Stº. Tomás. Ética y Política

Transcripción

Stº. Tomás. Ética y Política
1. Stº. TOMÁS. ÉTICA
La ética de Tomás de Aquino sigue la línea aristotélica, aunque
adaptada a presupuestos cristianos en los que se basa el pensamiento del
aquinate. Aristóteles consideraba que todas las acciones humanas estaban
encaminadas a un fín último concreto (telelología), y respecto a este todos los
demás fines son particulares, secundarios pues tan sólo sirven para alcanzar
aquel fin último que unifica, organiza y jerarquiza a todos los demás. El fin de
todas las acciones humanas es adquirir la felicidad (eudaimonía). La felicidad
consiste en perseguir aquello que es lo más natural para la propia naturaleza.
Según Aristóteles lo más genuino del hombre es el uso de la razón, del logos,
así el hombre será feliz en la medida en que desarrolle al máximo su poder
cognoscitivo y ejercite la capacidad racional (intelectualismo).
Santo Tomás asume su carácter eudemonista, teleológico e
intelectualista, y la completa con la aportación cristiana del valor de la
persona y el sentido trascendente que tiene la vida humana. Si la felicidad
racional aristotélica se alcanza en este mundo, Tomás de Aquino defiende que
la felicidad terrenal no es absoluta ni total si no se proyecta hacia cotas más
altas, como es el conocimiento divino. La perfecta felicidad , el fin último
consiste básicamente en la visión de Dios.
Para Santo Tomás los actos morales son aquellos que proceden de la
voluntad del hombre en cuanto ser racional y libre. El hombre en su actuación
moral persigue como fin el bien y la felicidad; pero, ¿cuál es el fin que
constituye para el hombre el bien supremo?
Santo Tomás descarta todo lo que se encuentra dentro de las fronteras
de lo particular y contingente: riquezas, fama, poder y hasta la vida
contemplativa, que para Aristóteles constituye el bien supremo del hombre. El
bien supremo del hombre consiste en la visión de la esencia divina, meta final
que satisface plenamente su ansia de felicidad.
La vía que defiende el aquinate para llegar a la felicidad, es el amor.
Serán buenas acciones aquellas
que, basándose en el amor y en el
conocimiento natural, nos acerquen a la presencia divina, y malas las que nos
alejen del camino de Dios. Este fin teleológico es el que perfecciona a los
hombres como seres racionales. Ahora bien, el hombre por sí mismo no puede
lograr este objetivo explícito en las escrituras por lo que necesita de la gracia
de Dios. Según santo Tomás existe en el hombre una tendencia natural a
conocer a Dios y a obrar conforme a la ley natural. Pero únicamente la gracia
divina, que ayuda y eleva al hombre sobre su propia naturaleza, le permite
conseguir la beatitud eterna.
El hombre posee instintos y pasiones que le llevan a actuar en contra
de su racionalidad. La razón es la medida de los actos humanos en tanto que
virtuosos. La virtud es un término medio, un equilibrio racional entre dos
extremos. La repetición de actos buenos conforma el hábito virtuoso. La
obligación de actuar de acuerdo con la racionalidad humana viene impuesta
por la misma naturaleza humana, por eso la ley moral es racional v natural.
Los preceptos de la ley natural son inmutables y su cumplimiento es necesario
para el bien del hombre. Esta ley natural está fundamentada en la ley positiva
divina revelada por Dios que, a su vez., es expresión de la ley eterna que
radica en la razón divina, en la misma esencia de Dios.
Pero el Dios de santo Tomás es un Dios personal, que mantiene relación
amorosa y providente con los hombres; no es el frío Motor Inmóvil aristotélico,
por eso existen virtudes y valores naturales que tienen en cuenta estas
características. Está, por ejemplo, la virtud de la religión, por la cual el
hombre reconoce su dependencia de Dios y le tributa culto y reverencia.
En definitiva, la ética de santo Tomás es una combinación renovadora v
original de elementos morales aristotélicos y cristianos.
2. POLÍTICA
La doctrina política de santo Tomás tiene como base la estructura
general de la teoría de Aristóteles. Aristóteles consideraba que el hombre era
un ser social, y que su plenitud se lograba en el ámbito de la polis. El estado
era necesario para que el individuo se desarrollara moralmente y alcanzase la
felicidad. Para Aristóteles la ética y la política van estrechamente unidas.
Santo Tomás hace una síntesis entre la política
aristotélica y las
implicaciones que comporta la creencia cristiana.
Para Aristóteles el fin del hombre se realiza plenamente en el Estado,
que es la forma natural superior de asociación. El Estado según Tomás de
Aquino se encuentra prefigurado en la naturaleza humana, y como la propia
naturaleza es creada por Dios, El Estado es deseado por Dios. Para santo
Tomás, el hombre tiene un fin sobrenatural, pero debe conseguirlo mediante
su actividad y su vida en el Estado, aunque de forma completa, sólo lo
alcanza en la otra vida. Tanto para uno como para otro, el Estado es una
