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En 1937 Luis González Obregón, en su
libro Cronistas e Historiadores, calificó a
Francisco del Paso y Troncoso (Veracruz,
1842 – Florencia, 1916) como “el mexicano
que más había viajado en Europa a través
de archivos, bibliotecas y museos.”
Francisco del Paso y Troncoso realizó una
investigación en acervos europeos, que
duró 24 años. Inició en agosto de 1892,
cuando fue designado Presidente de la
Comisión Mexicana en la Exposición
Histórico-Americana de Madrid y concluyó
con su muerte en Florencia en 1916. Ese
periodo mantuvo su nombramiento como
Plano de la Exposición histórico Americana. Madrid, 1892, IV Centenario
del Descubrimiento de América. Ejemplar de la Biblioteca del Congreso.
Director, primero y después como Director en misión del Museo Nacional y aunque no eligió una
residencia fija, acostumbró radicar principalmente en Madrid y Florencia. Como producto de esa
actividad, Troncoso integró un acervo muy rico. Actualmente, el Archivo de Francisco del Paso y
Troncoso se localiza en el Archivo Histórico de la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología
e Historia.
En 1938 Silvio Zavala, en su libro Francisco del Paso y Troncoso. Su misión en Europa, 18921916, escribió un prólogo para reconstruir el contexto de su viaje, seguido de una antología de
cartas que Troncoso envió y recibió en ese periodo. El Dr. Zavala consultó la mayor parte de esa
correspondencia en el Archivo General de la Nación de México, en el Fondo Instrucción Pública y
Bellas Artes, porque Troncoso reportó los resultados de su investigación directamente al
Secretario de Instrucción en turno.
Luis González Obregón y Silvio Zavala detallan en sus obras, los pormenores de la estancia y
enlistan los archivos y bibliotecas que visitó o consultó, los libros, manuscritos y documentos que
recopiló, transcribió, paleografíó o reprodujo y publicó. Entre ellos, en la Biblioteca Medicea
Laurenziana de Florencia, Troncoso revisó el Códice Florentino para realizar la versión facsimilar
en cinco volúmenes, de la Historia de las Cosas de la Nueva España, que publicó en la casa
Hauser y Menet en Madrid, en 1905. Para ese mismo fin acudió a la Real Biblioteca y la Real
1 en
Academia de Historia para reproducir parte de los Códices Matritenses de Sahagún. También
la Biblioteca de la Real Academia de Historia de Madrid transcribió la obra De antiquitatibus
Novae Hispaniae por el Dr. Francisco
Hernández
y
copió
más de cuarenta
Relaciones geográficas de Nueva España
del siglo XVI; también (con ayuda de dos
escribientes) dos códices del siglo XVIII: la
Historia de Puebla, por Mariano Veytia y la
Historia
general
de
la
América
Septentrional, por Lorenzo Boturini. En la
Biblioteca Nacional de España copió y
cotejó el códice Encomiendas de la Nueva
© Bien del dominio público, España
España y parte del códice Memoriales del
Tarjeta postal de la Puerta del Sol en Madrid. Edición de la Casa
Obispo de Tlaxcala; a su vez en el Archivo
Hauser y Menet, primera década del siglo XX (circa)
Histórico de Madrid duplicó documentos
sueltos; en la Biblioteca Imperial de Viena localizó una colección de planos de las ciudades de
México, Veracruz y Acapulco, los cuales reprodujo en Florencia; en la Biblioteca Vaticana
consiguió un ejemplar sobre documentos relativos al descubrimiento de América por los
Escandinavos; en el Archivo de Indias en Sevilla, con ayuda del paleógrafo José Joaquín Gómez
Ramírez, pensionado por el Gobierno mexicano, obtuvo las copias de documentos relativos a la
historia de México y reunió 11,000 fichas de expedientes sobre Nueva España; En Inglaterra
acudió a la Biblioteca Bodleiana de Oxford para reproducir el códice Mendocino y en la British
Library el códice Kingsborough. Otros archivos y bibliotecas que recorrió fueron el de Simancas,
la Biblioteca Víctor Manuel y el Museo Prehistórico Kircheriano de Roma; la Biblioteca Nacional
Central de Florencia; el Museo Nacional y la Biblioteca de la Universidad de Nápoles; la
Biblioteca Nacional, de Turín, la Biblioteca Bresa, de Milán, la Biblioteca de San Marcos, de
Venecia, la Biblioteca Extense de Módena, y las Bibliotecas de las Universidades de Padua, de
Polonia, de Pisa, de Palermo y de la Universidad de Catania. En Paris estuvo en las Bibliotecas
Nacional y del Palacio de Borbón (Cámara de Diputados).
