noches de libertina

Transcripción

noches de libertina
NOCHES DE LIBERTINA
Hetairas en las noches de Madrid
A modo de presentación...
Estos textos nacen de la necesidad de compartir unas vivencias de tardes y noches pasadas durante
muchos años en la Libertina, nuestra desvencijada furgoneta que, a pesar de ello y como paradoja, nos
han querido comprar varios, desde unos gitanos hasta un guardia civil.
Es un intento de que estas experiencias no se queden sólo en la memoria u olvidadas en una carpeta
con el título neutro de “Informes”, sino que puedan servir para socializar un trabajo hecho y también, para
recordar con mucho cariño a tantas compañeras y compañeros de Hetaira, que han prestado su trabajo
voluntario y su generosidad. Muchas veces sentadas en la rueda de repuesto y haciendo equilibrios para
mantenerse en vertical, en condiciones bastante precarias pero con un entusiasmo a prueba de lo que fuera
necesario.
Nacen, por supuesto, con la intención de expresar un gran respeto por cientos y cientos de mujeres con
las que hemos compartido cafés o colacaos y conversaciones o situaciones, unas veces más fáciles que
otras. Con las que nos hemos reído y emocionado.
Es admiración por las putas de los polígonos y de la Casa de Campo de Madrid, por ese carácter suyo,
desafiante a las leyes naturales y a la climatología, en noches a la intemperie, con los pechos de amazonas
desnudas y manteniendo el tipo y el buen humor. Y la belleza y la dignidad. Aguantando cuando el miedo se
agazapa detrás de cada farola o en el interior de un coche desconocido. Porque es fácil mostrar sonrisas
cuando estás protegida y sabiéndote a resguardo. Y estar guapa en un entorno y en unas condiciones
favorables, pero qué difícil con el calor de asfalto que licúa todos los maquillajes o con los fríos de
invierno poligonero, que se clavan en las entrañas como alfileres.
Estas que siguen son pequeñas “pinceladas” de algunas historias, pero hay muchas, muchísimas más.
Los nombres que aquí aparecen no son reales y aunque, algunos de ellos los hayan utilizado algunas
chicas como “nombres de guerra”, desde luego no coinciden con los comentarios con los que se
relacionan.
Flor Cabrera Serda
Noche de luna llena
Casa de Campo.
Víspera de San Juan. La noche resplandece con la luz de una inmensa esfera blanca y
brillante. El cielo, sembrado de incesantes relámpagos y, de fondo, los ruidos de los truenos que
están en retirada. Sentimos un fuerte influjo que nos invita a salir fuera de la Libertina. No muy
lejos se empieza a oír una musiquita alegre, que pone cadencia al ambiente. El baile improvisado
surge espontáneo y, algunas chicas que van llegando, se suman al momento de magia en el
descampado inhóspito.
A la llamada de las risas y de la danza, otras mujeres se acercan despacio, según les
permiten sus imposibles tacones de aguja. Nos observan admiradas y divertidas,
acompañándonos con palmas.
Esta noche, su idea acerca de nuestra cordura no ha ganado muchos puntos; pero notamos todas que los
lazos se estrechan en una cercanía cómplice.
Dentro de la furgo se quedan, un poco olvidados, los folletos de salud y las bolsas con los
condones. En el olvido, también por esta noche, los malos rollos; las cábalas para llegar a fin de
mes; los desamores; los miedos...
Polígono de Villaverde
Noche de ternura
Laura es una mujer hermosa. Un cuerpo proporcionado, unas facciones muy agraciadas y
una forma de hablar y de moverse que encandila. Hablamos de las experiencias que se le han
quedado más pegadas al recuerdo. Se le llena la boca de ternura cuando nos cuenta esta
historia.
Aquí en el polígono hace un par de años. Enfrente de esta misma acera donde se suele
parar, aparcaban el coche una pareja de ancianos y se quedaban dentro mirándola quietos,
durante un buen rato. Al tercer día de repetir la misma operación, se acerca y les pregunta el
porqué. Ellos le responden que hace muchos años tuvieron una vida sexual muy intensa; pero
que se fue debilitando con el paso de los años. Se les ocurrió la idea de venir al polígono a dar
una vuelta y la vieron, les pareció tan sensual que se quedaron mirándola un ratito. Esa noche, al
volver a casa, la cosa funcionó de maravilla entre ellos dos, así que, decidieron volver otras
veces.