institución natural fundamentada en la naturaleza del hombre. De este modo
Stº Tomás introduce en la ética aristotélica elementos teológicos.
El hombre es un ser político que vive en comunidad. La evidencia más
clara de su sociabilidad natural es la capacidad de expresarse y comunicarse
mediante el lenguaje. Si el vivir comunitariamente es natural para el hombre,
también lo es el gobierno, ya que alguien debe encargarse de lograr el bien
común, por encima de los interese particulares y egoístas y aglutinar la
actividad comunitaria para conseguirlo.
Tanto la sociedad como el gobierno, por ser connaturales al hombre,
tienen en último término, justificada su existencia y autoridad en Dios, ya que
es el creador de la naturaleza humana. El Estado es, pues, una institución
por derecho propio, con un fin propio y un ámbito de competencias y medios
que le son propios. Pero, como el fin sobrenatural del hombre consiste en
conseguir la beatitud eterna, que es competencia de la Iglesia, aún siendo
autónomo el Estado, queda supeditado indirectamente a ésta. Así, el Estado
debe guiar y legislar para que los ciudadanos vivan virtuosamente y alcancen
el fin que les es propio: la salvación eterna. Las leyes, pues, deben orientarse
hacia la consecución del bien común que, en última instancia, mira por el fin
del hombre. Por la ley el hombre es el más noble ser, pero sin ley es el
más bruto animal. Así todo derecho humano, si es verdadero derecho y no
puro empleo de la fuerza, ha de ser deducido de la ley natural. La ley positiva
humana es la interpretación del derecho natural. Las leyes eternas, que se
ofrecen al entendimiento del hombre integradas en el orden metafísico del
mundo, han de ser presentadas y desplegadas en aquel cauce positivo,
mediante el cual será el hombre conducido a su verdadero ser y a la dignidad
propia de su vida.
La razón como esencia básica de la naturaleza humana permite, según
Stº Tomás, reconocer cuáles son las reglas comunes e indispensables para el
desarrollo ético de los hombres, siempre en consonancia con los principios de
la propia naturaleza. Las reglas que regulan a ésta, reciben el nombre de leyes
naturales. Las leyes naturales son inamovibles ya que forman parte de la
propia naturaleza humana, y su cumplimiento es absolutamente necesario
para el bien del hombre, por tal motivo el hombre debe luchar para adquirirlas
y conservarlas.
La ley natural se manifiesta a través de las inclinaciones naturales del
hombre, que en parte son disposiciones vitales innatas, en parte son
comportamientos de valor morales y espirituales.
Para santo Tomás existen cuatro clases de ley: la ley eterna, la ley
natural, la ley divina positiva y la ley humana positiva. El legislador tiene
la función de definir, explicitar y aplicar la ley humana positiva, que se deriva
y tiene su fundamento de veracidad en la ley natural. Hace efectiva la ley y
apoya su cumplimiento mediante sanciones. La ley positiva, debe ser justa,
esto es, conforme a la ley natural, moral, físicamente posible, fiel a las
tradiciones de los pueblos, acomodada al tiempo y espacio, necesaria, apta
para el fin, promulgada y tendente al bien común.
Las leyes justas obligan en conciencia, ya que tienen como marco de
referencia último la ley eterna, revelada positivamente por Dios. Las leyes
injustas no obligan en conciencia, pero deben cumplirse si su infracción
acarrea un mal mayor. Sin embargo, nunca es lícito, observar una ley que esté
en contra de la ley divina.
La soberanía política procede de Dios y la ostenta el gobernante en
cuanto es representante del pueblo. Análogamente al modo con que Dios
gobierna providencialmente sobre todas las cosas creadas, el gobernante debe
promover el bien común por encima de los intereses particulares. Si abusa, se
convierte en un tirano y entonces es válida su deposición, no así su asesinato.
Existen tres formas de gobiernos: la democracia, la aristocracia y la
monarquía, que es la mejor, pues representa por analogía el gobierno unitario
de dios sobre la creación. En contraposición hay tres formas negativas. La
demagogia, la oligarquía y la tiranía. Santo Tomás opina que el gobierno
óptimo es el constituido por la monarquía con participación de la aristocracia
y la democracia. De esta manera, se evitan excesos y abusos de poder. No
obstante, lo que importa no es tanto la forma de gobierno cuanto la promoción
y consecución del bien público.
El Estado es, pues, un medio natural, bueno y válido, que facilita al
hombre la consecución de una vida feliz y virtuosa, esto es su fin
sobrenatural. De aquí se deduce la superioridad de la Iglesia sobre el
Estado. Santo Tomás piensa siempre teleológicamente, y una vez asentado el
último fin sobrenatural, religioso del hombre, y dado que a la luz de su fe, la
administración y gobierno de ese orden sobrenatural está en la Iglesia, su jefe,
el Papa, como delegado y representante de Cristo es la máxima autoridad.

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