Las cartas de Francisco del Paso y Troncoso dirigidas a los Secretarios de Instrucción, permiten
reconstruir el contexto en que él, en su doble papel como funcionario público e investigador,
diseñó su proyecto y su metodología para ejecutar un trabajo minucioso y pulcro, tal como lo
define atinadamente el Dr. Silvio Zavala. En esa etapa estableció una relación jerárquica con las
instituciones mexicanas con las que mantuvo una comunicación epistolar, pero también, estrechó
vínculos con representantes consulares, para solicitarles permisos específicos de reproducción o
consulta, en virtud que el acceso a ciertos códices y manuscritos era restringido. Especialmente
fue el caso del Códice Florentino.
Un ángulo destacado de su estancia fue el financiamiento que recibió, producto de su salario
como Director del Museo Nacional, de sus economías o ahorros y de la inversión que el erario
público hizo durante los 24 años de investigación, más otros 10 años destinados a gastos de la
repatriación de sus papeles para integrar su Archivo. El Dr. Zavala, en su prólogo, analiza con
detalle esos montos asignados, incluyendo los momentos en los que el gobierno dejó2 de
transferirle el dinero acordado.
© Moffett Studio Chicago. Library of Congress. Prints and Photographs Division
Ponte Vecchio, Florencia, Italia, 1909. Pieza digitalizada en la Biblioteca del Congreso (Prints and Photographs Division Online Catalog)
Francisco del Paso y Troncoso en su trayecto, tejió una amplia red con archivos y bibliotecas
europeas, con otros expertos o estudiosos como la arqueóloga Zelia Nuttal o el antropólogo
Eduard Seler; con mecenas que le ayudaron, como el Duque de Loubat, así como con las
principales imprentas, casas litográficas o editoriales españolas e italianas (como las del editor
Alessandro Ruffoni en Florencia o la Casa Sucesores de Rivadeneyra en Madrid), que contrató
para solicitar los tirajes de sus libros, así como los servicios de reproducción documental que
requirió en los distintos soportes de la época (fotografía, fototipia o cromolitografía). Otro vínculo
fue el personal de apoyo directo con el que contó, como paleógrafos, escribientes, dibujantes o
fotógrafos, dedicados a transcribir los documentos, realizar los traslados o copias de los
ejemplares e imágenes seleccionados y fotografiar materiales con fines de edición o reproducción.
En sus cartas, Troncoso aludió frecuentemente a los factores que limitaron su investigación, entre
ellos, los reducidos horarios de consulta en archivos como la Academia Nacional de la Historia en
Madrid, o el extenso periodo de vacaciones durante tres meses en los veranos en España. La
falta de recursos económicos, por ejemplo, le llevaron a elaborar la mayoría de láminas del códice
Florentino en blanco y negro, más que en color, por el alto costo de éstas. La velocidad con que
avanzó, fue determinada en parte, por su liquidez económica, por los tiempos que tomaban las
ediciones, por las cargas de trabajo en las imprentas o por los avances tecnológicos de su época
y su costo, lo cual le llevó a decidir el tipo de reproducción documental que debía hacer en cada
caso. Lo más barato (dicho por él), aunque casi siempre más tardado, era la transcripción manual
de los documentos, a cargo de un escribiente. Le seguía la reproducción fotográfica: con las
imágenes en positivo podía utilizarlas como guía para contratar un dibujante que calcara sobre
ellas, en papeles transparentes, los contornos de las pictografías de los códices, para después
pintarlos con acuarelas; o bien, con los negativos mandaba hacer en las imprentas o casas
litográficas, las fototipías o placas que permitían reimprimir varias veces las mismas imágenes
sobre papel, para los tirajes de una publicación. Por último, la alternativa de la cromolitografía,
era la más costosa por hacerse a color, en imprenta, con procedimientos mecánicos y manuales.
