos años;
quizás no has sido capaz de reconocer la que buscas. ¡Y no me digas que
no te atormentaba no recordar nada del Urseiende!”
Intento responder pero Karla me silencia con un gesto tajante y una
mirada glacial.
“Busquemos dónde sentarnos. Debe de estar a punto de llegar”, dice
con brusquedad.
La plaza está abarrotada, ni un solo P-sevener se halla ausente. La
gente se sienta en las sillas o el suelo, allí donde encuentran el hueco más
inconcebible. Pero esta noche no traen sus botellas de licor; saben ya que
necesitarán todos sus sentidos para escuchar lo que ha de decirse.
Hay dos jaulas en medio de la plaza esta noche. En una de ellas yace
Madsphinx boca arriba en una especie de sopor comático. En la otra,
sentado ignominiosamente, con los ojos cerrados ignorando a la turba, está
Newton, resentido y absorto, murmurando sin cesar para sí mismo: El
pasado cambia según el futuro que lo observa, el pasado cambia según el
futuro que lo observa, el pasado cambia según el futuro que lo observa... Y
en uno de los rincones del ágora subterránea, se ha instalado una enorme
pantalla que pende del techo.
“Ahí viene”, anuncia Karla.
Carry-Ann se abre camino a través de la compacta multitud escoltada
por Larissa y un escuadrón de sus guardias. Alcanza el centro de la plaza y
espera a que la gente guarde silencio.
“Amigos”, comienza entonces, “os hemos convocado hoy aquí
porque por fin podemos decir que tenemos las respuestas que hemos estado
buscando. Sabemos quiénes somos, dónde estamos, qué nos ocurrió.”
No puedo evitar sonreír amargamente ante estas palabras y pensar en
el discurso del propio Newton a sus colegas.
“Pero debo empezar por deciros que, hasta donde sabemos, todos los
recuerdos que Madsphinx ha compartido aquí con nosotros durante estos
años de olvido son ciertos. Este hombre es Paul Gombrowicz y el mundo lo
conoció como Pierre-Teilhard I, el Gorbachov del Vaticano. Tras
desmantelar el holding religioso más grande, poderoso y tentacular que
existiera, cambió la religión por la ciencia y fundó el mismísimo lugar en
112
que nos hallamos ahora, la institución llamada Schwarz-Científica
Foundation, que colaboró estrechamente con el gobierno de los USA en los
experimentos desarrollados en Freeberia durante los quince años previos al
colapso del Urseiende. Este otro sujeto es Isaac Newton, delegado del
gobierno en la Schwarz-Científica, el científico más brillante de la
institución y, al final, su disidente e independizado director. Ambos
hombres, sobre todo el segundo, son responsables del colapso. En cuanto a
por qué el colapso no afectó a la memoria de Madsphinx del mismo modo
que al resto, eso es algo que ignoramos y que quizás nunca lleguemos a
conocer.”
Carry-Ann tiene que alzar ambas manos para calmar los murmullos.
“Primero una palabras acerca de cómo hemos conseguido la
información que estamos a punto de compartir con vosotros. Algunos
habéis oído ya rumores incompletos. He aquí un resumen de toda la
historia. Tras la debacle en el sur, que supuso la destrucción de P-5 y P-4,
Newton envió a Karla y Lone a una misión secreta cuyo objetivo era
capturar un replacer vivo. Para este fin, Newton y sus investigadores habían
desarrollado una nueva q-frecuencia con poder de paralizar (o como ellos
decían, ‘petrificar’) a la víctima, confiando en que los nuevos
descubrimientos en el yacimiento Wissenschaft les proporcionaran los
medios para analizar al replacer y encontrar en él la clave de la
exterminación de toda la plaga. Lo que Newton ignoraba en ese momento
es que Karla había manipulado secretamente la situación para hacerle
tomar la decisión que el ÆÞele creía suya. El motivo de que Karla obrase
así fue que poseía recuerdos fragmentarios, pero muy conscientes, de los
instantes que precedieron al colapso e intuía dónde podían encontrarse las
respuestas. Mientras ella y Lone se hallaban en su misión lejos de la
madriguera, yo debía reclutar a Larissa, la comandante de los guardias de
Control, y tejer aquí una especie de conspiración, en caso de que Newton
resultase culpable del presente estado de cosas y tratase de algún modo de
neutralizar la información. De modo que cuando Newton envió a sus
ghostkillers contra Karla y Lone, en quienes había dejado de confiar, yo
formaba parte del grupo de asesinos bajo las órdenes de Larissa. Trajimos a
nuestros dos camaradas sanos y salvos a la madriguera y los infiltramos en
Control.
