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EL FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO
Referencia bíblica: Gálatas 5:22-23; Efesios 5:9
INTRODUCCIÓN
Hemos llegado al centro de la manifestación práctica de la vida cristiana en el creyente. Un
cristiano da evidencia de que la vida de Cristo habita dentro de él, por los frutos del carácter
que se manifiestan en la vida diaria. Esto es lo que se conoce como la vida del Espíritu dentro
de él. Vea lo que Jesús dijo en Mateo 7:16b-20.
El fruto del Espíritu es la característica verdadera de la vida cristiana. El término
“Bienaventurado” del que habla el Sal. 1, se refiere al árbol que está plantado junto a
corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo (v.3).
El propósito principal de un árbol es que pueda dar fruto (Mt. 21: 18,19; Jn. 15:2). Todo árbol
que no da fruto está inutilizando la tierra, por tanto, debe ser cortado. Por tanto, la verdadera
virtud cristiana es el fruto del Espíritu, jamás es el resultado del esfuerzo humano. Tenemos el
fruto del Espíritu cuando tenemos el Espíritu. Podemos dar fruto sólo viviendo unidos y anclados
en Cristo. El fruto del Espíritu es el carácter de Cristo, producido por el Espíritu de Cristo en el
creyente. Cuánto más se esté sumergido en la presencia de Cristo, más enfática será la
manifestación del fruto del Espíritu en el vivir y en el obrar. Solamente cuando uno está lleno
del Espíritu Santo, puede manifestar espontáneamente (sin esfuerzo) el fruto o virtudes
cristianas.
Una gran cantidad de personas están tratando de producir el fruto del Espíritu, mejorando su
carácter, conducta y personalidad, mediante el ejercicio de la voluntad, cultura estética
(deporte), ciencia mental, estudio de la filosofía, de la ética, etc. Esto puede ser muy
recomendable sólo desde el punto de vista humano. El razonamiento para esto, es
que es
mucho mejor ser moral, ético, cultural, bien informado, decente, amigable, honrado y paciente
que ser lo opuesto. Sin embargo, estas virtudes mencionadas aquí son adquiridas puramente
por el esfuerzo humano, más no son fruto del Espíritu Santo, sino una imitación de él. Son
frutos artificiales, de cera, en contraste con el fruto verdadero.
Al estar Cristo plenamente formado en el creyente por la presencia del Espíritu Santo, las
virtudes genuinas del cristiano, son el resultado natural, resultado tan natural como el
crecimiento de manzanas en un árbol de manzana. Por permanecer plantados en Cristo, el
resultado natural será el fruto del Espíritu. Si no hay fruto en el creyente, obviamente éste no
tiene el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9).
La lista de las características del fruto del Espíritu que Pablo nos da en Gálatas 5:22, 23, es en
realidad una condensación del Sermón del Monte (Mt. 5: 1-12), que es la genuina vida cristiana.
El capítulo 13 de 1 Co. es una extensión de Gálatas 5:22, 23. Pablo también enfatiza el mismo
principio en Fil. 4:8. Todos estos pasajes se refieren al fruto del Espíritu en el creyente. Cualquier
concepto del cristianismo que no tiene como base o como modelo de carácter el fruto del
Espíritu, es un concepto falso. El tesoro más grande del creyente es esta cadena de oro
Ps. Fercen Granja
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compuesta de nueve preciosos eslabones en la que está grabado el fruto del Espíritu. El apóstol
Pedro también está de acuerdo con el apóstol Pablo en esto (2ª P. 1:4-8).
I.- CONTRASTE ENTRE LAS OBRAS DE LA CARNE Y EL FRUTO DEL ESPÍRITU
(Gálatas 5:19-21)
La lista del fruto del Espíritu está precedida de lo que Pablo llama “las obras de la carne”. El
fruto del Espíritu es manifiesto, no puede ser escondido, así también son las obras de la carne.
Un hombre lleno del Espíritu, puede ser conocido por su fruto. Igualmente, un hombre carnal,
también puede ser conocido por sus obras. La manifestación del carácter del creyente se llama
“fruto”, mientras que la manifestación del carácter del incrédulo carnal, es llamada “obras”.