Al respecto, Troncoso explicó cómo mandó hacer las figuras del cuaderno 2 del volumen IV de
Sahagún, en negro, “tanto porque así lo exigía el procedimiento de fototipia, cuanto porque
hubiera sido muy costoso hacerlas en colores, dado que habrían resultado así unas cien estampas
3
cromolitográficas por lo diseminadas que se hallan esas figuras en el texto (…) esas cien páginas
con figuras en el texto las he reducido, agrupando las mismas figuras, a 27 estampas
cromolitográficas que se van tirando en Florencia con la lentitud propia del procedimiento, en que
cada color (y hay estampas que tiene diez o más) exige otra impresión. Con esas 27 estampas se
formará el cuaderno 3 del expresado volumen VI, y el número de cromolitografías del Códice
Florentino, que ya es de unas 160, quedará aumentado hasta cerca de 200 en toda la obra” (Zavala,
1938, p. 25).
Francisco del Paso y Troncoso fue tenaz en la comunicación que mantuvo con los Secretarios de
Instrucción pública en turno, para demostrarles su dedicación exclusiva a la investigación.
Constantemente les explicó por qué debía cotejar los traslados o la transcripción de los
manuscritos, para hacerles entender que la edición de una obra o copia de un códice o mapa,
tomaban tiempo. A su vez, sostuvo que sus resultados debían editarse para fines de divulgación,
especialmente al reproducir en facsimilar el Códice Florentino y Matritenses de Sahagún, con el
fin de hacerlos accesibles en México para su estudio. Permanentemente expuso sus argumentos
para que valoraran la relevancia de sus resultados, a favor del progreso de las ciencias históricas
y arqueológicas en México, más que en pro de su proyecto particular y del ensalzamiento de sus
muy personales méritos académicos. En una de sus cartas, escrita en Florencia y fechada en
1898, dirigida al Secretario Joaquín Baranda, le dijo:
No he querido pedir a Ud. subsidios para esto, por ser la obra mía particular, y tener entendido que no debemos los
autores pretender sean costeadas nuestras obras por el Gobierno, si de ellas contamos obtener honra y provecho,
siendo justo entonces que hagamos también algún sacrificio pecuniario. Pero la edición del Sahagún no se halla en
este caso: si deja honra será para la nación, de quien Sahagún es gloria, no para mí…
Por otra parte, los Secretarios de Instrucción Pública hicieron un seguimiento puntualisimo para
supervisar su labor y asegurar el adecuado uso de los recursos, lo cual asoma una desconfianza
natural, en primer lugar, por tratarse de una tarea difícilmente medible a distancia, especialmente
por el avance lento de lo programado o por el número de documentos y publicaciones concluidas
por mes o año. En segundo lugar, porque se trató de un proyecto financiado por el erario
nacional, que se alargó más de lo esperado debido al exceso de materiales que Troncoso
encontró, transcribió y reprodujo. En tercer lugar, los responsables de la supervisión de sus
resultados, debían asegurar que él realmente estaba dedicando su tiempo a las actividades que
reportaba. Posteriormente cuando Troncoso murió en Florencia en 1916, Luis Castillo Ledón y los
subsiguientes Directores del entonces Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía,
mantuvieron un seguimiento cuidadoso, para comisionar funcionarios, dedicados a realizar todos
los trámites necesarios, orientados a reunir e inventariar los papeles que dejó dispersos en
Europa, a fin de repatriarlos a México. En ese sentido un tema digno de reconstruir a detalle es la
historia sobre el origen, conformación y destino de su archivo.