“Este pequeño complot es el capítulo final de una historia que
comenzó en el Urseiende. Lone aquí es Bruce Malone, un agente de la
IAFA (Intelligence Agency for Freeberian Affairs) enviado por el USA
President Schwarzenegger para detener los salvajes experimentos que
Newton estaba llevando a cabo en la Península Ibérica. Newton, antiguo
delegado gubernamental en la Schwarz-Científica, había tomado el control
de la institución tras envenenar a Gombrovicz hasta inducirle una locura
permanente, estaba realizando experimentos no autorizados y evadía la
113
supervisión americana mientras conspiraba con el último presidente de la
Iberia autónoma y la regicida Miss Puzzle para establecer una Criptarquía
en la Península. Un gobierno independiente, oculto, todopoderoso y
obnubilador. Después de eliminar al expresidente y a la regicida, Bruce
Malone se infiltró en la Schwarz-Científica Foundation y reclutó para sus
propósitos a la jefe de seguridad y a su segunda en el mando, Karla y yo
misma.
“No sabemos mucho de la naturaleza de los experimentos de Newton
ni hasta qué punto gozaron éstos originalmente del beneplácito del
Gobierno Federal, pero lo que sí nos ha llegado es que los que nos afectan a
nosotros directamente se inspiraron en la doctrina postgenérica. El
postgenerismo era una filosofía que había ido gestándose durante décadas,
surgida de diversas formas convergentes de descontento: la de los que
estaban insatisfechos con su propio sexo y querían el opuesto, la de los que
estaban insatisfechos con lo que consideraban el reduccionismo de una
dicotomía sexual exclusivista que obligaba al individuo a ser o varón o
hembra y querían trascender esta situación combinando atributos de los dos
sexos, y la de los que creían que las determinaciones nacidas del dualismo
genérico eran totalmente incapaces de captar todos los matices del
continuum sexual humano. Estos últimos soñaban incluso con alcanzar un
grado tal de plasticidad fisiológica que les permitiese cambiar de un lado al
otro de la polaridad clásica en función de sus pulsiones internas del
momento, o incluso deslizarse libremente adelante y atrás a todo lo largo
del continuum manifestando las diferentes combinaciones de cualidades
masculinas y femeninas que su creatividad se sintiese inspirada para
sugerir.
“Newton desarrolló un ambicioso programa para hacer biológica y
médicamente posible la culminación de todos y cada uno de los objetivos
citados, consiguiendo de este modo incalculables fondos internacionales de
los lobbies postgeneristas, pero su primera oleada de experimentos desató
una plaga que acabó con la mujer natural. Una parte de ellas murió; la
mayoría restante, sin embargo, mutó en un espécimen nuevo. El
postgenerismo había dejado de ser una filosofía para dar nombre a una
nueva era biológica, aunque ésta distaba mucho de ser la utopía anhelada
por sus adeptos: el dualismo original no había desembocado en el soñado
polimorfismo, sino que había caído en un monismo con reservas. La nueva
Hembra tenía los mismo genitales que el varón, era más fuerte, más grande,
más emprendedora y más agresiva que el hombre postgenerista. Éste
reaccionó en pocos años, como por una ley de equilibrio recíproco,
perdiendo parte de su antigua pujanza; no se convirtió exactamente en el
zángano del enjambre, pero sí en el obrero útil y dúctil de una colmena
llena de reinas guerreras.
114
“La primera oleada de experimentos de Newton tuvo repercusiones
planetarias y la consecuencia inmediata de ello fue que la solución
reproductiva que la naturaleza había proporcionado a la humanidad dejó de
ser viable. Porque ahora sabemos que lo que tantas veces hemos oído decir
a Madsphinx acerca de le reproducción humana es verdad: no existe (o
debería decir mejor no existía) ninguna diferencia esencial, en este dominio
específico, entre humanos y animales. Newton entonces, tratando de
corregir sus previos errores, o quizás llevando más lejos aun lo que desde el
mismo principio habían sido sus inconfesados objetivos personales,
concibió lo que ahora conocemos como replacers y lanzó su segunda
oleada de experimentos.
“Los replacers fueron diseñados originalmente para remplazar a la
progenie negada a los humanos. Son organismos biológicos mentoides de
cultivo artificial, idénticos a nosotros en composición y funciones
metabólicas. Están dotados, sin embargo, de sutiles pero poderosos
tentáculos de una naturaleza aún no identificada y de un modo de operación
diseñado para asegurarles, por medio de vínculos indestructibles de orden
emocional, el logro de al menos un protector de por vida. Su mente es un
campo latente de naturaleza cuántica que se activa sólo en el momento en
que el protector ha sido capturado.
“El prototipo de todos los replacers fue creado aquí, en la
Schwarz-Científica Foundation, y enviado a las unidades de producción en
Freeshington, la capital de Freeberia, pocos días antes del colapso. Ahora
bien, Bruce Malone, que se había infiltrado ya en la institución científica
pero no había podido arrebatar a Newton el control, previó los efectos que
la activación de una única mente replacer podría tener en la totalidad de la
noosfera del planeta. Mientras se esforzaba formalmente, por una parte, en
detener los experimentos y conspiraba, por la otra, para derrocar a Newton,
que se hallaba bien protegido por un ejército de guardias personales y
encastillado en el núcleo de la Fundación, Lone codificó toda la
información que os estoy dando y la implantó, a modo de back-up, en la
memoria latente del Ur-replacer. Podría haber destruido al ente en aquel
momento, pero el resultado habría sido el desenmascaramiento de los
agentes infiltrados y la fabricación de un prototipo nuevo y, quizá, de más
terribles consecuencias.”