Un hombre carnal, es uno que no está controlado por el fruto del Espíritu. Cuando una persona
es egocéntrica, es decir, cuando él mismo se constituye en el centro de su vida, va a manifestar
las “obras de la carne”; pero cuando Cristo es su centro, el resultado será una vida Cristocéntrica, y la manifestación del fruto será evidente en él como resultado de estar plantado en
Cristo. Por tanto, el fruto no se hace, sino que crece naturalmente. No se forza, sino que fluye
espontáneamente del creyente lleno del Espíritu.
Veamos lo que dijo Samuel Chadwick refiriéndose al pasaje de Gálatas 5:19-23:
“El rasgo más asombroso del contraste, es el cambio enfático, de obras a fruto. Las obras
pertenecen a un taller de trabajo; el fruto pertenece al jardín. Uno (la obra) proviene de la
ingenuidad de la fábrica; el otro del crecimiento silencioso de la vida abundante. La fábrica opera
con cosas muertas; el jardín cultiva fuerzas vivas para sus fines designados. Las cosas siempre
están en el reino de las cosas muertas. Todo edificio es construido con material muerto. El árbol
debe morir antes de que pueda ser útil al constructor. No hay vida en piedras y ladrillos, en vidas
de acero y de hierro. Todos están muertos y en proceso de desintegración. Ninguna cosa material
dura. Las mejores obras del hombre fracasan y empalidecen, decaen y pasan. El fruto no viene
del trabajo del hombre, requiere de su diligencia, pero no es ni su invención ni su producto. Él no
hace las flores. Ninguna habilidad suya trae la dorada cosecha a los campos, o el fruto delicioso
a los árboles. Cuando el hombre ha hecho todo lo que puede, entonces Dios comienza y la vida
continúa. El fruto es obra de Dios… no es la producción del hombre”.
Al respecto de lo que dijo este Samuel Ch. puedo decir, que la diferencia entre las obras de la
carne y el fruto del Espíritu se puede ver muy claramente por lo que manifiestan: La carne
produce obras; el Espíritu produce fruto; uno requiere esfuerzo propio; el otro ningún esfuerzo
de la carne. Uno es el producto de fábrica; el otro es del jardín. Uno está muerto, el otro está
vivo. Uno es de la carne y del hombre; el otro del Espíritu.
II.-
LOS SECRETOS DE LLEVAR FRUTO
En Juan 15:1-8, Jesús nos enseña la importancia y los secretos de llevar fruto. El verso 6 habla
de aquel que “no lleva fruto” y es echado fuera. Pero en este pasaje se habla de aquel que lleva
fruto, más fruto y mucho fruto (vs. 2,5). Este fruto al que se refiere es sin duda el fruto del
Espíritu, la verdadera esencia de la vida espiritual. Veamos dos secretos para que todo creyente
lleve fruto.
Ps. Fercen Granja
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1.- El primer secreto para llevar fruto es permanecer en Cristo (vs. 4,5)
¿Qué es permanecer en Cristo? Para entender bien esto tenga en mente la figura de la vid y los
pámpanos (las ramas). El pámpano o ramas es una parte integral de la vid, crece de ella y nunca
debe ser cortado de la vid; nada se debe interponer entre los pámpanos y la fuente que le da
la vida. Si algo se interpusiera entre el pámpano y la vid (raíz y troco), el pámpano o rama tiende
a secarse y por ende a morir. Igual sucede entre Cristo y el creyente. El permanecer en Cristo
tiene que ver con una relación o comunión inviolable con él. Esta relación es sostenida
primeramente por una fe no vacilante en lo que Cristo ha hecho por él en la cruz y lo que él es
en Cristo.
El creyente debe regocijarse continuamente en la gracia salvadora de Jesucristo y estar
constantemente consciente de que está redimido, justificado, que ha nacido a la familia de
Dios, que ha sido colocado como hijo y hecho heredero y coheredero con Jesucristo. Consciente
de estas gloriosas realidades, se mantendrá entonces en continuo agradecimiento y adoración,
comunión en oración, y comunión consciente con el Señor. (Repetir esto, es importantísimo).
