Descargar Primer Sesión - Iglesia Bautista Dios Con Nosotros

Transcripción

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CURSO ESCUELA PARA PADRES
Lección 1.
¡SALVAR A LA FAMILIA!
DIOS Y LA FAMILIA.
Dios decidió poblar la tierra empezando con una familia, la familia de Adán y Eva. Dios bien pudo haber
llenado la tierra con hombres y mujeres con sólo un soplo, pero no lo hizo así, al principio había creado
únicamente a Adán, pero se dio cuenta que no era bueno que estuviera solo, por lo que le hizo una ayuda
idónea para él. Además, Dios plantó un huerto solamente para el hombre y su mujer, es decir creo un
ambiente propicio para ellos, pero la desobediencia echo a perder todo.
En Génesis 6 dice que la maldad humana llegó a ser tanta que despedía un olor fétido, y que este olor fue tan
intenso que llegó hasta la “nariz” de Dios, por lo que el Señor decidió terminar con esta situación acabando
con la humanidad; Envió Dios un diluvio para exterminar a la humanidad, pero, también decidió conservar a
una familia, la de Noé. La familia de Noé se salvó al entrar en el arca que ellos mismos habían construido por
orden de Dios, en aquella época no se conocía la lluvia, sin embargo, Noé obedeció, y aunque tardó 120
años, al terminarla entró con toda su familia y los animales que Dios le dijo que escogiera y se salvaron todos.
Al final del diluvio, sólo quedo la familia de Noé y ellos volvieron a poblar la tierra. Desde el tiempo de Noé
podemos ver una gran verdad: Para Dios es más importante la familia que la tierra misma.
Después Dios escogió otra familia para bendecir a todas las familias de la tierra, esta fue la familia de Abram.
Dios eligió a Abram con su esposa Sara para iniciar un pueblo por medio del cual hubiera bendición para
todas las naciones. Abraham y Sara tuvieron un hijo; Isaac, este se casó con Rebeca y tuvieron gemelos, de
los cuales Dios escogió a Jacob. Este Jacob se casó con Raquel y con Lea y con ellas tuvo doce hijos,
quienes constituyen el pueblo judío, de quienes vino Jesucristo que es el cumplimiento de la promesa de
bendición a todas las naciones.
Entonces vemos que Dios formó una familia para poblar la tierra, otra familia para preservar la vida de la raza
humana, y una familia más para bendecir a todas las familias de la tierra. Es muy claro que la familia goza de
un lugar muy importante en el corazón de Dios, tanto que en el último libro del Antiguo Testamento
encontramos estas palabras:
“Estoy por enviarles al profeta Elías antes que llegue el día del
Señor, día grande y terrible. Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y los hijos con
sus padres, y así no vendré a herir la tierra con destrucción total.” (Malaquías 4:5-6).
Esta es una seria advertencia en cuanto a que viene un día de juicio y de destrucción total, a
menos que exista una reconciliación entre padres e hijos. Lo interesante es que esta profecía de
enviar al profeta Elías no se cumplió sino hasta 400 años después de haber sido anunciada. La
palabra profética de Malaquías fue dicha y después de esto ni hubo predicador en la tierra. Durante
un largo periodo no hubo más mensajes, Dios guardó silencio. Se imagina, ¿qué pasaría si ya no
se escucharan más predicaciones, ni en la Iglesia, ni en radio, ni en televisión? La gente estaría
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recordando solamente el último mensaje del Señor que nos exhorta a la reconciliación de padres a
hijos y de hijos a padres.
Después de esos 400 años, el primer predicador que surge se llama Juan el Bautista, quién
aparece con el espíritu del profeta Elías ¿Y cuál es su mensaje?
Será un hombre con el
espíritu y el poder de Elías; preparará a la gente para la venida del Señor. Inclinará el
corazón de los padres[a] hacia los hijos[b] y hará que los rebeldes acepten la sabiduría
de los justos. (Lucas 1:17). Todos hemos sido hijos alguna vez, y sabemos que los problemas
que se dan en nuestra vida comienzan en el hogar donde nos criamos. Los psicólogos concuerdan
en decir que las raíces de cada persona vienen del hogar y van a dar al hogar que la persona
forma. Cada trauma, cada conducta y cada tendencia vienen del hogar. Es por eso que se
aconseja a los que van a ser padres que amen y arrullen y eduquen a sus hijos desde el vientre de
la madre, porque ahí comienzan muchas conductas del ser humano.