“¡Lone es el responsable del colapso!”, exclama Newton emergiendo
de pronto de su estupor. “¿No lo entiendes, mujer? Fue ese maldito
implante, ese engendro de falsa memoria, lo que alteró la ratio de las
oscilaciones cuánticas a escala planetaria. ¡Es él quien debería estar en esta
jaula y no yo!”
Madsphinx ahora, turbado en su coma también, se incorpora con
esfuerzo, alarga el brazo entre los barrotes de su jaula, pone la mano en la
115
nuca de Newton y lo acaricia compasivamente. La multitud ríe y el
ex-ÆÞele escupe una sucia maldición.
De pronto, como si todo el trauma forzase a despertar recuerdos
mucho tiempo aletargados de la era anterior al Colapso y un pre-yo titánico
se hiciese dueño del pequeño hombre en su jaula, Newton grita:
“Mujeres, ¿qué más queréis? Os he dado pelotas y, lo que todavía no
parecéis comprender, os he dado cerebro. Y si por una parte os he librado
del horror de la reproducción, por la otra he hecho posible el sueño de todo
progenitor humano desde mucho antes de que se hablase siquiera de
clonación, cuando los padres y las madres imponían a sus hijos y sus hijas
sus propios nombres y los condenaban a sus propios sueños: que vuestros
vástagos sean copias perfectas vuestras.”
Luego Newton se desploma, abandonado por el elán, y la multitud
permanece muda y atónita, herida profundamente por una sensación de
ignominia a la que no puede dar forma, entendiendo sólo a medias lo que
ha escuchado, como quien oye los ecos de una era fanática filtrarse a través
de las ruinas estratificadas del tiempo.
Nadie puede decir cuánto rato ha pasado cuando Carry-Ann recupera
su voz retomando el hilo del discurso y sacando de su estupor al público
perplejo.
“No sabemos con exactitud qué ocurrió después de todo eso”, dice
sobreponiéndose a su rabia sorda y a su entumecimiento. “Parece que los
efectos de la activación del campo mental del replacer fueron
inmensamente más poderosos de lo que incluso Malone había sido capaz de
predecir. Según una teoría aquí, la de Karla para ser más precisos, esos
efectos conllevaron un corrimiento temporal, una especie de ruptura en el
tejido del tiempo que hizo que la línea temporal pre-Colapso desembocase
en una historia ortogonal, la secuencia temporal de un universo paralelo.
Nuestros investigadores aquí apoyan esta posibilidad y, por lo que puede
deducirse del back-up de Malone, parece que la idea de mundos paralelos
es una de las consecuencias de la teoría cuántica de acuerdo con la ciencia
del periodo pre-Colapso. Si esto es realmente así, puede que, aparte de lo
que afecta directamente a nuestra pérdida de memoria, no seamos capaces
de establecer las causas de la ruina y destrucción que nos rodea, pues esas
causas pertenecen a una línea temporal que ya no existe. De no ser así,
podemos imaginar una especie de periodo buffer, entre el momento del
Colapso y los primeros instantes accesibles a nuestra memoria colectiva,
durante el que se produjo el desastre que nos dejó aislados en este lugar.
Porque esto es algo para lo que no tenemos explicación, del mismo modo
que carecemos de explicaciones para la razón y el origen de la irrefrenable
inundación de replacers en esta área.
116
“Bien, camaradas”, concluye Carry-Ann su largo monólogo, “esto es
todo lo que tenía que deciros y ésta es la información que Newton creía iba
a precipitarnos en un estado de anarquía. Ahora os corresponde a vosotros
decidir si queréis construir el futuro a partir de ella o no.”
“¿Es fidedigna esta información?”, se alza una voz entre la multitud.
“No hay razón para pensar que no lo sea. Cada bit de la misma ha
quedado debidamente registrado para que podáis examinarlo a vuestra
conveniencia, aunque el replacer portador fue destruido por miedo a la
contaminación durante el golpe.”
Crecen los murmullos entre la gente. Empiezan a conversar unos con
otros, al azar, más y más fuerte, satisfechos en apariencia con la narración
que les otorga una identidad colectiva de la que extraer sentido individual,
incluso fines personales.
Así que somos freebéricos después de todo... No, no,
freeberoamericanos es más exacto, me gusta más... La élite científica de
investigadores y experimentadores... Quizás un grupo escogido de los
mejores científicos de todo el planeta... El jodido Madsphinx, qué razón
tenía el bastardo... Sí, el sonofabitch, el Wissenschaftlehere...