Laura, en el caso de un mirón, como hay tantos, le hubiera dicho que o pagaba o se tenía
que marchar. Pero la forma de hablar, cariñosa y delicada de los viejos, la atrapó. Les sonrió y les
dijo que estaba encantada de ayudarles y que volvieran cuando les apeteciera.
Noche de soledad
Polígono de Marconi (Villaverde)
La chica es muy joven y está sola en una zona alejada, en la que apenas se paran mujeres.
Se sorprende al ver que aparcamos la furgoneta a su lado y nos bajamos de ella dos mujeres. Su
acento nos trae aires recientes del este de Europa. Tiene necesidad de comunicarse pero ¡ah
maldita lengua que nos impide entendernos!! De castellano nada, nada de inglés, ni italiano, ni
francés. Después de varios intentos, deducimos que es búlgara, que acaba de llegar y que tiene
miedo. Nos quedamos con ella un rato explicándole con señas y con los dibujos de los folletos,
qué es Hetaira y qué hacemos allí. Le damos preservativos y la tarjeta con nuestro teléfono. Le
ofrecemos un café o un té, lo rechaza. Le damos nuestros nombres y ella, con voz apagada
esboza un Daniela.
Tratamos de convencerla de que ese sitio es poco seguro, que no hay otras chicas cerca. No
estamos seguras de que nos haya entendido; pero intuimos que no está tan sola, mira de reojo,
un poco inquieta, hacia el aparcamiento cercano. En el interior de un coche, apreciamos el leve
destello de un cigarrillo.
Nos despedimos y sus labios esbozan una sonrisa agradecida.
Hemos vuelto por allí en siguientes noches, pero no la hemos encontrado.
Noche de complicidades
Polígono El gato. Villaverde
Catalina hace tan sólo diez meses que vino a España desde un pequeño pueblo de su
Rumanía natal; pero ya habla un castellano fluido. Está colocada en un lugar más apartado de la
zona habitual de sus paisanas. Tiene un discurso claro y directo, empoderado. Las dos
luciérnagas verdes que tiene por ojos no dejan que desvíes la mirada de ellos. Según sus
palabras, ella es una profesional. Quiere que sus clientes queden muy contentos y que vuelvan a
buscarla. Dice que tiene una clientela fija que se ha ganado gracias a su buen trabajo. Eso sí, ella
está sola, no tiene a nadie detrás “no quiero mantener a ningún hombre...ni necesito a nadie que me
proteja, que ya sé hacerlo yo misma...”
Tiene una curiosidad constante. Nos comenta que ha leído nuestro folleto de salud y quiere
que le demos más para algunas amigas. Nos pregunta por el uso del Cytotec y sus efectos; por
las ventajas de los condones femeninos en su trabajo; por nuestra asociación; por lo que
hacemos... por nosotras mismas. Quiere que le contemos algo de nuestra vida, qué mueve a dos
mujeres a ir allí de noche en una furgoneta y quedarnos tanto tiempo en una charla sin prisas con
alguien a quien no conocemos de nada.
Y así van surgiendo las complicidades entre las tres de forma natural, sin protocolos, sin
artificios.
Noche de nostalgias
Polígono de Marconi (Villaverde)
Juana, en realidad, tiene un nombre de luchadora que le cuadra muy bien. Su feminidad
aún está en proceso de gestación. A veces, se refiere a sí misma en masculino casi de forma
automática y, otras veces, juega con la ambigüedad.
Dejó a su familia y su negocio en el país que la vio nacer, para buscar en Europa nuevas
oportunidades y huir de la asfixia de no querer ser hombre. Se cuadra en la acera con desparpajo
y con algún chascarrillo que siempre tiene a mano. Alterna sus estancias en Madrid con otras en
países nórdicos donde el frío compensa con la generosidad de los clientes. Quiere hacerse con
un dinero para operarse.y poder cambiarse de nombre en sus documentos.
Echa de menos a su gente y a Ecuador, su país, y le gustaría volver para hacerse cargo del
negocio que dejó abandonado. Le gustaría tanto que su familia la entendiera y la aceptara...
pero lo mismo tiene que esperar a que pasen unos cuantos años...
