El problema sinóptico - HISTORIA DEL NUEVO TESTAMENTO

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El problema sinóptico - HISTORIA DEL NUEVO TESTAMENTO
El problema sinóptico
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Sin embargo, existe una más estrecha relación, en contenido y forma de expresión,
entre los tres primeros Evangelios. En consecuencia se les ha llamado los Evangelios
sinópticos, del griego syn, que significa juntos, y optanoamai, que significa ver, puesto que
se colocan en un punto de vista común en relación con la vida de Cristo. Esta interrelación
ha provocado el surgimiento del problema sinóptico así llamado, que concretamente es el
siguiente: Si los tres evangelios sinópticos son totalmente independientes uno del otro en
origen y desarrollo ¿por qué se parecen tanto el uno al otro hasta concordar verbalmente
con toda exactitud en muchos lugares? Si, por otra parte, existe entre uno y otro un
parentesco literario, ¿cómo pueden considerarse obra de tres testigos independientes que
testifican los hechos y las enseñanzas del Señor Jesucristo? Ninguna de las alternativas de
este dilema puede con justicia suprimirse o menospreciarse. Los hechos deben explicarse
por medio de las mejores y más razonables hipótesis posibles. Sin embargo, nadie debe
creerse poseedor de la última palabra en este asunto cuando todavía nos faltan muchas
evidencias, ni satisfacerse con una respuesta de orden natural que no haría justicia al origen
de los evangelio sin a cualquiera otra parte de la Escritura.
Un ejemplo concreto de la clase de pasajes que crean este problema lo podemos
encontrar en la curación del leproso descrita en Mateo 8:1-4, Marcos 1:40-45 y Lucas 5:1216. Los tres relatan el mismo acontecimiento, puesto que la acción es semejante en los tres
y la conversación es casi idénticamente verbal. Cada un principia con una frase diferente
que concuerda con el contexto general de la narración, pero las palabras de Jesús son casi
las mismas.
¿Cómo puede explicarse esta concordancia verbal? ¿Cómo pudo ser que tres
diferentes escritores que escribieron independientemente mostraran tan completo acuerdo
en el lenguaje que usaron? Dos tareas escritas por alumnos de la escuela, que presentaran
semejanza tan grande como la que se encuentra en los sinópticos despertaría
inmediatamente la sospecha en el ánimo del maestro de que aquellos alumnos o se habían
copiado o se habían ayudado. Los autores de los Evangelios ¿se copiaron?, ¿usaron una
misma fuente informativa? o ¿se ayudaron?
La solución propuesta
Se han propuesto muchas teorías para explicar todos estos hechos. 1 En general,
pueden clasificarse de tres maneras: La teoría de la tradición oral, la teoría del préstamo
recíproco y la teoría de las fuentes documentales. Cada una de ellas tiene algún mérito;
pero no puede admitirse que las tres a un tiempo sean verdaderas.
1
Véase H. G. Thiessen, Introducion to the New Testament (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co.,
1951), pp. 101-129.
La teoría de la tradición oral es la más antigua de las tres, ya que parece que fue la
fundamental suposición de los padres de la iglesia. Papías insistió en que Mateo registró
los dichos de Jesús escribiéndolos en aramaico (dialecto hebreo) y que cada no, según su
capacidad, los interpretaba.2 Que Marcos había sido el escribano de Pedro y su intérprete y
que escribió cuidadosamente todo lo que recordaba pero que no lo puso necesariamente en
el orden original en que el Señor habló o actuó Ireneo 3 (alrededor del 170) siguió la misma
línea de pensamiento llamando al Evangelio de Lucas una reproducción de la predicación
paulina y atribuyendo el cuarto evangelio al discípulo de Jesús que se recostó en su pecho
en la noche de la Santa Cena.
Los padres no eran infalibles, y cabe dentro de lo posible que hayan estado
equivocados. En el siglo que corre entre la caída de Jerusalén y el clímax de la carrera de
Ireneo, la iglesia estaba demasiado ocupada en el trabajo de la predicación y en defenderse,
para que todavía le quedara tiempo que dedicar a los tecnicismos de paternidad literaria.
