El temor del Señor

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El temor del Señor
El temor del Señor
Diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y
adorad a aquel que hizo el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas. Apocalipsis 14:7
¿Qué es el temor de Dios? ¿Significa vivir con miedo constante? ¿Significa vivir aterrorizado, como
cuando alguien te persigue? ¿Es vivir con la idea de que Dios tiene un martillo listo para hacernos
pedazos por el más mínimo pecado que cometamos?
Las personas cuyos padres han abusado de ellas física o emocionalmente pueden confundir el
temor de Dios con el malsano temor de un padre o una madre abusivos. Tristemente, es posible
que algunos de nosotros no sepamos lo que significa caminar en el temor de Dios.
La palabra 'temor' describe a una persona que reconoce la superioridad, el poder, la pureza y la
posición de otra persona, y le ofrece respeto. Podía pensarse que algunos de nosotros estamos
perdiendo nuestro sentido de reverencia y asombro en nuestra relación con el Señor. Isaías
contempló la gloria del Señor y dejó constancia asombrado de la alabanza celestial: «Santo,
santo, santo, Jehová de los ejércitos».
El temor de Dios es una asombrada reverencia hacia el Señor que ejerce un papel de motivo
controlador de la vida en los asuntos espirituales y morales. No es un terror por su asombroso
poder y justa retribución, sino un saludable temor a desagradarle. Cuando leemos sobre el temor
del Señor en las Escrituras, ello no nos hace acobardarnos ante su presencia por temor a ser
golpeados o avergonzados. Es el pensamiento de someternos al Dios Creador, quien está en total
control de su creación y es merecedor de todo respeto, amor, alabanza y reconocimiento de su
señorío. Es el apasionado anhelo de vivir en obediencia a su voluntad.
El temor del Señor es un concepto saludable para el creyente. Es un asombro reverente, es temor
de ofender de alguna manera a un Dios santo. No es asentimiento intelectual, sino un estado de
consciencia con la que el cristiano vive continuamente. Es el resultado de rendirse diariamente a
Cristo.
«Los ojos de Jehová están en todo lugar. Mirando a los malos y a los buenos» (Prov. 15: 3). Si
somos conscientes de esto se producirá en nuestra alma un saludable temor, que nos librará de
mucho dolor y muchas desgracias.
Son muchas las promesas para los que temen al Señor. Los ángeles de Dios los acompañan para
protegerlos. Teme a Dios, y encontrarás más fácil el camino de la vida. El corazón del Señor se
complace en los que le temen.

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