Nunca he añorado tanto la botella como ahora. ¡El bendito veneno!
Carry-Ann espera paciente a que el desordenado parloteo se agote.
“¿Y ahora qué?”, exclama una voz anónima entonces.
“¡Sí! ¿Ahora qué? ¿Qué hacemos ahora?”, se le unen otras voces a
través de la plaza.
“Okay, compañeros”, responde Carry-Ann alzando ambas manos
para serenar la repentina y bullente, aunque predecible, incertidumbre de la
multitud. “Una de las razones por las que creo que podemos fiarnos de la
crónica de Malone es porque incluye un código de acceso a un satélite
americano que debería estar ahí fuera, orbitando nuestro planeta. Si aún
está ahí, podremos obtener de él y de sus satélites espejo imágenes precisas
de todas las áreas del globo. Puede que entonces sepamos si existen más
asentamientos humanos en Freeberia o en alguna otra parte. Puede que
veamos lo que ocurre en otras zonas del mundo. Puede incluso que
descubramos dónde se producen los replacers. Lo único que tenemos que
hacer para ver todas estas cosas es encender esa pantalla ahí arriba. ¿Estáis
preparados para eso?”
Y lo están.
O creen que lo están.
Tienen un miedo de muerte. Pero preparados... verdammt creen que
lo están.
Carry-Ann da la orden.
La vasta pantalla parpadea y se enciende, vacila con todos los
matices del gris y resplandece pomposa por fin con los brillantes, casi
místicos azules y blancos de una toma larga, un plano entero del planeta.
117
Luego, respondiendo a las acciones del operador en el panel de control
instalado en una cámara del Wissenschaft Core, un zoom en picado y
vertiginoso aproxima la imagen a la superficie del globo. Más y más cerca
a través de la creciente densidad de los estratos atmosféricos, a través de un
obsesivo azur azur azur hasta que el Ojo del satélite es capaz por fin de
mostrarnos el olvidado rostro del mundo en que vivimos.
Este verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde
verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde
verde verde verde verde verde verde verde verde verde verde verdimundo...
118
EPÍLOGO
No te queda más remedio que marchar
por ti mismo, aunque sea a la perdición.
D. H. Lawrence, The Rainbow
119
Las llaman respuestas. Pero... ¿qué es lo que hemos hecho?
Sólo añadir un par de capítulos a nuestra historia. Redondearla, por
así decirlo.
Salvar artificialmente la brecha temporal con un puñado de causas y
efectos aceptables, legítimos desde la perspectiva de nuestra ilógica lógica.
Al menos por el momento.
Pero no lo entienden...
Nunca fuimos hombres ni mujeres. Nunca nos perteneció ni
pertenecimos a ninguna lengua. Nunca fuimos íberos ni europeos ni
americanos. Cada una de estas coordenadas nos hizo ciegos al hecho
fundamental: que cada uno de nosotros éra la posibilidad de ser todas esas
cosas y muchas otras... juntas o por separado, o en cualquier combinación
imaginable.
Newton nos traicionó, es cierto, pero puso en marcha sin quererlo
una secuencia de acontecimientos que nos aproximó más que nunca
anteriormente a la iluminación: destruyó la vieja narrativa de las cosas
dándonos la oportunidad de encontrarnos más allá de todas las fáciles
identificaciones heredadas y de las viejas categorías.
Irónicamente, fui yo quien trató de impedírselo y quien propició la
recuperación de la narrativa desechada. Mi otro yo...
Quizás Madsphinx tiene razón después de todo y el hombre no es
más que una historia que contar. Quizás más allá de las determinaciones no
está la libertad de serlo todo, sino sólo la constatación de que no se es nada
en absoluto.
Newton nos acercó a la iluminación. Al contemplarla nos
aterrorizamos porque el Todo nos pareció la Nada y la Iluminación, en
nuestros ojos deslumbrados, era un abismo de silencio y vacío.
Estoy solo en mi celda.
La gente discute acaloradamente en alguna parte de la madriguera si
hemos de cambiar nuestra actitud para con los replacers y otras cosas
parecidas.
Estoy solo en mi celda, soñando. Siempre he estado solo mientras
pasaba de un sueño a otro, buscando lo Real con palabras de sabiduría y
con palabras de ansiedad, con canciones y amenazas y gritos y llanto.
Ha llegado el momento de celebrar el augurado rito.
Buceo hasta el fondo de este océano de sueños, donde el negro
cadáver aguarda en su antiguo santuario de piedra virgen.
Buceo a través de las wuldors de oscuridad y densidad crecientes e
insoportable frío.
Buceo hasta el templo terrible, perfectamente piramidal. Perfecto con
matemática obsesión, con atroz simetría.
120
Y me detengo ante el cadáver negro, que es como el cuerpo del
dolor.