Por otra parte, Papías e Ireneo son los más antiguos testigos directos de la paternidad
literaria de los evangelios y su testimonio no debe rechazarse sin hacer un honrado intento
para interpretarlo.
En cada ejemplo mencionado por ellos, dan por entendido que el escritor del
evangelio poseía conocimiento personal de las obras y enseñanzas de Jesús, o bien, que
estaba reproduciendo el contenido de la repetidamente escuchada predicación de algún
personaje de autoridad apostólica. La teoría asume hechos concernientes a Jesús habían
sido reunidos, luego organizados, en seguida memorizados y finalmente pronunciados en
forma convenientemente fija.
Hay varios factores que le prestan apariencia razonable a este punto de vista. Ante
todo, la seguridad de que el mensaje del evangelio tuvo que ser predicado antes de que
fuera escrito. Si Jesús tenía que ser presentado al pueblo por los que eran sus discípulos,
éstos tenían que relatar la historia concreta compuesta con la principal sustancia de la
carrera de su Maestro, y tenían que repetir esa misma historia cuando encontraron nuevas
audiencias, o cuando instruyeran a los creyentes haciendo que la repitieran. La constante
repetición contribuye a cristalizar la forma; una historia repetida queda estereotipada.
Pablo se refiere al mensaje que “recibió” (I Cor. 15:3) y que “anunciaba” (Gál. 1:11),
usando términos que implican la existencia de una esencial base de hechos que no podían
ser alterados. Pero no hace mención de estar utilizando para ello documentos escritos.
Tales documentos pudieron o no haber sido conocidos durante su carrera de predicación,
aunque en II Timoteo 4:13 habla de “libros” y “pergaminos” en los que probablemente
entraban algunos de los Escritos sagrados. Parece muy probable que antes de la
persecución neroniana del año 64 D.C. ya circulaban relatos escritos de la vida de Jesús.
La segunda teoría es la de mutua interdependencia, es decir, que dos de los
evangelios contienen material prestado de un tercero. Sería inútil que en esta breve reseña
prestáramos atención a todas las conjeturas de orden que se han propuesto. Si aceptáramos
semejante teoría quedaría destruida la originalidad de dos evangelios que hubieran copiado
de un tercero. Es cierto que entre los antiguos no había derechos de autor leyes que les
estorbaran, y que se consideraba cualquier documento escrito como libremente utilizable
para los usos que a cada quien conviniese; sin embargo, parece muy difícil creer que
hubieran copiádose irreflexivamente.
2
3
Eusebio, Historia Eclesiástica III, 39.
Ibid, V, 8, ii-vi, II, 1.
Además, si por ejemplo, Mateo copió de Lucas ¿qué razón tuvo para formar un
orden diferente de sucesos o para haber omitido mucho del material que el segundo
contiene? No hay dos eruditos que puedan ponerse de acuerdo en cuanto al orden en que
debe colocarse lo escrito por Mateo y Lucas, o que convengan unánimemente en las
razones que expliquen las diferencias entre uno y otro. Estas teorías en conflicto son buena
evidencia de lo inseguro que es aceptar semejante hipótesis.
La teoría más popular a la fecha es la hipótesis documentaria que pretende que
Mateo y Lucas escribieron sus evangelios, tomando el de Marcos como base, y demás una
colección de los dichos de Jesús, a la que llaman “Q”, del alemán “Quelle”, que significa
“fuente”. Los escritores que se ocupan de los evangelios han observado que en tanto que
Mateo y Lucas divergen grandemente el uno del otro en cuanto a su contenido y al orden en
que lo consignan, el material que pertenece a Marcos lo reproduce cada uno, casi en su
totalidad. Aunque Mateo y Marcos ocasionalmente concuerden en contra de Lucas, o
aunque Lucas y Marcos concuerden en contra de Mateo, y Mateo y Lucas nunca
concuerdan en contra de Marcos. Estos resultados son precisamente los que debiéramos
esperar como consecuencia del uso que del Evangelio de Marcos hubieran hecho
independientemente entre sí Mateo y Lucas.