Desde el comienzo del Nuevo Testamento se nos habla de la relación de Dios con la familia. Jesús
mismo, bien pudo aparecer del aire, bajar en una nube, o cualquier otra cosa, pero no fue así, sino
que nació de una familia. En el libro de los Hechos de los Apóstoles se nos narra la historia de la
conversión de una mujer llamada Lidia, la cual, después de haber aceptado a Cristo pidió que
también su familia escuchara el mensaje. Un carcelero durante un terremoto preguntó: ¿Qué debo
hacer para ser salvo? La respuesta fue categórica pero a la vez esperanzadora: “Cree en el Señor
Jesús; así tú y tu familia serán salvos” (Hechos 16:31) Esta es una promesa vigente, hay
esperanza para la familia y esta esperanza comienza con la fe en Jesucristo.
Hoy la familia ha sido trastocada, se ha deformado, ya no es como Dios la creó, ahora se cree que
puede haber diferentes tipos de familia, o de “combinaciones familiares”, esto de acuerdo a la
conveniencia personal. Tenemos que luchar para proteger a nuestras familias, este es el objetivo
de esta reunión. Lo que queremos es formar escuelas para padres, la escuela para padres es
nuestra propia familia, usted es el maestro o la maestra de sus hijos, es con los padres con los que
los hijos aprenden a ser padre o madre. Es probable que los que estamos aquí no hayamos
recibido un buen ejemplo o una buena instrucción de parte de nuestros padres, sin embargo esto
no debe ser un pretexto ni mucho menos el final de todo. Afortunadamente hay una esperanza, los
mensajes de los profetas nos pueden ayudar a revertir cualquier situación, tenemos un Dios que
puede restaurarlo todo (Eclesiastés 3:15).
Estamos enfrentando un problema muy serio a nivel mundial; la desintegración de la familia. Cada
vez son más los divorcios, las madres solteras, los niños abandonados. Hemos comenzado a
olvidar las enseñanzas básicas que aprendimos de las abuelas: Un buen padre es el que da para
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la comida, es decir, el que tráela provisión básica, económica, para cubrir las necesidades
elementales de su familia. Hoy en día, muchas parejas ni siquiera se quieren casar, no piensan en
la responsabilidad económica, mucho menos en la responsabilidad moral, ni en la afectiva. Si no
quieren dar dinero, tampoco darán tiempo, ternura, amor, jamás se darán así mismos a sus hijos.
Este es el gran problema que estamos enfrentando.
Usando el abecedario en este tema, podremos decir que lo primero que tenemos que darles a
nuestros hijos es
AMOR, amar para dar seguridad. Si queremos tener hijos e hijas seguros, que
sepan exactamente quiénes son, qué es lo que creen, y qué es lo que quieren, tenemos que
criarlos con mucho amor, porque ese amor es lo que les va a dar seguridad, de lo contrario lo que
tendremos será hijos inseguros, inestables, indecisos, fluctuantes.
EL PROBLEMA DE LA IDENTIDAD ¿Quién soy?
Para tener una identidad se necesita una fuente de autoridad, y la fuente de autoridad que da la
identidad a los hijos son los padres.
¿Recuerda cuando nació su primer hijo? Cuánto trabajo para encontrar un nombre para él o para
ella, pero al final le decimos: “el enano”, el panzón, “el güero”, “la chiquis”, la muñeca” etc. Los
padres son los que le dan el nombre al hijo, cuando el Señor iba a nacer su Padre dijo: “Se llamará
Jesús”, ahí se le dio la identidad: “salvará a su pueblo de sus pecados”. Al elegir un nombre para
nuestros hijos estamos dando su identidad y tenemos que contribuir con todo nuestro esfuerzo
para que ese hijo cumpla con su propósito en la tierra. Este es el primer paso.
