Sabiendo que el saldo entre lo recibido y lo entregado está a favor

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Sabiendo que el saldo entre lo recibido y lo entregado está a favor
Sabiendo que el saldo entre lo recibido y lo entregado está a favor de la Facultad
parto con una frase del Evangelio de San Lucas, patrono de nuestra Escuela “Soy
una simple servidora que hice lo que tenía que hacer”. Uds. van a comprender el
sentido de esta cuando conozcan los privilegios que me ha ofrecido esta Escuela de
Medicina desde marzo 1961 hasta hoy.
En primer lugar quiero agradecer en esta ocasión a todos mis profesores, de los
cuales recordaré a unos pocos por razones de tiempo. Al Dr. Luis Vargas, cuya
gestión ante el rector abrió en 1954 la posibilidad de admitir a 7 mujeres en cursos de
35 alumnos usando una simple ecuación: si a lo largo de la carrera fracasaban 7
alumnos nada cambiaba si se perdían 7 alumnas. Al Dr. Juan de Dios Vial por
mostrarme la maravilla de la estructura celular con la sobriedad y la precisión que lo
caracteriza; a don Raúl Croxatto, quien se ensimismaba describiendo el ciclo
energético de la célula; a Héctor Croxatto por su ejemplo de vida y porque haber sido
alumna suya fue clave para que varios años más tarde obtuviera una beca en la
Cleveland Clinic; a don Gabriel Letelier quien me enseñó a escuchar y examinar a los
pacientes con respeto y prolijidad mucho antes que se hablara de la ética de la
relación médico-paciente; a las pedíatras del Hospital Roberto del Río que en 6° año
me mostraron por primera vez que se podía conciliar la medicina con la familia. Un
agradecimiento especial al Dr. Salvador Vial, por invitarme a hacer mi beca en
Nefrología y recibirme a la vuelta de Cleveland.
A los alumnos que en los cursos de Introducción a la Medicina y en la Sala Espejo de
San Joaquín revivieron constantemente mi vocación por la medicina. A los alumnos
que se interesaron por trabajar conmigo y expandieron mis áreas de investigación a
los animales de experimentación, a la Isla de Pascua, a la asociación entre el
desarrollo del embarazo y la enfermedad coronaria alejada, a la producción de la
investigación biomédica nacional.
A mis pacientes por mostrarme la fragilidad y la fortaleza de la naturaleza humana.
Entre ellos a las hipertensas con embarazos de alto riesgo, capaces de enfrentar
cualquier sacrificio o complicación para que la nueva vida que percibieron a pocos
días de la concepción se desarrollara hasta poder sostenerse fuera del útero. Ellas, y
mi experiencia de maternidad, fueron el motor de mis proyectos para comprender el
rol de los factores reguladores de presión en el útero y la placenta, en los que tuve
valioso apoyo para incorporar nuevas técnicas de biología molecular.
A todos los profesionales y al personal de apoyo con los que en conjunto atendimos
pacientes en el laboratorio, el hospital, la clínica y el Centro Médico.
Por último, a la posibilidad de integrar los Comités Ético Científicos de la Facultad y
de la Universidad, que me ha permitido conocer el rumbo y la profundidad de la
investigación que se realiza en la universidad y discernir con otros la seguridad de
los estudios a realizarse en voluntarios, animales o el ambiente natural. Esta última
área me ha sensibilizado respecto a los ecosistemas, comunidades de diferentes
organismos interrelacionados entre sí y con el nicho que los alberga. A semejanza
con los ecosistemas naturales, los grupos humanos sobrepasamos la suma de las
capacidades individuales en ambientes que promueven una permanente, compleja y
delicada interacción. Reconozco que la Facultad de Medicina ha constituido un
ecosistema que me ha permitido durante 53 años realizar con entusiasmo las tareas
que me ha asignado y recibir apoyo en los proyectos que he emprendido por mí
cuenta para ser “una simple servidora que hice lo que tenía que hacer”.
Gloria Valdés Stromilli
Santiago, 13 de octubre 2016

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