El material de algunos discursos, como el Sermón del Monte, que se encuentra tanto
en Mateo como en Lucas, no aparece en Marcos. Sobre la base de que los dichos del Señor
en forma de colecciones se encuentran en los papiros de una época muy temprana, y de que
el uso de tal fuente correría paralelamente con el supuesto uso de Marcos, procedieron a
fabricar la otra fuente denominada “Q”.
Bunett Streeter4 ha propuesto un desarrollo más amplio de este punto de vista.
sugirió que las fuentes eran cuatro y que incluían un documento “M” compuesto por
material peculiar al relato de Mateo, y otro documento “L” denominado proto-Lucas,
compuesto por los frutos de la investigación privada de Lucas. De estos cuatro antecesores
descienden el primero y el tercer evangelio, en tanto que Marcos, otra de las fuentes
sobrevivió independientemente.
La teoría documental, aunque aceptable, tiene uno o dos puntos débiles. El primero
es que pasa por alto la posibilidad de una relación viva entre los autores durante el período
en que pudieron haber estado escribiendo los Evangelios. Juan Marcos vivía en Jerusalén
en los años postreros de la vida de nuestro Señor y durante los primeros de la iglesia, hasta
la época de Herodes Agripa I, en el 44 D.C. (Hech. 12:12). Posteriormente visitó la iglesia
gentil de Antioquia de Siria y participó con Pablo y Bernabé en la evangelización de los
gentiles (13:4,5). Estuvo constantemente asociado con los predicadores de la iglesia hasta
el fin de su vida.
No hay datos precisos acerca de la carrera de Mateo. Probablemente vivió en
Jerusalén durante una parte del tiempo en que Marcos estuvo allí, ya que los apóstoles no
salieron de Jerusalén sino hasta después de la muerte de Esteban y de la consiguiente
persecución (8:1).
4
B.N. Streeter, The Four Gospels (Nueva York: The Macmillan Co., 1925/1936).
Es digno de notarse, sin embargo, que las alusiones que los más antiguos de los
padres hacen de los escritos de los evangelios, concuerdan mejor con el evangelio de
Mateo, e indican que ya era bien conocido en Antioquia desde fecha muy temprana.
Lucas conoció a Juan Marcos en una fecha posterior, porque sus nombre se
mencionan juntos en Colosenses (4:10, 14) y en II Timoteo (4:11). Ambos estuvieron
estrechamente asociados con Pablo por el tiempo de su encarcelamiento en Roma
(alrededor del 60-67 D.C.) Lucas debió haber vivido en Antioquía, porque muestra
considerable interés en esa ciudad, y hay un manuscrito que en el pasaje de Hechos 11:28,
usa la primera persona del plural haciendo así que el autor (Lucas) aparezca como uno de
los participantes del diálogo.
En tanto que los acontecimientos anteriores no prueban de manera concluyente que
los autores de los sinópticos confirieran entre sí acerca de loas acontecimientos que iban a
consignar, hacen razonable la posibildad de que existiera una común tradición conocida por
todos ellos, debido a sus relaciones personales, ya que esa común tradición era propagada
como el mensaje general de la iglesia. El intercambio y la constante predicación narrativa
acerca de Jesús explicarían gran parte de ese material común que hay en los sinópticos, en
tanto que la investigación personal y los intereses particulares de los autores darían la
razón de ser a los materiales peculiares de cada uno. Que existía semejante relato esencial
lo corroboran las ocasionales referencias que se encuentran en el Nuevo Testamento
respecto a la predicación cuyo tema era Cristo.