De momento, tiene un novio español y nos cuenta que se ha ido a vivir con él y que, por ahora,
mientras ella está aquí, lo llevan bien, pero dentro de unos meses cuando vuelva a subir al norte,
ya verán...pues él lleva muy mal que ella se marche.
Noche de cuerpos
Casa de Campo.
Paramos en uno de nuestros sitios habituales para esperar a que vengan las chicas. Es una
zona donde se agrupan las mujeres trans. Se acercan unas botas rojas interminables y una figura
imponente, que nos resulta familiar.
- ¡Cuánto tiempo sin verte, Pamela!
- Es que he ido a operarme a mi país, ¿no ves el pecho tan bonito que me han dejado?
- Pues el que tenías antes no estaba nada mal
- Bueno, pero ya estaba anticuado
- Ah!, yo no sabía que los pechos pasaran de moda...
- Pues sí...y cuando ahorre un poco más, me operaré para que me pongan coño...
Sube a la furgo y se quita el sujetador para que veamos y palpemos sus recién estrenadas
tetas, enormes y turgentes. Mientras tanto, otras chicas se van acercando y al ver a Pamela, se
animan a mostrar también sus pechos y los efectos de las liposucciones que se han hecho,
preguntándonos quién tiene más bonitas las tetas o más firme el trasero. Y nos piden que
entremos en la comparación nosotras también.
Y entre bromas y vasos de café, va surgiendo la conversación sobre los usos y abusos de
silicona, sobre las hormonaciones y sus efectos. Sobre liposucciones y reasignaciones. A alguna
se le quiebra la voz, recordando accidentes y pérdidas de compañeras o alguna amiga querida.
Polígono el Gato. Villaverde
Noche de confidencias
Roxana es muy tímida. Cuando paramos la furgo las primeras veces le cuesta mucho
acercarse. Nos ganamos su confianza bajándonos nosotras y ofreciéndole un café y el material.
Después de un tiempo, ella misma se acerca y sube a la Libertina. Se suelta a hablar y nos
cuenta a borbotones, en un castellano casi perfecto, retazos de su vida.
Tenía un novio rumano, igual que ella, con el que se iría al fin del mundo. Cuando él le
propuso venirse a España para buscarse una vida mejor, ella aceptó enseguida. Una vez aquí, le
contó que varios días había salido a buscar trabajo pero que no encontraba, sin embargo,
conocía un lugar en el que ella sí lo encontraría con facilidad. Era un club de alterne en el que
trabajaban otras compatriotas suyas. A Roxana le horrorizaba sólo pensar en aquel trabajo,
pero los días pasaban y había que pagar el alquiler; la comida; los cafés y cigarrillos que él
consumía sin parar... y no vio otra salida. Mientras, el novio seguía sin trabajo y ella continuaba
pagándolo todo sin que él se preocupara por la situación, hasta le robaba el poco dinero de
bolsillo con el que se quedaba.
Harta, un día se armó de valor y le dijo: - márchate o te denuncio. Y se marchó, pero antes se
llevó lo poco de valor que encontró en la casa, con su pasaporte. Ella le ha denunciado y ahora,
él merodea cerca y le manda cartas con amenazas. Pero Roxana no se achanta.
Desde hace unos meses viene a Villaverde a trabajar y no le va del todo mal. Se va haciendo
con un grupo de clientes asiduos y puede ir viviendo y pagando los gastos, sin tener un parásito
pegado a su piel. Con un deje triste, añade: “ya no le quiero nada...¡con lo que yo quería a este
hombre...!!
Noche de dudas
Polígono de Marconi. Villaverde
Sally tiene un aspecto muy elegante y una madurez discreta; aún el tiempo no se ha
ensañado en su piel. Pero ella tiene muchas dudas acerca de su atractivo y también una
obsesión: hablarnos de su hija. Estudia medicina y por nada del mundo quiere que deje de
estudiar por falta de dinero.
Estaba muy contenta con el trabajo que tenía, llevaba cuidando a una anciana varios años y
las dos se tenían un cariño muy especial. Pero la viejita murió y la dejó desasistida de bolsillo y
de corazón. Una paisana le habló del polígono y, aún con lágrimas, y sin creer mucho en sus
posibilidades, se vino a probar. Lleva poco aquí, pero de momento va sacando para vivir y, sobre
todo, para poder pagar la matrícula de la universidad a su hija.