Y recitando hacia atrás la antigua plegaria, que es el nombre de mi
angustia, le corto la lengua con sílex elemental.
Ahora las lágrimas se disuelven en mares anónimos.
Y vosotros y yo...
por fin...
bebemos del cáliz de silencio.
121
POSTSCRIPTUM
(NOTAS HISTORICAS Y CRÍTICAS
A LA CRÓNICA MALONE)
122
El descubrimiento de las cintas de Bruce Malone en el
yacimiento arqueológico STG40-B, hace cincuenta años ya,
desencadenó una avalancha de ensayos eruditos, tanto del mundo
académico como del amateur, relativos a la veracidad o
implausibilidad de los eventos registrados por él. La discusión,
rabiosa por lo general, se prolongó durante muchos años, en
ocasiones con una vehemencia indigna de las controversias
eruditas en su proclividad a los ataques ad hominem y groseros
insultos. Pero desde entonces, mucho es lo qe ha llegado a
conocerse del mundo pre-Timeslide. Hoy en día, nombres como
USA, Iberia, Vaticano, Cristiandad, Europa, Hollywood,
Westinghouse, Danone, Shakespeare, Bill Clinton, Luke Skywalker,
Woody Allen, Armani... ya no le resultan extraños al público lector,
especializado o no. Se han realizado más y más descubrimientos
que arrojan una luz nueva y clarificadora sobre la era que precedió
al Colapso y que están en disposición de proporcionarnos un
cuadro preciso y razonablemente completo del Viejo Mundo.
Comparada con toda la información de que disponemos hoy, la
narración biográfica de Malone ha sido ampliamente aceptada, en
sus líneas principales, como hecho histórico.
Uno de los puntos todavía en discusión es si un hombre
puede sufrir semejante pérdida de memoria como la que Malone
asegura que él y sus compañeros experimentaron sin que ello
afecte en absoluto su conocimiento ideativo. Experimentos en los
laboratorios gubernamentales muestran de forma indisputable, sin
embargo, que un elevado grado de amnesia artificialmente inducido
en prisioneros de guerra borran la práctica totalidad de sus datos
biográficos dejando intactos sus caches ideativos y sus funciones
reflexivas1. Dicho de otro modo, pierden el lado existencial de sí
mismos, pero no sus adquisiciones cognitivas. Hasta aquí hay
acuerdo, pero “¿estamos preparados para aceptar”, pregunta el
profesor S. Gaspar, que detenta la Cátedra Eschenbach en
Literaturas del Viejo Mundo, “que un amnésico total, un hombre que
ha olvidado todo lo que ha sido, ha leído, ha estudiado, el cuándo y
el porqué y el cómo de sus lecturas, puede citar con exquisita
precisión a los grandes escritores del pasado sin saber siquiera que
lo está haciendo?”
1
Cf. Dr. A. Sharon, Artificially Induced High-level Amnesia: the Ultimate Solution, Adolfville University
Press, Adolfville (150 p.C.e.).
123
El profesor Gaspar apoya su exigencia de una teoría
revisionista de las Crónicas Malone con los siguientes ejemplos:
“Para empezar, la salutación del entomutante Tu Guía soy al Jardín
de la dicha, preparado tu asiento, es una cita fiel de Paradise Lost,
viii 298-9 de John Milton. La inscripción en el pedestal del
monumento a la Drosophila remite al prólogo de Huxley en su Brave
New World y su última frase (escrita en un lenguaje olvidado
llamado, por lo que parece, latín) ha sido tomada literalmente de
allí. La imagen del sol guinea, usada por Malone en el capítulo
Bucle Temporal: Interludio (un sol guinea pulsa más allá de los
velos de humo en suspensión), no puede entenderse sin tener
presentes las siguientes frases del autor William Blake: Cuando el
sol se eleva, ¿no ves tú un disco redondo de fuego semejante a una
guinea? Oh no no veo una innumerable Compañía de la hueste
celestial... (Vision of the Last Judgment), y: Para los ojos del mísero
una guinea es más hermosa que el sol (Letters), siendo ‘guinea’ una
unidad monetaria del tiempo del poeta. Finalmente, la frase ¡Todo
va bien en el mundo!, que aparece al menos dos veces en el texto
de Malone, pertenece al poema de Browning Pippa Passes. Todos
estos ejemplos muestran sin lugar a dudas”, concluye el famoso
erudito, “que o bien Malone es un fraude, o su amnesia (y
probablemente la del resto de sus compañeros también) no
constituyó una pérdida tan profunda como el autor quisiera
hacernos creer.”2
El profesor E. Cairol, de la Universidad Novalis, disiente de la
postura del Dr. Gaspar. A los anteriores ejemplos de citas de
Literatura pre-Timeslide añade el Shakespeare en los balbuceos del
Premier Británico (véase el capítulo Regicida); el término
foolosofando (cf. Perlas para los Cerdos), que remite al neologismo
de Thomas Chaloner foolelosophers; la expresión embaucaputas el
hombre, que sería una adaptación de whoremaster man, del King
Lear de Shakespeare; y finalmente, las dos frases finales del último
capítulo (Verdimundo), que el profesor Cairol ve relacionadas con el
último verso de L’Azure de Mallarmé. Pero insiste en la autenticidad
de las premisas de Malone. De acuerdo con él, un hombre es lo que
lee tanto como lo que come o piensa o vive. Lo que los seres
humanos piensan y consagran a la palabra escrita para que otros lo
lean tiene consecuencias tan poderosamente transformadoras para
la humanidad y el mundo en que habita como las mutaciones de su
2
S. Gaspar, The Need for a Revisionist Theory of Malone’s Records, Babilon University Press, Babilon
(152 p.C.e.).