Con respecto a “Q” se puede decir que nunca se ha logrado descubrir alguna huella
de tan hipotético documento. aun aquellos que abogan por las hipótesis documentad
admiten que “Q” no era un evangelio. Reconocidas colecciones de los dichos de Jesús
existieron desde fecha temprana, porque muchos han sido encontrados en los papiros, pero
no hay una prueba convincente de que aparte de los papiros haya existido tan nebuloso
rollo “Q”.
En recientes años se ha hecho el intento de penetrar más allá de estas fuentes
documentales para llegar hasta los orígenes del material del cuale surgieron ellas. La
Escuela Formgeschichte ha sostenido que las fuentes se copilaron reuniendo las anécdotas
acerca de Jesús y los fragmentos que referentes a su enseñanza circulaban
independientemente entre sus seguidores. Esas historias han sido clasificadas en varias
categorías, tales como milagros, epigramas, edificantes relatos de buenas acciones y
recitaciones históricas como la referente a la Pasión, en los últimos días de Jesús.
Conforme a esta teoría se reunieron los asuntos biográficos, se colocaron en una trama
trazada por el autor y se tejieron en el cuerpo de una narración que se convirtió, andando el
tiempo, en la fuente de un evangelio, o en un evangelio mismo.
La teoría Formgeschichte nos hace retroceder hasta la tradición oral, pero considera
a ésta como una masa incoherente de fragmentos más bien que como una presentación
organizada de la vida de Jesús. Indudablemente muchos episodios de la vida del Señor y
porciones de su enseñanza servían como ilustraciones o como textos, llegando a ser
conocidos así por el público, separados de todo contexto. Sin embargo, es muy posible que
esas porciones hayan sido separadas de un conjunto histórico y a existente, o que también
fueran, colecciones sueltas reunidas accidentalmente. Desde el primer día de la predicación
cristiana debió haber existido alguna cadena lógica de relatos usados para presentar ante los
hombres la persona y la obre de Jesús.
Ninguna de todas estas teorías tan rápidamente bosquejadas aquí ha demostrado ser
suficiente para explicar el origen de los Evangelios. Se necesitan mayores evidencias antes
de que se pueda dar respuesta a todas las cuestiones involucradas en este asunto. Sin
embargo, hay algunos cuantos hechos que nos parecen razonablemente ciertos:
1. El evangelio de Mateo nos proporciona los apuntes que Mateo tomó del a
enseñanza de Jesús con un argumento narrativo que con viveza y a veces verbalmente nos
recuerda a Marcos. La semejanza puede explicarse satisfactoriamente tomando como base
una común tradición y el contacto personal con los hechos, como también por la
apropiación que se hubieran hecho de una fuente escrita.
2. El evangelio de Marcos representa la línea principal de la predicación narrativa
acerca de Jesús. Es la creación literaria de un hombre que tuvo contacto con los apóstoles
desde muy al principio de la iglesia, y que la escribió cuando algunos de ellos al menos,
todavía vivían. Su contenido se conoció desde época muy temprana en una de dos formas:
como narración o como escrito.
3. El evangelio de Lucas representa el relato independiente, hecho por cierto
viajero que acompañaba a Pablo, y que lo escribió en la séptima década del primer siglo,
utilizando en su relato tanto la estructura narrativa de la predicación apostólica como
también los resultados de su propia investigación. Muchas de las parábolas y milagros
consignados en Lucas no son idénticos con los que consigna Mateo, y aún las enseñanzas
de Jesús se presentan arregladas con diferente orden. Si tanto Lucas como Mateo utilizaron
a “Q” uno de ellos ciertamente lo hizo con bastante libertad. O bien Mateo arregló el
cuerpo de sus enseñanzas en forma de tópicos como se encuentran en el Sermón del Monte
(Mateo 5-7), o bien Lucas las esparció a discreción por todo su evangelio. Es más
razonable aceptar que Lucas y Mateo se hayan conocido personalmente, o que Lucas haya
formado su reproducción de los dichos de Jesús en contacto directo con personas que los
oyeron cuando se pronunciaron por primera vez, o con los apóstoles que los predicaban.