El segundo paso nos lo muestra el Padre celestial; el día que Jesús fue bautizado en agua por
medio de Juan el Bautista, dice la Biblia que ocurrió algo sorprendente:
y el Espíritu Santo
bajó sobre él en forma de paloma. Entonces se oyó una voz del cielo que decía: Tú eres
mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo. (Lucas 3:22). Dios Padre le dice a Jesús: Tú
eres mi Hijo amado. De esta manera le dio seguridad, en el evangelio vemos que después de este
evento tan significativo para el Señor, fue llevado al desierto para ser tentado, hubo necesidad,
hubo tentaciones, quizá, aparecieron las dudas, pero en cada momento difícil, Jesús recordó las
palabras de su Padre: “Tú eres mi Hijo amado”. Cada hombre y mujer nacidos en este tierra son
hijos e hijas amados por Dios, el diablo le va a meter dudas al respecto, pero la Palabra de Dios
dice que le ama, con un amor eterno, y que se lo muestra por medio de Jesús. El propósito de que
usted sepa que Dios le ama es darle seguridad.
La mayoría de los padres aman a sus hijos, pero nunca se lo demuestran, ese es un problema que
tenemos ¿verdad? Cuando los hijos ven la televisión, aparecen hombres y mujeres que les dicen
que los aman, y les enseñan cómo es la manera de manifestar ese amor, por favor, ¡ya no lo
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permita! Abrácelos usted, béselos usted, mírelos a los ojos y dígales: TE AMO, TU ERES MI HIJO
AMADO. No se comporte tan rígido como una tabla, no se crea eso de que los hombres no lloran,
¡sí lo hacen!
¿Por qué hay muchachitas que corren a los brazos de hombres mayores? Porque están sedientas
de un abrazo, de una caricia, de una palabra de cariño. ¿Por qué los muchachos se juntan con
pandillas y grupos extraños en las calles? Porque tiene hambre de aceptación y respeto. El
problema es que al final terminan embarazadas y muertos en la calle. Evitemos a nuestros hijos
esos problemas. Hay muchos chicos que andan como afeminados por las calles, otros son
homosexuales pero no lo demuestran, hoy día vemos muchas parejas de “niño con niño y niña con
niña” muchas veces esto se debe a que los muchachos no recibieron amor en sus hogares, no es
malo que abrace a sus hijos, que les dé un beso, que los trate con cariño, que no le de vergüenza
dar a mor a sus hijos, eso es lo único que puede salvarlos.
Además de amor, también debemos darles tiempo, los hijos necesitan tiempo todo el tiempo.
Había una frase, hace algunos años en la que decían: “Dar tiempo de Calidad a los hijos”, creo que
la intención era buena, pero, ¿qué es tiempo de calidad? Si el hijo se cae, se golpea, se tuerce un
pie, o necesita de algunos puntos de sutura, usted le diría: “lo siento mucho hijo, pero aún no es
hora de darte tiempo a ti” ¡Claro que no! Usted lo atiende y ya. En mi caso, aunque esté en una
reunión, o tratando un asunto que considero es importante, y alguno de mis hijos me llama, lo
atiendo de inmediato, si usted me llama no lo atiendo, pero si es uno de mis hijos o mi esposa, lo
atiendo. Lo hago por una simple razón; esos muchachos sólo tienen un papá, mi mujer, sólo tiene
un marido, si no los atiendo yo entonces quién lo hará. Si nuestros hijos van a tener una
participación en la escuela, o un encuentro deportivo, ellos esperan ver a sus padres en las
tribunas apoyándolos, puede haber ahí miles de papás, pero lo que a ellos les interesa es que esté
su Papá. Si algo así ocurre en su hogar, si alguno de sus hijos va a tener una participación
especial o un juego de futbol o de lo que sea, haga tiempo y esté presente, apóyelo, grite porras, lo
que sea pero que su hijo sepa que usted está ahí para apoyarlo.
Diga a sus hijos que los ama, apóyelos en todo lo que hagan, que ellos vean que usted está ahí,
eso es lo que puede hacer la diferencia en toda su vida.
CRISTO LE GUARDE
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