8 elementales La justificación de Los Principios
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8 elementales La justificación de Los Principios
La justificación de los principios elementales Cada uno de los tres principios tradicionales tiene una justificación extra-sistemática e intuitiva, y su uso puede advertirse en todos los razonamientos, incluso en la construcción de las tablas de verdad. El principio de identidad es una necesidad de todo lenguaje: para hablar de un objeto o para describir un estado de cosas es preciso suponer que ese objeto o ese estado de cosas es idéntico a sí mismo, al menos en el momento al que nos referimos. La pirueta de una bailarina es un acto fugaz; pero una vez cumplida es posible recordarla y hablar de ella como de una realidad fija por comparación con la cual hemos de determinar la verdad o la falsedad de la descripción que de ella se haga. Si adoptásemos una lógica en la que por ejemplo, el concepto de un estado de cosas fuera tan transitorio como el propio estado de cosas a que se refiere, no podríamos hablar del sonido de una campaña, ni del sabor de un sorbo de vino, ni de la película que vimos ayer: palabras, nombres y descripciones tendrían vida tan corta que su uso resultaría inútil en la mayoría de los casos. Pues bien, una muestra del uso de esta ley aparece en la asignación de valores de verdad a las variables de una fórmula. Si a una variable determinada, “q”, por ejemplo, hemos asignado el valor V para uno de los casos posibles de la tabla de verdad, dentro del mismo caso atribuiremos el valor V a cualquier nueva aparición de la variable “q” en la misma fórmula. La no contradicción está estrechamente vinculada con la identidad: si el lenguaje ha de servir para transmitir informaciones, no sólo se requiere que cada proposición tenga siempre el mismo valor de verdad: también es preciso que ese valor sea uno solo. Para esto las tablas de verdad asignan a cada fórmula un valor y sólo uno, para cada caso posible. Supongamos por un momento que, frente a una fórmula cualquiera, respetamos el principio de identidad mediante la asignación a cada variable del mismo valor para todas sus apariciones en cada caso posible, pero que este valor es a la vez V y F. Este rechazo del principio de no contradicción nos llevaría a consecuencias ciertamente molestas: nuestro cálculo lógico resbalaría sobre la ambivalencia de las variables y arribaría a todas las conclusiones, deseadas o no. Por ejemplo, cada vez que afirmamos que este tres va a Puerto Barrios, aseguraríamos, al mismo tiempo, que se dirige a Sanarate, Progreso, Zacapa, Los Amates Izabal, e incluso que se queda tranquilamente en Santo Tomás de Castilla, mientras atraviesa el océano para llegar a España. La ley del tercero excluido, en cambio, no es una necesidad del lenguaje: es, en todo caso, una manifestación del carácter bivalente de la lógica más común. En efecto, estamos habituados a distinguir entre proposiciones verdaderas y proposiciones falsas. Mientras nos atengamos a esta distinción, el principio del tercero excluido formará parte de nuestros razonamientos válidos. Si, por el contrario, supusiéramos tres valores de verdad, una proposición podría tener cualquiera de estos tres valores y aparecería un principio que podría llamarse del cuarto excluido. De este modo, cualquier elección de n valores de verdad para fundar una lógica dará lugar a una ley según la cual toda proposición debe tener necesariamente uno de aquellos valores, con exclusión de otro u otros (n más 1, por ejemplo), que pudieran imaginarse. Dentro de nuestra lógica bivalente, la construcción de una tabla de verdad aplica el principio del tercero excluido cuando en ella se alternan sólo los valores V y F . Pequeño digesto proposicional Entre las infinitas leyes de la lógica proposicional, hemos examinado con mayor detenimiento las tres que la tradición aristotélica ha consagrado como elementales por la facilidad de su justificación intuitiva. Pero muchas otras leyes tienen uso frecuente en las demostraciones lógicas, por lo que conviene tener presente una lista de las más comunes: Identidad: p = p No contradicción: -(p . –p) Tercero Excluido: p v -p Idempotencia de la conjunción: (p . p) = p Idempotencia de la disyunción: (p v p) = p Doble negación: --p=p Simplificación: ( p . q ) = p Adición: p = (p v q) Ley de De Morgan: (p . q) = -(-p . –q) Definición del bicondicional: (p = q) = ( (p = q ) . (q = p ) ) Definición del condicional: ( p = q ) = (-p v q ) (p = q ) = -(p . –q) Negación del condicional: - (p = q ) = (p . – q) Transposición: (p = q ) = ( - q = - p ) Transitividad del condicional: ( (p = q ) . (q = r ) ) = (p = r) Asociatividad de la conjunción: ( p . ( q . r ) ) ¿ ( (p . q ) . r ) Asociatividad de la disyunción: ( p v (q v r ) ) = ( (p v q ) v r ) Asociatividad del bicondicional: ( p = (q = r) = ( (p = q ) = r ) Conmutatividad de la conjunción: ( p . q ) = (q . p ) Conmutatividad de la disyunción. ( p v q ) = ( q v p ) Conmutatividad del bicondicional: ( p = q ) = ( q = p ) Distributividad de la conjunción respecto de la disyunción: ( p . (q v r) ) = ( (p . q ) v (p . r ) ) Distributividad de la disyunción respecto de la conjunción: ( p v ( q . r ) = ( (p v q ) . (p v r ) ) Autodfistributividad del condicional: (p = (q = r ) ) = ( (p =q ) = (p = r ) ) Modus ponens: ( (p = q ) . p ) = q El modus ponens (cuyo nombre completo en latín es modus ponendo ponens) es una ley de larga tradición, estrechamente ligada a la estructura de los silogismos condicionales. Etimológicamente, es el modo que afirma, pone, afirmando, poniendo: dado el condicional (p = q), la afirmación del antecedente p permite afirmar el consecuente q. Modus Tollens: ( (p = q ) . – q ) = - p Silogismo disyuntivo: ( (p v q ) . – q) = q Adición de tautología: p = (p . ( q v – q ) ) Adición de contradicción: p = ( p v ( q . – q) Implicación de los conjuntos: (p = (q . r ) ) = (p = q ) ( p = (q . r. ) = ( p = r ) El modus tollens, o modus tollendo tollens es una tautología similar al modus ponens, pero a la inversa. Tollere, en latín, significa sacar, quitar y – en este caso – negar. Se trata, pues del modo negativo, del modo que niega negando: dado el condicional (p = q ), la negación del consecuente q lleva a negar también el antecedente p. Frente a este despliegue de fórmulas convendrá que no nos dejemos dominar por el desaliento. Si, en lugar de contemplar su conjunto con ojos lánguidos y triste meneo de cabeza, examinamos las leyes una por una y, en caso necesario, las ejemplificamos en lenguaje natural a través de la interpretación de variables, advertiremos que todas ellas son de fácil comprensión. Y, una vez aprehendidas intuitivamente, las recordaremos sin mayor dificultad para utilizarlas cuando nos convenga. Interdefinibilidad de las conectivas Entre las leyes ya enumeradas se distinguen algunas (definiciones del condicional y del bicondicional, leyes de De Morgan) que permiten transformar una fórmula basada en una conectiva en otra fórmula equivalente construida en derredor de otra conectiva. Esto sugiere que las conectivas son definibles entre sí, con ayuda de la negación; y, en efecto, por medio de aquellas leyes y de sus combinaciones es posible trazar el cuadro de interdefinibilidad que se presentará más adelante. El análisis del cuadro de interdefinibilidad permite formular algunas observaciones. Ante todo, naturalmente, se advierte que la negación es un instrumento necesario para definir las restantes conectivas, pero no es ella misma definible en términos de otras: por ser la más sencilla de las constantes lógicas, recordemos que carácter monádico, sólo puede ser definida mediante la tabla de verdad correspondiente. Han quedado anulados los lugares situados en la diagonal que arranca desde la esquina superior izquierda del cuadro, ya que en ellos sólo cabría la repetición lisa y llana de la fórmula a definir; pero existen además otras ausencias, todas ellas situadas en las columnas de la disyunción excluyente y del bicondicional. Y esto ocurre de un modo peculiar: cada una de estas dos conectivas puede definirse en términos de la otra, pero ninguna de ellas permite definir la conjunción, la disyunción incluyente ni el condicional; en tanto estas ´`ultimas definen cualquier otra. ¿a qué se debe esta situación? Sucede que las conectivas proposiciones tienen distintos grados de complejidad. La más simple es, como hemos señalado, la negación. En el grado siguiente se sitúan la conjunción, la disyunción incluyente y el condicional, que pueden definirse entre sí con ayuda de la negación, y, del mismo modo, permiten definir la disyunción excluyente y el bicondicional. Estos dos últimas conectivas, en cambio, contienen relaciones complejas. Recordemos que, en tanto la disyunción incluyente “p v q” indica que es verdad p o es verdad q, la excluyente “p /= q “ simboliza lo mismo, pero con el agregado de que no son verdaderas p y q a la vez. Del mismo modo, el bicondicional comprende dos condicionales cruzados entre sí, de modo que también incluye mayor información que las conectivas por medio de las cuales se lo define. Las conectivas más complicadas, pues, pueden explicarse entre sí y también a partir de las más sencillas, pero no a la inversa.
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