La plática del ebrio con el diablo sobrio

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La plática del ebrio con el diablo sobrio
La plática del ebrio con el diablo sobrio
Escrito por ga=Antón-Chejov
—No se cohíba usted —continuó Lajmatov—. Venga más cerca... Yo soy un hombre sin
prejuicios y puede hablar francamente conmigo... de alma... ¿Quién es usted?
El diablo, indeciso, se acercó a Lajmatov y, doblando la cola bajo sí, reverenció con amabilidad.
—Yo soy el demonio o el diablo —se recomendó—. Funjo como funcionario de encargos
especiales ante su excelencia en persona, el director de la cancillería infernal, ¡el sr. Satanás!
—He oído, he oído... Mucho gusto. ¡Siéntese! ¿No quiere vodka? Me alegro mucho. ¿Y a qué
se dedica?
El diablo se confundió aún más...
—Hablando con propiedad, yo, ocupaciones definidas no tengo... —respondió, con turbación,
tosiendo y sonándose la nariz «a la jeroglífico»—. Antes, realmente, teníamos una ocupación...
Tentábamos a los hombres, los desviábamos del camino del bien a la senda del mal... Pero
ahora esa ocupación, entre nous soit dit, no vale ni una escupida... Ya no hay caminos de bien,
no hay de qué desviar. Y además, los hombres se han hecho más pícaros que nosotros...
Dígnese, pues, a tentar a un hombre, cuando él, en la universidad, terminó todas las ciencias,
«¡pasó por el fuego, el agua y los tubos de cobre!». ¿Cómo puedo yo enseñarle a robar un
rublo, cuando usted, ya sin mi ayuda, se hurtó mil?
—Así es... Pero, no obstante, ¿usted, pues, se dedica a algo?
—Sí... Nuestro puesto anterior ahora puede ser sólo nominal, pero, a pesar de todo, tenemos
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trabajo... Tentamos a las damas de clase, empujamos a los jóvenes a escribir versos,
obligamos a los mercaderes borrachos a golpear los espejos... En la política, en la literatura y
en la ciencia, ya hace tiempo que no nos inmiscuimos. No entendemos ni un pepino de eso...
Muchos de nosotros colaboran en El Jeroglífico; los hay, incluso, que dejaron el infierno e
ingresaron a los hombres... Esos diablos retirados, que ingresaron a los hombres, se casaron
con mercaderes ricas y viven ahora estupendamente. Algunos de ellos se dedican a la
abogacía, otros editan periódicos, ¡en general, son hombres muy prácticos y respetados!
—Disculpe por la pregunta indiscreta, ¿qué sustento recibe usted?
—La situación nuestra es la anterior —respondió el diablo—. La plantilla no ha cambiado
nada... El apartamento, la iluminación y la calefacción son públicos, como antes... Salario,
pues... no nos dan, porque nos consideramos fuera de plantilla y porque ser diablo es un
puesto honorable... En general, hablando con franqueza, se vive mal, aunque vayas por el
mundo... Gracias a los hombres que nos enseñaron a aceptar sobornos, si no, ya hace tiempo
que nos hubieran degollado. Sólo vivimos con las ganancias... Abasteces de provisiones a los
pecadores, bueno, y te afanas... Satanás envejeció, se va siempre a ver a Zukki, no está para
rendir cuentas ahora...
Lajmatov sirvió al diablo una copita de vodka. Éste bebió y se soltó a hablar. Reveló todos los
secretos del infierno, desahogó el alma, lloró un poco y tanto gustó a Lajmatov, que éste lo
dejó, inclusive, pernoctar en su casa. El diablo durmió en la estufa y deliró toda la noche. A la
mañana, desapareció.
«Nada es más fácil que describir
autoridades antipáticas. Al lector le gusta, pero sólo al más insoportable, al más mediocre de
los lectores. Dios te guarde de los lugares comunes. Lo mejor de todo es no describir el estado
de ánimo de los personajes. Hay que
tratar de que se desprenda de sus
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propias acciones. No publiques hasta estar seguro de que tus personajes están vivos y de que
no pecas contra la realidad».
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