Francisco del Paso y Troncoso demostró a la autoridad y a sus colegas mexicanos que lo
juzgaron, para bien o para mal, la necesidad de no escatimar en gastos relacionados con la
investigación histórica. Fue tan productivo, que dejó inconclusos una buena parte de sus múltiples
proyectos simultáneos, no obstante, sin este precedente, la arqueología, la literatura náhuatl y los
4
estudios sobre el Virreinato de la Nueva España no serían los mismos hoy, cien años después.
En su Archivo, las tareas o revisiones que
dejó pendientes, ofrecen muy diversos
proyectos archivísticos y de investigación por
acometer. De hecho, las cartas de Troncoso
aluden constantemente a temas asociados con
los archivos y las bibliotecas. Por ejemplo, en
materia de conservación preventiva, despierta
la imaginación conocer la forma como se
hacía el embalaje de documentos importantes,
que se mandaban en esa época desde Europa
a México o viceversa. En una carta que
Troncoso escribió en 1906 al Secretario de
Instrucción, le pidió, que a su vez le
solicitara al Subdirector
del
Museo
Nacional, instruirle al pintor José María
Velasco la reproducción en acuarela, del
tercer Mapa de Cuauhtinchan, para que se la
Historia de las Cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de
Sahagún (Volumen 6, parte 2), editado por Francisco del Paso y
Troncoso en Madrid, Fototipía de Hauser y Menet, 1905. Versión
digital consultable en el portal The Research Library:
https://archive.org/details/historiadelascos62saha
“enviara por expreso marítimo a Florencia, vía Génova, enrollada en un bastón que se pondrá
dentro de un tubo de hoja lata, colocando éste a su vez dentro de una caja de madera para evitar
abolladuras.” (Zavala, 1938, p. 19).
Comentario final y referencias
Quienes deciden en la actualidad conocer los documentos de interés para México, localizados en España, Florencia,
París o concretamente en el Archivo de Indias de Sevilla, o bien, eligen analizar la obra de Fray Bernardino de
Sahagún, deberían, necesariamente remitirse a la extensa recopilación documental legada por Troncoso. De hecho,
aunque nuestra generación goza el privilegio de acceder a ejemplares en formato digital, como la versión electrónica
del códice Florentino publicado en el sitio de la Biblioteca Digital Mundial (World Digital Library: www.wdl.org), sigue
siendo imprescindible consultar directamente, documentos originales como los del Archivo de Francisco del Paso y
Troncoso, para replantear distintos o nuevos enfoques sobre su vida y su obra.
Los libros citados en este ejemplar son: Silvio Zavala (investigación, prólogo y notas), Francisco del Paso y
Troncoso. Su misión en Europa, 1892-1916. México: Publicaciones del Museo Nacional, 1938 y Luis González
Obregón, Cronistas e Historiadores, México: Ediciones Botas, 1936.
La foto de la Puerta del Sol de Madrid que elegimos, se localiza en el banco de datos del sitio Madripedia
(Enciclopedia de la villa de Madrid). Es una Tarjeta Postal catalogada como bien del dominio público, denominación
que abre la puerta al inmenso mundo de fuentes documentales de acceso libre, sin restricciones de reproducción o
pago de derechos de autor o copyright. Esta foto se consulta en http://www.madripedia.es y fue hecha en la Casa
Hauser y Menet, imprenta madrileña que editó en 1905 el facsimilar que Troncoso publicó de la Historia de las Cosas
de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún.
La otra foto del Ponte Vecchio en Florencia, fechada en 1909, fue editada por Moffett Studio (en Chicago). Una
impresión original se resguarda en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, igual que su copia digital que se
descarga en el portal Prints and Photographs Division Online Catalog: http://www.loc.gov/pictures
Ejemplar gratuito de libre difusión. Prohibida su venta. La reproducción parcial o total de su contenido requiere permiso del editor.
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Sello de autor: águila de la ruta de independencia. Comonfort, Guanajuato, 2010. © Foto del editor con cambios en Corel Painter Essentials 4.
Editor responsable: Yolia Tortolero Cervantes, doctora en historia por el Colegio de México. Del 2000 al 2010 trabajó en el Archivo General de la Nación. Actualmente es investigadora y consultora independiente.

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