En un cristiano que permanece en Cristo, habrá un deseo honesto, de ceder siempre al Espíritu
Santo que habita en él, de obedecer sus mandatos y de caminar en su voluntad (Gal. 5:16, 18,
25).
El llevar fruto es el resultado de la vida en Cristo. Cristo es la vid, fluyendo por el pámpano en la
vida del creyente.
Es importante tener presente, que el fruto del Espíritu en la vida del creyente, no es el resultado
directo del bautismo en el Espíritu Santo, sino de permanecer en Cristo. Todo creyente
verdadero tiene al Espíritu morando dentro de él, y a medida que el creyente continúe
permaneciendo en Cristo, experimentará el fruto del Espíritu en su vida. Al estar unidos a
Cristo, la vida del Espíritu que fluye dentro de Cristo, correrá también por nuestro interior como
lo dijo Juan (7:38).
Ciertamente una persona que está llena del Espíritu Santo, experimentará el fruto, más fruto
y mucho fruto en su vida, sin embargo, éste viene de permanecer en Cristo.
Hay creyentes profundamente espirituales que nunca han recibido evidencia de que hayan sido
bautizados con el Espíritu Santo, sin embargo, pueden tener el fruto del Espíritu en su vida. El
fruto no viene por el bautismo, sino de permanecer en Cristo. Así también, hay creyentes que
han recibido el bautismo con el Espíritu Santo, y pueden no estar manifestando el fruto del
Espíritu. Esto es debido a que fracasaron en continuar en una vida llena de la plenitud del
Espíritu. Este fue el caso de algunos hermanos de Galacia y de Corintos, quienes habían recibido
la unción pentecostal, sin embargo estaban vacíos de amor. Habían experimentado la plenitud
en un tiempo, pero para cuando Pablo les escribe estas cartas, no estaban viviendo en esa
plenitud.
Una vida diaria llena del Espíritu, será abundante en el fruto del Espíritu. Si el Espíritu Santo
que mora en nosotros está angustiado y apagado, podemos esperar una vida sin fruto, porque
andamos más en la carne que en el Espíritu. Entonces, es tremendamente importante darse
cuenta de la necesidad de permanecer en Cristo. Este es el primer secreto para una vida llena
de fruto.
Ps. Fercen Granja
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2.- El segundo secreto que Jesús nos da para llevar fruto es ser podado y limpiado.
Esto está en el v. 2, y tiene que ver con el proceso de podar o limpiar. Podar es el proceso de
cortar las ramas que no tiene fruto, porque le quitan nutrición a las ramas que sí dan fruto. Por
eso Jesús dijo: “Todo pámpano que no lleva fruto, es echado fuera, pero el pámpano que sí lleva
fruto, es podado para que lleve aún más fruto”. El proceso de podar en la vida de un cristiano
sincero, nunca es fácil para él, pues tiene que ver con disciplinar, castigar o reprender (He.
12:11). En otras palabras, podar significa limpiar al creyente de toda práctica que no tiene
valor espiritual o que tienda a impedir su crecimiento espiritual. El progreso espiritual es algo
que se espera de todo seguidor de Cristo. Las hojas pueden ser muy hermosas, pero los árboles
a los que se les deja crecer las hojas en exceso, rara vez producen mucho fruto. Así también,
algunas veces el Señor debe cortar algunas de las “hojas” de indulgencia personal, tolerancia,
del querer disimular u ocultar las faltas, para que puedan llevar “más fruto” y aún “mucho
fruto”. Es decir, Dios nos disciplina, nos corrige y nos reprende porque él quiere que nosotros
llevemos mucho fruto.
CONCLUSIÓN
Por tanto, permanezcamos en Cristo. El que cree en Cristo, permanece en él. El que no
permanece en Cristo no puede llevar nada de valor permanente. El dar fruto es el resultado
directo del poder del Espíritu y de la presencia de Cristo en la vida del creyente. El Padre es el
que poda (v. 1), y el que emplea las tijeras de podar. Por tanto, podemos con toda seguridad
confiarnos a su amante cuidado para que él nos limpie de todo aquello que nos impide llevar el
fruto del Espíritu.
Ps. Fercen Granja
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