Nos pregunta si sabemos de algún otro trabajo, pues observa la gran competencia que tiene
con otras chicas más jóvenes aquí. Le comentamos que podemos ayudarle a buscar ofertas por
Internet; que se pase por nuestro local.
Noche de poderío
Polígono el Gato. Villaverde
Natalia es esbelta, rubia y con un porte muy distinguido. Es rusa pero habla un castellano
casi sin acento y con matices que algunos nativos quisieran. Lleva en España unos ocho años.
Hemos hablado con ella varias veces y hemos llegado a la conclusión, por su discurso, que debe
ser muy eficaz en su trabajo.
Suponemos la eficacia porque es rápida, cobra bastante bien y los clientes quedan
satisfechos. Dice que no suele tardar más de quince minutos en el servicio, que siempre lo hace
con condón y que muchos de sus clientes la pagan más. Y si alguno insiste en bajar el precio,
ella responde que puede buscar a otra chica, que hay muchas.
Tiene la convicción de que el trabajo que hace es el que quiere hacer, que le gusta y a otros
les gusta cómo trabaja, que ella lo nota. Muchos clientes vuelven a buscarla. Le preguntamos
cuál es su secreto y nos dice: mucha psicología, o sea, observar y conocer qué necesita cada
uno y dárselo.
Se coloca en un lugar bastante alejado del resto de las chicas y siempre la vemos sola, le
preguntamos el motivo y dice que ella no va allí a hacer amigas, sólo a trabajar.
Noche de apoyos
Polígono El Gato. Villaverde
Laura, al parecer recién llegada de Ghana, está muy sola y no habla nada de castellano. Se
la nota muy aturdida y con pocas ganas de hablar. Su mirada triste se pierde en el vacío y
conseguimos muy pocas palabras, tampoco quiere café ni material de nosotras.
Nos alejamos un poco inquietas, pero en el siguiente cruce de calles, encontramos a
Geraldine, de Nigeria, mujer experimentada en viajes y trabajos diversos. Nos habla en un
castellano muy fluido, intercalando términos italianos. Se toma un café con nosotras y nos cuenta,
con mucha gracia, historias de sus múltiples novios y de cómo ha ido dejando uno en cada una
de las ciudades en las que ha estado, muy enamorados según nos dice. Ella prefiere ser libre y
que ningún hombre la condicione para tomar decisiones. Uno de ellos, italiano, quiso casarse y
ella estaba casi decidida, tenían todos los preparativos dispuestos, pero en el último momento se
arrepintió y se vino a España para no tener que dar explicaciones.
Comentamos a Geraldine que nos preocupa un poco que Laura, la chica ghanesa, esté tan
sola y tan perdida en el polígono. Nos dice que ya se había fijado, que la observa de lejos y, de
vez en cuando, se acerca para ver si necesita algo. Hace tan sólo dos semanas que la vio por
primera vez, no sabe con quién vino, pero a eso de las tres o cuatro de la madrugada la recoge
siempre el mismo coche.
Nos vamos más tranquilas sabiendo que Laura tiene, no muy lejos, una compañera que la
apoya.
Tardes de asamblea y de limpieza
Polígonos de Villaverde
Últimamente los ánimos están más caldeados que de costumbre en el polígono. Hay rumores
continuados de que quieren echar a las mujeres de aquí y ellas están muy inquietas. Se habla de
una posible Ordenanza municipal del Ayuntamiento de Madrid, parecida a la que ya se ha puesto
en vigor en otras ciudades. Empiezan a hablar entre ellas y tratan de organizarse, nosotras
vamos transmitiéndoles nuestro apoyo en lo que decidan.
Al final se convoca una Asamblea al lado de la estación de Renfe y acuden a ella más de cien
prostitutas que trabajan alli. Las “hetairas” nos mantenemos en un segundo plano para que sean
ellas las que se expresen.
Hablan de cómo se sienten perseguidas, invisibilizadas y no escuchadas, de enfrentamientos
entre ellas, pero también de acuerdos. Y se acuerda pedir una entrevista con el Ayuntamiento y
hacer una manifestación, con una idea muy clara: por la negociación de los espacios
públicos.
La manifestación, un domingo por la mañana, discurre calle Montera abajo con una
participación muy digna, con la presencia de muchas chicas y muchos medios de comunicación.
