La proliferación nuclear

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La proliferación nuclear
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Negociaciones Estados Unidos-Irán
La proliferación nuclear
- solo en la web -
Fecha de publicación en línea: Miércoles 7 de mayo de
2014
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La proliferación nuclear
Estados Unidos e Irán se encuentran en medio de difíciles negociaciones en torno a la posible obtención de
armamento nuclear por parte de Irán. La probabilidad de que estas negociaciones resulten en una fórmula
consensuada parece más bien escasa, dado que hay poderosas fuerzas en ambos países que se oponen con
fuerza a un acuerdo y trabajan muy duro para sabotear cualquier pacto.
La visión habitual en Estados Unidos y Europa occidental es que lo que está en juego es evitar que un país
supuestamente no confiable, Irán, adquiera armas con las que podría imponerse sobre Israel y el mundo árabe en
general. Sin embargo, en realidad no se trata dse eso. En absoluto. La probabilidad de que Irán haga uso de una
arma nuclear, si poseyera alguna, no es mayor que la de cualquiera de los nueve otros Estados que ya cuentan con
dicho armamento. Y la capacidad de Irán para salvaguardar esas armas contra el robo o el sabotaje es
probablemente mayor que la de la mayoría de los países.
La cuestión real es bastante diferente. El esfuerzo por impedir que Irán se convierta en potencia nuclear es como
sostener con un dedo un dique que se está resquebrajando. Si retiramos el dedo sobrevendrá la inundación. El
temor es que si retiramos el dedo, en poco tiempo haya, no diez, sino 20 o 30 potencias nucleares.
La historia comienza en la Segunda Guerra Mundial, durante la que Estados Unidos y Alemania se enfrascaron en
una fuerte competencia por desarrollar una bomba atómica para usarla contra el otro. En el momento en que se
rindió Alemania, ninguno de los dos países lo había logrado, pero Estados Unidos había avanzado más. En ese
momento, ocurrieron dos cosas. En la reunión de Potsdam, Estados Unidos y la Unión Soviética accedieron a que
esta última entrara en guerra contra Japón tres meses después de la rendición de Alemania, es decir, el 8 de
agosto. Estados Unidos probó su primera explosión nuclear el 16 de julio, después del fin de la guerra con Alemania.
El 6 de agosto (dos días antes de la fecha prometida por la Unión Soviética para entrar a la guerra contra Japón),
Estados Unidos arrojó una bomba atómica sobre Hiroshima. La Unión Soviética cumplió su promesa el 8 de agosto.
Para demostrar que su bombardeo no era sólo una posibilidad única, Estados Unidos arrojó una segunda bomba
sobre Nagasaki el 9 de agosto.
¿Por qué se arrojaron las bombas? El argumento oficial fue que estos bombardeos acortarían la guerra
considerablemente. Y puede que haya sido así. No hay forma de saberlo. Pero es también razonable asumir que los
bombardeos fueron un mensaje para la Unión Soviética acerca del poderío estadunidense. La curiosa sincronía le
da credibilidad a esta suposición.
¿Qué pasó después? Debido a los compromisos adquiridos durante la guerra, Estados Unidos compartió de
inmediato algunos conocimientos técnicos con Gran Bretaña. A continuación hubo un intento de asegurar un tratado
internacional que prohibiría el armamento nuclear en todo el mundo. Este intento falló. En 1949, la Unión Soviética
lanzó su propia explosión y se convirtió en la segunda potencia nuclear. En 1952, Gran Bretaña también explotó un
artefacto y se convirtió en la tercera potencia nuclear.
Este antiguo trío, las Tres Grandes Potencias, buscaron que la lista no creciera. Pero Francia estaba decidida a
mantener su postura de ser una gran potencia y explotó su bomba en 1960. A Francia se le unió China en 1964.
Cuando la República Popular China entró, en 1971, en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, los cinco
miembros permanentes del mismo tenían armas nucleares.
