En primera persona

Transcripción

En primera persona
Carmelo Jorge Delgado
Secretario de Economía y Políticas Sectoriales
EN PRIMERA PERSONA
Hay determinadas ocasiones en la vida en las que nuestra participación en
proyectos colectivos no puede ocultar la carga de decisión personal que existe
en nuestras opciones y en la que, frente a los ataques desmedidos de los
sectores próximos a la ultraderecha, uno tiene que responder en primera
persona para dejar claro el orgullo que le produce haber tomado determinadas
decisiones y vivir coherentemente con ellas y la legitimidad que sustenta ese
orgullo, para no hacerlo pecado capital.
En efecto soy un liberado sindical y lo soy desde hace más de veinte años. Para
empezar puedo decir que esta afirmación me supone un sacrificio personal, que
consiste en desconectar de la profesión que vocacionalmente elegí y con la que
me siento plenamente identificado. Soy enfermero de un hospital público y mi
actividad profesional conllevaba el doble privilegio de ganarme la vida cuidando
a otros seres humanos y además hacerlo sin distinción de condición entre ellos.
Era un igual cuidando a mis iguales y haciéndolo siempre por igual.
Lo he hecho voluntariamente y no tengo ningún derecho a la queja, pero nadie
va a hacer que acepte que hacerme cargo de una responsabilidad en el
sindicato, dedicar la totalidad de mi tiempo a defender los intereses que
defiendo es una válvula para escapar de una profesión a la que todos los días
sin excepción, echo de menos.
En cuanto al volumen de trabajo realizado, pues supongo que unos días será
menor y otros días mayor, exactamente igual que cuando hablamos de ocupar
un puesto en una plantilla de mas de dos mil enfermeros, pues en el puesto
que te tocó, unos días el volumen es mayor y otros menor que la media de la
plantilla. Lo cierto es que en este trabajo, en el sindical, el descanso total no
existe. Cuando estás en casa, en el ambiente mas personal, los problemas, las
decisiones, los conflictos, no se quedan en el centro de trabajo, viven contigo
todos los días y todos los minutos de tu vida. Repito que no me quejo, pero
tampoco aceptaré que estoy liberado para trabajar menos porque llevo más de
veinte años cargando problemas y responsabilidades que en el trabajo cotidiano
no existen.
Ni huyo por tanto de una profesión a la que por otro lado amo, ni me he
cargado de trabajo buscando trabajar menos, no tengo en consecuencia, nada
de lo que avergonzarme, por el contrario solo tengo motivos para estar
orgulloso de lo que hago y de la gente con quienes lo hago y de la gente para
quienes lo hago.
En primer lugar orgulloso de deber mi condición de liberado a quienes se las
debo, que no son ni las administraciones, ni la patronal, ni los medios de
comunicación. Los liberados son o bien fruto de acuerdos de acumulación de
horas o bien de acuerdos globales alcanzados en función de la
representatividad de las partes. En cualquiera de los dos casos, son los
trabajadores con sus votos los que deciden que organizaciones sindicales
disponen del crédito horario suficiente para liberar compañeros y cuales se
sientan en los foros de negociación por su condición de representativas.
Son los votos de los trabajadores y las trabajadoras los que otorgan las
liberaciones y es en primer lugar a esos votos a los que debo mi condición de
liberado y en consecuencia, mi primera gratitud.
Claro que esos votos no se producirían sin el trabajo abnegado de miles de
compañeros y compañeras que representan al sindicato en cada una de las
empresas, que resuelven los problemas y combaten las injusticias cotidianas,
que asesoran rápida, precisa y puntualmente, que visitan servicios y personas
necesitadas de ayuda, que acompañan a las sedes a las personas que vienen la
primera vez a solicitar los servicios del sindicato, que preparan las candidaturas,
realizan las campañas y ganan las elecciones sindicales convocatoria tras
convocatoria. Sin ellos tampoco estaría liberado y a ellos tengo que
agradecérselo especialmente.
Esos compañeros y esas compañeras son los sindicalistas de verdad, los que
mantienen viva y en marcha a la organización y los que obtienen la mayoría de
los recursos de los que disponemos. Yo soy sólo un secretario a los que estos
compañeros han elegido para que les busque argumentos, para que les ayude
en la elaboración de sus propuestas, en definitiva un apoyo logístico encargado
de que el sindicalista en la empresa tenga argumentos y bagaje para ejercer
mejor su labor.
Naturalmente me gusta mas el trabajo en la empresa, el cuerpo a cuerpo
cotidiano, pero me han elegido para hacer este trabajo y lo hago lo mejor que
se, con la mejor voluntad de la que dispongo y pleno de orgullo por que los
compañeros y las compañeras piensan que puedo resultarles útil.
También sé que si puedo hacer este trabajo es porque otros liberados junto con
personal asalariado del sindicato, me prestan una colaboración imprescindible
sin la cual estaría perdido por lo que considero que también una parte de mi
liberación es mérito de quien coopera conmigo para hacer el trabajo que se nos
ha encomendado.
Por último sé, que debo mi liberación a generaciones anteriores de sindicalistas
que en tiempos infinitamente mas duros que estos, ganaron para mí este
derecho y eso aparte de ser un motivo de orgullo, es también una razón para
entregarse a este trabajo con pasión y con el compromiso de preparar nuevas
conquistas para las siguientes generaciones.
Estos son los motivos que sustentan mi orgullo, soy un profesional de trabajo
sindical porque me han designado para ello mis iguales, lo he hecho
voluntariamente pero sin que eso signifique que no hay renuncias personales
en la decisión y pese a esas renuncias si volviese a nacer volvería a hacerlo,
aunque sólo sea por el legitimo orgullo de trabajar para tus iguales, no tener
nada que no sea tuyo en exclusiva, pero tampoco deber nada a nadie que no
sea un trabajador o una trabajadora exactamente igual que yo.
Parece que ahora que los vientos soplan en contra y que los voceros de la
dictadura patronal y del pensamiento único se han desbocado, es buen
momento para hablar de estas cosas en primera persona y recordarnos a
nosotros mismos que lo mejor de este mundo, los derechos, las libertades, la
igualdad, lo hemos construido nosotros y lo hemos hecho contra ellos, por
encima de ellos y a pesar de ellos.

Documentos relacionados