Después, hay que seguir con las pilas cargadas y deciden hacer una batida de limpieza en el
polígono, llamando a que se unan las que han estado más alejadas de la acción y tratando de
hacerles ver que el problema es de todas.
Con “performance” de guantes y escoba, las chicas gritan al ayuntamiento que ellas valoran el
lugar de su trabajo y quieren tenerlo limpio y no sólo este día.
Noche de añoranzas
Polígono de Marconi. Villaverde
María lleva muchos años sin ver a su hijo, que dejó con su madre en una ciudad de
Colombia. De esta historia nos ha contado pormenores en varias ocasiones, intentando no darle
demasiada importancia, pero hoy se la nota muy intranquila. Cuando vino a España a buscarse
una vida mejor, su hijo tenía tres años, ahora tiene quince. La relación que ha tenido con él en
estos años, ha sido exclusivamente telefónica. Ella dice que ha trabajado muy duro para que
nunca les falte de nada a toda su familia, pues del dinero que manda viven cuatro personas,
además de su hijo. Él, mientras ha sido un niño, ha tenido una vida cercana a sus abuelos, pero
se ha ido separando conforme crecía. Ahora, cuando habla con él, la echa en cara que le ha
abandonado, habla de mala manera o no quiere ponerse al teléfono y, además, roba dinero a la
abuela, pues al parecer, “anda metido en la droga...”
María está pendiente de conseguir sus papeles de residencia en España para poder viajar
a su país y le quita el sueño pensar en cuándo llegará el día. Intentamos animarla y pedimos cita
a nuestra abogada para que la asesore en cómo abreviar el proceso.
Pero esta noche no quiere ni café, ni material, ni más charla. Hoy la noche está negra de
penas y añoranzas.
Noche de risas
Polígono de Marconi. Villaverde
Nos gusta pasar por el otro lado de la calle con la Libertina y saludarla con la mano y que nos
sonría de lejos y que nos llame para que paremos a su lado. La mayoría de las veces no quiere
material, sólo charlar.
Alicia es una belleza en estado puro, una perla cultivada en este polígono. Vino hace unos
cuatro años de Albania y se maneja en este universo industrial como pez en el agua. Nos cuenta
que hace poco paró delante de ella un coche y el conductor le dijo que era médico, que podía
auscultarla gratuitamente, que se desnudara allí en el coche. Le contestó que ella sólo se
desnudaba cuando le daba la gana y sobre todo, cobrando. Dice que está harta de que algunos
hombres piensen que las putas son tontas.
Nos cuenta que estuvo en la asamblea que se hizo en la estación para hablar de los
problemas en el polígono y se siente con más ganas de luchar por sus derechos, y con más
fuerza para intentar convencer a otras mujeres de que se muevan también.
Nos habla de sus sueños, de sus lecturas; de las pelis que le apasionan y de sus fantasías
eróticas. En esos momentos pasa un coche de bomberos y nos cuenta una de ellas. Las tres nos
reímos con ganas por la coincidencia de compartir la misma.
Noche de acuerdos
Polígono de Vicálvaro
Cecilia es una argentina muy elegante y un prodigio verbal. Lleva poco viniendo al
polígono. Ha hecho multitud de trabajos, el último como telefonista en una fábrica de muebles y la
despidieron hace un mes. Como no encontraba nada relacionado con su formación, decidió
empezar a ejercer la prostitución en su casa, pero al compartirla con paisanas, era un problema,
por lo que se vino a probar suerte aquí. Como le asustaba estar a la intemperie, por los posibles
robos y abusos, pensó que lo mejor era organizarse. Se puso en contacto con dos mujeres más y
acordaron contratar a alguien que les sirviera de conductor y protector, en caso de algún
incidente y les proporcionase la intendencia (bocadillos; bebidas...).
Como está un poco harta de haber oído hablar del tema con dudas, nos dice con mucho
aplomo:
- Pero, que conste que no es nuestro chulo, es nuestro empleado
Y nos señala un coche parado enfrente, en el que desde dentro el chico vigila atento lo que
sucede en la calle.
Noche de acuerdos...2
Polígono de Vicálvaro
Teresa llegó a un acuerdo parecido con su novio. Es española y lleva ejerciendo muchos
años, aunque es joven todavía. Tiene mucho desparpajo y le asustan pocas cosas en la vida,
aunque una de ellas es trabajar sola en el polígono.