También merecen consideración algunos otros aspectos de este asunto. Uno de
ellos es que las fechas de composición y de publicación pueden encontrarse bastante
separadas. Mateo, por ejemplo, pudo haber coleccionado sus apuntes durante los años en
que todavía vivía nuestro Señor, pero pudieron no haber llegado al público en forma
organizada hasta mucho tiempo después. Si fue así, bien pudieron ser utilizados por otros,
en el ínterin, y de allí que la forma final no necesariamente fuera idéntica con la colección
original.
La forma definitiva en la que estas notas individuales quedaron redactadas, debió
recibir la influencia de la tradición predominante y de su necesaria aplicación a las
necesidades individuales. Surgirían diferencias motivadas por las diversas aplicaciones de
las enseñanzas de Jesús a las necesidades locales y por su adaptación a propósitos
individuales. Los mismos episodios pueden usarse con diferente redacción, y aplicarse con
propiedad a muy diferentes circunstancias. Si se consideran así, los desacuerdos que
aparecen en los relatos se convierten en insignificantes, ya que no denuncian ninguna
profunda inconsistencia interna en los documentos mismos.
Los evangelios deben considerarse como esfuerzos sinceros para adaptar la vida de
Jesús a los propósitos de la enseñanza. Incuestionablemente fueron el alma de la
predicación apostólica, lo que se ve claramente en el discurso de Pedro en el día de
Pentecostés (Hech. 2:22-32), en su sermón en la casa de Cornelio (10:36-43) y en el
discurso de Pablo en Antioquía de Pisidia (13:23-33). Los evangelistas sinópticos no
podían ignorar esta “tradición oral”, como se le llama; en efecto, el prefacio de Lucas
implica que el escritor conocía lo que los creyentes habían recibido por conducto de “los
ministros de la palabra” (Lucas 1:2). Aunque la teoría de la tradición oral no puede
explicar todo el problema sinóptico, es digna de mayor atención que la que se le ha
concedido en recientes años.
Por último, se debe tomar en cuenta el propósito de los evangelistas. Concediendo
que poseyeran mucho material en común, lo dedicaron a diferentes aplicaciones, y lo
organizaron en diferentes estructuras bajo la dirección del intento del Espíritu. Las más
notables diferencias entre los escritores demuestran su independencia; las semejanzas
reflejan un fondo común de información, el mismo tema de desarrollo y la inspiración de
Dios que fue con cada uno de ellos. 5
Bibliografía:
Bonnett, L. y Schroeder, A. Los evangelios sinópticos. El Paso: Casa Bautista de
Publicaciones, 1970.
Bruce, F.F. ¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento? Miami: Editorial
Caribe, 1957.
Carroll, B.H. Los cuatro evangelios. Terrassa: CLIE. 2 tomos, 1986.
Harrison, Everett F. Comentario bíblico Moody: Nuevo Testamento. Grand Rapids:
Editorial Portavoz, 1987.
Robertson, A.T. Una armonía de los cuatro evangelios. El Paso: Casa Bautista de
Publicaciones, 1954.
Trenchard, Ernesto. Introducción a los cuatro evangelios. Madrid: Literatura Bíblica,
1961.
5
Puesto que la discusión del problema sinóptico no corresponde propiamente al estudio del Nuevo
Testamento en panorama, las anteriores afirmaciones se refieren al asunto únicamente como un mero boceto.
Para reconocer un desarrollo más completo de los puntos de vista del autor, véase la obre de Merrill C.
Tenney, The Genios of the Gospels (Grand Rapids: Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 1951), pp. 1-119. Un
libro pequeño pero magnífico, de carácter más general es el de F.F. Bruce, ¿Son fidedignos los documentos
del Nuevo Testamento? (Miami: Editorial Caribe, 1957). Es enorme el volumen de la literatura crítica al
respecto, y de ella poca, relativamente, ha sido escrita con un concepto fundamentalista.

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