124
ADN. Del mismo modo que no se puede negar que un hombre sea
aunténtica y legítimamente rubio sólo porque sus ancestros lo
hayan sido, no podemos declarar falsas las aseveraciones de un
hombre sólo porque éstas surjan a veces en las palabras usadas
por hombres más grandes antes que él. Leer a un autor es integrar
parte de su mentalidad en la propia consciencia. Un lector porta
consigo una hueste de entidades intelectuales bien formadas y,
cuando escribe, lo sepa o no, habla con una voz coral cuyos
orígenes se remontan a las primeras ensoñaciones, mitos y
canciones de la humanidad. “Es más”, se pregunta el celebrado
académico, “¿es la psique del ser humano otra cosa que un
mosaico, no siempre bien encajado, hecho con los fragmentos del
derrubio de las consciencias que le precedieron?” Sea como sea y a
pesar de esta polémica puntual, la Crónica Malone ha sido
aceptada amplia y oficialmente como verdadera.
Otro punto de controversia es si el lenguaje de Malone en la
Crónica puede considerarse inglés koine o no. La postura más
extendida aquí3 es que, aunque el inglés de Malone no es ni
americano ni británico (hay muchos académicos hoy que afirman
que su constitución mental es característicamente ibérica, por más
que trate de disimularlo), no puede decirse que la “ensalada
terminológica”4 que hallamos en la Crónica sea típico inglés koine
del Viejo Mundo. En general se tiene por cierto que, tras el Colapso,
la población superviviente aislada en el área alrededor de la
Schwarz-Científica Foundation empezó a desarrollar un dialecto
propio a partir del inglés que compartían (sin duda koine) pero
enriqueciéndolo (de acuerdo con algunos), o degradándolo (según
la mayoría), con términos y expresiones importados directamente
de otras lenguas aún vivas por aquel tiempo. Tales términos son
fácilmente reconocibles porque no han experimentado ningún
proceso de naturalización y pueden hallarse aquí y allá en su
extravagante y puro estado original, aunque su significado no sea
siempre el que les dieran sus lenguas madre. Así, palabras como
Dreckarbeit, Geistleiblichkeit, unheimlich, Urseiende, Verfremdung...
pertenecen, por lo que parece, a una lengua noreuropea llamada
alemán; términos como durak, dolganogi, liubov, tumán, pustiak,
nu-chtó, son rusos; y pueden hallarse también palabras
3
Véase Dr. Salvatore Tintorate, Linguistic Patterns & Terminology in Malone’s Records: Preliminaries
to a Research on Forgotten pre-Timeslide Tongues, Amity Press, New Freeshington (151 p.C.e.), e Iris
Villamide, The Languages We Have Lost: The Peninsular Case, New Freeshington University Press,
New Freeshington (153 p.C.e.).
4
Sonia Ainos, “Old-World Languages”, Old-World Archives vii (August 153 p.C.e.), New Freeshington
University Press, New Freeshington.
125
originalmente ibéricas, francesas y otras que son puras formaciones
mestizas, como youputa, klugman, brotherboyo, sisterboya,
morecrossedthanXmas, lousyasweinacht, o monkey-aper, que es
una traducción literal del ibérico imitamonas.
Lo que no resulta tan fácil de explicar es que se hayan
introducido en este dialecto siete palabras del inglés antiguo. Tal
como el Dr. Gaspar ha notado, precisamente los cuatro elementos
—aire, tierra, fuego y agua— se nombran en inglés antiguo, con la
particularidad de que la palabra importada para agua (wuldor)
significa originalmente ‘gloria’ y no el líquido elemento. Otras dos
palabras (fugol y tungol, ‘pájaro’ y ‘estrella’) se usan en la Crónica
para referir dos familas desconocidas, aparentemente mutantes, de
aves; mientras que la última (æÞele, ‘noble’) denota a la élite de
Control. Si todo esto resulta ya bastante extraño, sonará más
extraño aun que un puñado de términos usados sólo en el capítulo
Un Sueño de Autor (di-vidar, ordinado, ordinación, irreordinante)
provengan de una especie de dialecto (el rheomodo) que fue
propuesto hacia el final de la era pre-Timeslide por un físico
cuántico (David Bohm) como manera de curar la visión del mundo
fragmentada inherente a las lenguas humanas, haciendo renacer a
la terminología a partir de la matriz verbal, y que pasó desapercibido
o altivamente ignorado por la mayoría5.