Tuvo ya varios tropiezos serios, de robos y agresiones y le propuso a su pareja que se
viniera con ella al poligono por la noche. Él trabaja de día y las noches las pasa dentro de su
coche escuchando la radio, pendiente de si Teresa le llama por el walkie talkie. Ella lo lleva en su
bolso y nos muestra cómo funciona:
- Javi, di algo a estas chicas de Hetaira, que te quieren saludar
- Hola ¿qué tal estais? - responde al instante
Está contenta, cree que ha llegado a la situación idónea. Deja claro que su relación
sentimental no se ve afectada por la relación laboral y que no tiene nada que ver con los tópicos
que se dicen de las putas y de sus hombres.
Polígono el Gato. Villaverde
Noche de clientes
Hoy la conversación gira en torno a los clientes, partiendo de las burlas de Cristina hacia el
que dice ser su novio. Cristina es una rumana con cuerpo y voluntad fuertes, de las que no se
arrugan por nada. El chico ha sido cliente suyo y ahora, merodea constantemente a su alrededor
para traerle lo que le pida: bocadillos; una cerveza; unos palets para hacer fuego. Ella dice que es
tonto, pero se deja querer y él la mira con embeleso, mientras apila varios palets para mantener
la fogata que alivie esta noche cruda de invierno.
Caty es colombiana y muy risueña. No hay día que la veamos apagada o triste. Con una
sonrisa, nos cuenta una anécdota que le pasó hace unos días. Se paró a su lado un señor ya
mayor, muy educado y le dijo que sólo llevaba 10 €. Ella le respondió que con eso no llegaba a
su precio mínimo por una mamada.. El señor, un poco apurado, le susurró al oído que sólo
quería verla orinar. Caty se quedó boquiabierta, era la primera vez que le proponían algo así.
Estuvo tentada de mandarle lejos, pero pensó que la noche estaba dura y quería irse pronto a
casa. Aceptó. Se bebió una botella de agua y se alejó un poco, pues sentía apuro. Cuando volvió
al lado del coche, el hombre se limpiaba las manos y se subía la cremallera del pantalón.
Noche de clientes../2
Berta también quiere contar una historia, pero de una amiga, Lucía. Al parecer, tenía un
cliente habitual desde hace mucho tiempo. Un taxista que, tres días en semana, al ir a cerrar el
taxi, se pasaba por el polígono y demandaba sus servicios. Estos tres días semanales, se
convirtieron en cinco y luego, en siete. Todos los días pasaba por allí y pagaba a Lucía, a veces
por charlar, a veces por pasar un rato con ella tomando un café. Ella se cansó y le dijo que no
volviera, que se sentía agobiada.
Pero él insistía y le ofrecía más dinero. Al final, Lucía decidió marcharse del polígono y ahora
el taxista deambula por todas partes, preguntando por ella a todas las chicas. Algunas le dicen
que ellas pueden consolarle, pero él sigue dando vueltas esperando encontrar a Lucía en cada
calle, en cada farola o en cada esquina.
Polígono de Marconi. Villaverde
Noche de averías
Día de estreno para nuestra nueva conductora y de mala suerte para todas. A la entrada del
polígono, la Libertina empieza a flojear y unos metros más allá se para definitivamente.
Suponemos que es la batería que, como en otras ocasiones se descarga sin saber porqué.
Esperamos a que pase algún coche que nos ayude a recargarla, pero en mucho tiempo no para
ninguno. Llamamos a la Compañía del Seguro y nos mandan un mecánico que hace un
diagnóstico rápido: no puede hacer nada y la furgo se la tiene que llevar la grúa. Nosotras tres
que esperemos a que llegue un taxi.
Después de más de media hora, llega nuestro taxi, con un conductor locuaz y contento de
llevar a tres mujeres en su coche. Nada más arrancar, nos dice en plan cómplice y
campechanote:
- Señoritas, ahora vamos a cruzar este polígono y es mejor que se tapen los ojos, pues quizá lo que vean
puede ser muy desagradable para ustedes.
A nosotras, de pronto, se nos olvidan las horas perdidas y el desaliento y nos echamos a reír,
al principio con sordina, pero después sin control. El taxista se queda perplejo y ya en silencio
durante el resto del trayecto a nuestras casas.

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