Una vez más, quienes tenían armamento nuclear buscaron limitar la lista para que no entrara nadie más. Había,
ciertamente, otros 10 o 20 países que contaban con programas en proceso y que, con el tiempo, estarían en
condiciones de unirse al club nuclear. Las cinco potencias nucleares promovieron un acuerdo que recibió el nombre
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de Tratado de No proliferación de Armas Nucleares (conocido como TNP). El tratado ofrecía un intercambio. Los
signatarios renunciarían a todo intento por desarrollar armamento nuclear a cambio de lo cual las cinco potencias
prometían dos cosas: un esfuerzo de su parte por reducir la cantidad de tales armas en su posesión y una asistencia
material a las potencias no nucleares para obtener lo necesario para contar con los llamados usos pacíficos de la
energía nuclear
Por una parte, el tratado fue bastante exitoso. Casi todos los países firmaron el tratado y casi todos aquellos que
habían lanzado programas los desmantelaron. Por otra parte, surgieron dos cosas que limitaron la utilidad del TNP.
Primero, no había mucho que se pudiera hacer al respecto de los países que se negaron a firmar el tratado, o con
aquellos que una vez que firmaron renunciaran a éste. Hubo varios países que se negaron a firmar y que después
explotaron bombas: India en 1974, Israel probablemente en 1979, Pakistán en 1998 y Corea del Norte en 2008.
Además, Israel compartió sus conocimientos con su socio, Sudáfrica. Y Pakistán comenzó a vender conocimientos y
armas a otros países.
El segundo resultado negativo fue que era extremadamente difícil a nivel técnico asegurarse de que el conocimiento
necesario para los llamados usos pacíficos no pudiera transferirse (y en poco tiempo) a la fabricación de armamento
nuclear. Los aspectos técnicos clave eran la utilidad del uranio y el plutonio enriquecidos para construir armamento y
lo que se conoce como uso dual de la tecnología (militar y civil). Inicialmente se creó la Agencia Internacional de
Energía Atómica (AIEA) en 1957 para promover la capacidad de que los países desarrollaran usos pacíficos. Pero
luego comenzó a involucrarse en un cierto papel algo contradictorio, estableciendo salvaguardas administrativas
contra el mal uso del conocimiento. Para reforzar su capacidad, en 1993 se adoptó un protocolo adicional que le
otorgaba a la AIEA mucho más poder para supervisar el mal uso, pero 50 países por lo menos se negaron a
firmarlo. El protocolo adicional sólo se aplica a los países que lo firmaron.
La decadencia del poderío estadunidense ha hecho que todos los asuntos se replanteen. Parece claro que Estados
Unidos está en contra de la proliferación, pero tampoco tiene ya la credibilidad de amenazar con el uso de la fuerza
militar para impedir la proliferación. Esto ha hecho que reconsideren su renuncia a los armamentos nucleares
muchos países que habían renunciado por confiar en el respaldo estadunidense en sus conflictos o porque temían la
intervención de Estados Unidos en sus políticas internas.
Las declaraciones recientes del primer ministro japonés, Shinzo Abe, apuntan claramente en esta dirección. Y por
supuesto es probable que haya contagio local. Si Japón se mueve en esa dirección, lo harán también Corea del Sur,
Australia y, posiblemente, Taiwán. Tanto Egipto como Arabia Saudita están planteándose esa posibilidad, y también
Irak y Turquía. Y Brasil y Argentina pueden no estar demasiado atrás. Aun en Europa, Suecia, Noruega y España
podrían muy bien lanzar programas, y posiblemente Holanda. Las antiguas regiones nucleares de la Unión Soviética
-Bielorusia, Ucrania y Kajastán- tienen el conocimiento suficiente para recomenzar.
Así que si no hay ningún acuerdo entre Estados Unidos e Irán, el dedo dejará de sostener el dique. Eso es lo que
está en juego en esas difíciles negociaciones.
15/4/2014
http://america.aljazeera.com/opinions/2014/4/iran-nuclear-negotationsproliferationtreaty.html
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