Es bien conocido hoy día que durante el periodo de
Aculturación Neo-Imperial (ANI) casi todos los lenguajes del Viejo
Mundo desaparecieron. Al final del mismo, sólo el alemán era
hablado en Europa por algunas élites intelectuales y el francés, que
se había convertido en la lengua de culto de una secta mística
llamada les Chauvinistes. En Asia sobrevivieron sólo el ruso y el
sino-japonés de la Dinastía Imperial Mitsubishi. Aparte de éstas, un
grupo de backwardistas en USA y la SA (Southamerican Amalgam)
hablaban una forma híbrida del ibérico, mientras que el inglés koine
reinaba incontestado como idioma global. Tal como muestra el arte
cinematográfico de aquel tiempo, había incluso quien pensaba que
el inglés era el lenguaje universal natural y que, si alguna vez el ser
humano llegaba a tropezarse con una raza alienígena en algún
rincón distante de la galaxia, la comunicación se produciría de
forma espontánea y sencilla en inglés.
5
Karl Pern & Daniel Gamb, “Presence of Rheomodal Structures in Malone’s Records”, Old-World
Archives vii (August 153 p.C.e.), New Freeshington University Press, New Freeshington.
126
El periodo ANI estuvo marcado por cambios cruciales que
pusieron fin, de una vez por todas, a las estructuras del Viejo
Mundo. La mayoría de las naciones modernas, industrializadas y
desarrolladas sucumbieron bajo la acción de dos fuerzas
aculturizadoras opuestas: las corrientes migratorias desde el sur y,
desde el norte y oeste, la presión económica, tecnológica e
ideológica ejercida por los USA. Bajo la presidencia de un hombre
conocido hoy sólo por su alias de el Último Cruzado, los USA se
convirtieron en una pujante Potencia Neoimperial. Canadá y
Australia se sumaron a la Unión Norteamericana, que por otra parte
absorbió a Iberia, Méjico y el resto de los países centroamericanos,
además de vastas zonas de África y Asia, como estados de
segunda o incluso tercera y cuarta y quinta clase. El resto de Asia
se unió bajo el Shogunato Industrial Mitsubishi, que más tarde
floreció convirtiéndose en una Dinastía Imperial, la primera y última
del agregado sino-japonés. Las naciones sudamericanas formaron
una malavenida amalgama de provincias bulliciosas y peleonas.
Europa se desintegró en centenares de ciudades-estado
confrontadas. El Neocalifato Islámico aplastó a Israel y fue
aplastado a su vez por la bota del Último Cruzado. Del resto de las
áreas del mundo no ha sobrevivido siquiera un bit de información.
Se acepta comúnmente que el perido de Aculturación Neo-Imperial
llegó a su fin bajo la presidencia americana de Arnold
Schwarzenegger, llamado el Terminator porque con él terminó el
Mundo pre-Timeslide.
Al tiempo que tenían lugar todos estos cambios políticos, el
Vaticano cayó arrastrando consigo al resto de las religiones del
mundo, mientras Hollywood se alzaba como nuevo poder espiritual
y gran factoría ideológica. La desclasificación de los archivos
secretos del Vaticano por Pierre-Teilhard I, abiertos primero al
escrutinio de los especialistas únicamente y después para el público
en general, arrojó nueva luz sobre la iglesia católica presentándola
como la institución más criminal en la historia de la humanidad.
Aunque las sectas protestantes clamaron por entonces que habían
advertido a la cristiandad durante siglos de que Roma era la
Prostituta Babilonia Madre de Abominaciones, y aunque los popes
ortodoxos invocaron El Gran Inquisidor de Dostoyevskii, la
monumental debacle se los llevó a todos consigo. Los musulmanes
desaparecieron en el maelstrom de la Última Cruzada. Y por lo que
respecta a lo que quedaba de la religión judía desperdigada fuera
del aniquilado Israel, debilitado el recuerdo del holocausto nazi por
la cercanía de la exterminación palestina, alguien se ocupó de
127
recordar al mundo que los hebreos habían sido, después de todo,
los inventores del genocidio por razones religiosas, en un tiempo en
que las razones religiosas, ideológicas y raciales eran el mismo tipo
de razones. Por último, las religiones orientales como el Zen, el
Tao, el budismo e hinduismo, tradicional y vocacionalmente porosas
y antiortodoxas, se fundieron entre sí y con las teorías cuántica y de
supercuerdas de la física avanzada para dar nacimiento a una
nueva ciencia de la consciencia.
Hollywood se convirtió en la fábrica de los nuevos modelos
éticos e intelectuales, de épicas y mitologías, tal como los bardos y
sacerdotes de la antigüedad lo habían sido a su vez. La diferencia
positiva era, sin embargo, que los modelos de Hollywood no fueron
presentados ya más como revelaciones divinas o dogmas
espirituales, sino como meros productos de la Imaginación6. Este
punto ha sido acaloradamente disputado por el profesor Kitxufline,
que defiende que el poder delusivo de la industria de Hollywood fue
infinitamente superior a cualquier cosa conocida hasta entonces por
el hombre. Por el contrario, el autor James Riera manifiesta que el
poder de Hollywood no era ‘delusivo’ sino ‘ilusionista’, y que ambos
conceptos deben manejarse con lúcida discriminación. “Modelos
como Rocky Balboa, Helen Ripley, o el Captain James T. Kirk”,
escribe con pasión, “son tan perfectamente genuinos y legítimos
como el Cid Campeador, Juana de Arco y Jesús el Cristo en el
pasado remoto de la humanidad. Eran fuertes, leales, idealistas,
incluso heroicos, pero sobre todo eran humanos. Eran humanos
llenos de contradicciones, sabían ser pícaros e incluso canallas,
llegado el caso; no eran santos aureolados, ni dioses, ni
semidioses. No eran falsificadores de evangelios ni buhoneros de
evangelios, sino fuerzas vivas en acción que la humanidad podía
admirar e imitar. Pues el hombre ha sido siempre una bestia
mimética, y los mitos y épicas han sido espejos en los que hallar su
(todavía no formada) imagen verdadera.”
“Una de las razones de que Iberia se desmoronara”, escribe el
Sr. Riera en otro lugar, “es que durante siglos no fue capaz de crear
ni un solo héroe épico nacional creíble. ¿Cómo habremos de
calificar la moral de una sociedad que no logra ni siquiera
imaginarse a sí misma personificada en el individuo que se enfrenta
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Quizás Madsphinx se refiera a esto justamente, en la Crónica, cuando dice: “La Verdad se viste de
mentira para mostrarse ante los ojos de los hombres. A esto lo llamamos Imaginación, que es la matriz del
arte y el ojo de la poesía. Cuando la Verdad yace, la mentira danza sobre su cuerpo. La mentira no es el
problema, no, sino las mentiras verdad. Que no son Verdad vestida de mentira, sino mentiras disfrazadas
de verdades.”
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a fuerzas muy superiores a las suyas, lucha con coraje y triunfa,
pero que al mismo tiempo consume de manera compulsiva las
narraciones heroicas creadas por otras naciones, a las que odia y
venera?”
En Iberia, el periodo de Aculturación Neo-Imperial se
denominó el Segundo Ruedo Ibérico y estuvo marcado por el
gobierno del presidente José Vayasé Salvapatrias y su Partido
Oligárquico Popular (POP), conocido también como la Banda del
Esperpento. No se sabe mucho del líder en cuestión. Si aún se le
recuerda es porque encarnó y representó a la perfección la
mediocridad de la era. Fue una parodia de sí mismo, adicto a los
aplausos y con una mentalidad provinciana. La bravuconería de un
matón de barrio, una deslealtad innata, un oportunismo barato, una
facilidad natural para la tergiversación y la inteligencia porcina de un
cerdo convertido en hombre por la Virgen de Covadonga hicieron de
él un conspirador eficiente. Como político era una cosa atávica, una
reliquia antropológica de la era de los caciques. Su praxis
gubernamental (teoría política nunca la tuvo) fue denominada
distintamente nasocracia (gobierno por narices), cascoscracia (por
el pateo del suelo parlamentario) y en ocasiones también testicracia
(por-los-cojones). Logró establecer en Iberia una solapada tiranía
de corte oligárquico, por lo que fue conocido como el Yeltsin ibérico.
Las fraternales relaciones entre este caudillo chusquero y el Último
Cruzado hicieron posible la absorción —o mejor, deglución— de
Iberia por los USA, venta que se cerró entre los secretarios de
estado mientras ambos líderes, los pies encima de la mesa,
alardeaban (el íbero, algo rezagado idiomáticamente para lo que
era el drive de la época, a través de traductor simultáneo) de
propagandísticas hazañas personales que sólo tenían lugar en las
vastas, uniformes y vacuas planicies de sus encéfalos o en el
mundo virtual de la patraña mediática. Tras vender el país a los
USA, el señor Vayasé tuvo nostalgia del poder y conspiró para
recuperarlo. Se dice que cuando fue exterminado el mundo olió
mucho mejor.
Finalmente, por lo que respecta al origen de nuestra nueva,
estable, pacífica y progresista sociedad, es hoy bien conocido que
las Unidades de Producción de Freeshington continuaron
trabajando y trabajando y trabajando con preprogramada precisión y
robótica tenacidad hasta que los antiguos gobernantes de la Tierra
quedaron todos ellos remplazados por esta gran Nueva Humanidad
nuestra y todo el planeta fue poblado otra vez.
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